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Eskups del antiprogre: Sin complejos

Se declara sin complejos porque ha pasado media vida tendido en el diván del psicoanálisis intentando analizar los muchos que tiene.

Pero un día, ya maduro, se levanta, todavía con su flequillo juvenil desparramado sobre la frente, y decide cantar las verdades del barquero al mundo. Los desacomplejados acuden cada día al armario de los tópicos, al peor de todos sus estantes, donde hay prejuicios de todo tipo sobre sexo, edades o grupos humanos, y ahí cargan el arsenal que van a exhibir en su penoso ejercicio de antiprogresismo militante.

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6 de agosto de 2010
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MONTEVIDEANOS 1.- Imágenes dispersas del Festival Eñe 2010 que…

Recibimiento con mochila Eñe de regalos Centro Cultural de España en Montevideo Horacio Bernardo, el escritor en la urna 100 invitados Mesa redonda: Peveroni, Cebrián, Thays Thomas de Matos y Yuri Herrera Paz Soldán, Yuri Herrera, Thays Paz Soldán, Thays, Peveroni La novísima y friolenta Liliana Colanzi Pin Eñe con apellido MONTEVIDEANOS 1.- Imágenes dispersas del Festival Eñe 2010 que se está llevando a cabo en Montevideo hasta el sábado 10 de agosto. 

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6 de agosto de 2010
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Saber callar

 

Luis García Berlanga es un genio. Pepe Isbert también lo fue. Manuel Alexandre lo es de manera cercana, entre la poca voz y el café, entre fugas y billares. Como lo fue su amigo Fernando Fernán Gómez. Y Buñuel que siempre se alegraba de ver, oír, trabajar y beber con Paco Rabal. Alfredo Landa, hablando como un español rural consiguió triunfar en Cannes. Saura sigue siendo un referente del cine español, hablando en el idioma de Gerarda Chaplin- no confundir con la hija de "El gordo y el flaco"- o haciendo que creciera Ana Torrent con sus lobos tan cercanos. O subiendo a Rafaela Aparicio por cumplir cien años. Hay muchos más genios de nuestro cine, unos hablan como los Ozores o son tan elegantes como Fernando Rey. Y después vinieron los otros, desde Almodóvar a Mar Coll.

Habría mucho que hablar. Pero no debemos olvidar lo que decía Wittgenstein: de lo que no se puede hablar más vale guardar silencio. O algo parecido. Pero no aprendo la lección, me cuesta callarme. Incluso sin ignorar aquello de lo que opino.

Se puede opinar desde la reflexión pero es mucho más común opinar desde nuestra propia ignorancia. Lo hacemos muchas veces al día. Lo hacemos en los bares, en comidas de amigos, en pandilla o en familia. Damos opiniones sobre casi todo, decimos cosas por decir, hablamos por hablar. Y "como te digo una co, te digo la o". Todo vale. Las opiniones se las lleva el viento pero valen por quién las dice, tienen el crédito, o descrédito, de quienes las emiten. Otra cosa son algunos foros, algunos espacios en los que los que se expresan opiniones por quienes tienen razones, argumentos y capacidad para emitirlas. En un foro público hay que saber lo que se dice, porqué se dice y quién lo dice. No siempre pasa así. A veces incluso no pasa ni en los más reputados lugares.

 El lunes dos de Agosto, en mi refugio en la ría de Aldán y lejos de mundanales preocupaciones, había leído el titular de "la cuarta página" de El País, normalmente un lugar de reflexión,  pensamiento, opinión y debate, pero ese dia me sorprendieron lo excesivo de las intenciones de un artículo pretencioso desde el título: "El problema más grave del cine español". La sorpresa no paró hasta el final, pasando por el confuso y torpe contenido. Y quería tratar, nada menos, del "problema más grave del cine español. Mucho más atrevido que las "conversaciones de Salamanca" de tiempos franquistas. Las sorpresas, como las desgracias, a veces no vienen solas sino que se aumentaron al leer quién lo firmaba: John J. Healey.  

El hábil Healey que yo conocí, un zorro en el mejor sentido anglosajón de la palabraal que no se le pueden negar habilidades profesionales en cargos de representación y simpatía. No entiendo su enfado con un cine que desconoce segun su propia confesión en un programa de la SER. Justo antes de que hablara un conocedor del cine, de nuestra forma de hablar, de cantar y de contar, José Luis Cuerda, que no daba crédito a lo que había leído y escuchado del señor Healey. Me hubiese encantado escuchar lo que pensaría alguien tan escéptico y sagaz como Luis Ciges. No le hubiera dado importancia. Justo lo que yo tendría que haber hecho si fuera otro, si pensara más en Wiggenstein y menos en el contenido de un artículo que resultó ser un cúmulo de naderías, de arbitrarias opiniones, sin olvidarme  de lo confuso unido a un grado notable de ignorancia. Una opinión de ningún valor sobre algo que no conoce y de alguien que no nos importa lo que diga. Nada sorprendente. Hubiera sido mejor el silencio. No ha podido ser. Lo siento por mi. Y por Me, que no se quién puede ser, pero que tiene razón con respecto a mi y mis tiempos de vacaciones desperdiciados. Corto y cierro con el tema. Sigo con mis lecturas adúlteras. 

 

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5 de agosto de 2010
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"Para Gombrowicz, el artista se ubica entre el afásico y el niño"

Ricardo Piglia ayer en Montevideo Anoche, el acto más esperado en el primer día del Festival Eñe América Latina fue la presentación de Ricardo Piglia. El tema que escogió fue El escritor como lector, recalcando que aunque la crítica literaria difícilmente toma en cuenta las opiniones de los lectores como críticos, a veces estos alcanzan una profundidad impresionante. Y como muestra, la conferencia de Piglia giró en torno a otra conferencia, una de Witold Gombrowicz dada el 28 de agosto de 1947 a las 7 pm, en la librería Fray Mocho de la calle Corrientes (fuera del habitual circuito de conferencias en el Buenos Aires de la época, resalta Piglia), bajo el título ?Contra los poetas?. La conferencia se da el mismo año en que se publica su primera novela, que pasó completamente desapercibida, Ferdydurke. Es entonces un intento de darse visibilidad a sí mismo. Y es una bomba que ataca no solo al rimbombante y ?falsamente cultivado? lenguaje poético argentino de aquel entonces sino incluso a la noción de Función Poética de Román Jakobson. Dos ideas quedaron claras de la conferencia de Piglia. La primera, que para Gombrowicz el hecho de no hablar bien castellano, de tener que expresarse en una lengua extranjera en la que es como un niño dando sus primeros pasos, le sirve como pie para empezar el proceso de desposesión o despojamiento del lenguaje de todos sus artificios, quedándose solo con lo esencial. El escritor como un ser inmaduro, inferior, como un clochard o un marginal del idioma, entre el afásico y el niño, sería la base de la poética literaria de Gombrowicz. ?El escándalo es que tenemos todavía una lengua para expresas nuestra ignorancia? citó Piglia a Gombrowicz. Esa lengua para el polaco, dijo, fue el castellano. No en vano Ferdydurke trata sobre un hombre adulto que debe volver a la escuela, una pesadilla recurrente por cierto. El adulto-niño tiene las armas, al tener la conciencia de un adulto pero también la lógica y el racionamiento de un niño, para desenmascarar a la sociedad  sus falsas verdades absolutas. La segunda idea es que para Witold Gombrowicz no existe una cualidad implícita en la obra literaria que nos conduzca a considerarla así. Rechaza entonces la idea de Función Poética enunciada por Roman Jakobson. La poesía es una disposición y no una esencia. La disposición a leer un texto, cualquier texto, como poético es lo que le da el carácter de poético. Esos trae dos consecuencias: al cambiar el modo de leer, cambian también el contenido de los textos del pasado; y que la práctica literaria consiste en construir la mirada artística al mismo tiempo que se construye la obra. Es decir, lo que sabemos del texto antes es tan importante como el texto mismo (aquí Piglia hizo un comentario al margen para mencionar como LOST se alimentaba de las opiniones de los televidentes mientras era transmitido). No hay, entonces, percepción artística pura. En conclusión, lo que Ricardo Piglia deduce de la conferencia de Gombrowicz ?Contra los poetas? (que ha sido recogida en sus Diarios) es que frente a la concepción cristalizada de lo que es la poesía, la inmadurez como principio literario nos permite renovar la percepción y ejercer así el derecho literario de leer siempre de un modo distinto lo clásico, y crear lo contemporáneo siempre bajo la premisa de la desconfianza contra los valores establecidos y la pregunta perpetua instalada dentro de cada obra: ¿qué es, finalmente, la literatura?.

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5 de agosto de 2010
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Pues todo ha de retornar,  como está escrito en las bóvedas de San Marco y como lo proclaman, bebiendo en las urnas de mármol y de jaspe de los capiteles bizantinos, los pájaros que significan a la vez la muerte y la resurrección. (III, 871)

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5 de agosto de 2010
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Un cordobés influyente

 

El principio dinástico, que muchos creen antiguo, y hasta eterno y natural, es advenedizo y esporádico si se considera en una perspectiva comparatista de las diversas modas de herencia, transmisión y acceso al poder. El historiador Burckhardt llamó sultanismo a la situación de los emperadores romanos que, a semejanza de los sultanes otomanos, no se podían sentir seguros en medio de sus hermanos, hijos, tíos, sobrinos y primos, todos presuntos herederos, si no se ayudaban a tiempo con los asesinatos convenientes. Más tarde, Weber aplicó el término sultanismo a una forma extremada de dictadura personalizada, donde la plana mayor del dictador está compuesta de “camaradas” convertidos en “súbditos” de estricta lealtad. 

Entre los romanos, solía suceder que las liquidaciones preventivas dejaban el paisaje tan despejado de parientes, que el emperador se veía forzado a recurrir a las adopciones para asegurar el futuro del imperio bajo su dinastía, y permitir la continuación de los asesinatos. Y, para que la confusión hereditaria no decayera, todavía estaban en vigor reminiscencias de la transmisión matrilineal, y había usurpadores que se legitimaban mediante el matrimonio con viudas de emperadores. Hubo un Procopio que se apoderó de la hija menor de Constantino, que era una niña, y obtuvo así la ayuda de los godos, que consideraban legítimo ese proceder.

El emperador tenía el poder en nombre del senado y el pueblo, pero en realidad siempre era cosa del ejército. Hasta la lengua latina lo dice, donde “populus”, en sentido estricto, significaba “grupo que esgrime lanzas”.  Asegurarse la lealtad de gente que esgrime lanzas exigía ser un jefe venturoso y afortunado, con fama de tener suerte. Así era Constantino, quien después de liquidar a los corregentes de los cuatro puntos cardinales, a su hijo, su cuñado, su segunda esposa y otros transeúntes, se hizo con la púrpura imperial.

 

Desde la guerra con Magencio en 312, Constantino usó una imagen simbólica que presentaba el monograma , compuesto de las letras X y P entrelazadas, que son las iniciales griegas de Cristo (ΧΡΙΣΤOΣ) y de oro (ΧΡΥΣΟΣ) —y más en especial, las de “oro fácil” (ΡΑΔΟΣ ΧΡΥΣΟΣ)—. Constantino apreciaba particularmente la ambigüedad y el equívoco del símbolo. El monograma polivalente se inscribió en un gran estandarte rodeado de oro y pedrería, y durante los combates se confiaba a una guardia especial, incluso se le dedicaba una tienda propia. Es importante observar que el emblema de la suerte se dirigía al ejército, no a la población. 

Después de la victoria contra Magencio, el senado y el pueblo  acordaron, entre otros honores, la construcción de un arco de triunfo en honor de Constantino, para el que se aprovecharon los mejores fragmentos del dedicado a Trajano. Era sabido que Constantino, con los celos naturales de su profesión, llamaba a Trajano “musgo de las paredes”, por las muchas inscripciones que eternizaban su nombre. Cuando Constantino vio la inscripción del arco que ensalzaba su triunfo contra el tirano y su partido, hizo sustituir la expresión “por señal del sumo y óptimo Júpiter”, y poner en su lugar “por inspiración de la divinidad”, que reflejaba mucho mejor la necesaria ambigüedad.

Una vez que hizo ejecutar a su hijo Crispo, su esposa Fausta y su cuñado Licinio, con el agravante de perjurio, porque les echó mano mediante el juramento de que no los mataría, Constantino temió que fuera necesario algún tipo de purga, expiación o ceremonia, para que su famosa suerte no le abandonara. Se dirigió al neoplatónico Sopater, quien le dijo que su sistema carecía de sistema expiatorio para tales crímenes, con lo cual reconocía lo obsoleta y esclerótica que era su religión, temerosa e incapaz de fichar a tan poderoso matador y su séquito, consistente en todo el imperio romano.

 

En ese momento intervino el personaje que el historiador Zósimo llamó “egipcio de España”, y que logró aproximarse al emperador por contactos que tenía entre las damas de la corte. Por “egipcio” hay que entender “mago” o “sabio”, que es el sentido que tenía la palabra en griego desde los tiempos de Platón. Como Zósimo explicaba la caída del imperio romano por haber abandonado el culto a los viejos dioses, procuraba una presentación de ese mago español anónimo como una especie de proxeneta cínico y vendedor de detergentes que convenció a Constantino de que el cristianismo podía limpiar toda clase de manchas y consiguió así el fichaje estelar que necesitaba aquella religión pérfida.

Los historiadores han identificado al mago anónimo como el obispo Osio, natural de Córdoba, porque era el único hispano de quien se sabe que estaba presente en la corte de Constantino por aquellas fechas.

El nombre de Osio es griego (hosius, que significa santo), lo que da idea de lo preparado que venía para su oficio. Aunque leía y entendía el griego, Osio no lo hablaba con soltura y en el concilio de Nicea se explicó por intérpretes. Parece que acudió a la corte imperial llamado por el propio Constantino, lo que sugiere cierta fama previa.

Estuvo en Alejandría, adonde acudió para reconducir la herejía arriana, y conoció entonces a Calcidio, destacado hombre de letras, al que nombró su archidiácono e intérprete de confianza. En el concilio de Nicea, el obispo Osio fue presidente nato y representante del emperador, y fue donde tuvo lugar su hazaña más señalada al definir el principio de consustancialidad en la profesión de fe cristiana. También es significativo de la autoridad que ejercía Osio en materia de dogmas y definiciones el hecho de que las actas del concilio de Sardis presenten el original en latín y la traducción en griego (cuando lo usual era lo contrario), y empiecen con estas palabras: “Osius episcopus dixit…”, para terminar:  “Synodus respondit: placet”.

Cuando murió Constantino, Osio tenía más de ochenta años y volvió a su episcopado de Córdoba, según Isidoro de Sevilla. Allá vivió hasta cumplir los cien y murió de un mal aire que le dio cuando iba a desterrar al santo obispo de Málaga, quien le echó un conjuro de rebote, de modo que cuando Osio iba a pronunciar sentencia se le torcieron la boca y el cuello, y cayó al suelo, bastante muerto.

Otra versión más coherente dice que el emperador Constancio, en aplicación del sultanismo habitual para liquidar contendientes y restos de serie, lo obligó a firmar contra su gran invención del concilio de Nicea, y Osio murió a consecuencia de los malos tratos recibidos en la deliberación. En cualquier caso, tenía cien años cumplidos. En su lucha con emperadores y herejes, fue perseguido por Diocleciano, elevado a la más alta asesoría por Constantino, y ejecutado por Constancio.

 

Aparte de lograr introducir el cristianismo en la cabeza del imperio, lo cual condicionó la historia universal, la hazaña más interesante de Osio consistió en ordenar la recopilación del Corpus Hermeticum, probable labor del erudito Calcidio, que una vez redescubierto y traducido en el Renacimiento por Marsilio Ficino para su patrono Cosimo de Médicis, fue considerado como prueba y preparativo del cristianismo por finos analistas como Pico de la Mirandola.

También planeó Osio traducir al latín el Timeo de Platón, pero al final se lo encargó a Calcidio, quien le dedicó su versión, distinguida en la historia de la filosofía por ser el único libro platónico conocido hasta el Renacimiento. Una buena parte del comentario de Calcidio está centrado en la demonología y presenta la primera traducción al latín del término “daimon” como “daemon”.

Hay que ver adónde nos hemos ido. No se sabe mucho más de Osio, el cordobés más influyente en la cultura occidental, después de Séneca.

 

 

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5 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Peseteros

El antiprogre es aquel rebelde juvenil empeñado en mantener su insolencia pero adaptado a las conveniencias de su cartera de acciones.

Pero el interés también cuenta: la época reclama y cotiza a favor de quienes la emprenden con esos fetiches muertos y archivados. También hay antiprogres de circunstanciass o de oportunidad. Son los compañeros de viaje del bolchevismo de derechas.

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5 de agosto de 2010
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Al lado del cementerio

Hace un mes me mudé a una casa al lado de un cementerio. Al principio, cuando fuimos a ver la casa y la agente inmobiliaria nos conducía por los dormitorios, había visto por la ventana un triángulo verde que creía un parque, e imaginé a mi hijo menor jugando al frisbee conmigo. Luego la agente nos informó que el parque era un cementerio, y las piedras rectangulares que había visto diseminadas dejaron de ser adornos y se convirtieron en lápidas. Creía entender por qué la casa no había podido venderse en más de un año. Me acerqué a la ventana de la cocina, desde donde se veía mejor el cementerio, y quise ver, no sé por qué, los nombres de los seres a los que esas lápidas pertenecían. No pude distinguir nada. Saqué una foto, tratando de decidir si me gustaba la casa. Ella ya lo sabía: amor a primera vista, dijo, fascinada con la idea de vivir en una de las pocas casas en forma de cubo de Ithaca (la casa había pertenecido a una pareja sin hijos; la mujer era arquitecta, discípula de Frank Lloyd Wright). Yo estuve de acuerdo, convencido de que el cementerio sería una inspiración para la escritura.

Me mudaba después de haber vivido nueve años en la primera casa que tuve en Ithaca. Allí habían transcurrido los primeros años de mi hijo mayor: no pusimos una mesa en el living para que hubiera campo para sus juguetes. En las paredes había cuadros de pintores bolivianos contemporáneos, un plano antiguo de Cuzco, marcos y espejos con motivos andinos. Los cuadros me gustaban, pero reconozco que en general mi actitud era dejar hacer. Me preocupaban otras cosas y no entendía cuán importante era tener un lugar limpio y bien iluminado para vivir. A veces salía al jardín a patear la pelota con mi hijo mayor, tratando de que se interesara por el fútbol. De lo más orgulloso que estaba era de mis libros.

Mi escritorio en el segundo piso era muy frío y sólo lo visitaba para imprimir cuentos y formularios. De hecho, toda la casa, construida más de cien años atrás, era fría: el viento se colaba por las rendijas de las ventanas. No ayudaban los largos inviernos, que duraban la mitad del año. Escribía en la cocina, el lugar más cálido. En esa cocina ocurrió la primera batalla. Hubo otras, que fueron haciendo que desapareciera el poco cariño que le tenía a la casa. Sucedían cosas entre sus habitantes, se desplazaban los sentimientos, y la casa se resentía. Una vez se coló un murciélago a las tres de la mañana y yo tuve que perseguirlo con un bate. Es un mal presagio, me dije, aunque sabía que nuestros problemas no tenían nada que ver con el murciélago.

Cuando me quedé solo, me encontré con las paredes vacías, con huecos en lugares donde antes había habido muebles, con polvo por todas partes. Pero no era sólo la casa la que había decaído; era todo el barrio. En realidad el barrio siempre había sido así, pero yo no lo había visto. Era hora de buscar abrigo en otro lugar.

(versión original publicada en Etiqueta Negra, agosto 2010)

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5 de agosto de 2010
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Más sobre Festival Eñe América

Festival Eñe América Me encuentro en este momento en el frío Montevideo. La ciudad oscurece muy rápido. Las casas frente al Río de la Plata parecen detenidas en el tiempo, como si todos hubieran abandonado súbitamente la ciudad. Tienen las barandas oxidadas, se mezclan los estilos entre el ladrillo, el minimalismo y el art deco. He visto varias construcciones herrumbrosas y hasta un tren fantasma. He visto grafitis, un muchacho conectado en internet en un paradero con una notebook, una casa de antiguedades. Acabo de regresar de oír a Ricardo Piglia en el Centro Cultural de España en Montevideo. Los uruguayos son elegantes, sus mujeres hermosas. Y la temperatura sigue bajando. Dice una nota en el diario ADN de España:

El Festival Eñe América, una ?fiesta de la literatura? hispanoamericana, abrió hoy su primera edición en Montevideo para que más de cien escritores y creadores de todo el mundo hispánico compartan experiencias y palabras en un encuentro ?apasionante? con sus lectores. Un diálogo entre el cineasta uruguayo Álvaro Brechner y el escritor español Vicente Molina Foix sobre la relación del cine con la literatura fue el primer evento de este festival que se prolongará hasta el próximo 7 de agosto, con más de 50 actividades programadas por toda la ciudad dispuestas para atraer todo tipo de público y suscitar el debate en torno a la palabra. El Festival Eñe América llegó a Montevideo de la mano de La Fábrica, una empresa de gestión cultural española que ya realizó un festival similar en Madrid el año pasado que ahora pretende llevar a distintas ciudades de América de la mano de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), según explicó a Efe su director, Alberto Anaut. ?Este será un festival muy dinámico, con muchas actividades, más de 100 autores y distintos formatos. Lo que queremos es que la gente tenga que elegir, que no pueda ir a todo, y que tenga la sensación de que es un acontecimiento apasionante?, dijo Anaut. Encuentros, conferencias, diálogos, talleres y mesas redondas, todo gratuito y protagonizado por escritores de la talla de Javier Reverte, Ricardo Piglia, Iván Thays y Lorenzo Silva, entre otros muchos, se sucederán durante cuatro días en una actividad sin precedentes en Uruguay cuya sede central, pero no única, será el Centro Cultural de España en Montevideo. El Festival nació en 2009 al calor de ?Eñe. Revista para leer?, una publicación trimestral editada por La Fábrica. Tras el éxito de su primera edición en Madrid sus responsables decidieron dar el salto a América, donde pretenden realizar un encuentro similar cada año en distintas ciudades donde se ?sienta la literatura?. ?Creemos en la democratización de la cultura. Así como participan grandes nombres de la literatura con jóvenes creadores, nosotros nos orientamos a otros públicos, en países reales, con actividades reales. No es un lugar de grandes potencias y por eso nos gustaría ser reconocidos como un festival no obvio?, apuntó el director de La Fábrica. Por su parte, María Palacios, la directora de esta primera edición de Eñe América, explicó que la idea era llevar ?a la acción? el contenido de la revista Eñe con un ?programa intenso, de calidad, potente y atractivo, con nombres conocidos y otros no, heterogéneo y para un público amplio, con la idea de romper la barrera escenario- platea?. ?La verdad es que Montevideo acogió el proyecto de la mejor manera y todo el mundo está interesado en este encuentro en torno a la palabra, donde la gente podrá conversar con los autores y que ese sea el mejor plan para hacer en la ciudad mientras dure el encuentro?, afirmó Palacios.

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5 de agosto de 2010
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Vacaciones de verano

Vamos todos, y yo el primero, por la senda del trabajoso ocio estival, así que les dejo en paz durante este mes de agosto. Sin embargo, me gustará ver colgada durante treinta días la carta del ilustrado alemán J.G. von Herder que me ha enviado el poeta Juan Barja para consolarme de la monomanía catalana. Espero que les guste y aprecien el tipo de monstruo sobre el que algunos hemos estado alertando durante años, con la agradable consecuencia de recibir palizas por todas partes. Ahora ya es tarde. El monstruo lo controla todo.

Los secesionistas catalanes decían que Aznar fue quien más independentistas creaba con su intransigencia, pero como ya suponíamos los que trabajamos en Cataluña, el que más independentistas ha generado ha sido Zapatero con su insensatez. Fue contundente opinión de Carlo Cipolla que entre la maldad y la estupidez hay que elegir siempre la maldad; es menos dañina.

Esta es la carta:

Por desgracia, sabemos que en el mundo pocas cosas hay más contagiosas que la locura. Debemos investigar la verdad laboriosamente y mediante razones, pero aceptamos la locura sin apenas percatarnos y sólo por imitación o por efecto de la sociabilidad cuando convivimos con un loco y participamos de buena fe en la parte cuerda de sus ideas.

La locura se contagia igual que el bostezo, de la misma manera que los rasgos físicos o los estados de ánimo pasan de unos a otros, como una cuerda responde y corresponde a otra armónicamente. Si añadimos a esto el cuidadoso esfuerzo que lleva a cabo el loco para confiarnos sus opiniones predilectas como si se tratara de un tesoro, y si encima el loco sabe comportarse educadamente, ¿quién no compartirá con toda inocencia la locura de un amigo simplemente por complacerle y luego aceptará y transmitirá a otros esa creencia?

Los seres humanos vivimos unidos gracias a nuestra buena fe y gracias a ella hemos aprendido, si no todo lo que sabemos, sí lo más provechoso. Además, ¿no suele decirse que los locos no mienten? La locura, en tanto que es locura, necesita participar en sociedad, la locura se crece en sociedad dado que en sí misma no tiene ni base ni certeza. Para alcanzar sus propósitos se sirve hasta de la peor de las sociedades.

    La locura nacional es todavía más terrible. Lo que ha echado raíces en una nación, lo que un pueblo aprecia y reconoce, ¿cómo no va a ser verdadero? ¿Quién podría dudarlo? El lenguaje, las leyes, la educación, la manera cotidiana de vivir, todo lo consolida e insiste en lo mismo. Aquel que no comparta la locura nacional es un idiota, un enemigo, un hereje, un extranjero. Si además, como suele suceder, esa locura es cómoda o beneficiosa para grupos sociales concretos, muy especialmente los más distinguidos, o incluso beneficiosa para todos (según suele decir la locura misma), si la han cantado los poetas y la han publicado los filósofos, y, en fin, si la opinión popular proclama que justamente esa locura es la gloria total de la nación, ¿quién les llevaría la contraria? ¿Quién no optaría, aunque sólo fuera por cortesía, a sumarse a ella?

Incluso las dudas que podría provocar una locura contraria no hacen sino consolidar la ya aceptada pues los caracteres de los pueblos, las sectas, los estamentos y las gentes chocan unos con otros y por eso las personas buscan un acuerdo común. De este modo la locura se convierte en el auténtico escudo nacional, así como en blasón estamental o estandarte gremial, según los casos.

En verdad que es terrible cómo se aferra la locura a las palabras tan pronto como queda impresa en ellas con toda su fuerza. Un reputado jurista llegó a decir que hay un conjunto de imágenes dañinas unido a la palabra «sangre»: «limpieza de sangre», «justicia de sangre», «sed de sangre»... A las palabras «herencia», "posesión", «propiedad» les sucede lo mismo. Palabras y signos que no tenían en sí ningún significado fueron adoptados por los partidos políticos y con una locura contagiosa trastornaron mentes, destruyeron amistades y familias, asesinaron personas y arrasaron países y naciones. La historia está llena de esos nombres demoníacos y podríamos escribir con ellos un diccionario de la locura que daría cuenta de los más veloces cambios y los más drásticos contrastes.

(De la recopilación de cartas herderianas Briefe zur Beförderung der Humanität 1794, 4ª parte, carta 46. Ésta carta fue seleccionada por Walter Benjamin y Willy Haas para su inclusión en una antología de textos de la ilustración y el romanticismo que se publicó en Die Literarische Welt en su número de mayo de 1932, como advertencia ante las amenazas del nacionalismo y el fascismo.)

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4 de agosto de 2010
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