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La vida fácil

 

La sola mención de que el autor, Richard Price, fue el guionista de The Whire basta para que el lector potencial de por sentado que La vida fácil es una novela ágil,  visceral y contundente, y con unos diálogos tan expresivos que harán innecesarias las descripciones. Y sí, pero no.

                Basta leer el prólogo, titulado "Pesca nocturna en Delancey" para constatar que, en efecto, Richard Price es un maestro del diálogo y que ni siquiera el filtro de la traducción (la cual, por cierto, es excelente) le resta expresividad y capacidad para crear personajes y situaciones con una prodigiosa economía de medios. Y pongo un ejemplo: cuatro tipos de la fuerza operativa Calidad de Vida, ataviados con sudaderas que les dan un aspecto supuestamente anodino, patrullan a bordo de un falso taxi. En una luz roja se les pone al lado un coche cuyo conductor, tras bajar la ventanilla, se dirige a ellos llamándoles agentes."¿Ha dicho agentes?", exclaman  los agentes supercamuflados.

                Ese taxi que, silencioso como un ángel vengador navega por las calles desiertas del Lower East Side tendrá luego una gran influencia en el desarrollo de una trama que no puede ser más sencilla: tres falsos camareros ( y se dice falsos porque la estancia de todos ellos tras la barra es circunstancial debido a unas difusas aspiraciones literarias) caminan completamente borrachos a altas horas de la noche cuando les salen al paso dos raterillos. Lo que debería haber sido un atraco rutinario se transforma en tragedia porque una de las tres víctimas, a saber por qué, se rebela diciendo "No, esta noche no", y ello le cuesta un tiro en el corazón.

                A partir de ahí, y fundamentalmente a través de las salas de interrogatorios,  pero también durante los registros domiciliarios, el rastreo por las calles, la búsqueda sistemática de testigos y la paulatina aparición de los familiares y el entorno de las víctimas y los sospechosos, así como también los familiares y el entorno de los propios policías, Price se las arregla para llevar a cabo la prodigiosa reconstrucción de un barrio que originariamente fue judío, pero que hoy es sólo un barrio más de Nueva York, es decir, un entramado de calles y callejones donde se alzan viejos edificios en los que se hacinan centenares de personas sin apenas rasgos que las definan. El color de la piel o la religión, el origen nacional y la lengua son tan escasamente significativos como los nombres, muchas veces reducidos a un simple mote, o transformados con fines delictivos.

                Y lo mismo pasa con los rasgos morales. El entorno, el Lower East Side, es en sí mismo una entidad tan sólida, y su entramado de leyes y normas no escritas, o las relaciones de parentesco, amistad, pertenencia y afinidad ha sido tan perfectamente estructuradas que las individualidad se diluye en lo colectivo. Y por lo tanto las leyes de la moral general, o la distinción entre el bien y el mal carecen de sentido porque tampoco es concebible tal cosa como  el libre albedrio. En cuyo caso, la misión de las llamadas fuerzas del orden consiste en lograr que cada individuo encaje en el lugar que le corresponde para que el entramado social no se atasque y su maquinaria pueda seguir funcionando. Así, cuando el policía se dirige a la sala de interrogatorios y quiere saber qué le aguarda allí, no pregunta si el detenido es culpable o inocente, o qué solidez tienen las pruebas acumuladas contra él. Sólo pregunta: "¿Es blandito?". O sea: "¿Me va a costar mucho ponerle en su sitio?". Y cuando termina el interrogatorio y sus jefes quieren saber si lo considera culpable o inocente, su dictamen es: "Trapichea un poco con marihuana pero no es mal chico". Que puesto en boca de un policía tiene su aquel.

                Por descontando que hay ejemplos inolvidables de la famosa habilidad de Richard Price para el diálogo, y ahí está para corroborarlo la genial descripción de la ex mujer del viejo sargento que hace de protagonista: sólo interviene cuatro o cinco veces y únicamente por teléfono, pero la causticidad de sus respuestas la retratan con tanta nitidez como si su figura hubiese sido recortada con un bisturí. Cabe sin embargo una observación: La vida fácil es una novela fascinante pero lenta porque, además de contar una historia Richard Price está llevando a cabo la reconstrucción de un universo, y parafraseando el viejo dicho castellano, tampoco Zamora se conquistó en una hora. La narración engancha desde las primeras páginas y, pese a que a veces se estanca o traza grandes meandros,  ya no se puede soltar hasta el final, ello aun sabiendo que no habrá buenos ni malos y que los culpables no van a ser castigados ni los buenos premiados como unos y otros merecen.

 

La vida fácil

Richard Price

Mondadori

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26 de julio de 2010
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¿Cuál es el mayor mal de la universidad en España?

La excelente revista hispano mexicana Letras Libres nos envió esta pregunta a unos cuantos con el propósito de confeccionar un artículo sobre el tema en el número de julio: ¿Cuál es el mayor mal de la universidad en España? Y ésta fue mi respuesta:

"Como es lógico, el mayor mal es un conjunto bien trabado de males diversos que colaboran entre sí con esa simbiosis que los empleados llaman "sinergia". El conjunto, en cualquier caso, supera a la suma de los factores.

    Podría resumirse llamándolo "el ancestral desprecio de la inteligencia" que distingue a las clases dirigentes españolas debido a la debilidad del intelecto frente al monopolio del alma. Quizás en la actualidad la desprecien con mayor inocencia o barbarie, pero insisten en ello. Éste debe de ser el último lugar de Europa en donde las mayores responsabilidades recaen sobre gente sin estudios medios o superiores. Si las clases dirigentes desprecian la universidad, ¿qué van a hacer los súbditos?

    Durante unos cuantos años las familias pobres creyeron en la universidad como sistema de ascenso social. Duró poco. En nuestros días, para ser un buen español es un inconveniente haber acudido a la universidad en lugar de hacerlo a un estudio de televisión. Las mejores carreras los pobres las hacen en los sindicatos. Los ricos, como decía el consejero áulico de Jordi Pujol, en las alcantarillas".

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26 de julio de 2010
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Cualquiera que haya sido rey de Babilonia

 

convendrá que la más acre humillación es ver raído el nombre propio de las inscripciones y estelas que el rey enemigo arranca y hace transportar, en triunfo y a costa de grandes trabajos, a su capital.

Cuando los arqueólogos franceses descubrieron en 1902 la estela del Código de Hammurabi en las ruinas de Susa, no sólo había sido llevada hasta allá por los conquistadores de Babilonia, sino que secciones enteras de los casi trescientos párrafos habían sido raspadas para ser sustituidas por una nueva inscripción de los vencedores. Todo un caso de corrección histórica y jurídica.

La estela de Hammurabi valdría para icono patrón de los grafiteros, historiadores, juristas, revolucionarios y demás correctores, que debieran peregrinar al Louvre una vez en la vida para rendirle pleitesía.

Y no era que Hammurabi se hiciera ilusiones con los miramientos de los públicos venideros. La estela ostenta un completo surtido de maldiciones contra aquél que “ignore las palabras que he escrito”, “revoque las leyes que he dado”, “destruya mis caracteres”, “cambie mis palabras”, “borre mi nombre escrito”, “escriba su propio nombre”. Las diversas secciones amenazantes muestran una casuística minuciosa y tienen presente a quien “induzca a otro, a un sordo, a un idiota, a un ciego, a un pérfido, a un hombre de idioma extraño, o la muestre a un rey enemigo diciendo borra su nombre y pon el mío sobre él”. No sólo están previstos delitos de comisión, sino también de omisión culpable por parte de quien “cambie de sitio la estatua, no obre conforme a las palabras de esta inscripción, destruya esta imagen, la oculte, la embadurne con pez, la sepulte en tierra, queme, o arroje al agua, la exponga a ser pisada por las bestias o el ganado, impida a las gentes contemplarla o leer mis palabras”. Eso indica que todos esos casos se habían dado, había memoria y jurisprudencia sobre el particular. A la vez que aspira a la eternidad, la pieza literaria hamurábica describe y anticipa su final en las maldiciones protectoras que debían asegurar su duración.

Pero había otra forma de asegurar el renombre, y era escribir, no en una estela vistosa y aspirante a la máxima publicidad en el tiempo y el espacio, sino  bajo tierra, con la posteridad como única lectora.

Bajo los cimientos del templo, se colocaba un depósito fundacional, según una costumbre que una tradición ininterrumpida ha transmitido hasta hoy desde tiempos inmemoriales. Uno de los más antiguos que se ha encontrado intacto es el depósito fundacional del rey Ur-Nammu (c. 2050 a. C.), descubierto en Uruk, y publicado en Berlín en 1939, que contiene una caja con tabletas de arcilla puestas en betún, una lámina de oro, una figura del rey en bronce, con forma de clavo, llevando sobre la cabeza la espuerta con el primer ladrillo, y una tableta de piedra con el documento fundacional.

Las tabletas inscritas solían relatar el currículo excavador del rey constructor del templo. Nabonides se jactaba de haber logrado hallar el documento fundacional de Naram-sin “que durante 2.300 años ninguno de mis predecesores pudo contemplar”. Allá donde fracasaron los intentos de los reyes Kurigalzu, Asarhaddon y Nabucodonosor II, el tenaz Nabonides hizo excavar a 18 codos por debajo de los cimientos y alcanzó el documento. También en Larsa consiguió el mismo Nabonides encontrar el documento fundacional de Hammurabi, que le precedió en más de mil años. Y luego, “modelé una imagen de mi persona real  que transporta una espuerta de ladrillos, y la puse sobre el documento fundacional.”

A veces, la imagen del rey con la espuerta sobre la cabeza es sustituida por la de un dios hundiendo en el suelo un clavo cubierto de inscripciones. Es el símbolo de la construcción, que en sumerio no conlleva la idea de levantar o erigir, sino la de cimentar, ensamblar, clavar y machumbrar, y se representa en la escritura ideográfica con el mismo símbolo que el dedo, el clavo y la cuña.

Las tabletas fundacionales solían tener instrucciones dirigidas al rey autor del hallazgo para que las ungiera con óleos, les dedicara unas líneas, y las enterrara cual venerables testimonios con el nuevo documento fundacional.

El cono o prisma de arcilla con inscripciones que se enterraba en los cimientos se llamaba en sumerio “temen”, que también era por extensión la denominación del templo. Los acadios, que veneraban el sumerio como nosotros el griego o el latín, llamaban “temenu” al documento fundacional de un templo. 

Y por tan egregias vías llegó al griego “témenos”, que es el terreno o recinto dedicado a un dios o un héroe. Y el “témenos” era de temer, porque al poeta Hesíodo le avisó el oráculo que se guardara de ir a uno —el de Zeus  Nemeo—, pero como no entendió bien, fue a parar fatalmente allá, donde le aguardaba un linchamiento en la intimidad.

La foto de arriba reproduce la imagen broncínea del rey Sulgi, que vivió sus felices días hacia 2030 a. C. Estaba depositada en los documentos fundacionales del templo de Ur, y presenta al rey en el gesto tradicional del peón que aporta los primeros ladrillos para la construcción. Se lee el nombre del rey en la tercera columna del registro superior. Los expertos notarán que la efigie no tiene extremidades inferiores, sino que acaba en punta, como una clavija, porque simboliza la acción de edificar, que en sumerio se escribía con ese signo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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26 de julio de 2010
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Dos grandes partidos autonomistas

El espacio central catalán está organizado alrededor de dos grandes partidos de etiquetas muy distintas, pero con muchos puntos en común. Uno se dice nacionalista y el otro federalista, pero ambos han sido hasta ahora profundamente autonomistas, y aunque no rime con el ambiente algo sobre excitado de estas últimas semanas me atrevería a decir que ambos seguirán siéndolo.

Tanto CiU (Convergència i Unió) como PSC (Partit del Socialistes de Catalunya) son partidos de clases medias, que ocupan la posición central en la sociedad como corresponde a formaciones capaces de alcanzar mayorías de gobierno suficientes para gobernar con sus propios programas. Uno lo ha conseguido durante 23 años y el otro ha tenido que gobernar en una coalición difícil durante los 7 años en que ha sido capaz de armar mayorías parlamentarias a su alrededor. Ambos son tranversales e interclasistas. Lo más importante en este capítulo es que en los dos casos son partidos puente, que sirven para unir dos orillas distintas. En el caso socialista es más evidente esta función de pegamento entre las dos comunidades que hipotéticamente hubieran podido existir en este país: sin el PSC los orígenes lingüísticos de la población hubieran conducido a un país segmentado en dos. La tensión que sufre este puente es muy seria y tiene su expresión en los dos mayores reproches que se le hace al socialismo catalán; desde fuera que se somete a la lógica catalanista y finalmente actúa como un partido nacionalista, y desde dentro que no consigue nunca actuar como el partido independiente que es y termina supeditándose al ordeno y mando de Madrid. También CiU sufre las tensiones propias del partido puente. En este caso el nacionalismo conservador tuvo que atender desde sus orígenes tanto a la sociología electoral del catalanismo antifranquista como la del conservadurismo más acomodaticio con el régimen. En CiU, fruto de estos orígenes, conviven dos almas, una más soberanista, e incluso independentista, quizás ahora la mayoritaria, y otra más posibilista y partidaria de seguir sacando petróleo del autonomismo, incluso en las presentes dificultades. Nada distinto a lo que sucede en el PSC, aunque probablemente con inversión de papeles en cuanto a su fuerza, pues los socialistas catalanistas son minoritarios en relación a los más disciplinados en relación al PSOE. No necesita demostración que los dos son partidos de poder. CiU ha gobernado 23 de los 30 años de la actual autonomía y ha influido de forma muy decisiva en el gobierno de España en la transición con UCD y luego tanto con socialistas como con populares como mínimo desde 1989 hasta 2000. El PSC es el partido que mayor poder ha concentrado en la historia de Cataluña en los últimos siete años, contando los ayuntamientos, las diputaciones y finalmente la Generalitat. Para CiU el subidón soberanista e independentista es el combustible del cambio, por lo que le interesa dejar que el suflé siga subiendo hasta las elecciones. Para el PSC, en cambio, le conviene llegar a las elecciones con el suflé ya deshinchado para poder ofrecer así la recuperación de la vía federal como salida a la sentencia. No hay que olvidar que los dos partidos, con distintos énfasis, han patrocinado el vigente Estatut, se han sentido igualmente vejados por la sentencia y han organizado de forma muy similar la contraofensiva, sabedores de que, en la práctica, sólo hay una salida posible para los partidos de Gobierno, por más que nadie hable de ella: seguir y seguir negociando y pactando, trenzando pacientemente consensos aquí y allí, y persistiendo en el autonomismo. En algún momento han anunciado que habrá que revisar la Constitución para resolver algunos de los puntos cruciales que han caído del Estatut; pero apenas se ha mencionado las mayorías que se necesitan para hacerlo.  Tanto CiU como PSC van a dedicarse en los próximos meses y años a lo mismo: a aplicar el Estatut, a defenderlo y a sacarle el máximo partido. La diferencia será, de una parte, de dosis retórica respecto al malestar catalán y, de la otra, de ritmo en las difíciles e improbables propuestas estratégicas. Puede que las próximas elecciones nos ofrezcan un gran avance del soberanismo y el independentismo. O no. Y en cualquier caso habrá que atender también a las cifras de la abstención. Pero sus efectos poco tendrán que ver con la soberanía y la independencia y mucho con cuál de los dos partidos centrales y de facto autonomistas tendrá la mano para gestionar el desaguisado.

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26 de julio de 2010
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A la espera de órdenes

Una conocida de mi madre ?que vive muy cerca de una Dama de Blanco? le cuenta que les han bajado orientaciones de no agredir a estas mujeres de ropa clara y gladiolos en las manos. La misma señora, que hasta hace poco ponía un rictus de desagrado cuando contaba sobre las misas en Santa Rita y las peregrinaciones por la 5ta Avenida, hoy está a punto de estrecharle la mano a Laura Pollán y pedirle un autógrafo. Quizás aquella otra vecina que gritó, en marzo pasado, ante la tele nacional: ?¡La gusanera está revuelta!?, ahora se muestre confundida y aguarde por nuevas órdenes para volver a vociferar. Los mecanismos de la falsa espontaneidad han quedado al descubierto con esta tregua: lo fabricado de aquella supuesta respuesta popular se confirma con esta interrupción de las agresiones. Desde el punto de vista del discurso oficial, las personas que han sido excarceladas en las últimas semanas estaban merecidamente presas. Usando este argumento y ciertas conocidas presiones, fueron movilizados los militantes del partido y los miembros de los Comités de Defensa de la Revolución para que participaran en los llamados ?mítines de repudio? donde escupían, insultaban y zarandeaban a las Damas de Blanco. Ahora, los briosos alborotadores que acudían a ?defender la revolución ante los mercenarios a sueldo del imperialismo? deben estar esperando alguna explicación que justifique las excarcelaciones. Sería interesante entrar a una reunión de un núcleo partidista para ver qué secreta revelación les hacen, porque si no terminarán por verse a sí mismos como  títeres de ocasión a los que se les azuza un día y al otro se les manda a callar. La conocida de mi madre no esconde su desconcierto: ?A éstos no hay quien los entienda. Ayer nos llamaban a insultarlas y hoy no se les puede tocar ni un cabello?. Lo cierto es que aquí, donde parecía que nunca iba a pasar nada, estamos de pronto en la situación de que puede ocurrir cualquier cosa. ¿En qué punto comenzó a cambiar la historia? Tal vez en la húmeda, oscura y pestilente celda de castigo donde Orlando Zapata Tamayo decidió inmolarse, o en la estéril y refrigerada sala de terapia intensiva donde Guillermo Fariñas ratificó su decisión de morir si no había liberaciones, o en las calles habaneras, en las que unas indefensas mujeres desafiaron un poder omnímodo gritando la palabra libertad, donde no la había. ? La tregua ? breve y frágil? parece estar circunscrita a la Ciudad de La Habana, pues en Banes Reina Tamayo sigue siendo víctima de los mismos métodos.

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26 de julio de 2010
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Alta tensión

Alta tensión Una noticia literaria curiosa, aunque sin nombres propios. Una universidad francesa canceló una mesa redonda, sobre intercambios y tensiones, porque había mucha tensión. No quisieron que se presente una escritora israelí. ¿Y el intercambio?

Una universidad francesa canceló una conferencia de escritores del Mediterráneo luego que algunos participantes objetasen la presencia de una autora israelí. La escritora, Esther Orner, dijo el domingo que no esperaba la decisión de la Universidad de Provence Aix-Marseille. Agregó que quienes tratan de boicotearla ?buscan deslegitimar a Israel?. La universidad había planeado una conferencia internacional para marzo de 2011 llamada ?Escribir hoy en la región del Mediterráneo: Intercambios y tensiones?. El presidente de la universidad, Jean-Paul Caverni, dijo que la conferencia fue cancelada luego que varios participantes, a quienes no identificó, se negaron a tomar parte en un diálogo con algún escritor israelí. Dijo que la universidad no realizaría una conferencia ?con aquellos que excluyen el diálogo?.

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25 de julio de 2010
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La Sábana Santa de Turín

 

No soy inmune a la atracción del enigma. Mi inclinación escéptica y mi curiosidad científica me han hecho precavido pero no indiferente al juego de los misterios. El Arca de Noé, la pirámide de Keops, el Arca de la Alianza, el Santo Grial, el tesoro cátaro, la venganza de los Templarios o el reino del Preste Juan, entre tantos otros, son parte de un género literario tejido con caprichosas fantasías, ecos de confusas ensoñaciones y retazos de un relato cuyo origen se remonta al momento en que el hombre aprendió a hablar. Aprecio en estas piezas maestras de la imaginación el poder de invención que nos ha intrigado durante milenios.

La Sábana Santa de Turín sigue la estela de los misterios alentados como sucedáneo popular de la emoción religiosa. Para conmoverse con la figura de Jesús de Nazaret basta leer los Evangelios, pero a la población analfabeta se le daban reliquias que compensaran la palabrería de los predicadores. La desconfianza tradicional, tan tercamente unida a la credulidad, agradecía el fascinante testimonio de lo que tanto costaba creer a pies juntillas.

A la Sábana Santa, proverbial objeto de culto, peregrinación y veneración, se le han practicado análisis de todo tipo y las últimas pruebas de Carbono 14 confirman que el paño debe datarse entre 1260 y 1390. Algunos investigadores se preguntan quién pudo reproducir con realismo biológico la huella en negativo de un cadáver y concluyen que sólo Leonardo da Vinci disponía por entonces de conocimiento y destreza suficiente para resolver el encargo sobre viejos tejidos.

La investigación pertenece al ámbito del misterio y por ello no deja nunca de encontrar nuevas pistas. Sin embargo, para devolver la Sábana a la factoría de reliquias religiosas basta fijarse en la posición de las manos y preguntarse por qué el fallecido las apoya pudorosamente en sus partes pudendas. ¿Acaso temían los familiares de Jesús que este se avergonzara de su desnudez en la sepultura? Lo usual ha sido cruzar las manos del muerto en su plexo solar. Obviamente, la púdica posición que vemos retratada en la Sábana era imprescindible si se quería exponer ante los fieles tan valiosa reliquia.

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25 de julio de 2010
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Una temporada de sentencias

En un año han caído tres sentencias en relación con el concepto de soberanía en Europa. En julio de 2009, el Constitucional alemán sentenció que el Tratado de Lisboa era compatible con la Constitución alemana. El 28 de junio de 2010, el mismo tribunal español ha declarado constitucional el grueso del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006, aunque tocó 14 artículos e interpretó 27 más. Esta semana, la Corte Internacional de Justicia de Naciones Unidas ha decidido que la declaración de independencia de Kosovo no viola el derecho internacional, tampoco la resolución 1244 del Consejo de Seguridad por la que la ONU se hace cargo de la administración provisional del territorio y ni siquiera el marco constitucional yugoslavo.

La sentencia del Tribunal Constitucional alemán sobre el Tratado de Lisboa evitó la contradicción con el Parlamento, pero reivindicó su función como guardián del texto fundacional para sucesivas cesiones de soberanía a la Unión Europea. Esta advertencia ya ha funcionado ahora, cuando Alemania ha rechazado convertir en permanente el mecanismo financiero para auxiliar a los socios en peligro de quiebra.  La sentencia del Constitucional español corrige la decisión de tres cámaras parlamentarias, la catalana y las dos españolas, y la ratificación en consulta popular a los ciudadanos de Cataluña. Sus consideraciones sobre el preámbulo, donde Cataluña se reivindica como nación con derechos históricos propios, no ofrece dudas sobre el énfasis de los jueces: en cuestión de soberanía solo hay una, la de la nación española, y solo hay un intérprete, por encima de cualquier parlamento y cualquier cuerpo electoral, el propio Tribunal Constitucional. La Corte Internacional de la ONU, solo a título consultivo, ha despejado el camino para el futuro de Kosovo, quitando la razón a Serbia y sus amigos, España entre otros, y también a los países del grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que no admiten bromas posnacionales con la soberanía ahora que la suya empieza a contar en la escena internacional. En cuestión de soberanías, las mejores temporadas suelen ser las de los arbitrajes, las sentencias y el derecho. Son las que alejan la eventualidad de las otras temporadas, las del horror. La materia lo requiere. Quizá no hay otra más sensible, sobre todo en un mundo en transición, que evoluciona no sin contradicciones y retrocesos desde los mapamundis de Estados nacionales soberanos, que se consideran a sí mismos sujetos libres e iguales en las relaciones internacionales y cuidan de la integridad territorial como su más preciado tesoro, hacia otro mundo de perfiles todavía difusos en el que las fronteras se desvanecen, las soberanías se diluyen y solapan, y acentúan sus perfiles las identidades culturales y religiosas frente a la uniformización que impone la economía globalizada.

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25 de julio de 2010
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"Tomé una situación de crisis similar a la de 2001 y la potencié hasta la destrucción total"

Pedro Mairal. Foto: Daniel Mordzinski Pedro Mairal empieza, poco a poco, a introducirse otra vez en España luego del éxito enorme que tuvo hace unos años Una noche con Sabrina Love (Anagrama). El Aleph publicará el próximo año Salvatierra y ya apareció la estupenda El año del desierto. Sobre esa novela responde algunas preguntas en el ABCD las letras. 

Una misteriosa intemperie avanza borrando Buenos Aires y las costumbres civilizadas. ¿Esta vuelta a la barbarie es un reflejo de la eterna crisis que vive Argentina?  En la novela, tomé una situación de crisis similar a la de 2001 y la potencié hasta la destrucción total. Pero eso no significa tanto que la novela avance hacia la barbarie. Yo puse en orden cronológico (inverso) un deterioro gradual, pero muchas son situaciones que conviven hoy día en la Argentina: gente que vive la posmodernidad, otra que vive una modernidad menguante, otra que vive una Edad Media de pobreza y otra en un estado casi prehistórico. Mi novela es una exageración de algo que existe y sucede hoy, algo que se ve muy claro, por ejemplo, en las condiciones cada vez más precarias de los hospitales. En algunos aspectos se retrocede. Pero la barbarie atraviesa todos los momentos y está incluso disimulada y latente en las torres espejadas del poder financiero. Detrás de esa intemperie que todo lo devora está también la enfermedad de su madre. Bueno, eso es algo que descubrí después de escribir el libro. Yo creía estar escribiendo un libro que hablaba de una situación nacional y después descubrí que también hablaba indirectamente de la enfermedad de mi madre, que fue algo que avanzó gradualmente hasta enmudecerla. Es decir, que uno no sabe sobre qué está escribiendo en realidad, como dice Borges de Swift, que creía estar escribiendo una sátira política con Los viajes de Gulliver, y terminó siendo un libro para chicos. La Historia de Argentina retrocede hacia sus orígenes. ¿Qué tipo de novela es «El año del desierto»? Vi algunas lecturas de la novela hechas en clave de ciencia ficción, pero tengo que confesar que no es un género que me guste mucho ni del que sepa demasiado. Me gusta pensar el libro no como la Historia argentina, sino como la pesadilla de la Historia argentina sucediendo hacia atrás a toda velocidad. Y esto era algo que en 2001 sucedía realmente: los nietos de los inmigrantes italianos y españoles se iban a Europa a buscar trabajo y se convertían en emigrantes. Había una extraña sensación de rebobinado. Un día, en el lugar donde yo trabajaba, se cayó todo el sistema informático y alguien dijo «Uy, se cayó para siempre», y por un momento pareció posible: había sido bueno tener internet y mails, pero ya estaba, se había acabado. En esos años se cayó el telón pintado del Primer Mundo que nos habían querido vender y vimos que detrás estaba la tierra baldía. Es algo que tenía que suceder. Ha definido el libro como un cuento largo. ¿Qué le falta para ser una novela? No sé si estoy ahora tan de acuerdo con esa definición mía. Creo que la cercanía con el cuento, o con la nouvelle, la da la presencia de un solo personaje atravesando una serie de dificultades. No es una novela polifónica, pero sí tiene esa ambición de la novela total latinoamericana, que funciona como un universo cerrado, que incluye todo, desde su génesis hasta su propia destrucción. «Nos iban a degollar o a violar o nos iba a agarrar la policía militar y nos iban a tirar al río desde un avión, atadas a un bloque de cemento», leemos. ¿La dictadura no podía dejar de estar presente? Esa frase aparece en boca de una amiga de la protagonista, que delira su miedo en voz alta, ve la violencia acumulada. Toda la violencia interna argentina, incluyendo la dictadura, está en el libro, ovillada y compacta como antes del big bang. John Wheeler, el descubridor de los agujeros negros, dijo que el tiempo es la manera en que la naturaleza evita que todo suceda de golpe. Eso pasa de alguna manera en el libro, todo sucede de golpe.

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25 de julio de 2010
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