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Cada vez menos católica

Una buena cata de los papeles de Wikileaks proporciona la mejor y más precisa documentación sobre el mapa del poder en el mundo en la primera década del siglo XXI. Todo cuadra en los cables del Departamento de Estado, fruto del trabajo de excelentes observadores y analistas. No puede sorprender la idea de una debilidad sin remisión que nos transmiten respecto a Europa; ni el tufo de corrupción, cleptocracia y despotismo que captan, apenas sin discontinuidades, en todo el mundo árabe desde Marruecos hasta Irak. Tampoco sorprende la imagen que nos proporciona del Vaticano como un ?poder cerrado, provinciano y anticuado? (en palabras del corresponsal en Roma, Miguel Mora), a pesar de que se trata de la segunda potencia diplomática del mundo, con legaciones en 177 países, detrás de Estados Unidos con 188, según se encarga de recordar uno de los cables.

Los diplomáticos norteamericanos intentan despachar el asunto con el piadoso y socorrido argumento del problema de comunicación. Según señalan, el aparato del Vaticano desconoce las nuevas tecnologías y las relaciones públicas, no funciona la coordinación política y tiene la gestión de sus asuntos mundanos en manos de un grupo de ancianos casi todos italianos, con escasa capacidad para expresarse en inglés, el idioma de la globalización. Las reacciones que suscitan en el mundo católico estas revelaciones confirman la profundidad del problema. Benedicto XVI, a diferencia de anteriores pontífices, no se reconoce como un poder político y diplomático, y reivindica únicamente la influencia espiritual de su autoridad, tal como subrayaba el corresponsal religioso de 'La Vanguardia', Oriol Domingo, el pasado 19 de diciembre: ?Esta visión recuerda la pregunta burlesca formulada en 1945 por el dictador Joseph Stalin a Winston Churchill y Theodore (sic) Roosevelt sobre cuántas divisiones tenía el Papa, entonces Pío XII. Los poderes norteamericano, estalinista y tantos otros coinciden en realizar un análisis tan solo político y económico para enjuiciar la Iglesia?. Y sin embargo, la agenda política y diplomática que tiene la Santa Sede ante sí es tan extensa y difícil como la de la potencia internacional que fue y al parecer no quiere seguir siendo. Un tercio de sus fieles se halla en un continente, América Latina, que ?se siente marginada por el Vaticano?. La atención del Papa a las raíces cristianas de Europa, la unidad con los cristianos ortodoxos y las relaciones con el Islam, han situado a los católicos latinoamericanos en un segundo plano, según estos cables. En los países donde resisten las comunidades cristianas más antiguas, el fundamentalismo islámico alienta una feroz persecución, que con frecuencia llega al pogromo contra los seguidores de Roma. En la inmensa China, el catolicismo tiene prohibido ejercer su autoridad, sustituida por los obispos nombrados por el régimen comunista. La acción de la diplomacia vaticana, y sobre todo de la red capilar de sus sacerdotes y religiosos, se concentra, en otros asuntos de mayor enjundia doctrinal o moral, como la contracepción y el aborto, los matrimonios homosexuales o la investigación en células madre. Los cables del Departamento de Estado revelan que la Iglesia, y sobre todo lo que queda de su antaño brillante diplomacia, mantiene despiertos los reflejos y su sintonía tradicional con el multilateralismo en política internacional y su reformismo social. Su posición ante el desarme, el conflicto de Oriente Próximo, la guerra de Irak, el peligro nuclear iraní, la pobreza, la crisis económica o el cambio climático es la de un clásico Gobierno moderado socialcristiano o socialdemócrata, que viene a ser lo mismo. Distinta, en cambio, es la actitud competitiva frente al Islam de este Papa, al que Washington califica de eurocéntrico: ?Ratzinger cree que Europa es la patria espiritual e histórica de la Iglesia y no está dispuesto a ceder su propio continente a las fuerzas del secularismo o al Islam?. Contrasta esta actitud combativa con la debilitada posición moral de la Iglesia en su propio territorio, erosionada por el escándalo que no cesa de los curas pederastas y las sucesivas rectificaciones primero en el reconocimiento de las complicidades jerárquicas y luego en su represión desde el interior mismo de la Iglesia. Los cables y las reacciones nos dicen dos cosas. Que la primera institución que quiso ser global en la historia (eso quiere decir católica) tiene dificultades para seguir siéndolo. Y que la actual jerarquía vaticana apenas sabe reaccionar ante este amargo e imparable declive.

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23 de diciembre de 2010
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Je vous ayme

 

 

La ópera Bellérophon de Jean-Baptiste Lully fue la primera en publicarse impresa, como consecuencia del gran éxito obtenido en su estreno de enero de 1679, y su posterior representación durante nueve meses en el Palais Royal. El libreto fue obra de Corneille, Fontenelle y Boileau. No se sabe cuánto  y qué se debe a cada cual, y desde el principio se discutió la autoría de determinados pasajes, controversia que fue animada por los mismos autores, y por los rumores de que incluso habría un cuarto, Quinault, al que se debía la idea original. Boileau, que había publicado poco antes su traducción del tratado anónimo Sobre lo sublime, uno de los primeros ensayos que se conocen sobre los poemas homéricos, hubo de tener gran parte en la redacción de un argumento que se basa en la Ilíada y en Píndaro; había pocos autores franceses más familiarizados que él con la literatura griega. 

Belerofonte, que significa “el que mató a Belleros” —y que en la Ilíada aparece como un héroe tan vencedor que acaba mal, por haber provocado la envidia divina—, debe liquidar a la Quimera, monstruo permicioso creado por Amisodaro, quien se encuentra gravemente enamorado de Estenobeia, viuda del rey Pretus, y enamorada a su  vez del heroico Belerofonte, quien bebe los vientos por Filonoé, hija del rey de Licia.

Así que esta ópera, que tuvo cien años de éxito y más de doscientos de olvido, va de amor. En su honor cabe decir que no se conoció a lo largo de los siglos XIX y XX, que es la época de las óperas pesadas y los tratados plomizos sobre música. Alguien se extrañará de que una trama tan amorosa provenga de la Ilíada, y quizá decida vagamente que algún día se pondrá a leer tan famoso poema.

Hubo desde el principio pasajes favoritos que Luis XIV quiso oír más de una vez. Uno de los más célebres es aquel donde Belerofonte y Filonoé cantan “Je vous ayme” —poco después del minuto 51—. Nos ha parecido que también la primera violinista se emociona, y Belerofonte y Filonoé se ponen un poco nerviosos el uno a la otra, sin duda a causa del amor.

La interpretación es magnífica. Les Talens Lyriques se emplean con sabiduría y oficio: vienen debidamente fogueados, tras haber presentado la obra el día anterior en la Cité de la Musique. El Coro de Cámara de Namur frasea y entona que da gloria, y la sabia dirección musical de Cristophe Rousset es impecable.

Me he permitido tomar alguna nota sobre los cantantes. Jean Teitgen,  barítono con pujos bajistas, hace de Apolo y de Amisodaro; o sea, es el enamorado perdedor que fabrica la Quimera. Dado su diseño irreversible, seguramente se movería y cantaría mejor como rey.  Evgeniy Alexeiev, también barítono que se esfuerza por tener voz de bajo al estilo de Chaliapine, es precisamente el que hace de rey, y con su traza no podemos menos que deplorar que no haga de amante despechado y fabricante quimérico. Robert Getchel hace de Baco, de Pitia, y de contratenor, pero con voz tenorina: es el que exige más imaginación del público. Cyril Auvity es Belerofonte, este sí es tenor, y no tiene una voz corriente, pero se echa de menos un poco más de heroísmo y apostura: Belerofonte es un héroe matador de todo bicho viviente, y no debiera recordarnos a Telémaco, el soseras jovenzuelo. Ingrid Perruche, es la soprano que hace de Estenobeia, la viuda enamorada y despechada, verdaderamente se luce, es muy buena actriz, y sólo es de lamentar que no haga de Filonoé, la enamorada que triunfa. Porque Celine Scheen, la soprano que hace de Filonoé, se desmaya demasiado en la tremolina, y está claro que luciría mucho más en el papel de despechada vengativa. También a Jennifer Borghi, mezzosoprano de arrogante coloratura que hace muy bien de Argie, la confidente, y de Palas Atenea, nos gustaría verla enamorada y furiosa, porque está claro que también es actriz.

En estos días de buenos deseos, vayan los míos con la recomendación de oír y ver esta ópera magistral del gran Lully grabada hace cuatro días en la Opéra Royal de Versailles. También el libreto pese a sus erratas será útil. Nada, a pasarlo bien.

 

 

 

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23 de diciembre de 2010
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Volver a fumar

 

Volveré a fumar. Han pasado cinco años de mi vida de no fumador. Vuelvo al tabaco. Volveré a ser un peligro contra la salud pública. Volveré al cegar de humos, a la perdida de capacidad gustativa y a los olores nicotímicos en cada rincón de mi casa. Volveré a los nervios del necesitado de dosis, al ciego deseo de mi ración de cada hora, al enganche de mis días y mis noches. Volveré  a ser conciente de mi inconsciencia, como ese personaje de Italo Svevo, mi  semejante, mi hermano Zeno. Volveré a fumar y volveré a querer dejarlo.

Volveré a mi viejo pulmón. Regresaré a esa masonería dónde mis admirados fumadores, mis queridos muertos  como Josep Pla, Bogart, Ángel González, Julio Ramón Ribeyro o Terenci Moix, no tienen que soportar que una vocera, con tono de pregonera de aldea, llamada Leire Pajín, sea capaz de provocar que tantos exfumadores, que tantos luchadores de antaño, civilizados, democráticos, europeos y en lucha contra los hipócritas discursos de los mantenedores de las drogas legales. Esas que perjudican seriamente nuestra salud y benefician espléndidamente a las arcas del Estado y sus autonomías.

Vuelvo al tabaco de la misma manera que volvería- digo, es un decir- al whisky en tiempos de ley seca. Y no lo hago por desacuerdos o disonancias con la nueva ley de protección al no fumador. Al contrario, creo que en eso, y casi solo en eso, podríamos haber imitado a nuestros hermanos italianos. Tan anárquicos, tan de fumarse la vida, tan capaces de tener políticos aún peores que los nuestros y, sin embargo, tan capaces de aceptar una ley que desde hace más de cinco años prohibió fumar en todo espacio público. Se cumplió sin fisuras desde el primer momento. Algo que me sorprendió, me descolocó y me hizo replantearme mi ser fumador. Yo estaba en Nápoles la noche que ya no se podía fumar en los restaurantes, en los bares, y nunca olvidaré las excursiones a la calle para interrumpir cualquier cena, cualquier charla, por seguir fumando. Me reconocí como uno de aquellos estúpidos, mis semejantes, mis hermanos fumadores. Dejé de fumar. Y se lo confesé a Elena Salgado. Me gustó la imposición europea, italiana. La timidez española me pareció un error. Aún así  he sabido convivir en espacios públicos y privados con fumadores. Estuvo bien mientras duró. Aguanto más subiendo escaleras, ahorro para tener otros vicios, huelo distinto y no me hace falta salirme de la película o de la conversación para fumar un cigarrillo. Ya no puedo más.

Vuelvo al tabaco. Y vuelvo, que lo sepan, por culpa- o gracias?- a Leire Pajín. No puedo soportar su discurso con ese tono de pregonero de pueblo franquista o alrededores.

No quiero seguir por su senda. Sería como hacer caso a Soraya Sáenz de Santamaría en cualquier tema. O creer que Aznar nos puede llevar a algún lugar pacífico. O...vale, no pretendo hablar más claro, el humo ya está cegando mis ojos. Pienso seguir los consejos de aquél no fumador y no me meteré en política. Queda claro que si yo fumo, si vuelto al placer reprimido, si vuelvo al viejo vicios no es porque me guste, es por cómo lo dice la Pajín. Es por estética. ¿Quién dijo ética?  

Otro día hablaremos de salud pública. Y si quiere de drogas. O de nombramientos "`por mis cojones". ¡Qué fuerte!... como diría una ministra

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22 de diciembre de 2010
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Los 10 libros de "Babelia"

El libro del 2010. Foto: hablando del asunto El suplemento Babelia ha hecho una elección de los 10 libros del año, cuyo resultado nace de una encuesta entre 55 críticos y especialistas en literatura. Una vez cotejados los votos, el libro ganador es Verano de JM Coetzee, editado por Mondadori. Son 10 lugares, aunque en el décimo aparece un triple empate. El resultado de la encuesta, con los 10 mejores en orden de puntuación, aparece adelantado en el blog Papeles Perdidos: 1- Verano, de J. M. Coetzee (Mondadori)2- Poesía reunida, de William Butler Yeats (Pre-Textos)3- Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama)4- El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa (Alfaguara)5- El amor verdadero, de José María Guelbenzu (Siruela)6- Retratos y encuentros, de Gay Talese (Alfaguara)7- Algo va mal, de Tony Judt (Taurus)8- Dublinesca, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral)9- Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, de José Emilio Pacheco (Tusquets)10- Esencia y hermosura. Antología, de María Zambrano (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente (Anagrama)Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri (Salamandra).

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22 de diciembre de 2010
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I. ¿Estado policíaco?

Vi una foto en uno de los diarios de Managua que me parece inquietante. Unos jóvenes protestan delante de una fila de soldados del Ejército de Nicaragua por la aprobación de unas leyes que están siendo discutidas en la Asamblea Nacional, muy inquietantes también: la ley de Defensa Nacional, y la Ley de Seguridad Nacional.

            Protegido detrás de la fila de soldados, un individuo vestido de civil, toma fotos a los muchachos que protestan. No es un fotógrafo de ningún periódico ni medio de comunicación. ¿Quién es? ¿Por qué toma fotos a quienes ejercen su derecho ciudadano de protestar?

            ¿Para qué servirán esas fotos? ¿A qué  archivo irán? No se les fotografía de manera inocente. ¿Hay ya en Nicaragua un registro secreto de quienes protestan en las calles, de quienes expresan sus criterios en los periódicos, de quienes se oponen al régimen?

            También hay otra foto de soldados del Ejército que vigilan en plena calle una manifestación pacífica de ciudadanos, que protestan en contra de esas mismas leyes. ¿Por qué soldados, que tienen que estar en sus cuarteles, salen a la calle a vigilar a manifestantes? ¿Esas leyes en discusión anuncian acaso que tendremos al Ejército en las calles para controlar los movimientos de la gente que se expresa, como en sitio militar?

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22 de diciembre de 2010
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Vila Matas defiende "El Virrey"

Librería El Virrey en Dasso Hace unos meses, me dijeron que la librería El Virrey iba a tener que cerrar o mudarse de local, pues la calle Dasso se había revalorizado mucho y el dueño del local buscaba alquilarlo a una actividad más lucrativa que los libros. Un banco, al parecer, ha sido el elegido. ¿Puede competir en alquiler una librería con un banco? Obviamente que no. Pero cerrar el hermoso local de ?El Virrey? (que hace unos años fue remodelado completamente) es una lástima enorme, en especial para quienes asistimos a la calle Dasso desde hace décadas y siempre fue sinónimo de ?libros?, es decir de una felicidad enorme. Ahora se anuncia el cierre y cambio de local. Parece imposible. Enrique Vila Matas comenta desde España lo lamentable de este cierre  Dice la nota:

En Lima es noticia siniestra de estos últimos días que la especulación inmobiliaria va a cerrar El Virrey, legendaria librería. Hace tres años, sin haberla visitado nunca, escribí un texto de añoranza por lo no vivido, hablé de mi melancolía por no haber pisado esa librería peruana, lugar al que una fuerza enigmática me arrastraba. Pero este verano, por fin, la conocí. Fui una noche con Enrique Prochazka y Gabriel Ruiz Ortega y descubrí que, como en un juego de cajas chinas, en el interior de El Virrey había otra librería, llamada Sur, una librería de viejo, y en ella encontré una primera edición de la siempre para mí entrañable Antología negra,de Blaise Cendrars, ?traducida del francés por Manuel Azaña? (Cenit, 1930) Al poco de haber vuelto a Barcelona con el antiguo ejemplar, me encontré con la sorpresa de que acababa de salir en Madrid, manteniendo la traducción de Azaña, una documentadísima edición crítica de Jesús Cañete de Antología negra (Árdora). Hablo de sorpresa porque hasta pisar El Virrey nunca antes había visto la Antología en ninguna otra edición que no fuera la original francesa, y ahora de golpe tenía ante mí dos ediciones españolas del libro, la más vieja y la más nueva. La más nueva llegaba con aportaciones de Tomás Segovia, el apoyo entusiasta de Emilio Sola, y con una conferencia, Sobre la literatura de los negros, que Cendrars dio en 1925 en la Residencia de Estudiantes, con notable éxito entre los jóvenes artistas madrileños que vieron en él a un tipo ?rápido, desenfadado, entusiasta y seco, rítmico y entrecortado, o roto como música de jazz band?. Desde este verano, Antología negra me evoca a El Virrey y desde hace unos días también su tragedia, comentada por Ariel Segal en La República: ?La librería fundada por la pareja Sanseviero en 1973, y ampliada por sus hijos con anexos que incluyen la librería anticuaria Sur -con anaqueles repletos de obras antiguas, grabados, mapas y manuscritos-, es una institución que, por definición, debería ser preservada en el lugar en el que fue instituida?. Para Segal, El Virrey debería pasar a ser ?patrimonio cultural de la nación peruana? y esta sería una forma de salvar un lugar que supo entroncar con la tradición de las antiguas librerías de la vieja Lima. Pero nada indica que la sensata idea de Segal vaya a prosperar. El drama de El Virrey es, a este otro lado del Atlántico, el de tantas de nuestras librerías de la vieja escuela, que día a día se van convirtiendo en símbolos de una lucha por la supervivencia de ciertas formas y estilos. El combate es duro en medio de un panorama severo, pero es una lucha que, como el rayo, nunca cesa.

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22 de diciembre de 2010
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Tania es mucha Tania

Imagen tomada de http://www.atlantico.net/ - Foto: nuria curras. Recuerdo muy bien aquella jornada de la Bienal de La Habana, en la que Tania Bruguera instaló un par de micrófonos para que cualquiera pudiera disfrutar de su minuto de libertad en el podio. Poco tiempo después, esta artista irreverente y universal se fue a Colombia y conmocionó a todos al repartir ?a manera de performance? cocaína entre su público. En Cuba, nos regaló una dosis intensa de opinión sin mordazas; en Bogotá los contrastó a ellos con la evidencia de la droga, principio y fin de muchos problemas en esa nación. Las autoridades colombianas respondieron escandalizadas, pero al final aceptaron que el arte es así de transgresor. Sin embargo, a algunos de los que aquí participamos en El susurro de Tatlin se nos sigue impidiendo entrar a un cine, a un teatro, a un concierto cualquiera. Hace una semana supe que Tania ?nuestra Tania? ha decidido fundar un partido de inmigrantes con sede en New York y Berlín. La nueva entidad está pensada para la defensa de esos que siendo niños llegaron a tierra norteamericana y hoy se sienten en peligro de deportación, pero también quiere enfocarse en los yugoslavos sin papeles que habitan en Madrid, los nigerianos que se esconden de la policía en París o los tamiles que falsean su pasaporte para quedarse en Zürich. Su nueva obra de arte-política se basa en aquellos a quienes los sueños personales, las estrecheces económicas, la guerra, la reunificación familiar o las desiguales condiciones de este mundo, los han empujado a instalarse como indocumentados en otro país. Declaro que he tenido el impulso de militar en ese partido de inmigrantes, pues once millones de cubanos somos segregados en nuestra propia nación con trozos de territorio a los que no tenemos acceso, cruceros que surcan nuestras aguas sobre los que están prohibidos los pasaportes nacionales, tierras que se dan en 99 años de usufructo sólo a quienes pueden demostrar que no han nacido aquí y empresas mixtas para gente que habla con la ?zeta? o dice ?Madame? y ?Monsieur?. Encima de eso, nos imponen fuertes restricciones para entrar y salir de nuestras fronteras, restricciones que evocan a la garita donde retienen a los ilegales en un aeropuerto. Hay momentos en que uno siente que nuestra nacionalidad es como una visa vencida, una tarjeta de residencia caducada, un permiso de estancia que cualquier día nos pueden revocar.

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21 de diciembre de 2010
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Los mercados

Decimos, dicen: los enemigos son los mercados. ¿Qué mercados? ¿Dónde están? ¿Por qué son nuestros enemigos y nos atacan? ¿Qué podría detenerlos o disuadirlos? Preguntas todas carentes de toda pertinencia.

Lo característico del mercado es su abstracción. Pero además, lo capital del mercado, es su abstracción central y gradualmente global. Los mercados pueden ser nuestros enemigos pero o también pueden transformarse en amigos y permitirnos  prosperar. La naturaleza del mercado, siendo en apariencia tan abstracta,  pertenece al orden de lo inefable y a lo inasible y a lo fatal. También, efectivamente, forma parte de lo inexplicable de este mundo porque de otro modo, siendo parte del pensamiento lógico, podría establecerse negociaciones, diálogos para  hacerle entrar en razón.

Sin embargo, la razón que nos hiere o nos mata a través de su conducta bárbara forma parte de su organismo excéntrico. Los mercados enloquecen y los mercados nos hacen libres. Nos esclavizan en sentido moral pero nos hacen libres en sentido político, nos destruyen en sentido humano  pero nos construyen en sentido económico. O nos destruyen en todos los aspectos igualmente que nos edifican sin pausa.

Lo característico, en fin, del mercado es su aparente independencia, su dura autonomía  su implacable sinrazón. Gracias precisamente a esta sinrazón de primer grado, inflexible, creemos en ellos. Los odiamos o los amamos sin saber qué amamos o no pero siendo su efecto tan terrible como la mano de Dios los tememos. Los tememos y contiguamente los respetamos. Son nuestros enemigos pero no conocemos dónde se encuentran con exactitud y para neutralizarlos no podemos hacerlos parar. Operan, de hecho, como si no existieran puesto que nadie conoce la fórmula para delimitarlos y, a continuación, desintegrarlos. Nadie conoce su paradero mortal que como un ser inmortal se halla por todas partes y en ninguna. Pero  no conocer su paradero les permite seguir funcionando con la mayor libertad y dentro de ella hacernos sentir libres. Moribundo pero liberados. Esclavos pero manumitidos,  pervertidos moralmente pero inducidos a compartir el pan y la sal.

La paradoja de los mercados, buenos y malos al mismo tiempo, explotadores y liberadores, verdaderos y falsos, productores y especuladores, es que convierten su neta identidad en transparencia y su presencia en una ausencia. Actúan desde lo invisible para hacerse sentir y desaparecen en lo invisible tal y como si no necesitaran lugar alguno donde asentarse. La ausencia del mercado sería nuestra perdición y, paradójicamente su crónica ausencia garantiza su  perduración. 

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21 de diciembre de 2010
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Zombis

Hace un par de años el dueño de una librería de comics me recomendó The Walking Dead. No me convenció. Los zombis son personajes con los cuales se puede hacer muy poco (no hablan, no piensan, apenas se mueven); pensé que el interés de la cultura popular en ellos no duraría mucho. Pero luego vinieron libros como Orgullo y prejuicio y zombis, películas como Zombieland, y hoy la serie televisiva de moda es la adaptación de The Walking Dead. Los zombis están por todas partes.

El teórico esloveno Slavoj Zizek ha intentado entender el porqué de este fenómeno. En Looking Awry, Zizek argumenta que los muertos vivientes son "la fantasía fundamental de la cultura popular contemporánea". Según él, los muertos vivientes regresan porque algo ha fallado durante su entierro. Los ritos fúnebres son la forma que tenemos de inscribir simbólicamente a los muertos dentro de una tradición, hacer que sigan viviendo con nosotros; como algo ha fallado en este proceso, el regreso es un intento de cobrar esa deuda simbólica. Zizek diferencia entre deseo e impulso y menciona como ejemplos a Antígona, al fantasma del padre de Hamlet y a los zombis de George Romero; estos muertos no desean sino que tienen un impulso, una demanda, un requerimiento. Sólo podrán volver tranquilos a la muerte una vez que se cumpla su demanda.

Las ideas de Zizek no siempre funcionan cuando los muertos vivientes aparecen a escala masiva, en las narrativas apocalípticas. De hecho, parecería que el apocalipsis hace ver a los sobrevivientes de otra manera, como si ellos fueran los verdaderos "muertos vivientes"; eso ocurre en Zombie, la novela de Mike Wilson, y en The Walking Dead. En Zombie, el apocalipsis nuclear hace que sólo queden vivos unos cuantos adolescentes en un barrio otrora privilegiado de Santiago. No hay zombis literales en la novela, pero la metáfora funciona: enfrentados con tanta destrucción, los adolescentes comienzan a verse a sí mismos como muertos en vida. En The Walking Dead hay zombis por todas partes, pero el verdadero peligro se encuentra entre los mismos sobrevivientes. El deseo parece ser más peligroso que la demanda.      

Hay consenso en señalar a George Romero como el más influyente creador de la versión contemporánea del zombi. Agregaría los nombres de dos escritores: Richard Matheson y H. P. Lovecraft. Curiosamente, ninguno de ellos utilizó la palabra "zombi" en sus obras. En Soy Leyenda (1954), Matheson se adelantó a todas las narrativas apocalípticas de plagas y de hombres solos contra el mundo; Robert Neville debe enfrentarse a estos hombres sin cerebro que lo rodean y que son puro impulso asesino. Los muertos vivientes de Matheson son vampiros venidos a menos; la conexión es directa entre el vampiro como el verdadero "no muerto" y estos muertos en vida. Matheson se pierde en explicaciones científicas, pero sus vampiros degradados serán la base para los "ghouls" de Romero.

Lovecraft escribió varios cuentos relacionados con el tema de los muertos vivientes; "Herbert West, Reanimator" (1922) es el mejor. La obsesión del doctor West es "superar artificialmente la muerte"; al principio se trata de un medio para un fin, pero luego esto se convierte en un fin en sí mismo. Una vez que no encuentra cadáveres para sus experimentos, se pone a usar "especímenes que habían estado vivos cuando los consiguió". Al final, en una escena escalofriante y magnífica, los muertos vivientes, inexpresivos y silenciosos, con movimientos espasmódicos, regresan en busca del doctor, "como autómatas guiados por un líder con cara de cera" (aquí, Zizek vuelve a tener razón). Son una "horda grotescamente heterogénea... humanos, semihumanos, una fracción de humanos y no humanos". West es despedazado, y el líder, que lleva un uniforme de militar canadiense (estamos en los años de la primera guerra mundial), se lleva su cabeza mostrando por primera vez una "emoción visible". Por lo visto, hacia 1922 Lovecraft fue capaz de imaginar cuál sería la fantasía fundamental de la cultura popular de nuestros días.    

(La Tercera, 20 de diciembre 2010)

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20 de diciembre de 2010
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Ya suenan los claros clarines

Es bastante agradable consumir el día del domingo en leer un grueso volumen sobre música, "La imaginación sonora" de Eugenio Trías, mientras por la radio van fluyendo pieza tras pieza y te sorprenden una y otra vez con algo inesperado.

A veces se dan coincidencias rotundas. Debo decir que cuando he llegado al último capítulo, el que se titula "Coda filosófica", donde Trías expone y resume algunos de los misterios más insondables de la música que han ido apareciendo a lo largo del libro, sonaba en la emisora nacional la adaptación para orquesta que hizo Weingartner de la Grosse Fuge de Beethoven. Era una coincidencia astral, pitagórica, especialmente hermosa porque la letra empujaba a la música y Beethoven empujaba a Trías. Un baile.

    En este segundo volumen nuestro filósofo vuelve sobre algunos compositores que en el anterior se le habían quedado en el cajón, pero lo presenta casi como una historia de la música, de Josquin Des Prés a Ligeti y Scelsi cuyo capítulo es de esencial lectura porque contiene algunos de los elementos principales de la apreciación musical de Trías, la cual es tan generosa, tan amplia, incluye tantísimos autores y tan diversas formas, que uno acaba convencido de que también le gusta La Parrala, aunque de modo distinto y por lo tanto no la trata. En su análisis de Scelsi vienen los datos más relevantes sobre lo que podríamos llamar "una escucha eugenésica", ¿o sería mejor decir "triásica"?

    En el inicio y en el final, sin embargo, Trías se asoma al abismo de la significación musical y es en esos dos momentos en los que me parece más entusiasta. Un entusiasmo que se contagia porque he tenido la tentación de descolgar el teléfono y empezar a preguntarle cosas sin darle tiempo a reponerse. No obstante, como sé que no descuelga el teléfono ni que le llame Wagner, no lo he hecho, pero las preguntas son acuciantes.

    Como es bien sabido, Trías sitúa el origen mismo de nuestra capacidad musical (un enigmático logos musical) en el momento previo al nacimiento, en la vida intrauterina. Allí, mientras flotamos por unos meses en el líquido amniótico, se produciría ya una separación entre ruidos y sonidos. De darse tal separación estaría todo el juego resuelto: si a nuestros oídos fetales llegaran unos entes desagradables que de inmediato clasificamos como "ruidos" y los podemos diferenciar de otros que son más bien agradables a los que llamamos "sonidos", allí, en ese momento previo a todo entendimiento, ya hemos unido unos entes sonoros a la significación y dejado fuera a otros que irán al archivo de lo que "no dice nada". Los ruidos serían sonidos sin sentido, inútiles y fatigosos.

El ejemplo que propone Trías (con apoyatura científica) es el de la voz materna que el recién nacido reconoce a los pocos días de venir al mundo, cuando carece de todos los restantes sentidos. Aquel amasijo ciego y torpísimo, parece que inclina la cabeza repetidamente en dirección a la madre en cuanto ésta habla. En el principio, por lo tanto, estaría el sonido y nuestro oído buscaría ese proyecto de mundo antes incluso de abrir los ojos.

    La propuesta es sumamente ambiciosa y se asemeja a la de Chomsky en el terreno lingüístico. Por decirlo de un modo brutal, así como naceríamos siendo ya seres lingüísticos, si aceptamos la propuesta de Trías naceríamos siendo músicos. Lo cual, desde luego, explicaría que no se dé en el mundo, ni se haya dado, sociedad alguna que no tenga como componente primordial la danza.

    En fin, habría muchas más preguntas, pero a lo mejor sí que me acerco al teléfono y le invito a un baile.

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20 de diciembre de 2010
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