?Siempre he desconfiado de la Literatura Compromentida? - Guadalupe Nettel

?Siempre he desconfiado de la Literatura Compromentida? - Guadalupe Nettel
¿Lolita Bosch? Fuente: facebook Cuando la escritora española Lolita Bosch tiene problemas en el aeropuerto de México DF (vive dando saltos entre México y España), simplemente desnuda una parte no especificada de su cuerpo y muestra un tatuaje que dice I LOVE DF y la dejan pasar. Lolita ama México, donde vivió durante muchos años, con una pasión tan grande que el año pasado, en octubre, organizó un Festival de Literatura mexicana en Barcelona. Este año organizará uno de Latinoamérica por el mismo mes. Lolita, qué duda cabe, cuando no está ella en América Latina se la lleva a las Ramblas. Pero ahora está aquí. Lolita Bosch se encuentra en Lima para dictar un taller en el Centro Cultural Español y mañana dará una conferencia en el mismo lugar titulada ?El espacio del escritor?, presentada por Juan Manuel Chávez. Ayer, además de dictar la primera clase de su taller, tuvo tiempo en Lima para hacer tres cosas: comer chifa, hacerse un nuevo tatuaje (aun no sabemos de qué va ni dónde va pero sí el precio, 60 soles) y conversar con el diario Expreso sobre la que podría ser llamada su novela mexicana. Narcotráfico, tacos, mexicanos y, esperemos, corridos. Dice la entrevista:
?¿Hay mucho de periodístico en tu trabajo?Sí, sobre todo en el proceso de investigación. Pero no se refleja en mi escritura, porque sino haría crónica, la cual me gusta mucho, pero no me sale. Ese juego de tiempos no lo podría hacer en una crónica, por ejemplo. ?¿Y qué vienes escribiendo ahora?La historia del narcotráfico en México desde 1905 hasta el 2002. Es una novela extensa e intensa que ya tengo bien avanzada y espero terminarla el año que viene. Me ha tomado seis años de trabajo. ?¿No tienes miedo al tocar un tema tan sensible en México?No, porque el narcotráfico no mata escritores.
Sea cual sea el culpable oculto detrás de la crisis económica, sea cual sea el exceso que ahora vamos a pagar, lo cierto es que debemos ir apretándonos el cinturón. Y cumplir la máxima de nuestros abuelos: no gastarás más de lo que ganas.
¿Sabremos hacerlo?
Al parecer hay una modestísima confianza en los beneficios de las medidas restrictivas anunciadas (ya sabes: recortar las pensiones, etc.) Pero nadie se atreve a explicar cómo volverá a crecer la economía basada en el consumo general masivo.
Si ahorramos, si reducimos la cuenta del gasto corriente de las familias exiguas, ¿de qué vivirá el mercado?
Si nadie compra más de lo que puede (pagar), si el ciudadano se limita a resolver sus necesidades inapelables ¿cómo se sostendrá la sociedad de consumo?
Regresar a la economía de subsistencia -ese paisaje de posguerra- y aprender a gozar de los sencillos placeres de la vida -pasearse con las manos en los bolsillos- no será una solución urgente, sino la resignación inteligente.
La gran noticia de España se produjo hace ya más de 30 años. Había desaparecido la dictadura; regresaban todos y cada uno de los actores del viejo Ruedo Ibérico, ocultos y reprimidos durante los 40 años de protagonismo exclusivo del dictador, sus militares y sus curas. Y sin embargo, las casandras que anunciaban la inevitable guerra civil, inscrita como una fatalidad genética en la historia española, se equivocaron de medio a medio. Todo lo que fue llegando luego era parte de este mentís rotundo a una historia desgraciada: la recuperación de las viejas pero siempre vivas lenguas y nacionalidades, con sus instituciones; el regreso a Europa; el hallazgo insólito de la senda de la prosperidad. La mota del 23-F, perfectamente adaptada al rancio guión, fue el único contrapunto antes del despliegue de esa nueva historia sorprendente, tan escasamente española.
Pero ahora, desde hace un tiempo, todo parece pugnar por un regreso desdichado, alentado además por esta crisis colosal, que fue primero financiera, luego de deuda soberana y ahora es ya del euro. Y así es como la gran noticia de España en el mundo parece que vuelve a ser la de siempre. Como si aquel desmentido feliz se hubiera vuelto en contra de los españoles. Un juez expulsado porque otros jueces consideraron que prevaricó cuando quiso investigar los muertos todavía sin reivindicar de la guerra civil. Un tribunal constitucional que discute sin rubor los borradores de un recorte que devuelve a Catalunya a la etapa anterior a su primer Estatuto y a la Constitución. Una crisis que amenaza con la miseria a los hijos de quienes salieron de la miseria. Lo peor de estas amenazas no es que sean desempolvadas desde la mirada exótica, sino el gusto con que se blanden desde dentro mismo de este Ruedo Ibérico donde se evoca y se concita la lidia trágica de la guerra incivil. Es cierto que todo llega como una farsa, alentada por las miserias de la vida política contemporánea para obtener un puñado de votos. Pero es un juego siniestro, cargado de malos presagios, que nos devuelve la imagen de la España de siempre, pegada como un excremento para siempre en nuestros zapatos.
J- El animalismo pretende ampliar el límite de la comunidad más allá de los seres humanos e introducir a los perros, los toros, las vacas y darles abogados, darles derechos, Derechos de pólis. El nazismo, es un ejemplo claro de una doctrina con una fundamentación irracional e intrínsecamente dañina que conduce inevitablemente a la violencia. Pero el nazismo lo que hace es lo contrario: restringir el concepto de la comunidad a un determinado país, una determinada nación, una determinada raza. Y entonces excluye de la humanidad a otras razas y las combate y las destruye como una especie puede combatir a otra en su provecho.
V-... Pero fíjate tú, el nazismo era profundamente animalista y además por razones perfectamente lógicas, eran biologicistas absolutos. O sea, creían en el determinismo biológico sin excepción; no aceptaban la singularidad del lenguaje, y por consiguiente no aceptaban que el lenguaje crea una diferencia cualitativa respecto a los demás animales a la vez que homologa en dignidad (¡trágica!) a todos los seres de palabra.
J-... creían en la singularidad de la raza.
V-... de la raza biológica, es decir no aceptaban la comunidad de los seres humanos, no aceptaban que -en lo esencial somos intercambiables salva veritate. Entonces es lógico que fueran animalistas.
J-... ¿Animalistas en qué sentido?
V-... Pues para empezar de una manera muy concreta. Tú sabes que el Partido Nacional Socialista ha sido quizás el primer partido en el poder oficialmente animalista, ecologista, "Montañas nevadas" y toda la parafernalia. Pero bueno, Hitler no era sólo más o menos vegetariano, sino que al parecer se atrevía a promocionar militares porque dejaban de fumar (eso es muy difícil y ni Franco creo que se hubiera atrevido, pues romper los esquemas militares por asunto de gustos no es fácil). Desde este punto de vista algo anecdótico, el Partido Nacional Socialista siempre fue eso: ha sido el primer partido ecologista en el poder.
Pero este aspecto empírico y folklórico es lo menos relevante. Lo importante es que estás abocado al bilogicismo desde el momento en que no quieres enfatizar la trascendencia de lo que los humanos tenemos en común, es decir el lenguaje. Si odias la homologación de los humanos vas a tener mucho interés en enfatizar el peso de lo no lingüístico, agarrarte a la diversidad morfológica para empezar, después intentar encontrar una coartada en la genética. De ahí a la admiración de los rasgos poderosos de ciertos animales frente a otros sólo hay un paso. Si todo esto lo cristianizas acabas -al igual que hacen los cristianos con los humanos- explotando objetivamente a bestias y comiéndotelas pero...declarando que los animales se homologan en la desgracia, es decir en la capacidad de sufrir... Es cierto que algunos tienden también a jerarquizar las lenguas, pero ello es más bien una consecuencia de la actitud anterior, y las lenguas ofrecen rápidamente resistencia...
¿Cuál es el lugar del artista en la Latinoamérica contemporánea? ¿Qué relación existe entre el arte y el poder? ¿Cómo ha cambiado la función social de la literatura entre el modernismo de fines del siglo diecinueve y nuestro presente? Trabajos del reino (2004), la primera novela del mexicano Yuri Herrera, es un buen lugar para articular una reflexión al respecto. Esta novela atrajo la atención de críticos importantes como Elena Poniatowska, y fue reeditada en España el 2008.
A Herrera le interesa mostrar en Trabajos del reino la relación que existe entre el arte y la violencia. Este tema aparece en algunas novelas de Roberto Bolaño, entre ellas Nocturno de Chile y Estrella distante. En Nocturno de Chile hay una visión del crítico como un cortesano del poder autoritario y de la literatura como una vocación artística que procura mantenerse alejada de la barbarie pero que es más bien cómplice de esa barbarie.
Las novelas de Bolaño tienen una evidente conexión con las "novelas del dictador", tan fundamentales en la literatura latinoamericana. En Nocturno de Chile, el dictador es un personaje, y en la trama es clave su relación de Ibacache, el crítico narrador en su lecho de agonizante; quiere aprender de él los fundamentos del marxismo. En la novela de Herrera, estamos lejos del poder estatal. Aquí no hay presidentes ni ministros; apenas uno que otro policía corrupto. Más que de un Estado fallido se trata de uno ausente, como en algunos cuentos de Rulfo ("Nos han dado la tierra"). Pero esa ausencia del poder central ya dice mucho, porque lo que se instala a cambio es el poder local del narcotráfico en el norte de México. El Rey es quien hace y deshace, y la corte de aúlicos se forma en torno a él.
En Trabajos del reino hay una reflexión aguda sobre el lugar del arte en una sociedad capitalista regida por los valores del narcotráfico. Lobo, el Artista, es un cantor de corridos cuyo camino se cruza con el Rey, un poderoso jefe narco; vivir de cortesano en torno al Rey tiene sus costos: se debe componer pensando en ese mundo en el que vive. Se trata de un arte de gesta, a la usanza medieval: los corridos cantan las hazañas de los moradores del lugar. Así, lo que hará Lobo al privilegiar el lugar central del Señor será componer narcocorridos. El arte no es independiente, autónomo; quizás nunca lo es del todo, pero en esta novela se explicita el intercambio de la creación de una obra por el mecenazgo, la tranquilidad económica.
Lobo no cree estar haciendo nada incorrecto. Por un lado, su justificación artística tiene que ver con el hecho de que está componiendo corridos que salen del pueblo. Por otro, sabe que al estar del lado del Rey transgrede las normas de la corrección social; el lado peligroso de su arte le da a su vocación un toque disidente, de hombre enfrentado a los valores de la cultura burguesa ("Que se asusten, que se asombren los decentes, sobájelos", cree que le dice el Rey; "Si no, ¿pa qué es artista?").
Lo que está en juego en Trabajos del reino es la función misma del arte. Resulta significativo contrastar esta novela con un texto de Rubén Darío, "El Rey burgués" (1888). En este cuento, el escritor nicaragüense reflexiona también sobre la conexión entre el arte y su función social. Se trata de otro momento histórico, en el que el poeta ha perdido su lugar privilegiado en la sociedad y, desplazado por los valores mercantilistas, de profesionalización del arte, busca desesperadamente ese lugar perdido. En la corte del Rey burgués, mecenas aficionado a las artes, el poeta se queja de que, en la naciente sociedad moderna, su rol de profeta visionario es puesto en entredicho.
El poeta de Darío rompe una lanza por una visión romántica del arte que está siendo desplazada por los valores del mercado: "Los ritmos se prostituyen, se cantan los lunares de las mujeres, y se fabrican jarabes poéticos... Señor, el arte no está en los fríos envoltorios de mármol, ni en los cuadros lamidos, ni en el excelente señor Ohnet. ¡Señor! El arte no viste pantalones, ni habla en burgués, ni pone los puntos en todas las íes".
De nada sirve la queja. Lo que le ofrece el Rey al poeta es ingresar al nuevo sistema, ofrecerle una transacción comercial a cambio de su arte: "Pieza de música por pedazo de pan". El poeta "hambriento" termina olvidado en el jardín del rey burgués, y le llega la muerte mientras él sigue soñando en la sociedad venidera que cantan sus versos.
Ha pasado más de un siglo entre la obra de Darío y la de Herrera. El Artista de Trabajos del Reino sigue buscando su lugar en la corte. Lo que ha cambiado es el grado de conciencia que tiene de pertenecer a la sociedad capitalista; el poeta de Darío se acerca a la corte y busca ingresar a ella entre quejas acerca de una función privilegiada perdida; sus ataques a los valores burgueses son también ataques al Rey que debería darle un trabajo, pues éste encarna esos valores triunfales.
En cambio, el Artista de Herrera acepta que ya no tiene ninguna función social privilegiada y, más bien, se legitima a sí mismo cuando se acerca al centro de irradiación del poder. Un poder que ya no es estatal, pero que es poder al fin. Entre Darío y Herrera media todo el siglo XX, la historia del intelectual latinoamericano que, fascinado por el poder, se dejó seducir por él y perdió su capacidad de discurso crítico.
(Babelia, El País, 15 de mayo 2010)
El X Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños concluyó ayer en un momento extremadamente crítico para el sector agrario cubano. Mientras en la tele transmiten las largas sesiones de una cita a puertas cerradas, en las casas la preocupación sigue siendo cómo encontrar y pagar lo que vamos a poner sobre los platos. El arroz, ese compañero diario en nuestras mesas, imprescindible para muchos y tedioso para otros, es el nuevo producto que se ha sumado a la lista de lo que escasea. En un país donde la mayoría cree que no ha comido si no ingiere al menos un par de cucharadas de esa gramínea, su ausencia se torna en motivo de desespero y alarma. Después de tantos llamados a la eficiencia, de anunciar por todo lo alto la entrega de tierras ociosas y de salpicar los discursos con llamados a laborar en las granjas, resulta ahora que en el último año la producción agrícola cayó en un 13 % y la ganadera en un 3,1 %. Evidentemente, las consignas y las perogrulladas al estilo: ?los frijoles son más importante que los cañones? o ?hay que virarse para la tierra?, no terminan por convertirse en comida. ¿Qué está pasando entonces? ¿Cómo es posible que una Isla cubierta de suelos fértiles esté cargada de gente que busca ansiosa unas malangas, unos plátanos, unas yucas? ¿Por qué la carne de cerdo ha pasado a ser un manjar que sólo se puede disfrutar una o dos veces al mes, pagando por él un precio exorbitante y abusivo? ¿Cómo lograron recluir a muchas de nuestras frutas más sabrosas a las láminas del álbum de las cosas extintas? La estatalización, el control y el centralismo nos han llevado hasta aquí y temo que ahora se nos intenta sacar del bache con los mismos métodos que nos hundieron. Las soluciones no van a venir porque desde un uniforme militar se llame al máximo sacrificio y a sembrar la tierra ?por la patria?. Tampoco surgirán de un congreso dirigido por quienes hace mucho tiempo no doblan la cerviz sobre una pequeña postura ni siquiera para desyerbarla. Esperaba leer en el informe final de esta cita agrícola la voluntad de terminar realmente con todas las restricciones absurdas. Dada la gravedad de la situación alimentaria, creí que iban a dejar de satanizar y penalizar la figura del intermediario, sin el cual las cajas cargadas de tomate no llegarían al mercado. Atisbaremos la solución de la improductividad cuando informen que los campesinos pueden vender directamente todas sus mercancías a la población -pagando sus impuestos, claro que sí- pero sin pasar por el ?derecho de pernada? que obtiene el Estado sobre ellas. Si no se les permite comprar libremente implementos agrícolas, decidir qué tipo de cultivo plantarán y en qué invertirán el dinero resultante de su venta, todo quedará en el papel del acta de un congreso. Otro más que pasará sin mayores efectos sobre el surco y sobre nuestros platos.
No comprendo muy bien la coletilla que usan los políticos para comentar las decisiones judiciales. "Con todo respeto" dicen. Como si la crítica al juez de turno fuera una ofensa inadmisible. La fórmula se ha hecho popular y no hay secretario de organización que no haga tres o cuatro genuflexiones verbales antes de evitar su evanescente respuesta. ¿A qué viene tanta veneración? Se ha ido imponiendo la costumbre de acatar las decisiones judiciales, como si lo contrario no fuera posible. Las apelaciones a instancias superiores forman parte del proceso y suponen un claro desacuerdo con la sentencia. ¿Por qué no declarar esta desavenencia? Si criticamos al poder gubernativo (¡y de qué manera!) y al parlamentario (no te digo), ¿qué nos impide desbrozar la razón judicial? La cultura política española, tan salvaje en ciertos aspectos, está viciada por unos miramientos incomprensibles.
Una de las muchas ventajas de la caída del "Muro de Berlín", y tras el derrumbamiento del bloque de países oprimidos por la bota soviética, ha sido la aparición de un inagotable filón de escritores que sobrevivieron como pudieron a la dictadura impuesta por Moscú en todos y cada uno de esos países y que ahora, poco a poco, están siendo traducidos a las lenguas literarias más importantes, incluida la castellana.
Otra ventaja de su tardía aparición (aunque a ellos le hará maldita la gracia) es que todos ellos nos llegan ya enseñados, o por decirlo de forma más exacta: no se trata de jóvenes que irrumpen de repente con sus obras experimentales o sus primeras experiencias literarias sino de escritores con sus carreras (y en algunos casos también sus vidas) ya terminadas, por lo que resulta más fácil elegir lo mejor de cada uno. Además, y pese a que ha sido objeto de una persecución que prosigue todavía hoy, una vez muerto, el "realismo socialista" que muchos de estos escritores se vieron obligados a practicar no es un obstáculo a la hora de escribir buenos relatos (por muy injustos, sañudos y atrabiliarios que fueran) tampoco han sido un obstáculo insuperable para que aquella "realidad" que el "realismo socialista" oficial trataba de ocultar haya acabado por salir a la luz.
Iliá Mitrofanov es un excelente ejemplo de todo lo anterior y, para su desgracia, pertenece al grupo de quienes la fama y la difusión en occidente les llega demasiado tarde (Mitrofanov murió en un accidente de coche ocurrido en 1994, cuando contaba sólo cuarenta y seis años edad y podía por lo tanto haber dejado una obra mucho más extensa y evolucionada). Porque ésa es otra. Nadie diría, leyendo los tres relatos incluidos en la edición castellana bajo el título inventado de Besarabia, que al tiempo de escribir sus primeros relatos, en Occidente la novela estaba experimentado una serie de movimientos paralelos y a veces superpuestos y que iban desde el Nouveau Roman, el realismo mágico y el realismo sucio a todos los demás intentos por deconstruir el arte de novelar.
Por completo ajeno a todo ello, es de suponer que la censura soviética se cercioró de que así fuera, Iliá Mitrofanov se las arregló estupendamente para escribir unos relatos que fascinan por la profundidad humana de sus desventuras (por ejemplo ese pobre hombre tan debilitado por el hambre que, tras haber enterrado uno tras otro y con sus propias manos a sus hijos, al final ve morir a su esposa y al último de sus hijos sentados a la puerta de casa y carece de fuerza para enterrarlos, por lo que convive con ellos mientras lucha por sobrevivir). Y que fascinan también por el retrato de la vida cotidiana, las condiciones de vida o los tipos humanos que pululan por un universo para nosotros tan ignoto como es la Besarabia que da título al libro. Una tierra desconocida para la inmensa mayoría de nosotros, pero también para el resto del mundo, hasta el extremo de que uno de los personajes, sorprendido por la llegada de los soviéticos, pregunta extrañado cómo se las han arreglado para encontrar ese lugar "tan a trasmano que creemos vivir olvidados". Los dos primeros relatos "El testigo" y "La malaventura" están contados en primera persona y aunque el tiempo y los personajes apenas tienen relación, empezando porque en el primero el narrador es un barbero y en el segundo una gitana de adopción, la voz es la misma, porque también es idéntica la desesperación y la presencia determinante los invasores soviéticos. El tercero, "El pasajero", ambientado en Odesa, está contado en tercera persona pero desde dentro, por lo que tampoco hay una ruptura estilística ni de pathos. Al igual que la tierra que los vio nacer, Besarabia, ninguno de los personajes es dueño de su destino y por ello mismo ninguno es culpable o inocente de nada. Cuando la lucha por la subsistencia es tan feroz, la felicidad, en feliz definición del propio Mitrofanov, "es como un rayo de sol" y nadie puede aspirar a apropiarse de ella. Hasta los títulos (El testigo, La malaventura y El pasajero), parecen hacer referencia al destino de esos personajes destinados a pasar por la vida sin aferrarse a nada, ni dejar huella ni trascendencia, pero rescatados del olvido por un escritor que debió de conocerlos bien y que tuvo el don de trasladarlos al papel de forma muy verosímil.
Besarabia
Iliá Mitrofanov
Lumen
No recuerdo mujer más conturbadora que la joven Catherine Deneuve en "Tristana". Su belleza pálida, su aspecto recatado, una inocencia elegante y provinciana que se convierte en otra cosa. De repente el erotismo, la picardía, la provocación de la belleza en un cuerpo dañado. Se acaba de hacer un homenaje a Buñuel en Cannes recordando esa película, una de sus grandes obras, una historia de Galdos, muy española y buñuelesca. Un personaje que fascino a Hitchcock. La mirada de Tristana, la pierna, su cuello, sus amores y sus rencores, los pechos que nunca vimos mostrados desde ese balcón, las calles de Toledo o el encuentro con la tumba del cardenal Tavera.
Catherine Deneuve, la actriz de la que ya estábamos enamorados desde "Los paraguas de Cherburgo". El erotismo, no lejos de Sade, no de Masoch, en otra película de Buñuel, "Belle de jour". O en aquella de Polanski, "Repulsión". La Deneuve, tan arrogante, tan fría por fuera, tan misteriosa en cualquier exterior.
Musa de su generación, hermosa de la "nouvelle vague", sirena de mares por los que nunca hemos podido navegar, bella y soberbia, nunca olvidaremos que por ella, por estar mirando una foto suya escondida en un libro de literatura, nos expulsaron al pasillo. Nos interesaban más los deseos imposibles con Catherine que las obras de Gracian.
El azar hizo que nuestra vida se encontrara profesionalmente con Buñuel. Antes, en nuestros 16 0 17 años, en una mañana de fugas, nos tropezamos con don Luis por las calles de Alcalá de Henares. El estaba buscando localizaciones para "Tristana", nosotros- mi amigo Pepe Ganga y yo- estábamos de novillos. Hablamos con Buñuel, nos firmo un autógrafo, nos dedico un libro y nos anuncio que "Tristana" seria Catherine Deneuve. Se sorprendió que aquellos dos jóvenes conocieran a la hermosa francesa. Y mucho más que conociéramos al viejo maestro, al mejor director de cine de nuestra historia, que todavía vivía entre el exilio y la desconfianza del franquismo.
Llevo varios días volviendo al recuerdo de los amores juveniles con la Deneuve, en una pared de mi cuarto de trabajo, lleva años mirándome el cartel francés de "Tristana". Mi mira dulcemente, en esa foto azul que no encuentro. Además de su mirada se dice: "la plus belle creation de Catherine Deneuve". Pasaron años, pasaron películas y creaciones, ninguna como esa Tristana.
No podría hacer mi autobiografía sin ella. Lo dejo, me escapo con otras imágenes, esas que me recuerda el admirado Félix de Azua en su "autobiografía sin vida". Una manera de salir de ese icono que es Catherine Deneuve.