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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La gloria de los pobres

África, al fin, va como un cohete. Si es cierta, constituye la noticia del siglo. No es una información esquemática, al contrario, obliga a matizar y mirar bien los números del crecimiento, no fuera caso que sirvan para esconder problemas en vez de resolverlos. Lo más notable es que el continente olvidado atrae ahora inversiones de todo el mundo y espolea la rivalidad entre chinos y japoneses.

Veámosla al lado de otra buena noticia, esta de orden prospectivo: dentro de 17 años el mundo estará a punto de eliminar la pobreza extrema, la que sufren quienes tienen apenas un euro al día para espabilar. En las dos últimas décadas Naciones Unidas ha contabilizado que mil millones de personas han salido del umbral de la extrema miseria y quiere conseguir para 2030 que hagan lo mismo los mil millones más de seres humanos que hay en el pozo del hambre y de la indigencia. Entonces quedarán todavía cien millones de pobres de solemnidad, aunque será en África donde se acumularán estas últimas bolsas de pobreza extrema.

Desde 1990, cuando Naciones Unidas fijó la erradicación de la pobreza y el hambre para 2015 entre los llamados Objetivos del Milenio, el mundo ha sumado a la multitudinaria familia humana mil millones de seres más, justo la cantidad de miserables que aún nos quedan. No quiere decir eso que la lucha contra la pobreza sea una carrera de nunca acabar, siempre con más bocas que alimentos disponibles, tal como sostienen las tesis maltusianas. Así lo ve al menos la ONU, que ha fijado como alcanzable el nuevo objetivo, de reducir el actual 16% de pobres que tiene el mundo en desarrollo a un escaso 1,5%.

En toda esta historia un solo país juega de protagonista. China ha pasado del 84% de pobres al 10%. Ha sacado de la miseria a 680 millones. Y hay un antagonista, el mundo occidental, donde las cosas suceden al revés: regresa la pobreza, al igual que sucede con las clases medias, depauperadas en el Viejo Continente y, en cambio, convertidas en nuevas protagonistas en la educación y el consumo en África, Asia y América Latina. Con una salvedad fundamental para entender la aritmética del hambre: el umbral de la pobreza que fija Naciones Unidas no llega al euro diario, mientras que es de 48 euros en Estados Unidos y de 21,3 en España.

Al final, estamos hablando únicamente de un pequeño ajuste en la desproporcionada distribución de la riqueza que sigue favoreciendo a los países ricos de siempre. Y que tiene un corolario político: quienes pierden algo de riqueza suelen ser pesimistas y caer en el abatimiento, mientras que quienes consiguen comer y vivir dignamente por primera vez cultivan un ánimo eufórico y una voluntad de superación constante. Esa será al final su mayor riqueza, que les hará ricos de verdad un día no muy lejano. Deng Xiaoping lo dijo muy bien: enriquecerse es glorioso. No lo es ser rico de toda la vida.



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8 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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91. Fragmenta

 

El surrealismo hubiera encontrado hoy un medio mucho más eficaz de escritura automática: dejar caer el teclado de un ordenador al suelo, o frotarlo contra todo tipo de superficies romas, agrietadas o desparejas. Abandonar el teclado frente a un bebé. Lanzarle pelotas de tenis. Arrastrarlo por un suelo lleno de gomas de borrar. Prestarlo a un gato. Dejarlo en la ventana para que lo pisen pájaros despistados. Colocarlo como diana en una escuela de tiro. Meterlo, como tercer cuerpo, en la cama donde hacemos el amor. / Es muy interesante el procedimiento con el que Manuel Rivas escribió, en su primer libro de cuentos, ¿Qué me quieres, amor? (1999), su relato “Dibujos animados”. Los nombres de los personajes son chocarreros y enfáticos: Fat Fatty, Mille Tausend, Green Grun, Danero Money etc.; nombre y apellido significan lo mismo en diversas lenguas. La historia es absolutamente increíble: la creadora de una serie de animación recibe la visita, en una noche tormentosa, de otro dibujante cuyo éxito va a dejarle sin trabajo. El competidor viene con intención de matarla, pero basta una frase de ella para tranquilizarlo. Hacen inmediatamente el amor, sin transición emocional. Ella después le prepara la cena, pero busca en la despensa cianuro para asesinarlo. La trama no puede ser más burda. Los personajes no pueden ser más estereotipados y simples. Sería difícil encontrar un lenguaje narrativo más llano, simple y directo. Todo es exagerado, infantil. Y sin embargo el cuento es literariamente exquisito. El motivo: el relato parece el resultado de que Manuel Rivas se formule la siguiente pregunta: ¿qué sucedería al escribir un cuento como un dibujo animado? Y este relato es la respuesta. Una aplicación puntual y no explicitada de los dibujos animados como género literario. / En 1925, cuando Virginia Woolf publica Miss Dalloway, para retratar a un personaje que está enloqueciendo bastaba escribir: “puede ser, pensó Septimus, contemplando Inglaterra desde la ventanilla del tren (…) puede ser que el mundo carezca de significado en sí mismo”. Eran otros tiempos. Pasados la II Guerra Mundial, el Holocausto, el horror nuclear y la actual falta de horizontes, para retratar a un loco basta lo contrario: sería suficiente presentar un personaje sin ninguna duda sobre el sentido de la existencia. / Sokal y Brincmont denostaron en sus Imposturas intelectuales a Lacan por hacer un uso impropio de la raíz cuadrada de -1. Para Musil, el -1 era un número intolerable, pues suponía reconocer que podía existir un significante sin significado, un puente sin pilares (Las tribulaciones del estudiante Törless, 1906). Para el Zamiatin de Nosotros (1920) es el símbolo de todo lo inverificable, esto es, la representación misma de la fantasía. En su angustioso mundo regido por las matemáticas, el protagonista, D-503, sufre pesadillas con -1, que acaba identificando con la libertad. Leí que ningún cuadrado de número real puede dar como resultado -1, salvo con números imaginarios. Algo me dice que esa operación imposible sustenta la auténtica creación. Quizá la poesía sea eso cuyo cuadrado es menos uno.

 



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8 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Desprecia cuanto ignora

La censura es una de las formas de automutilación más efectivas para preservar el raquitismo nacionalista, siempre necesitado de aislamiento hospitalario y cuidados intensivos. No ya la censura protectora y desinfectante de los gérmenes forasteros que nos roban, ocupan y maltratan, sino la dirigida a los propios hijos del país, esos ingratos que se empeñan en usar la lengua colonizadora, recuerde el alma dormida el caso de los escritores catalanes excluídos del aplec francfortiano por escribir en castellano. 
 
Un caso de censura nacionalista notable fue el de Jorge de Montemayor, músico, cantor, poeta y novelista portugués nacido en Montemor-o-Vehlo hacia 1520, y muerto en un duelo, en Turín, el 26 de febrero de 1561. Montemayor ha necesitado casi cinco siglos de  maceración en olvido para su ingreso en las letras portuguesas, cierto es que lo ha hecho en una traducción elegantísima de Nuno Júdice, editada por Teorema y subvencionada por el ayuntamiento de Montemor-o-Vehlo. Que la corporación municipal apoyara el regreso a la literatura portuguesa de uno de sus hijos más preclaros es también mérito del editor Carlos da Veiga, gran señor de las letras lusitanas.
 
Júdice da noticia de una edición portuguesa de Diana, impresa en el taller de Pedro Crasbeeck en Lisboa en 1624, donde se menciona una eventual prohibición en Portugal de la obra de Montemayor por haberla escrito en castellano, a la que él habría replicado que “no sería mucho que un hijo fuese ingrato con Portugal, pues Portugal lo había sido con tantos de sus hijos…” Yo creo que la prohibición es apócrifa, porque no se hizo en tales términos, pero verdadera, porque sucedió. 
 
En 1559, Montemayor tuvo noticia de la inclusión de su Segundo cancionero en el Index de libros prohibidos. Cinco años antes, Juan de Alcalá, poeta sevillano y delator de guardia, lo había denunciado a la Inquisición por un error teológico detectado en un verso. 
 
Antes de partir a Flandes, en busca de refugio y gloria, y luego a Italia, donde lo mató una mano airada, Montemayor quiso ver publicada su novela en España y confió el libro  a Juan Mey, quien lo imprimió en Valencia ese mismo año. Con el título Los siete libros de Diana, fue uno de los grandes éxitos de su tiempo —40 ediciones en el siglo XVI, y 17 en el XVII— y toque de diana en el despertar novelesco europeo. Shakespeare, Corneille y Cervantes, entre otros numerosos autores, pintores y músicos, se inspiraron en esta obra renovadora del  viejo género bucólico y pastoril que venía de Teócrito y Virgilio. Tradición europea a la que Portugal se cerró, por haberla traído un hijo suyo.
 
Entre las novedades que traía Diana, la primera era la insólita estrategia narradora donde cada pastor y pastora cuenta y canta, además de la suya, la historia de otro u otra, desencadenando un juego de espejos en el laberinto. Para hacerse una idea de la preceptiva confusión, Sireno y Silvano están apasionados por la bella Diana, que traicionó a ambos. Selvagia, reina del equívoco, se prenda de Alanio, primo de Ismenia, a quien ella amó antes, aunque luego acreditó ser el propio Alanio, que era clavado a su prima. Declama luego Felismena la guerrera cómo se disfraza de hombre para servir de paje a su amado Felis. En eso, llega Belisa, que narra sus confusiones al envolverse en dos amores, uno por el susodicho Arsenio y otro por su padre Arsileo,  y como la semejanza de los nombres agrava los equívocos, el padre mate al hijo porque no se aclara. Los prodigios de Felicia son que Sireno olvide el amor de Diana, y que Silvano y Selvagia se apasionen. Entonces Belisa decubre que Arsileo no mató a su hijo Arsenio, sino que fue un encantamiento de Alfeo, que la ama con delirio. Felismena, desde luego, salva la vida a Felis. Aunque la novela termina con tres bodas, Sireno y Diana no hallan solución a sus enrevesamientos, que el autor promete solventar en una continuación. Todo el mundo anda cantando de amores en la bella Lusitania, entre magia, ocultismo, escenas homoeróticas entre Selvagia, Ismenia, Belisa y las pastoras del lugar, y grandes dosis de neoplatonismo, con Palas Atenea como estrella invitada.
 
En España, Diana nunca estuvo en el Index de los prohibidos. En cambio, fue condenada en Roma y Portugal por platonizante y obscena. Creo que esta condena es el origen de la referencia a la eventual prohibición en Portugal de Montemayor mencionada en la edición de Crasbeeck de 1624. El deslizamiento del motivo condenatorio, que pasa de “platonizante y obscena”, a “haber escrito su obra en castellano”, es revelador de que hubo un resquemor nacional con su autor “extranjerizado”.
 
Pero es que el castellano forma parte de la literatura portuguesa, no ya porque en esa lengua se leyera y publicara en Lisboa —cuando Montemayor dejó Portugal, en 1543, como cantor de capilla de la infanta doña María que se casaba con Felipe II, se publicó una edición en Lisboa de las obras de Boscán y Garcilaso, sólo unos meses después de la princeps de Barcelona— sino aunque sólo fuera porque Montemayor tradujo a Ausías March al castellano, y así lo leyeron Camôes y toda la poetería ibérica.
 
Antes de la traducción de Júdice, Diana solo conoció en portugués una versión resumida para niños elaborada en 1924 por el poeta Afonso Lopes Vieira, quien explicó que se trataba de una obra "castelhana por fora mas portuguesíssima por dentro". Por fortuna, Nuno Júdice y Carlos da Veiga velaron para que no pasase ni un siglo más sin que Diana fuera devuelta íntegra y bellamente a la literatura portuguesa.


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8 de junio de 2013
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IV. La tentación que viene de lejos estado tan cerca

Chile, Costa Rica y Uruguay tienen niveles de pobreza inferiores al veinte por ciento de la población, y Brasil se propone reducirla sus actuales cifras a la mitad para dentro de dos años. En cambio la mitad de la población en Haití, Honduras, Nicaragua, Bolivia, Guatemala y Paraguay sigue siendo muy pobre, y la violencia es la peor de las consecuencias de la miseria no sólo en estos países marginales, sino también en Venezuela, donde la dilapidación de la riqueza del petróleo genera violencia, lo mismo que en México la pobreza estructural se suma al auge de los carteles del narcotráfico dejando cada año miles de muertos. Y es la violencia, y la estructura feudal del país, lo que convierte a Guatemala en un estado que camina con muletas, su sistema judicial intervenido por las Naciones Unidas.
La modernidad de América Latina, lo mismo que su prosperidad, sólo serán posibles si se logra dejar atrás los modelos personalistas para que las instituciones arraiguen de manera firme. La pobreza y la desigualdad, y lo mismo la marginalidad provocada por los dramáticos déficits de la educación que no llega a todos, y tampoco es de calidad, son el caldo de cultivo del caudillismo, un mal que nos persigue desde el fondo oscuro de la historia.
La tentación china que viene de lejos estando tan cerca.

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7 de junio de 2013
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Temor al último sueño

Desgraciadamente para nuestro yo más pusilánime, pero felizmente para el rescoldo de inclinación a la verdad que se halla en cada uno de nosotros...no hay manera de evitar los sueños. Y que nadie suponga que se trata allí de un reto menor, pues si lo onírico supone intervención de la imaginación, tras la síntesis que ésta realiza hay un contenido que viene dado (los colores en la paleta del pintor según la analogía efectuada por Descartes), un contenido que se impone, y que por su irreductibilidad misma tiene la dureza de lo propiamente material. Por eso cabe la conjetura de que aquí reside lo que el ser humano más secretamente teme, que el temor a la muerte oculta el temor a la trama del último sueño.
Sometiendo a baremo el peso de la variable muerte, o avanzándose al encuentro con la misma, el hombre puede tener el sentimiento de invertir la jerarquía, de que él marca la pauta, pues no es lo mismo precipitarse ante lo inevitable que esperarlo pasivamente o huir del mismo. Pero este control no se extiende en absoluto al contenido del último sueño. Ni siquiera hay garantía de la extensión finita del mismo, o cuando menos no hay garantía de la subjetiva vivencia de tal finitud pues, irreductible al segundo del reloj físico, la unidad de medida del sueño podría dilatarse sin cota, convirtiendo así en vivencia la metáfora del sueño eterno. La precipitación hacia el fin sería entonces de hecho inmersión en un horizonte de inquietantes incógnitas. De ahí que este sea quizás uno de los terrenos en los que la entereza humana puede verse radicalmente puesta a prueba...uno de los fantasmas que pueden llegar a apagar el ánimo de quienes han dado muestras de considerar que de ninguna manera la vida es preferible a la libertad.

 

 

 

 

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6 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hoy, unidad de valor

Un amigo argentino de notable ilustración ha escrito todo un libro sobre el valor del hoy. Podía haber caído en perorar sobre el valor del "yo" a la manera que hacen la mayoría de los libros de autoayuda pero, Carlos Abad se ha concentrado en el hoy como unidad absoluta de valor. Todo lo que hoy sucede merece nuestro máxima interés porque la vida se compone de hoyes que serían hoyos si no prestáramos atención. Una atención que deberá ser permanentemente positiva de forma que cuánto hay de bueno en un fragmento del día se enaltezca para iluminarlo todo alrededor. Al despertarnos, dice Carlos Abad, podemos optar por la alegría o la tristeza. Cierto que las rémoras del pasado no se pueden borrar pero sí redibujar con el buen ánimo y las ganas urgentes de vivir. Vivir es un regalo. De ese modo ya podríamos darnos por obsequiados porque al margen de la película que se vaya a ver nos han premiado con una entrada. Y con una diferencia importante: el guión no está escrito de antemano y sería de imbéciles no escribirlo a nuestro favor. ¿A lo largo de los años? No es preciso. Eso ya se verá. Sólo con hacer favorable el "hoy". Prueben y vean cómo mejora su felicidad, su salud y sus ganas de vivir más.



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6 de junio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El periodismo cash y Niños futbolistas

Para escribir Niños futbolistas, mi plan consistía en comprar con dinero en efectivo al protagonista del libro. Un experimento narrativo que suelo llamar «periodismo cash», pues no es la primera vez que los billetes le dan estructura a mi relato, cuya fórmula es así de sencilla; comprar y luego contarlo, consumo + escritura. Todo con el objetivo de conocer, desde dentro y de cerca, esas partes de la industria y el negocio que, por motivos que iremos revelando en estas páginas, solemos desconocer o no suelen importarnos.

Niños futbolistas es, pues, el viaje en busca de un buen jugador para luego ofrecer el «producto» en Europa, principalmente España.

Para que fuese un experimento verdadero de periodismo cash, la idea era que se tratase, también, de una operación rentable, como ocurrió cuando compré a La Negra para escribir La vida de una vaca.

La Negra tenía una semana cuando cerré la transacción, y gracias a ella, durante tres años pude escribir sobre la cadena por la que pasa un ternero hasta que llega al plato. Claro que, por el camino, la claridad del claridad del planteamiento fue dando lugar a la incertidumbre.

La compraventa de un niño futbolista es más hermética y oscura que la de un ternero.

 

 

Extracto del capítulo "El prólogo" de Niños futbolistas

 

 

@menesesportatil 

 

 



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5 de junio de 2013
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