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Navegando hacia lo oculto

Por qué no he de callar y dejar los ojos reflejándose en el agua:el paso de las nubes el paso de los musgos ahora que quedo quieto por un instante mientras veo al universo viajando hacia lo oscuro Junto al rojo y el azul de aquellas flores mis negras palabras vana enfrentándose Uno tras otro los lotos se tiñenen el cielo y los arbustos rotos dejan ahogar sus ramas dentro de mis extremida desque brotan de un interior desbocado y lánguido Por qué no he de callar y dejarme rodear por la malezay el giro de planetas invisibles A quién he de nombrar si huyo hacia lo otro donde las presencias permanecen bajo un distinto orden Aquí he de quedarme destinado por mi figura que brilla junto a la ladera del río Río este que son las extremidades que poseo Mi voz cambiantecomo dos cuerpos que se cruzan navegando hacia lo oculto Alfonso Cisneros Cox PD.- Hace unas semanas nos dejó Alfonso Cisneros Cox, poeta peruano de la generación de los 80, fascinado por el mundo de los haikus, del que además era cultor. Pueden leer algunos de sus haikus en su blog El agua en la ciénaga. Sea este un homenaje a este poeta a quien conocí esporádicamente, pero cuyos amigos me dan fe de su bondad, su amor por la literatura y su amistad incondicional. pintura de mark rothko

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25 de octubre de 2011
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El boom del libro electrónico

Lectores de iPad en Croacia Un solo dato: El 25% de los ?lectores habituales? (un libro por semana o más) adoptan ya el formato electrónico. Un número bastante alto y que va a subir, subir, subir. La literatura española aun se resiste, las novedades no salen en formato electrónico, el mecanismo de venta aun es confuso. Pero lo que sucede en EEUU es más que un clarinazo de alerta y ya se anuncia que en dos años el libro en castellano irá al ritmo de EEUU. Se viene, se viene? Dice la nota:

Entre atemorizada y excitada está la industria del libro en Estados Unidos ante los meteóricos avances de los contenidos digitales. La progresión en el mercado es mucho mayor que la que pronosticaban los expertos. En 2010, las ventas de contenidos para dispositivos electrónicos se dispararon hasta en un 10%. El crecimiento al que los editores y libreros estaban acostumbrados era del 1% o el 2% y ahora han alcanzado un 15% del total. ¿Ha llegado la progresión geométrica al mercado?

Son datos de la asociación Book Industry Study Group (BISG), que agrupa a diferentes sectores del gremio en Estados Unidos y cuyo director ejecutivo, Len Vlahos, participa hoy en las Jornadas Técnicas de Anele (Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza) para analizar nuevas formas de lectura. ?Estamos muy impresionados por la velocidad que están tomando estas transformaciones?, afirma Vlahos. (?) Según un reciente estudio de la BISG, el 25% de estos lectores se han pasado ya al nuevo dispositivo. Entusiasmados. ?El 75% de los que lo han probado tienen una opinión muy favorable?, asegura Vlahos. Es un lector que prefiere, además, el libro electrónico puro y duro a las tabletas. Un lector que cuenta entre 30 y 44 años, culto y habitante de barrios residenciales, a quien han ganado los Kindle y no los iPad. Es un lector -lectora, más mujeres que hombres-, según el estudio, que compra más y lee más. Y que ante todo consume novedades de ficción. Otra profecía que ha sido barrida. Cuando aparecieron los primeros libros de ese formato, allá por 1999, los inventores del producto pensaban que ante todo penetrarían en el mundo del ensayo y el libro académico. No ha sido así. No solo los universitarios lo utilizan poco, ya que los libros de consulta no se han reconvertido a la velocidad deseada y los profesores observan estos inventos aún con desconfianza. Son los escritores de ficción quienes tiran más de las descargas. ?Sobre todo en los géneros de novela romántica y de ciencia ficción?, comenta Vlahos. Y losbest sellers. ?Cualquier novela de Stephen King o John Grisham está por encima de la media en descargas. Podemos hablar de entre un 30% y un 50%?. Justo la cifra a la que se dirige el mercado mundial en 2020. ?En la última feria de Fráncfort, las previsiones más conservadoras apuntaban a que, por esa fecha, el 50% del mercado será digital?, asegura Javier Celaya, responsable de Dosdoce.com. Aunque la cuota digital en el ámbito de la industria editorial en español es tímida y apenas alcanzó el 3% en 2010, Celaya cree que es cuestión de tiempo: ?En dos años nos colocaremos en la cuota estadounidense?. (?) Y la industria del libro en español, ¿responde a ese mismo miedo o a una idéntica excitación? Precisamente, la clave es la expansión global. Un mercado de 400 millones de hablantes y potenciales lectores da mucho juego. No solo en América Latina, que va sumándose lentamente a la ola digital con México, Chile, Argentina y Colombia como países punteros. También en Estados Unidos. ?El interés por vender libros en español en Estados Unidos lo prueba el catálogo de 40.000 títulos de que dispone la web de Barnes & Noble, sin ir más lejos?, opina Celaya. Son una enorme porción de lectores, segundas generaciones más cultivadas que sus progenitores y que alternan la lectura de libros en inglés y en español. Toda una oportunidad para la industria. En cualquiera de los formatos. ?La batalla de las grandes editoriales que quieren conservar su cuota de mercado en papel frente a aquellos, como Amazon o Google, que apuestan por lo digital está en pleno desarrollo?, comenta Vlahos. ?La estrategia de los grupos tradicionales es multiplicar los puntos de venta?, comenta el responsable de la BISG. La confianza en la librería no decae.

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25 de octubre de 2011
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I. «¿Qué pasa? ¿Qué pasa?»

Dicen las crónicas orales recogidas por la prensa, que pronto serán historia, o ya lo son, que el coronel Kadafi, cercado por soldados rebeldes en una alcantarilla de las afueras de Sirte, exclamó: "¿qué pasa? ¿qué pasa?". Otras versiones, y la historia nunca terminará de escoger, dicen que sus palabras también fueron: "No me maten...mis hijos...". Su huída había terminado en aquella alcantarilla, y poco después sería arrastrado, golpeado, y por fin  asesinado sin piedad por sus captores, para ser llevado luego al frigorífico de un centro comercial de Misrata,  donde la gente hacía largas colas para ver su cadáver, el suyo y el de uno de sus hijos, Muatassim, todopoderoso también, e igualmente temido.

            El poder visto como un destino personal no deja de ser una ilusión de la que no se despierta sino a la hora de la muerte, o a lo mejor, esa ilusión se va con los tiranos a la tumba, como si no hubiesen podido traspasar nunca las fronteras de su mundo de ensueño, para regresar al mundo real. El ensueño del poder total, que enajena los sentidos, y aleja la percepción de la realidad, creando otra paralela. El coronel Kadafi, ya sin poder ninguno, rodeado por los últimos de sus fieles en su escondite, seguía llamando al pueblo a resistir, el mismo pueblo que alzado en armas había convertido en cenizas todos sus fastos y sus oropeles. Pero en su mente, él seguía siendo el Mahdí invencible y amado, el caudillo absoluto de los mil disfraces.

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25 de octubre de 2011
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La gloria de Netanyahu

Solo gana quien arriesga. Es lo que ha hecho Benjamin Netanyahu con el intercambio de Gilad Shalit por 1.027 prisioneros palestinos. Es su respuesta arriesgada a la Primavera Arabe y a sus nefastas consecuencias para Israel, que ha visto desaparecer en pocos meses la entera arquitectura de sus alianzas regionales y se halla en el momento de mayor aislamiento de su historia. Netanyahu ha querido demostrar que no hay interlocutor para la paz, pero sí lo hay para canjear prisioneros de guerra. Que no funciona el lenguaje de la paz y de la reconciliación, el reconocimiento de las razones y los sentimientos del otro; sino el de la armas y de sus intereses, que es el reconocimiento de la fuerza y las intenciones destructivas del contrario.

Cuando todos le piden que negocie y reconozca al Estado palestino, demuestra que solo quiere reconocer a los palestinos como enemigo jurado de Israel. Blande así un golpe que puede ser mortal al único socio para la paz que es Abu Abbas y corona la destrucción del proceso de Oslo a muy bien precio, es decir, sin aparecer como intransigente, al contrario, porque se reivindica como negociador, certifica que puede llegar a acuerdos difíciles con los enemigos más encarnizados, sabe ceder y explicar sus concesiones y aguanta el tirón de los más extremistas de su bando. Es la afirmación en el territorio doméstico de su autoridad y de su capacidad como hábil político después de haberlo demostrado en territorio americano, donde retó a Obama y le torció el brazo. Con esta negociación dice a las claras que ahora está dispuesto a ceder en todo menos en lo único que es esencial para obtener la paz, como es el territorio. Pero también dice otra cosa, de valor por el momento más virtual que real, y que puede contar para el futuro: quien consigue y explica un acuerdo tan espinoso como este también puede negociar y alcanzar el acuerdo de paz. El precio que paga Netanyahu es alto. Las víctimas no se lo pueden perdonar. Los asesinos de sus hermanos e hijos salen libres, mientras ellos seguirán llorándoles y echándoles en falta. Pero ahí da también una lección que sirve para los colonos. Israel está por encima de los intereses de grupo, por respetables y encomiables que sean. Después del golpe de Abbas en la ONU, remachando el aislamiento de Israel con su petición de reconocimiento internacional, Netanyahu le devuelve la pelota con una victoria moral, que mejora la imagen de su primer ministro y de un país dispuesto a ceder para salvar a uno de sus soldados. Restaura la autoestima de los israelíes, la idea siempre implícita de su superioridad sobre los palestinos y quienes les defienden e incluso un cierto equilibrio entre posiciones morales. Aunque los palestinos ganan en unidad, quien obtiene ventaja es Hamas, el partido de la guerra, sobre el partido de la paz y del combate pacifista, que es lo que más teme el Israel más conservador y derechista. (Este comentario, escrito el jueves de la pasada semana, quedó en el tintero, arrastrado por dos otros acontecimientos como la muerte de Gadafi y el comunicado de ETA sobre el cese de la violencia. Lo doy ahora aquí porque me parece todavía vigente y sugiere incluso alguna reflexión sobre el debaterespecto al final de la violencia en el País Vasco).

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25 de octubre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica VII

VII Homo technikós 

Algo análogo a lo que indicaba en el texto anterior en relación al carácter desinteresado de la ciencia podría ser dicho respecto  en relación al arte : "siempre me ha sorprendido nuestra pretensión por conocer para qué servía el llamado  arte rupestre, cuando en realidad no sabemos para que sirve eso que llamamos arte", dice con cierta ironía Jordi Agustí.

Eudald Carbonell enfatiza el peso de la correlación entre las áreas del cerebro que posibilitan la práctica del lenguaje y las que posibilitan la confección de herramientas y con ella lo que los griegos designan con el término téchne, que hoy se bifurca entre lo que llamamos arte y lo que llamamos técnica:

"Tallar una piedra, que requiere un ritmo biomecánico de las manos, para construir una morfología, coincide al igual que el lenguaje con las áreas del cerebro conocidas como la de Broca y la de Wernicke, y curiosamente a nuestra especie le resulta difícil hablar sin mover las manos, sobre todo cuando queremos ser vehementes." En este foro he tenido ya ocasión de preguntarme por el  sentido y el peso de la bifurcación del   término griego téchne  entre lo que denominamos ciencia y lo que denominamos arte, y que obliga por ejemplo a separar el Eduardo Chillida Premio Imperial de las Artes, del Eduardo Chillida reconocido por los ingenieros vascos por su dominio de la resistencia de materiales,  y al que el epistemólogo francés Gaston Bachelard dedica un precios texto bajo el título Le forgeron (el herrero). Separación, dicho sea de paso, contra la que el escultor se hubiera rebelado.  

Precisaré que en el coloquio que estoy glosando,  más que atribuir  la téchne y las construcciones simbólicas   exclusivamente a nuestra especie se enfatiza el hecho que nuestra especie es la primera en socializarlas. De tal manera lo que quizás homo heidelbergensis forja individualmente,  en homo sapiens se convierte en patrimonio colectivo que se transmite y se fertiliza, siguiendo pautas que parecen indicar una constante. Jordi Agustí señala que contrariamente a lo podría quizás  pensar la evolución del arte rupestre no va necesariamente de formas abstractas por mera deficiencia de concreción a formas realistas. Las cuevas de Chauvet en Francia, datadas en  más de 30000 años presentarían formas totalmente realistas, en contraste con las más esquemáticas posteriores.  

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25 de octubre de 2011
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La iglesia de Steve Jobs

Me enteré de la muerte de Steve Jobs por twitter. Suena lógico. Parte de todo el mundo ultra conectado de hoy, donde las máquinas tecnológicas han asumido valor artístico y los teléfonos funcionan como estanques de oxígeno, fue diseñado por Jobs. Ha pasado un par de semanas de muerte, y el llanto de sus seguidores no se detiene. Los mensajes de condolencias que han llegado a Apple, su gran obra, ya superan el millón. Por varios días fue la palabra más buscada en la red. Pasado el duelo inicial, muchos consumidores siguen viviendo su pérdida con una actitud que se resume en una palabra: desamparo.

Todos coinciden en que Jobs fue un visionario, pero la complejidad y envergadura del personaje supera aquella palabra. No solamente estamos frente a alguien que ayudó, empujó y diseño el desarrollo tecnológico de hoy. Con su muerte, presenciamos la partida del cerebro que acercó el computador a la vida cotidiana y que siempre tuvo en su mente un único objetivo: hacer más amables las máquinas.

Siempre que a Federico Fellini le decían que sus películas eran visionarias, respondía lo mismo: "El visionario es el único realista de verdad". Y eso se puede aplicar a Jobs. Fue realista, supo ver a dónde iba la tendencia y empujó hacia allá. Con eso en mente armó una empresa, armó sus equipos, los vendió por todo el mundo y facturó toneladas de millones de dólares. Encontró una vestimenta que lo acercara a sus compradores, jeans y polera negra, imitando el uniforme de los obreros japoneses. A partir de Jobs, uno ya no es alguien por determinado par de zapatos, o tal tipo de camisa o chaqueta. Uno es alguien, realmente, dependiendo de qué teléfono, de qué computador y de que lector de libros electrónicos se tiene. Con la muerte de Jobs muere el padre del nuevo consumo.

Los críticos se burlan de tanto llanto. Recuerdan que, finalmente, Jobs era un empresario preocupado de multiplicar su fortuna, famoso por tratar mal a sus empleados, que instalaba industrias en países pobres con mano de obra hiper barata encargada de armar los teléfonos más cool del planeta. Por el contrario, los que lloran lo hacen con la orfandad propia de quienes piensan que han perdido un líder espiritual. Seres, llorones y con equipos bien diseñados, que no se perdían  ninguna presentación de Jobs y que eran capaces de pasarse noches enteras durmiendo en la calle para tener equipo de la última versión.

Jobs transformó la tecnología en una ideología popular. Hizo de Apple una iglesia universal, con seguidores en todos los idiomas. Un gurú, con millones de feligreses, quienes le escuchaban decir -y retwitteaban- frases del tipo "El diseño no es solo la apariencia, el diseño es cómo funciona" o "Cambiaría, si pudiera, toda mi tecnología por una tarde con Sócrates".

Steve Jobs murió después de luchar varios años contra un cáncer. Su cuerpo, su propia máquina, dejó de funcionar el pasado 05 de octubre. Es probable que aquí, entre los vivos, todo siga funcionando igual. En la medida que eso suceda, y Apple se mantenga liderando el desarrollo tecnológico, Jobs se mantendrá presente por mucho tiempo. Finalmente, a eso que se dedican las iglesias: a mantener viva una leyenda, mediante la fe.

 

publicado en El Rayo, diario La Estrella de Valparaíso

 

twitter: @menesesportatil

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24 de octubre de 2011
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Reseña de "Ojos de pez abisal"

Ulises GutiérrezOjos de pez abisalBisagra, Huancayo. 2011 Ulises Gutiérrez es un autor relativamente joven en la literatura peruana -tan solo con un libro de cuentos en su haber (The Cure en Huancayo)- cuya obra ha dado un salto cualitativo no solo con respecto a su propio trabajo sino al de sus contemporáneos con la novela Ojos de pez abisal, publicada por Bisagra editores. Leer nota completa en ?¡Basta de carátulas!?

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24 de octubre de 2011
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¿Alguien nos representa?

Aquí y allá, las mismas miradas, el mismo estilo, la misma energía. Nacidos entre 1985 y 1995, estos jóvenes no son nativos digitales, pero Internet se ha convertido en su patria y las redes sociales en su zona de encuentro. Como sus predecesores de 1848 o 1968, su enfrentamiento con el establishment es sobre todo emocional, pero la palabra "revolución" ha desaparecido de su vocabulario. Son rebeldes tranquilos, más preocupados por sacudir conciencias que por transformar a la sociedad por medios violentos.

Sus críticos dicen que nada los acerca, fuera de su pasión tecnológica; mientras unos se congregaron para protestar contra regímenes dictatoriales (de Túnez a El Cairo), otros lo hicieron para oponerse a los recortes al estado de bienestar (de Madrid a Bruselas), y otros más para revelarse contra los poderes financieros globales (de Tel Aviv a Nueva York). Aun así, comparten el mismo espíritu: un brutal desencanto frente al sistema implantado en el mundo tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1991.  

Cuando el espacio comunista hizo implosión, los vencedores trataron de convencernos de que la Historia había terminado. Pero, derrotado el enemigo, a las democracias liberales ya no les pareció tan urgente demostrar sus conquistas sociales. Si el libre mercado había probado su eficacia, había que volverlo aún más libre, relajando al máximo la regulación de las instituciones financieras. La solidaridad dejó de ser un valor encomiable y el individualismo pasó a ser la postura ética dominante. Tras el 11-S, la Historia se reanudó, pero sólo para combatir a un nuevo enemigo, el terrorismo islamista. Y, mientras Occidente se empantanaba en una costosísima guerra en Medio Oriente, sus basamentos morales, políticos y económicos se volvían irreconocibles.

Los gobiernos democráticos habían prosperado por su capacidad para representar a los sectores sociales más diversos, pero esta virtud empezó a deslavarse. En todas partes, dos o tres grandes partidos se repartieron el poder, indiferentes a los deseos ciudadanos. Una vez elegidos, los políticos no dudaban en volverle la cara a sus electores: la oposición y el gobierno se volvieron casi intercambiables, toscamente imbricados entre sí, hasta conformar una clase política que recuerda a la antigua nomenklatura comunista.  

Durante una década, este modelo sobrevivió gracias a las tácticas del miedo expandidas por Bush y a la burbuja económica que permitió recompensar incluso a los sectores más críticos. Pero un buen día, el capitalismo no toleró más sus contradicciones -el imperio de la avaricia, la cultura del riesgo y la falta de representación-, y comenzó su propia implosión, análoga a la sufrida por la URSS. En 2008, reventó la burbuja inmobiliaria, cayó Lehman Brothers, y Estados Unidos y otras naciones decidieron rescatar a sus bancos (y a sus banqueros).  

Las élites surgidas durante los años de prosperidad han demostrado su torpeza a la hora de enfrentar la crisis. Por un lado, contamos con una inamovible burocracia económica que solo se preocupa por el déficit, descuidando las políticas de recuperación y de empleo -el "pleno empleo" soñado por Keynes- y, por el otro, con una clase política carente de representatividad, dominada por los partidos y sus intereses.  

Lo raro es que los movimientos de protesta hayan tardado tanto en reaparecer. Aquí y allá la queja es idéntica: contra políticos (demócratas o republicanos; socialistas o populares; priistas, panistas o perredistas) que no escuchan a sus ciudadanos; contra gobiernos impopulares (Obama y su tibieza frente al poder financiero; Zapatero y sus recortes; Calderón y su guerra contra el narco) y contra una oposición que genera la misma desconfianza (la teocracia del Tea Party, el conservadurismo de Rajoy, la corrupción del PRI).

  Gracias a las redes sociales, el descontento ha viajado de un extremo a otro del planeta. La primavera árabe se transformó en el 15-M español, que a su vez fue copiado por los indignados de Israel y Occupy Wall Street. Grupos pequeños pero bien organizados. ¿Cuál será la consecuencia de su aparición? Probablemente, no alterarán los resultados de las elecciones que se llevarán a cabo en varios países (España, Francia, México, Estados Unidos) pero, si se mantienen y proliferan, podrían contribuir a algo más importante: la derrota definitiva de la ideología neoliberal vigente en el mundo desde 1991. Es decir: podrían reimplantar el virus de la autocrítica en nuestras alicaídas democracias liberales para obligarlas a recuperar el espíritu social y representativo que las distinguió en otro tiempo.

Pese a la catástrofe que vive, México apenas ha sido contagiado por las protestas. El movimiento encabezado por Javier Sicilia fue, acaso, una primera llama. Pero las perspectivas electorales del año próximo son un excelente caldo de cultivo. Su eclosión tal vez podría modificar nuestro anquilosado panorama político, dividido entre los panistas que se empeñan en defender la guerra de Calderón y los priistas que aspiran a recuperar el poder sólo ante el desgaste del PAN, con una izquierda incapaz de servir como fiel de la balanza. La gran pregunta es: ¿en verdad serán estos partidos quienes habrán de representarnos? Esperemos que el espíritu de estos jóvenes permanezca en nuestras calles y logre asentar una idea tan simple como ésta: ya no podemos tolerar a los políticos que sólo se preocupan por sí mismos.

 

twitter: @jvolpi

 

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24 de octubre de 2011
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Tagore

Pocos se han acordado en España de conmemorar al primer asiático galardonado con el premio Nobel de Literatura, Rabindranath Tagore, que nació hace 150 años en Calcuta, capital del estado de Bengala, y allí murió, después de una larga vida viajera y comprometida, en 1941. El mundo anglosajón (por no hablar de la India, donde su figura es carismática, y entre los bengalíes venerada) lo ha celebrado de la mejor manera posible, reeditando muchas de sus obras y siendo, en las principales reseñas que he leído, imparciales con él: la poesía y el teatro de Tagore no han sido bien tratados por el paso del tiempo, pero su asombrosa versatilidad y su vocación de mentor y agitador social le dan un relieve que mantiene la capacidad de fascinar. Para mí fue una impresión muy gratificante, hace tres años, visitar en Calcuta la mansión familiar de Santiniketan donde él creó su hoy muy pujante centro de estudios y donde murió: un equilibrado remanso de civilización y belleza en la caótica y superpoblada ciudad. Y allí oí por primera vez la música de Tagore, una de las facetas más vigentes de su creación artística; es una lástima que las grabaciones de sus canciones líricas, interpretadas por grandes artistas clásicos del siglo XX como Hermanta Mukherjee, Prasad Goswami o Debabrata Biswas, tan asequibles en la India, apenas se conozcan en Occidente.

     Pese al olvido actual, Tagore tuvo una intensa y peculiar relación con España a través de Juan Ramón Jiménez, que se erigió en portavoz, traductor y hasta mejorador de su obra tras habérsela hecho conocer en 1913 Zenobia Camprubí, quien tres años después se casaría con el poeta onubense. Aún se debate sobre el reparto de papeles de la pareja en esa tarea de versionar a Rabindranath, siempre a través del inglés y no del bengalí en el que aquél escribía. En una de las pocas publicaciones ‘ad hoc' que han aparecido este año en nuestro país, la recopilación de aforismos poéticos ‘Pájaros perdidos' (Renacimiento, Sevilla 2011), el prologuista Arturo Ramoneda, que reconstruye con gracia un frustrado viaje de Tagore a España, parece compartir la inveterada sospecha de que, como en otros célebres matrimonios literarios, ella era la laboriosa y él el abajo firmante. Juan Ramón, sin embargo, con la petulancia que incluso sus más fervientes admiradores reconocen, le decía a su madre, en una carta, que "en las traducciones de Tagore [...] yo hago casi todo el trabajo, naturalmente".

     Fui en la adolescencia un lector deslumbrado de Tagore, de su teatro en particular (muy asociado al de Yeats, que le apadrinó y algo se dejó influir en sus propias piezas escénicas), pero ahora echo en falta en castellano nuevas traducciones de sus historias cortas y alguna de sus novelas como ‘La casa y el mundo', sin duda magníficas; Alianza Editorial mantiene en su catálogo media docena de sus títulos poéticos y dramáticos más conocidos (en las versiones de Camprubí/Jiménez), y Visor relanzó hace unos meses la antología ‘Últimos poemas', con traducción directa del bengalí revisada en castellano por el novelista Mariano Antolín Rato. La narrativa de Tagore inspiró además varias películas de otro extraordinario artista bengalí, Satyajit Ray, formado en la escuela de Santiniketan y en buena medida discípulo suyo. ‘Charulata', una de las obras maestras del cineasta, adapta maravillosamente ‘El nido roto', uno de los relatos más memorables del olvidado gran gurú.

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24 de octubre de 2011
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El guión

El guión, la hoja de ruta, el relato, la farsa incluso. El grueso de este debate no versa sobre hechos, sino sobre dichos, intenciones atribuidas por unos a otros, significados descifrados, palabras interpretadas, pactos secretos incluso. Hay desacuerdos radicales que son fundamentalmente semánticos: sobre el significado de las palabras, sobre el derecho a usar unas y no otras, sobre la fuerza narrativa del adversario. Y sin embargo, cuando se trata de la acción por las armas, la única realidad que importa es la que afecta a su uso y sus efectos, en forma de amenaza, de muerte, de dolor, de cárcel.

Las armas han callado. La gran mayoría cree que definitivamente. Los amenazados respiran de alivio. Los escoltas se reúnen para organizar un futuro en el que su protección será innecesaria. Pero nadie se fía de la palabra de quien las ha usado a placer desde hace tantos años. Hay motivo para no fiarse. Así, en general. En principio no es de fiar la palabra de quien tiene como dedicación primordial el acto homicida. Siempre puede quedar, además, una fracción disconforme con las palabras de paz y dispuesto a proseguir con las acciones de guerra. Esta vez sí, nos dicen. Las palabras definitiva e irreversible. El ahogo político y electoral: si matan de nuevo, se hunde el proyecto de relegalización y participación en las instituciones; ni cargos ni dinero. El cerco policial en Francia y España: apenas queda algo, pero dos años más así y no quedará nada. El aislamiento internacional: ya no hay Estados que echen una mano, y en la próxima ocasión ni siquiera encontrarán rincones de América Latina donde esconderse. Habrá que creerles, entonces, aunque con enorme prudencia. Sin hacer ni un solo paso en falso. Lo que importan son los hechos. Si entregan las armas será más fácil que se les crea. Si se disuelven, todavía más. Sabiendo que esta decisión es solo por interés, por su interés, sin arrepentimiento, sin dolor, incluso con la arrogancia de quien asegura que valió la pena y lo volvería a hacer en aquellas circunstancias. Hay otros hechos a los que habrá que atender. Los efectos de esos crímenes persisten y persistirán mientras siga vivo su recuerdo a través de los familiares y amigos de las 823 personas asesinadas. Va para muy largo. Es de desear incluso que vaya para largo, porque no merecen pasar página y el olvido. Ningún consuelo puede haber para su muerte y su ausencia, ni siquiera esta paz que ahora les prometen, tan difícil si antes no hay piedad, y después petición de perdón. No es una cuestión política, no. Ni debe serlo. Es algo mucho más complejo y personal, que afecta a cualquier víctima y de cualquier color: quienes han sobrevivido a un golpe del terror certifican con sus vidas que no valió la pena, que no debió suceder, que ninguna causa por inmensa que pueda ser justifica quitarle la suya a una persona. Hay que cuidar de ese dolor, procurar que nadie ofenda a quienes soportan su carga; que nadie se permita ignorarlo en los pasos que habrá que hacer en ese camino nuevo sin armas. Sobre todo porque ahí están, silenciosos, vivos, palpitantes, esos centenares de presos por terrorismo, esa masa decisiva para un futuro sin violencia. Ellos también son un efecto de los hechos: el retroceso del arma asesina, que hiere a quien la usa, destroza su vida en muchas ocasiones; las vidas de sus allegados también, hasta extender otro rencor distinto, pero igual de profundo, más retorcido, porque es un dolor culpable que no quiere reconocerse como tal. Lo que cuenta es el debate sobre los hechos. Es decir, las víctimas y los presos. La pelea por las palabras puede facilitar las cosas, pero es lo de menos. Las de Mayor Oreja sobre una negociación secreta entre Zapatero y ETA, una hoja de ruta soberanista, y esa paz-trampa continuadora de todas las trampas anteriores, insultan al gobierno y ahora incluso al PP, pero satisfacen a Otegi y a su capacidad de convicción sobre ETA. También esas ocurrencias extremistas tienen su función en este guión que por el momento está obteniendo el aplauso reticente pero a la vez unánime del público.

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24 de octubre de 2011
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El Boomeran(g)
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