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El mal

En setiembre de 1991 Umberto Bossi anunciaba la creación de la "República de Padania in dependiente y soberana". La proclama se amenizaba con  retóricas referencias a la fraternidad de sus habitantes dispuestos a intercambiar como garantía de fidelidad a la nueva patria "nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado sentido del honor".

Las regiones septentrionales recubiertas por el nombre de Padania no tenían  lengua común que hubiera que defender frente a la  primacía del  Italiano, ni tampoco excesivo vínculo cultural e  histórico que las singularizara en el seno de Italia. Tampoco lo necesitaban, pues el programa se sustentaba simplemente en el rechazo. Rechazo a la unidad inter-territorial que vinculaba el Norte a un Mezzogiorno  al que Bossi se refería no sólo como indigente, sino como intrínsecamente parasitario. De ahí la distancia (concretamente en España) frente a la causa padana en   partidos nacionalistas que reivindicaban idearios de izquierda, y no sólo en ellos. Simplemente en aquellos años la relación de fuerzas imperante en el mundo no permitía aun (aunque ya se había iniciado el camino) que la reivindicación de la libertad de pueblos y culturas se sustentara en el repudio impúdico de comunidades menos favorecidas por el modelo de civilización fabril y el desarrollo capitalista. Gigantescos pasos se han dado desde entonces: 

"Nuestro pueblo primero"reza el lema del Bloque Flamenco, partido ilegalizado en 2004 por su carácter xenófobo. Con motivo de la victoria del NVA en las recientes elecciones belgas  ciertos comentaristas celebraron como excelente noticia que su líder de Weber hubiera logrado recuperar votos que años atrás capitalizaba la extrema derecha (también en España algunos decían que el ideario político de Aznar tenía la ventaja de hacer inviable la formación de un partido de tipo lepenista). Nada de extraño en esta recuperación si se miran los contenidos políticos: reticencias ante la incorporación de Turquía en la UE, liberalismo económico, privatizaciones, y sobre todo: proyecto de creación de un estado propio que liberara a Flandes del indeseable vínculo con el  Sur, ese Sur que, en palabras literales de de  Weber, no debería "tener miedo"por su victoria. Palabras que hubieran resultado mucho más convincentes si la campaña electoral no hubiera estado canalizada   hacia  la denuncia del carácter parasitario de la economía de esa Valonia sureña.  

 

Con motivo de las consultas "sobre el derecho a decidir"en localidades catalanas los dirigentes de Convergencia y Unió han encontrado un asidero  para no mojarse en exceso en ese pantano:la independencia no está madura,  pero sí debería estarlo...el concierto económico, es decir la gestión  independiente por Cataluña de sus recursos. Se esgrimen razones de  mayor eficacia técnica, pero en boca de comentaristas y tertulianos, cuando no de los propios dirigentes, se alude a un Sur de  masas agrarias habituadas a la existencia parasitaria  garantizada por subsidios bajo forma de peonadas que (mensaje más bien explícito que subliminal )estarían pagando en realidad los tan honestos como trabajadores y sufridos ciudadanos de Cataluña.

Ciertamente el Sur es extremamente flexible. Efectiva región meridional en boca de los padanos, el   Sur de los flamencos es norte para un parisino, y hasta podría  llegar a ser Sur esa Inglaterra  hoy repudiada   por los nacionalistas escoceses si no fuera que el enorme peso económico y financiero de  ese país niega lo que con la palabra se quiere denominar. Pues Sur se ha convertido en sinónimo de territorio de aquellos de los que conviene despegarse por que se les considera una rémora en la lucha por abrirse paso, en la brutal competición que enfrenta a individuos, culturas, lenguas, y pueblos enteros.

Lejos quedaron los tiempos en que el Norte, a través de los ojos lúcidamente militantes del Visconti de La Terra Trema, se acercaba al Mezzogiorno de los pescadores de Aci Trezza  a fin de entender y denunciar  las razones contingentes de su  postración económica para mejor captar las formas de organización de la  vida cotidiana y la dignidad en la confrontación de aquellos hombres con la naturaleza, que hacían de aquel  pueblecito meridional el espejo de una  arcaica y profunda civilización.  Luchino Visconti era un milanés alejadísimo por su condición social de sus modelos y protagonistas meridionales, pero sin embargo parece hacer su narración desde las propias entrañas. No se trata de una particular ascesis por identificarse al otro; de alguna manera su sensibilidad era entonces ampliamente compartida. Pues en el mismo Norte industrioso,  la moral social ambiente, hacía que el Mezzogiorno fuera percibido como una suerte de Italia secuestrada que, de liberarse, se revelaría en todo el esplendor de una civilización sellada por lo  elemental e inevitable, por lo que es común al ser humano en toda circunstancia.  De ahí el interés de Visconti por poner el énfasis en la losa económica y social que perturba hasta la corrupción la vida de unos pescadores que son como  paradigmas del lazo,  siempre conflictivo y hasta trágico, que el hombre mantiene con la naturaleza.

Simplemente el gran Visconti se acercaba al Mezzogiorno con mirada abierta y fraterna, y ello en razón de que   tal mirada no sólo era  posible sino que constituía  un corolario del sistema de valores que entonces regía y que tendía a trabar los lazos entre pueblos e individuos. Entonces la relación de fuerzas permitía apostar a la idea de que el hombre estaba abocado a un destino trágico, pero no a un destino miserable. De aquella disposición de espíritu no queda ya rescoldo, y así el sálvese quien pueda se convierte en lema de  individuos  y de  pueblos. El fantasma de fraternidad que recorría Europa ha sido reemplazado por un nuevo espectro: el del  miedo, la conservación a cualquier precio y  repudio de todo aquel  que desde la perspectiva de los logros propios ofrezca imagen de indigencia. Fantasma de derrota de las aspiraciones a la dignidad y a la libertad inherentes a la naturaleza humana;  fantasma, en suma,  del Mal.

                                                             ***

 

Hace unas semanas mantenía en este mismo foro una civilizada polémica con amigos míos como José Lazaro o Fernando Savater sobre la disposición de espíritu que, desde la Revolución de Octubre, había llevado a abrazar la causa del comunismo. Venía a decir que la deriva estalinista (posible en gran parte por el fracaso en la universalización del proyecto  y la canalización -en una Unión Soviética paranoicamente temerosa de la contaminación- de las energías a la vigilancia de la población interna) no permitía abolir el abismo que separaba la máxima subjetiva de acción de quien se afiliaba al Partido Comunista de la máxima subjetiva de acción de aquel que simplemente cerraba los ojos  ante un sistema cuya premisa es negar la equivalencia salva veritate de los seres humanos  y así intrínsecamente generador de esclavitud. Pues bien:

La proliferación de actitudes políticas como las evocadas constituye una muestra del tremendo fracaso para la condición humana que ha supuesto la decepción provocada por la Revolución de Octubre, la renuncia- inevitable quizás dada la relación de fuerzas- a la realización de su ideario y finalmente el desmoronamiento de los países que aun la representaban. Si todo ello no hubiera ocurrido, simplemente los Bossi y compañía no estarían en condiciones de salivar  sus impúdicas y odiosas declaraciones, no habría oídos que les prestaran atención, entre otras cosas porque lo que de noble pudiera haber en alguna de sus reivindicaciones concretas sería corolario ( como lo sería la causa de la igualdad entre hombres o mujeres o la de la salud de la naturaleza) de la lucha general  por la dignidad del hombre; lucha que la Revolución de Octubre encarnaba paradigmáticamente.

El mal no es la independencia de Flandes o Cataluña. El mal es que la reivindicación de la misma se sustente  en el desprecio. El mal es que la causa de dos pueblos con singularidad sustentada en esa cosa tan poco superestructural como es la existencia de una lengua, llegue a confundirse con la a todas luces inmunda causa de la inexistente Padania. Hubo un tiempo que se buscaban las causas de las diferencias sociales y de desarrollo entre los pueblos y se apuntaba a paliar aquello que tuvieran de injustas. Hoy se embrutece a los propios trabajadores en jornadas que retrotraen a la época de Dickens, se canaliza el resto de sus energías hacia la evasión futbolera, y se aliña el conjunto inculcando prejuicios sobre aquellos que no tendrían la suerte de ser tan trabajadores, limpios y eficientes desde el punto de vista de los intereses del sistema, como lo somos nosotros; como decía: el fantasma del Mal. 

 

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28 de junio de 2010
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Deportes, futbol, dioses y letras

 

 

 

Mientras algunos están leyendo, no muchos y sí un poco raros, la mayoría de la población, está viendo el fútbol. El escritor Eduardo Galeano sigue cerrado hasta que terminen los mundiales. Otros comparten como pueden su pasión,  sus trabajos y sus días. La verdad es que mañana no imagino hacer otra mejor que ver ese partido de pasiones ibéricas. Ni hoy nada mejor que ver a los esforzados chilenos- tan queridos- intentar derrotar al gigante brasileiro.

El otro día hablaba de la felicidad de los "domingos de la infancia" que es el fútbol para Javier Marías. Y no olvido las páginas de Vázquez Montalbán al fútbol. Uno de sus últimos libros se llama "Fútbol: una religión en busca de Dios". Habla de aquello que Valdano un día le explicó para diferenciar fútbol de izquierdas: el creativo. Y fútbol de derechas: el de la fuerza, la marrullería y el patadón. Eso no debía contar al mediático Beckham cuando se lacaba las uñas de los pies y se ponía las bragas de su señora. Eso, como mucho es socialdemócrata. ¿Entenderán los chicos de la "roja" que deben hacer un fútbol de izquierdas? Lo dudo, pero mantengo la fe. Que es esa cosa ciega y con Dios.

El fútbol como religión. Se preguntaba Vázquez Montalbán, ¿puede existir una religión, aunque sea civil, sin Dios? Lo que sí existen es muchos dioses en eso del fútbol. Es una religión pagana. Que no hay que confundir con los clubs, esos que son algo más que una inmobiliaria aunque no lo parezcan.

Me voy a ver el partido. Como dice el querido Juan Villoro: Dios es redondo. Me voy un rato con esos soportables dioses. Y me voy a África.- por la tele, eso sí- dónde fue el origen del hombre y dónde se encuentra el futuro del fútbol.

Me llevo, eso sí, la biblia de estos días. La vida de cada día contada a desde el fútbol. Escrita por Alfredo Relaño, publicada en Martínez Roca y con 366 historias del futbol mundial. Un seguro de no aburrimiento mientras esperamos el partido.

Un día como hoy en Santander, y en presencia de Carlos Gardel, Rafael Alberti vio la final de Copa entre la Real Sociedad y el Barca. En ese día de lluvia y emoción el poeta gaditano dedicó un poema al guardameta del Barca, la famosa "Oda a Plattko". El que quiera leerla que busque el número de la revista "Litoral" dedicado al deporte, es una joya de bellas letras, bellos deportes y bellas fugas. Menos mal que nos queda un poco de Mundial.

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28 de junio de 2010
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Las crónicas de Cranford

 

Es una verdadera delicia. El volumen que ahora presenta BackList, titulado Las crónicas de Cranford, reúne en realidad tres libros distintos: Confesiones del señor Harrison, Cranford y Milady Lundlow. Las tres son el resultado de técnicas literarias muy diferentes, están ambientados en épocas y lugares muy dispares y, así como en el primero la voz narrativa es masculina, los dos siguientes están contados por una mujer.

                Pero todos esos rasgos diferenciadores carecen de importancia porque, según avanza en la sucesión de relatos que componen cada libro, al lector ya  no le importa quién está contando en realidad cada historia o dónde y cuándo transcurre la misma porque quien habla de verdad es la sensibilidad de una época, los fundamentos de una cultura, los compromisos morales de una religión, los usos y costumbres de unas personas inmersas en un mundo que está siendo arrasado (por la Revolución manchesteriana, nada menos) y que se aferran a sus míseros signos de identidad  para no verse empujados hasta las  cloacas por los embates de la nueva era.

Elisabeth Gaskell nació en 1810 en Chelsea, entonces a las afuera de Londres. Pasó su infancia en la casa que tenía una tía suya en un pueblecito del condado de Cheshire llamado Knutsford y que ella se tomó grandes trabajos para camuflar bajo el nombre de Cranford, aunque de nada le ha servido porque la dinámica sociedad de amigos y admiradores suyos ha identificado alli cada casa y cada uno de los paisajes que salen en Las crónicas de Cranford y hasta ha organizado un itinerario para que sus entusiastas no se pierdan el menor detalle. Y hablando de entusiastas, fuera de Inglaterra y Estados Unidos, donde cuenta con importantes sociedades de apoyo y estudio, en Japón hay una Sociedad Gaskell que no puedo decir con cuántos socios cuenta ni a qué actividades se dedican  porque su página web está íntegramente en japonés, pero el día que yo entré allí había sido precedido por otros 11.725 curiosos.

Desde 1850, y hasta el día de su muerte con sólo cincuenta y cinco años de edad (1865) Elisabeth Gaskell se instaló con toda su familia en una mansión de Manchester situada en el 84 de Plymouth Grove, donde escribió todas sus obras y recibió a escritores de la talla de Charles Dickens, que fue su mentor y amigo durante toda la vida, y Charlotte Brontë, de la que escribió una espléndida biografía. Obviamente, viviendo en Manchester no podía mantenerse ajena a la explotación laboral y las espantosas condiciones de vida que sufrían las masas hacinadas en los suburbios industriales, y de eso hablan sus novelas Mary Barton (la primera, publicada anónimamente en 1848) y Norte y Sur (1855).

Pero las historias reunidas en el presente volumen no tienen nada que ver con los horrores del neocapitalismo y, en especial las que dan nombre al libro, ya digo que son una delicia.  Y un prodigio de observación, empatía por los personajes y un pulso fuera de serie para contar sin que en ningún momento decaiga el interés unas historias aparentemente triviales pero de una riqueza de matices pasmosa. Tómese por ejemplo la historia de la vaca que se cae a una balsa de cal viva y la rescatan con vida pero sin pelo. Ante la tesitura de matarla, su piadosa propietaria decide seguir el consejo del inefable capitán Brown y le confecciona un chaleco y unos calzones de franela con los que, ante el estupor general, aún tendría ocasión de salir a pastar durante muchos años. Y ya que sale la vaca, la narradora se ocupa de contar cosas de su propietaria, la pulcra y paupérrima Betsy Barker, de la cual pasamos al capitán Brown y sus dos hijas casaderas y también a las señoritas Jenkyns, Pole o Matty, todas  con su compleja vida social y unas invitaciones a tomar el té que se rigen por un protocolo no menos refinado que el de la homónima ceremonia japonesa, o el apasionante problema de las pastas que se servirán durante la recepción porque, Dios las confunda, algunas de las asistentes pueden comer más de la cuenta y causar con ello un grave quebranto a la anfitriona, estricta practicante como todos del "ahorro elegante", una norma ésta basada en el credo de que el ahorro resulta "elegante" y el despilfarro "ostentoso y de mal gusto", aunque luego resulta que es un sabio acuerdo no escrito y que permite sobrevivir con decoro a las honestas pero pobres señoritas locales. Y lo mismo vale para los sombreros y lo que pasa si van adornados con unas cintas amarillas que permiten identificarlos como pertenecientes a varias temporadas atrás, o con las velas, que deben encenderse y apagarse alternativamente para que se vayan consumiendo por igual, no vaya a ser que de pronto se presente una visita y quede al descubierto que en aquella casa, cielos, sólo se enciende una vela para ahorrar.

Es como si de repente hubiese salido a la luz un Dickens que al no necesitar superar cada vez la cota alcanzada en su novela anterior, se dedicase a contar historietas amables y distendidas de sus vecinos y conocidos.     

 

Las crónicas de Cranford

Elisabeth Gaskell

BackList

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28 de junio de 2010
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La mierda del arte

Si el mundo de la literatura se encuentra trufado de antiliteratura triunfante, no se diga ya del mercado del arte. En estos meses han aparecido varios libros que descubren las estratagemas, patrañas y añagazas que construyen, en estrecha complicidad, marchantes, galeristas, curators, críticos, casas de subastas y muaseos. No todos los libros publicados hablan de todo pero vale la pena leer El tiburón de 12 millones de dólares (Ariel) de Don Thompson donde además de una información actualizada de los tiburones reales y no reales se describen anécdotas muy sabrosas en el mundo de los multimillonarios. No hace falta empaparse la segunda parte del volumen destinada minuciosamente a casos particulares de ventas y cepos en las casas de subastas, pero sí merece detenerse en las informaciones que se ofrecen en la primera parte sobre el trasmundo que hace posible vender mierda, enlatada o recubierta de oro, por millones de euros.

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28 de junio de 2010
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Faltan palabras

Mientras José Saramago se moría yo le leía al otro lado del mar, un poco al norte de su isla de Lanzarote, en un lugar aislado de la costa marroquí donde las noticias llegan tarde; también yo llegaba tarde, con un año y medio de retraso desde su publicación, a ‘El viaje del elefante', el libro suyo que estaba leyendo. Pude reconstruir después, al conocer la muerte del escritor, qué era exactamente lo que yo leía de él mientras él se moría: la hermosa historia de la vaca que se pierde en los campos con su cría y se ve rodeada de lobos durante doce días y doce noches, obligada todo ese tiempo a defenderse y a defender al animalito que todavía no se puede valer, en una larga batalla, "la agonía de vivir en el límite de la muerte" (páginas 107-111 de la edición de Alfaguara).   

         Un día después de su fallecimiento en Lanzarote, y cuando ya el cuerpo de Saramago estaba en Lisboa, alguien me llamó por teléfono y me contó todo. La conversación, difícil por las interferencias de la línea en mi remoto rincón africano, fue corta, y al colgar el teléfono volví a la lectura de ‘El viaje del elefante', que había dejado abierto encima de un poyo de piedra. Abierto por la página 254, a punto ya de finalizar la novela, y en el pasaje en que el novelista introduce el motivo de la pobreza del vocabulario frente a la riqueza de la idea: "no es posible describir un paisaje con palabras. O mejor, posible sí que es, pero no merece la pena. Me pregunto si merece la pena escribir la palabra montaña cuando no sabemos qué nombre se da la montaña a sí misma".

         No es posible describir con palabras la pérdida, ni siquiera la de un escritor. Saramago, tan rico en ellas, lo afirma unas líneas antes del párrafo citado, en su "humilde reconocimiento de cuánta verdad hay en la conocida frase, Me faltan las palabras" (página 253). Nos faltan, efectivamente, las palabras. Y las personas. Todo nos falta cuando nos falta alguien.

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28 de junio de 2010
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LAS PEORES CAMISETAS DE LOS MUNDIALES Desde la políticamente…

1. Bolivia 1930 2. Alemania 2010 3. España 1994 4. México 1986 (Jorge Campos) 5. Inglaterra 1990 6. Camerún 2002 7. Brasil 1994 8. Corea del Sur 2002 9. Alemania 1994 10. Francia 1978 LAS PEORES CAMISETAS DE LOS MUNDIALES Desde la políticamente correcta camiseta de Bolivia en 1930 (cada camiseta llevaba una letra que decía VIVA URUGUAY) hasta la políticamente incorrecta camiseta negra de Alemania en 2010, pasando por Francia en 1978, quien debió jugar un partido con las camisetas de un equipo local (Atletico Kimberley), porque ambos equipos llevaron la alterna, blanca.  Aquí Las peores camisetas de los mundiales.

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28 de junio de 2010
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Una pregunta

La revista "El Ciervo" nos hizo llegar a unos cuantos individuos (no sé ni cuántos ni quiénes) la pregunta "¿Qué hacemos aquí?" para que respondiéramos si así lo deseábamos. Iban a publicarlo en el número de junio. Como es una revista católica, supuse que se referían a un "hacer" de orden más bien teológico, la mirada personal de cada mortal sobre nuestra condena a muerte. Esta fue mi respuesta. No he vuelto a saber nada de la revista, de modo que la cuelgo con variantes por si algún lector tiene mejor argumento. Siempre será instructivo.

 La frase "¿Qué hacemos aquí?" tiene dos posibles sentidos.

El primero equivale a "¿Qué pintamos aquí?". Traducido al akademe: ¿Cuál sería la razón suficiente que me permitiría justificar (o fundar) la existencia de los humanos en el cosmos como algo necesario y no como algo prescindible o trivial?".

El segundo sentido vendría a ser: "¿En qué hemos empleado o estamos empleando el tiempo que nos queda en este mundo?".

El primer sentido carece de respuesta o quizás más exactamente: la pregunta es la respuesta. ¿Qué hago yo aquí? Pues preguntarme sobre las razones de por qué el ser y no mejor la nada. ¿Cuál es la razón suficiente para preferir el ser sobre la nada? Ninguna, pero incapaz de conformarse con la nada, la conciencia genera una inquietud que constantemente pregunta por la razón de ser de las cosas. Entre las cosas por las que pregunta figura esa razón que pide la razón de ser. De este círculo vicioso no hay quien escape.

El segundo sentido sí tiene respuesta, pero es descorazonadora. De momento y después de un millón de años parece que hemos venido a no hacer absolutamente nada que no sea inquietarnos, agobiarnos, agitarnos, desasosegarnos, odiarnos, humillarnos, destruirnos y preguntarnos qué hacemos aquí. En cuanto tenemos una respuesta para esa pregunta, comienza otra matanza.

Entre matanza y matanza dice el Eclesiastés que hay un tiempo para amar.

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28 de junio de 2010
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Marcas en declive

En la globalidad multipolar tendrán un papel creciente la imagen de los países, lo que suele llamarse la marca-país, que cuenta tanto a la hora de vender productos como de obtener créditos e inversiones, de conseguir acuerdos favorables en los foros internacionales o de contar con presencia y puestos relevantes en las instituciones. España era un país acostumbrado a ver su marca por los suelos a lo largo de la historia hasta que terminó la dictadura. No es hora de recordar aquí los numerosos acontecimientos que levantaron la marca de España, pero sí de reseñar que el cenit probablemente se ha alcanzado en los primeros años del siglo XXI, justo antes de que empezara esta devastadora crisis económica que está poniéndolo todo patas arriba. Las marcas no son elementos aislados, sino que actúan de forma sinérgica. En estos mismos años todas las marcas asociadas a la española han subido enteros en la cotización internacional. Por arriba, Europa, lógicamente; por debajo, un buen puñado de marcas como Barcelona, Cataluña o Madrid, se han visto también impulsadas en su valor.

Con la crisis económica y la redistribución de poder en el mundo también se producen bruscas variaciones en la cotización internacional de los países y sus ciudades. Venimos de un mercado que era muy dual y sencillo en su funcionamiento ?Coca Cola frente Pepsi Cola para entendernos? en el que actuaba un cierto reparto de cuotas, y ahora estamos en un zoco multicolor y complejo, en el que hay que luchar por las propias marcas con mucha más tenacidad e inteligencia. Los países emergentes y las nuevas megalópolis globales se comen las cuotas de imagen de los países establecidos y de nuestras admiradas ciudades históricas. Ha llegado así la hora de un cierto declive para un conjunto de marcas occidentales que deberán ceder territorio a otras nuevas probablemente asiáticas, latinoamericanas o africanas. En el caso de la marca España, además de las circunstancias geopolíticas que afectan a todas las marcas europeas, hay un declive propio, trabajosamente obtenido por mérito de los propios españoles. El tipo de relaciones que hay entre Gobierno y oposición, por ejemplo, afecta al prestigio de la marca España. La oposición se siente autorizada a atacar al gobierno ante la opinión pública internacional y no le importa perjudicar la calificación de su deuda pública o el precio de sus bonos. El mejor exponente de esta actitud y de ese problema específicamente español es que un ex presidente del Gobierno como José María Aznar ande por esos mundos denigrando a su sucesor, sin atender ni tan siquiera a la estrategia o a las conveniencias de su propio partido. No hay en Europa occidental otro caso de polarización política tan extrema y de sistemática denigración del adversario, con la única excepción del radicalismo republicano del Tea Party contra Obama. No es el único elemento interior que contribuye al deterioro de la marca internacional. Casos de corrupción política como el Gürtel, el espionaje en la comunidad de Madrid, Pretoria o Palau de la Música, junto a sus efectos desmoralizadores sobre la ciudadanía, tienen efectos corrosivos sobre la marca del país donde se han producido, multiplicados además si las urnas vienen a premiar a los más corruptos como puede leerse ya en los indicadores demoscópicos más fiables; entre otras razones porque los ciudadanos tienen que escoger entre castigar a gobiernos que no han sabido enfrentarse adecuadamente a la crisis y unas alternativas de gobierno que siendo profundamente sospechosas son las únicas que quedan a mano. Pero la contribución más original al deterioro de la marca España, la más personal también, es la que se produce por la decisión individual de unos pocos jueces, en cuyas manos caen responsabilidades que superan ampliamente sus capacidades y criterio. Este ha sido ya el caso del procesamiento de Garzón por un supuesto delito de prevaricación y lo será también una sentencia del Tribunal Constitucional adversa contra el Estatuto de Cataluña. Si el apartamiento de Garzón ha sido percibido como una gran injusticia y una regresión democrática en todo el mundo, lo mismo sucederá con una sentencia del Tribunal Constitucional español que rectifique severamente una ley orgánica aprobada por dos parlamentos ?el autonómico catalán y el que representa al conjunto de la soberanía española? y ratificado en referéndum por los ciudadanos de Cataluña.

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28 de junio de 2010
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Tres como Donovan

Los días previos al partido de octavos contra Ghana fueron de portadas con titulares celebratorios (Goooooal for USA!), noticias de records de teleespectadores en los partidos transmitidos por ESPN, análisis cautos de las chances de los Estados Unidos, precios astronómicos por las figuritas de Landon Donovan en eBay (antes del mundial costaban 40$us, después del partido contra Argelia se llegó a pedir 500$us), y de Bill Clinton. Sí, el ex-presidente estuvo en todas partes. Con un gran sentido de la ubicuidad, se encontraba en el palco del estadio cuando se logró el pase a octavos; se quedó afónico con el gol en descuentos y bajó a los camarines a festejar con el equipo. Un ambiente en general positivo, aunque no faltaron los que querían arruinar la fiesta: un comentarista de CNN llegó a sugerir que el interés actual en los Estados Unidos por el fútbol era como el que se le daba a los deportes raros cada cuatro años en las Olimpiadas. Es decir, que a todos les encantaba que a los del equipo de bobsled les fuera bien, pero que apenas terminaba se olvidaban de ellos. Otros aprovecharon para defender el excepcionalismo norteamericano y decir, orgullos, enfáticos, que los deportes de los Estados Unidos eran aquellos inventados en los Estados Unidos (el beisbol, el basquetbol y el fútbol americano).

Por una vez, el fútbol concitó titulares, portadas, expectativa. Clinton estaba nuevamente en el palco, esta vez junto a Mick Jagger. Todo estaba servido para la gran celebración. Al principio, se repetía una película conocida: gol tempranero de Ghana, y a remar contra corriente. La compañía de televisión por satélite DirecTV se había puesto a llamar a los Estados Unidos "el equipo de los segundos tiempos", así que había esperar. Donovan apareció en ese segundo tiempo para marcar el empate, y se llegó al alargue. El drama continuaba, y la sensación de que una vez más habría un final feliz con suspense no abandonaba a los comentaristas. Pero esta vez no fue así.

En el fondo todos los equipos saben bien hasta donde pueden llegar, pero, una vez en octavos en un mundial, es fácil lanzarse a soñar en conquistas imposibles. Estados Unidos es un equipo sólido, batallador, de excelente nivel físico, pero tampoco daba para mucho más. ¿Qué le faltó? Por lo menos, algo así como tres de la calidad de Donovan. Estoy siendo humilde y no pido mucho, porque, todo hay que reconocerlo, Donovan es muy bueno, pero no está en el primer escalón de los grandes. Aunque estuvo casi ausente en el partido contra Ghana, lo que hizo le bastó para ser superior a sus compañeros. Altidore, Findley, Bradley, Gomez: tan empeñosos como olvidables. Alguien dijo que Estados Unidos había demostrado en este mundial que para el fútbol actual se necesita más mentalidad que destreza. Pues no. Con la primera sólo se llega a octavos; con las dos y un poco de suerte, puede que también se ganen campeonatos.

(Blog Papeles Perdidos, Babela, El País, 27 de junio 2010)

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27 de junio de 2010
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Dos visiones españolas de Israel

Dos destacadas personalidades del Partido Popular, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, han tomado posiciones públicas sobre el ataque contra la flotilla de ayuda humanitaria para Gaza, que terminó con la muerte de nueve personas y desencadenó una oleada de reprobaciones a la actuación del gobierno de Netanyahu. Ambos se declaran amigos y admiradores del Estado israelí, el primero en un artículo titulado Israel, de perfil y de frente, publicado en EL PAÍS el 14 de junio, y el segundo en otro texto, titulado Si cae Israel, caemos todos, publicado en el diario londinense The Times tres días más tarde, como anuncio de la creación de una asociación llamada Amigos de Israel.

Sus posiciones, sin embargo, son diametralmente opuestas. Gallardón reivindica su amistad con Israel para criticar el comportamiento de su Gobierno; mientras que Aznar declara su amistad para rechazar cualquier tipo de crítica a sus actuaciones. Ambas tomas de posición contienen un elemento de novedad. Pocos políticos españoles conservadores han osado tomar una posición tan clara como lo ha hecho Gallardón respecto a un gobierno amigo. En cuanto a Aznar, su actual posición rectifica su actitud como gobernante, cuando consideraba compatibles e incluso necesarias y simultáneas la comprensión de la causa palestina y la amistad con Israel. Ahora ha desaparecido su interés por Palestina y corrobora su imagen de político sin nadie a su derecha, algo que explica por la atracción de la impopularidad: ?Ya no está de moda defender a Israel?; ?es difícil encontrar una causa más impopular para defender?. Ante los argumentos de uno y otro, parece evidente que entran en una polémica implícita. Aznar recuerda que Israel es una creación de Naciones Unidas, cosa que Gallardón utiliza para reprochar que ?con frecuencia desoye sus resoluciones?. Aznar arguye con la creciente soledad internacional de Israel para romperla, mientras que Gallardón lo hace para pedir al gobierno israelí que haga caso de los amigos. Pero lo más destacado es que uno y otro ofrecen dos ideas contrapuestas de cómo conciben al Estado de Israel y por efecto de espejo a nuestras sociedades. El Israel de Aznar es un Estado occidental enfrentado al entorno árabe y musulmán, con amplio derecho a defenderse por encima de la legalidad internacional y merecedor de un cierre de filas incondicional por parte de un Occidente cristiano que se siente agredido y cercado. El Israel de Gallardón es el Estado ejemplar del sueño judío, la luz entre las naciones de los profetas: ?Otras naciones pueden fracasar en la convivencia y el respeto de los derechos humanos. Israel no?, dice. Para Aznar, una trinchera militar occidental en territorio hostil. Para Gallardón, una trinchera moral de la humanidad.

(Enlaces: con el artículo de Alberto Ruiz-Gallardón; y con el artículo de José María Aznar).

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27 de junio de 2010
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El Boomeran(g)
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