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Nadie sabe nada

Desde hace tiempo soy un fiel seguidor del Foro Económico Mundial que se celebra cada año en Davos, Suiza. Reconozco que me fascina el hecho de que los que se consideran los poderosos del mundo se den cita puntual, cada temporada, para dar a conocer sus propuestas y opiniones. El resto del año casi todos los que viajan a Davos, a excepción de los políticos, permanecen agazapados en sus bancos, consejos de administración, fundaciones o cátedras, sin que se les ocurra ponerse demasiado bajo los focos. Sin embargo, de repente, en Davos los enmascarados se sacan las máscaras y la economía mundial deja de ser un baile de disfraces para convertirse en un aquelarre a cara descubierta, en el que se proclaman las cosas con alegre impunidad. Por unos días la hermandad davosiana crea un ceremonial casi sagrado -siempre, claro, en torno al Becerro de Oro- que, gracias a las informaciones periodísticas, adquiere resonancia planetaria. No hay, actualmente, otro lugar que aparente ser más importante y decisivo que el Foro de Davos. Las viejas organizaciones, con nombres un poco rancios, como las Naciones Unidas o la UNESCO, son patéticas sombras en comparación con una institución que realmente no representa a nadie -a ninguna sociedad, a ningún país- pero que, precisamente por esto, se permite la libertad de soltar, sin ningún pudor, verdades que parecen bravuconadas y bravuconadas que parecen verdades. En la fiesta de Davos se presentan juntos y revueltos políticos elegidos democráticamente, expertos intelectualmente reputados, banqueros de dudosa reputación y estafadores convictos; es decir, gentes que, habitualmente, procuran no mostrarse juntos y revueltos. Se tienen por un "mundo aparte" y, desde luego, desde hace años, consiguen que el mundo -el "mundo exterior"- se lo crea.

Algo debe de tener Davos, el singular rincón alpino, algo telúrico, algún encantamiento especial porque, como es bien sabido, el aquelarre actual, destinado a curar las enfermedades económicas de nuestra época, se desarrolla en el mismo lugar en que antes tenían que curarse las enfermedades del cuerpo. Que Thomas Mann situara su La Montaña Mágica en el lujoso balneario-sanatorio para tuberculosos de Davos puede entenderse, visto desde la actualidad, como una premonición de las posibilidades prodigiosas ofrecidas por Davos. En la novela de Mann el "mundo exterior" acaba siendo una mera abstracción para los protagonistas del "mundo aparte" instalado en Davos, considerado la auténtica realidad, con sus leyes, azares y certezas. En su extensa obra, Thomas Mann concentró las pulsiones del inicio del siglo XX en los perfiles de sus personajes, en las conversaciones entre Naphta y Settembrini, en el sortilegio que atenaza al protagonista, Hans Castorp, que sólo puede abandonar el "mundo aparte" de Davos, la montaña mágica, y volver al valle, a la vida, tras siete años de encantamiento. A la salida le espera la catástrofe: la Primera Guerra Mundial.

 Naturalmente el Davos actual está muy lejos de las sofisticaciones descritas por el escritor alemán y, a menudo, se le representa más próximo a la cueva de Ali Babá o a la Isla de la Tortuga que al refinado escenario de La Montaña Mágica. Pero algo de materia literaria tiene, aunque sea en su vertiente negra, cuando los cronistas enviados al Foro acostumbran a hacer excelentes e imaginativos trabajos. Si yo fuera editor reuniría las mejores de estas crónicas a lo largo de años con un título del estilo Davos: profetas y embaucadores. Tendríamos un perfecto resumen de nuestra incertidumbre actual a través de las sucesivas ediciones del aquelarre. De hecho, que yo recuerde, la profecía ha ido tan acompañada del embaucamiento que se haría difícil deslindar una del otro al hacer balance. Hasta hace relativamente poco en Davos se hacían apuestas muy favorables para nuestro futuro, mientras que ahora parece que la rueda de la fortuna nos es francamente desfavorable. Lo peculiar de este casino es que, cuando la bola cae en la casilla adecuada, la hermandad davosiana siempre forma parte del bando de los ganadores y, por el contrario, cuando se desplaza al número perdedor los participantes en la fiesta miran hacia otro lado o declaran que, en realidad, ellos no son más que los crupiers.

Claro que existe, ahí, una gran materia literaria, y muy posiblemente el propio Thomas Mann, al situar La Montaña Mágica a principios del siglo XXI, en lugar de hacerlo cien años antes, habría sustituido a sus sutiles tuberculosos por este variopinto conjunto humano en el que se codean políticos, jugadores, profetas y estafadores con una naturalidad digna de encomio. Los diversos géneros, desde la picaresca a la novela negra, pasando por los tratados de buenas costumbres, están maravillosamente representados. Tengo particular predilección por los filántropos de Davos, tipo George Soros, auténtico Doctor Jekyll y Mister Hide de las finanzas mundiales, que en cada edición es capaz de renovar sus buenas intenciones con respecto al futuro de la humanidad.

No obstante, debo reconocer, que la edición actual ha recogido las andanzas de un individuo, a quien yo no había oído nombrar pero que con toda seguridad es muy importante, que tiene decididos rasgos shakespearianos, entre el Mercader de Venecia y Macbeth, con un toque de Dostoievski y otro de Beckett. Nuestro héroe se llama John Paulson y, según es descrito, tiene un sexto sentido para adivinar por donde irá el desastre, y para apostar en consecuencia. Este visionario de las tinieblas ganó en 2007 3.700 millones de dólares al olerse la crisis de Wall Street y hurgar, a su favor, en la herida. Desde entonces tiene ganado el derecho de ser reconocido como profeta. Tengo entendido que las gentes se le acercan para preguntarle por el próximo hundimiento que pueda avecinarse, de modo, que al seguir sus consejos, el apocalipsis produzca buenos réditos. Qué gran personaje literario John Paulson, el hombre que convierte lo funesto en puro oro. Pero en su última aparición en Davos, acuciado por los creyentes, Paulson ha soltado algo mucho más importante que una profecía. Ha dicho textualmente: "Nadie sabe nada". El profeta, en una acción de modesto repliegue, se ha hecho filósofo. Imaginen que el ejemplo cunde y que la próxima edición del grandilocuente Foro de Davos se inaugure bajo el lema "Sólo sé que no sé nada".

Y quizá sería el lema justo. La misma semana en que leí la confesión del profeta Paulson escuché dos confesiones similares. Me encontré a un conocido catedrático de Economía, que durante años había estado explicando cómo funcionaban verdaderamente las cosas en cursos y tertulias. Dijo, más o menos, "nadie sabe nada". Y al día siguiente me topé con un compañero de colegio, ya espabilado en los años escolares y posteriormente un gran empresario en negocios internacionales. Comentó: "la verdad, chico, es que nadie sabe nada". No es que no lo sospechara viendo la actuación de los políticos, pero me lo acabó de confirmar esta triple confesión del profeta, del experto y del mercader. "Nadie sabe nada": ¿entonces cuál ha sido la auténtica función de tantos davos a lo largo de tantos años? Puede que, en efecto, todo se haya vuelto tan endiabladamente complejo que ya no sepamos nada. Aunque también podría alimentarse otra hipótesis menos inocente. ¿No será que los davos han servido, precisamente, para esto: para que, en plena indefensión, podamos escuchar "nadie sabe nada"? No puedo dar una respuesta a esta suposición. Lo que sí he constatado es que, en medio del general desconcierto, sea éste interesado o no, la filosofía ha adquirido gran importancia en ese mundo de los negocios en el que todos lo ignoran todo de todo. Esa fundación fraudulenta sin ánimo de lucro que está cada día en las páginas de los periódicos por sus maniobras corruptas lleva por nombre lo filosóficamente más elevado. Se llama ARETÉ. Virtud, en griego.

El País, 06/2/2012 

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12 de febrero de 2012
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III. El país de la eterna balacera

Los Estados Unidos saben, porque tienen la experiencia, de que cuando un negocio clandestino florece gracias a la prohibición, el crimen organizado crece de manera exponencial. Es lo que ocurrió con la Ley Seca, que prohibía la producción, distribución y consumo de bebidas alcohólicas, una ley que engendró a los capos más célebres de la historia de ese país, el primero de ellos Al Capone, el rey del imperio del contrabando del whisky.

El tráfico de las drogas colombianizó a México, multiplicando los asesinatos y llevando al país a una verdadera guerra que en las condiciones actuales en que se libra no tiene ninguna salida, y ahora los carteles están mexicanizando a Centroamérica, empezando por Guatemala, donde ahora también reinan los Zetas, aliados de las antiguas pandillas de los Maras. El hermoso país de la eterna primavera convertido en el país de la eterna balacera de manera recurrente: Guatebala, como tituló hace ya muchos años el pintor Luis Díaz a uno de sus cuadros.

Atrapados sin salida. Centroamérica es un puente natural para el paso de las drogas desde el sur hacia el norte, en busca de la frontera de los Estados Unidos. Estamos allí conectando ambas masas continentales. Nadie puede arrancarnos de esa posición geográfica y remolcarnos lejos.

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10 de febrero de 2012
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Tàpies un instante después de morir

 

El hombre se hace a sí mismo a pesar de los demás. Se recrea o disuelve en la mirada avariciosa y temible que tanto miedo nos da. El otro es un déspota como lo soy ahora con Antoni Tápies. Qué me importa lo que quiso ser; tan sólo aprovecho lo que me conviene. Saqueo su texto y prescindo de lo que no me gusta. Rehago sus pensamientos a mi imagen y semejanza. El gran genio a mis órdenes. Después de frotar la lámpara.

"Una vez saturado el gusto de una época por un estilo determinado; una vez gastados los mecanismos para emocionar; una vez descubierta su trampa, se le hace imprescindible al artista hallar otras fórmulas que hagan eficaz su obra". (1955)

"Yo os invito a pensar". (1967)

"Un día traté de llegar directamente al silencio con más resignación, rindiéndome a la fatalidad que gobierna la lucha profunda. Los millones de furiosos zarpazos se convirtieron en millones de granos de polvo..."  (1969)

"A menudo nos hacen aquéllas fatídicas preguntas: ¿qué representa esto? ¿Qué ha querido decir con estas manchas? ¿Cree que con estas rayas la gente comprende sus ideas? (1970)

¿Qué es lo que pasa, pues? ¿Es que los antiguos favorecidos por las musas no pintan ya cosas celestiales? Ellos que siempre habían tratado las grandes solemnidades, ¿no glorifican ya a sus señores, a los dioses, ni a nadie que crea estar en su gracia? Resulta que no. Los artistas, que se consideran los seres más refinados, los más sensibles, hace ya años que no creen en todo esto. Ni dioses ni amos. Nadie es bastante importante para ellos y quisieran que la sociedad creyera lo mismo. En cambio se enamoran de la paja. (1970)

"Entiendo por vulgar el seguimiento de estilos, costumbres tradicionales o creencias célebres...  La vulgaridad, según los antiguos confucianos, debe considerarse una tara moral e intelectual equivalente a la falta de honestidad." (1984)

"A veces son artistas que incluso parecen revestidos de una suerte de espíritu medio iniciático medio profético, a los que tampoco falta el sentido de la ironía y del humor" (1989)

(Citas extraídas de la antología de textos publicada por Galaxia Gutenberg en 2008: En blanco y negro)

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9 de febrero de 2012
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No te vayas con el Cirque du Soleil

Escaparse con un circo es una fantasía que se repite. Dejar todo de una vez, mandar a todos al carajo, subirte a la caravana del espectáculo y viajar. Viajar por carreteras que suben y bajan, cruzar mares de olas grandes, presentarte frente a públicos diferentes que te aplauden el final de cada función. Conocer gente, cambiar de clima, olvidarte de la burocracia, aprender nuevos idiomas. Ser un artista reconocido por el mundo. Ser, finalmente, un integrante de la famosa compañía Cirque du Soleil.

El mexicano Alberto Valdéz Martínez fue reclutado por el Cirque du Soleil cuando tenía 17 años. Lo vieron volando de un trapecio a otro, y le abrieron las puertas para sumarse a la compañía y escaparse con el circo. Era lo que había soñado. Todo listo, por fin. Hasta que su madre lo detuvo. No te vas con el circo hasta que no termines la escuela.

¿Qué pasó con él? ¿Qué vino después de aquel momento? ¿En qué terminó la relación con su madre?

Esta es una historia de familia y de oportunidades. Y sobre malabarismo y circo. Es, además, el trabajo final para la Escuela Móvil de Periodismo Portátil de Patricia Mignani. Ella nació en Argentina y está radicada hace muchos años en México. Estudió relaciones Públicas y luego se apasionó por el periodismo.

 

 Aquí puedes leer su crónica "NO TE VAYAS CON EL SOLEIL"

 

 

 

twitter: @menesesportatil

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9 de febrero de 2012
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Sobre la palabra «metafísica»

Desde su inicio este foro ha pretendido ser un lugar de  reflexione filosófica, en el sentido más genérico del término. De ahí que consideraciones de tipo ético, político o estético hayan ocupado a intervalos un largo espacio. Sin embargo lo que ha pretendido fundamentalmente es ser un espacio de actualización de la filosofía natural, o si se quiere de la meta-física, entendida en su sentido cabal  de reflexión sobre el orden natural (la physis  de los griegos), que se efectúa después de o tras -meta-la física.

No se trata tanto de haber seguido en sus meandros técnicos las descripciones y previsiones efectuadas por la física como de  estar al corriente (o al menos hallarse interesado por estarlo), de los interrogantes que se hallan en el origen de tales descripciones y previsiones, y de las implicaciones de las mismas. Dos  ejemplos elementales:

  • 1) Entender que ciertos principios considerados básicos de la física parecían amenazados por el propio desarrollo de la misma y que Einstein tenía razones para considerarlos inviolables (cosa que no tiene ninguna dificultad mayor y que se explica sin formulación matemática en los libros llamados divulgativos del autor), conduce sencillamente a entender por qué era necesario sacrificar nuestra convicción (prejuicio lo denomina Einstein) de que el tiempo y el espacio son un marco absoluto en el que los acontecimientos se despliegan.
  • 2) Entender que ciertos fenómenos indiscutibles chocaban con la concepción que la ciencia tenía en el arranque del siglo XX de la naturaleza ondulatoria de la luz (cosa explicable sin más tecnicismos que los justos en media clase de filosofía) permite entender porque Einstein avanza la tremenda conjetura de que la luz es un conjunto discreto de elementos llamados fotones, abriendo así la caja de Pandora que constituye el universo (inquietantemente larvado para el pensamiento anclado en cimientos clásicos) de las partículas elementales.

Y si la metafísica no puede prescindir de considerar lo que implica el sacrificio del carácter absoluto de tiempo y espacio, tampoco puede prescindir de una inmersión en este horizonte de larvas descrito por la física cuántica, en el cual se producen sorprendentes "escenas" como las que ocuparán las reflexiones de los días siguientes. Escenas (no es nunca ocioso explicitarlo) que nada tienen que ver con  la ciencia ficción sino simplemente con  la ciencia.

Una ciencia que enlaza con  antiguos fantasmas de la especulación metafísica,  liberándolos de cierta capa de caspa. Foucault indicaba en uno de sus discursos que Hegel, mil veces considerado perro muerto de la filosofía, solía esperar al escéptico en la esquina...o en los recovecos del camino. En este caso, un  camino trazado no ya  por la ciencia natural de nuestra época sino  por la ciencia quizás más impactante de todas las épocas.

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9 de febrero de 2012
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Tenemos que vernos

A medida que se va ampliando la grieta entre el mundo exterior y el mundo interior de tal forma que los límites se hacen más rotundos, descubrimos que ya no existe un tiempo que antes nos pertenecía. Sí, aquellas horas elásticas en que la amistad nos ayudaba a crecer y a paladear la alegría. Nos decimos: «A ver cuándo quedamos…»; también confesamos, entre la disculpa y la declaración de intenciones, que aunque no nos frecuentemos el vínculo y el cariño son imperecederos, que «nuestra amistad es para siempre». Habita en nosotros un sistema de necesidades geométrico. Difícilmente se aprende a bajar peldaños o a desactivar el sentimiento de retribución, pero a través de las palabras podemos crear mundos posibles con la ilusión de controlarlos. En ese «tenemos que vernos» que a menudo cruzamos con los amigos añorados, esos con quienes celebramos afinidades y afectos pero que ya dejaron de ser parte de nuestro paisaje cotidiano, se concentran el látigo de la nostalgia y también del anhelo. El de un tiempo compartido y enhebrado por tardes ociosas y responsabilidades livianas; el mismo que regía la comunidad hasta que cayeron las murallas y todo se hizo más escurridizo. Entonces el tiempo se fracturó, y perdió su lógica a pesar de que la tierra sigue girando alrededor del sol. Nos fuimos complicando, cargando las agendas, pagando seguros, resolviendo conflictos, luchando contra un ardor llamado ansiedad o insomnio, leyendo menos, comiendo más, acortando las tardes con los amigos. Pasamos de ser hijos a padres, para regresar de nuevo a ejercer de hijos-padres con nuestros viejos. La muerte empezó a saludarnos de cerca, aquella que, como decía Benedetti, de muchachos tan sólo era una palabra y pasó de charco a océano cuando «ya le dimos alcance a la verdad». Pero en la casilla de los deseos, como ha venido demostrando el ser humano desde los orígenes, una querencia sincera empuja al reencuentro con los amigos. La vida moderna ha conseguido que el trabajo ?o su falta? domine nuestras vidas reduciendo drásticamente la dedicación a los afectos. Francis Bacon no podía resumirlo mejor: «La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad». Existen varias modalidades de amistad: la interesada, que hoy se ha impuesto como una auténtica transacción social; la estética; la compasiva; la ética, esa que a menudo sólo podemos contar con los dedos de una mano. Y la amistad virtual: cada español cuenta con una media de 143 amigos en las redes, y uno de cada cuatro internautas reconoce que tiene más relación con sus amigos a través de la pantalla que en persona. Algunos son amigos de postín, otros, personas que despiertan cierta simpatía para comunicarse e intercambiar fotos, recuerdos o emociones. Se critica mucho la inconsistencia del amigo virtual, y cierto es que a muchos ni los conocemos. En mi caso, cada vez que se me acerca alguien diciéndome que es mi amigo en Facebook me entran palpitaciones, porque a menudo me enfrento a una incógnita. Pero reconozco que una que vez el tiempo se nos ha hecho añicos, ese ancho bulevar digital proporciona un guiño, un «me gusta», adelante, te sigo. Evidencia la testadurez de querer mantener el roce, aunque lejano y a veces ficticio, la predisposición a sociabilizarnos a pesar de que muchas vidas sean un búnker. A los verdaderos amigos del alma no les mueven otros intereses que el de celebrar la vida a sorbos o a tragos, para que nada parezca más intocable que esa sintonía llamada camaradería. Porque existe algo de festivo y a la vez terapéutico en el reencuentro que alimenta y fortalece las debilidades. Pero en verdad, cada vez pesa más la nostalgia de cuando no contaban las horas para los amigos, y éramos inadvertidamente felices.

(La Vanguardia)

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8 de febrero de 2012
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IV. El sangriento río Suchiate

La mancha de aceite, o de sangre, viene extendiéndose desde el río Suchiate, que marca la frontera de Guatemala con México, un verdadero hervidero donde se cruzan los caminos del transporte  de las drogas protegido con celo criminal por los propios carteles, de las bandas paramilitares de los Zetas, de las bandas que roban la droga a los carteles, de los coyotes, los traficantes de personas que llevan bajo paga a los inmigrantes pobres que buscan el sueño americano en viaje hacia Estados Unidos, y ellos mismos son cómplices de los Zetas en robarles y asesinarlos. Las llamas del infierno se extienden y avanzan hacia el sur de Centroamérica, y ninguno de sus países puede asegurar que va a librarse para siempre de la violencia desmedida que el tráfico de las drogas trae consigo, y de sus consecuencias letales, asesinatos, corrupción gubernamental, lavado de dinero.

Carlos Fuentes se preguntaba qué pasa cuando la droga logra atravesar la frontera de México con Estados Unidos, hacia donde finalmente va destinada. Los cargamentos se pierden en el misterio, hay redes que distribuyen la cocaína en cada uno de los estados de la unión hasta llevarla a todos los hogares, igual que el lechero hace con la leche, según escribió una vez Gabriel García Márquez. Pero el velo del enigma no se levanta. Miles de millones de dólares que los consumidores pagan por su ración diaria, y que son necesariamente depositados en algún banco, invertidos de alguna manera, reexportados de regreso a los países productores. Nada sabemos acerca de los tentáculos de este negocio, y muy pocos van a la cárcel por dirigirlo, o participar de él.

Es hora, pues, de sacarle el agua al pez para que muera de asfixia.

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8 de febrero de 2012
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El pastel que Rajoy nos ha servido

La base del pastel es que no hay oposición. O que no la hay todavía y que costará que la haya. Esa es muy buena base, porque lo permite todo. Nadie va rechistar por las incongruencias, impericias e incumplimientos del programa y de las promesas: ya se sabe que las promesas solo comprometen a quien se las cree. El mérito es ajeno, pero hay que reconocer que luego las sucesivas capas se hallan astutamente dispuestas, en el mejor y más pastelero estilo tacticista. Hay una capa bien visible y cremosa de demagogia derechista y reaccionaria, extendida a modo de contentar a la clientela más molesta y ruidosa. Hay otra capa de terso y obligado mazacote europeísta, impuesto ya por Merkozy a Zapatero y aceptado con alegría impostada por Rajoy: en cuanto pueda buscará cómo hacerla más dúctil y flexible. Y hay finalmente otra capa, ligera y fácil de consumir, de nata y merengue socialdemócratas, dispuestos para satisfacer al electorado andaluz, al que hay que hacérselo fácil: no se cambia de mayoría sociológica en un plisplas.

Esta última capa del pastel, la que cubre la superficie, es la que más desconcierta a los votantes socialistas. Puede que haya subida de impuestos indirectos más adelante, sobre todo si las cosas siguen empeorando, pero de momento quien ha subido los impuestos directos a las rentas de las clases medias habiendo prometido exactamente lo contrario han sido los populares, que se han comportado solo llegar al gobierno como si pertenecieran a un típico partido izquierdista. Cabe también que se haya producido una exacta inversión ideológica: si bajar los impuestos era de izquierdas, tal como se atrevió a formular un inicial Zapatero aupado entonces por la burbuja, cabe deducir que subirlos será de derechas sobre todo cuando la burbuja está ya más que pinchada. No basta con más impuestos, hay que recortar los sueldos de los banqueros y apelar a la solidaridad. Lo que no se atrevieron a hacer los socialistas lo ha hecho también este gobierno sin pestañear. Solo falta ahora que la reforma laboral atienda antes a los intereses electorales de los populares andaluces que a las exigencias de Merkel. ¿Serán también las elecciones andaluzas parte de la política interior alemana?

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8 de febrero de 2012
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Biología tecnológica

De la misma manera que la fauna y la flora posee sus subsistemas ecológicos, la tecnología ha ido desarrollando un subsistema e relaciones propio en cuyo seno, como en todo lo demás, nos encontramos. A nuestra espalda o en el tiempo de nuestro sueño, en nuestra vigilia y en nuestra intervención los artefactos can creándose un perfil que, de un lado nos arrebata porciones de humanidad y, de otro, se configura como un universo tan heterogéneo como propio.

Este mundo es un mundo provisto de su particular lenguaje o lenguajes. Ahora, por ejemplo, el auge de la relación entre cristales (de los móviles, las tabletas, las teles, los ordenadores) ha inaugurado una conversación múltiple y compleja. Es una cháchara que en cuanto a los cristales sigue a las que a finales del siglo XIX mantuvieron los nuevos edificios de vidrio y acero pero en cuya interrelación -unida a las piezas decorativas del Art Deco y del Art Nouveau- no sobresalió la gran dinamicidad que caracteriza a nuestra época. La tecnología es una cara del progreso pero esto es sólo una apreciación superficial. Más que un aspecto de cada temporada histórica es un trasunto de su alma. No usamos las novedades tecnológicas sólo de adentro a afuera como herramientas sino también de fuera adentro como elementos de la condición humana. De este modo es que la tecnología actúa de forma importante. No facilitándonos una labor sino, a la vez, trabajando sobre hacia la mayor complejidad de nuestra inteligencia. Y no sólo de la inteligencia.

Actualmente, la mayor parte de los nuevos aparatos inteligentes son artículos emocionales. Efectúan emociones y producen efectos afectivos. Para bien o para mal, la última revolución tecnológica, la tercera o la cuarta revolución industrial, es imposible considerarla una fase de la producción material sino como siempre fue, por otra parte, de la producción humana. Nosotros, más que nunca, nos reconocemos como artefactos. Objetos de reparación física o psíquica sea través de las prótesis, los injertos, los trasplantes. A través de los psicofármacos, las psicoterapias, las ablaciones cerebrales matéricas o no. Somos, a imagen y semejanza de los aparatos, una subespecie de la ecología tecnológica. Nos reinventamos como ellos, perdemos actualidad o ganamos obsolescencia a su semejanza. Están a nuestro lado pero nunca han estado, también, tan insertos en nuestros mismos cuerpos, desde los dispositivos para la salud a los dispositivos para dar cuenta de nuestra identidad general. La tecnología ha dejado hace tiempo de se un ramo de la ingeniería para transformarse en un dominio inseparable de la biología. 

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7 de febrero de 2012
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Tres años portátiles

 

 

Desde que partió oficialmente, en febrero de 2009, la Escuela Móvil de Periodismo Portátil tuvo una idea simple: promover la escritura de historias desde cualquier lado y para todos los sitios. Las clases serían online, los alumnos podrían estar viajando, el profesor se iría conectando desde diferentes ciudades. Al poco tiempo, los trabajos de los talleristas comenzaron a ser publicados en diferentes medios, de distintos países. La escritura como construcción itinerante. El proyecto portátil como una escuela de autor, independiente y autofinanciada, sin alumnos permanentes ni lugar físico para su funcionamiento, generando constantemente nuevos textos de nuevas voces.

La Escuela Móvil de Periodismo Portátil entra en una maleta. Pero también cabe en un Smartphone. Y se suma, como categoría de subsistencia, en otro componente para el principal objetivo del cronista portátil: poder sobrevivir escribiendo historias.

Desde un comienzo la Escuela Móvil de Periodismo Portátil tuvo como norte la realidad. Si los poetas y novelistas sueñan la libertad mientras se secan en un despacho público o se gastan armando conspiraciones de burocracia cultural, acá el plan sería concretar la aspiración máxima de los viajes y la escritura. Ficción versus no ficción. Llevar la retórica académica a la práctica itinerante. Aterrizar los ensayos viajeros a la poética de la realidad portátil.

O al menos intentarlo. Y en eso ya van 3 años.

 

 

 

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7 de febrero de 2012
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