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El arte del conflicto

Habitamos las escenas que nos procuran la fortuna o la deriva, el amor o el trabajo, y, en general, huimos del conflicto. Excepto aquellos que viven dispuestos a saltar como un tigre, que no temen al combate verbal ni emocional -sino todo lo contrario, les estimula-. La convivencia en sociedad implica un amplio ejercicio de tolerancia respecto a los otros. En la vida de una pareja, por ejemplo, para evitar el conflicto se postergan asuntos en los que prevalece un profundo desacuerdo: desde el trato con las familias políticas hasta la cronificada impuntualidad de uno de sus miembros. ¿Por qué convocar los discursos avinagrados, las palabras mal dichas e incluso algún que otro portazo como expresión visceral pero también simbólica para zanjar una conversación? En verdad, las sacudidas a la pobre puerta tan sólo transfieren a la carpintería la ira dirigida a la persona. Pero tal como nos recuerda uno de los filósofos del momento, Peter Sloterdijk: “La buena ira, según Aristóteles, es el sentimiento que acompaña al deseo de justicia. Una justicia que no conoce la ira es una veleidad impotente”. La buena educación exilia a menudo a la verdad. Bien lo saben las mesas burguesas donde ni religión, ni política, ni dinero forman parte del guión. A fin de esquivar la confrontación, o ese momento abrupto en que dos empiezan a discutir provocando un enorme displacer al resto de comensales, nuestra cultura se ha acostumbrado a otorgar en público, aunque en privado se esté en desacuerdo. A sonreír con lo que en verdad le escandaliza, e incluso a no salir en defensa de un amigo cuyo nombre, en su ausencia, es mancillado. Ello forma parte de la conducta evitativa del conflicto, poco ejercitados como estamos en el arte de disentir (aunque pretendamos que nuestros representantes sean auténticos linces en ello). Cuando no se trata abiertamente un conflicto, este se cronifica; y el estallido que genera es mucho más dañino. Kíev, Damasco, Caracas… Heridas sin cauterizar provocadas por luchas de poder enquistadas tras largos años de eufemismos, vanas esperanzas, alientos mediáticos y miradas a otra parte. La política es un arte milenario que pone en juego el conflicto, ya sea sofocándolo o, por el contrario, echando gasolina al fuego. Pero, ¿se nos ha enseñado a discutir con buen talante, a escuchar y razonar frente aquel que no piensa como nosotros? ¿Qué nos priva de llevar la contraria a un antagonista sin que ello altere nuestra percepción del otro como persona? En el caso de las mujeres, aún es más profunda la brecha: sostener una posición confrontada a la de otra mujer en público viene a ser algo parecido a la traición, mientras que en privado su nombre puede quedar reducido a piltrafa. No debería ser tan complejo diferir y refutar. Porque no afrontar un conflicto equivale a dejarse comer por la carcoma.

(La Vanguardia)

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3 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El director y la pianista

Si algo singulariza la carrera de la pianista venezolana Gabriela Montero (Caracas, 1970) ha sido su interés por revitalizar el casi extinto arte de la improvisación clásica. Al menos hasta mediados del siglo xix, esta práctica estaba firmemente anclada en la tradición occidental y figuras como Mozart, Beethoven o Liszt eran tan apreciadas por sus obras como por su capacidad inventiva. En las décadas siguientes, la improvisación desaparecería casi por completo de este repertorio para asociarse con el jazz (y después con la música contemporánea). De allí el furor con que son acogidos los recitales de Montero, en los cuales no duda en valerse de temas de compositores canónicos -o populares- para demostrar su excepcional imaginación musical.

            Hace unas semanas, Montero -quien vive en Estados Unidos-, dejó la improvisación pianística y, frente a los hechos de violencia que se suceden en su patria, se atrevió a dirigir una dura carta a José Antonio Abreu, el fundador de El Sistema, el admirable modelo de orquestas juveniles que tanto bien le ha hecho a la sociedad venezolana, y sobre todo a Gustavo Dudamel (Barquisimeto, 1981), la mayor estrella del proyecto, actual director de la Orquesta Simón Bolívar y de la Filarmónica de Los Ángeles.

En su carta, Montero afirma: "Ayer, mientras decenas de miles de manifestantes pacíficos marcharon en Venezuela para expresar su frustración, dolor y desesperación por el derrumbe total cívico, moral, físico, económico y humano de Venezuela, y mientras el gobierno, milicias armadas, Guardia Nacional y policía atacó, asesinó, hirió, encarceló e hizo desaparecer muchas víctimas inocentes, Gustavo y Christian Vázquez dirigían sus orquestas celebrando el Día de la Juventud y los 39 años del nacimiento de las orquestas. Tocaron un concierto mientras su pueblo fue masacrado." Y concluye: "No más excusas. No más ‘los artistas están por encima de todo'. No más ‘Hagámoslo por los niños'."

            En un breve comunicado, Dudamel respondió a las acusaciones afirmando que El Sistema debe mantenerse por encima de la política, pues su labor es fundamental para Venezuela. Luego, cuestionado por la prensa a su regreso a a Los Ángeles, emitió un segundo comunicado donde afirmó: "La música es nuestro lenguaje universal de la paz y por esa razón lamentamos los acontecimientos de ayer [...] Con nuestros instrumentos en la mano le decimos no a la violencia y un abrumador sí a la paz".

            El tono de la respuesta -calificado por sus críticos como propio de una miss Venezuela- no ha calmado los ánimos, sobre todo si se suma a otros dos momentos que parecerían reflejar la cercanía de Dudamel con el régimen: cuando apareció en la primera transmisión de la cadena RCTV, recién expropiada por el gobierno, y cuando se apresuró a saludar a Maduro tras las muy cuestionadas elecciones de 2013. Celebrado en el marco de la polarización que sacude a su país, la polémica entre la pianista y el director de orquesta conduce inevitablemente al viejo debate sobre el papel que los grandes artistas -y sobre todo los grandes artistas mediáticos, como Dudamel- han de desempeñar frente a sus sociedades.

            Nadie duda que El Sistema, creado mucho antes del chavismo pero abrazado por él, es uno de los programas sociales más exitosos del planeta, al tiempo que la Orquesta Simón Bolívar y figuras como Dudamel se han convertido en la mejor cara del país, y un enfrentamiento entre éste y el gobierno de Maduro de seguro tendría impacto en su funcionamiento, pero esta consideración pragmática no debería ser determinante para juzgar al director. Frente a los claros hechos de represión orquestados por Maduro -ahora también documentados por Montero en un video-, muchos esperarían que Dudamel condenase firmemente la violencia en vez de enroscarse en su vago discurso a favor de la paz.

            Si bien Dudamel preferiría mantenerse al margen de la política, su relevancia internacional le impide pasar inadvertido. Estar contra la violencia, en abstracto, no significa nada; si de plano buscaba no desafiar al gobierno, quizás hubiese bastado con que lamentase las muertes concretas producidas por la represión o que hiciese un mínimo gesto musical hacia ellas. En circunstancias extremas, la neutralidad se torna imposible y no hacer nada se convierte en sinónimo de apoyo al régimen.



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3 de marzo de 2014
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Zuckerberg o ser joven como tendencia

El mensaje de despreocupación formal del creador de Facebook se ha suavizado estos días en Barcelona, acaso tras la compra de WhatsApp. Olvidó sus chanclas playeras en California, e incluso hizo el esfuerzo de enfundarse una sudadera de etiqueta ?negra y sin logos? para saludar a los Príncipes; mientras que su esposa, Priscilla Chan, se embozaba una rústica bufanda a cuadros, casi a modo de esas mascarillas antipolución que tanta querencia tienen entre los orientales cuando viajan.

La pasarela del Mobile World Congress dicta una nueva etiqueta: si quieres que te tomen en serio, no lleves traje y corbata; su uso queda restringido a las autoridades (a quien ya casi nadie toma en serio). El nuevo estilo global, surgido de las tierras rojizas y los cubos de cristal de Palo Alto, representa el suspiro que media entre la tecnología y la magia. La que han sabido alumbrar unos muchachos desgarbados que siempre fueron los raros de la clase, nerds y geeks convertidos en magnates de la comunicación que hoy festejan los cumpleaños ?como el del flamante socio Jan Koum? con Dom Pérignon. Hace unos meses, la revista Esquire eligió a Mark Zuckerberg uno de los hombres peor vestidos del mundo. ?No importa cuanto dinero tengas y cuantos secretos de la gente quepan en la palma de tu mano digital, no puedes aparecer en un evento de etiqueta con camiseta y vaqueros y esperar ser tomado en serio?, sentenciaba. Pero la imparable cotización de sus empresas parece demostrar lo contrario. Es la venganza de los Zuckerberg, Zaryn Dentzel, de Tuenti o Sundar Pichai, de Google.Los tecnogurús no se limitan a dictar un nuevo dress code, sino que transmiten una actitud desacomplejada: solo hace falta observar cómo hablan en público, interpretando sus speechs sin papeles (a años luz de los vacilantes oradores hispánicos) e insistiendo en vender valores con aires naif: ?ayudaremos a la gente a comunicarse con sus seres queridos?. En la última década, los kidults han inundado las avenidas del pulpo terráqueo con tejanos desgastados, zapatillas de diseño, sudaderas con capucha y pantalones. La juventud se ha convertido en tendencia, justo cuando desaparece la hegemonía de las tendencias. Los adolescentes se adultizan al tiempo que los mayores se disfrazan de chavales, azuzados por sus experiencias frente a una pantalla en las que entre el trabajo y el juego solo hay un clic. Tanto es así, que los censores de la nada se apolillan, mientras los optimistas hurgan en el armario de sus hijos para solventar otro tipo de déficit patrio: la falta de modernidad.

(La Vanguardia)

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2 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Historia de las tierras y los lugares legendarios

No deja de ser curiosa y aun notable la trayectoria intelectual de Umberto Eco. Debutó como filósofo y medievalista y luego amplió su campo de curiosidad a la semiótica, haciéndose más tarde una autoridad en el campo de la comunicación de masas. Pero en torno a los cincuenta años de edad decidió que su vida necesitaba un aliciente más allá de la academia y se descolgó con una novela, El nombre de la rosa, que fue un bombazo editorial a escala mundial. Después escribió tres o cuatro novelas más que no alcanzaron la aceptación y la difusión de la primera, pero ésta ya le había asegurado el pago de la electricidad y otros gastos hasta el final de sus días. Y cuando parecía satisfecho con lo conseguido, al acercarse a los ochenta años decidió darle un nuevo giro a su vida y se adentró en el campo de la divulgación fina: Historia de la belleza (2004), Historia de la fealdad (2007) y El vértigo de las listas (2009).

                Por descontado que su nombre y el número que ocupa en el ranking de ventas mundiales le permiten tener un equipo de colaboradores que le facilitan el trabajo. El dirige, ellos buscan lo que se les pide y con el material acumulado entre todos se confeccionan estos libros intachables  y que buscan antes que nada adentrar al lector en unas regiones del espíritu tan amplias (como la belleza y la fealdad, nada menos) que antes sólo podían ser recorridas de las mano del erudito (un camino directo y seguro pero casi siempre arduo) o del divulgador, un obrero especializado que goza de muy mala fama pero que ve parcialmente dignificado su oficio cuando lo ejercen personas como Eco.

                Según dice él mismo, en Historia de las tierras y los lugares legendarios ha querido mostrar “la realidad de las ilusiones”. Y puesto que el ámbito de la ilusión es infinito, Eco ha preferido ceñirse, como bien dice el título, a las tierras y lugares legendarios. Aun así, aunque el recorte es serio, la propuesta final es extrema. Desde los primeros y en ocasiones ingeniosísimos intentos por explicar la Tierra, a territorios avalados por la Biblia o vigorizados por Homero, o desde continentes volatilizado hasta islas utópicas o  lugares no novelescos, el lector va a adentrarse en un sugestivo viaje en torno a la fantasía humana.

                Para sistematizar en lo posible tan ingente material, Umberto Eco ha optado por hacer una introducción en la que pone un poco de orden en el estado de cada cuestión, situando histórica y geográficamente los temas y avanzando el veredicto de la actualidad a los mismos. Y vale como ejemplo la curiosa cuestión de las antípodas: incluso los defensores de la esfericidad de la Tierra tenían dificultades para aceptar que en el otro lado hubiese gente viviendo cabeza abajo, un problema que se agravaba por el hecho de que al pertenecer a zonas desconocidas, seguramente no les habría alcanzado la redención por la muerte de Cristo, y cómo se podía aceptar semejante escándalo. Y otro tanto les ocurría a quienes defendían, siguiendo a la Biblia, que la Tierra tenía forma de tabernáculo, pues entonces qué hacer con la bóveda celeste, el sol, la luna y las estrellas. Una vez establecido el estado de la cuestión, vienen unos textos, por lo general breves pero bien escogidos, de autores que van desde los presocráticos a los contemporáneos y en los que cada autor expone su propia tesis. Por seguir con el tema de las antípodas, es enternecedora la indignación de Lucrecio contra “las quimeras que el vano error hace imaginar a los necios porque han adoptado una teoría absurda”. Todo por sostener que había gente viviendo cabez abajo sin caerse, como si estuviese reflejada en el agua. 

                Y por en medio, están las magníficas ilustraciones. A veces hacen referencia y, como dice su nombre, ilustran el texto que aparece a su lado, pero en muchas ocasiones son un documento en sí mismas que justifica su presencia por su belleza y su valor documental pero que exigen de manera casi imperiosa el continuo recurso a Internet para completar la información que los sucintos pies de foto no dan. Basta abrir el libro por cualquier página al azar para encontrar ejemplos de lo que digo: “Olaus Rudbeck muestra la  posición de la Atántida.Frontispicio de Atlántica sive Manheimn, de Olaus Ruddbeck, Uppsala, 1679", En este caso se trata de un minúsculo grabado (pág. 191), pero pasa lo mismo con una supuesta pero regia destrucción de la Atlántida a todo color y a doble página obra de un tal Thomas Cole, de 1836, perteneciente a la colección de la New York Historical Society. Con el agravante de que una vez satisfecha la curiosidad visual queda el apetito por adentrarse un poco más en las sugerencias de los pequeños textos seleccionados. O sea: no es un libro para despachárselo de una sentada sino para irlo degustando poco a poco sin miedo a los laberintos que se abren en cada capítulo.

 

Historia de las tierras y los lugares legendarios

Umberto Eco

Traducción de María Pons Irazazábal

Lumen   



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2 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ante el vacío geoestratégico

El vacío de poder interior se tragó a Yanukovic el viernes 22 de febrero, en un movimiento todavía inexplicado y quizás inexplicable, justo después de firmar con la oposición un acuerdo patrocinado por la Unión Europea con participación de Rusia. También el vacío de poder, pero a escala internacional, se está tragando en pocas horas la integridad territorial del país, con la ocupación de la península de Crimea por las tropas rusas, desoyendo las advertencias de Naciones Unidas, de las cancillerías europeas y de Washington. Estados Unidos, la solitaria superpotencia que lideró y venció la guerra fría, se halla retranqueada en una política exterior reticente, en la que prefiere que sean otros los que se sienten en la silla del conductor, incluso cuando no conducen a su gusto como está ocurriéndose con los europeos en Ucrania. Obama se ha visto obligado a salir al paso para señalar que la invasión rusa de Crimea tendrá consecuencias porque sabe que su silencio las habría tenido, y mucho mayores, como forma de incomprensible aquiescencia con Moscú. La crisis con Rusia se produce apenas unos pocos días después de que el secretario de defensa, Chuck Hagel, anunciara una reducción del Ejército a las dimensiones anteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando Washington se lavaba las manos de lo que ocurriera allende de su continente. También la UE se encuentra ocupada en completar el edificio del euro mediante una unión bancaria trabajosamente construida, con el objetivo de impedir la repetición de una crisis de las deudas soberanas como la que estuvo a punto de terminar con la moneda única. Ni la política exterior, ni los organismos de seguridad de los europeos, Alianza Atlántica incluida, se hallan preparados para abordar una crisis como la de Ucrania en su propia frontera. Según uno de sus más destacados ministros de Exteriores, los europeos hemos sobrestimado el atractivo de nuestras ofertas comerciales y financieras a Ucrania y evaluado incorrectamente la efectividad y los instrumentos de acción duros de una superpotencia como Rusia. Los dos países europeos mejor preparados militarmente, que son Francia y Reino Unido, no han aparecido formando tándem como en otras ocasiones, como hicieron en Libia en 2011, fundamentalmente por la inhibición de Londres, cada vez más desentendida de los asuntos continentales: a David Cameron le preocupa más la llegada de inmigrantes de Europa oriental y la devolución de competencias de la UE que la atención a los demandas europeístas que llegan desde Ucrania. El cansancio geoestratégico exhibido por EE UU tras sus dos guerras en Irak y Afganistán también afecta a todos los países de la UE, concentrados en su desafección por la política y por la construcción europea y arrastrados por sus populismos a la xenofobia y a las políticas contrarias a la inmigración. Las hipotéticas ampliaciones y los tratados de asociación solo interesan a los países vecinos directamente concernidos, como es el caso de Polonia con Ucrania. Por eso tuvo que ser el llamado Triángulo de Weimar, creado en 1991 por París, Berlín y Varsovia e inicialmente pensado al servicio de la integración de Polonia, el que se ocupó más directamente desde la UE del seguimiento y resolución de la crisis ucrania. Los tres ministros de Exteriores, el francés Laurent Fabius, el alemán Frank-Walter Steinmeier, y el polaco Radoslaw Sikorski, estuvieron negociando con Yanukovich y el enviado especial de Putin junto a la plaza Maidán en la noche infernal en que los revolucionarios caían como moscas bajo el fuego de los francotiradores. Todo ellos realizaron declaraciones en las horas posteriores a un acuerdo que primero parecía exitoso y a las pocas horas quedaba inutilizado por la huida y deposición del presidente. Según Fabius, ?hay que evitar a toda costa tratándose de Ucrania de que les obligue a escoger entre Rusia y la UE?. Según Steinmeier, ?Rusia es un país europeo y debe seguir siéndolo?. Y según Sikorski, ?el espíritu del acuerdo debe ser respetado?. Es evidente que los hechos todo lo han desbordado, el acuerdo y su espíritu, y que ahora son nuevos hechos sobre el territorio de Ucrania, en Crimea principalmente, los que anulan las declaraciones y las buenas intenciones. A pesar de la exhibición de poder militar realizada en las últimas horas, también Rusia se halla en un momento de especial debilidad, que en su caso la conduce fatalmente a encelarse en la vieja trinchera de la guerra fría. Moscú está moviendo sus piezas de ajedrez con cautela y en sordina, con el propósito de amortiguar las vulneraciones de la legalidad internacional que comporta invadir un país soberano. Hay una larga experiencia en el Kremlin respecto a intervenciones militares en territorio imperial, desde Hungría en 1956 hasta Georgia en 2008, y en cada una de ellas se han utilizado instrumentos distintos pero que responden todos a patronos similares, sea la bandera del internacionalismo comunista, sea la solidaridad con los ciudadanos rusos de todo el antiguo imperio: uso de tropas sin distintivos o paramilitares, llamamientos de las autoridades locales y de los líderes depuestos o apelaciones a la seguridad y a los intereses rusos, bien claros en el caso de la flota del Mar Negro con sede en Sebastopol. Aquel imperio ruso que según Kissinger avanzaba cada año desde Pedro el Grande (1721) el equivalente a un territorio como el de Bélgica, ha encogido ahora hasta situarse en 1654, cuando su padre Alexis I, segundo de los Romanov, fusionó Rusia y Ucrania. El éxito en los juegos de invierno de Sotchi o el protagonismo diplomático en la crisis siria y en la negociación nuclear con Irán no permiten esconder el continuo retroceso territorial, la debilidad demográfica y la pérdida de influencia mundial desde la desaparición de la Unión Soviética, cuando se produjo, en palabras de Putin, ?la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX?. Con la URSS el imperio territorial que arrancó en tiempos de Iván el Terrible llegó a su cénit histórico y ahora está acercándose a toda prisa a su ocaso. Crimea, la península ahora disputada, tiene exactamente el tamaño de Bélgica. Ucrania es la cuna y a la vez el nexo europeo de Rusia. Irrenunciable para su nacionalismo e imprescindible para su vocación occidental y para actuar como contrapeso a la inacabable dimensión asiática. Ni la guerra, ni la fragmentación, ni siquiera la bancarrota que se anuncian en Ucrania convienen a los intereses de Rusia. Pero es difícil que el señor del Kremlin no se sienta impelido a convertir la pesadilla de la decadencia en el sueño improbable de una grandeza restaurada, aunque el daño que cause con el uso de la fuerza a los ucranios, a los europeos y a sí mismo sea mucho mayor que los bienes presumibles que quiere defender.



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2 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gaziel, el periodista del siglo

Poco a poco va emergiendo esa figura impresionante, más ninguneada que conocida, incluso en su propio ámbito catalán. Pero siempre lo hace de forma fragmentaria, insuficiente, sin imponerse entre los lectores cultos como merece quien ha sido probablemente, al final de las cuentas, el primero y más destacado de los periodistas españoles del siglo XX. Circunstancias singulares han propiciado el rebrote de estos días. De una parte, el centenario de la Gran Guerra, en la que España no estuvo, pero sí estuvieron sus periodistas, con nuestro personaje en primera fila, como uno de los más puntuales y magistrales corresponsales de guerra. De la otra, el actual y complejo avatar del catalanismo, situado en un viraje político que demanda inmediatamente la observación comparativa con los hechos de octubre de 1934, cuando un presidente de la Generalitat, Lluís Companys, se levantó en armas contra la República que había reconocido la autonomía de Cataluña. Lean y vean si sirven para nuestra actualidad las severas admoniciones y lamentaciones del director de La Vanguardia, recuperadas por primera vez hace diez años por Xavier Pericay en la antología Cuatro historias de la República junto con textos de Julio Camba, Josep Pla y Manuel Chaves Nogales, y ahora por Jordi Amat en el volumen de la Biblioteca del Catalanisme titulado Tot s?ha perdut (no se desanimen quienes no lean catalán, puesto que los artículos están en castellano). Una de las ramificaciones del actual debate sobre los planes independentistas de Artur Mas se centra en el paralelismo con el Lluís Companys de 1934 y en la discusión sobre la vigencia de las severas críticas que le hizo entonces el periodista catalanista. Con su acto insurreccional, el presidente de la Generalitat se levantó contra la legalidad republicana de la que emanaban tanto el autogobierno catalán como su propia autoridad como representante ordinario de la República en Cataluña; puso seriamente en peligro el futuro de la autonomía catalana, intervenida primero por el Gobierno republicano (hasta 1936) y luego violentamente suprimida por las armas franquistas en 1939; y finalmente, hizo una exhibición de flagrante irrealismo en cuanto a realizar un buen cálculo de la correlación de fuerzas. Todo esto, entre 1914 y 1934, bastaría para justificar el rebrote editorial y literario de Agustí Calvet 'Gaziel'. Pero hay más, descontando su prolongada y meritoria labor como director de La Vanguardia (1923-1936), periódico que se consolidó durante sus años como el diario de referencia barcelonés hasta situarle a él mismo como el mejor director de su historia centenaria. Nada puede entenderse de la actual circunstancia española, crisis catalana incluida, sin la lectura de 'Gaziel' y más en concreto de sus severas e imprescindibles Meditaciones en el desierto, expresión de amargura y desengaño en todas direcciones ?la República, las democracias occidentales, las clases dirigentes españolas, Estados Unidos??, pero también hacia los dirigentes del catalanismo conservador, que ?políticamente no han dejado nada, pero económicamente se han enriquecido todos?.



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1 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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59. El malvado Ego

En 1961, el escritor polaco Stanislaw Lem publicó Solaris, una de las mejores novelas del siglo XX. En ella, se describe el planeta homónimo, un océano inmenso capaz de pensar y alterar estados de la conciencia, hermoso, perfeccionista, preparado para analizar a sus observadores -hay una constante reflexión sobre el método científico a lo largo de toda la novela-, y de generar unas formas llamadas mimoides con las que reduplica realidades ajenas, las humanas entre ellas, para reproducir lo que sucede en las originales y entenderlas. La complejidad metafísica y psicológica de esta novela atrajo rápidamente el interés del cine, y se han hecho hasta tres adaptaciones de la obra: la de Nikolai Niremburg en 1968, la maravilla homónima de Andréi Tartokvski en 1972, y una protocolaria y feble revisión de Steven Soderbergh en 2002. / Cinco años después de la publicación de Solaris, la casa Marvel hace aparecer en el número 132 de Thor un nuevo supervillano llamado Ego, también conocido como The Living Planet. Como no soy experto en cómics, ignoro si es una consecuencia directa de la obra de Lem, pero podría perfectamente serlo. Ego es un planeta cruel y sediento de poder, que a lo largo de sus numerosas apariciones en diferentes historietas de superhéroes, intenta adueñarse del Universo y destruir la Tierra.

 

 https://marvel.com/universe3zx/index.php?title=File:Ego.jpg&filetimestamp=20060727075011

 

Es un planeta sabio, capaz también de la reflexión y la recreación de sí mismo en el exterior, y de hecho una de sus mutaciones más interesantes se llama Ego-Prime. Ego-Prime nace cuando la aventurera extraterrestre Tana Nile toma un pedazo de Ego para fertilizar con él planetas muertos; su propósito se ve interrumpido cuando el resto material del planeta viviente se apodera de la conciencia de Nile y nace Ego-Prime, una especie de mini-yo malvado del súper-malvado Ego. El planeta viviente y sus proto-formas son combatidas y derrotadas por Galactus y el resto de héroes, aunque siempre suele sobrevivir y reencarnarse en alguna forma, como las emanaciones corpusculares de Solaris.

 

 https://31.media.tumblr.com/1bc0225096ee96ba6c3469dad0c0542c/tumblr_n0x73q1AYL1rur0aro3_1280.jpg

Vivimos en los tiempos de los selfies y el yo autoreflexivo. Haciendo una leve trasposición, en la literatura también nos encontramos con que el Ego puede ser un archivillano, una poderosa fuerza del mal, que acaba asolando mundos (narrativos) debido a la falta de control del egocentrismo soberbio. Cuando Charles Xavier, el personaje telépata de los X-men, mira al interior del planeta Ego, "looked into the mind of Ego and found madness, which immediately told him that Ego could not be reasoned with" (wiki de Marvel). Irrazonable es también el yo que intenta apoderarse de los libros y hace pasar las novelas del lado claro de la autobiografía disfrazada al lado oscuro de la fuerza, a la región tenebrosa de la literatura egódica más rechazable, dirigida por un personaje que no es más que un pequeño Ego-Prime del autor. Quién nos defenderá de las autoficciones desatadas, aquellas carentes de autocrítica y volcadas al autobombo; qué superhéroe vendrá a protegernos de Ego, el planeta cruel, compuesto de la misma materia de nuestras pesadillas.

 

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[Imágenes tomadas de Marvel Universe Wiki, https://marvel.com/universe/Ego, y del blog http://jthenr-comics-vault.tumblr.com/]



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28 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El entrenado y el advenedizo

 
Los ancianos de la aldea recordamos un desaire parejo hecho al presidente Sarkozy y su réplica, ábrete chorralaire, le costó luego el presidenciato, porque quedó tan claudius cualquierus, tan como tú y como yo, que cayó mal. Aquí el jefe del Estado in pectore suo se ve que ha sido entrenado para el caso y reacciona tan más allá de como es debido que casi agrada sólo a los maleducados. Con todo mi desinterés por las jefaturas y a cuál de sus encarnaciones debamos adorar, reconozco la superior idoneidad del entrenado sobre el advenedizo. Otra cosa es si el protocolo para el caso del tonto del vot debe o no ser revisado.


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28 de febrero de 2014
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El Boomeran(g)
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