Rafael Argullol
Rafael Argullol: Nos encontramos que de las tres amenazas posibles que en este momento se cruzan en España, la que está en la calle, la de los parados, queda mucho más relativa e invisible que la amenaza que está en el virus y que la amenaza que está en el espacio.
Delfín Agudelo: Me llama mucho la atención de la amenaza del espacio y de la amenaza del virus es que una es solamente visible a través del microscopio mientras que la otra es solamente visible a partir del telescopio. Es el micro contra el macro, pero que, sin importar, es amenaza. En relación, por ejemplo, a la del paro, ésta no viene del mundo de la invisibilidad; pero también podríamos hablar del mundo de la invisibilidad económica-financiera -entiende tú las multinacionales, las bolsas, los modelos económicos, etc. Para mí la economía es una ciencia invisible; su aplicación directa en una empresa o en un modelo económico nacional es implica cierta invisibilidad.
R.A.: La economía cotidiana, lo que debería ser la economía de nuestras vidas cotidianas, evidentemente no es invisible, es bien material. Pero a medida en que se va filtrando por los círculos del poder, la economía se va volviendo más y más invisible, más y más abstracta, y casi diríamos irónicamente más y más metafísica. De manera que evidentemente nosotros podemos saber lo bien o lo mal que nos va en el bolsillo, pero nos mostramos completamente impotentes para interpretar los signos que ofrecen ya los mercados bursátiles, y aún más impotentes para entender todos los grandes números que te ofrecen del Fondo Monetario Internacional, los grandes bancos, grandes modelos que se parecen a los grandes numero astronómicos, ante los cuales quedamos empequeñecidos. Evidentemente ante los grandes números de unos expertos bancarios, que manejan las compañías multinacionales, incluso ante lo grandes números que ahora se están manejando en las llamadas campañas de rescate por parte de los estados, quedamos empequeñecidos. Cuando veo lo que se utiliza en España, por no decir lo que se utiliza en Estados Unidos en las campañas de rescate, las cifras son tan enormes que me pasa igual que con los años luz y las distancias entre las estrellas: me da lo mismo tres ceros más o tres ceros menos, son igual de inabarcables, intangibles e invisibles.
Y en todos los casos la invisibilidad contribuye a esa aceptación de sumisión y por tanto a esa sensación de respeto, de adoración, que tiene algo de religioso; nosotros muchas veces nos hemos llenado la boca que en occidente, por el racionalismo, por la ilustración, Dios había muerto, utilizando -o mal utilizando, malinterpretando- la frase de Nietzsche, o que Dios había hecho mutis en el escenario. Lo que ha ocurrido es un cambio de adoraciones. No es que haya habido una emancipación teológica; ha habido un cambio de adoraciones porque vivimos completamente sumidos en adoraciones a poderes invisibles. Sentimos terror por la amenaza de sus poderes invisibles y muchas veces aplicamos los mismos esquemas que la referencia religiosa. Nos inclinamos, adoramos, valoramos, alabamos, pero quizá en lugar de dirigirnos a las imágenes religiosas o a dios mismo, ahora nos dirigimos al director de la sucursal bancaria, a los banqueros a los expertos, a los economistas; y en última instancia al estado para ver si nos puede subsanar o hacer más visible lo que es invisible.