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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sobre la Generación ¡Bang!

Esta semana el mexicano Daniel Emilio Pacheco escribió sobre Generación ¡Bang!. Y lo que publicó es esto:

 

Dice Alberto Salcedo Ramos "La crónica desarrolla un aspecto secundario o de color de un acontecimiento que ha sido, antes, objeto de tratamiento noticioso. Ese es su valor agregado." Y en el libro Generación BANG los nuevos cronistas del narco mexicano, editado bajo el sello Temas de hoy, queda ampliamente comprobado.

Cuenta el cronista chileno Juan Pablo Meneses, que los viajes que realizara a México durante los años 2007-2012 le abrieron el interés por conocer más a fondo la situación que vivía el país con respecto al narco. Motivo por el cual empezó a buscar información, contactó reporteros, revisó la información de la prensa... Y terminó reuniendo el trabajo de 11 periodistas mexicanos que con sus crónicas mostraban los aspectos profundos, que el trato noticioso deja de lado, para buscar la siguiente nota relevante.

"Si ahondamos en el horror quitamos el disfraz a las mentiras que señalan que esta es una guerra de ‘buenos contra malos', que la mayoría de los que mueren son delincuentes o ‘en algo malo andaban', que muy pocos eran inocentes -o ‘bajas colaterales, como le gustaba nombrarlos al presidente- o que esta guerra debe pelearse a balazos, como se hacía en el Viejo Oeste" Marcela Turati

La selección es buena, la mayoría de los cronistas ya son reconocidos, y los trabajos que se presentan en esta compilación son variados en temática y estilo:

-Un narco sin suerte, Alejandro Almazán.

-Partes de guerra, Daniel de la Fuente.

-La mujer más valiente de México tiene miedo, Galia García Palafox.

-Los Sheriffs de la montaña, Thelma Gómez Durán.

-Los niños de la furia, Luis Guillermo Hernández.

-Un vaquero cruza la frontera en silencio, Diego Enrique Osorno.

-Los desaparecidos de Tamaulipas, Humberto Padgett.

-Juegan a ser sicarios, Daniela Rea.

-La voz de la tribu, Emiliano Ruiz Parra.

-Guerra contra el luto, Marcela Turati.

-¿Qué hay en el más allá de un narco?, Juan Veledíaz.

Las crónicas presentadas en Generación BANG, son el esfuerzo de un grupo de profesionales, que busca ir más allá del frío reporte noticioso, mostrando los rostros y motivaciones de los involucrados en una guerra violenta, que en un principio sorprendía, pero que poco a poco, empieza a ser parte de una rutina de vida. Cada uno de los 11 autores tiene una pequeña biografía y Juan Pablo Meneses le realiza una entrevista, cerrando el círculo de presentación.

"Los cronistas estamos trascendiendo el ‘ejecutómetro' (ese brutal conteo diario de asesinados que realizan los reporteros de la nota roja) y le estamos dando rostro a la guerra, la dotamos de historias, de significados, antecedentes, implicaciones y explicaciones". Marcela Turati.

Generación BANG los nuevos cronistas del narco mexicano, es una buena forma de acercarse a un interesante grupo de escritores y también al conocimiento del ambiente del narcotráfico donde... no todo es como se cuenta en una nota informativa. . . se felizzzz!!

 
 
 
@menesesportatil 
 


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29 de abril de 2013
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¿Qué hace a un buen cronista? y otras cuestiones de periodismo narrativo

La Fundación Gabriel García Márquez para un Nuevo Periodismo Iberocamericano (FNPI) está juntando a los cronistas del continente en una ambiciosa guía. Es un mapa del estado de nuestro oficio y nuestra pasión, y un inventario de muchos de los que nos dedicamos a esto. Hace unos meses nos lanzaron una serie de preguntas básicas, que no son ni simples ni fáciles de contestar.

Quiero compartir con ustedes mis propias respuestas:

¿Qué hace a un buen cronista?

La mirada, la originalidad, la fidelidad a los datos, la honestidad, el estilo cuidado y maleable, la voluntad de entrar en una conversación con las grandes obras de la literatura: el decir algo nuevo y decirlo bien y de una forma nueva.

¿Por qué decidió ser cronista?

En parte porque me enamoró la obra algunos cronistas del pasado y el presente, en parte porque las manos se me van casi solas hacia esta forma de escribir la realidad, en parte porque creo que es una manera valiosa, útil, necesaria de contar lo que nos pasa.

¿Cómo identificar una buena historia?

Con un hormigueo en los pelos de la nuca, que me indican indefectiblemente que estoy leyendo algo que vale la pena, que me implica, que me emociona. El no poder dejarla, el sentirme apelado. En lo técnico: en poder entender la estructura desde el principio pero encontrarme después con gratas sorpresas, y en el uso de metáforas y comparaciones inesperadas.

¿Para qué sirve una crónica?

Para hacernos gozar y sufrir y pasar un buen y un mal rato a la vez mientras la leemos; y después el habernos enseñado algo importante, valioso del mundo que nos rodea y de nosotros mismos. El hacer que veamos el mundo y nuestro mundo de una forma más compleja, y hacernos conocer realidades y puntos de vista que ni sospechábamos.

¿Qué crónicas lee y qué busca en una buena crónica?

Soy muy ecléctico: me gustan las que me meten en la vida de gente muy distinta a mí, pero no de frikis sino de gente “normal” pero de una normalidad alejada de la mía. Me gusta sumergirme en historias donde se juegan temas de vida, muerte, identidad, amor, odio, humillación, reconciliación, injusticia y lucha por la justicia. Como en la respuesta anterior, busco que me lleguen y emocionen mientras las leo, y que después me cambien para siempre.

El resto, y mucho más, en la flamante web de Nuevos Cronistas de Indias de la fundación:

http://nuevoscronistasdeindias.fnpi.org/cronistas/

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28 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sin testigos

La madrugada del pasado 17 de abril una granada de fragmentación y una bomba casera fueron lanzadas contra el Mural, de Guadalajara, sin que por fortuna se registrase ningún herido. (El año pasado otro de los periódicos del Grupo Reforma, El Norte, sufrió tres atentados contra sus sedes suburbanas en Monterrey, Guadalupe y San Pedro.) Apenas dos días más tarde, el 19 de abril, la representación para México y Centroamérica de Article 19, la organización no gubernamental encargada justo de defender y promover la libertad de prensa en el mundo, recibió una carta con amenazas de muerte para sus directivos. Y esta misma semana, el 25 de abril, se encontró el cadáver mutilado de Alejandro Martínez, fotógrafo del diario La Vanguardia de Torreón.

            Ominosos incidentes que se suman a las 50 agresiones contra la prensa documentadas por el propio Article 19 en el primer trimestre de 2013 -entre las que se cuentan un homicidio, una desaparición y ocho detenciones ilegales-, las 207 de 2012 o las 172 de 2011 y que, como se ha vuelto ya un siniestro lugar común, han convertido a México en uno de los lugares más peligrosos del planeta para el ejercicio del periodismo.

            Tras la puesta en marcha de la "guerra contra el narco· en 2007, el país se transmutó en un auténtico escenario bélico para los reporteros y corresponsales que desde entonces se han dedicado a narrarla. Las amenazas contra los medios de comunicación de los estados donde se libran las principales batallas del conflicto han logrado que buena parte de nuestro territorio sea una especie de caja negra en la que resulta prácticamente imposible saber lo que sucede, al menos por las vías tradicionales. El sonado editorial de El Diario de Ciudad Juárez que suplicaba a las bandas delictivas una tregua después de que dos de sus empleados fuesen asesinados, o la renuncia de Zócalo de Coahuila a informar sobre el combate al narcotráfico, no son sino los síntomas más agudos de una epidemia que ya infecta a todo el país.  

El acoso sistemático a la prensa significa una drástica merma de nuestros derechos civiles. Obligados a la autocensura u orillados a practicar un silencio precavido, numerosos diarios de las zonas más afectadas por la violencia han perdido su razón misma de existir. Si no tienen más remedio que abstenerse de informar sobre las heridas más graves que sufren sus comunidades, ¿han de conformarse con fungir como meras revistas de deportes o sociales? Sin el concurso de esos testigos privilegiados, los ciudadanos nos volvemos incapaces de comprender la realidad que nos circunda y nos priva de elementos para decidir cómo y quién ha de gobernarnos.

            Esta laguna no sólo supone, pues, un peligro para quienes ejercen el oficio periodístico, sino una amenaza para la sociedad civil que, desprovista de las historias que le permitirían forjarse un juicio propio sobre la violencia, se vuelve incapaz de reaccionar frente a ella. Sordos y mudos, los ciudadanos quedamos confinados a un sitio marginal, sin influencia política alguna. Enclaustrados en una suerte de caverna platónica, apenas distinguimos sombras de lo que ocurre afuera, en ese mundo exterior que es nuestra propia calle, nuestro propio barrio, nuestra propio municipio.

            Todas esas ciudades en las que a partir de las siete u ocho de la tarde suena un toque de queda imaginario y sus habitantes no tienen más remedio que dirigirse a toda prisa hacia sus casas, donde permanecerán encerrados ante el riesgo de acudir a cines, restaurantes o bares, constituyen la parte más visible de un fenómeno más extendido y aún más lamentable: las ciudades o incluso los estados en los que resulta imposible saber lo que ocurre, todos esos sitios que se han transformado en hoyos negros porque quienes detentan el poder han decidido que sus actos nunca salgan a la luz.

            Si bien buena parte de las agresiones contra la prensa provienen de los criminales, otras tantas se deben a las autoridades de los tres niveles de gobierno encargadas de combatirlos, como en los casos de las detenciones de periodistas contrarias a las normas internacionales en Tlaxcala -donde el código penal aún contempla los delitos contra el honor- o las intimidaciones contra el periodista Jorge Carrasco, de Proceso, responsable de investigar el homicidio de Regina Martínez, la corresponsal del semanario en Veracruz asesinada allí el año anterior.

            En un escenario de confrontación tan agudo como el que vivimos, quedarnos sin testigos significa perder los últimos lazos que nos unen a ese universo agreste y oscuro que, por culpa de unos cuantos, queda al margen de nuestro campo de visión. Una democracia donde los ciudadanos ignoran lo que sucede en su entorno no es ya una auténtica democracia. Por ello resulta imprescindible tomar conciencia de la grave pérdida sufrimos: esta erosión en la libertad de prensa supone uno de los mayores atentados a nuestra libertad.

 

Twitter: @jvolpi



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28 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El poeta y los demás

 
Mencionaba el otro día Luisa Etxenike el caso del escritor francés que se pone en camino para recorrer la misma ruta que Hölderlin, cuando el poeta partió a pie de Nürtingen, a finales de 1801, para llegar, a través de la nieve de Alsacia, Lyon y Auvernia, a Burdeos el 28 de enero de 1802. Creo que la comparación ilustra a la perfección nuestro vano destino. Somos el escritor francés que anda lo que dicen  que anduvo para ver si andando. Hölderlin, en cambio, no cuenta el arriesgado viaje  solo y a pie a través del invierno francés, ni habla de que vio el mar y navegó por primera vez uno de aquellos ciento cincuenta días bordeleses en que sucumbió a la esquizofrenia, nada de eso exhibe el poema que escribió entonces, que termina:
 
el mar quita y da memoria, 
y el amor flecha los ojos con empeño, 
pero lo que queda lo fundan los poetas.
 
Es la diferencia entre el poeta y los demás. Por eso Hölderlin es el poeta, y los demás andan a ver. Y también claro, se diferencia por aquello que hace sufrir a su alma:
 
preocupaciones así ha de sufrir en su alma, quiera o no,
muchas veces un cantor; pero los demás, no.


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28 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El cincel del tiempo

George W. Bush ya no es el peor presidente de la historia. Lo ha sido a criterio de muchos, historiadores incluidos, al menos desde el desastre del Katrina hasta los mismos días en que se inaugura un monumento dedicado a su presidencia, la biblioteca y museo que le corresponde como a todo inquilino de la Casa Blanca. Coincidiendo con su inauguración en Dallas (Texas), una encuesta ha revelado que ha recuperado casi del todo la estima de sus conciudadanos (un 50% lo desaprueba todavía frente al 47% que lo aprueba, aunque en 2008 eran respectivamente el 73% y el 23%).

Fue el peor porque no había a mano peor balance que el suyo. La competencia surgía de etapas remotas de la historia estadounidense. Empezó a dejar de ser el peor cuando Obama alcanzó la Casa Blanca: oscurecer al predecesor es fundamental para la victoria del candidato a la sucesión, cosa que no tiene vigencia cuando se vence. Así es como Bush mejoró en cuanto Obama se propuso mirar hacia adelante y descartó cualquier acción vengativa contra la anterior Administración respecto a sus comportamientos más criticables, como la legalización de la tortura o las mentiras de la guerra de Irak. Todavía mejoró más en cuanto se comprobó que Obama seguía el mismo surco contra el terrorismo, el punto más criticado y criticable de George W. Bush, principalmente en el feo asunto de los asesinatos selectivos mediante el uso de drones.

Si Obama no hubiera conseguido renovar su mandato presidencial en 2012, nada hubiera facilitado tampoco a partir de entonces un juicio más moderado de sus partidarios respecto a Bush. Ahora la imagen del presidente republicano puede despegarse incluso de su partido y todavía más de sus viejos partidarios más próximos, los derrotados y declinantes neocons, para engrosar incluso las filas de la renovación republicana y de la transversalidad con los demócratas en las políticas de inmigración, territorio donde se decidirá el futuro político de EE UU y en el que Bush se hallaba ya entonces a la izquierda de los suyos.

El caso de Bush conduce a pensar en los nuestros, en los que tienen ahora buena imagen y los que la tienen mala. Seguro que ellos también lo hacen. Es inevitable para un político tener presente el juicio de la posteridad. No hay corazón humano que se resista al demonio de la vanidad. A quienes alcanza el fuego ardiente de la fama les arrastra en un momento u otro la melancolía de la vida eterna y la salvación.

La biblioteca presidencial, que EE UU ha establecido por ley, encuadra y garantiza las coordenadas de la posteridad, además de rendir un servicio al conocimiento de la personalidad y del balance de la presidencia. El pragmatismo estadounidense echa así una mano al tiempo, que Marguerite Yourcenar calificó de gran escultor, para que se ahorre una parte de su trabajo.



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27 de abril de 2013
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Escrache y ‘outing’

La palabra no ayuda. Procedente de Argentina, escrache no sólo nos resulta rara sino que tiene una cierta sonoridad de escupitajo poco adecuada a lo que designa, actos pacíficos de protesta ante los domicilios y lugares de trabajo de políticos en ejercicio. No se trata sin embargo de actos nuevos en el mapa de la indignación ciudadana. Hace ya años, cuando los derechos sexuales de una notable parte de la población estaban cercenados y pisoteados, comenzó a practicarse en los Estados Unidos, y desde allí pasó a Gran Bretaña, el ‘outing'. En los años 90 también entre nosotros se habló de ello, y ciertos grupos de activismo gay lo preconizaron y llegaron a amenazar con su puesta en práctica, que fue muy reducida o no llegó a calar. Los cambios que se han producido en ese terreno en los tres últimos lustros lo han hecho innecesario, aunque por desgracia no en todos los países por igual. El continente africano y asiático y otros lugares más próximos a nosotros siguen discriminando a las mujeres y a los homosexuales, y ayer mismo pude ver en televisión a una chicas semi-desnudas interrumpiendo la visita oficial a Alemania de Vladimir Putin, el dictador neo-estalinista de Rusia que persigue las libertades femeninas, los derechos humanos y hostiga con sus bien entrenados matones a los disidentes.

      Lo que los distintos frentes de liberación gay pretendían con el ‘outing' era sacar de sus casillas de hipocresía y doble moral a los numerosos homosexuales homófobos del alto clero católico, a los obispos que sospechosamente protegían a sus sacerdotes culpables del delito de pederastia, a los ministros, alcaldes, diputados y mandos policiales que practicaban en su vida privada el amor con los de su sexo y al llegar al despacho o a la comisaría maltrataban y firmaban leyes contra sus homólogos. El ‘outing' era una forma radical de autodefensa contra la arbitrariedad y la injusticia, pero también la avanzadilla de una postura que hoy, por fortuna, se extiende en otras capas de la sociedad: el poderoso, el dignatario, el gobernante, no puede -una vez elegido en las urnas o nombrado a dedo- quedar libre de la fiscalización de los ciudadanos a los que tendría que servir y en vez de ello engaña o roba, incumpliendo con lo encomendado. Aquellos activistas históricos del ‘outing' querían sacar a la luz a los suplantadores, a los traidores a su propia causa. Hoy, entre nosotros, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) pretende meter en el interior de los despachos y las casas la noción de que los políticos no han de tener una ilimitada carta blanca en función de una suma de votos, como si los votos estuvieran por encima de los principios equitativos y la moralidad pública.

       La democracia se asienta por supuesto en el ejercicio de las votaciones libres, pero la democracia no es lo que era, y no únicamente en España. Que no sólo el PP sino otros partidos del ámbito español, a izquierda y derecha, se vean sujetos a estas iniciativas de protesta dice mucho de su pertinencia, de su honda y trascendental razón de ser: respuestas desesperadas de la ciudadanía. Mientras eso sucede, la contestación que dan los hostigados de los distintos estamentos no se sostiene: acusan a los que se manifiestan con pancartas y voces de coaccionar y querer desviar la recta conciencia de los electos. ¿Olvidan los portavoces del gobierno que ellos mismos llevan más de un año diciendo que los recortes sociales, los nuevos impuestos, las incumplidas promesas de generación de empleo y bienestar, se deben a que no sabían lo que les esperaba en los arcanos -y en las arcas- ministeriales? Con mayor razón pueden decir los afectados por la hipoteca que tampoco ellos sabían el alcance de lo que un banco les prometía en tiempos en que la crisis no se avizoraba.

     Cuando el PP y algún otro partido que concuerda en ese punto proclaman que la dación en pago generalizada rompería el propio sistema del préstamo hipotecario, yo, que no soy economista, puedo creerles. Alguien que recientemente, cuando la situación ya anunciaba la catástrofe, se haya hipotecado aventureramente, no está en la misma posición de protestar. De ahí que se reclame (y me parece justo) que al menos los que fueron tan víctimas de lo desconocido y lo impredecible como Rajoy dice haberlo sido al llegar a la Moncloa, sean eximidos de esas asfixiantes cargas por unas hipotecas que les estallaron en las manos, como le estalló, parece ser, al gobierno el desplome de los mercados y la deuda.

       He repudiado siempre los actos en que se impide hablar, en nombre de la democracia, a un intelectual o un alto cargo, lleve el apellido de Aznar, de Savater o de una ingenua diputada del PSOE. Todos merecen el uso libre de la palabra. Los escraches no atentan contra eso. Son ‘outings' asamblearios, estentóreos y, por supuesto, extraparlamentarios. Triste noticia. Pero ¿acaso es noticia en cualquier parlamento, de Madrid, de Barcelona o Bruselas, que los ciudadanos, incluidos muchos de los que aún votan, han dejado de creer en quienes les representan? Esa es la enfermedad senil de la política actual, y por lo que yo mismo he visto en las calles y en los informativos, la mayoría de los manifestantes contra el desahucio y las estafas bancarias no son feroces anti-sistema sino personas que sin duda preferirían estar tranquilas en su casa, si se pudieran quedar en ella.

   Dos cuestiones finales de procedimiento. Comprendo el espanto de cualquier demócrata que vaya a manifestarse por el PAH y encuentre a su lado la boina de Tasio Erkizia. Pero compartir esa buena causa con semejante individuo no hace etarra al resto de los manifestantes, que sólo van armados de pegatinas. Sostener lo contrario es como decir que la foto de Hitler y sus comandantes aplaudiendo una representación de ‘Tristán e Isolda' convierte en nazi a Wagner.  

    Y se ha exagerado mucho lo del bebé de la vicepresidenta. Los 300 que en Madrid se manifestaron ante su chalet querían dejarse oír y señalar con el dedo. A nadie le gusta que le chillen y que le marquen, pero ¿no conlleva el oficio bien remunerado de político la carga de una exposición dentro y fuera de los despachos que todos pagamos? La criatura de la señora Sáenz de Santamaría, que me parece por cierto lo más sensato y discreto que hay en el gobierno, merece toda la ternura y el cuidado que sin duda recibe de sus padres. Es altamente improbable que ese niño de corta edad, que tendrá el sueño fácil y la memoria sin formar, sufra un trauma por el eco de unos incomprensibles ‘slogans'. Los niños, incluyendo naturalmente a los que tienen sólida cuna, buena ropa de cama y hogar confortable, han de dormir en paz.

 En Madrid, en Galicia o Valencia, quienes están saliendo por la calles a voz en grito sólo quieren quitarles el sueño a sus señorías. A unos padres y madres que con su voto pueden privar de techo a los incautos, a los angustiados, a los desposeídos.

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26 de abril de 2013
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III. Code name: chocolate

Bajo la tesis ya tan recurrida de la contrainsurgencia de "sacar el agua al pez", uno de los principales blancos fue al pueblo indígena itzil que habita en el Quiché, al nororiente de Guatemala, al que se buscaba diezmar, o acaso hacer desaparecer, señalado como colaborador de la guerrilla por los golpistas, y en eso no había tapujos. Uno de los voceros militares de Ríos Montt llegó a decir en público que lo mejor que podía hacerse para derrotar a los subversivos, era "matar a los indios". Y con esto quería decir ancianos, hombres, mujeres, niños.
Hoy, tres décadas después, y a los 86 años de edad, el cruzado neo pentecostal comparece por fin delante de un tribunal civil para responder por varios cargos criminales, el más importante de ellos el de genocidio, junto al general Mauricio Rodríguez Sánchez, entonces jefe de Inteligencia militar (G-2).
Los testigos, aún con el temblor del miedo en su voz, relatan atrocidad tras atrocidad, y sus palabras desafían a la imaginación más tenebrosa. Para entonces muchos eran niños que lograron escapar de la sentencia de muerte decretada contra todos ellos por el alto mando. Ríos Montt sabía muy bien de historia sagrada, y los planes que aprobó se parecen mucho a los del rey Herodes, sólo que más sofisticados. Los niños itziles tenían un nombre cifrado en esos planes: chocolate. No había que dejar a un solo chocolate vivo.

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26 de abril de 2013
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