Rafael Argullol
Una gota de vino ha empapado el pan.
Nada extraordinario.
No obstante, repentinamente
se ha abierto la herida del mito.
Me ha parecido que en el círculo morado
se representaba un misterio sacro.
Al fondo se oía una música de percusión,
y el coro de voces graves
elevaba hacia el cielo palabras poderosas.
Un cachorro de centauro
brincaba salvajemente en la pradera.
Un niño trataba de abrazarlo.
Cuando cesaba la melodía
el centauro ya era viejo,
y el niño, un anciano, agonizaba.
Ahora la herida es sólo una cicatriz.
Comemos el pan con gratitud.
Bebemos alegremente el vino.