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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Futuros mexicanos 2

Aquí mi segundo "futuro mexicano", esta vez sobre Josefina Vázquez Mota. Una curiosidad: ayer, desde su cuenta oficial, la propia candidata retuiteó esta ficción. ¿Significa eso que se identifica con el personaje? ¿Que en realidad se apresta a rebatir la desastrosa guerra contra al narcotráfico del presidente Calderón? ¿Que reprueba la estrategia militar? ¿Que llamará a debatir la legalización de las drogas?

 

 

México, 1º de diciembre, 2012

La candidata -debería acostumbrarse a llamarse a sí misma señorapresidenta- no ha podido dormir en toda la noche. Aún no lo cree: en contra de todos los pronósticos, e incluso en contra de la voluntad expresa de su predecesor, los ciudadanos la han elegido a ella. La primera presidenta en uno de los países más machistas del planeta. Ahora se da cuenta de que lo más difícil no fue tanto derrotar a sus adversarios masculinos como imponerse en su propio campo. El inicio de su campaña fue caótico: los colaboradores de su antiguo Jefe hicieron hasta lo imposible por descarrilarla. Por hacerle ver que, si se distanciaba de sus posiciones sobre el narcotráfico, su derrota estaba asegurada. Entonces no le quedó otro remedio que incorporar a los buitres al núcleo de su campaña: no para concederles mayor influencia, sino para vigilarlos de cerca y prevenir sus perfidias.

La prensa criticó que se rodease de sus detractores, pero ella fue más lista: sólo así logró neutralizarlos. Asegurado este flanco, pudo atreverse, en las últimas semanas de campaña, a dar el giro más arriesgado de su carrera -y de su vida. Era eso o una derrota estrepitosa (según sus propias encuestas, en mayo se hallaba hundida en el tercer lugar). No le quedaba alternativa. Luego de que durante el primer debate ninguno de sus rivales centrase sus ataques en la desastrosa estrategia de combate al narcotráfico de su predecesor, ella se atrevió a hacerlo en un vehemente discurso apenas un mes antes de las elecciones. Jugándoselo todo -incluso su propia seguridad-, afirmó que la perspectiva militar había sido errónea, que nunca se articuló una política social para prevenir el narcotráfico, que fue un error imperdonable asimilar el combate con una guerra e incluso planteó la necesidad de discutir a nivel continental la legalización de las drogas. Su proyecto, afirmó ante el pasmo de su propio campo, sería cambiar radicalmente de perspectiva: en su gobierno, prometió, no habría otros sesenta mil cadáveres.

La respuesta no se hizo de esperar: recibió llamadas amenazantes, sectores del partido exigieron su renuncia, los espías incrustados en su campaña iniciaron su labor de sabotaje, pero en las encuestas comenzó a subir como la espuma. Incontables comentaristas, protegidos o pagados ya no sólo por los priistas sino por sus detractores en el gobierno, filtraron falsas depresiones o sugirieron su inestabilidad psíquica; la izquierda la acusó de robarse sus ideas; las televisoras incluso comenzaron a alabar sin fin a López Obrador. Pero los ciudadanos se dieron cuenta de que no traicionaba sus ideales, de que no traicionaba al Presidente y a su partido, sino de que hacía lo único digno que ella podía intentar como ciudadana y como mujer: reconocer los errores, pedir una disculpa y prometer un viraje cierto y razonable.

Varios medios insistieron en colocarla en tercer lugar incluso en los días previos a las votaciones, pero las redes sociales, que hasta el momento tanto la habían denigrado, y el simple boca a boca, crearon una ola irrefrenable. Poco a poco, según sus propios números -y los horrorizados números de la presidencia-, no sólo rebasó a la izquierda, paralizada ante su brusco cambio discursivo, sino que se acercó a sólo unos puntos de un PRI incapaz de responder a su desafío. Porque no sólo dirigió sus dardos contra su antiguo Jefe, sino de manera más clara y específica contra el PRI y su ancestral complicidad con el crimen. Por primera vez sus argumentos sonaron sinceros y legítimos, y por primera vez los mexicanos la vieron no sólo como a una mujer débil y arrinconada, sino como la estadista que está destinada a ser.

La candidata -perdón: la señorapresidenta- se da cuenta de que ya es hora de levantarse; le da un empujón a su esposo y, tambaleándose de sueño, se apresura a despertar a sus hijos. Por fortuna la sirvienta ya ha preparado el desayuno. Aunque trata de sonreír -esa sonrisa que jamás le salió bien ante las cámaras-, el nerviosismo la traiciona. Aún tienen que peinarla y maquillarla, y tiene que probarse la ropa que usará en la investidura. (¿Cómo colocarle la banda a una mujer?, se preguntaban en protocolo) La ceremonia será tensa, por supuesto, aunque ella espera cierto grado de normalidad. Al pasarle la estafeta, su predecesor le demostrará toda su acrimonia, pero al final entenderá. Está obligado a hacerlo: las palabras que ella deslizó a los buitres fueron sutiles pero nítidas: lo criticaré ferozmente, pero garantizaré su futuro. ¡Cómo disfrutó al ver sus rostros petrificados! ¡Ellos, que no la creían capaz de tomar una sola decisión importante!

La candidata -la señorapresidenta- da un sorbo a su café y clava la mirada en el discurso que pronunciará en unas horas. Un discurso enérgico (ya no puede echarse atrás) pero con un toque de esperanza. Y en el que repetirá las mismas palabras que tanto enfurecieron a priistas y panistas, que tanto desconcertaron a la izquierda, y que al final le granjearon la victoria: durante mi gobierno no habrá otros sesenta mil muertos.

 

twitter: @jvolpi

 

 



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14 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Consolación no muy hábil a un padre novato

Ayer, en nuestra cita anual de antiguos cantautores, el amigo Ulpiano nos hizo el desolador relato de su paternidad. Por lo visto, tuvo un hijo en sus alegres años y el vástago se le ha aparecido como la Virgen de Fátima para apalancarse fieramente en su cueva, después de pasar veinte años, veinte, de la acreditada ganadería, en casa de la contraria. Como es natural, la prenda no estudia ni trabaja, y se encuentra en estado de indignación. Ulpiano, por su parte, lo quiere licenciar; pero, en esas, se ha tragado una porción de tópicos wikipédicos sobre las dos culturas, y está muy afligido. ¿Dos culturas? sin duda se trata de una tontería ministerial, no hagas caso,  mejor ponle un bar de copas, tú siempre tuviste mano para el zurracapote, le decía Regino, siempre partidario de la sensatez. Todos aplaudimos y pasamos a otra cosa. Pero hoy he amanecido con el recuerdo del asolado Ulpiano y voy a intentar en su honor una consolación de aquellas que hacían los de antes.
 
  No creas, Ulpiano, que porque un señor ocurrente dijera hace medio siglo que los poetas no se saben la segunda termodinámica, el mundo va peor que nunca. Conocí a un especialista en Montaigne, catedrático bordelés y ciudadano suizo, que no sabía leer francés antiguo y vivía tan pancho. Hay arquitectos que no saben cálculo y a quienes se les caerán las escaleras, pero no los anillos. También tuve el gusto de departir con un biólogo que no distinguía un chopo de un aliso, y despachaba planes carísimos de gestión forestal para frondosos valles y parques naturales. No creas, créeme, que los poetas son más ignorantes que los demás, ignorar qué es un hexámetro o un serventesio no les impide cantar a la mañana que ve mi juventud y al sol que día a día nos trae nueva inquietud. Ni los de ciencias han leído a Gödel, ni los de letras a Cervantes, y ahí los tienes hechos unas eminencias. Es como lo de aquella señora que le decía a un testigo de Jehová ¿cómo voy a creer en su religión, sino creo en la mía, que es la verdadera? Pues eso, ¿cómo va a haber dos culturas, si no hay ninguna?
 
Así que no te marees, porque es falso que la segunda termodinámica esté más ninguneada que la tercera antinomia kantiana, ni que la cuarta cláusula del dogma de la inmaculada concepción. Una vez acompañé a un especialista en termitas en su reconocimiento de un convento de monjas y al pasar frente al altar se arrodilló y persignó con gran aparato, lo que suscitó una notable desconfianza en la superiora, vaya especialista de pichiglás, eso ya lo hacemos nosotras. Tú piensa, por ejemplo, en Fernández-Galiano, que se hizo helenista sin querer, porque no se pudo matricular de otra cosa, y luego fue de lo mejorcito del mundo. Igual tu hijo sienta cátedra, otros más zoquetes se han visto.
 
Fíjate en los que verán el mundo luego que nosotros, mira a los niños pequeños, esos que verán el siglo XXII o lo que se lleve entonces, cada generación accede al escenario ignorante de todas las cosas, y aun así ya ves  que  siempre hubo gente para todo.


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13 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El thriller hollywoodense de Alfred Hayes

Alfred Hayes La editorial argentina La Bestia Equilátera publicó hace un tiempo Los enamorados, del escritor inglés Alfred Hayes. Tuvo mucho éxito y Hayes pasó a ser un autor de culto en América Latina, de esos que todos quieren leer para estar enterados, de esos que viajan en valija de un lector a otro. Ahora se anima a publicar un segundo libro suyo, titulado Que el mundo me conozca, al que califican de thriller sobre Hollywood. Dice la nota de Mauro Libertella en Revista Ñ:

Que el mundo me conozca se publicó por primera en 1958. Eran otros años para la literatura norteamericana, y era sobre todo una época en la que el imaginario del cine de Hollywood todavía estaba fuertemente imbricada con ciertos libros de ficción, tanto en la elección y el tratamiento de los temas como en la misma transmigración de los escritores, que trabajaban a sueldo como guionistas para los grandes estudios y a la noche, en la intimidad de sus hoteles o en departamentos de alquiler, componían ficciones policiales, sociales, de amor o de suspenso. Ese es el caso de Alfred Hayes. (…) Como en otros textos de la época, Que el mundo…está atravesado por una tensión entre dos polos culturales de los Estados Unidos: Nueva York contra Los Angeles; la batalla simbólica de las costas. Frente a la literatura que pondera una ciudad y su vida cotidiana en desmedro de la otra, este libro se ubica en un punto de radical negatividad: las dos ciudades son, para el narrador, que vive a caballo de una y la otra, una porquería. Pero el narrador puede despreciar las dos grandes urbes porque es, justamente, un hombre de mundo, un jugador de ciudad. La actriz joven que conoce en la primera escena es, en cambio, la típica soñadora: llegó a Hollywood para superar a fuerza de voluntad y fortuna el tedio y la chatura del pueblito norteamericano, y la gran ciudad de a poco la superará. Quizás esta sea una novela definida por el temple de sus personajes, como todo thriller ; sobrevive el que resiste mejor los embates del otro y de la coyuntura. Otro elemento atendible de este relato es la relación entre literatura y dinero. La literatura argentina, sabemos, es notablemente pudorosa a la hora de hablar de dinero (salvo excepciones, como Arlt, Fogwill y algunos más), pero los norteamericanos ?Hayes, aclaremos, es inglés, pero vivió en Norteamérica y como un norteamericano? no sólo lo incorporan como un tópico, sino que les sirve como unidad estructurante y como nudo de sentido. Sin embargo, cuando Hayes no es pudoroso para hablar de dinero, sí lo es a la hora de adentrarse en el territorio de la sexualidad. Si ésta es una novela sobre la relación entre un hombre y una mujer, lo es en el plano psicológico pero no en el sexual, donde el narrador, frente a la instancia sexual, funde escrupulosamente a negro. La capa psicologista, en cambio, es prolífica en huellas del freudismo: síntomas, patologías, psiquiatría. Pero esos restos psicoanalíticos, que pretenden armar el esqueleto mental de la protagonista, se diluyen finalmente en algo que en este libro es más poderoso y abarcativo: la circulación de relatos, discursos, ficciones, chamuyos. Que el mundo me conozca es la novela de un narrador-escritor sobre todo porque es la puesta en papel de un mundo donde todo es ficcionalizable, y en donde los límites entre narración y hecho fáctico son endebles, intangibles. ¿Leíste Los enamorados? preguntaban muchos el año pasado, cuando aquel otro libro de Hayes llegaba a nuestras librerías. La sorpresa de quienes no lo conocían había sido grande, y para muchos un escritor secreto se volvía de pronto un autor clave. Que el mundo me conozca, quizás, reafirme ese idilio.



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11 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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August Strindberg, 100 años

August Strindberg ?Me ha acompañado toda la vida: lo he amado, lo he odiado y he lanzado sus libros contra la pared. Lo único que no he podido hacer nunca es deshacerme de él? dijo Ingmar Bergman sobre August Strindberg. Hace 100 años, un 15 de mayo de 1912, murió el sueco Strindberg, uno de los más grandes genios de la literatura contemporánea. Su país natal ha decidido celebrar a lo grande el centenario del narrador y dramaturgo quien, para muchos, es el mejor escritor que ha dado Suecia. Es momento de encontrar algunas de sus obras (como Infierno, editada por Acantilado, o como La señorita Julia) o de ver alguna de las adaptaciones cinematográficas de sus dramas (La señorita Julia del cineasta Mikes Figgis es estupenda). Dice la nota de Elsa Fernández-Santos en “El País”:

El miedo y la ira de August Strindberg acabaron el 15 de mayo de 1912, hace ahora un siglo. Ese día, un cáncer de estómago ponía fin a la vida de un escritor que, pese a los tortuosos fuegos cruzados de su carácter, construyó una obra que le convierte no solo en un titán de la literatura nórdica sino en uno de los padres indiscutibles del teatro moderno. Temeroso de todo, y pese a no creer nunca en nada, pidió que le enterraran con una Biblia sobre el pecho. ?Salve cruz, única esperanza?, fueron sus últimas palabras. Tenía 62 años y vivía recluido en su casa, sin apenas recibir visitas, acechado por la esquizofrenia que marcó no solo su vida sino también su obra. La suya era una personalidad quebradiza y enferma, la hipersensibilidad flageló su niñez y juventud, y su vida adulta fue la de un hombre de temperamento tan vehemente como inseguro. En Genio artístico y locura (Acantilado), Karl Jaspers estudia el caso apoyado en sus propios textos. En Inferno, Strindberg tampoco escatimó detalles. La enajenación no le impidió construir una obra prolífica y dispar: pintor, fotógrafo, dramaturgo? Ingmar Bergman, que llevó a escena sus obras hasta 30 veces, dijo que leerle le gustaba tanto como escuchar música. Su sueco, afirmaba el director de Persona, es incomparable. También lo eran su rabia ??y yo la entendía?, confesó el cineasta?. Es difícil no ver la conexión entre estos dos tótems de la cultura sueca. La frase más célebre de Bergman sobre Strindberg ilustra libros y hasta la web de la fundación del cineasta: ?Me ha acompañado toda la vida: lo he amado, lo he odiado y he lanzado sus libros contra la pared. Lo único que no he podido hacer nunca es deshacerme de él?. ?Sencillamente, es el mejor escritor sueco de la historia?, afirma Jesús Pardo de Santayana, traductor al español de todo su teatro contemporáneo y de su demoledora novela de juventud El salón rojo (Acantilado). ?Aprendí su lengua solo para leerle. Internacionalizó el sueco, que antes de él solo era un idioma pintoresco de un país escandinavo, con una literatura mona y poca cosa más. Pero Strindberg lo cambió todo. Puso a Suecia en el mapa de la cultura europea. Nosotros no tenemos esa experiencia porque Cervantes no creó el castellano, ya existía antes que él. Pero la literatura sueca cobró el empaque de gran literatura de su mano?. Pardo recuerda que, paradójicamente, el gran hombre de las letras suecas jamás obtuvo el Premio Nobel: ?Vivía rodeado de gente con la que había reñido. Era superior a todos los demás, y lo sabían, pero fue una figura muy incómoda. Vivía en contraposición a los demás pero sobre todo a sí mismo?. (…) ?Era misógino, sí, y muy complejo, pero su obra también está llena de otro Strindberg mucho más amable, chispeante y divertido?, explica Diego Moreno, cuya editorial, Nórdica, arrancó el año con una edición facsimilar de los cuentos del autor y lo cerrará con un libro sobre su pintura acompañada de fragmentos de su Diario oculto.



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11 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La novia del Santo

México no sería el mismo sin la lucha. Pero no hablo de la lucha entre bandas, de esas que dejan decapitados y balaceras y cuerpos tumbados por toda la ciudad. Tampoco hablo de esa lucha diaria, la de salir adelante, la de quemar la espalda al sol para cruzar al gabacho. Hablo de la más conocida y típica y popular de las luchas mexicanas: la lucha libre.

Entre los grandes ídolos de la lucha mexicana está El Santo. Sin embargo, ahí también, en el mero DF, encontramos a La Novia del Santo. Una mujer de más de 70 años que sigue arriba del ring.

Como parte de su trabajo final para la Escuela Móvil de Periodismo Portátil, Leticia Gasca Serrano estuvo con la Novia del Santo. Habló con ella, la vio entrenar y saltar sobre las cuerdas. Y la escuchó hablando de la lucha. De todas las luchas.

Leticia Gasca es mexicana. Se ha especializado en periodismo narrativo y de investigación. Sus principales temas son negocios, medio ambiente y derechos humanos, aunque también es autora de los capítulos de salud y sustentabilidad del libro "100 ideas para transformarla ciudad" y estuvo a cargo del primer Informe del Mercado del Arte en México. Radica en el DF.

 

Aquí puedes leer su crónica: "LA NOVIA DEL SANTO"

 

 

El próximo taller de la Escuela Móvil de Periodismo Portátil comienza el 28 de mayo. INFORMACIÓN AQUÍ

 



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11 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Futuros mexicanos 1

El 1 de julio habrá elecciones en México. Imagino aquí cómo vivirían cada uno de los candidatos, del PRI, PAN y PRD, su posible triunfo. Comienzo con el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. México, 1 de diciembre, 2012.

El candidato -debería acostumbrarse a llamarse a sí mismo señorpresidente- hace horas que está despierto, pero no ha escapado de la cama: en la duermevela, lleva horas repasando su vida pública. No ha encontrado demasiados momentos climáticos, como si su carrera hubiese transcurrido entre algodones, pero ello no lo hace sentirse menos orgulloso. De tanto practicarla, la sonrisa no se borra de sus labios ni siquiera entre las sábanas. A su lado, su esposa ronca de manera casi imperceptible. El candidato -perdón, el señorpresidente- la observa de reojo: otra victoria. ¿Cuándo hubo en este país una Primera Dama más hermosa? Procurando no despertarla, se yergue atléticamente, hace una sentadilla y se dirige al baño. En su debut como el hombre más poderoso de México, lo primero que necesita es contemplarse ante el espejo. 

 

 

***

 

-Se los dije, las encuestas no mentían, hemos ganado por más del 50% de los votos -exclama en su despacho.

            Frente a él, los artífices de su campaña se muestran exultantes.

            -Está claro -continúa el presidente electo- que nuestra estrategia de no admitir ninguna confrontación fue la clave. Teníamos que mostrarnos como el hombre de estado que seremos a partir de ahora, ¿no les parece? Los otros quedaron como resentidos. Pero hoy, en mi discurso, les tenderemos la mano. Gracias a todos por ayudarnos en esta tarea. 

            Escuchando hablar así a su criatura, su principal asesor lanza un tímido suspiro.

 

***

 

En cuanto llega al plató, el candidato -qué insistencia: el señorpresidente- revisa el ángulo de las cámaras, la potencia de los reflectores, la posición de su silla y la de quien va a entrevistarlo, el tamaño de letra en el teleprompter, la tarjetita con las preguntas y respuestas que ha memorizado desde la mañana. Después de tantas entrevistas, nadie posee más experiencia que él.

            -Muy bien, podemos empezar.

 

***

 

-La llamada esta lista, Señor Presidente -confirma la secretaria.

            -Vamos, campeón -lo anima su principal asesor.

            Al otro lado del teléfono, escucha una voz ronca que se apresura a felicitarlo en un español apenas inteligible. A continuación, su colega se embarca en un párrafo en inglés en el que reconoce dos o tres palabras.

            -Tankyu, míster Président -lee de una tarjetita-. It güil bi greit to work güit yu.

 

***

 

-El empleo, ése será el eje de mi discurso en la toma de posesión -afirma.

            -Pero ése fue el discurso de tu predecesor -lo corrige, en voz baja, su principal asesor.

            -Entonces, la seguridad. Eso, la seguridad pública.

            -Tu predecesor también se centró en eso. Necesitas algo propio, algo distinto. Algo auténticamente tuyo.

            -¿Mío? -pregunta-. ¿Cómo que mío?

 

***

 

-Lo primero que quiero es agradecerte, Emilio. Sin ti... -comienza el presidente electo en su primera audiencia privada.

            -Ganó el mejor -ataja el otro-. Ahora lo importante es buscar lo mejor para el país.

            -Exacto, Emilio. Y lo mejor para México es contar con empresas sólidas y competitivas.

 

***

 

-Quisieron acusarnos -el presidente electo da un manotazo sobre el escritorio-. Ahora verán quién eran los corruptos.

            A continuación, revisa la lista que su principal asesor acaba de entregarle. 

            -¿Cuál de éstos panistas te parece el más indicado para pasar unos añitos entre rejas?

            -Éste -el asesor señala una fotografía-. Es un cuadro importante del partido, pero no pertenece al círculo cercano a tu predecesor.

 

***

 

 

 

-El discurso sobre el combate al narco que has preparado es magnífico -se entusiasma el presidente electo-. ¡Contradice en todo a nuestro predecesor! ¿Y cuándo empezaremos a tomar estas medidas?

            -Ya sabes que seguiremos haciendo lo mismo que él -le aclara su principal asesor-, lo importante es que digas lo contrario.           

 

***

 

"¡Qué maravilla disponer de esta maquinaria!", se entusiasma el presidente electo mientras observa el pleno del Congreso casi en calma. "Ni eso sabían hacer los panistas."

Observa a unos cuantos pasos el gesto severo, siempre tan antipático, de su predecesor, y casi siente pena por él. Será generoso y procurará no incordiarlo: bastante tiene con abandonar el puesto así, en la ignominia.

"Haremos lo que sea necesario, pero nosotros no acabaremos como tú", se dice mientras su predecesor le coloca la banda en el pecho.   

 

***

 

-¿Qué te pareció la casa, mi amor? -le pregunta a su esposa.

            -¡Qué mal gusto tenían los inquilinos previos! -le responde ésta con un tono amargo-. Habrá que cambiar toda la decoración.

            -Lo que tú digas. Éste es tu reino.

            -Más bien el nuestro, ¿no? -ella lo besa y se cubre el pecho con una sábana, un acto reflejo que no consigue evitar-. Debes estar cansado, ha sido un largo día.

            El señorpresidente no responde. Ha encendido la televisión panorámica y, después de eludir las telenovelas, se detiene frente a su propia imagen: sonriente, bronceado, con ese corte perfecto del que tanto se burlaron sus adversarios. Al mirarse una y otra vez allí, en ese mundo virtual que para él es el mundo, no duda: "¡Qué buen presidente voy a ser!"

 

twitter: @jvolpi    



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11 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El espectáculo de la civilización

La civilización del espectáculo, titula Vargas Llosa su último libro, palinodia de la contemporaneidad. Pero, ciertamente, estos tiempos y las circunstancias que él lancea son hechos que se han quedado obvios y mostrencos varias décadas atrás. Lo pertinente hoy no sería tanto referirse a la civilización del espectáculo y su filosofía revenida como al espectáculo de la civilización. O, lo que es lo mismo, a la civilización transformada en el mayor espectáculo.

En 1843 publicó Joseph Proudhon su Filosofía de la miseria para que Carlos Marx, iracundo y sarcástico le respondiera cuatro años más tarde con su volumen La miseria de la filosofía. Se trataba, en suma, de que mientras Proudhon, apoyado en los trabajos de Ricardo, no veía otra cosa en los miserables que un destino excrementicio y sin salvación, Marx se empeñaba en distinguir entre ese abono la potencia y la esperanza de la revolución. Los pobres no lo serían para siempre y cada vez más sino que el mismo fermento de su masa daría en un movimiento mefítico que enfermaría al poderoso e invertiría saludablemente el orden social.

No hace falta decir que las condiciones históricas del proletariado antes o del "precariado" hoy han cambiado mucho los supuestos, pero no necesariamente para mal.

El "precariado" se compone cada vez más de clase media y culta. No culta a la manera que agradaría a un conspicuo premio Nobel pero sí informada (aunque sin libros) respecto a todo lo que hay. Bueno, malo y regular.

Este nuevo ciudadano, educado en la cultura de consumo, no es un patán sino un tipo crítico, escéptico, escamado y con muchas ganas de reaccionar. No hay líderes al modo de Marx o Lenin para organizar la revolución pero hay redes que hacen las veces de una levadura creciendo para la cooperación. En metáfora ecológica, no se trataría aquí de que estas gentes fueran parte de una suma de residuos sin otro destino que el vertedero sino componentes de una materia prima lista para el reciclaje en un mundo mejor.

¿Qué mundo? La actual miseria de la filosofía no ha logrado todavía esbozar una alternativa cabal. Los protagonistas del 15-M saben lo que no quieren pero aún les falta saber cómo acceder a lo que a retazos desean.

El Estado se ha hecho de una parte tan invisible y escurridizo que no es se sabe cómo dar con su corazón. Camuflado en la beneficencia hospitalaria a veces o encamado en el mismo lecho del Capital su entidad se deshace como en un caleidoscopio gigante donde se esconde mejor.

La civilización del espectáculo ha sido una película que llevamos viendo repetida desde hace lustros. Lo novedoso es comprobar como el espectáculo es la misma civilización. Los medios siempre han rebuscado en argumentos sensacionalistas y la descomunal miseria con sus injustas desigualdades sería hoy el máximo foco de atención.

En esta coyuntura, La filosofía de la miseria explotaría su deplorable contenido mientras La miseria de la filosofía conllevaría, en paralelo al texto de Marx, una denuncia de la civilización hecha espectáculo.

Porque, en efecto, si la crisis ha adquirido esta magnitud y virulencia asesina, no es solo producto de su naturaleza íntima sino resultado de haber conquistado el principal papel como personaje del espectáculo radiado, grabado o televisado. De la llamada "civilización del espectáculo" estamos de vuelta. La idea hacia el futuro es la función que desempeñan los medios de comunicación para calentar, como en un Barça-Madrid, la transmisión de los avatares de la Gran Crisis y su habilidad para convertirla en un serial que día tras día nos lleva al borde del abismo, al borde de la quiebra y al infierno de una hoguera que, el día menos pensado, puede convertir en cenizas a las piras de moribundos desprovistos de toda asistencia, de las mínimas prestaciones y hasta de una "miserable" fe en el porvenir.



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11 de mayo de 2012
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II. Noches tropicales de centroamérica…

Después vendría Hora O, su poemario de 1957, que tanta fascinación ejerció en mí en mis años de aprendizaje literario por la manera en que describía, como un prosista que escribe en versos, a la Centroamérica de los años cincuenta dominada por dictadores de opereta trágica, capitales tétricas en las noches tropicales a la luz de una luna biliosa hasta la que subían los gritos de los torturados en las prisiones, cuarteles de piedra, palacios presidenciales como queques rosados o pintados en color caca amarillento. Era la poesía de un cronista que respiraba el aire viciado de su propio tiempo, era la historia escrita en líneas cortadas, era la vida.
En 1956 decidió que se haría sacerdote y su vida cambió para siempre. Entró en el monasterio trapense de Gethsemani en Kentucky, donde encontró la amistad trascendental de Thomas Merton, y salió de allí, abandonando el silencio obligado, para ordenarse en el seminario de La Ceja, en Colombia. Al salir del monasterio trapense dejó atrás un mundo, como había dejado atrás otro al entrar, el mundo de su juventud perdida, de sus primeros amores cantados en los espléndidos Epigramas de 1961, y a los que volvería en el Cántico Cósmico de 1989; y el mundo de las fiestas mundanas de sociedad, de las cantina y los burdeles de la vieja Managua, que recordaría, precisamente, en su libro Gethsemaní, Ky, de 1960, cuando, comprometido profunda e irreversiblemente con su fe, lo veía quedar atrás envuelto en las sombras del pasado, el pecado constantemente delante de él como una proyección de cine: tu pecado estará siempre delante de ti, como rezan los Evangelios.
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11 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nace el Club Dante

El Club Dante on-line Hace poco me enteré de unos jóvenes peruanos que habían hecho un portal, una especie de red social, para que se inscriban ahí todos los que querían jugar fútbol -uno de los principales ingresos de la web radica en separar canchas- o fulbito, o simplemente compartir ideas sobre ese tema y conocerse y chatear y discutir. Además, uno no solo se inscribía sino que al hacerlo también debía poner su posición en el campo: arquero, lateral izquierdo, centrodelantero. La idea era que alguien viese su perfil y le dijese: “oye, necesitamos alguien por la izquierda para una pichanga el jueves, ¿vas?” Me pareció una idea excelente y pensé que en literatura alguien debería hacer algo así.   Pues la verdad es que sí existe algo parecido y justo se ha inaugurado hoy: el Club Dante, que une a escritores italianos con hispanohablantes. Es una página donde se pueden anotar no solo escritores profesionales sino también lectores, editores, agentes, curiosos, en fin, todo aquel que tenga un interés por la la literatura y lea en italiano o castellano. Ahí encontrará novedades, comentarios de libros, columnas, etc. Y podrá, además, interactuar con los escritores inscritos. Me inscribí en Club Dante gracias a la invitación de uno de sus fundadores y promotores, el colombiano Santiago Gamboa. He dejado, además, una reseña a La civilización del espectáculo (Alfaguara) de Vargas Llosa. Todos los escritores invitados hemos hecho una lista de libros favoritos que se irá actualizando. La página, como dije, recién ha sido lanzada hoy -digamos que es una versión beta- y pronto habrá más novedades y algunas rectificaciones, haciendo caso a los comentarios de los participantes.  No dejen de visitar la página, inscribirse y comentar.



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10 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Zigzag

Basta una palabra para designar la asombrosa maniobra política protagonizada por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu entre la noche del lunes al martes en Israel. Los israelíes se acostaron convencidos de que el 4 de septiembre se celebrarían las elecciones que había anunciado el primer ministro tras la disolución anticipada del parlamento o Knesset, y el martes por la mañana se levantaron con las noticias de la suspensión de la convocatoria electoral y la formación de un gobierno de coalición, el más amplio de la historia de Israel, que permitiría a Netanyahu terminar tranquilamente la legislatura y celebrar las elecciones a finales de 2013.

La nueva coalición a la que se ha incorporado el partido Kadima, fundado por Ariel Sharon en 2005 tras abandonar el Likud y dirigido ahora por Shaul Mofaz, contará con 94 diputados de los 120 que tiene la Knesset, donde apenas tendrán peso las voces de la oposición, los laboristas por ejemplo, y su nueva líder, Shelly Yachimovich. Ella es quien ha acertado al escoger la palabra, zigzag, aunque es mucho menos seguro que haya acertado al considerar este brusco quiebro político como el más "ridículo de la historia política de Israel". Más probable es que el movimiento de Netanyahu pase a los anales como una jugada maestra en el inextricable ajedrez político israelí y medio-oriental. Hay datos objetivos, más allá de especulaciones y conjeturas, sobre las ventajas de la maniobra efectuada con nocturnidad y alevosía. La disolución anticipada no era ningún disparate, pues Netanyahu aspiraba a mejorar su anterior resultado electoral y a superar ampliamente a Kadima, el partido de la oposición, actualmente con 28 diputados, uno más que el gobernante Likud. El adelanto iba a facilitarle una ampliación de su base parlamentaria, con algunas incertidumbres sobre la evolución de los laboristas, la nueva formación progresista encabezada por el periodista televisivo Yair Lapid o el destino electoral de Tzipi Livni, ex ministra de Exteriores recién apeada de Kadima y resuelta a envidar de nuevo en la cancha electoral. Netanyahu empezó esta legislatura encabezando el gobierno más derechista de la historia de Israel, en el que cuenta con un ministro de Exteriores como Avigdor Lierberman que roza frecuentemente la xenofobia y el racismo; y pretende ahora terminarla con el gobierno de más amplio espectro y abiertamente equilibrado hacia el centro. Su base al principio era estrecha y fragmentada; ahora es amplia y cohesionada por el acuerdo entre Likud y Kadina, las dos fuerzas con más diputados. Hasta ahora apenas se le conocía otro programa más que mantener un permanente inmovilismo en el momento de mayor cambio geopolítico en toda la región; y ahora concreta con su nuevo socio un programa de cuatro puntos, que afectan a cuestiones centrales de la vida política israelí: limitar los privilegios de los religiosos ultraortodoxos ante el servicio militar, cambiar la ley electoral para acotar la fuerza de los pequeños partidos, modificar los presupuestos con mayor énfasis en políticas sociales y reabrir el proceso de paz con los palestinos. Cada uno de estos puntos es crucial para el futuro de Israel. No es posible que el creciente peso demográfico de los ultraortodoxos no se traduzca en responsabilidades cívicas, la del servicio militar entre otras. Es muy difícil tomar decisiones estratégicas, como son los acuerdos de paz, con la fragmentación parlamentaria actual. La creciente agitación social israelí, mostrada el pasado año con sus propios indignados, constituye un serio foco de preocupación. Finalmente, no habrá futuro para Israel en un contexto demográfico como el árabe si no se aprovechan muy rápidamente las últimas oportunidades de paz que puedan quedar abiertas.Un programa así, con año y medio por delante, es más consistente que todo lo que ha hecho Bibi en esta legislatura, que es comprar tiempo y driblar tanto a sus socios y amigos como a sus adversarios, con Obama en cabeza. A pesar de todo, el zigzag nocturno deja una enorme sensación de engaño y alimenta todos los escepticismos, ya habituales cuando se trata de esta región. La maestría táctica se acerca en muchas ocasiones a la exhibición del cinismo como virtud. Tiene por tanto su lógica buscar bajo la cama del acuerdo nocturno el auténtico motivo del gobierno de unidad nacional. Este tipo de gobiernos se hacen antes de declarar una guerra. Ahora con Mofaz, hay tres ex jefes de Estado Mayor dentro de este gobierno. Y luego están las elecciones estadounidenses de noviembre, que dan explicaciones para todo y para nada. Si se disuelve es para reforzarse ante una victoria de Obama. Si se hace un gobierno de unidad nacional, es para atacar a Irán sin que Obama pueda impedirlo antes de las elecciones. La única realidad es que con el zigzag este primer ministro es ahora más fuerte. Para clausurar asentamientos en Cisjordania y para ampliarlos. Para plantar cara a las sentencias del Tribunal Supremo sobre las colonias o para aplicarlas. Para hacer la guerra o para hacer la paz. Y solo los fuertes pueden hacer auténticas concesiones.



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10 de mayo de 2012
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El Boomeran(g)
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