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La búsqueda del vacío

La crisis ha pasado factura. Pero no toda la factura electoral se debe a la crisis. La paga quien tiene ahora el poder y, si dura, los siguientes también sufrirán sus efectos devastadores. Esta es una primera y buena explicación de la derrota socialista del 20-N. Está empíricamente demostrado que todos los Gobiernos europeos han ido cayendo desde que empezó el vendaval. De lo que se deduciría que si la gran recesión persiste, los vencedores de hoy pueden ser los derrotados de mañana y viceversa. Esta es una tesis débil, en todo caso insuficientemente fundamentada, porque falta terminar el experimento: para verificarla deberán perder el gobierno partidos que lo alcanzaron por la crisis, y además deberán ser formaciones conservadoras, porque la realidad es que han sido mayormente las socialdemócratas las que se han pegado el batacazo.

Que sea la crisis la responsable, la única que no puede presentar la dimisión en tal caso, según malintencionada chanza de Rodríguez Ibarra, no quiere decir que baste la crisis para explicar la derrota. Ahí está esa nueva responsable llamada ?la gestión de la crisis?. A ella pertenece un capítulo menor como es el de la comunicación: a pesar de la importancia que le dan quienes se ocupan profesionalmente de ella, roza el ridículo la justificación de los fracasos por los fallos en la transmisión de los argumentos al público. Quien no sabe explicar sus ideas debe revisar urgentemente tanto sus ideas como su capacidad para generar ideas nuevas. La gestión de la crisis va más allá de la comunicación y empieza a rozar el hueso de esta amarga aceituna. Quizás la crisis es ingestionable y está destinada a estallar en las manos que la conduzcan. Quizás es ingestionable desde la izquierda. Recordemos el mantra inicial, cuando esa Gran Recesión solo empezaba a asomar el morro. Había que gestionarla de forma que no fueran los más desfavorecidos quienes la pagaran, evitar que fuera aprovechada por los pocos de siempre para obtener sus pingües beneficios, garantizar la equidad y el Estado de bienestar. Los resultados hablan por sí solos y no admiten ni mejora de comunicación ni matices en la gestión: nadie es capaz de encontrar explicación al contraste entre las ayudas a los bancos y cajas, con sus directivos ricamente indemnizados, y la pérdida de derechos de los trabajadores, o al de las rebajas de impuestos y el recorte de prestaciones. La gestión de la crisis desgasta en todo caso a los partidos cuyo programa e ideología están en contradicción con los remedios que la crisis exige. Los partidos de programa más impreciso y descomprometido, acogidos a una nebulosa gestión pragmática y conservadora de las cosas, tienen mucho ganado, porque sus márgenes de acción son inmensos. Los socialdemócratas lo tienen muy difícil, porque son formaciones de mayor definición y se han visto obligadas a realizar una cosa y la contraria; en definitiva, a desmentirse y descalificarse a ellos mismos. Este oxímoron político, que impide hacer campaña defendiendo el balance del Gobierno, tiene un nombre: Rubalcaba. Si no es la crisis, si no es su gestión, no bastará entonces con salir del atolladero, sino que se exigirá una revisión a fondo de las responsabilidades y un análisis sin piedad de las causas de la derrota. No bastará con criticar la campaña. Habrá que remontarse más atrás, a cómo se han hecho las cosas, los relevos por ejemplo; pero también dar vueltas a las ideas más elementales, ver qué queda del proyecto y de las ideas socialdemócratas, cuáles tienen vigencia y utilidad, y cuáles merecen pasar a mejor vida. Los partidos, como la naturaleza, tienen horror al vacío. Nadie puede esperar razonablemente que se hurgue hasta las últimas consecuencias en las causas de la derrota. Para evitarlo, ahí está la esperanza probablemente engañosa de las elecciones andaluzas. Esta derrota de ahora la gestionarán los mismos o parecidos equipos con idénticas o similares ideas. Después de perder Cataluña, Barcelona y España, es muy posible que haya que esperar al cuarto peldaño andaluz, que toca al corazón del corazón del socialismo, para que llegue al fin el momento de la verdad. A veces es preciso alcanzar el vacío para abrirse a un nuevo comienzo.

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28 de noviembre de 2011
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Secreto y bulto

Pasan por la cartelera dos películas antagónicas sobre dos artistas muertos que no pudieron ser más opuestos en vida. La primera, ‘Los pasos dobles', de Isaki Lacuesta (ganadora del máximo premio, la Concha de Oro, en el último festival de San Sebastián), oculta intencionadamente la figura y la trayectoria artística, ya de por sí envueltas en el misterio, del pintor y maldito francés François Augiéras. La segunda, ‘Pina', de Wim Wenders, da todo el relieve posible a los trabajos escénicos de la mundialmente conocida e influyente Pina Bausch.

      Augiéras comparte con el boxeador y escritor proto-dadaísta Arthur Cravan (sobre el que Lacuesta hizo su primer largometraje de metaficción biográfica, ‘Cravan vs Cravan') la desubicación permanente ejercida como una de las bellas artes, así como el final enigmático: Cravan se perdió una mañana del año 1918 surcando en una barca de vela las aguas del Golfo de México, y Augiéras, después de haber pintado al fresco maniáticamente el interior de un búnker militar abandonado en el desierto centro-africano, lo sepultó bajo la arena y se retiró a una cueva donde en 1971 murió a los 46 años como un eremita. Arrastrado por la fascinación que el pintor Miquel Barceló ha sentido siempre por el llamado "diablo eremita", Lacuesta, que simultáneamente a ‘Los pasos dobles' ha realizado otro documental, ‘El cuaderno de barro', centrado estrictamente en las labores pictóricas del mallorquín en su taller de Mali, introduce en su búsqueda ficcionalizada de Augiéras pequeñas secuencias perfectamente prescindibles y casi molestas en la que Barceló actúa como chamán.

     El procedimiento ‘desviado' de Lacuesta, construir ‘Los pasos dobles' como si se tratara "de un mapa del tesoro que debíamos reconstruir a partir de fragmentos, de trozos de papel dispersos", según sus propias palabras, funciona perfectamente en sí mismo, y da pie a una película que tiene tanto de cuaderno personal de un viaje a la incertidumbre como de relato de aventuras sin graves peligros reales. Es una lástima, por lo demás, que Lacuesta, en su proceso de deliberada mistificación anti-romántica de Augiéras, haya omitido toda mención explícita a la homosexualidad rampante del pintor francés, pues sin ese dato el espectador desavisado no entenderá el ingenioso juego de alteridades ‘gays' que asume a lo largo del film el muchacho negro que precisamente es llamado y se llama a sí mismo "François Augiéras".

      La discontinuidad que compone la línea de fabulación de ‘Los pasos perdidos' produce momentos de fascinante hechizo, nada perjudicados por la noción de secreto a ultranza que inspira a Lacuesta. Son particularmente memorables la visita del protagonista a la recatada prostituta que no se desnuda, el encuentro con los albinos y la ambigua escena de tacto físico entre el joven negro y el joven albo, así como todo el episodio de la vida arbórea y el pequeño ejército de los niños-árbol. Ahora bien, ¿quién relata ‘Los pasos perdidos? El narrador no puede ser el intermitente y en el fondo desvaído Barceló, tampoco el artista muerto hablando desde ultratumba, ni el actor "Bouba" que personifica a Augiéras, ni, si somos estrictos en la aplicación de esa ley capital de la narrativa, el director propiamente dicho. Así que es otra de las preguntas que quedan sin respuesta en el film de Lacuesta, aunque tengo la duda de que esto responda a una vuelta más en la tuerca de los enigmas o a la desatención al punto de vista narrativo endémica entre los cineastas españoles actuales.

     Esa duda no se produce respecto a ‘Pina', extraordinario artefacto con el que Wenders firma una de sus mejores películas, poniendo en la figura de Bausch, que inspiró y alentó el proyecto pero murió poco antes del inicio del rodaje, la agudeza de una mirada de gran cineasta y el portentoso foco de la lente estereoscópica, responsable de ese ‘bulto' casi tangible que tiene la película si se ve (y es ineludible hacerlo de ese modo) en las salas preparadas para 3D y proveedoras de las gafas de pasta negra capaces de llevarnos hasta el fondo casi infinito del plano cinematográfico.

       Vista así, ‘Pina' tiene un poder seductor que le devuelve al cine aquella primaria condición de "substancia de los sueños" que añoraba Lévi-Strauss con la llegada, a lo largo de los años 1960, de las corrientes, las militancias y los manifiestos de las ‘nuevas olas'. Lejos del efectismo de una película en 3D tan pueril como ‘Avatar' (por citar un ejemplo), ‘Pina' se sirve de las tres dimensiones para dar relieve y hondura al incomparable trabajo de ese genio del siglo XX llamado Pina Bausch, quien confesó una vez: "no estoy interesada en cómo se mueven mis bailarines, quiero saber qué los mueve".

     Wenders, de común acuerdo previo con la autora, eligió cuatro de sus grandes coreografías, mostradas exhaustiva aunque salteadamente a lo largo de los 103 minutos del film, que proporciona, además, la oportunidad de ver imágenes de la propia Pina bailando -con su cuerpo escuálido y su rostro doliente- el papel solista de ‘Café Müller', tal vez su obra maestra y una de las piezas más trascendentales del teatro contemporáneo. Pero como rehuye la exaltación hagiográfica y el esquema trillado de las entrevistas, Wenders ha entreverado en esos fragmentos coreográficos unos 'solos' de danza a modo de "respuestas bailadas" del elenco de la Tanztheater Wuppertal a una preguntas no rutinarias del director. Los solos se desarrollan en escenarios naturales elegidos por él en torno a la ciudad germana donde la artista creció y fundó su compañía, y demuestran el infalible instinto plástico del autor de ‘París, Texas'. En un complejo industrial, junto al acantilado o la montaña, bajo el carril de un tren aéreo, los cuerpos se nos adhieren, y las sillas, las piedras, las hojas en un parque otoñal y el agua que salpica desde los charcos nos insinúan, con su materialidad realzada, un más allá del arte.

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28 de noviembre de 2011
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Dos razones para irse al carajo

Tengo para mí que algún millón de votos se les fue a los socialistas en las últimas elecciones por lo confuso de su actual ideología, si es que alguna les queda. Así por ejemplo, si uno votaba por Rubalcaba votaba a un partido que en Cataluña impide que los españoles estudien en castellano y que considera que los andaluces les estafan. Simultáneamente votaba un partido que en Andalucía reparte subvenciones a porrillo para mantener una red clientelar improductiva de la que se benefician militantes socialistas. El mismo partido cuyo presidente en la región vasca es un simpatizante de quienes creen que el asesinato político es algo que debemos comprender por razones de estado.

El caos que se introdujo en el PSOE a partir del giro derechista hacia el nacionalismo les ha hecho perder el voto de incontables españoles, lo que incluye a andaluces, catalanes y vascos, que también les han dado la espalda. Todo un negocio.

No por eso parecen haber entendido nada los actuales jerarcas. Estos caudillos siguen asegurando con entonación inocente que lo suyo ha sido mala suerte y que la culpa la tienen los banqueros, a veces también llamados "mercados". Los físicos del medievo afirmaban que la causa por la que las semillas de opio producían somnolencia era porque poseían "virtus dormitiva".  Tanta estupidez se suele pagar muy cara.

Quien quiera conocer la totalidad de los argumentos que desde la izquierda (incluso un poco extrema, para mi gusto) se pueden presentar en contra del nacionalismo socialista de las provincias periféricas, tiene ahora la herramienta suprema, el último libro de Félix Ovejero, La trama estéril (Montesinos), es un implacable trabajo que desmonta uno por uno los disparates, errores, mentiras, ignorancias, bajezas y disimulos del nacionalismo vasco y catalán. La pavorosa erudición de Ovejero le hace realmente temible incluso frente a especialistas de cierta entidad, como Albert Branchadell, teórico oficial del nacionalismo catalán. Ovejero es un racionalista riguroso y no deja rincón mítico sin demoler en la espesa teoría nacionalista. Su libro, recién publicado, es ya un clásico.

Esta es una de las razones de la debacle del PSOE, la de haberse juntado con lo más reaccionario de España. Hay otra de igual calibre: haber admitido las simplezas del progresismo pánfilo, enfermedad infantil del universitario, del diputado y del periodista. Sobre este particular error hay también una lectura muy recomendable para constatar cómo la majadería políticamente correcta puede destruir a un partido que había sido intelectualmente sólido. En sus apasionantes memorias, tituladas Hitch-22 (Debate), Christopher Hitchens da cuenta de su paso juvenil por la extrema izquierda, del abandono de la ortodoxia comunista para abrazar el trotskismo (corriente que en Gran Bretaña tiene un recorrido muy singular), sus simpatías por el laborismo más izquierdista, y cómo poco a poco fue comprendiendo que la izquierda británica carecía de ideas, se había corrompido, había sido tomada por burócratas oportunistas y había logrado destruir la extensa e intensa tradición moral socialista hasta convertirla en una papilla para gente moralmente desdentada.

Al parecer los socialistas españoles han perdido varios millones de votos. Tengo el convencimiento de que la mitad se han ido porque no pueden soportar dar su consentimiento a gente como Eguiguren, Chaves, Blanco o Montilla y creen un disparate tomar a Carme Chacón por un talento político con futuro. En ese futuro prefieren no estar presentes. Cualquier otro futuro es mejor.

La otra mitad se ha ido porque no aguanta la hipocresía, que es un vicio eclesiástico. Instituirse, como ha pretendido Zapatero, en el salvador de todos los agraviados (y agraviadas) del mundo, cuando en realidad a lo que aspira es a indultar banqueros tramposos, eso es de todo punto insoportable.

Que se aclaren, que se modernicen, que se pongan al día, que se renueven, que se limpien de vagos, analfabetos e indeseables, que renuncien a los cromos de la guerra civil, y quizás se les pueda recuperar dentro de ocho años.

(Nota: Según suele ser habitual, recibiremos ahora muchos mensajes de los empleados de la Generalitat. Hagan ustedes como si nada).

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28 de noviembre de 2011
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Ellos, valientes; ellas, complacientes

La igualdad entre hombres y mujeres está garantizada en 139 países del mundo como claro indicador de civilización y progreso que ha desactivado una tradición mal entendida, la que aprovisionó de corsés a unas y de máscaras a otros a fin de cumplimentar un papel social afortunadamente hoy trasnochado. Por ello, cada vez es más doloroso aceptar que entre los jóvenes se perpetúen estereotipos, e incluso que se aprecie un retroceso. No me refiero sólo a esos tecnosexuales que aligeran cada vez más los compromisos, curtidos consumistas con una mirada más pragmática que idealista. En Mis universidades cuenta Maxim Gorki que en sus tiempos de proletariado un perista le dijo: «Tú eres un idealista». «¡Idealista!, ¿qué quiere decir idealista?». «Uno que no tiene caprichos ni envidias, sólo curiosidad». Entre las chicas, la curiosidad abre boca con las Bratz, continúa con Hannah Montana y todas esas celebrities que acaban detenidas en Melrose Avenue por conducir borrachas, y acaba solidificándose en una versión disneychannel del cuento de hadas: la joven incomprendida que acaba siendo rescatada por su príncipe, hermoso pero sobre todo rico ?lo que en otros tiempos se llamaba un buen marido? y que siempre, siempre, paga la factura del restaurante. Esa es la espectacular visión del mundo licuado que centenares de muchachas exhiben en sus espacios virtuales, las nietas de quienes quisieron despedazar a Barbie ahuyentándola de la vida de sus hijas y hoy ven como, en una pesadilla diabólica, se ha ido reconstruyendo y ha terminado clonándose bajo un cerrado aplauso, y no sólo llenando los patios de colegio o las puertas de las discotecas, sino dando las noticias económicas de Bloomberg. En las aulas de secundaria arrasan las llamadas populares o guays. Su mayor diversión consiste en representar una vida social activa en la que hay que cambiar constantemente de maquillaje, además de competir febrilmente por los favores de los muchachos. Volver al clásico intercambio de cromos: belleza por poder, entrega por estatus, toallas con las iniciales bordadas por manutención, hijos por diamantes y, a las malas, pensión compensatoria. En el estudio sobre juventud y papeles difundido el pasado viernes con motivo del día Contra la Violencia de Género, se reincide en que más allá de las leyes, desterrar los monolíticos papeles de género puede tardar, como mínimo, una generación. El 44% de las chicas cree que para realizarse necesita el amor de un hombre: el chico debe protegerla, ella complacerle; los celos son una prueba de amor. Y sí, ellos son agresivos y valientes porque «forma parte de su naturaleza», mientras que ellas son tiernas y sumisas. Hasta que un día, las más afortunadas agarren el bolso y salgan a la calle a comerse el mundo sin haber digerido sus propias frustraciones. ¡Una generación más!

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28 de noviembre de 2011
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III. Mujeres entrando en el espejo

  En mis primeras visitas al Museo de Arte Moderno de Nueva York siempre me encontraba con su Mujer entrando en el espejo, del que pintó no pocas versiones, ese cuerpo femenino desnudo, de una textura que parece trabajada poro a poro, frente a un espejo oval a cuya luna comienza a penetrar con las rodillas, porque está de rodillas, transportándose lentamente al otro lado, que ya sabemos es siempre el lado del misterio, y la luna irisada de ese espejo recibe a esa mujer, que tampoco tiene rostro, en su viaje sin retorno, un viaje que a los ojos del espectador apenas comienza, y lo último en desaparecer detrás del brillo congelado por el azogue, serán las plantas desnudas de los pies, los talones.

            En nuestra casa de Managua tenemos una de esas mujeres entrando en el espejo, regalo suyo, y cada vez que paso frente a ella me detengo a contemplar el milagro de la imagen que se copia a sí misma antes de desaparecer para siempre. También, en la misma pared, uno de sus caballos famélicos que trisca la hierba, restaurado de su propia mano.  Las acuarelas, el estallido de colores de una guacamaya entre las ramas de un frondoso chilamate, una anona partida por la mitad, porque mientras fue nuestro huésped nunca dejó de pintar desde que rayaba el alba; una escena de barco y marineros en su viaje de los años ochenta por el río Escondido. Y las dos portadas que hizo para las dos ediciones de mi novela Castigo Divino, la de España, y la de Nicaragua; y dos estampas en lápiz de grafito de la saga de Sandino, que luego convertiría en un portafolio de grabados en color, aquel Sandino que igual que el Gran Lago, el muelle, las bañistas, los coches, las haciendas, los trapiches, viene de lo hondo de sus recuerdos de niño.

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28 de noviembre de 2011
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Inventario antes de liquidación

Hoy no es 1º de diciembre de 2011. Hoy es 1º de diciembre de 2012 y Felipe Calderón se prepara para hacer entrega de la banda presidencial. Son las seis de la mañana y él despierta tras pasar su última noche en la residencia oficial de Los Pinos. Una vez concluida la ceremonia, volverá a su casa, reconvertido en ciudadano común. Tras seis años de calamidades y fatigas, por fin dejará de ser el blanco de todos los reclamos y todas las insidias. Para él, al menos, la pesadilla está a punto de concluir.

            No así, en cambio, para el resto del país. México, cuya historia acumula un sinfín de turbulencias, no había experimentado un período más negro desde 1968. Y, si sólo nos concentramos en las muertes violentas -más de 50 mil-, esta etapa ha sido la más infausta desde la Revolución. Seis años marcados por la destrucción y la venganza, las disputas y la sangre. Seis años que han provocado una fractura social sin precedentes. 

Cuando Calderón consiguió participar in extremis en su investidura debido al acoso de las huestes de López Obrador -un energúmeno que en nada se parece al amoroso líder de hoy-, México era un país azotado por una feroz crisis de legitimidad, pero cuyo ánimo aún no se precipitaba en un pesimismo exacerbado. El futuro ya no lucía tan esperanzador como en el 2000, pero aún se conservaba cierto aliento de renovación y progreso. A fines del 2012, nada queda de aquel entusiasmo democrático. En apenas seis años, México se derrumbó en un caos sin precedentes.

El antecedente es claro: durante más de 70 años, el PRI construyó en el país un estado de derecho imaginario. Leyes e instituciones que en el papel resultaban modélicas, pero que en la práctica eran instrumentos supeditados a su control. Todos los organismos del estado funcionaban así, pero el sistema de justicia era el epítome de esta lógica piramidal. La corrupción de policías y jueces no era una desviación, sino un elemento indispensable del modelo.

La tragedia de Calderón es que, al emprender la "guerra contra el narco", no hizo sino exacerbar los vicios heredados del priismo que en teoría buscaba combatir. Ésta es la mayor debilidad de su estrategia: los narcos no eran el problema, sino un síntoma. Al empeñarse en combatirlos frontalmente, con herramientas torcidas, atomizó el campo de batalla, pulverizó el tejido social, acentuó las lacras del sistema -en especial la violación de derechos humanos, como demuestra el reciente informe de Human Rights Watch- y expuso al ejército a una desgradación irreparable. 

Para justificarse, el Presidente no se ha cansado de afirmar que no podía hacer otra cosa. Que necesitaba combatir a los criminales sin detenerse a limpiar previamente el aparato judicial. Que él no iba a transigir con los delincuentes como el PRI. Por desgracia, el gobierno es el arte de lo posible, y ofrecer soluciones imposibles a problemas mal enfocados porque es moralmente correcto -más bien: ideológicamente conveniente- no sólo constituye un acto de temeridad, sino el mayor yerro que puede cometer un político.

Pero, una vez que haya retornado a la vida civil, no debemos convertir a Calderón en nuestro chivo expiatorio. Todos los actores políticos comparten su culpa: el PRI, por incubar décadas de desigualdad y crimen, y por frenar cualquier intento de reforma; la izquierda, por concentrarse en su rencor y resquebrajar nuestra precaria vida institucional; y el PAN por avalar una estrategia que precipitó al país en esta sobrecogedora exposición a la violencia.

El saldo de estos seis años no puede ser más desalentador, mas negativo. Sin duda hay aspectos rescatables -la solidez macroeconómica, el seguro popular, la infraestructura carretera-, pero esta época no será recordada por estos avances, sino por una suma de cadáveres que alcanza las proporciones de una guerra civil.

Y es justo al hacer este inventario antes de liquidar al gobierno de Calderón cuando debemos darnos cuenta de la paradoja del momento. El PRI que se apresta a beneficiarse del descrédito del PAN es el mismo que construyó y avaló un sistema de justicia basado en el tráfico de influencias, las amenazas y los chantajes a los jueces y el contubernio de los policías con los criminales; el PRI que jamás emprendió un proceso de autocrítica y jamás se arrepintió de sus crímenes y sus mentiras; el PRI que, en estos seis años, bloqueó cualquier deseo de transformación.

Todos estos elementos deberían pesar a la hora de evaluar a los candidatos que se disputan la presidencia. Hoy por hoy, resulta intolerable escucharlos defender la fallida política de seguridad de Calderón, la supuesta tranquilidad previa al 2000 o la presidencia legítima del 2006. Si aspiran a tener una mínima credibilidad, tendrían que distanciarse de una vez por todas de su pasado y confesar que ellos, sí, ellos, son corresponsables de este ciclo de desorden y muerte.

 

twitter: @jvolpi

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27 de noviembre de 2011
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Sobre Daniel Sada

Hace un par de años escribí estas líneas sobre una novela de Daniel Sada, notable escritor mexicano recientemente fallecido:
 
Hace mucho que Daniel Sada es uno de esos grandes escritores ocultos de la literatura latinoamericana. El premio Herralde concedido a su novela Casi nunca (Anagrama, 2008) lo hará más conocido fuera de México, pero seguro no más popular. El estilo de Sada, paciente, laborioso, es un filtro por el cual pocos se cuelan. Casi nunca tiene una trama que se puede resumir con facilidad: en el México conservador de mediados del siglo XX, el agrónomo Demetrio Sordo se debate entre las tentaciones de la carne (representadas por una prostituta, Mireya) y el deseo de casarse con Renata, señorita respetable de una pobretona clase media. La forma en que está escrita es otra cosa: si es verdad que el estilo es el hombre, entonces hay que decir que Sada es el estilo. A la manera de Faulkner, que a veces iniciaba párrafos abriendo paréntesis, está la puntuación extraña: "La invitación: gran amabilidad: un hombre regordete le señalaba el asiento: dulzura de ademán reiterado". Está el vocabulario: "mujeres fodongas sentadas en mecedoras de guayaco". Está el ritmo: "dos, sí, buscando la vivaz conexión, acaso más allá de lo mercantil sexual, que devino en un descaro mirón de ida y vuelta, que si retador, que si invitador" (en una de sus novelas, a Sada se le ocurrió escribir en base a endecasílabos). A ratos Sada se pone manierista, pero esos son riesgos asumidos: Casi nunca es una celebración del lenguaje, y el narrador está consciente de ello, pues intercala sus frases con constantes signos de admiración: "¡sí!" "¡Ojalá"! "¡Claro!" En su obra hay humor (las secciones dedicadas a la tía Zulema) y una burla compasiva ante los excesos represivos de la clase media, muy preocupada por guardar las apariencias (los enredos debidos a un inesperado beso en la mano de Demetrio a su prometida). Al revelarnos la agotadora batalla entre el "amor recatado" y "el amor a tambor batiente, con muchas formas de besos y muchas formas de agarre", Sada ha escrito la mejor novela costumbrista que se podía escribir hoy.

(10 de febrero, 2009)

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27 de noviembre de 2011
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Vargas Llosa se pasea por los stands

Mario Vargas Llosa en Panamá, antes de llegar a la FIL Mario Vargas Llosa no ha ido este año a la FIL Guadalajara para dar una conferencia (salvo una conversación hoy, a las 7 pm, con Herta Muller) sino para aparecer en los stand, firmar libros, conversar con amigos y recibir la admiración (y uno que otro piropo) en la Feria Internacional. Además, ha contestado a las preguntas que le han hecho los lectores gracias al blog ?Papeles Perdidos? , y su enviado Winston Manrique, que está siguiendo, paso a paso, la FIL Guadalajara. El video con la entrevista está colgado en el blog. Dice ahí:

El momento más exaltante de mi escritura es cuando empiezo a soñar con los personajes, y aunque no hablo con ellos sí los llego a comprender?; ?La cultura se ha frivolizado y banalizado y es una tendencia que se manifiesta en todas las artes?; ?Mi temor con Internet y el libro electrónico es que banalice la literatura?. Estas son algunas de las respuestas que ha dado en un vídeo-chat Mario Vargas Llosa a sus lectores. La entrevista la grabamos ayer viernes hacia las 7 y 30 de la noche. El premio Nobel peruano, desde Guadalajara (México), inaugura con ustedes este especial y escenario virtual e interactivo con el cual Babelia y EL PAIS quieren llevar a su computador lo mejor de la cita literaria más importante del mundo hispanohablante. Casi mil preguntas recibió Vargas Llosa en dos días, a través de EL PAÍS.com. En la entrevista, yo he servido de intermediario a las preguntas de ustedes. Debido al alto número de ellas y el tiempo de la entrevista, hice una selección con los temas más planteados y elegí a uno de los lectores como representante de ese grupo de preguntas de la misma estirpe. Algunos de los temas tratados fueron: - El origen de la vocación literaria: ?Para mí nunca ha sido un trabajo sino un placer la escritura. Y nunca me he arrepentido de haber elegido ser escritor? - El acto de creación: ?Tengo una relación curiosa con los personajes. Incluso hay algunos que me persiguen y quieren que los incluya en otros libros?. - Sus influencias literarias, sobre todo Flaubert: ?Descubrirlo me permitió saber el tipo de escritor que quería ser: muy realista pero sin despreocuparme de la estética y la forma?. - El humor: ?Cuando empecé a escribir desconfiaba del humor en la literatura, por la mala influencia en ese sentido de Sartre. Tenía la idea equivocada de que una obra seria no podía tener humor?. -Las novelas más importantes del siglo XX y XXI: ?Ulises, de Joyce; Luz de agosto, de Faulkner; La montaña mágica, de Mann; La condición humana, de Malraux; y como forma narrativa incluyo algunos cuentos de Borges?. - La literatura como vía para cambiar: ?El efecto que tienen los libros sobre la vida no se puede medir. La gran literatura nos hace desconfiar de lo que nos rodea y nos crea el apetito de la perfección y la belleza?. - El estado de la cultura contemporánea. ?Se ha frivolizado y banalizado y es una tendencia que se manifiesta en todas las artes?. - El papel del intelectual. ?Los escritores de hoy consideran pretencioso involucrarse mucho en la vida cívica y política y es legítima esa opinión. Yo soy de una generación en la que participo más de toda esa actividad?. - Internet y el libro digital: ?No tengo nada encontra de Internet pero prefiero leer en papel. Mi temor es que el libro se frivolice como ha ocurrido con la televisión, que ha sido importante, pero no ha dado muchos frutos creativos?.

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27 de noviembre de 2011
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Herta Muller en la FIL Guadalajara 2011

Herta Muller en la FIL Guadalajara (FIL/Bernardo De Niz) Herta Muller se presentó también en la FIL Guadalajara 2011, como la protagonista del País Invitado de Honor, Alemania. En un encuentro con la prensa habló de todo, especialmente de lo que le gusta hablar más: de la situación política en Alemania. Dice La Vanguardia:

?Después del nacionalsocialismo encabezado por Hitler, los alemanes han aprendido su lección y esa etapa fallida aún sigue presente en sus mentes, no me cabe duda?, aseguró la escritora rumano-alemana Herta Müller, premio Nobel de Literatura 2009.La escritora respondía así a una pregunta acerca de los posibles riesgos a artir del nuevo y creciente predominio económico y político de Alemania en la Unión Europea, por encima de otros países del continente.?No lo sé evaluar, pero no me imagino que Alemania hoy día quiera tomar ese papel. No puede ser algo malo que tenga poder económico. Siempre oigo que en la crisis (europea) los alemanes también tienen que impulsar a otros países con un programa de salvación. Si la señora (Angela) Merkel habla en Bruselas con el señor (Nicolás) Sarkozy, no sé de qué hablen, pero no creo que se puedan sacar esas conclusiones sobre la base de estas conversaciones?.Vigilancia ostensibleHerta Müller (1953), cuya familia pertenecía a una minoría de lengua alemana en Rumania, está en México para participar en la versión 25 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, cuya sede es vigilada de manera visible por fuerzas municipales, estatales y federales ante la nueva ola de violencia que sacude a la ciudad, donde este jueves aparecieron 26 personas asesinadas.La autora de ?En Tierras Bajas? comentó con la prensa que para entender la situación de un país no es necesario que alguien que viva ahí escriba sobre ello, y precisó que, por ejemplo, al leer a Gabriel García Márquez o a Thomas Bernhard, que hablaban de Colombia o Austria, entendió lo que pasaba en su pueblo rumano.?Finalmente, cuando estamos leyendo, lo que queremos es mirar dentro de las personas y encontrar en los libros a individuos que podemos conocer más. Así es como uno se entera de cosas de la vida. Son mecanismos muy indirectos en la literatura?, platicó.Muchas veces, consideró, las carencias en las dictaduras ?se planean? y la pobreza es un medio para mantener ?pequeña y sometida? a la gente. ?Mientras más productos no se consigan, o sólo bajo el agua, con relaciones personales con la burocracia, uno más se concentra en la propia sobrevivencia. Siempre he pensado que eso se hacía a propósito para que la gente no pudiera pensar en otras cosas?.Definió varias palabras en relación con su vida. Censura: ?Existe en todas las dictaduras. De izquierda o derecha, o Estados religiosos. No sólo existe en el arte. En Rumania, en la época del dictador Ceaucescu, toda la sociedad estaba sometida a la censura, incluso en aspectos como los alimentos, porque no había acceso ni a la canasta básica. Teníamos zapatos y dientes de mala calidad, no había algodón ni aspirinas en las farmacias. Todas esas carencias eran censuras?.Migración: ?Se relaciona con las necesidades, pues quienes emigran no pueden seguir viviendo en sus hogares por razones económicas o políticas, por ser perseguidos. Yo me fui de Rumania (en 1987) por esas razones. Desgraciadamente, hay millones de personas que migran por el mundo y arriesgan la vida para mejorar su situación o sobrevivir?. 

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27 de noviembre de 2011
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La historia de los humanos

"Los próximos meses verán un nuevo mundo, en el que la historia global será definida de nuevo?. Esta frase aparentemente enigmática, y por ello mismo oracular, apareció hace justo un año en la cuenta de Twitter que mantiene Wikileaks, la organización que milita por la transparencia y dirige el australiano Julian Assange. Poco antes, otro tuit anunciaba la publicación de los cables del Departamento de Estado, que luego sería conocido como el Cablegate, y denunciaba la existencia de ?intensas presiones?.

Mucho se ha discutido sobre los efectos de aquella espectacular filtración, en la que participaron cinco grandes periódicos de referencia europeos y americano, uno de ellos EL PAÍS. La prestigiosa revista estadounidense Foreign Policy (FP) publicó en marzo pasado un reportaje que tituló ?Wikilosers? en el que contaba quiénes han sufrido más intensamente las consecuencias. Encabezan la lista el propio Assange, pendiente de su extradición a Suecia, y Bradley Manning, el sargento procesado por el desvelamiento de los documentos secretos. También aparece el dictador tunecino Ben Ali: la revolución que le derrocó fue la primera y mucho tuvo que ver con la filtración de las historias de corrupción de su familia. Fue una wikirrevolución al decir de los más entusiastas, aunque sería exagerado atribuir a Julian Assange el mérito de la primavera árabe. No está, en cambio, el dictador de Yemen, Ali Abdalá Saleh, que acaba de renunciar después de una accidentada resistencia, y fue también víctima del Cablegate, pues se atribuía los ataques contra Al Qaeda que efectuaba el Ejército estadounidense. Wikileaks ha cambiado muchas cosas. La que más, probablemente, la vida de Assange y de sus compañeros de cuitas. Mucho menos, en cambio, los Gobiernos, la diplomacia, el espionaje o el periodismo, que han sabido reabsorber el golpe en su favor, como suele suceder con las actividades fuertemente institucionalizadas. Pero en el año transcurrido desde la filtración, la catástrofe de Fukushima nos ha redefinido las políticas energéticas; las revoluciones árabes se han llevado por delante a cuatro dictadores y han trastocado el mapa geopolítico de medio mundo; nuevas generaciones de indignados han salido a las calles y acampado en las plazas desde Atenas hasta Nueva York, pasando por Madrid; y, sobre todo, Europa se ha empantanado en la crisis de las deudas soberanas, que ha hecho caer también a cuatro Gobiernos y amenaza con liquidar al euro y al entero proyecto europeo. La frase oracular de Assange ha resultado ser verdad. Aquella filtración fue como la cortina que abre el escenario en el que aparece un nuevo mundo y una nueva historia. Lo dice muy bien una vieja sentencia, atribuida a pensadores de signo distinto como Carlos Marx y Raymond Aron: son los seres humanos los que hacemos la historia, pero no sabemos la historia que hacemos.

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27 de noviembre de 2011
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El Boomeran(g)
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