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DICHOSO EL MALADRÓN

Por 12 de febrero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

             No sé si el único lugar del mundo católico donde la imagen de un delincuente que no quiso arrepentirse se halla expuesta dentro de un templo, y recibe adoración de sus fieles, es la ciudad de Masaya, Nicaragua. Se trata de la imagen del Maladrón, terrible escultura que muestra el retorcido cuerpo de Gestas colgando contra su gusto de la cruz, obsequiada al templo del Calvario hace más de un siglo por la bisabuela de mi amigo el cantautor Hernaldo Zúñiga, originario de esa ciudad. Por supuesto, la piadosa señora también obsequió la imagen de Cristo Crucificado, y la del Buen Ladrón, Dimas, clavadas las tres cruces en la propia entrada del templo.

            Los adoradores del Maladrón, que le piden liberar prisioneros y dejar a buen recaudo a malhechores que huyen de la justicia, se arrodillan a rezarle cuando el sacristán no los ve -pues tiene este guardián de la fe órdenes estrictas de echarlos del templo-, encienden profusas velas a sus pies, enfloran su cruz y, como está prohibido que la imagen tenga a su lado alguna alcancía, descubrieron ellos mismos un hueco al costado de la imagen, causado por las polillas, y allí depositan sus óbolos. En el mismo hueco hizo nido alguna vez una familia de abejorros, que con el ruido de sus alas causaban el efecto de una voz humana. Se regó entonces la noticia de que el Maladrón quería hablar, fueron cura y sacristán a revisar la imagen, y encontraron los abejorros, y el dinero, que sirvió para restaurar la imagen amenazada por las polillas.

            No corrieron la misma suerte el Cristo Crucificado y Dimas, el Buen Ladrón, que un día de hace poco se desplomaron con todo y cruz, por causas del trabajo de las mismas polillas, mientras el Maladrón quedaba incólume, gracias al favor de sus fieles.

            He escrito a Hernaldo a México para contarle esta historia, y hacerle ver algo que me llenó primero de asombro, pero luego no hizo sino confirmar las certezas que tengo sobre este país tan desgraciado: son los ladrones sin redención,  los malandrines y corruptos, y los que lavan dinero, quienes siempre quedan indemnes, y gozosos.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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