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El molesto factor humano

En la primavera pasada oí una conversación en un pub londinense que me ayudó a comprender lo que está ocurriendo en la actualidad mucho más que las herméticas páginas económicas de los periódicos o los confusos discursos de tantos políticos. Era un pub situado en la City, a dos pasos del Támesis, y la animada conversación tenía como protagonistas a tres jóvenes ejecutivos, de no más de 30 años, que consumían cervezas sentados en taburetes improvisadamente colocados en la acera, sin duda con el ánimo de gozar de la calidez inusual de la tarde.

Como hablaban alto era fácil escuchar lo que decían con un tono desenfadado y alegre. Cuando yo presté atención estaba languideciendo el tema de las mujeres, vinculado al inmediato fin de semana, y se introducía la cuestión del fútbol, con dos seguidores del Chelsea y otro del Arsenal. En cualquier caso, los tres jóvenes estaban más interesados por los negocios del fútbol que por el juego propiamente dicho, y el nombre de Román Abramóvich, o el de un eventual comprador del Arsenal que no logré descifrar, eclipsaban a los de los futbolistas.

Luego, sin abandonar el tono festivo, hablaron de cosas serias: del pasado y del presente, dado que el futuro parecía importarles más bien poco, al menos aquel día. Era claro que los tres contertulios se consideraban aspirantes a dueños del mundo y, en consecuencia, trataban al mundo como si fuera el jardín de su casa, con libertad absoluta para arrancar o plantar árboles donde les diera la gana. Era curioso estar al lado de estos propietarios del mundo, disfrutando, como ellos, de las cervezas y el cálido atardecer.

No se necesitaba mucha imaginación para entender que el poder que se otorgaban aquellos hombres no era fruto ni de ejércitos ni de grandes empresas imperiales -algo indispensable para sus abuelos- sino de la audacia, un poco alocada, y de la especulación. Tenían ideas muy claras y las expresaban con gran nitidez discursiva, lo que, con posterioridad, me facilitó la reconstrucción de los argumentos que aquellos tres bebedores de cerveza se habían comunicado, sin demasiadas disensiones y con una gran complicidad.

Para decirlo brevemente mis compañeros de pub aspiraban a una existencia en la que la ley del más fuerte se pudiera desarrollar sin trabas. No obstante, todo se producía pulcramente, civilizadamente. A diferencia de épocas remotas en que era necesario saquear ciudades o masacrar comunidades enteras, en la nuestra, afortunadamente, no debía realizarse un esfuerzo tan colosal. De hecho, en un momento determinado, uno de los tres bebedores se refirió displicentemente a su padre, que había heredado una gran empresa en Manchester y que había malgastado su vida tratando de conservarla y luego, en plena quiebra,

pactando una y otra vez con aquellos obreros a los que, finalmente, debió despedir entre huelgas y malas maneras. Este desgraciado empresario de Manchester, y sus desgraciados trabajadores, eran, en definitiva, los ejemplos de lo que debía evitarse a toda costa.

En sentido contrario, según creí comprender, el verdadero emprendedor de nuestros días es aquel que concibe su negocio sin el lastre de tener una empresa y, ya no digamos, unos trabajadores que quieran contratos y derecho de huelga, y a los que se debe echar entre desagradables malos modos. El emprendedor actual es un ser etéreo y casi invisible que anhela la pureza absoluta del beneficio sin ataduras de ningún tipo: sin una empresa repleta de inútiles trabajadores, sin patria que reclame bondades nacionales, sin religión que apele a inservibles comuniones, sin moral que proclame trasnochados imperativos. A ese negociante que pasea sus ávidos ojos por el planeta le basta con manejar a su antojo el sismógrafo de los beneficios y de las pérdidas. Ni siquiera debe pecar porque no debe darse por enterado de las consecuencias de sus acciones, sean estas el cierre de no sé cuántas fábricas o el desencadenamiento de no sé cuántas guerras.

De dar crédito a lo que oí en el pub de la City, el emprendedor ideal de nuestra época es, casi, un habitante del mundo de las ideas platónico: encarna la idea del beneficio sin límites, del utilitarismo sin concesiones, de la eficacia sin la coacción de una moral, y en especial de aquella rancia moral burguesa en la que los empresarios simulaban estar preocupados por el bien común de las naciones y por el destino de sus trabajadores.

Para aquellos tres alegres bebedores de cerveza, la crudeza, e incluso la gélida belleza, del beneficio puro excluía cualquier atención al factor humano. No debería negarse la posibilidad de que aquellos tres antiguos alumnos de una buena escuela de negocios hubieran coronado la fantasía de suponer que en el mundo de los grandes números los hombres habían acabado siendo una sombra superflua.

Todo eso podría parecer exagerado, las palabras un poco ebrias de tres jóvenes ejecutivos ambiciosos y sin demasiados miramientos, si no fuera porque la molestia que supone el factor humano parece anidar en la mayoría de las declaraciones a las que hemos asistido últimamente. Los hombres, con sus dolores y placeres, han desaparecido de la escena, y en su lugar han aparecido las cifras, acompañadas por un lenguaje esotérico, a menudo incomprensible para los propios que lo utilizan, que siempre tiene como objetivo justificar la sustitución de los seres humanos por los números. Los destinos individuales se desvanecen para dar paso a la eclosión de las magnitudes. Y naturalmente han surgido por todos lados profetas de las magnitudes, tipos que nos informan de lo que es eficiente y útil, y simultáneamente nos amenazan con el advenimiento de catástrofes apocalípticas, causadas siempre, no por la codicia y la especulación, sino por un abuso exagerado del factor humano por parte de individuos que cometieron el error de considerarse individuos en lugar de componentes de una cifra. Que los profetas de las magnitudes -o los catedráticos de Economía- actúen en esta dirección puede formar parte del espectáculo al que nuestra época es tan aficionada; más grave es que los denominados representantes del pueblo se hagan eco de sus profecías.

Y eso es exactamente lo que sucede. No pasa día sin que nuestros políticos, de cualquier ámbito, fustiguen nuestros vicios mientras alaban las virtudes de la eficiencia universal que se encarnan en el todopoderoso y endiosado mercado. Tenemos que arrepentirnos porque estamos al borde del precipicio. Puede ser cierto. Pero los súbditos del mercado que de tanto en tanto aspiramos a ser ciudadanos aún esperamos una explicación democrática de por qué somos o seremos precipitados al abismo.

Es verdad que, como nos aseguran, somos culpables de haber querido vivir demasiado bien, sin que el mundo esté hecho para esos lujos, pero quisiéramos que se nos hablara asimismo de la inmensa codicia, corrupción y torpeza que nos ha llevado adonde estamos. Los que deberían hablar callan porque no están en condiciones de decir la verdad que les hundiría. En este sentido, prefiero a los tres alegres bebedores del pubde Londres porque eran perfectamente sinceros a la hora de proclamar su falta de escrúpulos.

 El País, 17/12/2011

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28 de enero de 2012
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¿Es Davos incompatible con el Islam?

Hay una solidaridad entre las élites que supera ideologías, fronteras y religiones. Nada puede inquietar más a quien siente el espíritu de cuerpo de los elegidos que la súbita caída de uno de los suyos. Las élites son hostiles a las revoluciones, con independencia del color político e incluso las simpatías. No es extraño que el camino elitista de Davos sea de difícil tránsito para los nuevos gobernantes árabes, islamistas casi todos ellos, que están sustituyendo a las viejas élites corruptas y dictatoriales. Las dificultades vienen de todos lados. Les cuesta a los nuevos gobernantes árabes hacer llegar su mensaje. Y a los asistentes al Foro les cuesta atender con el debido entusiasmo la llegada de un nuevo grupo de líderes en el momento en que inician sus transiciones democráticas y la construcción de un nuevo sistema de selección de sus élites. La desconfianza es mutua y tiene profundas raíces: el antioccidentalismo de un lado y del otro una islamofobia suscitada por la malintencionada identificación de una entera religión con la violencia terrorista.

El pasado Foro de 2011 se celebró ya bajo el signo de una revolución triunfante, la tunecina, que despidió al tirano el 14 de enero, y de otra en plena erupción, la egipcia, iniciada el 25 de enero, con una manifestación en la plaza de Tahrir, el mismo día en que empezaban las reuniones. Nada estaba previsto en las discusiones ni nada se improvisó a propósito de aquellos súbitos cambios. Saif el Islam, el hijo universitario de Gadafi hoy en prisión, se hallaba entre las personalidades esperadas hace un año en aquella reunión entre cumbres nevadas. Davos no supo ver entonces el acontecimiento definitorio de la época. La jornada del viernes escenificó de nuevo el desencuentro entre las fuerzas que pugnan por el cambio en el mundo árabe y las élites mundiales que se reúnen en Davos. La intervención inaugural corrió a cargo del primer ministro tunecino, Hammadi Jebali, en el gran auditorio, frente a dos salas donde se celebraban sendos seminarios, uno dedicado a Irán y su proyecto nuclear, en el que intervino el ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, y otro dedicado a discutir sobre el siglo XXI con el columnista Thomas Friedman. El enorme auditorio se hallaba casi vacío, pero había colas para entrar en las otras dos salas. Jebali, militante del partido islamista En-Nahda, barba y callo de devoto islámico en la frente, es el primer gobernante árabe que sale de una elección democrática y el primero en comparecer aquí. Su discurso fue para ?jurar la Constitución?: cumplirá todos los requisitos exigibles desde la Unión Europea. También para situar el desafío central de la nueva democracia en la creación de puestos de trabajo y la disminución de la pobreza. Señaló que Túnez tiene una élite profesional bien formada, clases medias y ahora un Gobierno de coalición, abierto y moderado. Predicó la libertad de mercado, la independencia judicial y de los organismos reguladores, condiciones para las inversiones extranjeras. Y no tuvo empacho en enumerar los sectores donde los tunecinos cuentan con mejores bazas, con el objetivo explícito de atraer algo del flujo de dinero que circula por los bolsillos presentes en Davos. La cadena televisiva de capital saudí Al Arabiya organizó el debate que se celebró a continuación, enteramente en árabe con interpretación simultánea, en un escenario donde rige el inglés. Participaron el primer ministro marroquí, Albdelilá Benkirán, de nuevo el tunecino Jebali y los dos candidatos presidenciales egipcios, Amr Moussa y Abdel Monein Aboul Fotouh. Marruecos y Túnez son la vanguardia del cambio, el primero reformista y el segundo revolucionario, pero ambos con dirigentes islámicos al frente de sus respectivos Ejecutivos, mientras que Egipto, todavía en efervescencia, es la almendra donde se juega el futuro del cambio político árabe en su conjunto. Benkirán calificó el proceso marroquí de ?una revolución más tibia?, que no se hace en la confrontación con el rey y tiene sus orígenes en las reformas anteriores emprendidas por Mohamed VI. ?¿A quién le importa que nuestros Gobiernos sean islámicos o no? Lo que interesa es que estos Gobiernos son democráticos?, añadió en respuesta a las preocupaciones europeas. Amr Moussa señaló que ?Occidente quiere elecciones democráticas, pero también que ganen sus partidos preferidos?. ?Todos somos ahora demócratas?, añadió, ?pero el problema es saber si Occidente sabrá negociar con una democracia que es árabe?. Shadi Hamid, director del centro de Doha del think tank estadounidense Brookings, en otro debate sobre el papel del islam en la política, señaló que ?la democracia es el derecho a equivocarse, de ahí que lo único que importe ahora es encontrar el camino para trabajar con quienes están en el poder, nos gusten o no?. Para el egipcio Fotouh, Davos es uno de los símbolos de la connivencia occidental con las dictaduras. La cuestión crucial es saber si las nuevas élites que están llegando al poder en el mundo árabe serán plenamente aceptadas en la escena internacional de Davos. Se verá en el Foro de 2013.

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28 de enero de 2012
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La salud del espíritu

En los años en que yo era estudiante de filosofía en la Sorbona  se editó en edición de bolsillo un libro que contraponía un  texto  del anarquista Pierre Joseph Prudhon a otro de Carlos Marx. Frente a la Filosofía de la miseria del primero...Miseria de la filosofía del segundo. Tras el juego de palabras, una radical diferencia conceptual  sobre la esencia de la filosofía, su función social  y las condiciones de posibilidad de que la filosofía alcance legitimidad.

Yo era entonces de aquellos que simpatizaban más bien con la actitud de Marx. Era corriente oir e mi entorno que  las reflexiones de Proudhom eran utópicas y un tanto lacrimógenas, pero a mi me parecía sobre todo que  pecaban de una especie de reducionismo grosero, limitando la capacidad de razonar a la facultad de síntesis y análisis ("rien de plus", no hay nada más,explicita) y afirmando que "estudiar la leyes de la economía social es hacer  teoría de las leyes de la razón y crear la filosofía".

Lector de Aristóteles, tenía yo otro concepto de la exigencia filosófica, más cercana en todo caso a la asunción por el hombre de ese "problema total de la existencia", al que se refiere Marx en sus  Manuscritos del 44.

La sfease  miseria de la filosofía  de Marx me parecía apuntar sobre todo a la  actitud,  efectivamente indigente, de aquel que, pasivo ante un orden social generador de esclavitud, y en consecuencia esclavo él mismo, encuentra imaginario refugio en un pensamiento supuestamente independiente de  la vida social y material, pretendiendo como el estoico que en su esclava obediencia es rey.  No he cambiado en exceso respecto a esta dialéctica entre Prudhom y Marx. Y sin embargo...

Hay párrafos extraordinarios en el texto de Proudhom que pueden ser erigidos como armas frente a la concepción nihilista hoy imperante que considera natural,  y por consiguiente legítima,  la reducción de la inmensa mayoría de los  humanos a  animales cuyo destino es la lucha por la subsistencia. Así al denunciar una educación basada en el sistema social que escinde la inteligencia y la actividad práctica, convirtiendo al hombre sea en ser abstracto sea en máquina, propone una educación alternativa en la cual  "Todo el mundo conociendo la teoría sobre algo poseería por ello mismo la lengua filosófica. Podría  entonces, ya fuera una vez en su vida, crear, modificar, perfeccionar, mostrar capacidad de inteligencia y comprensión, producir su obra maestra, en una palabra, mostrarse como un ser humano"

Para los hombres y mujeres forjados en esta educación alternativa "La desigualdad en  las adquisiciones de la memoria no cambiaría nada respecto a la equivalencia de las facultades, y el genio se mostraría al fin como lo único que realmente es, a saber, la salud del espíritu".

Podría multiplicar las citas pero quiero retener la noble tesis que encierra el final de ambos párrafos: mostrarse como ser humano exige fertilizar la capacidad intelectiva y creativa, y tal restauración de la salud del espíritu ha de ocurrir al menos "una vez en la vida". Condición de ello es obviamente que las estructuras sociales que impiden la restauración en cada uno de su humanidad sean primero denunciadas y en segundo lugar efectivamente abolidas. Tanto como decir que  la praxis política es en sí misma  un gesto filosófico. Seguiré aun con este tema antes de retornar a problemas filosóficos relativos a nuestra representación del orden natural en los que  hace unas semanas estaba embarcado. 

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27 de enero de 2012
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Paul Harding: "El estilo es algo tan indeleble como la forma del cerebro"

 

La editorial RBA acaba de publicar Vidas de hojalata, una magnífica novela que sin duda será uno de los acontecimientos literarios del año. Con ella su autor, Paul Harding (1967), se alzó con el premio Pulitzer el 2010. Vidas de hojalata es la primera novela de Harding; después de varios rechazos fue aceptada por una editorial muy pequeña (Bellevue Literary Press). Podía haberse perdido entre tantas publicaciones, pero el Pulitzer cambió todo. Harding accedió a conversar con El País sobre la novela.   

 

¿Vidas de hojalata está basada en una historia real?

La trama está basada libremente en relatos que mi abuelo materno solía contarme de su infancia en el estado de Maine. Como en el libro, su padre era un vendedor ambulante y tenía epilepsia, y fue forzado a abandonar la familia cuando se enteró de que su mujer planeaba internarlo en un psiquiátrico. Sabía de estas leyendas familiares solo lo suficiente como para despertar mi imaginación, pero no tanto como para saciarla.

Me han impresionado mucho las páginas que le dedicas a la epilepsia, la forma en que la describes como un "relámpago". Te ha debido ser difícil tocar esta enfermedad sobre la que hay tantos prejuicios.

Es verdad. Hay muchas ideas equivocadas sobre esta enfermedad: que es sagrada, trascendente, ecstática, etc. Decidí que la mejor manera de escribir sobre este tema era evitando cualquier descripción patológica o clínica y enfocándome en lo subjetivo, viendo cómo era la experiencia personal del personaje. Sin embargo, es verdad que los ataques epilépticos tienen que ver con corrientes eléctricas neurólogicas. También me aseguré de describir estos ataques como si fueran catástrofes físicas, hechos que disminuían cualquier lado trascendente o ecstático del personaje en vez de aumentarlo.

Los críticos han aplaudido el lenguaje de la novela. ¿El estilo, la voz es lo más importante a la hora de escribir una novela?

El estilo de un escritor, su voz, son parte tan indeleble de él como la forma de su cerebro. Así que no intenté conseguir un "estilo". Solo traté de describir lo que veía y escuchaba de la manera más precisa posible; mi voz igual aparecía, de una manera menos consciente, menos ornamental. La belleza de un tema es inherente, de modo que mi trabajo es lograr descripciones exactas, no intentar que una prosa bonita se imponga a lo demás.

En tu novela el mundo natural tiene mucha densidad, está lleno de detalles. Eso te lleva a algunas reflexiones metafísicas sobre la condición humana. ¿Crees que, como sugiere Javier Marías, hay algo que puede llamarse "pensar literario"?

Javier Marías me gusta mucho, estoy de acuerdo con él. El arte consiste en gran parte en ser testigo de las paradojas y contradicciones del corazón humano. El filósofo tiende a verse obligado a reconciliar estas contradicciones, mientras que el escritor puede ponerlas una al lado de otra, mostrarlas al lector. Eso le produce una satisfacción estética al lector, pues está viendo descrita una experiencia que reconoce como verdadera a pesar de su aparente imposibilidad.

Cuéntame un poco de tu proceso creativo.

Como decía Wallace Stevens, las investigaciones de un filósofo son deliberadas, pero las de un poeta son fortuitas. Escribo totalmente basado en la intuición, en las sensaciones, por lo menos en las primeras versiones. Escribo interrogándome, es decir escribo tratando de descubrir algo, a la búsqueda de una revelación. Soy muy desordenado; me muevo por todas partes alrededor del mundo que estoy tratando de conjurar. Cada vez que me siento a escribir me enfoco en lo que me llama la atención en ese momento. Con los meses y los años lo que al principio parece un gran nube puntillista de sinsentido comienza a condensarse, a tomar una dirección uniforme, a ordenarse en órbitas coherentes. No es muy eficiente pero sí es un proceso absorbente.

La escena principal de la novela, la de un hombre en su lecho de muerte, me hizo recuerdo a una novela de Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz. ¿Pensabas en esa novela cuando escribías la tuya? También has mencionado que Terra Nostra, otra novela de Fuentes, fue clave en tu desarrollo como escritor.

Por supuesto que Artemio Cruz estaba en mi mente, de la misma forma que Mientras agonizo, de Faulkner, estaba en la mente de Fuentes cuando escribía su novela. Una de las cosas que me impresiona de escritores como Fuentes y García Márquez y Cortázar es que tenían el espíritu de llevar a cabo un trabajo conjunto. Parecía como si estuvieran escribiendo capítulos de la misma gran Novela. Oliveira, el personaje principal de Cortázar en Rayuela, aparece en Terra Nostra y también en Cien años de soledad. Me encanta el hecho de que eran escritores que estaban tratando de añadir algo a lo que habían leído en Woolf, en Faulkner, en Poe. Mis primeros y pésimos intentos de escribir cuentos estaban tan influidos por Fuentes y su generación, que mi prosa en inglés parecía como si fuera una pobre traducción del castellano.

Vidas de hojalata fue publicada por una editorial mpequeña, es una novela muy literaria, de modo que fácilmente podía habérsela pasado por alto, como ocurre con tantos buenos libros cada año. ¿Hay algún libro de esos que han sido pasados por alto que recomendarías?

No puedo recomendar nada reciente. Es una pena, un defecto que acepto. Solía trabajar en librerías y estar al día con cada novela y libro de cuento que se publicaba. De todos modos, un clásico que me parece que no se le ha dado toda la atención que se merece es una nouvelle de Nikolai Leskov, El peregrino encantado (Alba, 2009). Es una obra de arte impresionante, estremecedora, maravillosa.

Leí que estás escribiendo una novela basada en familiares de los personajes de Vidas de hojalata.

El libro se llama Enon, que es el nombre de un pueblo en Massachusetts donde George Crosby, el personaje de Vidas de hojalata, termina quedándose a vivir. Está basado en uno de los nietos de George, Charlie Crosby, y en la hija de Charlie, Kate. Es una suerte de cuento de fantasmas, una lamentación, y está preocupado por muchas de las cosas de Vidas de hojalata. Debería publicarse a fines de este año o a principios del próximo.

¿Qué ha cambiado en tu vida con el Pulitzer?

Mucho. Haber recibido un reconocimiento tan importante por mi primer libro ha sido una experiencia increíble, una lección de humildad. Ahora tengo mucha presión, se espera mucho de mi próximo libro, y también quiero devolverle el favor a la gente que me ha dado semejante voto de confianza. Sin embargo, si bien nadie había escuchado hablar de mí antes de 2010, ya había estado escribiendo durante diez años. Me costó mucho lograr que esta novela fuera publicada, de modo que cuando mi suerte cambió ya estaba acostumbrado a la idea de ser un escritor que quizás nunca sería publicado. Durante un largo tiempo escribí por el solo hecho de escribir. Y como eso ha funcionado tan bien, no hay por qué cambiar. Solo quiero escribir ficciones de sustancia, ficciones hermosas en las cuales la gente pueda reconocer sus propias experiencias como seres humanos.

(El País, 22 de enero 2012)

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27 de enero de 2012
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‘La Codorniz’

Muchos lectores pensarán que exagero, pero yo diría que los dos fenómenos periodísticos del inacabable periodo franquista fueron: en sus inicios, La Codorniz, y en su acabamiento, EL PAÍS. Ambos tienen más de una raíz común.

En casi todas las sociedades sometidas a una explotación represiva la vida del espíritu subsiste bajo un disfraz irónico, sarcástico y paródico. Así era el Simplicissimus que se reía (temblando) del militarismo prusiano y eso fue Krokodil en la desolada Rusia comunista. En la España de Franco esa función la cumplió durante casi 40 años La Codorniz, cuyo subtítulo ("La revista más audaz para el lector más inteligente") ya concedía que había que ser muy espabilado para sugerir y captar la disidencia en un país cómodamente sometido a un régimen que moriría en la cama.

Aquella revista de aspecto inconfundible llegaba a innumerables hogares españoles semana tras semana y se mantenía a la vista para que la leyeran las visitas. Aunque su tirada llegó a ser muy elevada (en su mejor momento alcanzó los 150.000 ejemplares) mucho mayor era el número de lectores. Yo la recuerdo como si fuera hace 40 años, en casa de mis abuelos, donde la leían por riguroso turno mis incontables tíos y primos cuando pasaban a rendir pleitesía. Y si no la compraban era, o bien por avara povertà, o bien porque no les parecía elegante. Sin embargo, pocas revistas han sido más elegantes que aquella, sobre todo comparada con las zafias revistas actuales. Todo lo cual puede constatarse en una impagable exposición del Museo de la Ciudad de Madrid.

La Codorniz tuvo varias vidas, todas ellas explicadas por el comisario Felipe Hernández Cava en un catálogo imprescindible. La primera, la de junio de 1941, es un invento de tres talentos literarios y gráficos, Mihura, Tono y Herreros, hijos del surrealismo, del futurismo y del constructivismo ruso, padres de un humor disparatado, desatinado y absurdo que duraría hasta Tip y Coll. Junto a ellos, escritores como Edgar Neville, Fernández Flórez, Jardiel Poncela, Gómez de la Serna, Conchita Montes, Clarasó o Manuel Halcón.

Ya en esta primera etapa figuraba como redactor jefe Álvaro de Laiglesia, un jovenzano de 19 años, chuleta, simpático y vivalavirgen que pasó su infierno en la División Azul. Luego volveremos a él. El tiraje inicial fue de unos 30.000 ejemplares y se vendía al precio de 50 céntimos. El diseño era de Herreros, un soberbio dibujante en la mejor herencia de Goya y Solana. Tanto dibujantes como escritores se sentían próximos al estilo italiano, el del Bertoldo, del Marc'Aurelio, de Pitigrilli, Mosca o Guareschi, pero también de los americanos que comenzaban en el New Yorker, sobre todo de Otto Soglow, James Thurber y Peter Arno, a los cuales Herreros copiaba con seudónimo cuando había que llenar espacio. A finales de 1942 se incorpora la fuerza real de la revista, Fernando Perdiguero (Menda), quien había sido indultado tras vivir el terror de una condena a muerte suspendida sobre su cabeza. Nada mejor, tras ese trago, que una revista de humor.

La segunda Codorniz nace en marzo de 1944 cuando Mihura, que estaba deseando dedicarse al teatro, vende la cabecera por 90.000 pesetas a Godó, Pradera y Pombo Angulo. El nuevo director es Álvaro de Laiglesia y su redactor jefe el eficaz Perdiguero. En esta etapa, De Laiglesia pone la revista en los 150.000 ejemplares. Es la apoteosis. Se incorporan Goñi, Mingote, Chumy, Kalikatres, Ops, y una cierta crítica política sustituye el estilo "poético e irreal" que en opinión del nuevo director era ya "una fórmula agotada". Le añadió el subtítulo sobre la audacia de la inteligencia en 1951.

Con De Laiglesia empiezan los conflictos. En noviembre de 1952 aparece una rechifla sobre el diario más brutal del movimiento, el Arriba. La Codorniz publica un Abajo con una cazuela y tres cucharas en lugar del yugo y las flechas. Un grupo de matones destroza la redacción y amenaza de muerte al director. En 1973 el Gobierno, o lo que fuera, cierra la revista cuatro meses con gran cabreo de Godó, que no concibe perder dinero molestando a los franquistas. En 1975 viene el secuestro administrativo y otros tres meses de cierre. De Laiglesia está condenado.

La tercera y última Codorniz vuela en 1977 y la dirige Summers. El equipo de dibujantes es impresionante: El Roto, Chumy, Mingote, Gila, Máximo, Ballesta... El nuevo director continúa la línea absurda y disparatada que es marca hispana: Un señor entra en una librería, "¿Tiene usted mis memorias?". "¿Y quién es usted?". "Es que no me acuerdo" (Gila), pero el país había cambiado enormemente y se encontraba en estado convulso. La revista cierra en enero de 1978. Tres meses más tarde llega el célebre rebote del gato muerto con una nueva dirección, esta vez de Cándido, amigo de Felipe González, pero solo duraría nueve meses.

En la lista de nombres hasta ahora mencionados han ido apareciendo una buena cantidad de firmas que han colaborado o colaboran con EL PAÍS. Hay muchos más ya que apenas hemos mencionado a los escritores, pero en sus últimas etapas la revista lanzó nuevos talentos (una jovencísima Rosa Montero, por ejemplo) junto a consagrados como Torrente. Por eso decía yo al comienzo que si la una fue el fenómeno de comienzos del franquismo, el segundo lo fue tras su defunción. De alguna manera el alma codornicesca de una sociedad caricatural, transmigró a EL PAÍS y a la democracia una vez muerto el tirano.

La fabulosa originalidad de Tono, Mihura y Herreros (hay dibujos de Tono que deberían exponerse en el Reina Sofía), la grandeza de artistas como Chumy (que tenía el brochazo de Franz Kline) o El Roto, un dibujante que podría tomar café con Daumier, son solo cimas en una cordillera de cumbres. En buena medida todo ello fue obra de Álvaro de Laiglesia, uno de los personajes destacados de la época y uno de los escasos escritores cuyas novelas se han vendido por millones. Hombre difícil, arisco, frívolo, de una vitalidad envidiable, representante magnífico de aquella España que vivía con Franco, pero le detestaba. Su hija Beatriz de Laiglesia hace de él un retrato espléndido, tan bueno como el de Joaquín Calvo Sotelo, escritor muy sobresaliente, por cierto.

Según cuenta Bea, su padre tenía una voz campanuda y engolada, como de barítono, y también el tipo. Cantaba en ruso mientras se arreglaba por las mañanas y pasaba mucho rato peinándose hasta conseguir un rizado de aspecto natural, pero despeinado. No usaba gomina, pero sí Floïd después de afeitarse aplicándoselo a implacables tortazos. Fumaba mucho, bebía mucho, trasnochaba mucho, trabajaba mucho... de todo mucho. Y no soportaba que en su presencia se contasen chistes. Era un solitario disfrazado.

Como padre fue un desastre. Abandonó a la familia cuando la niña tenía 10 años y ya no regresó nunca más. Eso no impidió que tanto su mujer como su hija le vieran con frecuencia (en bares), con más simpatía que amor. Cuenta Bea aquella ocasión en la que Paco Rabal entró en el local y tras saludar a Álvaro, quien la presentó al actor muy caballerosamente, se sentó en una mesa a espaldas del escritor. Desde allí se timaba con Bea de la manera más seductora: alzando repetidas veces el peluquín que gastaba (llevaba la calva cruzada de esparadrapos) y guiñándole un ojo. El humor de La Codorniz, en este país, a veces no es surrealismo, es realismo socialista.

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27 de enero de 2012
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IV. Tarzán de los monos

La relación de Tarzán con Jane era tan casta, jamás perturbada por  un beso, que cuando en 1939 apareció Boy en Tarzán y su hijo, aquel muchacho era un hijo adoptivo de la pareja, no el fruto de ninguna pasión carnal.

Este extraño personaje  inventado por Edgard Rice Burroughs en sus novelas, fue criado por una manada de monos en lo profundo del África colonizada por los ingleses, pero ahora tampoco quisiera saber, para seguir viendo con ojos de niño, que aquellas aventuras jamás fueron rodadas en las selvas africanas, sino en los galpones de los estudios de Hollywood, y que si uno hoy se fija bien, los escenarios son más bien falsos, telones que a lo mejor el viento mueve inadvertidamente, la luz de los reflectores tan obvia en los contrastes cuando la cámara se acerca a los actores, árboles de utilería, una selva de mentira.

Toda esa realidad de tramoya no cabe en la memoria. Lo que queda intacto son aquellas tardías apariciones en escena de Tarzán, todo un suspenso después de un buen trecho en que la película ha corrido sin su presencia, para escuchar entonces un tan tan de tambores que presagia su aullido que brota desde el fondo de los viejos parlantes, el aullido que anuncia su presencia porque entonces lo veremos balancearse agarrado a una liana, atravesar raudo la pantalla y posarse sobre la hojarasca, mientras la Chita da brincos y chilla entre volteretas para completar el delirio. 

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27 de enero de 2012
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La profecía de Alexis de Tocqueville

Ahora que la izquierda ha sido desalojada del poder central, autonómico y municipal por una sociedad inquieta, deprimida y asustada, quizá sea el momento de llevar su batacazo electoral más allá de las retóricas lamentaciones. Si la debacle le anima a emprender la enérgica crítica de sus hábitos, la izquierda podrá descubrir la causa de su fracaso y quizá enmendar el rumbo de su errática deriva. Pero como es probable que no tenga la costumbre de ponerse en cuestión y carezca de valor para sacudirse a sí misma, le resultará muy útil leer el libro del lingüista italiano Raffaele Simone.

Se titula El Monstruo amable: Perché l'Occidente non va a sinistra y es la más despiadada reflexión que puede hacer un intelectual de izquierdas en contra de sus compañeros de partido, movimiento o corriente de opinión.

Sostiene Simone que la izquierda europea lleva tres décadas sin comprender los cambios que han alterado la faz del mundo y que esta ignorancia está en el origen de su terco fracaso. Una grave carencia intelectual y una empecinada miopía política ha lesionado gravemente su influencia y desprestigiado la autoridad de su proyecto histórico.

Las causas de este extravío son innumerables y las cita Simone con destemplado fastidio: la izquierda no se ha querido purgar moralmente por su complicidad con los regímenes mediocres, criminales y despóticos de los "Países del Este", ha fomentado indolentemente la perversión burocrática de sus partidos y sindicatos, se ha despellejado a sí misma en feroces rivalidades sectarias, se ha puesto en evidencia con la extravagante ambición de sus líderes, se ha enredado en las luchas intestinas de las camarillas nepotistas, los grupúsculos de poder y las repugnantes nomenclaturas, ha distorsionado con su demagogia oportunista el lenguaje corriente que le servía para comunicarse con la sociedad, la insuperable cortedad intelectual de sus grupos dirigentes ha impedido formular ideas coherentes sobre los terribles cambios que se avecinaban y que finalmente han tenido lugar, se ha conformado administrando tejemanejes, nombramientos, poltronas y licitaciones...

En suma, se ha negado a sí misma y ha consentido que sus ambiciones históricas fueran desmanteladas, arrinconadas o edulcoradas. Mientras tanto, un poderoso movimiento cultural y económico, ubicuo, amigable, inaprensible, moderno y afable, al que Simone llama la Neoderecha, ha impuesto al mundo los valores que hechizan, seducen y conquistan el corazón de una multitud disgregada, excitada y egoísta. Es la Neoderecha del Archicapitalismo la que ha transformado a la sociedad en una masa de público y clientes exentos de vergüenza y compasión y dispuestos a consumir, desear, endeudarse, divertirse y entusiasmarse en un mercado concebido para satisfacer el más mínimo de sus impulsos.

Con impecable argumentación y ritmo trepidante, el breve ensayo de Simone deja estupefacto al lector y mientras ridiculiza la arrogancia de una izquierda ajena a la envergadura de su catástrofe, dibuja el más desolador panorama que podemos imaginar para el inminente futuro de nuestro mundo.

Cita a Ortega, Passolini, Guy Debord, Hanna Arendt y Spinoza y descubre en el deslumbrante informe publicado en 1840 por Alexis de Tocqueville (La democracia en América) unos reveladores y preocupantes fragmentos proféticos.

Tocqueville "traza hasta el detalle los rasgos de un despotismo del futuro", vislumbra una figura dotada de un poder que nunca se había visto en siglos pasados, un poder capaz de "descender al lado de cada individuo para dirigirlo y guiarlo", un despotismo benigno que "degradará a los hombres sin atormentarlos", un tipo de opresión que no se asemejará a nada de lo que la ha precedido en el mundo.

La cosa es nueva, dice Tocqueville, y por tanto es necesario hacer un esfuerzo para definirla, dado que no consigo denominarla: "veo una multitud innumerable de hombres similares e iguales que dan vuelta sin tregua sobre sí mismos para procurarse pequeños placeres vulgares con los que dan satisfacción a su alma"; sobre ellos "se eleva un poder inmenso y tutelar, absoluto, minucioso, regular, previsor y amable que busca fijar a los hombres en la infancia; que quiere que los ciudadanos lo pasen bien, siempre y cuando no piensen en otra cosa que pasarlo bien.

Este poder no quiebra sus voluntades, las ablanda..."

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26 de enero de 2012
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"Todo lo que escribo es muy carnavalesco"

Manuel Vilas. Foto: Manu Fernández Dos amigos a quienes siempre sigo en sus lecturas me recomendaron, hace unos años, la novela España de Manuel Vilas. ?Es lo mejor que se está haciendo en el país? me dijeron en un salón lleno de libros (porque uno de esos amigos reseña libros en españa y las editoriales se los mandan en cajas y ellos no saben qué hacer con tanto libro). Obediente como soy, salí a buscar el libro pero no lo encontré. Hay una edición en Mansalva, la editorial argentina, que espero encontrar. Por lo pronto, cruzo los dedos para que Alfaguara en Perú se anime a traer la nueva novela de Manuel Vilas, Los inmortales, que recién se presenta hoy en España. Jesús Rocamora, en el diario Público, le hace una entrevista. Dice:

(?) hay que intentar poner algo de lógica a la historia de Los inmortales, una novela inspirada en? esto? la película Los inmortales, de 1986, protagonizada por Christopher Lambert. Una novela que consigue mezclar los libros de caballerías con la ciencia ficción, la Historia con la clarividencia, el progreso humano y el delirio. Una novela por cuyas páginas se pasean personajes como: una reencarnación actual de Cervantes que es fan de Joy Division y que se pone en plan Houellebecq (es decir, muy guarro) con dos prostitutas en Canarias; el papa y la madre Teresa de Calcuta convertidos casi en superhéroes (nombres clave: Ponti y Mother T); y el espíritu de Stalin, encargado de darnos a conocer algo llamado la Teoría del Reciclaje Trascendental. En la película Los Inmortales se plantea la idea de la acumulación de vida y de saber que puede haber en un ser humano que viva más de 400 años. Eso era lo que me interesaba: la idea de alguien que vive la Historia y la conoce en cada momento. No como nosotros, que la leemos?, cuenta Vilas. En realidad, lo que quería el escritor era ?reflejar lo que el siglo XX ha pensado que era ser inmortal desde la cultura, desde el arte, desde la literatura, la religión o la política. Qué hemos codificado como permanencia en el siglo XX y la historia de estos personajes?. Para ello, Vilas arranca su historia en el año 22011, tras el descubrimiento en la Galaxia Shakespeare de un manuscrito titulado Los inmortales, en el que los futuros humanos descubren, con espanto, cómo han vivido esos personajes elegidos para la vida eterna. Vilas avisa de que ?no es un libro sobre libros, sino un libro sobre la vida. Su tema fundamental es dar forma narrativa a las alienaciones del poscapitalismo. Por eso hay un sentimiento dominante, que es el amor. Todos los personajes están exaltados, se enamoran de todo, porque la novela sostiene que el único sentimiento capaz de luchar contra la alienación es el amor?.

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26 de enero de 2012
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Virginia Woolf en dominio público

Virginia Woolf le quita algo de protagonismo a Dickens Tal como lo recuerda la Revista Ñ, desde el año pasado la obra de Virginia Woolf es de dominio público y este año aparecerán varias obras biográficas sobre ella, además de nuevas traducciones. Es el año de Charles Dickens, eso no se lo quita nadie, así nomás no se da un bicentenario, pero la Woolf también copará librerías. Dice la nota de Ezequiel Alemian:

Varias editoriales locales lanzarán este año libros de y sobre Virgina Woolf, aprovechando que transcurridos setenta de su muerte, sus textos pasan a ser de dominio público, pero posibilitando, también, que su vida y su obra vuelvan a ser contadas, y leídas. La editorial La Bestia Equilátera publicará La muerte de una polilla y otros ensayos, una serie de artículos críticos poco conocidos de Woolf recopilada por su marido. El libro es una metáfora de la posibilidad de transformar una insignificancia en una obra maestra. ?Virgina Woolf fue una crítica excepcional. Su precisión sintáctica y sus definiciones conceptuales son asombrosas. Nunca está conforme con lo anterior, y jamás adapta y aplica ideas recibidas. Tiene una impronta de genio que no se encuentra prácticamente en ninguna otra escritora?, señala Luis Chitarroni, editor de La Bestia Equilátera. El libro, traducido por Teresa Arijón, incluye un artículo sobre Henry James en el que Woolf recuerda, de su infancia, que James dictaba sus novelas mientras se mecía en una silla, y Virginia y su hermana Vanesa esperaba que alguna vez se cayera para ver si después del accidente él era capaz de retomar por sí solo las complejas, precisas e interminables frases que caracterizan su estilo de escritor. Hasta que un día James se cayó, y luego de levantó, y siguió dictando como si nada. Cuenco de Plata lanzará en los próximos meses Freshwater, la única obra de teatro que escribió Woolf. Se trata de una pieza sobre la vida desprejuiciada, delirante, de su tía abuela, una de las pioneras absolutas de la historia de la fotografía, Julia Margaret Cameron. La versión de Freshwater es de María Emilia Franchignoni, que el año pasado dirigió el elogiado estreno de la obra en castellano. Franchignoni tomó como base la versión del texto de 1935 y le agregó cuatro parlamentos largos correspondientes a una primera escritura, de 1923. El libro también incluye un ensayo de Woolf sobre su tía abuela, y fotos de la Cameron de los personajes familiares incluidos en el texto. Y se completa con cuatro críticas de teatro de Woolf. La misma editorial tiene en carpeta para la segunda parte del año la publicación de otros dos libros de Virginia Woolf: Flush, una biografía, que es la vida Elizabeth Barrett Browning contaba desde el punto de vista de Flush, su perro, y Un cuarto propio, uno de sus textos más conocidos, en el que examina las dificultades que enfrentan las mujeres para crear y vivir en un mundo manejado por los hombres. Para mitad de año, Taurus anuncia La vida por escrito, un trabajo de casi mil páginas de la investigadora Irene Chickiar Bauer que toma como eje la vida de Virginia Woolf y sigue todo el proceso de escritura y recepción de su obra hasta la actualidad. ?Woolf es una figura fundamental de la literatura del siglo XX, y los problemas que plantea siguen vigentes. Me refiero a cuestiones acerca de la libertad, la igualdad y la justicia en relación a la situación de las mujeres; su rol social y su escritura.Leí las biografías disponibles en inglés y castellano y me pareció necesario escribir una nueva. Las que hay en inglés dan por sentado cuestiones que los hispanohablantes no tienen por qué conocer, y dividen la vida por temas: Infancia, Bloomsbury, Matrimonio, Locura. Las que hay en castellano tienen 20 años o más y no consideran muchísima bibliografía que incluyo en mi trabajo?, señala Chickiar Bauer. En 2012, por lo visto, nadie le teme a Virgina Woolf.

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26 de enero de 2012
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Buenas noticias en Davos

Gordon Brown, el ex primer ministro británico, dirige esta mesa redonda que va a desarrollarse dentro del más clásico espíritu davosiano: una brevísima introducción del moderador, intervenciones muy cortas de cada uno de los participantes, que van a ocupar media hora en total, y luego preguntas e intervenciones desde el público. En 60 minutos de cronómetro los asistentes pueden recibir una cantidad sensacional de información y de ideas y muy fácilmente pueden lanzar su pregunta o su reflexión para que sea también brevemente glosada por los ponentes. Esos cinco ponentes de esta mañana representan a cinco países que, sumados, tienen más de 200 millones de habitantes, con economías en crecimiento constante durante toda la década pasada y un horizonte de transformación económica y social que se escapa a la imaginación. En mitad de los debates sobre el estado del euro, sobre la marcha de la economía global, o la ausencia de liderazgos, todo lo que dicen estos cinco hombres son noticias excepcionales y un bálsamo contra la depresión.

La democracia multipartidista sigue avanzando en el conjunto de la región donde se encuentran estos cinco países que han mandado a tres presidentes y dos primeros ministros al Foro Económico Mundial. Es la segunda región de mayor crecimiento económico del mundo, una zona emergente que atrae inversiones de las grandes potencias inversoras, aunque luego tenga escasa visibilidad y traducción en influencia política. Las oportunidades de negocios que hay allí son colosales, pues está experimentando el mayor crecimiento urbano de toda su historia, con la aparición de unas extensas e incipientes clases medias urbanas emergentes. Cuenta con una demografía muy joven, uno de los mejores regalos que puede tener cualquier país si sabe aprovecharlo mediante la educación y la creación de puestos de trabajo. Hacia estos países de enorme oferta de mano de obra se puede conducir la próxima oleada de deslocalizaciones, una vez se encarezcan los sueldos en Asia. Aunque cuentan con dificultades de corrupción y de inseguridad, también están mejorando la gobernanza económica, así como unas políticas monetarias y fiscales prácticamente inexistentes hasta ahora. No todo es maravilloso, ni mucho menos. Lo maravilloso es el potencial y la vía emprendida que va en la buena dirección, aunque todavía sea todo muy incipiente. Estos cinco hombres están convencidos de que en sus manos están cinco países del continente que definirá el siglo XXI, donde todo o casi todo está por hacer en infraestructuras de todo tipo, carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos o redes eléctricas. Esto es así por el enorme caudal de materias primas que tiene escondido en su suelo, origen del caudal de riqueza de los últimos diez años, cuando la globalización y el incremento del consumo mundial ha hecho explotar su potencial comercial y también los pecios. Uno de ellos cree que deben buscar el ejemplo de la Unión Europea, que partió de la Comunidad del Carbón y del Acero, para construir también paso a paso la unidad de su continente a partir de un mercado común de la energía y de las infraestructuras. También hay que romper las barreras del comercio y eliminar las fronteras, por supuesto. Hay que cambiar de hábitos culturales y acostumbrarse a las tecnologías: ?Debemos ser tan puntuales al empezar las reuniones como lo son los europeos?. El lector ya habrá adivinado de qué estamos hablando. Esto es Africa y entre los cinco países representados hay de todo, en rentas, en democracia y en crecimiento: Guinea, Tanzania, Kenia, Etiopía y Sudáfrica. Pero todos comparten la misma sensación y la misma sintonía. También comparten una escasa visibilidad desde Europa, que se explica por uno de los mayores cambios geopolíticos de la última década: participan plenamente en la economía global, pero sus principales inversores ya no son occidentales, sino China para extracción e infraestructuras e India para productos de consumo. La evolución del continente africano interpela directamente a quienes les colonizaron, ya no por la herencia colonial, o no solo, sino sobre todo por su escasa capacidad para revertirla en positivo como bazas para una cooperación más estrecha. Africa está ahora más cerca del mundo pero más lejos de Europa, y por eso es una buena noticia que Davos intente enmendarlo.

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26 de enero de 2012
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El Boomeran(g)
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