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La rara integridad de José Lezama Lima

Gabriela García (Santiago de Chile): Pienso que leer a Lezama es como internarse en un bosque tupido, en un acertijo, un laberinto. Se sabe, sin embargo, que detrás del tupido velo está el alumbramiento, la revelación. Y es ésta última vivencia la que te paga el viaje. Me gustaría saber qué imágenes, sensaciones  le vienen a usted al leer o pensar en Lezama Lima.
 

Lo más inmediato es lo bizarro. El placer de lo raro, esa exaltación del lenguaje que dice más de lo que vemos. Garcilaso de la Vega escribe: “Oh dulces prendas por mi mal halladas.” Lezama: “Una oscura pradera me convida.” Son endecasílabos de una plena sonoridad vocálica, sensorial y degustada. Pero el primero tiene como perspectiva la nostalgia reflexiva, que sugiere la memoria del bien perdido; mientras que el otro ocurre en el futuro: todo está por ser gustado, con tentación y misterio;  “oscura” y “pradera” crean un claroscuro, propio del barroco, donde la mirada es el misterio del mundo. Lezama, además, es un poeta anagramático: en ese verso leemos “cura,” “era,” “con vida.” El barroco es inmanentista: el modelo cultural de la mezcla, y por eso una forma plena de lo moderno.

Lezama y usted mantuvieron una larga correspondencia. ¿Cuándo surge ésta y hasta cuándo se mantiene? ¿Cómo era la relación que alimentaron por escrito? ¿llegaron a ser amigos? ¿Cuál es el Lezama que develaba su letra, el contenido de esas cartas?

Nuestra amistad es anterior al correo electrónico. Escribí en1968 un largo ensayo sobre Paradiso que le gustó mucho. En una carta a su hermana Eloísa, a quien tuve el gusto de conocer creo que en Puerto Rico, publicada después de su muerte, le dice: “Ortega ya se ocupó del Paradiso.” Pero, en verdad,  Paradiso se ocupó de mi. Cuando estuve en Yale (1970-71), donde dicté un curso sobre narrativa cubana, con su sobrino y alumno mío, Manolo Alvarez, hoy crítico de arte en Puerto Rico, tratamos de llevarlo a un coloquio. Y empezamos a escribirnos. Varias veces me animó a visitar Cuba. Y me envió sus libros. Lamentablemente, perdí sus cartas en una mudanza. Una de ellas se publicó en la Revista de la Biblioteca de la Habana, se ve que habia hecho una copia al carbón.

¿Por qué nunca llegaron a conocerse? ¿Pudieron despedirse por carta antes de su muerte? ¿Cuál es el primer libro que lee del cubano?

Me invitaron un par de veces a Cuba pero ir de jurado de concursos literarios me parecía poco estimulante. Yo había sido alumno del padre Gustavo Guitérrez  y el turismo revolucionario me parecía hecho a costa de los más pobres. Siempre creí que la Revolución Cubana había exagerado la importancia de los escritores, convirtiéndolos en figuras públicas, ilusamente poseídos por el poder de su  palabra, que suele ser una licencia del lenguaje y una indulgencia mediática. La última comunicación fue el 74, cuando  le pedí unos poemas para una revista; me envió un par de los últimos. Lo primero suyo que leí fue Paradiso. Luego, la poesia y los ensayos. Angel Rama me pidió una antología de Lezama para la Biblioteca Ayacucho (Caracas) que titulé “El reino de la imagen.” Finalmente, fui a La Habana hace un par de meses para inaugurar el congreso sobre Lezama Lima que organizó el Instituto de Literatura.

Dentro de los dolores de Lezama Lima, está la muerte. Contra ella parece haber escrito y para llenar ese vacío, parece haber tejido una red de imágenes. ¿Cuán determinantes fueron las muertes de su padre y madre en su vida?

La ausencia del padre está en el origen, y la partida de la madre en el fin. Sobre el vacío del uno se abre la obra, y sobre la pérdida de ella se cierra. Lezama habia hecho de su familia la casa del lenguaje. Habia construido la morada donde habitaba. Por eso no requería viajar, vivia ya en un viaje circular perpetuo, el del lenguaje alimentado por la conversación, la escritura, y la celebración de los dones recibidos siempre como prodigio. Fue un escritor como no ha habido otro.

Devorador de libros, asmático como Proust, obeso. ¿De qué manera cree usted que la enfermedad forja la personalidad y la obra del escritor?

El primer día que llegué a La Habana, fui a conocer su casa que  acababa de abrir sus puertas convertida en Casa Museo Lezama Lima. Es una casa pequeña y acogedora, detenida en los años 50, de una pobreza discreta, pero llena de retratos y cuadros maravillosos, y de estantes de libros envejecidos por el uso. El asma la habia incorporado   como  otra  respiración, como un ritmo propio del lenguaje y del cuerpo. Lezama trocaba lo cotidiano en imagen, y vivía en la alegoría de una   “era imaginaria,” donde el día era la orilla de un tiempo epifánico. No  ha habido escritor menos catastrofista. Sólo José María Arguedas ha creído tanto en la creatividad cultural latinoamericana. 

Se cumplen 100 años del nacimiento de Lezama y el mundo entero le rinde pleitesía. Sin embargo, algunos reclaman que el autor de Paradiso fue ninguneado mientras estuvo vivo, que además de ser tratado de elitista y  hermético por los comisarios de la época, su obra fue censurada, tratada de   pornográfica y pagó el precio por ser homosexual y católico en su Cuba natal. 

No dudo que haya habido policías que lo malquerían. Y sufrió privaciones en el período de durezas y cerrazones. Pero dudo que Lezama asumiera el papel de víctima. Me parece que el poder político no supo qué hacer con él. Era admirado por Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Cintio Vitier. Y Lezama no ocultaba su crítica de las censuras y persecuciones. Pero es un hecho  que sus libros se publicaron en Cuba y después de su muerte ha habido una creciente dedicación a su figura y obra.  Yo creo que hay que alentar la transición cubana, para que tenga el menor costo posible en sufrimiento, y no creo que se deba utilizar  la muerte de un poeta con fines políticos.  La dignidad de su obra es un acto de fe, cuyo sentido no es menos político que poético: nos enseñó a creer en la suficiencia del arte como integridad vital, y en la capacidad permanente  de la literatura de rehacer el  mundo en el lenguaje.  La vehemencia lezamiana, el radicalismo que alienta en el grupo de Orígenes, son una plena versión cubana del mundo.

Algunos argentinos sostienen que Lezama Lima fue el engendro, la semilla de lo que luego se conoció como realismo mágico. Otros sostienen que además es el patriarca, el autor más importante de Cuba. ¿Qué importancia le da usted en la literatura hispanoamericana? ¿Tiene herederos Lezama Lima?

Todos somos herederos de Lezama Lima, aun sin saberlo. Nos recordó que nuestro origen es el barroco, que hemos nacido adultos como cultura latinoamericana. No estamos “en busca de nuestra expresión,” dijo, la tenemos desde el comienzo, plenamente. No somos hijos de la violencia ni  del fracaso sino de las sumas regionales y las multiplicaciones atlánticas. Ese optimismo en las formas es una afirmación profunda de la identidad creativa hispánica. Con Haroldo de Campos, con Severo Sarduy, con Julia Castillo he compartido esos acuerdos

Mucho se habla de su obra pero poco de su muerte. Mientras Tomás Eloy Martínez habla de que lo terminó matando el asma, otros hablan de infarto, de operaciones, de su obesidad. ¿Cómo y por qué muere Lezama Lima?

Muere de su propia muerte, como todos los hombres.  Ignoro los detalles, pero extraordinariamente su muerte hizo más viva su presencia. Lezama, y todos sus discipulos cubanos, demostraron que se puede vivir dentro del arte como en una naturaleza equivalente, con certidumbre y plenitud. Por eso es que en La Habana de hoy, en medio de la privación, uno cree entender que la austera vida de Lezama fue una forma innata de la vida genuina del artista contemporáneo en cualquier lugar. Hablando en la calle con estas gentes, dialogando con los poetas, con los maestros, uno reconoce la verdad elemental de sus palabras. Saben que tienen una crisis a las puertas y quieren que los tomemos en serio. En cambio, en casi todas nuestras capitales uno siente que el lenguaje es un mutuo engaño porque hemos convertido la vida cotidiana en mercado, y el crimen y la corrupción son el otro lado de esa moneda. Por eso nuestro lenguaje está hecho de prejuicios, estereotipos, machismo, descreimiento y violencia: está hecho en la negación del otro.

Lezama era un amante de la imagen, de la metáfora. Recuerdo por ejemplo, en Antes del anochecer, cuando Lezama le recomienda al joven Arenas que  lea la Biblia. ¿Qué concepción tenía de Dios?, ¿cuál habrá sido su pasaje favorito?

Lezama era católico pero también neoplatónico. Y trató de encontrar no una     síntesis sino una fluidez entre su sensorialidad y su espiritualidad. El arte fue el instrumento de hacer dialogar esos extremos. Reinaldo era un muchacho del campo, quizá le recomendó la Biblia para que reconozca sus orígenes. Sospecho que su Dios no era el de las Tablas de la Ley. No dudo que seguía la lección más cristiana: la de no añadir aflicción al afligido. Tal vez su libro favorito fue la Apócrifa y las Epístolas. “Creo porque es imposible,” solía decir, citando a Tertuliano. Y siempre he pensado que tenía  el arrebato paulista que Cervantes insufló en su Quijote.

Poeta, narrador, ensayista, novelista y fundador de Orígenes y otras revistas literarias. ¿Cómo fueron las reuniones de pauta de Orígenes, el  ambiente de esa época y cuál es la herencia que dejan estas   publicaciones? 

 

Sin las revistas literarias de los años 40 no habría habido nueva novela  latinoamericana.  “Orígenes” fue una fuente de inspiración, rigor y libertad. Pero también fue un taller de diálogo, una feria del libro, una escuela de justicia poética. Allí  escribieron los maravillosos Cintio Vitier y Fina García Marruz, a quienes conocí en 1985, cuando los encontré en un coloquio sobre Lezama en Poitiers. Debemos siempre recordar la gran lección lezamiana: sólo lo dificil es estimulante. O sea, la poesía es superior a nuestras fuerzas. Y su demanda da la medida de nuestro lugar en el mundo.

“Lo que me ha interesado siempre es penetrar el mundo oscuro que me rodea”. ¿A qué se refería?

Al misterio de todo lo existente, que a pesar de la religiosidad y la fe, sigue siendo en buena medida ilegible. La poesia busca iluminar lo oscuro, y es un don que nos hace dar lo que no tenemos. La oscuridad y la luz dialogan, al final, cediéndose la palabra. En la obra de mis amigos, los poetas cubanos Reina María Rodríguez, Victor Fowler y Antonio José Ponte yo creo reconocer esa sutileza lezamiana de vivir plenamente en la luz gracias a la oscuridad.

 

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9 de enero de 2011
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Dashiel Hammet, 50

Dashiel Hammet El lunes 10 de enero se cumplirán 50 años de la muerte del gran narrador de novela policial, Dashiel Hammet, autor de El halcón maltés. El diario El País se adelanta en el recuerdo. Dice la nota:

En su haber tenía dos guerras, un valiente compromiso con la izquierda política a pesar de su paso por la mítica agencia de detectives Pinkerton -germen del FBI- y una mala salud de hierro macerada en alcohol pero, sobre todo, cinco novelas y dos libros de relatos con los que sentó las bases de un nuevo género. Antes de Hammet, existía la novela policíaca, aquella que cultivaron Edgar Allan Poe o Agatha Christie, de detectives desdeñosos con ayudante algo bobalicón que desprecian a la policía y cuya mente prodigiosa se revela capaz de desentrañar los más retorcidos crímenes. ?En cambio, el detective de negra suele ser un tipo solitario, desengañado, y ese modelo lo inventó Hammett con Sam Spade. Le metió músculo a la novela policiaca y la convirtió en un testimonio social?, afirma a Efe el escritor David Torres, merecedor en 2008 del premio Dashiell Hammett que otorga la Asociación Internacional de Escritores de Novela Policíaca. Para Torres, Spade es el detective por excelencia, y el resto, ?variacones más o menos afortunadas? de este personaje ?más filósofo que policía?, que se mueve en las tinieblas, que ha de decidir constantemente entre el bien y el mal hasta el punto de entregar a la justicia a la mujer que ama. Un código moral de caballero andante, quizá espejo del propio Hammett, a quien su negativa de delatar a supuestos militantes comunistas le valió unos meses de cárcel en 1951. ?Un hombre debe mantener su palabra?, dijo la noche antes de ocupar su celda, según relata Diane Johnson en su biografía del autor. (?)

?Creía en el derecho del hombre a la dignidad y jamás, durante toda su vida, jugó a otro juego que al suyo propio: nunca mintió, nunca fingió, nunca se rebajó?, leyó Hellmann en el funeral de Dash. Además, pese a que despreciaba profundamente la violencia, fue quien la introdujo explícitamente en la literatura criminal, donde hasta entonces aparecía velada, sugerida. Hammett dejó un legado que va mucho más allá de El Halcón Maltés: creó al ?agente de la Continental?, protagonista de ?Cosecha Roja? y de varios relatos, a la pareja formada por Nick y Nora Charles (El hombre delgado) y al detective Ned Beaumont deLa llave de cristal. Desde 1934 a su muerte no volvió a publicar nada memorable. O como diría Josephine Hammett en la biografía que escribió sobre su padre, ?no dejó de escribir, no hasta el final de su vida, lo que dejó de hacer fue acabar lo que escribía?.

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8 de enero de 2011
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El año nuevo del antiprogre (y 6)

No se sabe muy bien quien envejece peor, quien se encastilla rápidamente en el conservadurismo de su vejez o quien se empeña en mantener que no ha traicionado ni una sola idea de su juventud.

El mito de la buena vejez sustituye con mayor verosimilitud al de la eterna juventud. Pero es más mendaz y perverso. Podemos soñar que siempre seguiremos jóvenes pero sabemos a ciencia cierta por nuestro cuerpo que la vejez es una ruina. Envejecer bien puede ser, en el mejor de los casos, un mero estado de la mente que no afecte al cuerpo. En el peor, lo contrario: un cuerpo que aparenta y una mente destruida. Pero viejos de mente los hay muy jóvenes.

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8 de enero de 2011
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La mujer del taxista tapatío

Mi amiga Gloria López Morales insistió tanto en que debía asistir a la velada que se realizaría en Morelia, para celebrar la proclamación de la comida mexicana como "patrimonio inmaterial" de la Humanidad, por parte de la Unesco, que finalmente decidí prescindir del billete de avión Guadalajara-Ciudad de México para viajar a la capital de Michoacán. Aunque la cocina mexicana -riquísima por otra parte- me parecía poco "inmaterial", como tampoco lo son el flamenco o los castellers, otros de los bienes proclamados en la reunión de Nairobi, la amistad con Gloria, a la que no veía desde hacía años, me decidió a una visita necesariamente fugaz pues no podía aplazar el retorno a Europa. Al fin y al cabo tampoco era una desviación exagerada: Gloria me enviaría un taxista que, en cosa de cuatro horas, me llevaría a Morelia. Al día siguiente, en un tiempo semejante, sería conducido a Ciudad de México. Aún dispondría de varias horas antes de ir al aeropuerto para emprender el vuelo. Nada que oponer, por tanto.

Y el día señalado el taxista apareció ante mi hotel de Guadalajara. Era, la verdad, un coche bastante arruinado, lejos de esos todoterrenos imprescindibles en las cosas oficiales u oficiosas que se realizan en México. Pero esa carecía de importancia pues, en definitiva, se trataba de recorrer una autovía durante cuatro horas. En el interior del vehículo, en el asiento trasero, estaba hundida una mujer muy menuda. El taxista me preguntó si me importaba que su esposa nos acompañara hasta Morelia, donde podría visitar a no sé qué pariente enfermo. Le dije que no. El taxista, un hombre joven y rechoncho, estaba ilusionado con el desplazamiento pues, según dijo, nunca había salido del área de Guadalajara. Era, de acuerdo con sus palabras, un "mero tapatío".

Durante las dos primeras horas de la travesía la mujer permaneció muda. La autovía era bastante monótona aunque el paisaje se animó un poco cuando dejamos atrás Jalisco y nos adentramos en Michoacán. Sin dejarse vencer por la monotonía el taxista, de vez en cuando, se mostraba admirado por lo que veía, en especial si se trataba de vacas o caballos. No abundaban los letreros que informaran de lo que faltaba para llegar a Morelia, pero cuando vi uno que situaba esta ciudad a 190 kilómetros interrogué al conductor sobre la hora en que llegaríamos a la capital de Michoacán. El taxista, con toda naturalidad, dijo que si fuéramos a Morelia llegaríamos a las dos de la tarde, pero no íbamos a Morelia. Me quedé bastante sorprendido y le pregunté que, entonces, adónde nos dirigíamos. Se hizo un silencio embarazoso, al final del cual el taxista pidió ayuda a suesposa. "Uruapan", pronunció esta. Los acontecimientos se precipitaron.

Le dije que detuviera el coche y me aclarara el cambio de destino. En medio de las explicaciones confusas del taxista deduje que a última hora se había modificado la sede de la celebración del éxito de la cocina mexicana y que Gloria le había pedido que me llevara a Uruapan en lugar de a Morelia, pero que con la excitación del viaje se le había olvidado comunicármelo. Traté de llamar a Gloria por el teléfono móvil, sin conseguirlo. ¿Dónde demonios estaría Uruapan? Pedí un mapa. El taxista no solo no tenía un mapa sino, lo que era mucho peor, siempre pronunciaba de una manera distinta la palabra "Uruapan" y pedía consejo a su mujer para recordar el nombre. En lugar del mapa tenía un dibujo realizado por otro taxista de Guadalajara: era tan confuso que yo no entendía nada, y mi compañero de asiento menos que yo. Nos pusimos de nuevo en marcha hasta llegar a una pequeña y destartalada gasolinera, donde tampoco había ningún mapa. El empleado, hombre de pocas palabras, alcanzó a decir que la salida de la autovía para Uruapan era la anterior pero que si tomábamos la siguiente, y después de numerosos giros a la izquierda y a la derecha, todavía podíamos orientarnos hacia el camino correcto. Le rogué al taxista que no saliéramos de allá sin que hubiera memorizado el alambicado sistema de giros expuestos por el gasolinero. Afirmó sin convicción que lo tenía todo incrustado en la memoria.

Partimos. En la primera encrucijada confié en su pericia; en la segunda, tuve la intuición de que confundía la derecha con la izquierda; y en la tercera, la seguridad de que no sabíamos por dónde íbamos. Lo único que estaba claro era que nos encarábamos a la sierra michoacana. Dejamos atrás un pueblo llamado Zacapu, sin que el taxista hallara el lugar adecuado para preguntar por nuestro rumbo. Después de Zacapu, preguntó a varias personas, con resultados tan dispares que, para unos, Uruapan estaba allí mismo y para otros, a no menos de cinco horas. Pasamos sin problemas un control militar y luego otro, de la policía federal, sin embargo tras atravesar El Pueblecito, un pequeño núcleo de cuatro casas, nos topamos con una patrulla de la población estatal. Tuvimos que detener el vehículo. El taxista salió a preguntar y volvió melancólico y cabizbajo. No podíamos continuar. Durante un largo minuto no hubo manera de que especificara algo más la situación mientras, a unos 10 metros, tres policías uniformados de negro permanecían a la espera. Por fin supe la verdad: teníamos que comprar lotería de la Navidad de la policía si queríamos continuar con nuestra excursión.

Compré 300 pesos de lotería navideña policial y reemprendimos la marcha. Sin embargo, el taxista había perdido la ilusión inicial por la aventura y resoplaba continuamente. La carretera era mala, sin asfaltar en muchos tramos, y solo sabíamos que si llegábamos a Paracho, "donde se fabrican los violines", estaríamos cerca de Uruapan. Tras el incidente de la lotería el taxista solo interrumpía su mudez para quejarse de que después de cada descenso venía un ascenso. Y de repente la esposa habló: "Así es la cordillera, amor" Llevábamos más de casi seis horas metidos en el coche y de pronto la mujer del taxista tapatío se puso al mando de la expedición. Examinó el dibujo del amigo de su marido, que ni este ni yo habíamos entendido en absoluto, y pronosticó con franqueza la ruta: primero Cheran, después Paracho, finalmente Uruapan. Luego, inesperadamente para mí, admitió que nos habíamos internado en una zona de narcos, pero que no había nada que temer.

La mujer de taxista parecía saberlo todo acerca de la situación. Repitió el comentario que ya varios mexicanos me habían hecho sobre las funestas consecuencias del bloqueo de fronteras ordenado por Estados Unidos tras el 11 de septiembre del 2001. La acumulación de la droga procedente de Colombia antes con un destino más fácil en el mercado norteamericano, había devastado las ciudades de la franja septentrional y desatado la violencia asesina entre los distintos clanes. La guerra del presidente Calderón contra el narcotráfico se había superpuesto a la guerra de los cárteles entre sí por el dominio del territorio. La consecuencia había sido decenas de miles de muertos. Además, en la actualidad, en ciertas regiones de México como Michoacán, sobre todo donde nos hallábamos, en la Sierra, y más allá, hacia el mar, en Tierra Caliente, los narcos tienen una tupida red de plantaciones y laboratorios.

La mujer del taxista era una experta. Al llegar a Cheran ya me había informado de todas las habilidades de la Familia Michoacana, y al cruzar Paracho, llena de artesanía e instrumentos musicales, yo también me consideraba casi un experto.

Llegamos a Uruapan. Gloria riñó al taxista por su torpeza y me conminó a seguirle al banquete de celebración. Antes, sin embargo, me despedí del taxista. Por suerte la carretera entre Uruapan y Morelia era, al parecer, excelente. A ella le di la lotería de Navidad, con la extraña seguridad de que le tocaría el premio.

El País, 26/12/2010 

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8 de enero de 2011
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El año del realismo (o de Franzen)

Jonathan Franzen cómodo en su año Sin duda, el 2010 ha sido un año marcado por la publicación de Freedom, la novela de Jonathan Franzen. No solo ha sido mencionada por la mayoría de listas literarias anglosajonas (suponemos que cuando se traduzca lo será en las listas en castellano) sino que ha sido la excusa para muchísimas discusiones literarias. Las más importantes de ellas tiene a la necesidad (o posibilidad) de volver al realismo decimonónico como manera de recuperar el poder de la novela.  Así lo explica muy bien Edmundo Paz Soldán en su último post en el Boomerang:

En los Estados Unidos, la novela es hoy más un entretenimiento sofisticado que el vehículo de crítica cultural que fue en manos de Roth, Bellow y compañía. Elestablishment literario neoyorquino sueña con una novela -y un novelista- capaz de reinventar la forma para este nuevo siglo (por eso, quizás, la manera redentora en que se recibió la obra de Roberto Bolaño); como no existe ese escritor, queda la nostalgia por aquello que la novela alguna vez fue. Franzen no abre la novela hacia el futuro; más bien muestra que se puede escribir un gran libro en pleno siglo XXI con todo el arsenal de trucos y estrategias narrativas desarrolladas por la novela europea del XIX. Se puede jugar a ser enorme con Tolstoi y Flaubert de la mano y dejando de lado a Joyce y Faulkner y Kafka.

En la Revista Ñ aparece una entrevista de Matilde Sánchez al hombre del momento, donde habla del realismo y la novela clásica como una toma de posición. Es una nota extensa, estupenda, una verdadera crónica sobre Franzen y su vida de yuppie literario, a la que se agrega su deseo de atacar algunos enemigos literarios con el desdén y la soberbia que ya le conocemos.  Dice la nota:

El departamento donde Franzen vive, en el Upper East side, en lo mejor de NuevaYork, (?¿qué más se puede pedir??) es de un estilo cool sin exagerar, un retrato aproximado de su dueño. A diferencia de la mayoría de los novelistas hoy, él tiene posiciones tomadas y da la impresión de sufrir un poco de más. Pero no se ha convertido en un opinador marmóreo. Es una rara avis, un escritor sin pose que ni siquiera busca agradar diluyendo sus opiniones en ironías ingeniosas. Es muy alto y delgado, con un aspecto collegeinvariable, y tiene ese aire entre absorto e inhibido de los miopes, parapetados tras los anteojos?o bien los binoculares para el avistaje. Aunque Freedom tiene un episodio en un resort patagónico y una escena de grotesco en Paraguay, solo conoce Ecuador y Bolivia por los pájaros. Militante en temas ambientales, conoce América Latina por la conservación de las aves más que por sus autores, de lo cual se disculpa. ?Estoy cada vez más comprometido con la preservación de la fauna, en la fundación American Bird Conservancy. En Bolivia estuve en las reservas que administra la fundación Armonía?. Más allá de los pájaros, cree que el doble período de G. W. Bush fue ?una desgracia? y que ?éstos son años de oscuridad?.Continúa publicando sus ensayos ?periodísticos o bien intimistas y autobiográficos?, en la revista The New Yorker. Por estos días viaja a Chile para uno de sus artículos.  Esta conversación tuvo dos ocasiones: la primera, en la Pascua de 2009 y en su piso de N.Y. Acababan de salir en castellano los ensayos de Zona fría y él intentaba retomar su novela tras el suicidio de uno de sus mejores amigos, el brillante novelista David Foster Wallace, quien padecía una depresión crónica. La segunda instancia fue telefónica, en los días previos a esta Navidad y en su casa decampo en California. Pertenecen a ésta las preguntas relacionadas con su última novela. Freedom despliega algunas nociones clave de la idiosincrasia estadounidense, la competencia y la libertad, desde su lugar central en la utopía del Estado americano hasta sus empleos más cínicos. En su novela, ambos resultan incompatibles con la familia. A ellos les cuesta mucho más sacrificarse que en otros tiempos. Y a mí me cuesta muchísimo hablar de la libertad en abstracto? Hay una dimensión muy cruda de la libertad en el sistema de consumo expuesto salvajemente en mi país. Se afirma que la única libertad que nadie puede quitarte es la de elegir entre numerosas variedades de un mismo producto. La libertad que maneja Hegel, que empieza en la necesidad, es completamente distinta. Yo deploro la idea superficial de libertad empleada para vendernos cosas, o usada para publicitar una mala política exterior. El epítome de esa libertad es el automóvil, centro de la cultura estadounidense que nos esclaviza y símbolo supremo de las elecciones. La tecnología digital puede ser su prolongación. Pero si uno mira la vida real de la gente, la ve oprimida y atrapada por esas decisiones y esos bienes supuestamente liberadores. Cuando uno analiza esa forma espuria de la libertad, ve que el primerísimo factor que la obstaculiza es la familia. Estamos esposados a una familia, es lo único que no elegimos. Eso duele, claro, porque hoy todos tenemos el impulso adolescente de ser libres de reinventarnos cómo se nos ocurra y la familia nos plantea un obstáculo y una frustración. ¿Diría que la tecnología nos hace más infantiles, como dice Don DeLillo? Tal vez. Por ejemplo, aunque los padres estadounidenses son proclives a sentirse ?pares? de sus hijos, el lugar de los padres es ineluctable: la persona está sobredeterminada biológicamente a actuar como el mayor. Es un buen ejemplo de cómo la familia es un estorbo a este concepto tan radical de la libertad en nuestro capitalismo de alto consumo. Yo mismo me río y me encojo de hombros cuando me sorprendo actuando como el adulto que soy. (?) Le llevó casi siete años concluir ésta; hoy no hay presente que dure tanto. Así es; ¡cada novela me lleva un promedio de ?dos administraciones?! La repuesta de la hora es la contraria: una ráfaga de novelas breves, a razón de una por año, a fin de estar siempre entre las novedades y garantizar un continuo de prensa. La novela larga probablemente tenga mucho que ver con mis preferencias de lector. Cuando me gusta un libro y lo paso genial, no quisiera que acabe. Y además, como novelista soy un convencido deque la perspectiva de una persona sola siempre es insuficiente y que la superioridad de la novela consiste en que permite descomponer una misma historia desde innumerables ángulos. Esto no es tan fácil de lograr en un cuento o en una película de una hora y media. Esa es la definición de la novela clásica de inmersión; casi una novela rusa? En su libro hay  referencias directas a Guerra y paz, de Tolstoi. Siempre voy a las grandes novelas del siglo XIX como uno de los modelos más aptos. Me encanta sumergirme y volver laspáginas, empezando con Dostoievsky y siguiendo con Proust, Thomas Hardy y Faulkner. Algunas novelas de Bellow lo logran también. Soy un fanático de William Faulkner, el tipo que estuvo en el momento justo y en el sitio indicado para crear esos libros increíbles. Aunque estén enraizados en el pasado, en los personajes de Faulkner siempre aparecen las ansiedades contemporáneas sobre la clase social, la cuestión racial y la sexualidad con una modernidad impresionante. En los alemanes modernos, todas las cuestiones psicológicas, esamateria profunda, sale a la superficie. Me interesan esos modelos paradescribir el paisaje social. Y lo hago porque puedo y me divierte mucho, noporque me proponga ser espejo de la realidad. D.H. Lawrence, por ejemplo, noestá entre mis favoritos: él se acercaba a esa materia innombrable, tanteaba el camino, pero no lo hacía con humor. Quizá era demasiado sincero, ¿no? La ficción se volvió profunda con ellos. Pero esos autores no pertenecen al mismo conjunto. Lo siento pero ese es el lector que soy. Me encantaría combinar la psicología profunda y el efecto perturbador de Kafka,por ejemplo, con una actitud más apolínea y seductora, al estilo Tolstoi, en una prosa sin esfuerzo como la de Scott Fitzgerald en El gran Gatsby ? ¡la novela de tus sueños! (?) Ante un panorama de aclamación casi general, aparecieron algunos comentarios delirantes, que reclamaban que Freedom no se ocupa de la religión. Mi objetivo no es ser amado por todos sino conseguir que se vuelva a hablar de libros y novelas apasionadamente. En ese sentido, me parece un signo vital que haya disputa y desacuerdo. Ha sido un observador muy atento de los cambios en la lectura. Dijo que uno de los desafíos de los autores hoy es crear ficciones atrapantes. Pero, en efecto, es una época en que los novelistas ya no podemos dar al lector por sentado. Si estamos de acuerdo en esto, podemos asumir dos posiciones: desestimar olímpicamente al lector, pensar ?soy un artista y estoy cada vez más comprometido con mi arte?, o bien agudizarla imaginación para involucrarlo en nuestras historias. Sin duda, la gran ventaja de los EE.UU. es la dimensión del mercado y su capacidad económica. Quiero decir, esto nos permite a los escritores pergeñar libros innovadores y aún conseguir una masa respetable de lectores, que además pueden pagar lo que cuesta el libro.  Si entre el 10 por ciento y el 1 por ciento de la población en edad de leer compra tu libro, está más o menos resuelto. Pero cuando voy a Europa en gira y menciono esto, me siento un escritor vendido, un tipo al que le interesa más el dinero que la literatura, cuando no es así? Al mismo tiempo, soy consciente, al examinar la historia de la lectura, de que ésta es una distinción muy nueva. Hace cien años no existía la figura del escritor ?vendido?. No existía para Charles Dickens ni para Dostoievski; por entonces, solo existían los escritores. Pero me temo que, si queremos que la novela siga siendo una forma artística viva, fatalmente nos confrontamos con estas cuestiones y debemos darles una respuesta particular. La vanguardia fue y es formidable pero hoy estoy convencido de que no alcanza paraque el proyecto de la novela siga vivo y potente, sino que se convierte en una forma artística muerta. Fue un poco alucinante que, cuando la revista Time lo publicó en la tapa, en agosto, la contratapa fuese? ¡un aviso del libro electrónico Kindle! Uno se pregunta qué fue primero, si el aviso del libro electrónico o el artículo. Más perturbador todavía era ver el aviso de esa tapa en los iPads?; el vértigo, directamente. Pero no hay que perder de vista que Internet siempre está atrasada respecto de la realidad; la television también. Es uno de los malentendidos de esta época. Lo que realmente se adelanta a su tiempo es siempre la literatura ?precisamente porque no está pendiente de la basura televisiva?. ¿Piensa en autores como James Graham Ballard o Philip Dick? No precisamente, mi temperamento es hostila los futuristas? No estoy obsesionado con el futuro, al estilo Dick ?un radar interesante como él no necesariamente produce novelas geniales sino libros de los que salen buenas películas?. A mí lo que me interesa es la experiencia del ser humano en la actualidad. Para describirla e indagar enella, me temo que no hay mayor autoridad que el escritor y el poeta. Una persona que se pasa catorce horas enchufado a Internet no es alguien cuya opinión me resulte interesante.  (?) ¿Cuál es su relación con Internet? Internet opera tan al minuto que no datiempo a pensar. Nunca vi una obra de arte superior salida de Internet, sino piezas que son colaterales o derivadas de algo genial que se gestó fuera de la red. Nunca crea algo a partir de la nada, sino que crea a partir de pequeños retazos de un montón de cosas. Lo que no quiere decir que no emplee Internet. De hecho, en 2008, debido a la campaña pro Obama, estuve bastante adicto al blog de un supermatemático y sus cálculos estadísticos. El analizaba lasproyecciones de cada estado ¡actualizadas dos veces por día! Pero a la vez,este matemático tan sofisticado también parasitaba la información generada endiversas instituciones: ¡Internet no fabrica nada! Es otra distracción, un mecanismo que fragmenta la vida de la gente y le impide concentrarse por sobreestimulación. Es como la Coca-Cola, un hábito que engorda, te pudre los dientes y ni siquiera alimenta. A mí me preocupa cómo construir un libro que la derrote. Hoy tenemos el imperativo, como nunca, de crear historias atrapantes. La adhesión del lector ya no es automática; debemos encontrar procedimientos para recrear nuestro oficio obsoleto. Son conocidas sus peleas con la generación que lo precede. Recuerdo su furia cuando el inglés Ian McEwan dijo que en los Estados Unidos ya no quedaban autores ?serios?, salvo Philip Roth. No soporto la pretendida honradez moral delos autores llamados ?serios?. Hay literatura popular extraordinaria y literatura seria muuuy pesada. Ian McEwan puede ser considerado un autor serio, o Coetzee? Updike nunca me gustó. La moral es algo tan importante que uno no debería ponerse serio en ese asunto. Ante la moral, es mejor asumir un espíritu juguetón. Pensemos en Alice Munro, mi escritora viva favorita; sus personajesno se conducen con corrección pero ella no los juzga. Y cuando me gusta unescritor, me gusta todo lo que escribe. Hace poco releí El teatro de Sabath, de Roth, me gustó a pesar de que me saltée unas cuarenta páginas? El libro suyo que más me gustó fue Goodbye, Columbus, o El lamento de Portnoy. Es decir, los primeros. Es un buen signo cuando todos los amigos que uno encuentra por ahí prefieren una novela suya distinta? Roth es un escritor bastante malo que, no obstante, consigue ser una figura heroica. Me irritaría que le dieran el Nobel por su escaso valor artesanal pero de algún modo se lo merece. Falla en los principales méritos del novelista: no sabe crear personajes salvo a él mismo yes un dialoguista penoso. Pero una vez que se pone en marcha llega a lugares insospechados, hasta el heroísmo. Siempre mantiene el humor, y eso está bien. ¡Que le den el Nobel, después de todo!

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8 de enero de 2011
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Una mente perversa que creó personajes ponzoñosos

Patricia Highsmith Una biografía definitiva de Patricia Highsmith resulta poco convencional y no teme decir cosas terribles de la autora. La autora es Joan Schenkar, ha sido traducida por Circe y Germán Gullón hace la reseña del libro para El Cultural:

Este tratamiento biográfico de Patricia Highsmith (Fort Worth, Texas, 1921-Locarno, Suiza, 1995) ofrece una novedad importante: la escritora norteamericana, maestra indiscutible de la novela de crimen, aparece tal y como fue, una mente perversa que creó personajes ponzoñosos. Joan Schenkar no la aprisiona en una biografía convencional, donde la cronología y el sentido común actúan de fronteras o de cárcel, y en que las convenciones convierten al autor en un raro, si bien una persona merecedora de llevar una corona de laurel sobre las sienes. Al contrario, las circunstancias personales reveladas en estas páginas, conocidas por cuantos hayan leído sus novelas, indican que la escritora alimentaba sentimientos divergentes, que revelan un cuadro emocional de estridente visceralidad, escasamente recomendable. La escritora tejana vivió obsesionada con su madre, Mary Coates, una artista e ilustradora de nota, poseída por el deseo de agradarla, de estar con ella, y manejaba mal su lesbianismo, marcado por las ciento y una aventuras, que casi siempre terminan en la humillación del otro. Un continuo cambio de identidad, presente también en los personajes de sus ficciones, sumado a los vaivénes emocionales, del amor que se convierte en odio, incluso llegando al deseo de estrangular a la pareja, sobrecargaban su sistema nervioso, desquiciando el equilibrio de su conducta. A la vez, una frialdad emocional congénita inspiró numerosos momentos de ficción y dieron vida a personajes que enardecieron la pasión de muchos lectores, despertando el ardor del hombre civilizado por conocer los lados ásperos de la existencia. La escritura de la biografía supuso una travesía infernal para Joan Schenkar, quizás la mejor autora de teatro norteamericano contemporáneo y una biógrafa consumada (Dolly Wilde, 2000), pues no sólo la perversidad del carácter de Pat Highsmith rallaba sus entrañas, sino también su patente antisemitismo. Disfrutaba mandando cartas contra los judios a los periódicos, firmadas con seudónimo, que ofendían la sensibilidad de la judía Schenkar. Durante los ocho años de investigación para el libro, que contó con el privilegio de leer los archivos suizos de la escritora, realizar las entrevistas con gentes que la conocieron, y la redacción del texto, hubo momentos en que casi abandonó la tarea. El acceso a cuadernos de notas y apuntes autobiográficos que ofrecen una visión directa del espíritu atormentado, difícil, contradictorio, perverso, constituía en verdad una bendición envenenada. La originalidad con que Schenkar aborda la figura de Highsmith resulta digna de encomio. Orilla la uniformidad impuesta por el universalismo ilustrado, y devuelve al individuo el derecho a ser diferente, incluso cuando le resulta repugnante. Además, rechazó el redactar una biografía cronológica en favor de la presentación de una sucesión de los grandes momentos y temas de la vida de Highsmith, la madre, el alter ego, los estudios sociales, y demás. La principal razón fue el hecho de que la tejana siempre estaba cambiando de papel, de identidad personal, en un momento era de una manera y en el siguiente una emoción trasnochada, del pasado, del ayer lejano, de la infancia o de la juventud, irrumpía en su mente y le cambiaba el humor. Los conocimientos elementales de psicología del lector común apenas llegan a explicar tal conducta, si bien gracias a la pluma rica en matices de Schenkar podemos constatar su existencia.  (?)Vivió encerrada en sí misma, aprisionada por un carácter imposible, que nadie supo explicar ni menos justificar. El único hilo que se puede encontrar para hilvanar el progreso de su existencia fue el deseo de poner en papel, en sus cuadernos y diarios, en las novelas, el perenne malestar, los cambios de humor, las contradicciones, la capacidad para trasformar los momentos amenos, como el placer de la intimidad sexual, en instantes cuando surge la traición, el mal. La sorpresa es que los deseos confesados en el secreto de sus cuadernos coinciden con los representados por sus personajes en los textos de ficción. Fue una persona que vivió encerrada en su miseria, no por voluntad propia, sino por la incapacidad de actuar de manera diferente. El ayer, sus padres, los recuerdos de la infancia, los supuestos idilios de juventud en vez de aliviar su mente, la reafirman en su desgracia. Parece como si su cerebro fuera habitado por una multitud de voces, que sólo se calmaban cuando la necesidad de escribir la concentraba en una historia, al trasvasar sus frutraciones al papel. 

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8 de enero de 2011
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Despidos y despedidas

Era abogada en una empresa de Camagüey, hasta que el día de los Reyes magos le entregaron no un regalo sino el acta de su despido. Descorazonada, se llevó a casa el vaso plástico con el que tomaba agua en el trabajo y aquella planta de hojas pequeñas que adornaba su buró. En un primer momento, no supo cómo contarle al marido que ya no tenía empleo, ni siquiera llamó a sus padres para decirles que a su ?niña? la habían dejado fuera con el nuevo reordenamiento laboral. Soportó y calló mientras comía en la noche y el noticiero nacional hablaba con optimismo sobre el nuevo camino para lograr la eficiencia. Sólo acostada y en la penumbra de la habitación, le explicó a él que no pusiera el reloj despertador, porque al otro día no tendría que levantarse temprano. Su nueva vida, sin trabajo, había comenzado. Después de recortar la plantilla, el administrador de aquel centro camagüeyano contrató los servicios de un bufete colectivo para que lleve los temas legales. Si antes la solícita abogada se ocupaba de todo el papeleo jurídico por sólo 500 pesos mensuales (menos de 25 USD), ahora la empresa debe abonar unos 2 000 pesos para recibir la asistencia desde una institución externa. La aritmética atormenta a la jurista desempleada, pues ni siquiera le queda el consuelo de que su despido sirvió para hacer más rentable la empresa. Para colmo, los empleados más confiables políticamente o más cercanos en amistad al director se quedaron en sus puestos. Lograron salir airosos declarando sus ineficaces plazas de burócratas como si en realidad estuvieran directamente vinculadas a la producción. De ahí que el secretario general del PCC aparezca ahora ?ante los ojos de los posibles inspectores? como si fuera tornero, cuando todos saben que vegeta detrás de una mesa llena de documentos atrasados y amarillentos. Sin embargo, lo que más angustia a esta mujer que ha caído en el paro no es el futuro de su empleador estatal, sino el rumbo que su vida personal tomará. Nunca ha hecho otra cosa que llenar actas, componer contratos, enmendar declaraciones. Sus diecisiete años de vida profesional los apostó a trabajar para ese patrón gubernamental que hoy la ha dejado en la calle. No sabe nada de peluquería, ni de las artes de una manicura como para abrir su propio salón de belleza; apenas si ha aprendido a manejar una computadora y no habla ningún otro idioma. Tampoco tiene un capital inicial para abrir una cafetería o invertir en la crianza de cerdos; lo único que se le da bien es analizar decretos de leyes, encontrar los intersticios en los artículos jurídicos. En el caso de ella, el despido es la despedida de su vida laboral, el regreso al fogón, la dependencia al hombre que todavía conserva su empleo; es el silencio perenne de aquel reloj que antes sonaba a las seis de la mañana.

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7 de enero de 2011
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To be continued

escribir Un proyecto de Xavier Bru (el creador del célebre Teaserland, el festival de tráileres falsos) ha empezado a rodar. Se trata de To be continued, una novela cuyos primeros capítulos serán escritos por autores conocidos (el primero, que ya está listo, es de Santiago Roncagliolo) y los siguientes serán elegidos entre los cibernautas que envíen su propuesta de cómo continuar la historia. Un jurado (en el que participo gracias a la invitación de Xavier) que deberá escoger cuál de los textos enviados es el mejor y más idóneo para seguir con la historia. En el diario El País nos enteramos un poco más del proyecto. Yo les iré adelantando cómo van las cosas:

¿Otra red social más? ¿Y solo para fanáticos de las letras? Cuando parecía que a los internautas ya no les quedaba tiempo para mantener blogs, perfiles, twitters y demás, a Xavier Bru ?el cerebro de Teaserland, festival de tráileres falsos? se le pasó por la cabeza una red de redes para escritores aficionados de habla hispana. To be continuedes el nombre del proyecto que durante tres frenéticos meses mantendrá a los autores sumergidos en el desarrollo de esta novela colectiva. Foros de discusión sobre el desarrollo de la trama, los personajes y las bandas sonoras; un jurado encargado de seleccionar las mejores propuestas, tres escritores profesionales invitados, vídeos que ayuden a situar los espacios (?la novela sucederá en Madrid, nos pareció que esta ciudad podía sonar a todo el mundo?, explica Bru) son algunos de los mecanismos implícitos en el faraónico proyecto, que en su edición impresa será lanzado por la editorial Roca en la próxima Feria del Libro. ?Con Teaserland descubrimos que en Internet hay talento por arrobas?, recuerda Bru. Pese a todo, limita las pretensiones del libro: ?Nuestra idea no es crear cantera. Es cierto que conozco a mucha gente que escribe muy bien, pero al trabajar en entornos cerrados las editoriales no les prestan atención?. De forma paralela aparece el apoyo a la ilustración. Aunque en To be continued ?manda el texto?, también habrá espacio para dar a conocer nuevos ilustradores, un tipo de expresión que ?a juicio de Bru?no ha sido suficientemente explotada. También niega que detrás del libro exista alguna voluntad aleccionadora. Nada de impartir lecciones sobre el futuro de la literatura, si esta debe ser multimedia, basada en la convergencia de lenguajes, o no. Y a pesar de que ?Internet haya dejado en pañales a la revolución industrial?, lo que aquí cuenta es la diversión. Una de los cuestiones que To be continued plantea es el uso del idioma. ¿Qué hacer ante el debate sobre la defensa de los localismos hispanohablantes frente el español universal? ?Cerrar el texto a localismos no tiene sentido; por tanto, tal vez haya que editar algunos capítulos ganadores, sin llegar a dogmatizar en ningún momento?. Santiago Rocangliolo será el autor invitado encargado de abrir el libro. Aquí va una pista sobre el inicio: ?Habrá un cadáver empotrado en una marquesina de la Gran Vía; he optado por un policial porque todo el mundo conoce las técnicas del género?. Preguntado sobre si la idea de un libro colectivo o rivalizar con otros escritores es motivo de ansiedad, el escritor peruano lo tiene claro: ?Bueno, en verdad me encanta plantear un misterio sin tener que resolverlo. Ojalá siempre fuera así?.

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7 de enero de 2011
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EL AMULETO PERDIDO.- En un post que escribí hace poco, comenté…

EL AMULETO PERDIDO.- En un post que escribí hace poco, comenté el post de Ezequiel Martínez en su blog ?En Minúsculas? donde contaba la anécdota de Mario Vargas Llosa y su amuleto perdido. Lo que no sabía hasta hoy es que testigo de la anécdota fue Daniel Mordzinski, quien acompañó a Ezequiel a la entrevista y consiguió la foto del amuleto hoy extraviado. Me envía la foto testimonio gentilmente para los lectores Moleskine. Véanlo pero, ya saben, como dice también Ezequiel, si alguien lo encuentra no se lo devuelva que está mejor sin él.   Foto: Daniel Mordzinski

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7 de enero de 2011
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El año de Jonathan Franzen

Jonathan Franzen se ha convertido en el símbolo de "lo literario" en los Estados Unidos. Quizás todo comenzó con un ensayo solemne que publicó en Harper's hacia 1996, en el que defendió como válido el proyecto de escribir novelas en la era de la imagen; o quizás fue cinco años después, cuando publicó Las correcciones y se peleó con el árbitro cultural más potente de la sociedad norteamericana (Oprah). Hubo también varios perfiles que lo mostraban algo insoportable, confesando, por ejemplo, que algunos párrafos los escribía con los ojos vendados o señalando su desdén por Internet y su afición ornitológica: un escritor pretencioso y pedante aun cuando trataba de sonar modesto y de bajo perfil. Para colmo, en la competencia no declarada entre los escritores de su generación, Franzen era el anticuado que quería escribir novelas como se escribían en el siglo XIX, todo lo opuesto a un David Foster Wallace, el genio cool que quería mostrar a través de su prosa el funcionamiento de un cerebro contemporáneo saturado de información.

Freedom, su última novela, fue recibida el año pasado como un acontecimiento: la revista Time le dedicó una portada a Franzen, Obama se las ingenió para conseguir un ejemplar antes de que la novela fuera publicada y el New York Times le dedicó tantas reseñas hiperelogiosas que hasta hubo tiempo para la polémica (algunas escritoras se quejaron en voz alta de que jamás había tanta cobertura cuando una mujer publicaba un gran libro). Cuando, en octubre pasado, un estudiante de veintisiete años robó los anteojos de Franzen en la fiesta de lanzamiento de Freedom en Londres y eso se reportó como una noticia relevante, la saturación mediática produjo una reacción. A fines de año, Freedom fue el libro más citado en las listas de lo mejor del 2010; al mismo tiempo, hubo críticos y escritores que se vanagloriaron de no incluirlo entre sus elegidos (una señal más de la importancia de Franzen: tener que mencionarlo para ningunearlo).    

En los Estados Unidos, la novela es hoy más un entretenimiento sofisticado que el vehículo de crítica cultural que fue en manos de Roth, Bellow y compañía. El establishment literario neoyorquino sueña con una novela -y un novelista- capaz de reinventar la forma para este nuevo siglo (por eso, quizás, la manera redentora en que se recibió la obra de Roberto Bolaño); como no existe ese escritor, queda la nostalgia por aquello que la novela alguna vez fue. Franzen no abre la novela hacia el futuro; más bien muestra que se puede escribir un gran libro en pleno siglo XXI con todo el arsenal de trucos y estrategias narrativas desarrolladas por la novela europea del XIX. Se puede jugar a ser enorme con Tolstoi y Flaubert de la mano y dejando de lado a Joyce y Faulkner y Kafka.  

(Qué Pasa, 7 de enero 2011)

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7 de enero de 2011
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