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Mis dos ‘antonioslópez’

Tengo una relación muy especial con Antonio López, a quien sólo he visto de cerca una vez en mi vida, en medio de un grupo de asistentes a un seminario de la UIMP que dirigía Francisco Calvo Serraller en el Palacio de la Magdalena. Mi relación con él es pictórica, o meta-pictórica, o tal vez intra-histórica; la relación requiere, en cualquier caso, un prefijo. Paso a contarla.

    Hace casi treinta años vi en una exposición, nada más entrar en la sala, un cuadro suyo que me apabulló, y enseguida surtió en mí otro efecto más tenue y más íntimo. El cuadro, de grandes dimensiones (exactamente de dos metros y medio de anchura y más de medio y metro de longitud), se llamaba ‘Madrid desde Torres Blancas', y por lo que se decía en la correspondiente cartela había tardado casi diez años en ser pintado por el artista (entre 1974 y 1982). Muchos de ustedes lo han visto, estoy seguro, al menos en reproducción, y si no lo han visto no sé a qué esperan, pues la obra se halla ahora mismo expuesta en la estupenda antológica que le dedica a Antonio López, en su sede del Paseo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza (abierta hasta el 25 de septiembre, para pasar después al Museo de Bellas Artes de Bilbao). Es un cuadro no sólo vasto sino profundo, y en este caso me refiero a la profundidad de campo; desde uno de los pisos altos del edificio emblemático de Sáenz de Oiza que llamamos Torres Blancas aunque nunca han tenido ese color (en contra de la voluntad del arquitecto), lo que el pintor retrata es una vista muy amplia de la capital, en la que inmediatamente destacan tres cosas: un edificio feo en primer término, donde Repsol se anuncia al tiempo que da la hora, la arteria principal, que resulta ser la avenida de América, y el cielo, el famoso cielo de Madrid, que para Antonio López, que lo ha pintado más veces, es, en ese anochecer elegido como "la hora bruja" que decía Shakespeare, un cielo claro y manchado pero sobre todo inmenso, con la inmensidad que tienen los espacios carentes de límite.

   Hasta aquí mi impresión estética, similar a la de cualquier ser humano, madrileño o no, con ojos en la cara. Lo que pasa es que el cuadro tenía, al menos para mí, algo más. ¡Mi casa! Mi casa, o para ser exactos, el edificio donde se ubica el piso en el que vivo ya más de tres décadas, aparecía en la parte central del cuadro, hacia el fondo, destacando en el horizonte no por sus méritos arquitectónicos (que dicen que los tiene) sino porque es el hito que López ha elegido para romper la línea de su horizonte. Entiendan que me sintiera, tras la primera impresión, orgulloso. Allí estaba, pequeña pero perceptible, la ventana del cuarto de baño donde hago mis abluciones, y una serie de detalles más que no enumero para no aburrirles con la prosa edilicia. ‘Madrid desde Torres Blancas' se ha hecho un cuadro célebre dentro de la cotizada fama del artista, pese a lo cual, que yo sepa, el valor inmobiliario de mi piso no ha hecho más que bajar. Ahora que está retratado en el Thyssen, quién sabe.

    Para saborear en mi casa, esa casa pintada por fuera por tamaño artista, me puse, unos días después de mi visita a la exposición, a hojear y leer el catálogo, muy recomendable por cierto. Y entonces vino el segundo arrebato. En la página 47 del mismo, y como ilustración del texto que escribe el director del museo, Guillermo Solana, está reproducido un cuadro que yo desconocía, y por ese cuadro descubrí que casi veinte años antes de ocupar yo el piso en que habito Antonio López estuvo en él, yo diría que exactamente en la misma terraza que en estos días de verano uso para leer cuando atardece. El cuadro se llama ‘Vista de Madrid 1960', plasma una amplia zona del barrio de Salamanca al sur de María de Molina, y Solana, que hace un comentario muy sugestivo, nos informa de que es la primera ‘veduta' de Madrid pintada por el artista de Tomelloso.

     En 1960 yo era un escolar con gafas por toda la cara y escindido aún entre la religión de mis ancestros y el ansia de libertad incipientemente libertina despertada en mí por unas láminas de desnudos renacentistas que mis padres, quizá apresurados al comprarlas en la tienda del Louvre, me habían traído de un viaje a París. Vivía  -ajeno a todos los ‘ismos', y desde luego al realismo de Antonio y los diversos ‘López'- en una ciudad costera cuyo mejor pintor vivo se llamaba Gastón Castelló y tenía cubiertas las paredes de la Estación de Autobuses, muy cerca de la casa familiar, con alegorías del campo y la mujer alicantina (dicha estación sigue en pie, por cierto, y es una obra de juventud, como señala la placa correspondiente, del arquitecto Félix de Azúa, padre del escritor y ‘fellow-blogger' de El Booomeran(g)).

     Aún tardé cinco años en llegar a Madrid, y casi veinte en ocupar el piso que hoy habito. La ‘Vista de Madrid 1960' de López es la prehistoria de mi madrileñismo. Pues si me asomo dentro de un rato a mi alta terraza, veré lo que el artista vio hace cincuenta años en picado: una ciudad más borrosa de paleta, con edificios desaparecidos que tienen en su lugar siluetas distintas, y otros que no han cambiado, debajo de un cielo también claro pero menos dominante que el del cuadro de Torres Blancas. Y si cierro los ojos y fantaseo podría ver quizá, como en esas turbadoras escenas oníricas que pintó Antonio López en aquellos años, al adolescente que yo era en 1960 volando hacia el futuro de quien ahora soy.

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16 de agosto de 2011
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Touch of evil

 

 

Verano en la ciudad. Han pasado muchos años desde que no estaba un verano en Madrid. Apenas recordaba ese resto de casticismo, más cutre que barroco, que mantiene algunas fiestas populares. Procesiones con orquestas municipales, churros incomibles, políticos en rebajas, verbenas con barras atendidas por gentes que vinieron del pasado comunista, bomberos, vírgenes, beatos, jóvenes papistas, negocios religiosos, promesas de dioses, de vírgenes que cuelgan de espacios civiles, militares y hasta de algún edificio religioso.

La religión como negocio, fiesta, mercado, diseño, audiovisual, caralibros, veinteañeros, integrados, indignados ma non tropo, ateos gracias adiós, lolitas católicas, apostólicas, romanas, rumanas, brasileras y sus amigos "viva la gente". Madrid con un calor que ya no me mata, con confesionarios allí dónde tuvimos libros, con misas, rosarios, pecados, pecadores, beatos despistados, policías descreídos y bocadillos de falsas tortillas. Ciudad abierta, confiada, convicta y confesada en el Parque del Retiro. Holy Fast,  La turneé de Dios, Jardiel Poncela reestrenado y vuelta atrás. El mundo es ansí?

Hoy día de palomas, asunciones y las once mil vírgenes, que en euros deben ser millones, he paseado por Madrid entre la insolación y la tentación. Al final, como tantos días, como tantas veces, tantos años, me dejé caer en ella. En la tentación. La misma tentación que me acompaña desde que tengo memoria de confesionarios. Aquellos confesionarios oscuros, susurrantes, temidos, de respiraciones pecaminosas, falsos arrepentimientos, señores oscuros  invisibles, de aliento dudoso y de fe aburrida. Aquellos católicos que nos hicieron salir corriendo y no volver al lado oscuro de los miedos adolescentes.

Nada es así. Al menos en este Madrid que agosta con esta religión de blanco y arquitectura de los modernos de la obra. Feria de confesionarios, vanidosos y vanidades esperando a los pecadores del mundo. Jóvenes sueltos del mundo, pecadores en confesionarios de diseño que terminan allí dónde siempre espera el ángel caído. El camino de los confesionarios madrileños lleva a la estatua del hermoso diablo.

La tarde del día de las vírgenes madrileñas, entre policía, beatos, mirones, curas, perdidos y encontrados la comencé en el Retiro de todos los pecados. Me senté al lado de mi demonio. Me tomé una cerveza, o dos, y volví a casa con mi bono bus. Como en casa...Un gin tonic y una película en la tele. Esta noche en cine clásico un detalle, otra vez vimos: "Touch of evil".

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16 de agosto de 2011
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Yo ya lo dije

El columnista más reconocido es el que nos indica cada día cuánta razón tenía, cuán serias y precisas eran sus advertencias y qué escasa atención recibieron.

Sólo le sirven las noticias que confirman su perspicacia y su clarividencia. Las otras son invisibles a su mirada displicente. Así aparece cada mañana, encaramado en la columna altiva de sus reproches y con la enorme deuda por saldar que los lectores han contraído con su personalidad insigne y con sus facultades adivinatorias.

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15 de agosto de 2011
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La actividad más misteriosa

Una vez más el Festival de Torroella de Montgri ha tenido la virtud de transformar el insensato mes de agosto en un sustancioso ejercicio espiritual. Ayer la misa de Requiem de Cererols, barroco español insuficientemente conocido (murió en 1680), conmemoraba el asesinato de Ernest Lluch, diputado socialista partidario del así llamado "diálogo" con ETA que sufrió en carne propia la fábula del escorpión y la rana.

    La coral llenaba el espacio escénico situado en la zona del altar y sus voces subían hasta las bóvedas góticas muy bien aventadas por La Stagione Armonica. El concierto se concluía con el Miserere de Allegri, posiblemente la pieza fúnebre más tenebrosa y bella de todos los tiempos. En ella hay un sobrecogedor agudo (de soprano en nuestro caso, pero voz blanca en la Capilla Sixtina donde se ejecutaba cada año) que parece querer perforar los cielos implorando clemencia. La súplica nos llegaba a los oyentes por la espalda, es decir, desde el coro propiamente dicho. Un grito invisible nos atravesaba el corazón con la saeta de una inocencia inmolada.

    Por cierto que el Miserere sólo se interpretaba en el Vaticano durante los oficios de Semana Santa y estaba prohibida su copia, pero nadie pudo impedir que en 1770 un chico de catorce años con cierto talento musical la escuchara y al concluir saliera disparado a su pensión y la copiara de memoria. Era Mozart. Cuando empezó a sonar por toda la Europa, el papa Clemente XIV quedó tan impresionado que nombró caballero al adolescente.

    Mientras atendía yo a aquella música en honor de un inocente asesinado volvía a asaltarme la vieja cuestión de la utilidad. La música no sirve para nada, es cierto, excepto para hacernos humanos. En un reciente y muy recomendable trabajo, El instinto musical (Turner), Philip Ball se lo plantea desde el punto de vista cognitivo. Esta actividad tan perfectamente inútil, dice, es sin embargo universal: no se ha encontrado aún un pueblo, cultura u horda que carezca de ella. Y también es eterna porque los más antiguos instrumentos encontrados, huesos perforados en forma de flauta, tienen cuarenta mil años. De modo que nos acompaña desde el origen y posiblemente el día del juicio final nos pillará cantando y bailando. La eternidad es eso.

    Ball discute con Steven Pinker sobre la inutilidad que el último atribuye a la música. Según Pinker es una actividad exclusivamente hedonista, una especie de "golosina del cerebro" (son sus palabras), pero que carece de cualquier virtud adaptativa por lo que si desapareciera no habría consecuencias dramáticas. El lingüista Joseph Carroll, en cambio, la considera una acción típicamente cognitiva que acrecienta nuestra capacidad para regular funciones extremadamente complejas como los ceremoniales fúnebres. La posición de Ball, pragmática, es de sentido común: da lo mismo que sirva o no sirva para nada, la música es indestructible y aunque fuera una idiotez no hay modo de acabar con ella, ya que responde a procesos cerebrales que se están descubriendo lentamente. Ball, que tanto analiza un ejemplo del barroco flamenco como una pieza de Heavy Metal, usa el término de "instinto musical" con perfecta conciencia ya que no en vano es colaborador y editor de la revista Nature.

    No hace mucho escribía yo que para los humanos la música es como la sexualidad, una actividad que todos pueden (y deben) practicar lo hagan mejor o peor, porque lo que importa no es la técnica sino el sentimiento, siempre que el receptor tenga la suficiente capacidad de gozo. Da lo mismo escuchar con arrobo "La parrala" que "Moses und Aaron", la cuestión es bailar mentalmente con la música como en una fiesta, sin que nos torturen los delirios de competencia, eficacia y jerarquía.

    Toda música es un generador de ideas y el placer musical no es otra cosa que inteligencia en acto. Una inteligencia especial que sólo sirve para entendernos con nuestros semejantes, o sea, para bailar aunque el cuerpo no se mueva. Todos hemos advertido cómo se miran unos a otros los músicos en concierto y cómo en algunos delicados momentos se sonríen con gesto de indescriptible contento mutuo: es la secuacidad del gozo. Yo no creo que cuando escuchamos música a solas hagamos otra cosa. Sonreímos por lo a gusto que estamos en este mundo y lo bien que lo hacemos.

    He aquí que un físico, Philip Ball, no anda lejos de esta misma opinión. Lo celebro.

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15 de agosto de 2011
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La madre que nos parió

Existe una forma superior de querer a la patria y es tomándosela a broma. Podría incluso decirse más: desde lo más sagrado hasta lo más profano, nada es digno de sentirse amado y llegar a poseer un himno si antes no se pone en solfa. Se pone en solfa, y toda esa música ratonera, entre la sonrisa y el ridículo, humaniza silenciosamente la cosa y envuelve en papel de plata su herida abierta y colorada.

Hay, al menos, dos campos de extraordinaria importancia en esta pobre existencia y son el fútbol y la religión. Los dos son tan graves que, en su liturgia, llevan muy mal la befa. Tanto en un sistema como en el otro, la seriedad estuvo mucho tiempo representada por el vestido negro del árbitro y de los curas. Telas de luto que hacían ver la carga de muerte que, cada uno en su oficio, se veían obligados a gestionar. Tanto en uno como en el otro ni las aleluyas ni los vítores restaban un ápice de muerte al vagido del gol y al jadeo postrero bajo la extremaunción.

Los chistes de humor negro son a menudo de una hilaridad superlativa, pero precisamente porque se atreven a revolver entre los abonos de la máxima seriedad, entre la derrota de la vida o del encuentro. En uno y otro caso no se permite o, mejor, no es de buen gusto jugar con su corazón sagrado. La muerte y el fútbol, como la justicia radical misma, se producen dentro de la suprema eminencia de la arbitrariedad. Se muere joven o niño sin saber por qué y se gana un partido por un churro que nadie puede atribuir sino a la indiferencia de Dios. Es decir, al mundo inexplicable del que sería una formidable temeridad reírse.

En mi caso, esta es la segunda oportunidad que me depara la providencia para ponerles texto a las fotos mudas de Jordi Bernadó. Tan mudas que, tanto entonces, a propósito de un libro sobre Estados Unidos, titulado True Loving, como en este lance, no puedo recibir sino como un regalo el habla o lo que no se ha dicho con palabras, que, como decía Celine, constituyen el núcleo más duro e importante del horror.

Jordi Bernadó dispara, mata, embalsama y luego me toca a mí hacer el recuento de esa compleja y extrema operación. De hecho, la mayor dificultad para trabajar a su lado consiste en que sus tiros suelen ser tan precisos que acaban definitivamente con el finado, que ¿qué palabra de más culminaría el impacto de su aniquilación?

El proceso de Bernadó, más o menos, es así, según mis propias cavilaciones. Ve una pieza al borde del abismo, entre la realidad y su caricatura onírica, entre el rostro y su falsa máscara. Ve este baile primario y lo concreta, objetivo a objetivo, para que en adelante no pueda moverse de su sitio jamás. La foto fija el objeto delimitado en una doble estanqueidad. Al muerto lo encaja en el féretro y, en una doble operación, lo precinta. Limitado, de antemano, en su cuerpo yerto, y encofrado después en la estructura funeraria final.

¿Mala intención? ¿Necrofilia de segundo grado? Seguro. No hay buena intención en el sentido del humor negro, sino el proyecto de congelar para la eternidad no ya los langostinos de Guardamar sino los monaguillos de Toledo. La cafetera, el muslo o el anís SYS reflejados en la pobreza, los pantys o el entrañable mal gusto forman un lote.

Sea sobre el tópico de Las Meninas o la astracanada de la vieja bandera nacional, Bernadó le infunde a cada situación, sin importar su cicatriz sagrada, una proporción de cariñosa burla a la que nadie, por tratarse de un cariño tan raro, sabría ofrecer oposición.

Como resultado de esta peculiar actitud, mucho más infernal y anómala de lo que parece, las estampas obtenidas -casi arrancadas de la normalidad normalizada- componen un mundo extraordinario que sin su mediación acaso no habríamos advertido nunca.

A la sensibilidad por lo inesencial, a su esencialidad por lo trivial, a su trabajo de minero sobre la superficie se suma la visión tan piadosa como cruel respecto al pobre ser humano nacido en este mundo. Pero no por todos los pobres seres humanos del mundo se siente igual, sino especialmente por aquellos que hallan en el mal gusto una fuente de felicidad gastronómica envidiable. Una felicidad apegada a la adversa situación de la economía, si es que la economía, Dios no lo quiera, entablara diálogo con sus engendros y determinara el contenido del menú.

El mundo se abre como una granada a la experiencia del sorprendido espectador. Todo lo que nos pareció digno de reverencia se reconstituye aquí en una suerte de antropología donde se ama a los santos, el calimocho, el toro de lidia y hasta la mujer pantera.

Si se necesitara a alguien para que combatiera a la autoridad y estableciera de una vez por todas el éxtasis de la democracia de la mediocridad, habría que telefonear a Jordi Bernadó. Sabe lo que dice, ignora lo que manda, ama lo que el pueblo adora y la camarera canta en su cuarto de estar.

Afortunadamente, Bernadó siempre está de guardia y ve incluso en la oscuridad. Desde la vanidad de Dios hasta la jactancia patriótica, desde el gran puticlub hasta la gigantesca paella, el ojo de Bernardó no descansa. Pero reposa.

Esta colección que publica El País Semanal es el resultado de haber descartado como detritus cientos de diapositivas, pero, aun así, no hay un tema claro o académico que las reúna, sino el imán del timo y no el de la Ilustración. El cambalache, inspirado en el propio viaje de aquí para allá, consiste en hilvanar a través de la más eminente enseña del mal gusto el diseño de las almas que creen y se entregan a él.

Almas que creen, para su orgullo, en el alto precio de la patria, Dalí, el chiringuito, la juerga española y todo aquello que reúne a una batería de instantáneas sobre el glamour de lo más cutre, los vistosos trajes de flamenca, las pobres malabaristas anémicos o los cementerios en el día de Todos los Santos que nos transportarán, en una Valeo de Nissan, hasta el destino del más allá.

El mundo de la publicidad, pero también la publicidad del mundo construyen este edificio estético a lo Bernadó. Ni se está seguro de que tal arquitectura sea tangible y no onírica o si lo onírico pasa por ser real con solo hallarse en el terreno más agitado y rural de la ficción popular.

En conjunto, como si se tratara de un circo, los personajes -tras los grandes decorados que se ven muy bien- inducen a sentir una insondable lástima por ellos, casi invisibles, acaso desguazados.

Pero, simultáneamente, el truco central de Bernadó radica en hacerlos dignos de ser amados en la imaginaria tragedia de su extravío. Un sortilegio que sigue expresando Bernadó (obstinadamente) al acumular indicios, documentos y monumentos para que lo que fuera menospreciado a primera vista adquiriera después una consideración sabia, no ilustrada en la Academia, sino en las acequias del amor y la convicción.

¿Es España así? ¿La define este bernadito reportaje gráfico? Sí y no. No es así, pero creeríamos erróneamente que es de otro modo si olvidáramos estos elementos danzando entre la inocencia y la vacuidad, entre la retórica, la arrogancia, la ordinariez, la creencia y el desdén.

Hace años, Luis Carandell nos hizo saber sobre una España tradicional, radical, popular y sustantivamente simpática. Tan ingenua y pueblerina como entrañable a través de sus muchos ejemplos en su Celtiberia Show. Esta Celtiberia existe aún en casi todas partes, sea en España, en Francia, en Rusia, en China o en Estados Unidos.

Bajo el burdo manto del PIB se encuentra un espíritu sin calibrar, un alma sin contabilidad para los programas de la ONU, la Unesco, el FMI o la FAO.

Esa realidad se esconde porque habita entre las fisuras y ningún vuelo rasante es suficiente para detectar sus vidas. Y mucho menos sus secuencias desde el lunes a las fiestas de guardar. La cámara de Bernadó, ahora, y en otras distintas ocasiones, hace emerger esos relentes del latido del cuerpo social. De este modo, la obra de Bernadó es semejable a la de un buen cirujano que actúa entre las fístulas, entresaca el cáncer del mediastino y coloca en la mesa de disección las diferentes capas de un tumor, maligno o no, para analizarlo con el estilete o el estilo.

la vida depende de esa vivisección y de sus análisis, puesto que la vida no es el organismo que se expende en la apariencia, sino en los entresijos de su sombría masa, adiposa o muscular. Ingresar en ese laberinto es interesarse francamente por la ciudadela integral de la salud.

Porque podría decirse: "Adónde está tu orgullo, adónde está el coraje,... fallaste corazón, no vuelvas a apostar ". Esta ranchera de Cuco Sánchez lo dice, de paso, casi todo respecto al trabajo fotográfico de Jordi Bernadó, que es a su vez -sin que pueda explicarlo- una pura ranchera ("Qué cariño" y "¡Qué lástima me das!").

Uno compone, el otro expone. Las fotos cantan la realidad de la vida muda, vida a secas, las letras y las notas visualizan el alma de menor cuantía que reside en tantos corazones que no son ya nunca materia prima almibarada de las revistas del corazón.

Más aún: hay corazones de primera que siendo de segunda fila han alcanzado fama internacional en los trasplantes, y corazones injertados que matan pronto, demasiado pronto, entre la miseria y la droga, entre la murria y el sexo, son como baratos puticlubes del viaje que miramos de lejos cuando viajamos por las carreteras en el Volvo familiar.

Esa vida de cunetas y pueblos por donde no se pasa nunca, o la vida de los museos provinciales donde sus piezas cubiertas de polvo no reciben fotos ni visitas, representan el lado mortuorio de una humanidad sin impresión. Son ellas, sin embargo, las fotos de impresión, impresas en los intervalos que no salen en los diarios ni en las noticias de la televisión, intervalos donde anidan pasiones sin porvenir, el porvenir sin pasiones y las pasiones sin transporte hacia delante o hacia atrás.

La aportación de Jordi Bernadó es, al fin, tan insignificante para la clase académica o política, que podría haberse ahorrado el trabajo de viajar, dilucidar, escoger, esperar, centrar y disparar. Sin esa documentación habríamos vivido igualmente felices. Pero algo, inesperado, se forma al contemplar este mundo, tan ingenuo como desamparado, tan dichoso como inocente, tan alegre como mediocre, tan desgraciado como cantante y tan pobre como satisfecho. En suma, tan existente como muerto para la propaganda oficial.

Tan enterrado, en definitiva, que podría continuar latente en este mundo si no fuera por tipos como Jordi Bernadó, que sin asco alguno, provisto de una suprema capacidad de alerta que le impide dormirse ajeno a la pesadilla, común más o menos envuelta en la valeriana o el Orfidal.

Pero hay más. Si se alude al sueño, esta obra gráfica de Bernadó representa la ensoñación más activa. Es verdad que en algunas fotos aparecen personas que actúan o se mueven un poco, pero, en general, su acción viene a ser lo de menos. Lo prevalente en los escenarios que se muestran aquí a la manera de actas son escenas de la soledad absoluta. El son mismo de su clamante soledad.

De hecho, no hay prácticamente nadie, no hay persona alguna en el espacio que plasma la foto. Y, de hecho, no existe interlocutor con quien conversar sobre ese espacio que se presenta a solas, como encargado en exclusiva de expresar su amor o su desolación.

Frente a la personalidad de su creador, pleno de calor humano, sus paisajes desolados, mudos y fríos son los que dicen cualquier cosa más allá de la palabra, más allá del aullido o de la voz. El lema de un cartel, el reclamo de un anuncio, el título de una tienda o el abandonado grafiti sobre un muro son los mensajeros de su circunstancia helada y de su tiempo inmemorial. No por casualidad, el grupo más abastecido de figuras humanas es el grupo de figuras de cera, porque, en realidad, lo que se da a conocer no es el mundo vivo preparado para desaparecer, a la manera de un carnaval, entre la sonrisa y la astracanada, entre la creencia y su pobre fe. En realidad, vivimos o dormimos para que, en alguna ocasión, someramente, nos zampemos una paella gigante en el mismo restaurante Viva España y la misma digestión pesada nos lleve a la madre que nos parió.

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14 de agosto de 2011
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Turno de los más jóvenes

 

 

O me equivoco, y temo más, pero los indignados están a punto de ser controlados por el sistema que refutan. Confío en la fuerza que los moviliza como la crítica puntual del lenguaje público (dominado este verano descontentadizo por una tradición ultramontana de intolerancia contra todo  reformismo y heterogeneidad); pero el haberse enfrentado a la policía es, cuando menos, una renuncia a la conversación que habían mejorado, abriendo un nuevo espacio de debate. Una fuerza de cambio debería, más bien, salvar a la policía del guión represivo y, además, debería avanzar unas sillas a la mesa de las negociaciones. 
 

Los indignados habían logrado lo que no veíamos desde las sagas de la transición: convocar en la lengua española un horizonte más grande que su domesticidad. Pusieron en crisis el discurso municipal y espeso gracias a la irrupción del tiempo futuro, esa promesa de un diálogo adulto, creativo y festivo. Y por ello, más crítico de la fatiga de la política, los espejismos de la economía, la comedia bárbara de la corrupción, la endogamia de las regionalidades, el aguachirle en que sobrenada la mayoría de los medios... Que hasta la Sociedad de autores esté corrupta es digno ya de un musical de Brecht. La verguenza me ha hecho recordar que cuando el dictador cubano Fulgencio Batista escapó a Madrid,  publicó unas memorias, y declaró que vivía de sus “derechos de autor.” 
 

Aunque sea para sostener la calidad de la conversación, los indignados no deberían resignarse al asambleísmo. Quienes de estudiantes hemos conocido alguna asamblea periódica, tenemos la total falta de autoridad que se requiere para no recomendarla. Las asambleas están hechas para fatigar el discurso en la maratón de las verdades a medias. No me extrañaría que el Papa, que ya se sabe para quien trabaja, les dedique un sermón por andar, como los viejos anarquistas, “organizando la indisciplina.”
 

En lugar del asambleísmo, que prolonga la opinionitis en la misma medida en que resta las ideas, me parece que el modelo del taller, ya ensayado por los jóvenes indignados en Puerta del Sol, es mucho más pertinente y, por eso, productivo. El taller es un proceso de comunicación crítica, que reconoce  su calidad de evento, de transcurso sin principio ni fin, ocupando un espacio y desocupando otro.  El taller es conductivo y resolutivo, produce imágenes, objetos, humor e intimidad.  Su sentido de la duración es una forma de la inteligencia mutua. Ya las  lecciones del turno, el relevo y el intercambio, son instancias de negociación, la que despliega los acuerdos y anuda las redes. La atención del diálogo nos enciende, reconocidos. El 15-M es también una medida del posicionamiento de los responsables de la esfera pública,  y cada quien se define por su lugar al pie de la muchedumbre. Bien visto, la historia cultural del discurso público tiene, en español, parte de su origen en la muchedumbre, en la calle y la plaza, en la protesta, entre la gente que reclama un nuevo relato.
 

Cabría, dado el caso, pedirle turno al Alcalde para acordar compartir la Plaza. Ofrecerle una mesa para que haga un taller municipal. Desesperanza habría sino hubiese un foro de comunidad. ¡Que haya comercio!
 

Vale la pena contrastar el movimiento M-15 con el de los jóvenes chilenos y su protesta. La extraordinaria polarización que ha vuelto a dividir a Chile, aunque siempre estuvo latente, se ha hecho alarmante a propósito de las huelgas, manifestaciones masivas y demandas de los estudiantes, decididos a que la Universidad pública sea inclusiva y la educación no les aumente la deuda. En una sociedad que ha demostrado gran capacidad de mediación, es alarmante que un político de alto nivel haya dicho: “No nos van a doblar la mano una manga de inútiles subversivos." Y no menos feroz ha sido la funcionaria  que en su cuenta de twitter escribió: Matando a la perra se acaba la leva,”  una frase que Pinochet hizo famosa por la proclama  criminal que implicaba. "Militares a la calle” es otro mensaje contra los estudiantes, que evoca directamente a la derecha proto-fascista que a nombre de la familia cristiana y los valores de Occidente justificó la matanza de miles de ciudadanos.
 

En lugar de amenazar a los estudiantes, el gobierno chileno debería invitarlos a participar en el diseño de una Universidad más económica, inclusiva y capaz de co-financiar la educación de los desfavorecidos por un modelo cuya dignidad está siendo puesta en duda. Es casi obsceno que una sociedad económicamente desarrollada sea incapaz de democratizar su propio futuro.
 

Para lección de indignados, transcribo aquí el discurso de la presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile (22 años), también amenazada por  la banalidad del poder.

 

(Discurso de Camila Vallejo, Santiago de Chile, 21 de julio, 2011.)

 

Mi nombre es Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling y quisiera, antes que todo,poder expresarle a los presentes el orgullo y el desafío que significa para mí encabezar la Federación de Estudiantes más importante de Chile. Es una gran responsabilidad, que significa hacerse cargo de 104 años de historia, 104 años de aventuras y desventuras, 104 años de lucha en el seno del movimiento estudiantil. Y es un orgullo y un gran desafío porque vengo de aquellos lugares que no reciben condecoraciones, de los cuales poco y nada se dice, porque poco y nada se sabe, lugares que a veces incluso se les llega a olvidar.

 

Mis estudios secundarios los cursé en un pequeño colegio cuyo nombre significa tierra florida; extraña paradoja, ya que en sus patios se respiraba más tierra que flores, y en sus salas de madera se acumula el polvo de generaciones de alumnos no emblemáticos, que nunca llegaran a ocupar los puestos de poder más importantes de nuestro país.


Mi carrera, una de las más pequeñas de esta Universidad, casi no se encuentra en el consciente colectivo, se pierde entre los pasillos de la FAU y se confunde con otras disciplinas. La Geografía en esta Universidad casi no tiene tiempo ni espacio, otra paradoja. Sin embargo, lo más terrible es darse cuenta que de pronto esto no pasa solo en Geografía, sino que también en Administración Pública, que es carrera de ocho a seis, porque después de las seis de la tarde no hay Universidad para ellos, una carrera que debiese ser fundamental para fortalecer el sistema público. Y también ocurre en Educación y, de pronto, nos damos cuenta que no son solo unas pocas carreras, sino que es toda una rama del saber, es toda un área del conocimiento la que ha caído en la pobreza universitaria como consecuencia de las lógicas del mercado implementadas ya a lo largo de estos últimos treinta años. Y de lo pequeño y olvidado de mi lugar de origen, se suma además, mi corto tiempo de vida, con 22 años, vengo a ser la segunda mujer presidenta de la FECH en más de cien años de historia. Y usted, rector, tendrá el privilegio de ser el segundo en la historia de la Universidad que es acompañado por una mujer en la presidencia de nuestra Federación de Estudiantes.


Ahora bien, puede que en este momento me toque a mí ejercer el cargo de Presidenta, sin embargo,  debo decir que yo sola jamás habría logrado todo esto y que mis manos son tan solo un par más  dentro de tantas otras, y en donde todas juntas son las que levantan este proyecto colectivo  que se llama Estudiantes de Izquierda, el cual ya se encamina a su tercer período consecutivo  al mando de nuestra Federación.

 

Si me permiten contarles un poco acerca de Estudiantes de Izquierda, debo decirles que como colectivo político estamos presentes en amplios espacios de nuestra Universidad, que en nuestro interior se expresa la máxima diversidad estudiantil, que entendemos que la izquierda debe construirse con participación y democracia y que esta elección en donde hemos aumentado en casi 400 votos respecto de la elección anterior, nos demuestra que como movimiento estamos vinculados orgánicamente con las bases estudiantiles de nuestra Universidad.

 

Como estudiantes de izquierda sentimos la responsabilidad ética de hacer política, porque la administración del poder por los poderosos de siempre nos obliga a entrometernos en sus asuntos, porque estos asuntos son también nuestros asuntos y porque no podemos dejar que unos pocos privilegiados sean quienes eternamente definan las medidas y contornos que debe tener nuestra patria, ajustándola siempre a sus pequeños intereses.

 

Creemos que la clave del éxito para el movimiento estudiantil está en volver a situar a la Federación en una posición de vanguardia a nivel nacional, en volver a entretejer redes sociales con los pobladores, los trabajadores, las organizaciones sociales y gremiales, los jóvenes que se quedaron fuera de la Universidad pateando piedras, en otras palabras, hablamos de volver nuestra mirada al conjunto de los problemas sociales que hoy rodean a la Universidad y con los cuales estamos íntimamente vinculados y comprometidos.

Debemos romper con aquella burbuja universitaria que instala el individualismo, la competencia, el exitismo personal como patrón de conducta para los estudiantes por sobre ideas y conceptos fundamentales como son la solidaridad, la comunidad y la colaboración entre nosotros. Somos contrarios a la visión de que la Universidad es solo venir, sacarse buenas notas, y abandonar cuanto antes sus aulas para salir pronto a ganar dinero en el mercado laboral. Tenemos los ojos  lo suficientemente abiertos como para darnos cuenta que afuera hay un mundo entero por conquistar, que este mundo requiere de nuestra entrega, de nuestro esfuerzo y de nuestro sacrificio  y que para quienes ya hemos abierto los ojos a las inequidades sociales que asoman por todos los  rincones de nuestra ciudad, se nos vuelve imposible volver a cerrar la puerta y hacer como que nada hemos visto o como que nada ha pasado. Nuestro compromiso por la transformación social es irrenunciable. Porque necesitamos hoy, más que nunca, una profunda discusión respecto del país que queremos construir y a partir de aquello cuál es el tipo de Universidad que se pondrá al centro de dicha construcción. Porque no creemos en la Universidad como un espacio neutro dentro de la sociedad, la universidad es un agente vivo en su construcción y en el desarrollo del proyecto país  que como ciudadanos levantamos día a día. Nuestra responsabilidad está en generar organización al  interior de aquella, lo cual nos permita transformar la universidad, para así poder transformar la  sociedad.

 

Nuestro concepto de Universidad nos habla de un espacio abierto, participativo y democrático, con una comunidad universitaria activa, dialogante, una comunidad que se involucra en el diseño y  conducción de su casa de estudios. Nuestra visión es la de una Universidad que se ubique ya no en los  primeros rankings de la competencia o el marketing universitario, de los cuales hoy en día mucho se  habla, sino que se ubique en el primer lugar de aporte al desarrollo social del país, el primer lugar en  el fomento de la equidad en cuanto a la composición social de sus estudiantes, que ocupe el primer lugar en el desarrollo de la ciencia y tecnología al servicio de los intereses de Chile y su pueblo. Creemos en una Universidad permanentemente vinculada con los problemas que nuestro pueblo le presenta, activa en la búsqueda de soluciones y en la entrega de aportes por medio del conocimiento.

Sin embargo, nuestra realidad actual dista mucho de estos conceptos brevemente aquí esbozados, hoy la Universidad es cada vez más un proyecto sin otro norte que no sea el que le señala el mercado, a la educación superior se le ha puesto precio y nuestras Universidades son medidas por criterios industriales de producción como si fueran una empresa más dentro del esquema productivo de la nación, una empresa especial con muchas comodidades en su proceso productivo, pero empresa al fin y al cabo.

En este esquema, un rol fundamental lo jugó el desfinanciamiento sistemático que vivió la Universidad Pública al momento de implementarse las políticas neoliberales. El autofinanciamiento, establecido como doctrina, fue un golpe seco que dio en la esencia misma de lo que constituía el quehacer universitario hasta ese momento, condicionando y sometiendo a la Universidad a lógicas y esquemas mercantiles que le eran desconocidos. La Universidad Pública tuvo que verse obligada a competir en situaciones desfavorables en lo que se llamó âel nuevo mercado de la educación superiorâ, se le puso precio, tuvo que venderse a sí misma para poder captar mayores recursos y continuar así con su proyecto educativo, perdió su brillo y su color, perdió su esencia transformadora y quedó botada en un rincón, ya incapaz de reconocerse a sí misma.

Estamos hablando que se operó un cambio estratégico en el desarrollo de la Universidad, el cual ha sido irremontable hasta este momento. Con ello hubo sectores importantes del quehacer universitario que producto de su no rentabilidad económica fueron cayendo rápidamente en la desgracia y el abandono, las Universidades Públicas se volcaron a sí mismas, viviendo casi un chauvinismo institucional, donde cada una se preocupaba de su propia sobrevivencia, perdiéndose la visión de conjunto que poseía nuestro antiguo sistema de educación superior pública.

Este procedimiento operado en plena dictadura, siguió su curso con los gobiernos de la Concertación, la cual no operó mayores cambios, más bien, se dedicó a administrar con comodidad el modelo heredado y en algunas líneas, incluso, lo profundizó. No obstante lo anterior, pasaron los años y el control del gobierno volvió a las manos de quienes tiempo atrás habían gobernado con trajes de civiles detrás de los uniformes de soldado.

Según nuestra mirada, esto representa un peligro fatal para la Universidad Pública hoy día, creemos que el gobierno de los empresarios busca poner el broche de oro a la privatización total de la educación superior, sellando definitivamente la obra que iniciaron desde las sombras en los años ochenta. La designación de Harald Beyer y Álvaro Saieh en nuestro Consejo Universitario, dos grandes defensores del modelo de mercado y el actual presupuesto nacional en el área de la educación superior son dos grandes indicativos de aquello. Son medidas que nos muestran nítidamente que el gobierno se apresta a poner en marcha una agenda privatizadora a gran escala y que, por lo tanto, el año 2011 será estratégico en su implementación.

Esta será una batalla importante que enfrentará nuestro sector el próximo año, para dar respuesta a este desafío debemos desplegar un movimiento que escape a tan solo los estudiantes, necesitaremos de los académicos, los trabajadores, las autoridades universitarias, todos juntos en las calles exigiendo que el Estado cumpla con sus Universidades, que el Estado cumpla con la educación superior pública de nuestro país.

Pero el problema no pasa tan solo por exigirle al Estado lo que a nuestras Universidades le debe, sino que también debemos mirarnos con visión autocritica y preguntarnos qué es lo que como Universidad le estamos entregando a nuestro pueblo. Necesitamos un nuevo trato del Estado para con la educación superior pública de nuestro país y, a la vez, necesitamos un nuevo compromiso de las Universidades Públicas para con el pueblo de Chile y sus intereses, esta Universidad tiene que ser de todos los chilenos y no solo la de unos pocosA nadie le es indiferente que en nuestra casa de estudios se perpetúen desigualdades fundamentales que determinan, por ejemplo, que el 20% más rico de la población tenga más del 50% de las matrículas, en cualquier sociedad que se precie de ser justa y democrática esta desigualdad fundamental es inaceptable.

 


¿Seguiremos educando solo a las élites socioeconómicas, o nos aseguraremos de implementar un sistema de acceso que permita que todos los jóvenes con talentos y habilidades, independiente de su origen y capacidad de pago, puedan permanecer en la Universidad?

 


¿Seguiremos dejando que solo aquellas disciplinas que son rentables en el mercado alcancen niveles de desarrollo armónicos y de excelencia? O nos aseguraremos de manera efectiva que todas las áreas del conocimiento tengan un trato justo y así puedan contribuir a consolidar la  sociedad que anhelamos, ya no solo en términos económicos, sino que en términos culturales,  intelectuales, cívicos, valóricos, es decir, con seres humanos íntegros.

 

Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para nosotros la Universidad no puede ser un negocio ni mucho menos la educación puede ser una mercancía. La pelea será dura, pero está el futuro de la Universidad en juego y en esta batalla nosotros no bajaremos los brazos.

 

No quiero terminar mis palabras sin antes aludir a un hecho que para mí reviste gran notoriedad, algo señalaba más arriba pero quisiera ahora poder extenderme un poco más en aquello, me refiero a mi condición de mujer.

 

Como mujer puedo ver y vivenciar en carne propia las actuales formas de opresión de la que somos víctimas en la actual configuración machista de la sociedad. En Chile nos decimos un país desarrollado y nos llenamos de orgullo por nuestro reciente ingreso a la OCDE, no obstante, detrás de la cortina del progreso económico y del optimismo del jaguar latinoamericano se esconde una historia de opresión y sexismo que aún perdura hasta nuestros días. Las mujeres seguimos sufriendo hoy día todo tipo de discriminaciones, a la hora de buscar trabajo, en los planes de cobertura para nuestra salud, en la escala de sueldos, incluso a la hora de participar en política.

 

Tan solo ayer leía unas ideas que quisiera poder trasladarles en este momento ya que me parecen esclarecedoras respecto de lo que les quiero decir, abro comillas “respecto de las mujeres, cuando buscan trabajo, además de calificación se le pide presencia y no basta con que sean amables y generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y coquetas, pero no mucho. Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se ha pasado un milímetro, se les critica por presuntuosas. Se les elogia por ser madres y se les excluye por tener hijos.

De la mujer se sospecha cuando es joven porque desestabiliza a la manada y se le rechaza cuando los años pasan porque ha perdido competitividad. Es excomulgada por fea y también cuando es bella. En el primer caso se dice que es repulsiva, en el segundo provocadora. Cuando no es lo uno ni lo otro la tildan de mediocre”, cierre de comillas. Estas son las condiciones en las cuales las mujeres nos desarrollamos actualmente, estas son las condiciones que desde mi presidencia también buscaré transformar.

 

 

 

 

 

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13 de agosto de 2011
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Racismo de la inteligencia

Máxima estupidez de quien siempre se cree el más inteligente.

Hay un racismo de la inteligencia que necesita exhibir públicamente su sentimiento de superioridad. Por eso es una inteligencia estúpida, que es lo mismo que decir desperdiciada o incluso perjudicial para quien la posee y la derrocha con el único propósito de humillar a los otros y exhibir su inútil arrogancia.

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11 de agosto de 2011
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"Mi novela es del orden de lo privado, de lo íntimo"

Guillermo Martínez Estoy a punto de leer la última novela de Guillermo Martínez, Yo también tuve una novia bisexual (Planeta) y me cae a pelo esta estupenda entrevista, realizada a principios de agosto para Página12, por Silvina Friera. Me da varias claves para poder disfrutar más de la lectura y me deja la intriga sobre la presencia escondida de José Emilio Pacheco en la novela. Por otra parte, hace unas semanas Juan Pablo Bertazza hizo una reseña en Radar Libros en la que dejó algunos peros, pero también bastantes halagos. Vamos a ver.  Por lo pronto, les dejo algunas respuestas:

Martínez confiesa a Página/12 que está ?cansado? de los escritores que subrayan los ?supuestos experimentos con el lenguaje?, aunque para él fue un desafío narrar el acto sexual. ?La primera dificultad que tuve fue lidiar con las palabras, con un lenguaje que siempre parece insuficiente o desplazado, que se vuelve anatómico o infantil y uno nunca tiene la palabra que necesita. Cortázar decía que muchas veces necesitó la palabra ?concha? más que un atado de cigarrillos. Justamente se reprimía de usarla porque depende de la atmósfera del texto; hay palabras que resultan naturales para cierto tono y palabras que directamente no van.? ?Hay una reflexión sobre la construcción de la novela que remite a la idea de que no se puede recordar el pasado tal como fue. ¿En toda novela donde hay evocación de un pasado se lucha contra algo que se escapa? ?Esa es una de las líneas más importantes, aunque no aparezca en un primer plano. Esa sensación de que hay un esfuerzo en la narración por recuperar algo que se escapa. Una de las intenciones ?oculta para los lectores, pero para mí muy clara? era recuperar el nombre de (José Emilio) Pacheco. Yo tenía muy buena memoria y cuando estaba dando la novela de Pacheco, Las batallas en el desierto, en una universidad similar a la que describo en la novela, el nombre de Pacheco se me escapaba. Quería decirlo y aun cuando estaba hablando de su novela desaparecía permanentemente. La novela de Pacheco tiene que ver con la cuestión del recuerdo, de cómo hay algo de ensoñación, algo que se desdibuja y se vuelve impreciso. Uno cree recordar muy bien, pero cuando toca esos recuerdos, se deshacen.

?Sólo se puede recordar con ayuda de la imaginación, recordar también es inventar, ¿no?

?Hay distintas estrategias para lograr recobrar parte de lo que fue el pasado. Por un lado está la estrategia de Las batallas en el desierto: el armado de listas de cantantes, películas y series de televisión, que como escaleritas ayudan a recuperar el momento histórico. La otra es la de Proust: dejar que en algún momento irrumpa algo del orden de lo sensorial; entonces el narrador de mi novela, mientras están ocurriendo los hechos en presente, trata de rescatar las impresiones sensoriales a través de la escritura de un diario. Ese es el sentido del diario: un segundo ahondamiento en el nivel de la escritura, es decir que es una novela que tiene dos tiempos o dos modos de escritura.

?¿Qué sucede con las tensiones entre lo íntimo y lo político en Yo también tuve una novia bisexual?

?Mi novela es del orden de lo privado, de lo íntimo, incluso lleva un diario íntimo en sí misma, pero en un momento irrumpe lo político y la toca. Si bien no se convierte en ningún momento en una novela política ?no me interesaba eso?, tampoco se puede decir que no sea una novela estrictamente política. Queda en esa especie de ?tierra de nadie? y quizá se necesite otra clase de categorías para definirla.

?Lo paradójico es que el diario preserva parte de la vida pública previa al atentado a las Torres Gemelas. El narrador se pregunta si no tendrá que darles la razón a quienes dicen que toda escritura tuerce su propósito. ¿Le pasó algo parecido mientras escribía esta novela?

?Parte del asunto de la tensión de escribir es no dejarse desviar. A Patricia Highsmith le preguntaron si alguna vez se le rebelaron los personajes. Y ella dijo: ?Cada tanto lo intentan, pero también yo tengo que saber decirles quién es el jefe? (risas). Se suele decir que los personajes cobran vida y hacen lo que quieren, un cliché romántico; por eso me gusta la respuesta de Highsmith. Cuando uno empieza a escribir, no sabe el potencial que tiene cada personaje o situación. Naturalmente algunas son más interesantes para desarrollar y uno también elige caminos, se desembaraza de algunas cuestiones y sacrifica otras. Esta novela iba a ser un cuento, el último cuento de un libro sobre sexo y muerte que estoy escribiendo hace tiempo, Los reinos de la posición horizontal, una historia de no más de 40 páginas. Pero cuando llegué al capítulo en el que empieza el diario íntimo, decidí escribir ese diario porque necesitaba ahondar en lo carnal y sexual. Y al escribir el diario aparecieron otras dimensiones de la novela; entonces algo que fue un recurso estructural se convirtió en una parte importante de la historia y transformó lo que era un cuento en una novela. Así que hay algo de la escritura que se torció. De mis cinco novelas, cuatro surgieron de cuentos; son cuentos que se fueron expandiendo. (?) ?¿Cómo concibió esta idea de la ?preferencia fundada?? ?Hacía tiempo que estaba pensando en un proyecto como el de Wittgenstein en Observaciones filosóficas, donde vuelve a la cuestión del lenguaje de un modo que llamo de ?ingenuidad vigilada?: cómo se transmite el sentido a través del lenguaje, cómo aprende un niño. Quería hacer algo así para tratar de estudiar por qué a uno le gustó tal texto y no tal otro, que quizá está escrito en la misma época histórica y con las mismas técnicas narrativas; qué es lo que hay del talento de un escritor que a un lector le impresiona de una forma estética particular y a otro lo deja indiferente. La ?preferencia fundada? es volver a un texto y tratar de dar las razones y los argumentos, que ya sería un gran aporte porque lo más difícil de la impresión estética es comunicar el porqué. A veces es más fácil entender lo que no gusta, pero es mucho más difícil lograr transmitir por qué algo parece excelente o admirable.

?¿Pero qué espacio ocupa el gusto?

?Yo no planteo que haya que dejar de lado el gusto, me parece que es imposible de extirpar. Lo que propone la teoría es que el gusto personal tiene que ser algo así como axiomas transitorios que uno asume al inicio de la vida de lector. Me gusta esta clase de novelas, pero a continuación leo una que se opone a ese sistema y sin embargo me gusta. La primera vez que leí La montaña mágica me pareció pesada, no entendía por qué se la consideraba una obra maestra. La releí 15 años después y empecé a entender de qué estaba hablando y cómo estaba vertebrada. Uno tiene que mantener las opciones abiertas para cotejar con las obras que desafían las preferencias. De esta manera cada lector genera un sistema de apropiación y rechazo de obras, pero también de modificación de criterios, si es honesto intelectualmente. Es un juego que se juega a solas y no habría motivos para no revisar cuáles son los conceptos que finalmente uno elige para apropiarse o rechazar obras.

?Hablando de juegos, el título de la novela, Yo también tuve una novia bisexual, juega con una fantasía muy generalizada entre los hombres.

?Como dice Marcelo Birmajer: ?Una novia bisexual es la última utopía posible? (risas). En realidad, el ?también? del título refiere a otra cuestión. Hasta finales del siglo XIX, el sexo era un tema tabú: todo era antesalas, suspenso previo, prolegómenos y finalmente una puerta cerrada que dejaba al lector afuera. En el siglo XX hubo una super explosión del sexo a través de Lolita, Henry Miller, Bukowski y el realismo sucio, pero se pasó a otra clase de cliché: el sexo gay o travesti o el sexo asociado a lo sórdido, a la violencia, como si lo literario entrara para rarificar lo sexual, en el sentido más bien de lo violento del poder. Yo quería rescatar una relación sexual intensa con sus escalamientos, pero que tuviera cierta naturalidad. Y que además mostrara todas las dimensiones que se integran a lo sexual. El ?yo también? es como decir que se puede contar la relación sexual de otra manera. Lo que traté de evitar fue que en la novela apareciera un trío, para no caer en el lugar común. Conseguí evitar el trío en la ficción, estoy muy orgulloso por eso (risas).

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11 de agosto de 2011
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Stevenson releído

Estampilla con R.L. Stevenson El sacerdote y crítico literario chileno Ignacio Valente no le gustan las ?laboriosas? novelas contemporáneas. Ni de Julian Barnes ni de Philippe Claudel. Lo que le gusta es la economía del lenguaje que encuentra en autores como Truman Capote y, en especial, Robert Louis Stevenson. Invitado como columnista en la ?Revista de Letras? de El Mercurio comenta la reedición de los Cuentos Completos (Mondadori) del autor escocés. Dice la nota:

Como era de prever, la lectura -y aun más la relectura- de los Cuentos completos de Robert Louis Stevenson (1850-1894) nos depara en sus mil páginas un gozo grande, que hallamos pocas veces en la narrativa actual. Leo a Julian Barnes, leo a Philippe Claudel, leo a éste y aquél y? me dejan gusto a poco. ¿Dónde están hoy el poder de síntesis, la fuerza, el lenguaje que fluye, la sensación de vida, la hondura, el dibujo de los caracteres que encontramos tan seguido en nuestro autor? (?) Obviamente, estos muchos relatos, la mayoría nouvelles, no tienen una calidad pareja. Digamos que un tercio del libro es de excelencia: ¿se puede pedir más? El resto es un contexto necesario, que por largos trechos no defraudará al lector. Los primeros cuentos o capítulos incluidos en ?El club de los suicidas? y en ?El diamante del rajá?, así como los tres o cuatro que siguen, son interesantes pero un tanto ingenuos o excéntricos, y entre ellos y nosotros se nota el tiempo transcurrido. Así, hasta que llegamos a esa obra maestra que es ?El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde?. He leído varias veces esta novela corta, desde mis años escolares hasta hoy, pero el placer que me ha producido ahora es todavía mayor. Y, cosa notable, la ausencia de aquel suspenso original de la primera lectura, que es un resorte clave de esta intriga, no sólo no disminuye su atractivo sino que casi diría que lo aumenta, porque nos permite apreciar mejor -analíticamente- cómo el autor entra en materia, cómo dosifica la información, sugiere unos hechos y vela otros con suma habilidad, hasta llegar al terrorífico remate que lo esclarece todo. Dos elementos dan forma a esta obra: una idea brillante, la doble personalidad inducida por la química, y su desarrollo narrativo ejecutado con mano segurísima. El primer elemento -el fantástico- posee dos valores añadidos: su dimensión preternatural no consiste en los trillados fantasmas ni demás parafernalia de ultratumba, sino que es interior a la psique y al soma del protagonista; y además contiene una honda revelación psicológica y fisionómica del mal moral en el corazón del hombre, con centro en Hyde y en el aura maligna que él irradia espantosamente. En ambos sentidos -fantástico y moral-, me parece superior a Poe. La extensa confesión final del Dr. Jekyll corría el riesgo de parecer un deus ex machina , una mera explicación ulterior del misterio precedente; pero a poco andar, cobra substancia propia, se adentra en las honduras abismales del bien y el mal -sobre todo del mal- en la naturaleza humana, llega a ser una parte integrante del relato mismo, incluso la más interesante, y le otorga su coherencia global. (?) No había notado yo, antes de esta lectura completa, lo recurrente de la dimensión fantástica en Stevenson (que vuelve a aparecer en ?El ladrón de cadáveres?). Más bien se lo considera, y con razón, una de las cumbres de otro género, el relato de aventuras. De las narraciones de ese tipo recomiendo aquí ?La playa de Falesá?, una nouvelle de los mares del sur, que no va muy a la zaga de ?La isla del tesoro? (y es harto decir). De ella daré tan sólo, para no alargarme más, el siguiente testimonio personal: es uno de los textos más hermosos y amenos que he leído dentro del doble género del relato de aventuras y la novela de amor, protagonizado en una isla del Pacífico por tres personajes de perfil consumado como caracteres: el comerciante inglés decente, la indígena polinesia y el comerciante inglés desalmado.

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11 de agosto de 2011
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La ley y el orden

Chihuahua, diciembre de 2010. Como en todas las capitales del país, en la Plaza Hidalgo conviven el poder espiritual y terrenal: la catedral y el palacio de gobierno. Aunque no es extraño ver a grupos de manifestantes, hoy es una mujer solitaria quien permanece aquí desde hace días. Tiene 52 años y su rostro muestra los estragos de la fatiga: se llama Marisela Escobedo y su hija Rubí Marisol fue asesinada dos años antes en Ciudad Juárez, ese abismo donde se oculta el misterio del mundo, en palabras de Roberto Bolaño. Pese a las apabullantes pruebas en contra de Sergio Rafael Barraza, los jueces lo liberaron aduciendo un tecnicismo. Convertida en agente policíaco, la señora Escobedo dejó su vida atrás, persiguió al homicida, reunió nuevos indicios y logró que un tribunal al fin lo condenase. Para entonces, Barraza había huido. Desesperada, la señora Escobedo se planta ante la oficina del gobernador. De pronto, tres jóvenes se acercan a ella y la intimidan; uno extrae un arma y le dispara a quemarropa: la señora Ecobedo cae muerta. Barraza, en cambio, continúa prófugo pese a que la Procuraduría General de la República (PGR, suerte de Fiscalía) ha ofecido por él una recompensa de 5 millones de pesos.

            Tijuana, Baja California, junio de 2011. El operativo ha sido planeado milimétricamente: los miembros de la AFI (Agencia Federal de Inteligencia) , con sus uniformes negros y sus rostros con pasamontañas, apenas se distinguen de los héroes de teleseries como swat o C.S.I. Ufanos, custodian rumbo a sus instalaciones ni más ni menos que a Carlos Hank Rohn, excéntrico empresario y político del PRI, célebre por su afición a las pieles o por su zoológico doméstico, quien acaba de ser detenido por acumular un arsenal de armas de fuego: un centenar de metralletas y rifles de asalto es exhibido ante las cámaras. En más de una ocasión, a Hank se le ha relacionado con el narcotráfico y otros crímenes, entre ellos el homicidio de una mujer en 2009. Días después, una juez ordena la liberación del antiguo alcalde de Tijuana por falta de pruebas.

            Rancho Las Chinitas, diciembre de 2005. El reportero anuncia, en el noticiario matutino de mayor audiencia, que la AFI realizará la detención de un grupo de secuestradores y que, en cuanto terminen los deportes, el asalto será presentado casi en directo. En efecto, poco después es posible atestiguar cómo los guardianes del orden entran en el rancho, liberan a tres personas -entre ellas un menor- y detienen a los cabecillas de la Banda del Zodiaco: Israel Vallarta Cisneros, con muestras visibles de tortura, y su novia, una francesa de 26 años llamada Florence Cassez. Horas después, desde su celda, la joven logra comunicarse a otro programa de TV y revela que su detención fue un montaje llevado a cabo un día después de su captura en una carretera a 50 kilómetros de la ciudad de México. Genaro García Luna, director de la AFI -y hoy Secretario (ministro) de Seguridad Pública-, confirma el engaño, pero se justifica aduciendo que fue hecho a petición expresa de los medios. La condena de Cassez a 60 años de carcel se convierte en un ácido incidente diplomático entre Francia y México. Pero, como ha revelado Héctor de Mauleón en un artículo en la revista Nexos, tras revisar el expediente resulta imposible saber si Cassez es culpable o inocente debido al cúmulo de irregularidades en el proceso.

            Michoacán, mayo de 2009. En un operativo sin precedentes, la AFI detiene a una treintena de funcionarios públicos, entre ellos 10 alcaldes de todos los partidos políticos, por sus vínculos con La Familia Michoacana, uno de los cárteles del narcotráfico más peligrosos del país. Michoacán, la tierra natal del presidente, debe convertirse en ejemplo para el resto de la clase política, cuyos vínculos con el crimen organizado todos conocen. Tras un extenuante proceso, todos los imputados son exonerados por falta de pruebas. Mención aparte merece el diputado electo Julio César Godoy Toscano, medio hermano del gobernador, el cual, pese a la acusación de vínculos con el narcotráfico -en esos días se difunde una conversación suya con La Tuta, líder de La Familia-, se atreve a jurar su cargo, aunque lo pierda a causa del escándalo. A la larga, Godoy Toscano evade la justicia y recibe un amparo (especie de habeas corpus) debido a las irregularidades en la orden de aprehensión librada en su contra.

            Ciudad de México, diciembre de 2010. El sujeto baja la vista y, con voz entrecortada, confiesa: "Sí lo hice, señora". En 2005, Jacobo Tagle Dovín y su cómplice César Freyre Morales secuestraron y asesinaron al joven empresario Hugo Wallace. Ante la ineficacia de la policía, la señora Isabel Miranda de Wallace, decide dedicar toda su energía a localizar a los responsables de la muerte de su hijo. Con mejor suerte que Marisela Escobedo, tras ubicarlo consigue que la policía lo detenga y que un juez lo envíe a la cárcel. A continuación, la señora Miranda de Wallace crea la asociación Alto al Secuestro.

            Todos estos casos -así como decenas que no salen a la luz pública-podrían componer un serial televisivo inverso a La ley y el orden, centrado en mostrar cómo en México la mayor parte de los culpables no llega nunca a juicio, los que llegan son exonerados y, en cambio, una porción importante de las condenas recae sobre inocentes que no cuentan con recursos para defenderse, como demostró el documental Presunto culpable (Roberto Hernández y Geoffrey Smith, 2010). No se trata de una coincidencia: la acumulación de pifias, corrupción y falta de profesionalismo constituye la regla en el sistema de justicia mexicano.

            Tan urgente como la reforma educativa, la renovación del sistema de justicia constituye el mayor reto que enfrenta México. Durante setenta años, el PRI modeló un país escindido en universos paralelos: en un plano ideal, un avanzado cuerpo de leyes; y en la práctica, un sistema donde el poder y el dinero determinaban el éxito en cualquier proceso. Aunque al PAN siempre lo distinguió su vena legalista, tampoco ha sido capaz de alterar esta inercia, en buena medida por la oposición del PRI. Ni siquiera frente a la "guerra contra el narco", cuando más se necesita un aparato de justicia eficaz, se han logrado avances sustanciales en la materia fuera de una tímida reforma para impulsar los juicios orales. El resultado: un conflicto con cerca de 40 mil víctimas pero donde los verdugos apenas pisan las cárceles.

            En Colombia, que ha sido invocada mil veces como ejemplo en el combate a la violencia, los jueces enfrentaron a narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares y políticos -a veces con el costo de sus vidas- hasta tejer un sistema judicial verdaderamente autónomo y eficaz. No sólo para hacer frente a los cárteles, sino para dotar de la mínima seguridad jurídica a su población, México está obligado a seguir la misma ruta. Se impone una reforma radical que elimine la burocracia, las duplicidades de funciones y las instituciones anacrónicas, que permita la creación de juzgados de instrucción con la capacidad investigadora -ahora monopolio del ejecutivo-, que permita la profesionalización y armonización de los cuerpos de seguridad federales y locales, que establezca la presunción de inocencia y la reparación del daño, que garantice el carácter público e inmediato de los procesos, que impida que las confesiones se lleven a cabo sin la presencia de una autoridad judicial y, en fin, que considere el derecho a la justicia como un derecho humano, como ha señalado Emilio Álvarez Icaza, antiguo ombudsman de la capital. Si las distintas fuerzas políticas no toman esta reforma como prioridad, independientemente de quien resulte ganador en las elecciones de 2012, México continuará condenado a la injusticia y al caos. 

 

Publicado en El País con el título "Injusticia y caos", 11.08.11

twitter: @jvolpi

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11 de agosto de 2011
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