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Fin de los tiempos y fin de la metafísica

Invierno de 1940: en el STALAG VIII A, campo de prisioneros  cercano a Görlirz, en Silesia, Olivier Messiaen, que había sido  autorizado por las autoridades del centro a componer música, escribe su Quatour pour la fin du Temps, a la vez que  trabaja en las obras de transformación de uno de los barracones en auditorio.  Así describe el propio Olivier Messiaen la atmósfera del día del estreno: "Los cuatro músicos tocábamos con instrumentos rotos...las teclas de mi piano vertical permanecían bajas cuando las presionaba...calzábamos zuecos de madera   suficientemente grandes para que la sangre pudiera circular". Se ha dicho que los recuerdos de Messiaen son
inexactos y que la alusión a los zuecos relativa a la nieve acumulada bajo los pies no se compagina con el hecho de que la interpretación tuviera lugar en el barracón-auditorio. Sea como sea sí es cierto que   el 15 de enero de 1941,  Henri Akoka,  clarinete,  Jean le Boulaire,  violín, y  Etienne Pasquier,  violonchelo, interpretan  junto al propio Messiaen al piano, este Cuarteto para el fin de los tiempos, ante un público compuesto no solo por  prisioneros sino también por un gran número de  guardianes y otros empleados del campo.

Invierno de 1941, en su cátedra de Friburgo, Martin Heidegger esboza para jóvenes alumnos lo que serían las etapas de una  "Ejercitación en el pensamiento filosófico (Einübung in das philosofische Denken )" a la cual ya me he referido aquí. En la tercera parte de esta Ejercitación, se considera el lazo entre el concepto de rectitud  (Richtigkeit) y el concepto de certeza (Gewissheit). En el seno de esta reflexión unas consideraciones muy generales (apenas 16 líneas) bajo el título "La Mecánica cuántica y la objetualización" (Die Quantummechanic und dieVergegenständlichung), seguida de una "Interpretación filosófica de la Mecánica Cuántica (Philosophische Deutung der Quantummechanich)".

En ese invierno en el que  la reflexión de un filósofo y la meditación de un músico   parecen hacerse guiños desde trincheras diferentes hacía ya decenios que se había iniciado  un proceso que conduce efectivamente al fin de un tiempo. En cualquier caso la significación  de ese fin de los tiempos que la estremecedora composición de Messiaen anuncia, quizás  va más allá de la explícita referencia al Mensajero del  Apocalipsis  de San Juan: "Posó el Ángel su pie derecho en el mar, su pie izquierdo en la tierra y erguido sobre ambos levantó la mano hacia el cielo y juró por Aquel que vive por los siglos de los siglos  diciendo: ya no habrá más tiempo el día de a trompeta del séptimo ángel"

 

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2 de agosto de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Legionarios y talibanes

Hay que abrir la caja número seis. Hay que leer enteramente el documento publicado por el FMI la pasada semana sobre las consultas anuales con España celebradas bajo el Artículo Cuarto de sus estatutos. Hay que intentar levantar de una vez la cabeza para ver cómo nos ven desde fuera en vez de estar todo el santo día peleándonos entre los de dentro sin ver más allá de un palmo de nuestras narices.

Eso es lo que se puede leer, entre otras cosas, en la dichosa caja seis, fruto del viaje de una amplia delegación del FMI y de las entrevistas con distintas autoridades: ?Pero el gobierno también tiene algunos sistemas de castigo que ha utilizado menos activamente. La reforma constitucional aprobada en septiembre de 2011, la Ley Orgánica para la Sostenibilidad Fiscal y la Estabilidad Financiera, y la Ley de Transparencia y Buen Gobierno proporcionan varias herramientas para aumentar la disciplina fiscal. (...) La ley prevé advertencias, sanciones y la posibilidad de intervenir directamente una región por parte de la administración nacional, así como multas progresivas a quienes persistan en las desviaciones. Las autoridades que hayan demostrado un incumplimiento doloso de los mandatos o hayan ignorado la aplicación de sanciones se enfrentarán a castigos que incluyen la destitución, la inhabilitación para el servicio público y la pérdida de la pensión. Estas amenazas deben ser utilizadas. En el corto plazo, el establecimiento de los mecanismos legales que garanticen la consolidación de la transparencia y la obtención de resultados es fundamental para garantizar el éxito. Es prometedor que los planes de ajuste hayan sido revisados de forma más estricta en 2012. La funcionalidad y la credibilidad de las nuevas herramientas, como son las advertencias, los decretos de no-disposición de crédito y el despido de funcionarios públicos deben ser rápida y convincentemente establecidos. Algunas medidas más enérgicas, como la imposición de las recomendaciones de una delegación de expertos y la intervención directa de una región por la administración nacional también deben ser ejecutadas tan rápidamente como lo permita la ley. En última instancia, todas las opciones deben ser contempladas para garantizar la sostenibilidad fiscal de las regiones, que ahora están más entrelazadas que nunca unas con otra y con el Estado soberano?. Es la crisis, ya lo sabemos, y todos la quieren aprovechar. Los legionarios para imponer su ordeno y mando centralizador, los talibanes nacionalistas para protagonizar su fuga hacia adelante o hacia ninguna parte. Los efectos de estos aprovechamientos son bien claros. Un solo mensaje emite este país de legionarios y talibanes: no sabemos a dónde vamos, no nos aclaramos, no somos capaces de ponernos de acuerdo en cuatro cosas fundamentales para salir del atolladero en el que nos hemos metido todos juntos, con responsabilidades perfectamente compartidas. Justo cuando entre Bruselas, Berlín y Francfort parecen tejerse los acuerdos para salir de esta, para sacarnos de esta, el aquelarre de nuestros políticos llega a su paroxismo. Venga, arrasemos con la autonomía catalana, grita la Legión. Pues muy bien, vamos alegremente al choque de trenes, responde gallardos los talibanes, sin darse cuenta de lo que piensan ni el FMI, ni el BCE, ni Berlín, ni Bruselas. Legionarios y talibanes actúan casi siempre como si se necesitasen mutuamente para alimentar el círculo vicioso, la espiral de radicalismo que va a terminar con todo esto. Y nada les molesta más que las medias tintas, los que todavía intentan lanzar puentes, el territorio centrista y moderado donde se tejen los consensos. Así es como se dirigen, nos dirigimos, felices y risueños hacia el abismo.



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1 de agosto de 2012
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I. Magia negra

Fernando Color de Mello fue electo presidente de Brasil en 1990, el primero en asumir el cargo por voto popular directo después del fin de la dictadura militar. A sus cuarenta años parecía un artista de las telenovelas brasileñas, muy populares entonces en toda América Latina, antes que cedieran el cetro a las colombianas. El presidente Bush padre llegó a llamarlo "el Indiana Jones de América Latina". Pero su glamour se derrumbó cuando en 1991 su hermano Pedro denunció que cobraba coimas millonarias a cambio de otorgar contratas y concesiones del estado, toda una red de corrupción que manejaba Paulo César Farías, tesorero de su partido, con lo que fue juzgado por el Congreso y tuvo que renunciar en 1992. Un breve reinado.
Inhabilitado por años para ejercer cargos públicos, al terminar la veda fue electo senador por su estado natal de Alagoas en 2006, porque en América Latina es una ley política que los muertos siempre resucitan. Hoy, está resucitando de otra manera, pues su antigua esposa Rosane Brandao Malta, quien fue primera dama del Brasil a los 26 años de edad, compareció hace poco en el programa de televisión Fantástico de la cadena Globo para explicar, con lujo, de detalles cómo su marido se valía de las artes de la brujería para gobernar, o desgobernar, porque sometió al país a un programa de ajustes monetarios despiadado.

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1 de agosto de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Desde la guerra civil?

Ferran Adrià piensa que no estábamos tan mal desde al guerra civil. Se lo dice a Agustí Fancelli en una entrevista sobre la nueva vida del chef desde que dejó El Bulli, hace un año. Adrià no se va de vacaciones porque dice que si las hiciera no se sentiría a gusto consigo mismo precisamente por lo mal que están las cosas. Adrià es un caso muy raro. En este país casi todos se han ido de vacaciones, sin importarles un rábano la prima de riesgo, el rescate o los impagos del gobierno catalán. Muchos de los que profesionalmente se dedican a decir cosas enormes, los tertulianos por ejemplo, ya se han ido hace muchos días. Los más viejos del lugar recuerdan lo que les contaban sus madres: también en julio de 1936 la gente del Ensanche y del barrio de Salamanca se habían ido de vacaciones.

Adrià no se va de vacaciones para dar ejemplo ante la crisis, para levantar la moral de la gente. ?Todos debemos hacer un esfuerzo, en este país no estábamos tan mal desde la Guerra Civil?, dice. La última moda entre historiadores y comentaristas políticos no era la Guerra Civil sino el Desastre, el 98, el momento en que España perdió Cuba y Filipinas, como ahora estamos perdiendo nuestro Estado de Bienestar, nuestro sistema de cajas de ahorro y quién sabe si también nuestros ahorros y el entero Estado autonómico. Estadísticas relevantes en mano sobre demografía, mortalidad, salud, vivienda y educación, no digamos ya sobre PIB, bienestar, pobreza, y cien mil cosas más todas ellas relevantes como libertades públicas, sistema político o integración europea, es difícilmente sostenible que estemos tan mal como en la guerra civil. Excuso decir que entonces se mataba y se moría con una facilidad que hoy solo se puede encontrar precisamente allí donde hay guerra civil, en Siria por ejemplo. Y si la comparación es la derrota naval frente a Estados Unidos todavía es más difícil encontrar referencias parangonables. Y sin embargo, a mí me parece que hay algo muy acertado en la frase de Adrià y un grado de acierto mayor que cualquier otra comparación. Hay algo en lo que estamos tan mal como en 1939 y en todo caso peor que en 1975, a la muerte de Franco, cuando efectivamente estábamos desde todos los puntos de vista mucho peor que ahora. En 1939, como ahora, no sabemos a dónde vamos. Desconocemos el horizonte que muy pronto se va a abrir ante nuestros ojos si es que esta crisis que estamos sufriendo no es ya este horizonte que se instala definitivamente como la normalidad a pesar de nuestra sensación de provisionalidad. En la transición sabíamos que íbamos a ir a mejor. Conocíamos las referencias a las que nos queríamos acercar. Teníamos delante una pista de aterrizaje, que se llamaba Europa. Ahora nos encontramos como hace 70 años, en un momento de transformación global que extiende sus interrogantes hasta nuestras vidas particulares y no digamos al cojunto de la vida pública y de sus instituciones. Peor que en la Transición, igual que a la salida de la Guerra Civil y en todo caso distinto a la crisis del 98, a pesar de que nos tiente la idea de decadencia que se convirtió en el horizonte de los españoles de aquel fin de siglo. Y eso por una razón, porque la decadencia no es española sino europea y occidental. Si es un 98, no es un 98 español.



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31 de julio de 2012
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De qué se trata en una metafísica que responda al saber de nuestra época

Hemos de entender bien que sigue tratándose de pensar  la naturaleza, sigue tratándose  de una exploración del  entorno físico por la razón y  el lenguaje, sigue tratándose de que  lenguaje y razón  desplieguen  su potencialidad y se reconozca fertilizados  en tal despliegue.

Para este pensar sigue siendo imprescindible que las alforjas estén bien repletas. La nueva metafísica no puede abordarse, por ejemplo,  sin ese  bagaje técnico indispensable para percibirse de lo que está en juego  por ejemplo en el esfuerzo hasta ahora inructuoso de los físicos por alcanzar un teoría unificada del campo o en el de los genetistas para determinar partes del genoma no codificadoras de proteínas que darían mayor luz sobre ese límite del conocimiento que constituye ( y constituía  ya para el biólogo Aristóteles)  la existencia de diferencias  en el seno de una especie que separan a un individuo de otro.

Todo este bagaje técnico sigue siendo no sólo conveniente sino, ahora sobretodo, definitivamente imprescindible. Imprescindible incluso que una introducción a la metafísica pase por un claro establecimiento del estado de la cuestión sobre aquello que el conocimiento científico considera adquirido. Se trata en suma de ser fiel al hecho de que  la metafísica   se forja en cada etapa tras la ciencia natural, lo cual no significa que la ciencia natural sea cronológicamente anterior a ella,  importantísimo asunto que abordaré algo más tarde en esta reflexión.

 

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31 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Del ciberpunk al biopunk

Alguna vez hubo el ciberpunk, y autores como William Gibson y Neal Stephenson se convirtieron en los modelos a seguir, con novelas distópicas en las que se reflexionaba sobre el lugar del individuo en un futuro cercano regido por las tecnologías de la información, la cibernética. Pero los géneros se transforman, y el ciberpunk puro y duro abrió paso a múltiples subgéneros; de todos ellos, los más vitales hoy son el steampunk y el biopunk. A mí el steampunk no me dice mucho (novelas y comics en los que el siglo XIX es reimaginado a partir de la incorporación de ciertas tecnologías que no pertenecen a esa época), pero el biopunk me parece fundamental para entender ciertas ansiedades del presente y especular acerca de los desafíos centrales del futuro.

En el biopunk, la preocupación ya no gira tanto sobre el peso de la revolución informática en la vida cotidiana, característica de novelas ciberpunk como Neuromante (Gibson, 1984)) y Snow Crash (Stephenson, 1992) -y películas como Blade Runner (Ridley Scott, 1982)--, sino en torno a los alcances de la manipulación genética. Esta manipulación alcanza a los individuos, y también a la flora y la fauna. La distopía esta teñida de amenazas relacionadas con el cambio climático, con un mundo de ecosistemas desequilibrados por la acción del hombre.

Una novela clave de este subgénero es La chica mecánica (2009; Plaza Janés, 2011), de Paulo Bacigalupi. Esta compleja y atmosférica novela, ganadora de los premios más importantes de la ciencia ficción -el Hugo, el Nebula, el Locus--, está ambientada en la Tailandia del siglo XXII, un reino que se ha salvado del cataclismo ecológico -plagas producidas en laboratorios, la subida de las aguas que se ha llevado por delante a ciudades como Nueva York y Bombay-- gracias a que ha cerrado sus fronteras a los extranjeros. En ese espacio dominado por rickshaws, megadontes (animales prehistóricos recreados en el presente gracias a los laboratorios de genética del Ministerio del Medio Ambiente) y dirigibles (un guiño al steampunk), se mueve Anderson Lake, agente de una gran corporación de alimentos que busca frutas extinguidas en otras partes del planeta para robar su código genético y replicarlas. Lake es un pirata genético, un hacker de las plantas que se maravilla en los mercados de Bangkok al ver tomates, pimientos y ngaw que han regresado de la tumba.

Recubierta por un vistoso ropaje, en el fondo de La chica mecánica late una tradicional novela de espías y también una historia de amor de las convencionales. En su deambular por Bangkok Lake conocerá a Emiko, la "chica mecánica", un "neoser", un cyborg creado en Japón a partir de la ingeniería genética, y tratará de liberarla de su esclavitud. Los neoseres son respetados en el Japón, pero en países como Tailandia tienen un estatus inferior y son despreciados por su corazón artificial.

Con Emiko, Bacigalupi añade una creación fascinante a una larga tradición de la ciencia ficción, la de cruces entre el hombre y la máquina; los tailandeses se burlan de Emiko y la usan como un juguete sexual, pero, con los constantes avances tecnológicos, versiones de los neoseres de Bacigalupi podrían ser pronto la norma. Los movimientos mecánicos de Emiko la hacen reconocible, pero no está lejano el día en que el avance tecnológico llegue a un punto en que no se pueda distinguir a un ser humano de un neoser. Como le dice a Emiko un anciano pirata genético, "Puede que algún día los neoseres hereden el mundo, y pensaréis en nuestra especie como nosotros pensamos ahora en los pobres neandertales". El hombre natural será una reliquia, el cruzado por la máquina la norma.  

Al trabajar de manera muy lúcida con algunas ansiedades de nuestro presente, La chica mecánica puede convertirse pronto en literatura realista. 

(La Tercera, 28 de julio 2012)



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30 de julio de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bajas esferas, altos fondos

Se puede recurrir a los sólidos argumentos tantas veces expuestos en relación a la subjetividad de todo juicio. O se puede atajar con el castizo (pero muy certero) "más vale caer en gracia que ser gracioso". Por ambos caminos se llega a expresar con bastante precisión la impresión que produce en el lector la lectura de cualquier obra de Jesús Pardo. Sus relatos autobiográficos  (Autorretrato sin retoques (1999), Memorias de memoria (2001) Borrón y cuenta vieja (2009))son uno de los ajustes de cuentas con el pasado de todos nosotros más lúcidos y despiadados de la literatura del siglo XX. Ahí no queda nada en pie, como si siempre hablase en serio. Y sin embargo, por detrás de tanta ferocidad y poca paciencia con las idioteces humanas hay un fondo de bonhomie que lo hace simpático e incita a seguir leyendo, quizás porque maneja el lenguaje con  gran soltura y eficacia (que escribe bien, vaya). Y quizás porque es ecuánime en sus apreciaciones y dice lo que cree que es justo decir, incluso cuando habla de (o contra de) sí mismo.

Bajas esferas, altos fondos, la novela que ahora reedita editorial Funambulista no se parece mucho a sus memorias. Es ficción, pese a que en el momento de su primera aparición (2005) a muchos lectores de entonces les divirtió  tratar de identificar a los personajes que pululan por Londres, Escocia y Madrid, algunos porque son perfectamente reconocibles (como Franco) y la mayoría porque se corresponden casi fotográficamente con la fauna que se apretujaba en las ya de por sí prietas filas del franquismo inmediatamente anterior a la irrupción del Opus Dei y el turismo. Concretamente, la embajada de España en Londres y los políticos que pasaban por allí manejando a su antojo al puñado de corresponsales españoles maniatados por las  numerosas censuras que funcionaban en paralelo,  Jesús Pardo los conoce bien de su época de corresponsal en Londres y por lo tanto puede hablar de ellos con tanta solvencia que parecen retratos de personajes reales.

En esta novela la lúcida ferocidad de sus memorias deja paso a una ironía que podría describirse como profundamente descreída, o desencantada, si no fuera porque la gente como Jesús Pardo nunca ha creído en nada ni ha quedado nunca encantada por nada, de manera que difícilmente pueden hablar una vez de vuelta. Y ese es otro de los atractivos del libro: desde los embajadores y los grandes de España a los navajeros y esbirros de poca monta, pasando por una estrafalaria cohorte de putas de alcurnia, pueblerinas ambiciosas y cabestros que portan los cuernos con el aire inequívoco del tú dame pan y dime tonto, todo el mundo miente, trapichea, engaña, pone cuernos, estafa y, al final, incluso incurre en el asesinato, pero lo hacen con un entusiasmo y una entrega encomiables. No hay el menor atisbo de mala conciencia, sentido de la traición o remordimiento. Desde la ideología, nadie cree una sola palabra de lo que se dice al respecto y más parecen seguir todos el consejo que le da Franco a un periodista al que está fichando para convertirlo en el portavoz del Régimen: "Usted haga como yo y no se meta en política".  Nadie se enamora de nadie, pero tampoco nadie le dice a su pareja que la ama. Tampoco hay odios, rencores ni ansias de venganza capaces de obnubilar el juicio de quien, con toda naturalidad, está chantajeando al amante de su esposa  y no tiene inconveniente en dar su "palabra de honor" de que no volverá a exigirle más dinero en el futuro si ahora paga lo que le exige a cambio de su silencio. Ni tampoco hay pasiones capaces de hacer perder el sentido del negocio a quien está contratando a un asesino para que acabe con la vida del esposo chantajista y tiene buen cuidado de que no le cobren de más. Es decir, todo lo que aquí se cuenta con habilidad y buen estilo es un amable disparate y a ratos parece un hijo  natural que Valle Inclán les hubiera hecho a los hermanos Quintero: la narración entera es tan exagerada e irreal que en modo alguno pretende ser un retrato del franquismo y la España inmediatamente anterior al desarrollismo. Y sin embargo, es de una exactitud tan milimétrica  que podría servir como ilustración para un libro de historia de las costumbres de entonces. Un libro curioso, fuera del tiempo y de las corrientes literarias de antes o de ahora. Pero que se lee con una permanente sonrisa de complicidad con el autor.

Bajas esferas, altos fondos

Jesús Pardo

Editorial Funambulista



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30 de julio de 2012
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