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Mi amigo Samuel Beckett

Por 19 de febrero de 2012 Sin comentarios

Iván Thays

Paul Auster
En Revista Ñ, Patricia Kolesnicov y Andrés Hax hacen una larga entrevista a Paul Auster sobre Diario de Invierno. Ahí dice ? Escribir no ficción da el mismo trabajo que escribir ficción. La diferencia es esta: con la no ficción, particularmente con el trabajo autobiográfico, ya conocés los hechos, algo que no pasa cuando escribís una novela. Todo lo demás es igual. Tenés que hacer el mismo esfuerzo por escribir buenas frases, para hablar de la manera más real que puedas. Así que sí, mis novelas a veces toman cosas prestadas de mi vida, pero el hecho de poner ese material en una novela lo cambia, lo ficcionaliza, lo convierte en otra cosa.? Y sobre lo que está escribiendo ahora, dice: ?En este libro que estoy escribiendo ahora voy a hablar sobre la decisión de convertirme en escritor. Tampoco hay mucho en realidad, apenas la determinación de hacerlo, cuando era joven.? 
 Pero entre las preguntas, hay una anécdota que me llama la atención en especial: la amistad entre Paul Auster y Samuel Beckett.  Dice la nota:   

 (?) hay un evento significativo durante esos años parisinos que Auster no cuenta en sus memorias (que es, también, significativo): conoció a Samuel Beckett. No es un secreto; lo ha mencionado brevemente en otras entrevistas, pero quisimos saber más sobre esta notable amistad. Auster nos contó que los presentó una amiga en común, la pintora estadounidense Joan Mitchell. Esto fue a principios de los años 70. Auster tenía alrededor de veinticinco años y Beckett casi setenta. La primera reunión fue en el mitológico café La closerie des lilas. ?Te juro que estaba tan nervioso? Me puso más nervioso conocerlo a él que si hubiera estado reuniéndome con Winston Churchill o Jesucristo?, dice Auster. ?Lo primero que me dijo fue (y aquí Auster habla en un acento dublinés): ?Bueno Mister Auster, cuénteme algo de usted.? Sigue: ?Beckett estaba fumando unos pequeños puros. Yo, en ese entonces, fumaba cigarrillos. El me pidió uno. Beckett lo levantó para mirarlo y dijo: ?mi único vicio.? Allí nos relajamos.? Auster sonríe y relata animado, la memoria muy fresca, contento de contarla: ?En este primer encuentro hubo un momento muy conmovedor sobre el cual he pensado mucho. La primera novela que Beckett escribió en francés, en 1946, fue Mercier y Camier , pero nunca fue publicada. Recién en ese momento lo estaban editando. En ese encuentro Beckett me dijo: ?Sabes que estoy traduciendoM ercier y Camier al inglés.? Me dijo: ?Reviendo el trabajo no me parece bueno para nada.? Me contó: ?le he cortado como un veinticinco por ciento del libro para la versión en inglés.? Y yo respondí: no entiendo por qué haces eso. A mí me parece un gran libro. Beckett insistía que no era bueno. Se dejó el tema y seguimos con otros. Pero como diez minutos después se inclinó hacía mí y me preguntó: ?¿De verdad te parece bueno?? ¡Era Samuel Beckett diciéndome esto! No sabía . Y en ese momento comprendí que ningún escritor sabe qué es lo que ha hecho. No se puede juzgar la propia obra. Fue muy conmovedor.?
Cuando Auster volvió a Nueva York la amistad se mantuvo por correspondencia en la que Beckett seguía, con su característica amabilidad, apoyando a Auster en sus esfuerzos literarios. En 1979, Auster volvió a París y se reunió con Beckett en persona por segunda y última vez. ?Ya no iba a La closerie porque él ya era famoso y la gente lo molestaba. Iba a un hotel turístico en el boulevard Saint Jacques. Era un hotel para pilotos y azafatas japoneses. Le encantaba porque nadie lo conocía. Tenía un restaurante, un café y una tabaquería. Era cerca de su casa. ¡Ese era su nuevo café!? El último capítulo de esta amistad ocurrió en abril de 2006, en el centenario del nacimiento de Beckett, cuando Grove Press publicó una edición de las obras completas de Beckett. Este libro fue, discretamente, propuesto y editado por Auster. Nos dice: ?Sentí que se lo debía.? Auster le debe mucho más a Beckett. Aunque sus obras y sus estilos no son comparables Auster heredó una de las obsesiones de su mentor irlandés: la imagen de un hombre solo en un cuarto; contrapuesto por la de un hombre caminando. En las obras de Beckett y de Auster estos son dos lugares centrales de contemplación para sus protagonistas: el cuarto y el camino. Ahora, entrando en el comienzo del crepúsculo de su vida, Auster está buscando algo nuevo: una nueva epifanía para poder seguir escribiendo. ¿Veremos, dentro de una década o dos, a Diario de invierno como el comienzo de una nueva fase de la literatura de Paul Auster? Este libro adopta otras dos obsesiones más de Beckett: la del cuerpo y sus penas escatológicas; y la de una voz narrativa que parece hablar para sí mismo más que para una audiencia externa. Puede ser, también, que como Beckett, a los 65 años Auster ya escribió su obra. Lo unico que le queda es sentarse en un cuarto espartano y continuar escribiendo.

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Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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