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Un descanso en el camino

El viajero es feliz. Nunca en la vida ha tenido tan poca prisa. Se sienta al borde de uno de estos sepulcros, acaricia con las puntas de los dedos la superficie del agua, tan fría y tan viva, y, por un momento, cree que va a decifrar todos los secretos del mundo. Es una ilusión que lo asalta de muy de tiempo en tiempo, no se lo tomen a mal. De Viaje a Portugal, Suma de Letras, p. 322 (Selección de Diego Mesa)

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6 de junio de 2010
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Guerras sinérgicas

La guerra suele ser un juego de suma cero. Lo que gana uno lo pierde el otro. Pero con frecuencia es una sustracción: todos pierden en distinto grado. La paz suele ser sinérgica, es decir, todos sacan algún provecho. Lo extraño es encontrarse con una guerra o una acción violenta con efectos sinérgicos: que todos los bandos se sientan victoriosos y consideren que sus posiciones salen reforzadas.

Esta situación es muy propia de las guerras asimétricas, en las que participan agentes heterogéneos: potencias militares frente a grupos terroristas o guerrilleros, o Estados frente a mafias. Y también de las regiones más convulsas del planeta donde abundan estos nuevos agentes armados de la nueva globalidad. Este es el caso de Oriente Próximo, donde hemos visto como mínimo dos guerras, la de Líbano en el verano de 2006 y la de Gaza entre diciembre de 2007 y enero de 2008, en las que Israel consideró alcanzados sus objetivos y sus enemigos, Hezbolá y Hamas respectivamente, también se declararon vencedores a pesar de sus horrorosas y desiguales pérdidas en vidas humanas de combatientes y civiles. Ahora la intifada del mar iniciada por la flotilla de la solidaridad, que quería llevar su ayuda humanitaria a Gaza, ha desembocado de nuevo en una batalla sinérgica, en la que los dos contendientes salen reforzados en sus respectivas posiciones. El Gobierno de Israel se siente vencedor del envite, exhibiendo su desprecio a la reacción internacional, y tiene buenas razones para ello. Ha conseguido su objetivo, que era mantener su capacidad de disuasión ante el más leve intento de levantar el bloqueo sobre Gaza: aviso para navegantes, y nunca mejor dicho. También se sienten vencedores los organizadores de la flotilla, pues han conseguido en pocas horas que Egipto levantara el bloqueo de la franja y han situado en el centro del debate internacional e incluso de la negociación de la paz entre israelíes y palestinos la situación inhumana en la que se encuentran su millón y medio de habitantes. Esas batallas sinérgicas también pueden esparcir efectos benéficos en la zona. Turquía es la potencia emergente que saca mayor rédito en prestigio, influencia y capacidad de maniobra. Irán sale del rincón en el que le quería meter Estados Unidos. Pero fuera ya no: Obama sale perdedor de esta batalla ajena. El proceso de paz está de nuevo en el aire; tiene menos capacidad de presión sobre Irán; su imagen en el mundo árabe y musulmán queda deteriorada por su debilidad ante Netanyahu; y disminuida su influencia en una región donde sus dos aliados estratégicos, Turquía e Israel, se hallan al borde de la ruptura. A largo plazo, también Israel pagará los platos rotos por este Gobierno que siempre prefiere hacer la guerra en nombre de la seguridad que contenerse para facilitar la paz.

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6 de junio de 2010
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II. Cajones que vomitan papeles

Salta Aurora de las páginas de Rayuela, y se planta frente a los jóvenes que la escuchan responder con largueza a las preguntas que le hace Julio Ortega, encargado de animarla al diálogo, en el auditorio colmado de la Casa de América. Ella no es sólo la Maga, sino también la albacea literaria de Julio Cortázar, dueña del destino de los libros de su biblioteca, salvo los libros en español que fueron donados a la Biblioteca Nacional de Nicaragua, y dueña de sus documentos personales, manuscritos, hojas a máquina, cuadernos de notas, y simples papelitos sueltos, todo metido en cajones. De este acervo, del que queda un mundo por revisar y compulsar, ha salido ya un libro, Papeles Inesperados, publicado por Alfaguara el año pasado.

Son cajones de contenido inagotable que vomitan cuentos inéditos, capítulos de novelas inacabadas, comentarios sobre libros, y centenares de cartas, así como aquel personaje de  su cuento Carta a una señorita en Paris, vomita conejos rosados. Para esta tarea Aurora ha encontrado al personaje ideal, Carles Álvarez Garriga, un cronopio erudito con la suficiente devoción y constancia como para haber dejado su trabajo ordinario en la vida y consagrarse a desentrañar el contenido de esos cajones mágicos de los que saldrán no pocos tomos más, sobre todo de cartas.

Porque Cortázar fue siempre un esplendido corresponsal, que lo primero que hacía por las mañanas, recuerda Aurora, era escribir cartas, largas piezas de ese arte epistolar que se ha ido acabando , ahora que las oficinas postales van cerrándose sin remedio, y por el correo electrónico lo que se envían son telegramas de necesidad.

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4 de junio de 2010
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Momentos

Hay momentos así en la vida: se descubre inesperadamente que la perfección existe, que es también ella que viaja en el tiempo, vacía, transparente, luminosa y que a veces (raras veces) viene en nuestra dirección, nos rodea durante breves instantes y continúa hacia otras parajes y otras gentes. De Manual de pintura y caligrafía, Alfaguara, p. 252

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3 de junio de 2010
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Un hilo rojo en la Casa Blanca

La geometría política internacional es el territorio más reluctante a los cambios. Cambian los Gobiernos, incluso los regímenes, pero las relaciones exteriores siguen transcurriendo a lo largo de los años y a veces incluso de los siglos por caminos similares. EE UU no es una excepción. De un lado, está el debate político y la retórica de los discursos; pero del otro, están las continuidades, sobre todo, en política exterior. Entre Bush padre y Clinton, entre Clinton y Bush hijo y entre Bush y Obama hay muchas diferencias, algunas de calibre moral y político suficiente como para descalificar a unos y salvar a otros, pero hay un hilo rojo inconfundible que les une a todos ellos.

Si hay un documento donde se pueden observar en detalle las continuidades y discontinuidades entre los diferentes presidentes respecto al papel de EE UU en el mundo este es el que lleva como título Estrategia Nacional de Seguridad, elaborado por la Casa Blanca cada cuatro años para analizar el mundo en el que vivimos y designar los principales peligros y amenazas que pesan sobre la superpotencia. Esta pasada semana Obama presentó por primera vez el suyo, en el que ha pasado a limpio las ideas que ya le habíamos escuchado durante la campaña y luego, ya como presidente, en sus numerosos discursos sobre política exterior. No hay, pues, novedad alguna; aunque sí la posibilidad de percibir con mayor claridad los énfasis y también la textura de este hilo rojo que recorre todas las presidencias. La nueva estrategia nos dibuja una superpotencia que ha perdido arrogancia, escarmentada por las bravuconerías de la anterior etapa, que se dispone a adaptarse a un mundo multipolar. EE UU no es un poder solitario, capaz de modelar el mundo a su gusto y de actuar con independencia de lo que piensen sus aliados. Con Bush, EE UU establecía la condición necesaria y suficiente para cualquier decisión: "Si y solo si", en lenguaje de la lógica formal. Bastaba que Washington decidiera algo para que la decisión se tomara; y si se quería tomar una decisión había que conseguir necesariamente la voluntad de Washington. Con Obama, ya no es así: EE UU es la superpotencia necesaria pero ya no es la superpotencia suficiente. Consecuencia de este cambio, ha abandonado la anterior doctrina de la guerra preventiva, que le permitía actuar unilateralmente y sin atender a la legalidad internacional cuando consideraba que su seguridad podía estar en riesgo, aunque no existieran pruebas sobre la inminencia de una agresión. Pero Obama se ha reservado la posibilidad, se supone que excepcional, de una acción unilateral si los intereses norteamericanos lo exigen. Y ha mostrado su objetivo engarzado en el hilo rojo: como no podía ser de otra forma, quiere mantener la superioridad militar en el mundo y la capacidad de disuasión nuclear, que no considera incompatible con la desaparición a a largo plazo de este tipo de armas. Obama tiene una idea compleja, pragmática y equilibrada, basada en una voluntad inicial de atender al Estado de derecho y a la legalidad internacional, respecto a los grandes dilemas con que se enfrentan los Gobiernos entre la seguridad y la libertad de sus propios ciudadanos o entre la defensa exterior de los intereses y la imposición de los propios valores. Bush lo resolvió por una vía tan sencilla como catastrófica, que consiste en imponer un sistema de dobles raseros: entre el territorio nacional, donde tienen vigencia los derechos y libertades, y la escena internacional, donde se aplica la ley del más fuerte, que es la de los militares y agentes norteamericanos (con el limbo suplementario de cárceles ilegales como Guantánamo); y entre los países amigos y aliados, con los que se practica la indulgencia democrática, y los enemigos, a los que se les exige los mayores estándares liberales e incluso se procura su derrocamiento. Nadie habla ya de la guerra global contra el terror y del eje del mal de Bush, y esta es quizás la novedad más vistosa. El terrorismo no es un enemigo global sino una táctica del enemigo que puede surgir en el interior del país. Se le designa por su nombre: Al Qaeda y sus filiales; pero la mayor amenaza son las armas de destrucción masiva y, en concreto, las nucleares en manos de países que incumplen sus obligaciones internacionales, de los que el documento designa a dos: Corea del Norte e Irán. Para combatir estos peligros, no basta con las armas: la diplomacia, la innovación, las nuevas energías y una economía sana son también parte de la seguridad. Lo más interesante es la vinculación entre déficit público y seguridad que establece la doctrina Obama: ahí no hay hilo rojo. La guerra de Irak, además de injusta y desacertada, ha sido un pozo negro para el presupuesto, un trillón de dólares según Stiglitz, y por tanto uno de los motores de la crisis. Si EE UU quiere mantener su hegemonía e influencia, debe regresar a la senda de la prosperidad y la responsabilidad fiscal, un consejo que sirve para todos.

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3 de junio de 2010
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Moralidad y sometimiento a la palabra

                              "...¿Ha pedido usted alguna vez dinero prestado sin tener la menor  esperanza   de  que se lo concedan?" (Marmeladov en Crimen y castigo.)

 

 

Sintetizaré las exigencias fundamentales de la ética kantiana:

Debes (Sollen hipotético- problemático) dominar la disciplina llamada resistencia de materiales si quieres (condición problemática) ser arquitecto.

Debes (Sollen hipotético asertórico) velar por tu salud, puesto que quieres (condición cierta, asertórica )ser feliz.

"Actúa unicamente en conformidad a una máxima tal que pudieras desear al mismo tiempo que fuera erigida en ley universal"

 "Compórtate como si la máxima de tu acción pudiera ser erigida por tu voluntad en ley universal de la naturaleza"

 El complemento de sentido que esta última fórmula procura se explica por el hecho de que Kant define la naturaleza (concretamente en los Prolegómenos de toda Metafísica futura,17 )   como existencia de las cosas en tanto determinadas por leyes universales. Así pues, en este texto de la Metafísica de las costumbres, la ley moral o imperativo categórico aparece, ni más ni menos, que como condición incondicionada de la naturaleza. Pero no puedo ahora focalizarme en este fascinante aspecto

Kant intenta poner de relieve la imposibilidad de que el orden social, persistiera si las máximas de acción contrarias a la moralidad fueran erigidas en leyes universales, a las que se adecuaría necesariamente nuestro comportamiento. Uno de los ejemplos que el pensador nos ofrece es relativo a la palabra empeñada, ejemplo concretizado en la persona que, apurada,  solicita una ayuda económica. Esta persona puede hallarse tentada de prometer su devolución en un plazo determinado, aun a sabiendas de que ello no va a ser posible. Por definición, la palabra no surtirá efecto más que si el que la enuncia es susceptible de ser creído. Si la enunciación de falsas promesas fuera erigida en ley universal determinante del comportamiento, de tal manera que toda promesa tuviera entre sus rasgos esenciales el ser falsa... obviamente nadie avanzaría un penique,  pues tendría la certeza de no recuperarlo.

El lector de Kant no dejará de sorprenderse por el extremado formalismo de la argumentación. Una objeción inmediata:

La contradicción entre la necesidad de credibilidad, a fin de obtener un préstamo y la erección de la falsa promesa en ley universal, sólo sería problemática si la efectiva mentira conllevara automáticamente la vigencia de dicha ley. Mas dado, que, de facto, no es así, dado que cabe perfectamente prometer con intención de engaño y ser creído, obteniendo el correspondiente provecho, ¿qué interés tengo en proceder sólo en conformidad a máximas que  pudieran, sin contradicción para el orden como tal, ser erigidas en leyes universales?

Desde luego ningún interés, si por tal entiendo seguir garantizando hábitos de confort, e inclinaciones tomadas por naturales (sexualidad de hecho mediatizada por la publicidad, por ejemplo.). Tampoco tendré interés en atenerme a la norma, si me mueven objetivos más elevados: defensa de mi patria, por ejemplo, frente a las apetencias (siempre contradictorias con las de la propia) de las otras patrias, o aun el contribuir al asentamiento social de mi familia, alentando quizás la disposición de mis hijos a medrar en el pantano social (lo que no se consigue sin dejar rivales en la cuneta)...

La efectiva legislación del imperativo kantiano  carece de interés así entendido, es decir, carece de interés subjetivo y contingente, aunque no de interés objetivo y racional. Hemos visto que incluso el proyecto más innoble (posesión contra voluntad, o crimen por mera envidia de la fortuna ajena ), exige  para su realización  la subordinación de las inclinaciones inmediatas a lo que se revela a través de una reflexión sobre los medios, y por consiguiente a la razón...Todo el problema consiste en pasar de esta constatación  de la inevitabilidad instrumental de la razón, a la evidencia de su carácter legislador, es decir, a la certeza de que en la razón está la referencia última por la que hemos de ser medidos. Atengámonos al evocado ejemplo de la falsa promesa:

Miento porque, de avanzar la verdad, no obtendría el préstamo que solicito. No lo hago ciertamente ante un prestamista de oficio, pues éste nunca se conformaría con mi palabra. Miento ante quien estima que la palabra tiene valor por sí misma, que la palabra compromete y que, en consecuencia, no tengo interés en usarla en vano.

Si pensara que ningún sujeto humano se halla en tal disposición, me ahorraría el procedimiento (¡que no dejo de experimentar como violento!) de la mentira. Así pues, la convicción que tiene mi interlocutor relativamente al  valor intrínseco, a la dignidad,  de la palabra, es absolutamente imprescindible para mi objetivo. Y en términos kantianos: el hecho de que el otro tenga como máxima de su acción el interés racional u objetivo, es necesario en mi propia economía, aun en el caso de que esta se halle motivada por intereses meramente subjetivos:

 Erijo como regla de conducta el aprovecharme de la buena fe del otro. Obviamente, tengo entonces que desear que esta buena fe se de efectivamente, es decir, que el otro no sea idéntico a mi. En suma: hasta para conducir a buen puerto mis aspiraciones más inmundas, no podría dejar de desear que en el mundo haya seres motivados por valores  desinteresados y favorables a la persistencia de los seres razonables, en lugar de serlo por meros intereses subjetivos.

¿Respuesta del cínico a tal argumentación? Pues la división de los comportamientos: la defensa de los intereses generales de los seres de razón para el otro, y la defensa de los intereses subjetivos para mí.

Mas ¿cabe realmente tal economía? ¿Cabe reducir el lazo entre humanos a comportamiento de "listillos" frente a comportamiento de ingenuos? Ciertamente Kant diría que no; que ni el cínico lo es totalmente, ni el ser moral deja, en ocasiones, de codiciar el pan (material y espiritual) del otro. Lo que sí se constata es que el orden que nos rodea se halla más bien regido por los intereses subjetivos que por los intereses racionales. Pero  a esto el kantiano cree tener respuesta:

"La máxima es el principio subjetivo de la acción y debe ser diferenciado del principio objetivo, es decir de la ley práctica (ley por adecuación a la cual se mide el carácter moral de un comportamiento). La máxima determina en base a las condiciones del sujeto (muy a menudo en base a su ignorancia, o bien a sus inclinaciones) y constituye así el principio en conformidad al cual el sujeto procede, mientras que la ley es el principio objetivo, válido para todo ser razonable, el principio en conformidad al cual debe proceder, o sea un imperativo"

Este texto, siempre  de la kantiana Metafísica de las Costumbres,  en base al cual se articulaba la reflexión que precede,  nos da la clave de dónde se sitúa el pesimismo y el optimismo en materia de comportamiento ético. Kant es optimista, tiene confianza en que el hombre, en última instancia, no puede ser totalmente ajeno a los imperativos de la razón, actitud que se traduce, entre otras cosas, en un comportamiento ético.

La diferencia jerárquica entre la máxima y la ley estribaría en que la primera sería subjetiva y contingente, mientras que la segunda sería objetiva y necesaria:

 Todo ser humano está permanentemente atravesado por aspiraciones subjetivas, que se traducen en deseo respecto a determinado objeto, circunstancia, posición personal etc. Y esta capacidad subjetiva de desear es esencialmente contingente y mutable, subordinada a la variabilidad de individuos y peripecias.

Por el contrario, sea cual sea su circunstancia, el se humano desea tener razón, cuando menos tener razón instrumental, pues de perderla se hallaría en la imposibilidad de alcanzar sus fines, sórdidos o no (para envenenar a alguien hay que poner los medios racionales necesarios). Pero sobre todo, el ser humano no podría dejar de desear que el otro ser humano se halle motivado por objetivos que no se reduzcan a intereses subjetivos y mezquinos, Todo ser humano estaría obligado a desear que en el otro se de una parcela que lo convierte cabalmente en una persona, es decir que esté motivado por intereses universales de la humanidad. Y hasta cabría decir que, de hecho, está convencido de que así es efectivamente, pues de lo contrario, privado de toda confianza, viviría atravesado por el terror y el imperativo de la vigilia permanente. 

En última instancia, la base del optimismo en ética consistiría en estimar que  todo sujeto humano  está obligado a considerar como (bien entendido) interés propio el que se den intereses universales (ideales de fraternidad y justicia), a  los cuales los hombres adecuan su comportamiento. Esto no ocurrirá en todo tiempo y en todo lugar, e incluso es posible que aparentemente no ocurra casi nunca, mas de facto, en algún registro, en todo hombre perduraría un rescoldo de esta exigencia de adecuar su comportamiento a lo que posibilita la persistencia de la razón y de los seres que la encarnan.

Es más: confrontado a seres que subsisten embrutecidos por la miseria, seres que oscilan entre la expectativa de la pura rapiña ( generalmente de alguien aun más débil) y la consolación imaginaria de reconocerse en el equipo de fútbol triunfante, entonces, para conservar un hálito de confianza, para no caer en el terror, tengo que agarrarme a la idea de que en ellos persiste un respeto ante la razón, respeto traducido, por ejemplo, en el hecho de que, ya sea para urdir sus rapiñas o traiciones, dichos seres argumentan.

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3 de junio de 2010
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El lector vuelve a casa

 

Al volver de un viaje y revisar revistas y periódicos acumulados, me doy cuenta de que ante la amenaza de su desaparición, el New York Times se ha hecho mejor que nunca.  No se puede decir lo mismo de otras publicaciones, porque ante el Times uno siente más viva la anticipación de la lectura. Te pones al día leyendo el periódico de ayer.
 

Leer retrospectivamente es uno de los placeres de la evocación cuando, como es el caso, el tiempo sigue vivo en un gran diario. Recobro, así, la página entera que el Times dedica al bicentenario de Chopin. Cuatro críticos, que se turnan la reseña musical, recomiendan sus grabaciones preferidas. Y aun si no está citado alguno de los pianistas que uno estima, la crítica nos enseña no a buscar la confirmación de nuestras opiniones sino a descubrir lo que no conocemos.  Y qué sensato, didáctico y deleitoso es celebrar el aniversario de un artista compartiendo el entusiasmo por sus mejores obras.
 

El mejor diario, concluye uno, es el que forma parte de tu vida cotidiana.  Leyendo hacia atrás, guardo el suplemento dominical de libros, para discutir de buena gana juicios y valoraciones. Ello sólo es posible porque los reseñadores, a diferencia de los nuestros, han leído los libros que comentan; y compiten en provocarnos, con ingenio y buen humor. Nada más soso que un suplemento incapaz de convocar la conversación. La reseña de un libro no es el mero recuento biográfico del autor ni la lista de sus obras; y mucho menos el gusto o disgusto del obligatorio ganapapel. Es, más bien, una charla  con el lector.
 

El Times sabe muy bien que su público más fiel forma parte de la comunidad cultural, que no es sólo literaria, que incluye tanto la gestión y el consumo de las artes como el espacio académico. En buena cuenta, la comunidad de la lectura. A pesar de la reducción severa de su personal de planta, han mejorado su Agenda de fin de semana, las notas de actualidad cultural, el debate sobre autores, ideas e instituciones. Uno termina guardando o recortando una página o un artículo como referencia. Si desaparecieran nuestros diarios preferidos, tu vida cotidiana perdería una parte de su diálogo más libre y creativo. Quedarías reducido a la tele.
 

Precisamente porque es tan fácil encontrar información básica en Internet, aunque muchas veces incompleta o tergiversada, la nota necrológica en el Times está matizada por el buen juicio, la evaluación discreta y el ingenio.  En español, tenemos la costumbre extravagante de publicar cuatro o cinco efusiones de admiración sobre el occiso en cuestión. Sería mucho mejor una página plena, rica en detalle y aguda de visión. Un observador de los hábitos españoles me asegura que cuando un muerto ilustre es celebrado con demasiadas notas, es porque ya no significa nada.  La efusión necrológica equivaldría, así, a un “trabajo de luto” público.
 

La opinionitis que aqueja a algunos diarios en español, es ajena al inglés porque corre por cuenta de un grupo de articulistas que se turnan y relevan con fluidez. Un articulista critica a Obama, otro defiende sus políticas, demostrando la clásica lección liberal de que la verdad está al medio. Lo que no es común en el Times son las opiniones encarnizadas, intransigentes y rebajadoras del otro. Entre nosotros, abunda el articulista que fatiga el espacio de Opinión avanzando sus intereses y legitimando su propia agenda.  Los hay que sólo escriben para refutar el proyecto de Evo Morales; para negarle toda salida a las urgentes reformas cubanas; para anunciar con entusiasmo el fin del mundo en México. Nunca América Latina ha estado tan mal representada en la prensa española; exceptuando, claro, la era de La Mancha. 
 

Te habrá llamado la atención, por otro lado, la creciente diferencia que hay entre los diarios impresos y su edición digital. Algunas empresas han entendido que la versión digital no puede ser una imagen en el espejo, lo que crearía una competencia interna, irónicamente dando gratis la copia para que nadie compre el original.  Esta situación algo esquizofrénica se ha resuelto convirtiendo a la edición digital en un verdadero bazar. Cada hora se renueva el bazar con novedades, adelantos, videos en vivo, porque su duración ya no se debe a la lógica de la lectura sino a la del espectáculo. Varios diarios ingleses tienen un doble monstruoso en su espejo digital.
 

Me llamó la atención que el Defensor del Lector del NY Times volviese a cuestionar los métodos de la edición digital. Hace un par de meses, le dio un varapalo al diario digital por componer noticias con fuentes escritas, en lugar de hacerlo a partir de la investigación propia. Pero esta vez (30 de mayo) se trata de una cuestión ética. Ocurre que un reportero entró al cuarto de un jazzista legendario, recientemente fallecido, sin permiso de la familia y después de que la puerta fue forzada. El reportaje fue publicado en el blog del reportero en la versión digital del Times. En su escrupuloso recuento el Defensor pregunta por lo central: ¿hay un mismo criterio de rigor para la versión impresa y para la versión en Red, o son diferentes standards? Y concluye cuestionando si el reportaje habría sido mejor editado y concebido como artículo en el periódico que como un post. Este Public editor representa al lector porque es impecable en su evaluación. No se permite contarnos sus simpatías y diferencias, y nos deja con una pregunta ética sobre la lectura veraz en esta era digital.
 

Yo estoy convencido de que el lenguaje español más creativo siempre se ha mirado en el espejo de otra lengua. Pero ese es otro post.

 

 

 
 
 
 
 
 

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2 de junio de 2010
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I. La Maga de la leyenda

Aurora Bernárdez es la legendaria Maga de Julio Cortázar en Rayuela, la figura femenina misteriosa y etérea que vuelve romántica esta novela de múltiples laberintos lúdicos.  Acaba de estar en Madrid para participar  en una mesa sobre su marido celebrada en la Casa de América, en la que comparecimos junto con ella Carlos Fuentes y quien escribe, como amigos de Cortázar, cada uno de los dos desde su propia experiencia, Carlos lleno de historias esplendentes de sus años juveniles del boom, y yo que conté el viaje clandestino de 1976 a la comunidad religiosa de Ernesto Cardenal en el Gran Lago de Nicaragua, cuando escribió su cuento Apocalipsis de Solentiname.

Aurora vino desde Paris en tren, doce horas de traqueteo, algo que no valdría la pena anotar sino es porque la Maga tiene noventa años de edad, algo que no esconde, sino que muestra con todo desafío. Me cuenta, mientras desayunamos en el hotel, que se enzarzó en una variada conversación política con el chofer del taxi que la recogió en la estación de Chamartín, larga porque había embotellamientos en la ciudad gracias a la cumbre Europa-América Latina, cada jefe de estado y de gobierno acompañado por una ruidosa caravana;  y como las opiniones de Aurora son siempre contundentes y dejan pocas salidas, el chofer terminó  por reconocer que se trataba de una contendiente muy lista, opinión a la que agregó el asombro cuando quiso saber su edad, y al declararle ella sus noventa, el se negó a darle crédito, con lo que la combativa y dulce Maga le pidió que se estacionara un momento para mostrarle el pasaporte, y demostrárselo.

La memoria de Aurora, y sus habilidades dialécticas, son cosa de cuidado. Es la Maga para la historia, y para la leyenda, un personaje que salta de las páginas de la novela que encantó a mi generación, y sigue encantando a los jóvenes desde luego que sus reediciones son continuas, la última de ellas con la misma tapa negra de la original, y esa trama de rebeldía un tanto ácrata y llena de sabios divertimentos traspasó con toda salud hace ratos los límites del siglo veinte, precisamente porque sigue siendo un libro de culto para los jóvenes, no importa la lejanía de los años cincuenta parisinos del siglo pasado que Rayuela tiene por escenario.

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2 de junio de 2010
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Lujuria en mazmorra

A falta de que los periódicos publiquen poemas en sus páginas, como se ha hecho a veces fuera de las secciones estrictamente literarias, yo busco el verso libre donde puedo, y lo encuentro. Lo encuentro a veces en los titulares, que favorecen la alusión velada y el tropo, y desde luego se da brillantemente en una de las secciones fijas que El País, como todos los diarios españoles que se precien, publica desde hace años y uno diría que con creciente éxito de público, aunque no de crítica.

     En la edición que consulto, esta antología poética ocupa tres páginas del suplemento Madrid, lo cual no está nada mal para un género tan minoritario y hasta clandestino. Como en toda antología, la calidad es variable; lo trillado predomina, como en la vida misma, pero el hallazgo fulgurante no falta, por ejemplo en el mensaje de una tal Aleya: "Lujuria en mazmorra". Muchos de los creadores de esta sección o apartado lingüístico tienen además el buen gusto de no abrumar al lector con cuestiones crematísticas; prometen el placer y omiten el precio.

     Las páginas de poesía erótica a que me refiero son, naturalmente, las que se denominan ‘Adultos', incluidas dentro del epígrafe general ‘Servicios', que copan casi del todo, dejando un espacio reducido a las ofertas inmobiliarias y de empleo, mucho más prosaicas de escritura. "130 pechos", escribe una poetisa llamada Adela y operativa en la zona del Puente de Vallecas. ¿Cómo comparar esta elipsis con la rutina verbal de la agencia que ofrece pisitos reformados de 50 metros cuadrados sin garaje y, por supuesto, sin trastero o mazmorra? Bajo el título ‘Agua' leo otro de cuatro versos sin rima, con motivos acuáticos en el argumento del masaje y una aclaración quizá excesivamente comercial: "Nos hemos adoptado a los nuevos tiempos". Hay en el elenco unas "Siberianas quiromasajistas", unas "supercalientes permanentemente disponibles en [el metro] Iglesia", y se está poniendo de moda, es fácil de colegir, la modalidad asiática, con pequeños anuncios dotados de la sucinta poesía del ‘haiku'.

     La multiculturalidad también ahí reinante no ha desplazado, sin embargo, la esencia inmutable del terruño, y sorprenden en ese sentido dos cosas, la cantidad de anunciantes que anteponen a cualquier habilidad bucal o distinción somática su españolidad, y el auge de la periferia: abundan los reclamos desde Fuenlabrada, Alcorcón y Mejorada del Campo, y, dentro de la capital ya no es la zona centro la más cotizada; el perímetro del Santiago Bernabéu figura a menudo en estas ristras de ofertas, no sé si con connotación realmadridista. Adaptándose al imparable triunfo de la cultura visual, algunos de estos insertos incluyen foto, tal vez sólo virtual, aunque llama la atención en El País que no haya ninguna de los numerosos oferentes masculinos; ¿discriminación negativa del hombre, auto-censura? Otros periódicos que consulto admiten el bisex fotográfico en sus páginas.

    Pues bien, todo eso se acaba, señores. Según una noticia que destacaba El Mundo hace una semana, la ministra Bibiana Aído ha solicitado al Consejo de Estado un informe sobre las normas legales de las que puede disponer el gobierno para prohibir la publicación de anuncios de carácter sexual en los periódicos, diciendo en sede parlamentaria que "mientras sigan existiendo anuncios de contactos en la prensa seria de nuestro país, se estará contribuyendo a la normalización de la explotación sexual". En esa misma sesión de control al Ejecutivo en que Aído  -sin sonrojo visible en las imágenes aparecidas-  pronunció semejante simpleza, se informó a sus señorías de que el gobierno en el que ella ocupa el Ministerio de Igualdad intentó en un primer momento que los periódicos se "autorregularan" en tan nefanda práctica, pero al no haberlo hecho ninguno ‘motu proprio', el Gran Hermano estatal está dispuesto a pasar a la acción.

    Una vez más conviene señalar que la lucha contra el abuso y la trata de seres humanos con fines de explotación sexual (o laboral, añado yo), es prioritaria; una de las más nobles que cualquier gobierno puede emprender. Nadie debe ofrecer su cuerpo -ni siquiera una lavativa por 15 euros a un fetichista anal- contra su voluntad y en condiciones humillantes. Pero la prostitución no es en todos los casos sinónimo de redes mafiosas y siniestras; hay seres humanos que, sin duda por necesidad, la ejercen, y yo no me atrevería a decir que ese alquiler de la propia carne es más degradante que muchos de los salarios que el obrero europeo, si tiene la suerte de disponer de trabajo, recibe hoy sin garantía. La chispeante y también, por supuesto, turbia poesía del sexo venal no es distinta a la que impera en la deprimente realidad del momento. De hecho, si uno se molesta en leer a conciencia dicha sección de ‘Adultos', verá que varios de sus anunciantes, al margen del francés o el griego, ya se ven obligados al ‘ofertón' de rebajas en sus tarifas.   

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2 de junio de 2010
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Los brazos largos

Con la blogósfera pasa como con otros fenómenos de nuestra realidad: tratan de dividirnos y separarnos colgando epítetos de ?oficialistas? por allá y de ?mercenarios? por aquí, sin percatarse de que con eso no pueden evitar el factor común que nos une a todos: las ganas de expresarnos. Sueño con ese momento en que Elaine Díaz pueda venir a dar una clase a la Academia Blogger sin perder por eso su trabajo y que Claudia Cadelo imparta ?exonerada de un mitin de repudio? un seminario de Twitter en la Facultad de Periodismo. Me imagino la mesa de discusión que podrían hacer los periodistas independientes junto a aquellos afiliados a medios estatales, si a los primeros les reconocieran su existencia y a los segundos no les costara, un gesto así, el despido laboral. ¿Se imaginan a Esteban Morales, el académico que hace unas semanas escribió un artículo contra la corrupción, debatiendo con Oscar Espinosa Chepe sobre cómo encontrar soluciones a la catástrofe económica cubana? Piensen por un momento en el mismísimo Alfredo Guevara, que dictó una conferencia ante estudiantes universitarios, sentado en un panel de discusión al lado de Rafael Rojas o de Emilio Ichikawa. Voy más allá y pongo a Ricardo Alarcón otra vez frente a frente con el joven Eliécer Ávila para escuchar cuánto ha avanzado ?o retrocedido? la situación nacional desde aquel enero de 2008 en que ambos tuvieron un diálogo. Todo eso ?ya estoy entrando en el delirio? amenizado con un tema de Pablo Milanés y un montuno interpretado por la cálida voz de Albita Rodríguez. Me creerán ilusa, pero siento que este trozo de tierra que habitamos no aguanta tantas divisiones. Cuadrículas, cercas, parcelas, fracciones, han terminado por comprometer y marcar un espacio y un tiempo que nos pertenece a todos. No sé qué esperan los otros, pero al menos Yoani Sánchez tiene el café caliente y la mesa servida para entablar esa conversación que debe comenzar por alguna parte.

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2 de junio de 2010
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El Boomeran(g)
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