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La imposibilidad de una ética

Por 11 de mayo de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Un apunte relativo a la moral: sólo la confianza  en que el lenguaje tiene esa potencialidad que el texto evangélico evoca metafóricamente, hace que además de arreglárnoslas para subsistir (ya sea mediante acuidad de un instinto o buena recepción de lo que culturalmente se nos transmite), intentemos  arreglárnoslas para ser decentes, es decir para que, reconociéndonos  a nosotros mismos en la palabra, nos repugne  el tomarla en vano, sintiendo que el hacer tal cosa supondría  regresar a la inmediatez natural, de la que precisamente siempre hemos esperado que la palabra nos arranque.

   Kant considera  que el hecho de no tomar a la razón como instrumento constituye la esencia del comportamiento ético. Pero el término razón es demasiado equívoco y sólo a través de una suerte de análisis especializado cabe llegar a saber lo que el kantiano imperativo categórico implica realmente. Transparente es, sin embargo, para todo el mundo lo que la exigencia de respetar la palabra significa. Nadie duda de que fallar a tal exigencia equivale simplemente a apartarse de la eticidad; nadie duda de que usar la palabra en vano es propia de un ser ruin. Mas sentirse ruin en tal sentido es algo más grave que contemplarse como marginado por el exterior: es contemplarse en el espejo quebrado de aquello en lo que residía nuestra dignidad.

Aquí reside  quizás, realmente lo insoportable, eso auténticamente insoportable que un pensador de nuestro tiempo identificaba a lo real. ¿Quería acaso-con esta identificación sombría- decirnos que no hay manera de evitar la subordinación de la palabra? Son obvias las connotaciones que ello acarrearía a la hora de relacionarse con los demás seres  de palabra, cuya no instrumentalización constituye el primer mandamiento de toda ética digna del nombre. Y en el registro del arte ello significaría  que no hay manera de mantener el espíritu en actitud de promesa,  conclusión a la que parecen invitarnos las consideraciones del profesor Brown del MIT sobre el uso falaz del lenguaje como universal antropológico. Nada sin embargo exige a priori anclarse en esta tesis nihilista, y el hecho mismo de que un libro como la  Recherche  haya llegado a ser escrito es indicio  de lo contrario; indicio que lleva a preguntarse si el problema no reside simplemente en que el esfuerzo que  conlleva el forjar una frase ni prevista ni archivada  acaba necesariamente por hacernos abandonar.

Cuando perdemos la confianza en lo radicalmente singular de nuestra condición, cuando nuestro destino parece confundirse con el de los seres meramente naturales, sujetos a lo aleatorio de las interferencias en la causalidad física y con un comportamiento que, en última instancia, respondería a la pulsión conservadora propia de las especies biológicas, cuando dejamos de experimentar que-en la historia de la evolución- la aparición del lenguaje supuso para la naturaleza el trascenderse a sí misma, cuando, en suma, desesperamos de nuestra humanidad… es imposible no ya que la literatura- sea bajo forma poética o narrativa- realmente nos diga algo, sino que persista algún valor moral digno verdaderamente del nombre.

    En las comunidades humanas regidas por tal convicción nihilista se asiste a esa transmutación de valores que ya Nietzsche consideraba un signo de los tiempos. Pues lo que en momentos de afirmación se considera virtud…en momentos de sombra deviene lo contrario. Así la valentía, el heroísmo, el sacrificio en pos de una causa auténticamente regeneradora, son  considerados como algo periclitado en las sociedades de alguna manera vencidas de antemano, sea porque se sienten objetivamente impotentes ante otras más pujantes, sea porque un cáncer moral interno les ha hecho perder la confianza

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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