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Eder. Óleo de Irene Gracia

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También hay Feria del Libro en Bogotá

Asistentes a la FILBO 2012. Foto: El País Las Ferias del Libro no paran. Dos muy importantes coinciden. La de Buenos Aires, que inauguró ayer, y la de Bogotá, la FILBO, que empezó este miércoles con invitados del mundo norteamericano y sin tantas discusiones, al parecer, al menos en la inauguración. Rocío Huerta comenta en El País lo que está pasando con las ferias del libro en medio de las crisis. Dice:

Entre tanto augurio apocalíptico para el libro en papel, las ferias del libro, sin embargo, pugnan con vitalidad por reinventarse. ¿Cómo? Convertidas en oasis literarios para lectores, escritores, agentes o editores en un mundo que vive entre la paradoja de la hipercomunicación virtual y la amenaza de naufragio de las relaciones humanas de carne y hueso. La Feria del Libro de Bogotá, que ayer inauguró su edición 25ª es una buena muestra de ello. Es una de las más importantes de América Latina, así como un ejemplo de la necesidad e importancia de estos acontecimientos. ?La gran aportación de una feria es la vida social, el trato real que requieren… y del que carece Internet y las recomendaciones de los periódicos?, asegura la escritora Rosa Montero, que ha ido en tres ocasiones a la Filbo, como llaman los colombianos al evento. La peculiaridad de esta cita, agrega Montero, ?es ese trato íntimo y familiar que la hace especial. Tiene una afluencia increíble, una tradición arraigada?. Sin perder de vista las bondades digitales, Fernando Valverde, presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, (CEGAL), asegura que ?es justo en estos momentos cuando el espacio físico recobra todo el sentido?. ?Y cobra más fuerza el hecho de poder encontrarnos, escucharnos e intercambiar opiniones sobre nuestras lecturas?, añade. (…) Las que convocan al personal que vive alrededor del libro y la lectura parecen tener otro destino. La de Bogotá, de momento, no presenta síntomas de fatiga: espera una asistencia de 400.000 visitas, hasta el 1 de mayo que cierra sus puertas. Ocupará todos los 58.000 metros cuadrados del Centro Internacional de Negocios y Exposiciones de Bogotá, donde estarán más de 500 expositores y un centenar de escritores en conferencias, mesas redondas y lecturas públicas. Este año entre los principales invitados figuran el escritor estadounidense Jonathan Safran Foer y el legendario periodista Gay Talese. Junto a ellos, nombres clave de la literatura, el pensamiento y, por qué no, la narrativa comercial en español como Laura Restrepo, Santiago Gamboa, Javier Moro y Enrique Krauze. El narrador y poeta Darío Jaramillo, que no se ha perdido ninguna edición de la Filbo, asegura que la oferta de libros ha aumentado: ?Eso es muy atractivo para las bibliotecas, pero lo más importante de esta feria es la cantidad de gente que acude. Y no hay que olvidar que hay un público que compra libros solo estos días?. La Filbo celebra sus 25 años con Brasil como invitado: ?Es una gran oportunidad para intercambiar conocimientos de derechos de autor y traducciones del portugués al español y viceversa, aprovechando que el español acaba de ser declarado la segunda lengua oficial en las escuelas brasileñas?, explica Amalia de Pombo, directora de la feria.



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20 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bram Stocker, 100 años

Estampilla rumana que recuerda al autor Hace 100 años murió Bram Stocker, el creador de uno de los personajes más notables (y rentables) de la literatura universal: Drácula. Ahora que los vampiros (en su versión andrógino y adolescente) han regresado con fuerza, vale la pena recordar al escritor mediocre pero acertado a la hora de crear un ser inmortal. Dice la nota de Gregorio Belinchon en El País:

El irlandés Bram Stoker (1847-1912) no será recordado como un gran escritor. Rodrigo Fresán, autor de prólogo a la edición de 2005 de Mondadori de la novela, comenta: “Stoker es muy mal escritor, un ejemplo clásico de creador flojo ?no hay más que leerle en su inglés original? que de repente crea una obra genial”. Enrique Vila-Matas apunta en esa dirección: “Seiscientas páginas y el conde solo sale en unas quince. Al estilo de El corazón en las tinieblas, de Joseph Conrad, se crea un espectáculo alrededor de un personaje que aparece muy poco. Es más interesante y fascinante el ambiente que lo que ocurre. La narración conduce al personaje. En cambio, creó el vampiro moderno. Solo por eso merece nuestro respeto”. Gonzalo Suárez, escritor y cineasta que en diversas ocasiones ha indagado en el ser y el otro, en la criatura y su creador (Mi nombre es sombra, Remando al viento), reconoce que Stoker le aburre. “Empecé a leerlo y lo dejé. Obviamente forma parte de la literatura victoriana, que sí me atrae. Pero el libro no desarrolla un carácter ontológico, juega más con el sadismo y la sangre. Todos tenemos un monstruo en nuestro interior, pero creo que justo en mí no hay de esa especie”, reconoce entre risas. Entonces, ¿qué hizo bien Stoker? El escritor irlandés, criado entre libros y profesores privados por culpa de una enfermedad infantil, publicó muchos más cuentos, y ninguno tuvo la repercusión popular y artística de Drácula. “Claro”, descifra Fresán, “porque existen novelas influyentes, que por su calidad crea escuela de escritores y de obras, y novelas radioactivas, que enferman a otros, que infectan y producen mejores herederos. El éxito de Drácula radica en un personaje fascinante”. Su misma construcción, a base de trozos de diarios y cartas entre los personajes, ralentiza la trama: “Es la novela en la que más se escribe y se lee. Pero, ¿cuándo van a por el monstruo?”, dice Fresán. Bram Stoker publicó Drácula en 1897, y creó el personaje bebiendo de varias fuentes: primero, del personaje real de Vlad Draculea Vlad el Hijo del Demonio / Dragon, también conocido como Vlad Tepes el empalador; del actor Henry Irving, una estrella de la época, para el que Stoker trabajó durante 29 años como representante y secretario, y cuya enfermiza relación inspiró de lejos la película La sombra del actor; y de sus charlas con un extraño orientalista húngaro llamado Arminius Vámbéry con el que se entrevistó en diversas ocasiones (Vámbery también era muy imaginativo en sus leyendas sobre la Europa oriental, y su labia y su imaginación las engordaban a gusto del oyente que tenía en cada momento). Óscar Wilde dijo que Drácula era la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos. Arthur Conan Doyle tampoco escatimó elogios. “Es que es muy de la época victoriana”, según Fresán, “es el triunfo del gótico, de un terror que crea personajes como Frankenstein, el doctor Jekyll y Mister Hyde…”. ¿También puede ser la venganza de un hombre que se siente vampirizado por otro? “Como libro, efectivamente, es muy transparente, ya que son los años del advenimiento del psicoanálisis”. El subconsciente de los autores sale a borbotones. “Fíjate en este Drácula, en Peter Pan, en Sherlock Holmes…”. Gonzalo Suárez recalca en ese grandioso momento literario británico: “Me atrae mucho ese género. Dio unas obras de ficción fascinantes, a diferencia de la española, más realista”. La triste vida de Stoker, que arrastra a su familia detrás de Irving, que no recibe ningún dinero cuando fallece el actor, y que muere pobre víctima de la sífilis que había contraído yendo de prostitutas con Irving en París, se ha prolongado en el tiempo. Vila-Matas estuvo en Dublín alojado a pocos metros de la casa donde durante décadas vivió Stoker: “La primera vez vi una placa, que recordaba su estancia. El mismo Oscar Wilde, primer novio de Florence, posterior esposa de Stoker, vivía a pocas manzanas. Años después volví y en lugar de la casa había una clínica de cirugía estética. De la placa, ni rastro”. “A mí me entristece la deriva actual del personaje”, comenta Fresán. “Eso de que vayan al colegio los vampiritos de Crepúsculo



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20 de abril de 2012
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Sex=oh

El mundo respira sexo. Tecleas la palabra en Google y existen en español casi quinientos millones de entradas. Desde la publicidad a la pasarela, los conciertos o la política, la sexualidad emerge para atrapar al ojo que está al otro lado. A veces como un anzuelo provocador; otras, como el hombro que asoma sutilmente bajo un vestido de raso. Caben muchos universos en estas cuatro letras que expresan todo aquello que se desentiende de la razón. A menudo se asocia con el placer, con la escalera que te conduce a una descarga eléctrica o a un pozo de luciérnagas, pero acostumbrados a sobrevalorarlo, a veces nos olvidamos de que hay también un sexo que ahueca el corazón y deja una estela de vacío. Pulsión, reacción, atracción; el sexo ?al igual que el dinero? es un deseo agonizante capaz de mover los hilos del planeta. ¿Cuántas batallas se han ganado o se han perdido en nombre del sexo, aunque se le haya llamado amor? La liberación de las mujeres vino acompañada de quemas de sujetadores y de una desinhibición que siempre me resultó impostada, aunque en aquellos tiempos todo era poco para salir de la cueva. Había que exagerar las conductas, mostrar avidez ante un tabú que hasta bien pasada la mitad de este siglo había sido territorio exclusivo de los hombres. El impacto que tuvieron los estudios de Kinsey o Masters & Johnson cambiaron la percepción de la sexualidad femenina ?sin olvidar el popular Informe Hite, en el que 3.500 mujeres confirmaban que eran perfectamente capaces de tomar el control de su vida sexual en lugar de ser receptoras pasivas de la arremetida del gran macho; aunque su mayor hallazgo fue el de que el centro del orgasmo femenino se localizaba en el clítoris?. A menudo surgen noticias contrarias a esa recuperación de la sexualidad como un territorio luminoso en lugar de oscuro o perverso. Y no solo por los lastres puritanos, sino por una desventaja cultural que aún favorece que una mujer se sienta extraditada de su propio cuerpo, igual que el mito de que las mujeres prefieren una buena conversación a un encuentro sexual, como si fueran asuntos excluyentes. «¿Por qué hoy tantas mujeres escriben de sexo?, ¿se han vuelto de repente, misteriosamente, más libidinosas o es solo una moda?», se preguntaban las participantes en el congreso Eroticon 12. No, respondió Zoe Margolis, autora del exitoso blog Girl with a One Track Mind: «No se trata de exponerse, sino de expresarse: escribir le ayuda a uno a poner en orden sus ideas». El auge de la primera persona, de la escritura confesional y del juego de espejos donde el yo se muestra cada vez más desnudo, ha favorecido una nueva voz y la reconstrucción de un imaginario a veces compartido con los hombres. Afortunadamente, hoy, la identidad sexual se vive con mayor libertad, como señalan las jóvenes que en este número confiesan a Gabriela Wiener y Verónica Marín sus «sexcretos». Ya lo anticipó Helmut Newton ?que en los años setenta fue colaborador de Marie Claire?, quien empoderó a la mujer y la desnudó vistiéndola. Y sí, en nuestra portada, con Eva Mendes, anunciamos el nuevo código sexy que no solo determina la altura de los tacones, los corsés años cincuenta, las melenas mojadas y las espaldas al aire, sino la celebración de que el sexo esté alojado en nuestro cerebro. (Marie Claire)

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20 de abril de 2012
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IV. El mejor y el peor de los tiempos…

Pero el juicio de Dickens es, antes que nada, un juicio sobre las consecuencias de la revolución en los seres humanos, y los cambios de comportamiento que la historia, en tiempos convulsos, provocó en la gente más humilde. Los pobres se vuelven factores del poder, y pueden decidir sobre la vida de los demás. Pueden abrir el camino a la guillotina. Son los que, como fantasmas de Goya, bailan la carmañola, una danza macabra, al paso de la carreta que lleva al patíbulo a los condenados. La hoja de la guillotina es la que cobra las viejas cuentas de la humillación. Y la grandeza de Historia de dos ciudades  reside en el examen de esas vidas, a la sombra del poder que se devora a sí mismo. Las mujeres del pueblo, de la plebe, son las que tejen en sus bordados los destinos de los que van a morir, como las antiguas Parcas.

Historia de dos ciudades, se ubica en tiempos dramáticos en que el mundo está cambiando para siempre. Pero la maldad, de la cual luchan por librarse los protagonistas atrapados en las redes de sus destinos, surge por parejo de los nobles que la revolución derriba, y de los miserables que la revolución exalta. Dickens es un maestro de la condición humana, múltiple en contradicciones.

Hay libros de los que uno recuerda para siempre la primera frase. Historia de dos ciudades es para mí uno de ellos: fue el mejor y el peor de los tiempos; fue la edad de la sabiduría, y
de la estupidez; fue la época de la fe y de la incredulidad; la estación de la luz, y de las tinieblas, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación...
Tanto caló en mí esta frase, desde su primer lectura, que la puse como epígrafe de mi libro de memorias de la revolución sandinista, Adiós Muchachos. No encontré nada más cabal para darme pie a lo que yo quería contar de mi vida en tiempos de ilusiones perdidas.

 

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20 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La foto que todo lo ve

Casi la mitad de la Humanidad posee una cámara o un móvil con el que poder hacer fotos. La cantidad de ellas que pueden llegar a hacerse cada día es abrumadora, pero ¿qué podría decirse de la ingente cosecha de todo un año? Aparte de los motivos familiares que ocasión tras ocasión incrementan exponencialmente la suma de imágenes captadas, el objeto turístico multiplica por mil la colección de estampas que van desde la realidad física a la fílmica o, mejor, al paraíso del mundo digital donde son tan intangibles como presentes, tan presentes como inmediatas a la voluntad de su revelación.

De este modo, cada día, cada hora, un sinfín de documentos gráficos va convirtiendo la presencia en una ausencia de segundo grado. No es la ausencia de la anulación sino la pérdida de atributos del objeto que en cada instantánea se deja atrás su textura o su variable contemplación, su talla y su potencia. Monumentos, edificios, jardines o palacios, el Taj Mahal o el Vaticano, las pirámides de Egipto o las cataratas del Niágara son despojadas en la foto de cualidades fundamentales a cambio de una captura que, más tarde, las dejará definitivamente simplificadas en el interior del aparato.

¿Se resiente con ello la verdad? Crece la verdad del turista frente a la verdad de la presencia real. Y crece anualmente en la multiplicación de sujetos turísticos que llegan ya a casi los 1.000 millones al año y no han dejado, sino circunstancialmente, de crecer. Su número pesa ya como un importante factor en el cambio de la visión de las cosas como, caseramente, los vídeos y las fotos afectan a la memoria convirtiendo el recuerdo cada vez menos en un objeto de la memoria y más como una posesión del artefacto. Una traslación que afecta tanto como Google y sus semejantes, sea a través de la Wikipedia o no, a la capacidad y el esfuerzo mental de la retención. La pequeña cámara y el móvil, el almacén gráfico del ordenador personal, componen ya la personalidad de un individuo paralelo que va tomando de nuestras vidas sus porciones y haciéndose cargo, más o menos, de su peso y de su acción.

La atávica idea de esas tribus que no se dejan fotografiar por miedo a perder su alma, regresa desprovista de temor y cargada de celebración. Sin que lo percibamos con claridad la existencia va tomando el carácter de un pasaje sucesivo para ser plasmado y simplificado en la mnemotecnia de la cámara. La vivencia ingresa en una suerte de congelador donde tiende a conservarse mejor que sin su pasiva colaboración. Toda circunstancia fotografiada se plasma, se detiene en el tiempo y el tiempo deja de hallarse expuesto a una parte de su devoración. De este modo tratamos de eternizar nuestra vida al precio de poseerla simplificada en un almacén virtual.

 



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19 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Con los dedos cruzados

Lápiz y calculadora en mano, Nicolas Sarkozy no puede ganar. Los sondeos lo detectan. Hay pocas dudas entre los analistas. Lo indican las abundantes deserciones entre sus partidarios, ex ministros y secretarios de Estado, dispuestos a votar a Hollande, como sucede con el entorno del anterior presidente de la República, Jacques Chirac. Los nervios y el caracoleo de su campaña también: cuando arrancó era Merkozy, el riguroso centauro político que ofrecía el horizonte de una Francia alemana; pero la termina de nuevo como el oportunista Sarkozy que se desmarca de Merkel y saquea el programa socialista a favor del crecimiento, la creación de empleo y el control del Banco Central Europeo cuya mención se había prohibido a sí mismo en sus paseos playeros con la canciller.

Y sin embargo? La izquierda europea se halla tan escarmentada, su fe es tan desfalleciente, sus expectativas tan escasas, que apenas se escuchan pronósticos a favor de François Hollande fuera de Francia. El acomplejado elector de izquierdas europeo está tan acostumbrado a la derrota y al declive que los vive con resignada placidez. No quiere engañarse una vez más después de tanto desengaño, aunque esta elección parezca cantada. La voluntad de poder de Sarkozy es tan abrumadora, su voracidad tan apabullante, su capacidad de tergiversación tan descarada como para desalentar vanas y prematuras esperanzas. En las cuevas del sado antiprogre siguen pronosticando con obstinación neocon que Sarkozy va a ganar. Por si acaso, los socialistas franceses están realizando un enorme esfuerzo de contención para evitar la erosión en el voto de una euforia prematura. Los indecisos son muchos: un elector de cada dos ha cambiado de intención de voto en la última mitad de año. Crecen los nuevos votantes contractuales, sin fijación ideológica ni amor a sus colores. La campaña está viva, dinamizada por la oferta de los extremos, y además antes hay que pasar a la segunda vuelta. También el interregno entre las dos vueltas, con sus márgenes de imprevisibilidad, conducen a extremar la prudencia. Como lo aconseja el recuerdo del fiasco enorme de 2002, cuando un candidato socialista con un buen balance de gobierno como Lionel Jospin cayó ante Le Pen. Ahora este peligro no existe, pero aquel percance sigue torturando la memoria progresista. Todo conduce a la angustiada izquierda europea a suspender el juicio, aunque los sondeos sean tan claros. Si Hollande y Sarkozy van codo a codo en la primera vuelta, con ligera ventaja del primero en las últimas encuestas, la diferencia es abismal en la segunda, cuando ambos deberán encontrarse frente a frente: el socialista le lleva hasta 16 puntos de diferencia en sus mejores previsiones y seis en las peores. Hollande ha hecho dos cosas. Se ha travestido de François Mitterrand, en sus gestos y en su entonación, como una imagen clónica del único presidente socialista que ha tenido la V República, y ha optado por dejar que la combustión interna termine con Sarkozy. Ante un político divisivo y polarizador, juega la carta de la unidad, del centrismo y de la moderación, juntando las dos campañas de Mitterrand en una sola, según ha explicado Claude Bartolone, su asesor para temas internacionales. En la de 1981 el candidato socialista significaba la alternancia y la llegada de la izquierda al Elíseo y en la de 1988 la unión de los franceses ante el candidato de la gresca, que entonces era Chirac. Sarkozy le ha hecho la campaña a Hollande con su pésimo balance de cinco años de hiperactividad y cambios de rumbo, por lo que ahora este último solo tiene que evitar los errores. Es la misma estrategia de Rajoy con Zapatero, que también le hizo todo el trabajo al candidato del PP. Las similitudes entre Zapatero y Sarkozy van más allá de la anécdota, con independencia de su bien distinto carácter y personalidad y no digamos ya de ideología y programas. Pero el peligro que le acecha a Hollande también es similar al que corroe ahora mismo a Rajoy a toda velocidad: ganará a Sarkozy, pero la crisis le devorará desde el primer día. Sarkozy ha calculado mal los ritmos. Es el error político por excelencia. Puede que tuviera un buen diagnóstico. Puede que los objetivos y el mensaje fueran excelentes. Pero las equivocaciones se producen al sincronizar las estrategias políticas y la realidad: los hechos, los acontecimientos, son lo que más debe temer un Gobierno, según una famosa cita atribuida al premier británico Harold McMillan. Sarkozy calculó mal la velocidad de la crisis, pensó que podría hacer campaña europeísta con Merkel a su lado, dejando a Hollande hundiéndose miserablemente en un mensaje arcaico y antieuropeo, y ahora se encuentra con que se han invertido los papeles y es él mismo quien compite por tomar distancias de Europa en todo, Schengen, papel del Banco Central, aportación al presupuesto, mientras Hollande aparece como el salvador del crecimiento y el empleo europeos, incluso para la derecha española.



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19 de abril de 2012
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Tras las cosas y uno mismo (II)

Los estudiosos de Heidegger enfatizan  el hecho de que abrirse a la diferencia ontológica exige dejar de pensar el ser sobre el modelo de las cosas ni tampoco sobre el  de un sujeto concebido como yo mismo.[1]  Avanzo  al respecto algo que llegado el momento se abordará en detalle, a saber, que si por  cosa se  entiende un soporte dotado de propiedades que la singularizan, hay otros ámbitos del pensamiento (pre-socráticos desde luego, pero también contemporáneos) en los que la physis  tampoco es concebible ni como cosa  ni como correlato subjetivo de la misma. En efecto:

Por un lado, tal como hemos podido ver en estas mismas notas,  en el mundo cuántico se diluye la noción de cosa, entendida como algo con caracteres propios que la individualizan y sometida a los principios de contigüidad y determinismo. 

Por otro lado, en lo que concierne al sujeto, sin  ir más lejos, el sujeto clásico de la ciencia
se haya privado de las características diferenciales que posibilitan hablar de inter-subjetividad y por consiguiente hablar de sujeto como soporte de un yo, pues el sujeto de la ciencia constituye precisamente el resultado de hacer abstracción de esas diferencias. Pero ni siquiera está claro que el correlato pensante de los raros objetos que se determinan en una medida cuántica pueda ser identificad al sujeto de la ciencia en un sentido clásico, ya que este  parece ser correlativo de las cosas físicas en  la acepción ortodoxa del término.


[1]"La diferencia ontológica, presente ya en Ser y Tiempo, recibe una determinación más precisa cuando, sobre el telón de fondo de la verdad, se percibe que el ser como ámbito de iluminación que hace aparecer a las cosas no es algo de éstas ni de mí mismo, sino un acontecer que, al dejar que los entes se muestren, se retrae a un segundo plano y no aparece como tal. Precisamente por ello no es una cosa ni puede ser pensado sobre el modelo de la cosa. ¿Cómo hay entonces que pensarlo? Este es justamente el problema. Pero la diferencia está ahí, insuperable e irrenunciable." Ramón Rodríguez o.c.  p.148.

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19 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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"Tener a Vallejo y Eguren es como tener un par de ángeles de la guarda".

Rosella di Paolo. Foto: Rossana López-Cubas Si tuviera que escoger a cinco poetas peruanos contemporáneos para hacer una antología, sin duda Rosella di Paolo sería titular inamovible en la lista. Es una poeta extraordinaria que ojalá pueda conocerse fuera del país, pese a su perfil bajo que dificulta la difusión de su obra. En la página “Lima en escena” me encuentro con una entrevista a la poeta de parte de Rosana López-Cubas que, además, trae como buena nueva la preparación de un nuevo libro. También habla sobre el oficio, sobre Eguren y defiende a Vallejo contra el malhadado artículo de Diego La Torre. Algunas preguntas:

Sabemos que prepara un nuevo libro?-Sí.¿En qué fase se encuentra su nuevo libro?- El libro está en la fase de cierre. Estoy en plena selección de poemas, lo que es complicado por el abundante material que tengo en estos momentos.-¿Una selección difícil?-Desgarradora, porque desearía poder incorporar todo lo escrito, pero no será así.-¿Qué plantea esta nueva entrega?-Este nuevo libro es una suerte de homenaje a Herman Melville, un escritor que me fascina. Particularmente me centro en personajes de dos libros suyos: Bartleby (Bartleby, el escribiente de Wall Street) y Ahab (Moby Dick). ¿Qué representan estos personajes para usted?-Me apasiona, por ejemplo, el contraste. Ahab es la desesperación de la voluntad, la acción obsesiva; mientras que Bartleby es un personaje que no hace nada, que se queda mirando una pared.(…) -¿La poesía ha cambiado en estos últimos años?-Por supuesto, la poesía está en permanente movimiento?-¿Cómo la percibe?-Fresca, contundente. Nosotros en el Perú tenemos una tradición poética poderosa. Tener a Vallejo y Eguren es como tener un par de ángeles de la guarda. („,) -Hace unos días se publicó un artículo sobre Vallejo que textualmente decía que ?influyó de manera negativa en el subconsciente de los peruanos??-Contra ese artículo, me gustó lo que escribió el poeta Abelardo Sánchez León, quien resumió con ironía el signo ?espantoso- de nuestros tiempos, en los que se exige que un escritor vaya acorde con ?las exigencias del mercado: vender y ser un éxito mediático?.  Sin duda, esa exigencia es disparatada, porque los artistas de verdad viven hacia adentro y no hacia afuera, y no les interesa pegarse la sonrisa con gutapercha, como hacen muchos para poder pasar por el aro en sociedades agobiantemente ?exitosas?. En el artículo que mencionas en tu pregunta se llegaba al extremo de querer enmendarle la plana a Vallejo, forzando unos versos de ?Espergesia? hasta una euforia completamente boba, como si ya no hubiese bastante de esa euforia falsa y papanatas en el mundo que nos rodea: en la publicidad, los jingles, los tips de autoayuda, los sermones, las arengas políticas? ¿También necesitan que Vallejo sea uno de esos publicistas que nos chillan que el mundo es una maravilla, y que el error, el sufrimiento, la enfermedad, la muerte solo existen en la cabeza de los loquitos poetas?-¿No tienen ni idea del valor y la poética de Vallejo?-El valor con el que Vallejo se sumergió en el corazón humano y salió de allí con una de las poéticas más intensas y renovadoras del siglo XX ya quisieran tenerlo los economistas, los financistas, los señores de la bolsa, los banqueros? que viven tan protegiditos tras sus murallas, sus cercos eléctricos, sus agentes de seguridad, sus lunas polarizadas y cabinas climatizadas? y que cuando las papas queman por su propia acción especuladora y angurrienta piden/exigen ?rescates? a los gobiernos. ¡Qué fácil! Ellos son los que nos deprimen, no los poetas.



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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Historia de tres ciudades

Flann O´Brian y Dublín Extraordinario el texto que publicó la semana pasada la Revista Ñ del diario Clarín sobre tres escritores y sus ciudades: Buenos Aires- Borges; Irlanda- Flann O´Brian; Pessoa- Lisboa. El ensayo ha sido escrito por uno de los mejores escritores actuales en lengua inglesa, el irlandés Colm Toibin. “Eran tres ciudades, cada una de las cuales había conocido cierta gloria (…) Esas tres ciudades, en las que tres genios se sintieron atrapados, aislados y consternados, ingresaron, de forma lenta e inevitable, a la esencia del trabajo de los escritores.” Notable. Aquí algunos fragmentos:

Las ciudades en las que estaban solos eran Lisboa, Buenos Aires, Dublín. Los escritores eran Fernando Pessoa (1888-1935); Jorge Luis Borges (1899-1986); Flann O?Brien (1911-1966). Los tres crecieron no sólo en un país y una ciudad en sombras, o un lugar que parecía vivir en sombras, sino también con dos o más lenguas y con una relación a menudo tensa entre las lenguas. El lenguaje no era para ellos naturaleza, sino cultura; era extraño y tenso; significaba desplazamiento, desarraigo. Llegaron a la edad adulta atrapados en un punzante recuerdo de una Torre de Babel en la que alguna vez había existido fluidez. La idea de una lengua materna era una especie de chiste. Durante un tiempo, los tres se educaron en la casa o en bibliotecas, apartados de la compañía de otros chicos y de la influencia de maestros. Conformaron su propio mundo a través de sus sueños y desplazamientos. Pessoa vivió en Durban, en Sudáfrica, desde los siete a los diecisiete años. Volvió a Lisboa hablando inglés mejor que portugués. Escribió poemas en inglés. Borges tenía una abuela inglesa que vivía con la familia, y creció hablando inglés y castellano. Vivió en Ginebra de los quince a los veintidós años, hablando inglés, francés y castellano. O?Brien sólo habló irlandés hasta los nueve o diez años, cuando empezó a hablar también inglés. Escribió en inglés y en irlandés.Cada uno de esos escritores se dio nuevos nombres. Pessoa se convirtió, entre otros, en Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos, Bernardo Soares. Borges pasó a ser, entre otros, B. Suárez Lynch y H. Bustos Domecq. El verdadero nombre de O?Brien era Brian Ó Nualláin, y también escribió con el nombre de Myles na gCopaleen. En distintos momentos, los tres articularon estrategias para presentar un nuevo personaje al mundo, así como ficción en la que crearon nuevos personajes y nuevos mundos.  (…)La teoría de que el modernismo en literatura fue invención de escritores irlandeses, judíos o sudamericanos (o de homosexuales o expatriados), no comenzó como teoría sino como práctica. No empezó como un plan, sino que lo hizo como por necesidad, ya que para muchos escritores no parecía haber otra opción. El tono de los primeros relatos de Borges y de la primera novela de O?Brien, At Swim-Two-Birds (Dos pájaros a nado), surgió como un oasis, y la vegetación que lo rodea, sólo pueden aparecer en un desierto. Un oasis no surge en una llanura fértil. Es imposible escribir una ficción llena de opciones y oportunidades en una sociedad en la que esas cosas no están extendidas. En una sociedad donde no hay un conjunto de lectores no es fácil escribir pensando en un lector, en un lector que quiere una historia en la que el tiempo tenga una representación rectilínea, en la cual los personajes abunden en sentimientos y anhelos, en la que la trama satisfaga una amplia serie de reglas que insistan en una completitud, en que las palabras representen lo que el diccionario indica que representan, y en la cual el lenguaje sea natural y parte de una cultura común. Es mucho más fácil producir un cuento o una novela en la que el lector ya esté incorporado y que desestabilice o hasta usurpe la idea de la lectura. Los novelistas que escribían en sociedades establecidas, consolidadas y complejas presentan a esas sociedades un espejo de toda su variedad o de las vicisitudes del corazón humano, mientras que Borges, O?Brien y Pessoa le presentaron un espejismo a un oasis, el extraño lugar del que procedían y que les dio su primera experiencia de la sed. No es casualidad ni mero capricho de los escritores que no haya novela irlandesa alguna que termine con una boda. Para O?Brien, ni siquiera era una cuestión de cómo finalizar o comenzar una novela, sino de una urgente necesidad de frustrar las exigencias de la novela, de eliminar la miseria de los trucos que usa el novelista mediante el recurso de revelarlos.(…)La afirmación de que había estado con Joyce varias veces en París era por completo falsa. O?Brien nunca conoció a Joyce ni recibió cartas suyas. Por supuesto, mantenía una relación tensa con él, dado que Joyce era la figura con la que más se lo comparaba y había tenido para él una importancia enorme cuando empezó a escribir y era, por lo tanto, la figura de la que más quería deshacerse, la que más quería obviar y minimizar, con la cual insistir en que tenía una relación y respecto de la cual desorientar a quienes lo entrevistaban. Después de todo, para eso están los entrevistadores. También es por eso que tenemos mentiras (?la mentira es simplemente el lenguaje ideal del alma?, escribió Pessoa); las mentiras son formas honestas de decir la verdad, sobre todo si se es un novelista de Dublín y se tiene un primer libro que es una obra maestra y del que se vendieron sólo 244 ejemplares antes de que una bomba alemana destruyera el depósito donde se guardaba el resto dieciocho meses después de su publicación. En esas circunstancias, la verdad nunca es fácil.Cuando se publicó At Swim-Two-Birds, en 1939, O?Brien se enteró de que un amigo, que conocía a Joyce, viajaría a París. Acompañó a su amigo al barco y en la pasarela le dio con timidez un ejemplar de su libro y le pidió que se lo entregara a Joyce. Había escrito: ?Para James Joyce, del escritor Brian O?Nolan con mucho de lo que está en la página 305?. En la página 305 estaba subrayada la frase ?inseguridad del autor?. Cuando le mencionaron el libro a Joyce, éste señaló que Samuel Beckett ya lo había leído y que lo había elogiado mucho. Cuando luego leyó el libro, que fue la última novela que leyó en su vida, Joyce dijo: ?Es un verdadero escritor y tiene un auténtico espíritu cómico. Un libro en verdad gracioso?. Habló con un crítico francés para que se lo reseñara.O?Brien expresó su gratitud hacia Joyce mordiéndole la mano a intervalos periódicos en las siguientes tres décadas y media. (…) En 1961, O?Brien le escribió a su editor: ?Si vuelvo a escuchar la palabra Joyce voy a echar espuma por la boca?. En su columna, con frecuencia se refirió a Joyce como ?el pobre Joyce? o ?el pobre Jimmy Joyce?, y en el quincuagésimo aniversario de Bloomsday escribió que las escasas ?incursiones (de Joyce) en el griego estaban equivocadas y sus intentos de frases en gaélico son una completa monstruosidad?. No obstante, en una columna posterior elogió el Ulises e insistió en que para entender el libro lo único que hacía falta era ?inteligencia, madurez y cierto conocimiento de la vida y de las letras.?En un ensayo de 1951, O?Brien desplegó sus vehementes sentimientos ambiguos de toda una vida respecto del Ulises y su autor, el hombre que, a diferencia de O?Brien, había escapado. ?Es posible que la verdadera fascinación de Joyce resida en su reserva, su ambigüedad (¿su poligüidad, tal vez?), sus bromas, sus deshonestidades, su habilidad técnica, su atracción por los estadounidenses?. Agregó que la rebelión de Joyce contra el catolicismo irlandés, si bien ?noble en sí misma, lo pierde.? (…) En el primer cuento de Ficciones de Borges, el narrador descubre que su amigo Bioy Casares tiene una edición muy especial de la Anglo-American Cyclopedia en la cual Dios, o un impresor, o alguien a medio camino entre ambos dedicado a la misma actividad que dioses e impresores de producir mundos, había creado un territorio especial llamado Uqbar. Así, también en una de sus columnas del Irish Times escrita con el nombre de Myles na gCopaleen, O?Brien ofrecía un servicio a los lectores que tenían libros que no abrían. Por cierta suma se manipularían los libros, se subrayarían pasajes, se dañarían los lomos o se escribirían en los márgenes palabras como ?Basura?, ?Sí, pero cf Homero, Od. iii, 151? o ?Recuerdo que el pobre Joyce me decía lo mismo?, o se harían inscripciones en la primera página del tipo de ?De su devoto amigo y admirador. K. Marx?. Hasta ofrecía a sus lectores ser miembros del Club de Lectores Myles na gCopaleen. ?Si ustedes se incorporan ?escribió?, se liberan de la agotadora molestia de elegir sus propios libros. Nosotros los elegimos por ustedes y, cuando reciben el libro, ya está manoseado, vale decir, sometido sin cargo a nuestros expertos manipuladores?.Así como los novelistas del siglo XIX habían hecho del mundo un fetiche ?de cosas (o palabras) como amor, destino, matrimonio o dinero?, Borges, Pessoa y O?Brien hicieron un fetiche del libro. El héroe solitario de Balzac y Stendhal, la figura de Henry James que enfrentaba su destino, Madame Bovary, David Copperfield o hasta Moby Dick se convertían ahora en el libro no leído o no escrito, en el pasaje recién descubierto o en la parte en que el autor había perdido el control, o renunciado. En El libro del desasosiego, de Pessoa, nuestro héroe reflexiona: ?¿Por qué preocuparme de que nadie lea lo que escribo? Escribo para olvidarme de la vida, y publico porque esa es una de las reglas del juego. Si mañana se perdiera todo lo que escribí, lo lamentaría, pero no sentiría una pena violenta y avasalladora?. Más adelante escribe: ?Tal vez la novela sea una realidad y una vida más perfecta que Dios crea a través de nosotros. Tal vez sólo vivimos para crearla?. Luego se refiere a la vida en términos de ?la novela sin trama?. La Biblioteca de Babel de Borges comienza diciendo: ?El universo (que otros llaman la Biblioteca)?.La cuestión del libro como objeto que contiene el mundo y, por lo tanto, no exige lectores porque también contiene a sus lectores, dado que éstos no son más que partes del mundo, circunda a O?Brien de forma irónica, misteriosa y, en ocasiones, feroz. Misteriosa, porque uno de los 244 ejemplares que se vendieron de At Swim-Two-Birds antes del bombardeo del depósito llegó a la Argentina. Fue en 1939. Irlanda, Portugal y Argentina se volvían aun más marginales. Dublín, Lisboa y Buenos Aires se hacían aun más extrañas. Sin embargo, dos meses después de su publicación, Borges reseñó en Buenos Aires At Swim-Two-Birds en castellano en la revista El Hogar. Escribió:?Un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín que escribe una novela sobre los parroquianos (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figurará el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas. Forman el libro los muy diversos manuscritos de esas personas reales o imaginarias, copiosamente anotados por el estudiante. At Swim-Two-Birds no sólo es un laberinto: es una discusión de las muchas maneras de concebir la novela irlandesa y un repertorio de ejercicios en verso y prosa, que ilustran o parodian todos los estilos de Irlanda. La influencia magistral de Joyce (arquitecto de laberintos, también; Proteo literario, también) es innegable, pero no abrumadora en este libro múltiple?.



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18 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Las mujeres del Boom

Clarice Lispector. Foto: Michelle Cunha Nuevo post en el blog Vano Oficio de “El País” Este 23 de Abril en Casa de América se reunirán Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán y Jorge Volpi en un ciclo literario denominado “Los olvidados del Boom”. Fresán hablará de Juan Carlos Onetti, Volpi de Jorge Ibargüengoitia y Paz Soldán de Clarice Lispector. Aunque es cierto que el Boom, propiamente dicho, incluye solo a cuatro autores (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes), en realidad su radio abarca una circunferencia más extensa, que contiene a precursores y autores posteriores. Sin duda, Juan Carlos Onetti pertenece al grupo de los precursores, como Alejo Carpentier, Ernesto Sabato o Juan Rulfo. No es un olvidado sino, como dice Fresán, más bien un “olvidadizo” o un escurridizo que nunca hizo suya la agenda del Boom y la novela total. El caso de Jorge Ibargüengoitia es distinto. Simplemente, no le alcanzó la obra, la suerte o las ganas, como le sucedió a tantos (pienso en Julio Ramón Ribeyro). Murió en el célebre accidente aéreo en Madrid en 1983, rumbo a un encuentro de escritores en Colombia, antes de cumplir los 60 años. En ese avión también viajaba otro eterno aspirante al Boom, el escritor peruano Manuel Scorza. Considerando el año de su muerte, es obvio que Ibargüengoitia (así como Scorza) no podía ya aspirar a pertenecer al Boom, aunque vivía en la periferia de este. Autores como Manuel Puig, José Donoso, Guillermo Cabrera Infante o Alfredo Bryce Echenique consiguieron un resquicio para introducirse y sentarse al lado de los 4FAB, pero a inicios de los 80 ese espacio se había cerrado definitivamente e Ibargüengoitia no logró cupo pese a que sus novelas compartían muchos de los rasgos del llamado post-boom. De las tres conferencias previstas, la que pone el dedo en la llaga es la dedicada a Clarice Lispector. La extraordinaria autora brasileña merecía largamente formar parte del Boom. Sin embargo, no sucedió y la única explicación posible es que el Boom fue siempre un club donde no se admitían mujeres. En realidad, sí, se permitían, pero como esposas, agentes literarias, lectoras, estudiosas, gruppies o secretarias. Pero como escritoras, jamás. Tal parece que una cualidad de la ambición totalizante era la virilidad. Cuando Julio Cortázar acuñó el inadecuado término de “Lector Hembra” para aquellos lectores pasivos y convencionales que no aceptaban los retos literarios ¿fue un lapsus personal o estaba delatando una mentalidad machista compartida por los demás? Recuerdo unas líneas que la biógrafa Stacy Schiff le dedica a Vera, la esposa de Vladímir Nabokov: “A partir de las muchas cosas que Nabokov se jactaba de no haber aprendido jamás -escribir a máquina, conducir, hablar alemán, encontrar un objeto perdido, cerrar un paraguas, contestar el teléfono, cortar las páginas de un libro o dar la hora a un ignorante-, resulta fácil deducir a qué dedicó Vera su vida.” La cita me conduce al emotivo agradecimiento público que hizo Vargas Llosa a su esposa Patricia, la que incluso al reprenderlo por su inutilidad para la vida práctica lo alaba diciéndole “tú solo sirves para escribir”. Cuando nos referimos a las mujeres del Boom, más allá de Carmen Balcells, no debemos olvidar el aporte de las esposas de los 4FAB. Aunque ellas, como la misma Vera Nabokov (quien se negó a dar entrevistas y demandó a Martin Amis por fingir una crónica sobre ella), prefieren pasar desapercibidas, su presencia invisible queda grabada como marca de agua en las páginas de los libros de sus esposos. La única que rompió el pacto silencioso fue Pilar, la esposa de Donoso, autora de un entretenido texto llamado El Boom doméstico, que al sumarse al libro que escribió la hija adoptiva de ambos, recientemente fallecida, Correr el tupido velo, traza una trayectoria tan desgraciada que nos advierte que aquella frase de Tolstoi sobre las familias (en la felicidad idénticas, pero infelices cada una a su manera) puede encajar en la vida de los demás autores del Boom. Esta semana en el FB de Andrea Jeftanovic, estupenda escritora chilena, se discutió el tema. Ella, además del nombre de Clarice Lispector, soltó el de la mexicana Elena Garro como otra olvidada del Boom. Sostuvo además que “siempre hay redes de poder en la legitimación y visibilidad” cuando se elabora un canon. Y por supuesto, el Boom es un canon absolutamente masculino por más que sus autores (pienso en las colaboraciones de Julio Cortázar con Carol Dunlop o en la admiración que siente Vargas Llosa por Nélida Piñón, a quien le dedicó La guerra del fin del mundo) no desprecien necesariamente a las escritoras. Más que el machismo de los autores, la ausencia de mujeres en el Boom es producto de la ideología de esos años en los que la escritura femenina ocupaba en América Latina un lugar marginal y opacado por una imagen del escritor masculino, comprometido, seguro de sí mismo, hegemónico. Cuando veo la serie Mad Men identifico a Don Draper con la imagen del escritor latinoamericano del Boom, exitoso, convincente, trajeado y encorbatado, fumando o bebiendo whisky, hablando de negocios, de arte o de política, mientras a su alrededor orbitan mujeres vulnerables. El Boom fue un fenómeno comercial y un hito histórico instalado en su tiempo. Pero ajeno a este, la literatura latinoamericana permanece en movimiento y en discusión constante. Una prueba innegable de ello es la importancia que ha adquirido un autor que logró ingresar al Boom, aunque nunca fue muy bien considerado por sus pares, como Manuel Puig, quien en las últimas décadas se ha convertido en el principal referente de la literatura latinoamericana. El brillo de algunos nombre y libros concretos del Boom, en cambio, ha ido desluciéndose con el paso de los años. Todo puede ser replanteado a través de nuevas lecturas y, en especial, siguiendo el rastro que los escritores dejan en la obra de los autores posteriores. Por ello, Clarice Lispector (como quizá algún día Elena Garro) ocupa hoy un lugar excepcional en la literatura latinoamericana, más allá del detalle anecdótico de si perteneció o no al Boom.



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18 de abril de 2012
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