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El miedo como concepción del mundo

Se ha instalado entre nosotros. Basta con ver los titulares de los periódicos entre agosto y septiembre. El miedo se ha convertido en una política y una ideología. Una concepción del mundo, una Weltanschauung, según la frase del general Hammerstein que un escritor de enorme talento ha recuperado para la posteridad.

Después del miedo llega la estampida. Sálvese quien pueda. Cada uno a lo suyo, aun a costa de aplastar al vecino. Cuando el miedo se convierte en política y en ideología estamos a un paso del pánico y del caos. No se puede gobernar por el miedo. No se puede atajar la crisis por el miedo. Nada se consigue por el miedo sino más miedo. La frase de Hammerstein es de la misma época en que el presidente Roosevelt expresó su único temor: al miedo mismo. Crisis económica, ascenso de los populismos, retraimiento nacionalista, y el totalitarismo al acecho ahora, y en plena expansión entonces. Miedo al desempleo, miedo a la ruina, miedo al extraño, miedo al regreso a la miseria, miedo a la pérdida de la propia identidad: las políticas del miedo tienen un amplio y peligroso registro de teclas sobre las que pulsar, algunas bien auténticas y tangibles y otras producto del miedo mismo. Muchos son las que las pulsan con gusto y no pocos beneficios inmediatos, electorales sobre todo, y pocos quienes combaten y neutralizan a estos fúnebres concertistas que acompañan a todas las crisis. (?Hammerstein o el tesón?, de Hans Magnus Enzensberger, arranca con la frase ?el miedo no es una concepción del mundo? como lema. El general, que pudo impedir mediante un golpe de Estado el nombramiento legal de Hitler como canciller, fue uno de los pocos militares alemanes y prusianos que nada tuvo que ver con el nazismo. Con el miedo instalado en toda Europa, Hammerstein resistió con honor.)

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6 de septiembre de 2011
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De Semprún a ‘Inside Job’

Vi la película ‘Inside Job' la misma tarde en que se anunció la muerte de Jorge Semprún, un intelectual cuya elevada talla humana ha sido para mí mayor que la valía de su obra escrita. En el cine, Semprún, que tuvo siempre, hasta en la vejez, físico y maneras de galán, trabajó de guionista con algunos excelentes cineastas, haciendo, a lo largo de un poco más de una década (entre 1966 y 1978), películas políticas muy europeas, y no sólo de tema. Fueron títulos, sobre todo el primero en que colaboró con Resnais, ‘La guerra ha terminado' (1966), y los dos primeros escritos para Costa-Gavras, ‘Z' (1969) y ‘La confesión' (1970), de gran relevancia moral, innovadores en su alegato, pero, a mi juicio, de no muy distinguida calidad cinematográfica. Incluso trabajando para un extraordinario director como Joseph Losey, en ‘Las rutas del sur' (1978), el denso tejido ideológico que Semprún aportaba a temas candentes iba en detrimento del armazón narrativo de las historias contadas, que aspiraban a ser alegorías de la resistencia al franquismo y sus desilusiones (‘La guerra ha terminado' y ‘Las rutas del sur') o denuncia, en su momento osada e intempestiva, de los posos estalinistas del comunismo centroeuropeo (‘La confesión'). En ninguna de ellas el núcleo histórico del compromiso y el marco ficticio cristalizaban en algo similar a ‘Salvatore Giuliano', la obra maestra de de Francesco Rosi que en 1962 se adelantó al formato del documental manipulado por la invención que ahora está tan en boga. Las limitaciones discursivas del guionista Semprún en la trilogía valientemente ‘revisionista' que interpretó Yves Montand para Resnais, Losey y Costa-Gavras se advierten comparando esas películas con las que posteriormente hizo Costa-Gavras trabajando con guionistas de menos categoría intelectual pero más sabiduría dramática, logrando esas dos extraordinarias muestras del cine de memoria política que fueron ‘Missing' (1982) y ‘La caja de música' (1989).

     Ahora bien, estamos hablando y poniéndole peros al cine político realizado cuando el cine tenía más rango y más ambición, y las grandes construcciones historicistas cobraban fuerza en relatos de un magistral empuje romántico, los mejores de ellos dirigidos, por alguna razón inexplicable (¿o lo explicaría la tradición operística?) por cineastas italianos, y sobre todo por dos, cada uno a su modo discípulo de Visconti: Bertolucci (con ‘Antes de la revolución', ‘El conformista' o ‘Novecento') y Gianni Amelio con ‘Lamerica'. Frente a ellas, las películas que ahora nos conmueven, o al menos nos mueven a ir a los cines, que ya es mucho, son de otra estirpe, acorde con los tiempos. Películas que extienden vigorosamente el clásico cine bélico de Fuller o Anthony Mann, añadiéndole una noción política más nítida, e incluso más crítica, por ejemplo en la estupenda ‘The Hurt Locker' (‘En tierra hostil') de Kathryn Bigelow, o en los numerosos documentales y pseudo-documentales que suelen venir con frecuencia de la franja ‘indie' norteamericana: los divertidos panfletos de Michael Moore, la juiciosa ‘Una verdad incómoda' de Al Gore, la más bien indigesta empanada mental sobre Guantánamo del británico Michael Winterbottom, y ahora la interesantísima ‘Inside Job' de Charles Ferguson.

       El éxito mundial de ‘Inside Job' reconforta mucho y despierta a la vez una nostalgia de los lenguajes fuertes en el arte. Apasionante de ver, inquisitiva sin trampas, muy bien argumentada, ‘Inside Job' no pasa de ser en su planteamiento un buen programa de formato televisivo cuyo gran mérito es su valor cívico y su oportuna salida pública en medio de la crisis bancario-político-gubernamental que recorre, como un fantasma forrado de billetes ilícitos, el mundo. Es también, y eso constituye para mí su principal virtud, una película demoledora en su pesimismo, pues sabe presentar y elaborar de modo irrebatible no ya lo que presentíamos o temíamos sino lo que nos espera irremediablemente: una sociedad global mandada por los mismos amos en la sombra que engañaron, robaron y salieron indemnes, y ahora, con otros gobiernos más progresistas como el de Obama en los Estados Unidos, siguen manteniéndolos como quinta columna empotrada en las fuerzas de salvación de la macro-economía. La película, y es sólo un ejemplo, desmonta de modo palmario los sucios manejos extorsionistas de las agencias de calificación financiera, esas hoy célebres Moody´s, Fitch y Standard & Poor´s cuyos nombres no nos ha quedado más remedio que aprender, y a la vez confirma que nuestro futuro depende de ellos, pues siguen dictando a los ‘zapateros', ‘sócrates' y ‘papandreus' de la tierra lo que tienen que hacer en sus mercados interiores.

      La gran pegada de una película algo árida y a veces fea, por el abuso del gráfico y la estadística en la pantalla, es su sutil pero contundente maniqueísmo, nada chusco en comparación con el invasivo y narcisista estilo de Michael Moore. ‘Inside Job' es un western de las altas finanzas, y su acierto está en introducir, plasmando un asunto tan poco figurativo, malos y buenos, emboscadas y duelos a muerte, e incluso, en una de las entrevistas más agradecidas, una ‘madame' opulenta al frente de un ‘saloon' de chicas seguramente tan rubias como ella y  atendiendo a diez mil clientes, de los que la mitad, ella misma lo afirma ante la cámara, son los cuatreros de Wall Street. Como pasa en el cine de género, también en ‘Inside Job' resultan más atractivos los malvados, en especial esa lumbrera académica y consejero de Bush llamado Glenn Hubbard, frío y calculador hasta el último momento, quizá por saber que a él nunca le llegará la hora del ‘sheriff'. Ferguson termina su documental sobrevolando la Estatua de la Libertad y lanzando un mensaje que quiere ser de esperanza. Los espectadores sabemos, sin embargo, que en esta película del oeste no oiremos al final el toque de corneta de la caballería yanki, que viene a rescatarnos.

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6 de septiembre de 2011
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Sacrificio ritual

Cuanto mayor el dolor, mayor el valor. No es lo que se pierde con el sacrificio lo que importa, si no el efecto de esta pérdida: el dolor. Sin dolor, de nada vale el sacrificio.

Quien creía que la crisis debían pagarla todos por igual ahora estará obligado a hacérsela pagar a los más menesterosos, y encima a defenderlo luego en nombre del bien común, la estabilidad presupuestaria. Quien consideraba el consenso como método supremo y clave de arco de la democracia ahora se verá obligado a romperlo. Quien se mostraba dispuesto a gobernar responsablemente y en solitario hasta el último momento se verá forzado ahora a entregar las riendas al adversario antes incluso de que este venza en las elecciones. Quien quería avanzar en la nueva generación de derechos ciudadanos estará obligado ahora a retroceder mediante el recorte de viejos derechos que se daban falsamente por adquiridos y consolidados. Quien hacía gala de la renovación de la democracia para hacerla más deliberativa y más participativa, deberá ahora tomar las decisiones sin consulta y por acuerdo casi secretos entre las cúpulas partidarias. Quien lucía de la España plural deberá prescindir ahora de todos los que expresaban esta pluralidad, en nombre del bien común que es la estabilidad presupuestaria, que exige el súbito acuerdo patriótico entre los dos grandes partidos españoles. Nada duele más que entregar algo personal e íntimo. Las propias ideas, el poder que todavía se preserva, o incluso la buena imagen que uno tiene de sí mismo. Un sacrificio en el que se entrega el ideario, el gobierno y la posteridad es lo máximo que se le puede pedir a un político. Es lo más próximo al suicidio político. Pero esto es lo que exige este Baal cruel que ahora rige el curso de la historia. Y a pesar de tanto sacrificio, de tanto dolor, ni siquiera es seguro que baste para aplacar su ira.

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5 de septiembre de 2011
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Un nuevo mundo portátil

 

nuevo mundo

Comienza una nueva historia. O, más bien, varias historias. Acepté la invitación a sumarme a El Boomeran(g) con una idea clara: usar esta plataforma para hablar de libros, de medios, de autores y, especialmente, de nuevas voces del periodismo narrativo en español. Esta no será la bitácora del día a día de una sola persona (para eso ya hay suficientes blogs, en este mismo sitio hay varios ejemplos muy buenos). El propósito es que funcione como un observatorio, como una cámara que enfoque desde distintos puntos, literalmente.

Hace 9 años tuve mi primer blog. Eran mis comienzos haciendo periodismo portátil, es decir, viajaba escribiendo historias para sobrevivir. He tenido blogs en España, Perú, México y Chile. Hace 3 años publiqué en Buenos Aires el libro "Crónicas Argentinas", un libro que reunía buena parte de mi trabajo en otro blog que tuve largo tiempo, en el diario Clarín de Argentina. Lo que comienza ahora es diferente.

Hay quienes aseguran que el blog está muerto. Que su formato se tornó aburrido, predecible y rutinario frente a las redes sociales. Que ya no conecta. Discusiones técnicas, casi administrativas, que siempre olvidan lo más importante de cualquier medio: el contenido. En este caso, parte de esa carne vendrá de la Escuela Móvil de Periodismo Portátil, un proyecto online de crónicas, con nuevos autores conectados desde más de 20 países y 40 ciudades diferentes. ¿El autor como DJ que hace bailar mezclando otras voces? ¿El autor como un recopilador que administra otras miradas? ¿El autor como un maquillador de cadáveres desconocidos? ¿El editor convertido en el último autor?

Trataremos de ir buscando respuestas. Al partir, solamente hay una certeza: no tengo idea a dónde vamos a llegar. Los blogs de eterno autobombo, o los convertidos en plataforma propagandística, o los transformados en trincheras de guerillas de egos, serán de gran ayuda: la idea siempre será escapar de ellos. A cambio, iremos probando. Quizás, para llegar donde mismo, o para no movernos mucho, o para -sería lo mejor- terminar descubriendo lo inesperado: un nuevo mundo portátil.

Es la idea. El que quiera, se suma. No hay cupo para todos. Los insultos también ayudan. Es hora de partir. Buen viaje.  

 

@menesesportatil

 

 

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5 de septiembre de 2011
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Dictaduras irreformables

Ben Ali duró apenas un mes. Mubarak ni siquiera. Las guerrillas del Consejo Nacional de Transición han necesitado medio año para echar a Gadafi. Los tunecinos y los egipcios consiguieron liberarse de sus tiranos sin disparar un tiro. Los libios empezaron pacíficamente, pero enseguida la protesta se convirtió en una insurrección, que recibió la cobertura aérea de una coalición internacional liderada por la OTAN, gracias a una resolución del Consejo de Seguridad.

Ahora le toca a Siria desembarazarse de su tirano, Bachar el Asad. La caída de Gadafi es un estímulo para los sirios y un mensaje de desánimo para los partidarios del régimen. Hay noticia de deserciones entre los militares de conscripción. Puede haberlas también dentro del régimen. El ministro iraní de Exteriores, Ali Akbar Salehi, ha pedido a Asad que atienda las demandas legítimas de su pueblo, y Hassan Nasrallah, el líder del poderoso partido chiita libanés Hezbolá, también quiere que se apresure con las reformas para aplacar las protestas. Las barbas del vecino, ya se sabe. Cada pieza de dominó tiene sus peculiaridades. Túnez no jugaba un papel estratégico, pero dio el empujón inicial. El peso geoestratégico de Egipto es enorme, y por eso su caída dio el mayor impulso a la oleada. Libia tiene petróleo, instrumento de chantaje, de corrupción y de blindaje policial y militar. Siria es doblemente estratégico, por su conexión chiita con Irán y por su guerra fría con Israel, con el radicalismo palestino de por medio. Asad está todavía más blindado que Ben Ali, Mubarak y Gadafi, puesto que su régimen ha hecho ya la sucesión familiar. Estuvo en el punto de mira de Washington en la época del eje del mal y lo superó sin las piruetas y payasadas del líder libio derrocado. Ahora, a pesar de la represión letal contra su población, ha conseguido que las sanciones internacionales lleguen lentamente y en algunos casos todavía no hayan llegado. Cuenta con una diplomacia eficaz, buenos padrinos en Moscú y tentáculos en muchos países, España sin ir más lejos. Todos estos apoyos se van debilitando. Turquía, antaño país aliado, ahora es el que más presiona entre sus vecinos. La idea de que en Damasco se produzca un vacío de poder suscita un mismo y enorme vértigo a los enemigos jurados que son Ahmadineyad y Netanyahu. Una Siria en transición induciría a la revuelta en Irán y situaría en una difícil posición a Israel en sus fintas para evitar la creación del Estado palestino. Asad finge que escucha. ¿Pedían reformas? Ha levantado el estado de emergencia, anunciado varias reformas legislativas incluyendo el reconocimiento del pluripartidismo y decretado tres amnistías. Humo de pajas todo, acompañado de una represión todavía más dura, que demuestra el valor del reformismo en este tipo de regímenes instalados en el crimen.

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4 de septiembre de 2011
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Los monstruos de Almodovar

 

 

Otra vez Almodóvar. Más o menos cada año, como Woody Allen pero desde una mirada muy distinta, nos convoca para que sepamos como está de piel para dentro. Como los verdaderos artistas se va contando por sus obras. Así le conocemos cada vez mejor. Hemos conocido su infancia, su familia, sus amigos, su pueblo, sus ciudades, sus lecturas y también sus obsesiones.

Me gustan mucho sus películas, unas más que otras, pero admiro mucho que además sea capaz de no estancarse, de buscar en otro lado, de no conformarse con una formula de éxito, con un estilo. Almodóvar hace tiempo tiene su toque. Pero es un "toque" que va cambiando con su autor, con sus arrugas vitales, con sus dudas morales, con sus inquietudes en lucha contra toda quietud, contra todo conformismo. Arriesga en cada película y, para mí, gana. Digan lo que digan las taquillas y algunos críticos.

Me gusta este Almodóvar que se coloca al borde de un precipicio, que no se precipita, que se contiene y que es capaz de hacernos pasar dos horas entre la inquietud, el temor, la sorpresa y, por qué no, alguna sonrisa. En "La piel que habito" está lo más serio de Almodóvar pero con un tratamiento melodramático que hace guiños a la propia parodia del género. Así me ha parecido.

Otra vez he vuelto a pensar en Buñuel como referencia. Siendo tan distintos, hay algo en su deseo de mostrarnos las obsesiones, lo turbio y oscuro de los seres humanos que los acerca. Les une Toledo y el mirar a los seres humanos como bichos de apariencia normal y raros como nosotros. Con los años el cine de Buñuel se hacia menos serio, el de Almodóvar todo lo contrario. Ese es un camino que debe repensar Almodóvar. El melodrama también puede tener su humor. Lo trágico muchas veces nos hace liberarnos con alguna risa. El horror nos espanta aunque disimulemos con algunas risas.

He visto dos veces la película. En pase privado, entre "familia" del cine, entre "amigos" de Almodóvar y me impactaron muchas cosas. Me pareció su más elegante película y la más turbia.

Volví a verla en un cine, en uno de esos que le gustan a Pedro, de los que frecuenta, con público cinéfilo pero "normal". Y la película funcionaba muy bien Con algunas risas, casi nerviosas. Y con aplauso final. Un aplauso sin duda para Pedro, para el guión, para la música de Alberto Iglesias, para la foto de Alcaine, para algunas apariciones- como la del hermano Agustín- y para los perfectos Elena Anaya y Antonio Banderas.

Una vez me dijo Almodóvar que quería volver con Antonio cuando ya tuviera arrugas, menos belleza, más marcas de la vida. Aquí está perfectamente frío, inexpresivo y perfecto en su papel. Me recuerda a esos actores de Hitchcock en "La soga", pero con menos ironía. Tiene que volver con Almodóvar.  Y Elena Anaya, que hace tanto nos tiene enamorados con su fuerza, su belleza y su fotogenia, aquí también nos muestra que es capaz de ser una fantástica actriz hasta con esas pieles tan incómodas.

Me alegra pertenecer a un país que tiene un cineasta como Almodóvar. Que nos siga contando, que se siga contando. Aquí o en Manhattan.

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4 de septiembre de 2011
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Breve guía de la narrativa hispánica de América a principios del siglo XXI (en más de 100 aforismos, casi tuits)


I. El océano

 

1. Al principio, una provocación. Hoy, casi una declaración de principios: América Latinaya no existe. O sólo existe en la medida en que se organizan congresos literarios, sociales, políticos y artísticos -nunca científicos- sobre América Latina.

2. Una elíptica confirmación de lo anterior: la mayor parte de los congresos sobreAmérica Latina se organizan fuera de América Latina.

3. Quizás la mayor prueba de la desaparición de América Latina es la nostalgia por ese territorio perdido.

4. Tan fácil sentirse latinoamericano como difícil explicar el contenido de esta expresión.

5. En el período que va de 1959 a 1989 -los límites son arbitrarios- resultaba sencillo definir a América Latina: una región dominada por dictadores, guerrilleros, músicalatinoamericana (de Gardel a Silvio Rodríguez), futbolistas y la retórica del realismo mágico.

6. América Latina, esa América Latina, sólo existió durante ese "breve espacio": cuando todos, dictadores, guerrilleros, escritores y músicos, e incluso los ciudadanos de a pie, creían que su trabajo los volvía auténticamente latinoamericanos.

7. Durante más de treinta años, América Latina se convirtió en una de las marcas mejor posicionadas en el orbe. Todos querían algo típicamente latinoamericano: un novelón épico, una imagen del Che, un disco de salsa con una mujer semidesnuda en la portada, un anhelo, una idea.

8. Los dictadores, auspiciados y pagados por Estados Unidos, aspiraban, ellos sí, a un continente homogéneo. La Operación Cóndor fue una idea auténticamentelatinoamericana.

9. Los guerrilleros, auspiciados y pagados por Cuba, y esta a su vez por la Unión Soviética, aspiraban a liberar a la región con la fuerza revolucionaria. Otra idealatinoamericana.

10. Mientras tanto los escritores del Boom inventaban una América Latina tan deslumbrante que se volvió real.

11. Dos acontecimientos erosionaron en los 60 la nueva homogeneidad de América Latina: el caso Padilla y el inesperado éxito del realismo mágico.

12. El caso Padilla dividió para siempre a los intelectuales latinoamericanos. Los simpatizantes de Cuba -con García Márquez y Cortázar a la cabeza- y los detractores de Cuba -con Paz y Vargas Llosa como epítomes- se convirtieron en facciones irreconciliables.

13. Aún hoy los herederos de los antiguos procastristas, reconvertidos en partidarios de una izquierda más o menos democrática, no toleran a los herederos de los viejos anticastristas, reconvertidos en fanáticos del libre mercado. Y viceversa.

14. El daño provocado por la entronización del realismo mágico como paradigma único fue enorme (la culpa no es de García Márquez). 1º, porque se convirtió en el instrumento único para interpretar la realidad latinoamericana. 2º, porque ensombreció la inmensa variedad imaginativa del Boom y de la literatura latinoamericana en general.

15. Transformado en herramienta sociológica por la crítica europea y estadounidense, el realismo mágico convirtió a América Latina en un parque temático del absurdo. Un lugar donde ocurrían las cosas más insólitas o terribles sin que nadie se inmutara. El reino del conformismo.

16. No fue García Márquez, sino sus apologetas e imitadores, quienes hicieron deAmérica Latina el receptáculo del exotismo que siempre ha necesitado, como contraste a sus propias pulsiones, la sociedad occidental.

17. Si al realismo mágico se le añade cierto componente social, como hizo la izaquierda académica, el coctel se torna adictivo. América Latina ya no sólo comoresort, sino como depósito de las frustraciones de la burguesía internacional.

18. América Latina alcanza su apogeo en 1982, con el Premio Nobel a García Márquez, y justo entonces se inicia su declive.

19. En los 80, las dictaduras comienzan a resquebrajarse (salvo en Cuba). Las guerrillas son aniquiladas o disueltas (salvo en Colombia). Y la incesante repetición de los clichés del realismo mágico comienza a empalagar a los latinoamericanos(todavía no al resto del mundo).

20. En los últimos años del siglo xx, América Latina sólo se conserva en las guías turísticas (y la nostalgia occidental). Sus distintos países apenas se conocen entre sí y sus sociedades se han vuelto cada vez más abiertas y plurales, más reacias al encasillamiento.

21. Con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, México se escinde de América Latina. Toda su dinámica social, económica y política -y, en buena medida, cultural- se dirige hacia el Norte.

22. Centroamérica, en los 90, abandona las guerras civiles. Y se precipita, casi de inmediato, en la violencia de las pandillas y del narcotráfico y, salvo excepciones, en la obscena corrupción gubernamental.

23. América del Sur entretanto explora vías propias: una camada de líderes de izquierda, más o menos democráticos, inunda la región. Chávez se convierte en su mala cara y Lula en la buena.

24. Chávez encarna la peor nostalgia latinoamericana. Escucharlo glosar a Bolívar es como reproducir un mal bolero en un viejo acetato: clama, ruega o chantajea a sus colegas en aras de una unidad que sabe imposible.

25. Imposible desdeñar, eso sí, los incipientes mecanismos de integración de América del Sur. Pero si con los años se consolida allí una unión trasnacional, heredera del Mercosur o el Unasur, será para construir una América Latina distinta: con Brasil y sin México.

26. Todavía hoy, cuando se habla de América Latina, se piensa en una región azotada por la desigualdad, la corrupción y la violencia (aunque ya casi no haya dictadores ni guerrilleros), en la música latina (ya no latinoamericana, del Buena Vista Social Club a Shakira), en sus futbolistas y en una literatura que, a falta del realismo mágico, comienza a centrarse en esa nueva vertiente del exotismo encarnada por el narcotráfico.

27. Es enternecedor -y políticamente correcto- decirse latinoamericano. Pero pocos de quienes lo afirman viven, en realidad, la experiencia de América Latina. Los habitantes de un país apenas viajan a otro. Nada saben sobre su cultura contemporánea. Y no disponen de ningún medio -fuera de CNN en español o del mainstream del entretenimiento global- para conocer a sus vecinos.

28. La idea de América Latina, a principios del siglo xxi, es cosmética. Una copia pirata que intenta resucitar una marca en desuso.

 29. América Latina fue una hermosa invención. Y, como toda utopía, el pretexto para justificar numerosas atrocidades. Si de verdad creemos en un proyecto supranacional, deberíamos pensar en otra cosa. Y elegir otro nombre.

30. Si América Latina ya no existe, estas reflexiones deberían concluir aquí. Porque entonces tampoco existe la literatura latinoamericana.

 

II. El continente

 

31. De Nobel a Nobel. El gran arco de la literatura latinoamericana se tiende entre el muy temprano Premio a García Márquez, en 1982, y el muy tardío a Vargas Llosa, en 2010.

32. El Nobel a García Márquez consagra el esplendor de la literatura latinoamericana -y de América Latina- en el mundo. Y convierte al realismo mágico en su única expresión. Tres décadas después, el Nobel a Vargas Llosa desmiente el malentendido. El Boomnunca se redujo al realismo mágico. Y América Latina nunca fue sólo Macondo.

33. El Nobel a García Márquez sonó como una fanfarria para América Latina. El Nobel a Vargas Llosa, como su réquiem.

34. El Nobel a Vargas Llosa se siente irremediablemente anticlimático. No porque él no lo merezca, por supuesto. Sino porque se anunció cuando Vargas Llosa es, con Carlos Fuentes, el último representante de una especie que se extingue.

35. Vargas Llosa y Fuentes son los últimos intelectuales típicamente latinoamericanos. Los últimos voceros autorizados de la región. Nuestros últimos interlocutores conOccidente.

36. Para los autores del Boom, hubo siempre un tema imprescindible: el poder. En una u otra medida, García Márquez, Vargas Llosa o Fuentes no tuvieron más remedio que lidiar con él. En sus libros. Y, con igual intensidad, en sus vidas.

37. Pocas generaciones tan próximas al poder como el Boom. Sin duda, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa han sido sus críticos más severos. Pero también han sido permanentemente tentados por él.

38. Los autores del Boom comprueban la aporía de Foucault: el saber produce poder, y viceversa. Si tantos políticos y empresarios los halagan es porque saben que sus palabras crean realidad.

39. Los escritores de las generaciones posteriores ya no quieren o ya no pueden ocupar la posición del Boom. Cuando Vargas Llosa y Fuentes hablan, habla América Latina. Cuando lo hace cualquier otro autor, s habla un peruano, un mexicano, un argentino. Y, con los más jóvenes, ni eso: un simple escritor.

40.  Cuando los regímenes autoritarios campeaban en América Latina, los escritores disfrutaban de una libertad de expresión mayor a la del ciudadano común. El arte los protegía de las represalias (no siempre). Y los convertía en conciencias de la sociedad. La llegada de la democracia les arrebató esa condición.

41. En las nuevas democracias, no son ya los escritores de ficción o los poetas quienes critican al poder, sino esa nueva clase de comentaristas que se ha adueñado del espectro público.

42. Los politólogos sustituyeron a los escritores. Con ello, los ciudadanos ganamos en destreza académica (ni siquiera estoy muy seguro), pero perdimos en estilo.

43. Pese a contar con indudables momentos de brillantez, el discurso político delBoom saturó a las nuevas generaciones. En las últimas décadas nada resulta tan antipático, tan demodé, como un escritor comprometido.

44. La democracia había sido tan anhelada en América Latina que, cuando al fin apareció, no tardó en decepcionarnos. La democracia no era la panacea, sino una fuente de nuevos conflictos. Despojados de su condición de conciencia social, los escritores posteriores al Boom se escoraron por completo de la vida pública.

45. A diferencia de lo que ocurrió con el Boom, donde Vargas Llosa incluso pudo ser candidato a la presidencia sin comprometer su prestigio, hoy se cree que el mero roce de la política contamina a los escritores.

46. La devaluación del realismo mágico, sumada a la instauración de sociedades más plurales, permitió redescubrir a escritores olvidados o menospreciados. De pronto, la literatura latinoamericana pareció más rica -y más difícil de clasificar- de lo que nadie había supuesto.

47. Más que el post-Boom, a partir de los 90 se hizo visible una generación completa que había sido su contemporánea. El grupo de la revista Medio Siglo, en México, o autores como Saer o Antonio di Benedetto en Argentina, de pronto pudieron ser leídos como novedades.  

48. Los autores nacidos entre 1950 y 1965 -fechas otra vez arbitrarias- son demasiado jóvenes para haber sufrido el eclipse del Boom, pero suficientemente maduros para sufrir la opresión de los regímenes autoritarios: Piglia, Eltit, Villoro, Abad Faciolince, Boullosa, Castellanos Moya, Sada, Bellatin, Aira, Pauls, Fontaine y, por supuesto, Bolaño.

49. Bolaño sólo tiene un precedente: García Márquez.

50. ¿Por qué Bolaño? Quizás porque llevó a sus límites mejor que nadie la estética del Boom. Y porque negó con la misma fiereza su idea de lo que debe ser un escritor latinoamericano.

51. Por su arquitectura y su ambición narrativa, Los detectives salvajes 2666 son herederas directas de Cien años de soledad, La casa verde, Terra Nostra Rayuela.Ideológicamente, son su reverso.

52. Bolaño admiraba tanto el riesgo estético original del Boom como detestaba su autocomplacencia, su fe latinoamericanista y su discurso hegemónico.

53. Para Bolaño y sus coetáneos, a partir de los ochenta el Boom se había convertido en una institución monolítica, una marca comercial, en un paradigma tan poderoso como el que sus miembros habían desmantelado décadas atrás. Para sobreponerse a ellos, no bastaba con insultarlos: había que subvertir su discurso.

54. Cada libro de Bolaño es un pulso con el Boom. Y un homenaje implícito. Textos llenos de parodias y burlas, de juegos estilísticos, de socarronería y mala leche y,sottovoce, de honda admiración.

55. Los detectives salvajes es una Rayuela sin romanticismo ni artificios experimentales, ubicada en el desierto mexicano en vez de París, salpicada de dardos envenenados contra la historia literaria oficial. Pero, como Rayuela, también es un canto épico al magma vital de la literatura.

56. 2666 es la mayor respuesta posible a Cien años de soledad. Sin magia, sin genealogías explícitas, sin la cegadora belleza del estilo. Pero con la misma ambición: la voluntad de transgredir todos los códigos e inventar otra América Latina.

57. Si los textos de Bolaño están plagados de oscuras referencias literarias es porque necesitaba desmantelar el canon del Boom. Porque necesitaba crear su propio sistema de signos, su propio contexto, su propia recepción.

58. Como los autores del Boom, Bolaño fue un autor ferozmente político. Sólo que su discurso no intentaba ser una respuesta ideológica al autoritarismo, sino un elusivo retrato de la microfísica del poder.

59. Vargas Llosa, Fuentes o García Márquez narraron el poder desde dentro: O Conselheiro, Artemio Cruz o Aureliano Buendía. O lo experimentaron en carne propia. Bolaño prefirió exhibir sus aristas, sus márgenes, sus corrientes subterráneas. Y, en la práctica -gracias tal vez a su muerte prematura- siempre se escabulló de él.

60. En contra de la imagen construida en el ámbito anglosajón, Bolaño no era unoutsider ni un rebelde sin causa, sino un infiltrado que conocía a la perfección el sistema y que se empeñó en desestabilizarlo desde dentro.

61. ¿Cómo el resto del mundo ha endiosado a un autor que no cesa de hacer guiños privados, chistes y burlas a una tradición -la latinoamericana- que a la mayoría se les escapa? Porque Bolaño le arrebató esa tradición a los latinoamericanos, la pervirtió y la transformó en un instrumento a su servicio.

62. Bolaño se convirtió, primero, en el gurú de los menores de cuarenta. Luego, en un ídolo de culto en Europa. Y, por fin, en una superestrella gracias a su entronización en Estados Unidos. ¿Un malentendido? Quizás todas las grandes obras literarias lo sean.

63. Bolaño ha comenzado a sufrir la suerte del Boom: el paso de las orillas al centro lo ha vuelto, de pronto, hegemónico. En Estados Unidos, Bolaño no es el último, sino el único escritor latinoamericano. Y de nuevo la intensa variedad de la región ha quedado sepultada bajo su marca.

64. Bolaño vivió obsesionado por América Latina, pero a su muerte incluso él ha dejado de ser latinoamericano. Su nacionalidad apenas importa a sus lectores. Más que un escritor global, un escritor apátrida.

 

III. Los archipiélagos

 

65. Pertenezco a una generación cuyo mayor mérito consistió en tratar de normalizar a América Latina. Aunque otros lo pensaron antes, McOndo y el Crack pusieron sobre la mesa la quiebra del realismo mágico.

66. En 1996, dos iniciativas, una chilena y otra mexicana, sin conocerse mutuamente, alzaron su voz contra esa América Latina que se resquebrajaba. Eran los síntomas de un profundo malestar en la región.

67. Los antologadores de McOndo querían señalar, con este título sarcástico, queAmérica Latina ya no existía. O, más bien, que existía otra América Latina, dominada por las contradicciones de la modernidad y no por la magia o el exotismo.

68. El Crack, por su parte, buscaba reencontrar los orígenes del Boom: el momento anterior a la eclosión global del realismo mágico, cuando sus autores dinamitaban el discurso dominante en vez de representarlo.

69. Más allá de sus flaquezas juveniles, McOndo y el Crack contribuyeron a jubilar esa construcción de tres décadas llamada América Latina.

70. Durante la época de esplendor del Boom, la edición en español se dividía con bastante equidad entre España, México y Argentina. A partir de los 80, el desequilibrio que favorece a las editoriales peninsulares se vuelve apabullante.

71. De pronto, los grandes grupos españoles controlan la edición en América Latina. Y España se convierte en una Meca para los nuevos escritores latinoamericanos.  

72. Mientras a los autores del Boom les gustaba pasar temporadas en España, para los escritores nacidos en los 60 y 70 publicar en España se torna una obsesión.

73. Si los intercambios editoriales entre los países latinoamericanos habían comenzado a disminuir desde los setenta, en los ochenta se vuelven rquíticos. Los únicos libros que circulan de un país a otro son españoles.

74. A inicios de los 90, los escritores latinoamericanos publicados en España (con la obvia excepción del Boom) se cuentan con los dedos de una mano.

75. Los esfuerzos para hacer circular las novedades literarias de un país a otro fracasan sin remedio. Carentes de referencias comunes, a los lectores de un lugar no les interesan los libros de sus vecinos.

76. A diferencia de los autores del Boom, los nuevos escritores no cuentan con editores dispuestos a apostar por ellos más allá de sus fronteras nacionales.

77. Si se atiende sólo al mercado editorial español, entre 1982 y 1998 la literaturalatinoamericana es un fantasma. Imitadores del realismo mágico, obras postreras delBoom, y poco más.

78. El desierto comienza a repoblarse a partir de 1998, con la publicación de Los detectives salvajes. 

79. A partir de 1999, los escritores latinoamericanos vuelven a ganar premios importantes en España. Primero, la resurrección del Biblioteca Breve para JV. Luego, en 2000, el Primavera para Ignacio Padilla. Y, en 2003, el Alfaguara para Xavier Velasco.

80. A partir del 2000, las editoriales españolas vuelven a perseguir su autorlatinoamericano de moda. La estrategia no funciona. Porque ya ninguno de esos escritores parece latinoamericano.

81. Al inciarse la segunda década del siglo xxi, la literatura latinoamericana no sólo ya no existe, sino que, fuera de a unos cuantos académicos, a nadie le importa su desaparición. Para bien o para mal, ser latinoamericano ha dejado de ser chic.

82. A partir de fines de los 90, resulta inútil decir "narradores latinoamericanos" o "narrativa de América Latina". Lo más preciso sería "narrativa hispánica de América" (nha), en donde "hispánica" no se refiere a la lengua del escritor (que a veces es el inglés), sino a su filiación imaginaria.

83. A principios del siglo xxi, la nha ya no responde conscientemente a la tradición de la literatura latinoamericana canonizada durante el Boom, sino que responde a otras tradiciones, aunque con especial énfasis en la literatura anglosajona (o, más bien, en los dictados del mercado literario internacional).

84. El siglo xxi señala el fin de la vieja y amarga polémica entre literatura nacional y universal que azotó a América Latina durante dos siglos. Pero con la globalización no ganaron los cosmopolitas, sino el mercado internacional.

85. A principios del siglo xxi, la nha carece de movimienos o grupos explícitos. Las generaciones se mezclan y recomponen, para fastidio de los académicos. La literatura identitaria se halla en vías de extinción. Quedan unos cuantos escritores, y sus obras. La taxonomía, pasión crítica por antonomasia, se vuelve impracticable.  

86. Muerto Bolaño, dos argentinos ocupan su vacío, sin llenarlo. Ricardo Piglia, creador de brillantes piezas que enlazan ficción y metaficción (Borges + Artl). Y César Aira, autor de libros que son casi instalaciones (enésimo derivado de Duchamp).

87. Los escritores nacidos en los cincuenta se hallan de pronto descolocados frente a la sombra de Bolaño. Unos lo alaban, otros lo envidian, alguno lo contradice, nadie lo imita.

88. Imposible ofrecer un retrato de familia de estos escritores. Siendo estrictos, no valen criterios temáticos, ideológicos o estructurales para agruparlos. Si algo los une, es ser sobrevivientes.

89. Migrantes digitales, los escritores nacidos en los cincuenta han tardado en adaptarse a la nueva realidad líquida del mundo digital.

90. Salvo excepciones -Aira, Bellatin, Rivera Garza-, la narrativa tradicional mantiene su predominio (como en todas partes). Pocas artes tan conservadoras, a principios del siglo xxi, como la novela.

91. La literatura experimental vive con los mismos (pocos) fanáticos y los mismos (numerosos) detractores del arte conceptual. El arco se tiende entre Diamela Eltit, y sus juegos posmodernos de género (nuestra Jellinek), y Mario Bellatin, y sus juegos ultramodernos sin género (nuestro Beckett).

92. Un hecho clave para los nacidos en los 60 y 70 fue el congreso organizado en Madrid en 1999. Por primera vez en mucho tiempo, los escritores latinomericanosvolvieron a tener la ocasión de encontrarse. En España.

93. El breve arco de la nha reciente se tiende entre los congresos de Madrid, 1999, y Bogotá, 2008. El primero marca el último intento de resucitar a la literaturalatinoamericana. El segundo es la comprobación última de su imposibilidad.

94. En 1999, los escritores celebran conocerse. En 2008, el desarrollo del correo electrónico, los blogs y las redes sociales muestra el carácter redundante de los congresos literarios. Los intercambios de ideas ya no se llevan a cabo en vivo.

95. En medio de estos dos congresos, una cita especial (por emotiva): Sevilla, 2004. Conviven, por primera y última vez, un miembro del Boom (Cabrera Infante), Bolaño, y once escritores nacidos en los sesenta y setenta.

96. Burdo epílogo, la selección de Granta del 2010. Para entonces, ya ninguno de sus autores es latinoamericano y ni siquiera se busca ser más o menos equitativo con el número de representantes por país.

97. Un nuevo estereotipo: la narcoliteratura. Poco importa que sólo se haya reflejado en la ficción de Colombia, México y, en menor medida, Centroamérica. Para los nostálgicos, significa la resurección de América Latina.

98. Decenas de libros rodean ya al narcotráfico, de la explotación comercial al registro lingüístico. E incluso cuenta con una obra maestra: Trabajos del reino, de Yuri Herrera. El problema es que un tema urgente se convierta, a causa otra vez de la necesidad de exotismo de occidente, en obligación.

99. Se dice que en América Latina proliferan los géneros: la novela histórica y policíaca, en particular. O la narrativa femenina. O la gay. Tanto como en cualquier parte.

100. Si los escritores nacidos en los 70 son esencialmente antipolíticos, los de los 70 y 80 son apolíticos. Sólo les interesa el poder en la medida en que interfiere con sus vidas privadas. Es pronto para hablar de los nacidos en los 90.

101. Entre los escritores nacidos en los 70 y 80 no hay grupos explícitos (al menos de momento). La individualidad como único imperativo.

102. Otro fenómeno de los últimos veinte años: la extinción de la crítica periodística. Suplementos literarios agonizantes. Revistas literarias que se vuelven políticas.

103. En vez de manifiestos o revistas, blogs (algunos tan influyentes como el de Iván Thays). Para el chismorreo literario, Facebook. Y, para participar activamente en la vida intelectual (de un solo país), ese nuevo telégrafo que es Twitter.

104. Último fenómeno para dinamitar del todo la vieja idea de literaturalatinoamericana: a Bogotá 39 fueron invitados como escritores latinoamericanos Daniel Alarcón y Junot Díaz. Ambos escriben en inglés.

105. El fin de las fronteras y las aduanas. De la distinción entre lo local y lo global. De la literatura como prueba de identidad (nacional, étnica, lingüística, sexual). El fin de los departamentos universitarios de "literatura latinoamericana", de "literatura española" y de "lenguas romances". ¿Y el inicio de qué?

 

 

 

 

 

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4 de septiembre de 2011
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Tarjetas de visita

Sin saberlo, los internautas más audaces están recuperando una de las costumbres de más abolengo entre las élites burguesas del siglo XIX. Me refiero naturalmente al modo de auto-presentación de los usuarios de Facebook y demás vías sociales de contacto, que incluye, junto al perfil, al menos una foto del interesado. Exactamente igual a lo que hicieron, sin Red, los prohombres decimonónicos, cuando en la segunda mitad de ese siglo, exactamente el año 1854, el fotógrafo francés André Adolphe Disdéri patentó su invento de una cámara con múltiples objetivos con la que era posible obtener, en una sola sesión y a partir de un único negativo, numerosas impresiones fotográficas en el formato llamado ‘carte de visite'.

    Las que se exponen en una pequeña pero fascinante exposición abierta (hasta el 26 de septiembre) en el museo de la Fundación Lázaro Galdiano, en Madrid, son frontales y algo solemnes, como corresponde a quienes posaron para distintos artistas de la cámara, como el propio Disdéri y otros de mayor renombre como Nadar o Laurent. Esas tarjetas de visita con la fotografía del titular las fue coleccionando otro prohombre, nuestro Pedro Antonio de Alarcón, a quien muchos se empeñan sólo en recordar como autor de ‘El sombrero de tres picos', por toda su secuela de adaptaciones al cine, al teatro y a la danza. El escritor granadino se cuenta, en buena lógica, entre los retratados, pero el repertorio mostrado en la Fundación recoge un panorama de la ‘jet set' de entonces, que, no usando aeroplanos, se desplazaba con gran frecuencia y abundante bagaje, como lo hizo el propio Alarcón, autor de un delicioso recuento de un viaje ‘De Madrid a Nápoles'. El Papa Pio IX, Napoleón III, los decimoquintos Duques de Alba, la flor y la nata de la poesía postromántica (Rivas, Núñez de Arce, Ventura de la Vega, Campoamor), y tantos otros políticos, oradores y prelados figuran en esa galería de grandilocuentes aunque de tamaño modestas tarjetas. Mujeres hay pocas, y las que hay son marquesas o cómicas principalmente, si bien está la poetisa Carolina Coronado absorta en la contemplación de un libro. También se puede ver a un moro de importancia, Muley-el-Abbass, y al hombre de carne y hueso que dio nombre a la copla de Mambrú, aquel que se fue a la guerra.

      Yo adoro las tarjetas de visita, que tuve y repartía, en un rasgo de petulancia precoz, a mitad del bachillerato, sin que mis compañeros de curso se mostrasen impresionados. La mía, como las de la mayoría de los humanos del siglo XX, no tenía foto incorporada, sólo el nombre y la dirección de casa, de casa de mis padres. De más mayorcito pude poner un domicilio propio, un teléfono, antes de que llegaran el fax y los correos electrónicos. Las sigo teniendo, encargándolas en paquetes de cien a una imprenta artesanal del barrio de la Guindalera, pero creo que en los últimos tiempos sólo usaban tarjetas los profesores universitarios extranjeros y algunos funcionarios del Estado.

      Luego llegó, como ustedes saben, el siglo XXI, y los cambios de costumbres, que no se acaban nunca. Reaparece con ellos la tarjeta, además de los ya citados insertos con foto en Internet. Ahora se hacen negras (ya me habría a mí gustado tener en el colegio, para achantar a los díscolos, una tarjeta negra de visita), oblongas, ribeteadas, y hasta sonoras. Aunque la más mundial es la que vi en una tienda fotográfica de Antalya, al sur de Turquía. Uno se fotografiaba ante un Disdéri local, y en dos horas obtenía diez, sólo diez, copias de su propia efigie en 3D, pudiendo asimismo insertar la foto en un llavero o un posavasos. El precio era alto, y no me decidí.

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2 de septiembre de 2011
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II. El lujo sin fin ni medida

Al momento del derrumbe de su régimen de largos cuarenta y dos años, la prole numerosa del coronel Gadafi era de ocho hijos, entre propios y adoptados, unos útiles a su aparato de poder, otros inútiles y ociosos, pero todos ellos dueños de una abundante parcela de riqueza, mansiones, yates, jets privados, flotillas de automóviles, villas en el extranjero, cuentas cifradas, legiones de criados, y protegidos por igual en sus gustos y caprichos.

            Ahora que las mansiones de todos ellos en Trípoli fueron ocupadas por los rebeldes, podemos enterarnos de cómo vivían, de cuáles eran sus gustos y sus manías para gastar el dinero que recibían a raudales de las arcas sin fondo de su padre. Gastar el dinero que no cuesta ganarse, parece ser el más irreprimible de los vicios. Caprichos, fijaciones, obsesiones, fastuosidad. La riqueza es el reino de la exageración. Todo lo que la imaginación y el deseo dicten. Poseerlo todo a la vez, no privarse de nada, encontrar gusto en tener lo que no se necesita. Todo lo que está colocado entre la avaricia y la sensualidad del ocio bien vivido, la riqueza como instrumento de poder y de dominio, la exacerbación sin fin de los sentidos.

            Junto con los rebeldes armados entró el pueblo llano y silvestre en las mansiones amuralladas de la familia, una de ellas la de Al Saadi el Gadafi, el hijo al que papá le compró el sueño de ser futbolista de la liga italiana, lo que logró haciéndose de un paquete de acciones del equipo Udinese.  El muchacho jugó por todo un total de media hora, para luego calentar de manera permanente la banca. Pero eso no es todo. Llegaba a los entrenamientos en un helicóptero, o al volante de un Lamborghini, y siempre a mano su jet privado para escaparse a Paris, aficionado como era a los shows del cabaret Crazy Horse.

 

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2 de septiembre de 2011
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Victoria con sordina

Tras los descalabros vendidos como victorias, llegan las victorias silenciosas. La actuación de la OTAN en Libia confirma un nuevo estilo de guerra o de intervención militar adoptado por Estados Unidos bajo la presidencia de Barack Obama, un tipo de contienda en el que el protagonista, la mayor superpotencia militar, se mantiene discretamente en segundo plano, atendiendo más a los resultados y a la gestión política que a la publicidad de las victorias.

Así sucede con la guerra de los drones, esos aviones no tripulados, cada vez más imprescindibles para el espionaje y para los bombardeos y disparos de precisión, que está diezmando a Al Qaeda a mayor velocidad con que la organización terrorista intenta reproducirse. Es también el tipo de intervención diseñada para Irak y Afganistán, una vez retiradas las tropas directamente de combate, y utilizada en Yemen, con tareas de apoyo y entrenamiento de las tropas nacionales de cada país en su lucha contra la insurgencia de Al Qaeda. Los resultados de estas intervenciones con sordina están ahí, en forma de dos éxitos iniciales en Libia: el primero, con la imposición de la zona de prohibición de vuelos que frenó la matanza que Gadafi preparaba en Bengasi; el segundo, con la caída del tirano, sin poner ni un solo soldado a combatir en tierra. Falta el tercero, quizás el más difícil y cuyo protagonismo corresponde entero a los libios, consistente en organizar y constituir la libertad después de haber conseguido la liberación. La victoria libia manda un mensaje inequívoco al resto de países árabes. Para Túnez y Egipto, países en difícil transición, es un alivio contar con un vecino al fin en paz, que emprenda un camino paralelo después de desembarazarse de su propio tirano. Para Siria, significa situarse ahora en el foco de toda la atención: el siguiente en la lista. Para el resto, la seguridad de que el impulso revolucionario, debidamente acompañado por el apoyo internacional, sigue vivo e intenso: deberán tomar nota quienes albergan dudas sobre la necesidad perentoria de reformas y cambios. El método de Obama en Libia es exactamente el contrario de Bush en Irak. La intervención aérea se ha producido a petición de los libios, cosa que no fue el caso en Irak. Los bombardeos y ataques, salvo contadas excepciones, han podido evitar las víctimas civiles. El derrocamiento del dictador ha sido obra de los propios libios. Nadie les va a decir cómo deben organizarse y construir su futuro. Por eso no le han faltado las críticas de quienes deseaban una legitimación retrospectiva de aquella guerra ilegal, unilateral e injusta que dividió a la comunidad internacional y a Europa, al menos mediante el fracaso de esta guerra legal, multilateral y justa según los parámetros del derecho internacional y que ha contado con la cobertura de Naciones Unidas. Una vez derrocado Gadafi, estos críticos hacen ahora de aves de mal agüero con maldiciones sobre el futuro de Libia para que sea de caos y guerra civil. Hay muchas razones para invertir aquel esquema nefasto de la Misión Cumplida, cuando apenas dos meses después de la invasión de Irak Bush exhibió imprudentemente sobre un portaviones una victoria que los hechos desmintieron cruelmente hasta el último día de su presidencia. Las victorias bélicas, reales o imaginarias, difícilmente hacen ganar elecciones, aunque su conducción insensata sí puede llevar a perderlas. Las elecciones se juegan hoy en la cancha de la economía y del empleo. No corresponde buscar rendimientos electorales a problemas de profundidad estratégica como es el cambio que se está produciendo en el mundo árabe. Sin EE UU y su apabullante aunque silenciosa participación, la OTAN no se podría apuntar ahora esta victoria. Los aliados atlánticos no tienen por sí solos las capacidades, ni siquiera la munición, para soportar una campaña como la de Libia. Esta guerra, siendo un éxito para quienes apoyaron la intervención, exhibe las debilidades de Europa ?y concretamente de una OTAN dividida y una UE inexistente?, que necesitaría más voluntad política, conciencia ciudadana y sobre todo presupuesto de defensa para poder actuar en crisis como la libia meramente como la potencia de ámbito regional que debería ser. Obama ha prestado las alas de esa victoria a Sarkozy y Cameron, que han llevado el peso de la imagen y le van a sacar buen provecho político; sobre todo el francés, que tiene elecciones en 2012 y puede aparecer como vencedor en Libia después de ser perdedor en el Túnez de Ben Ali. En el pasivo político de esta guerra sobresale Alemania, país instalado en la disonancia europea en todos los campos: el euro, Libia y próximamente el reconocimiento de Palestina en Naciones Unidas. Obama dirige desde atrás, pero Merkel frena desde delante. El primero, sin doctrina, está tejiendo una nueva doctrina. La segunda no quiere saber nada de lo que pasa en el mundo si no afecta estrictamente a la caja registradora de votos y de dinero.

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31 de agosto de 2011
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