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Farsa

Por 11 de diciembre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Cuando éramos estudiantes universitarios, allá por los años setenta, ni el más idiota se confundió sobre el asunto del amor a España. Es otra de las salvajadas por las que debemos superar nuestro escepticismo acerca del nombre de España. En aquellas fechas vimos con estupor que quienes más decían amar a la nación, los patriotas radicales y furiosos, los que estaban dispuestos a colgarte de un puente si negabas a España, eran también los que la destruían concienzudamente. Fueron los exaltados nacionalistas del franquismo los que convirtieron las costas españolas, de Cadaqués a Cádiz, en un inmenso burdel de ladrillo. Destrozaron el litoral como nunca lo hicieron los franceses, los portugueses o los italianos con el suyo.

Simultáneamente, los amantes de la nación destruyeron las poblaciones intermedias del país con grotescos rascacielos en medio de la nada y el derribo de todo lo que fuera monumental para poner en su lugar churrerías. Ni el más idiota pudo creer jamás que el prostíbulo en el que estaban convirtiendo a las Baleares o la Costa del Sol fuera fruto del amor a la nación. Era demasiado conspicuo que quienes vendían la tierra eran los dueños del lugar y quienes construían eran sus jefes políticos. Así se hizo la España moderna, ese adefesio que aún no se ha podido remediar.

Por eso resulta desolador que en Cataluña haya tanto creyente que se tome en serio a la docena de megalómanos y corruptos, Pujol en cabeza, que ha llevado a su comunidad al mayor ridículo de su historia. Que todavía alguien crea a esa gente, que ha convertido a Cataluña en un chiste de Charlie Hebdo por amor a la patria, nos sitúa de nuevo en el franquismo más vivo y codicioso. Sus sucesores: la religión nacional al servicio de las sanguijuelas.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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