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Piloto automático

No es la señal de que ha terminado un tiempo ingrávido, con la suerte echada al sol y los dedos pegajosos de helado. Ni siquiera que vuelvan las rutinas, algunas de las cuales esperamos impacientes pues nos ocupan de falsas urgencias. Sólo hace falta observar el ritmo desenfrenado que ha adquirido la actualidad a partir de septiembre para concluir, una vez más, que el tiempo es invento. Pujol soltó su bumerán antes de que se abriera el cielo de agosto, panzudo y laxo, justo cuando nos disponíamos a tomar distancia de la realidad, cosa que hay que hacer al menos dos veces al año. Hubo estupor, indignación, decepción, ingenuidad y tristeza, sentimientos que se anclaron a las boyas y flotaron haciéndose los muertos. En su letargo, se insuflaron de vigor para reaparecer con las uñas bien afiladas justo cuando los periódicos aumentan el número de páginas. Una calma sostenida, irreal, que, justo cuando los colegios inician su limpieza a fondo, reventaría sus costuras. No sé bien si hemos vuelto o nos han devuelto a la rutina. Hace años que el libre albedrío ha sido puesto seriamente en duda por la neurociencia. Activada de nuevo la maquinaria del sistema, parece que no hay tregua para seguir pensando, o mejor, creyendo en las musarañas. El jaleo diario, incluso en los pueblos, disipa la somnolencia y la promesa de encontrarse a uno mismo. Y los propósitos se van aguando, al mismo ritmo que el bronceado, porque tampoco estaban antes en nuestras vidas, y ya íbamos tirando. Aún más determinados que de costumbre por la teoría y la práctica económicas -el precio del dinero cae por los suelos; como ya sabíamos en vacaciones, Francia entra en recesión…- una onda expansiva invita a tomar conciencia. Se trata del mindfulness, como se denomina ahora a la capacidad de tener conciencia plena sobre el presente. La indulgencia va en los genes: dicen que en el espejo nos vemos mejores de cómo somos gracias a un mecanismo de supervivencia. Pero también el pánico está inscrito en el ADN. “Incluso cuando en apariencia las cosas van bien, tengo la sensación de estar en el filo mismo de la navaja, entre el éxito y el fracaso, entre justificar mi existencia y revelar que no merezco estar vivo”, escribe Scott Stossel en Ansiedad (Seix Barral), una narración lúcida y divertida de su lucha vital contra el gran mal de nuestro tiempo. El ruido mental abstrae y aísla. Conectamos el piloto automático para que dé órdenes al cuerpo sin enterarnos. Sobran las coartadas con las que podemos envolver nuestra impotencia. Decimos “no puedo con esto, o con lo otro” pero nos las vamos arreglando, como le sucedió a Stossel, que acabó rentabilizando su ansiedad con un best seller. Puede que de todos los propósitos, el más sensato sea el de seguir viviendo algunos días como si fueran de agosto, porque, más que un mes, agosto es un estado mental, desocupado y pleno, acaso el único mes del año en el que no nos hace falta el piloto automático.

(La Vanguardia)

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8 de septiembre de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Esos incómodos futuristas

  No hay momento adecuado para ver una exposición de los futuristas. La más ambiciosa en mucho tiempo, la del Guggenheim en Nueva York --con más de 350 cuadros y objetos reunidos--, la vi hace un par de semanas, cuando llegaban noticias de enormes cantidades de muertos por guerras en Palestina, Siria, Irak, Ucrania. Casi a la entrada me encontré con una frase del manifiesto de Marinetti, publicado en 1909: "La guerra es higiene". Como otros artistas del período, Marinetti sentía que la sociedad europea estaba "enferma" -el vocabulario biológico estaba de moda- y creía que la guerra sería un modo "terapeútico" de apurar la renovación de ese cuerpo en ruinas. El desastre que significó la primera guerra mundial probó todo lo contrario.

Es inevitable, entonces, la incomodidad que tenemos con los futuristas. ¿Qué hacemos con ellos? Por un lado, artistas geniales, como lo muestra el Guggenheim, capaces de moverse en múltiples terrenos, pioneros de tendencias que hoy son parte del paisaje artístico, como el trabajo con el diseño y la publicidad, o las performances y happenings; por otro, consistentemente equivocados en sus ideas, misóginos que abrazaban la causa fascista y dedicaban cuadros a la exaltación de los triunfos bélicos y al poder de la tecnología al servicio de la violencia.

De esa incomodidad se aprovechó Roberto Bolaño al crear al personaje de Carlos Wieder en Estrella distante: en el contexto del Chile más duro de la dictadura de Pinochet, este aviador neofuturista escribía poemas fugaces de elogio a la muerte en el cielo. Si la vanguardia clásica trataba de acabar con la distancia que existía entre el arte y la vida y hacer que este fuera parte de la cotidianeidad -muchos futuristas se enrolaron en el ejército italiano durante la primera guerra mundial--, resulta perversamente lógico que Wieder una su producción artística con su ideología fascista y presente una muestra de fotos de mujeres torturadas y asesinadas por sus propias manos.

En los libros de historia del arte, el futurismo termina con la primera guerra mundial y palidece ante el empuje del cubismo y el surrealismo. La exposición del Guggenheim presenta una historia más larga y compleja, y dura hasta 1944, año de la muerte de Marinetti. De la primera generación destacan las dinámicas esculturas de Boccione, que intentaba lo imposible: capturar el movimiento en una estatua. La segunda y casi desconocida generación recibe un lugar importante y descubre a dos artistas de pronto actuales: Fortunato Depero, con su obsesión por los autómatas y su fascinación por la publicidad (sus diseños originales para Campari le dieron su sello de distinción a la compañía), y Benedetta Cappa, esposa de Marinetti, cuyos murales en el edificio del correo en Palermo apuntaban a un futurismo más cósmico y espiritual.   

Los curadores del Guggenheim muestran qué hacer con los futuristas: contextualizarlos, no eludir sus aristas más polémicas, apuntar sus limitaciones, presentar qué de ellos trasciende a su período histórico y nos habla hoy. Queríamos consignarlos al sótano maligno del siglo XX. Pues no, son más que eso. La exaltación de la guerra y la casual misoginia ya no cuelan, pero, ¿no estamos hoy tan enamorados como ellos de la velocidad de nuestras máquinas?

 

(Qué Pasa, 4 de septiembre 2014



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7 de septiembre de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El valor de la cultura

El Fondo de Cultura Económica. Fundado en 1934 por un grupo de intelectuales encabezados por Daniel Cosío Villegas. 80 años después, es la editorial más importante de América Latina. El Festival Internacional Cervantino. Creado en 1972, en Guanajuato, donde veinte años atrás se comenzaron a escenificar los entremeses de Cervantes dirigidos por Enrique Ruelas. 42 años después, es el festival de música y artes escénicas más importante de América Latina. La Feria del Libro de Guadalajara. Fundada en 1987 por el entonces rector de la Universidad, Raúl Padilla López. 28 años después, es la feria del libro más relevante de la lengua española.

            Tres instituciones modélicas. A las que habría que añadir otras tantas. Canal 22, que empezó a transmitir en 1993 a iniciativa de un grupo de intelectuales. Un espacio televisivo único en el ámbito hispánico. El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Instituido en 1989 y, pese a las críticas, uno de los sistemas de apoyo a la creación más amplios y eficaces del mundo. Y otras tantas que comienzan o perfeccionan su andadura. Todos estos organismos fueron creados durante la época en que el PRI era el partido hegemónico, pero, gracias a los esfuerzos de la sociedad civil y de numerosos intelectuales, políticos y gestores que pensaban más en el futuro de México que en su beneficio, consiguieron eludir su control para convertirse en auténticos pilares de la cultura -de la cultura universal. Si bien a lo largo de su historia no han dejado de verse sometidos al capricho de los gobernantes en turno, o de sus directivos, han resistido los más severos embates -piénsese en el despido fulminante de Arnaldo Orfila del Fondo- y jamás han dejado de cumplir su función: llevar la fuerza de la cultura no a las clases privilegiadas, sino a ese sector de la población que ha sabido abrirse paso hacia nuestra incipiente clase media gracias a su voluntad de superación.

            Quienes en estos días han pedido la desaparición del FCE porque en teoría sus subsidios sólo benefician a los más ricos no comprenden que, si nuestros índices de lectura son bajos, lo serían mucho más si careciéramos de él. Quienes más se benefician de los libros del Fondo -la mayor parte de los cuales jamás serían publicados por editoriales privadas-, igual que del Canal 22 o el Cervantino, son justo esos jóvenes que, sin demasiados recursos, se abren por primera vez al arte y la cultura. Justo aquellos que, a la larga, se convertirán en los más severos críticos de los males del país -y de esas instituciones. Lo que no acaba de entenderse es que la cultura no es un bien suntuario, diseñado para entretener a unos cuantos privilegiados, sino un instrumento de transformación social e individual que debe estar al alcance de todos.

            Desde hace milenios, la cultura ha sido subsidiada en todo el orbe de una forma u otra. En la antigüedad, por la gracia de mecenas y príncipes. Y, en nuestros días, por dos modelos en cierto sentido equivalentes: el uso de recursos públicos (el sistema francés extendido a América Latina) o bien las donaciones que, en virtud de las ventajas fiscales que se les otorgan, realizan los más ricos en países como Estados Unidos. Ni el Met ni el cine de arte europeo, ni la Filarmónica de Berlín ni las pequeñas editoriales francesas, ni el Louvre ni el Festival de Edimburgo sobrevivirían ciñéndose a puros criterios del mercado.

            Si algo nos enseñó la Gran Recesión de 2008 es que dejar que los mercados se autorregulen es el camino directo a la catástrofe. Y si ello ocurre en el mundo financiero, aplicar este criterio al mundo del arte sería todavía más grave. No: ni las editoriales ni las galerías ni los festivales ni los productores audiovisuales privados podrán garantizar la pluralidad que se alcanzan cuando el Estado alienta estos ámbitos en aras del interés público. Ello no quiere decir, por supuesto, que éste se adueñe de esos sectores -el camino directo al autoritarismo y la censura- sino que equilibre los efectos del mercado, estimulando a aquellos creadores, gestores e instituciones que desaparecerían si quedaran al arbitrio de la libre competencia. Los mexicanos podemos renegar sin fin, legítimamente, de la banalidad o la corrupción de nuestros políticos y administradores. Pero, si de algo podemos sentirnos orgullosos -y basta escuchar a cualquier observador latinoamericano para entenderlo a cabalidad- es de nuestras mejores y más sólidas instituciones culturales.

 

Twitter: @jvolpi



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7 de septiembre de 2014
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Setenta años con la fórmula ideal

El ideal llega cada miércoles a los quioscos desde hace setenta años, debidamente hilvanado con bodas de ensueño, mansiones coloniales con amplias balaustradas y posados de lujo con personajes siempre dispuestos a empezar “una nueva etapa”. Dice Karl Ove Knausgard, con su escritura deshollinadora e irritante, en Un hombre enamorado (Anagrama) que “antes de Dostoievski, el ideal, incluso el ideal cristiano, siempre era puro y fuerte, pertenecía al cielo, a aquello inalcanzable para casi todo el mundo. La carne era frágil, la mente débil, pero el ideal inquebrantable”. Hasta que el ideal bajó a la tierra a posar para los fotógrafos y celebrar “la espuma de los días”. Así definió el primer ¡Hola! una pareja enamorada que vivía en Barcelona: El periodista palenciano Antonio Sánchez Gómez y su mujer, Mercedes Junco Calderón. Inquebrantable ha permanecido su ideal de felicidad, cuidadosamente diagramado por sus editores, capaces de captar el mundano vaivén que ha ido sustituyendo las barbacoas por las estatuas de Buda. La amabilidad almirabarada y los buenos sofás han conformado la fórmula de un tipo de couché rosa que, desde aquella primera portada, mitad figurín mitad ecos de sociedad, no ha podido ser emulado por ninguno de sus efímeros competidores. Para algunos despistados es aún una revista de peluquería, periodismo tout court, pero no existe voyeurismo capaz de idealizar la fama y de retratar la vanidad como el suyo. No podían encontrar, como celebración de su longeva vida, mejor ejemplo del ideal del siglo XXI para sus veinte millones de lectores en sus 30 ediciones que la boda de Brad Pitt y Angelina Jolie, en exclusiva mundial. Lo que la marca Apple significa en tecnología, la empresa Brangelina lo representa en Hollywood. Una leyenda contemporánea, carismática, multicultural, sin publicistas. Ellos mismos controlan su imagen: se plantan ante la homofobia, la violencia sexual o los abusos en los campos de refugiados. Su historia narra el encuentro entre un chico listo que iba para periodista (pero lo dejó semanas antes de graduarse para conquistar Hollywood con trescientos dólares en el bolsillo) con la hija de Jon Voight, de infancia oscura y belleza amenazadora. Hace sólo diez años llevaba colgado al cuello un frasquito de sangre de su marido, Billy Bob Thornton, pero un día Lara Croft dio paso a la Embajadora de Naciones Unidas, con camiseta ajada trascendiendo su filmografía de bajos vuelos. De sobra son conocidos sus comienzos adúlteros, pero su inteligencia semiótica -cuando ella regresaba de Camboya, él visitaba a niños enfermos de sida en África- ha podido con todo. Esta semana la originalidad barría a la excentricidad en una boda familiar (pocos se casan con seis hijos en primaria que dibujan los bordados del velo y se parten de risa en la ceremonia). Aún y así, todo parecía real, incluso el amor: luz blanca, pieles rosadas, y una conjura contra la sarnosa envidia. En este mundo desajustado, los cuentos de hadas sólo son encantadores si tienen fotogenia. El peso del apellido La hija de los Kirchner, con la misma nariz del padre, le pidió prestado el Facebook a la presidenta de Argentina para replicar informaciones publicadas en La Nación sobre su vida de lujo en Nueva York. En el mensaje abunda en todo tipo de detalles -incluido links- sobre la residencia de estudiantes donde habitó mientras estudiaba cine. “Lo que sí merece algunas reflexiones es cómo gente de presunto ‘nivel intelectual’ se ocupa de mentir y fabular sobre una chica de entonces, apenas 19 años. No es que me guste estar contando mi vida personal, pero ¿qué querés?”, lamenta Florencia, que añade que su pecado es ser hija de sus padres. La penalización por apellidos es un asunto que ocupa a las masas resentidas: hay que pagar el impuesto. Todopoderoso “A lo grande”, esa parece ser la fórmula del éxito de Amancio Ortega. Cada semana aparece una noticia de los metros ganados por sus Zara & cía. Edificios emblemáticos en las millas de oro, desde la Quinta Avenida hasta el paseo de Gràcia resumen su estrategia: Tratar el low cost como alta costura. Esta semana, orquestada por el dandy chic Eric Yerno, se ha inaugurado su nueva tienda-bandera de Massimo Dutti en la calle Serrano. Durante años, en la fábrica de Arteixo, con lavabos mixtos, una empleada que hoy es una célebre estilista le pedía dentífrico prestado a un señor con el que coincidía cada sobremesa. Sólo al cabo de dos años supo que se trataba de su jefe. Bajo perfil, altos vuelos. Un genio del lujo “Existe un lujo antes de Carcelle y otro después de Carcelle”, dijo el dueño de Printemps, Paolo de Cesare, cuando se anunció hace dos años que Yves Carcelle abandonaba la dirección de Louis Vuitton y pasaba a regir su propia fundación. En veinte años había conseguido convertir una marca de maletas artesanales en la quintaesencia del lujo contemporáneo. Siempre dio luz verde al talento: apoyó a diseñadores como Marc Jacobs y a artistas que, como Takashi Murakami, dotaron de innovación y aspiración a la firma. Un parisino simpático que se sentaba en el suelo con los periodistas y husmeaba pasión e ideas bajo las sillas. Fue un genio del marketing sin voluntad de serlo.

(La Vanguardia)

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6 de septiembre de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El califato está de moda

Una de las grandes ventajas del Estado Islámico de Irak sobre Al Qaeda es que ofrece a los militantes de la locura asesina el espejismo de un bien muy cotizado en la tradición del islamismo político. Es el califato, que enlaza con el Islam más puro y medieval en su fase de expansión guerrera, y sugiere que los fieles contarán por fin con un territorio delimitado y unas ciudades y un pueblo, árabe naturalmente, a su cargo. El terror es primordial para conseguirlo. Al enemigo exterior se le amedrenta rebanando cuellos de extranjeros y a los enemigos interiores con exterminaciones masivas de los creyentes de otras religiones, cristianos, yazidíes y también chiitas, y con la antiquísima técnica de no hacer nunca prisioneros ni dejar heridos: a los enemigos se les mata en calzoncillos y listos. Ahí le ganan la mano a los seguidores de Bin Laden, auténticos socialdemócratas al lado de la salvaje autenticidad genocida de sus competidores. Los del califato iraquí matan mucho más, se esconden mucho menos, van más lejos todavía en el reclutamiento de carniceros inhumanos europeos y saben utilizar la tecnología con más pericia. Encima, para coronar la faena, alientan a sus partidarios con esa ilusión tan del día de que contarán al fin con un Estado propio, nada menos que un califato, como sucedió tras la muerte del Profeta. Ayman Al Zawahiri, el sucesor de Bin Laden, no ha tenido más remedio que mejorar su oferta. Como en los tiempos del izquierdismo, en que nadie quería tener a nadie a su izquierda, en los califatos del siglo XXI nadie quiere quedarse corto en la carrera del genocidio. Por eso Al Qaeda se ha puesto también en la cosa de crear califatos allí donde alcancen sus bombas, fusiles y cuchillos. Una filial africana ya lo está creando en Nigeria, donde el estado norteño de Borno está a punto de caer en manos de Boko Haram. La casa madre, que ya lo tiene entre Pakistán y Afganistán, ha llamado a erigirlo en India, Myanmar y Bangladesh. El de Afganistán, a poco que sigan tan mal las cosas, será cosa hecha en cuanto se vayan del todo las tropas aliadas europeas y americanas. Y dentro de la fracción más radical y rebanadora de cuellos iraquí, donde el califato está ya instalado, hay marroquíes que llaman a reconquistar Al-Andalus, donde los Omeyas tuvieron uno hace algún tiempo: solo 11 siglos, pero importa poco a quien tiene buena memoria histórica. Puede parecer una broma, pero no lo es. Lo prueban las superproducciones gore de su departamento de propaganda y rebanado de cuellos. Su mensaje es claro y fácil de decodificar: acabaremos con vosotros si antes vosotros no sois capaces de acabar con nosotros. La OTAN debería hacer algo más que tomar nota. Es el peligro más serio que pesa sobre Europa desde la época de la destrucción mutua asegurada.



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6 de septiembre de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pynchon al cine.- Aparecieron algunas escenas de la versión…

Pynchon al cine.- Aparecieron algunas escenas de la versión fílmica de Inherent Vice, de Thomas Pynchon, que será dirigida por Paul Thomas Anderson. En la foto, Katherine Waterston, quien encarnará a Shasta. También actuarán Joaquín Phoenix, Benicio del Toro y Josh Brolin. La película se estrenaría el 12 de diciembre. La nota en Indiewire.



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4 de septiembre de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Semiótica del terror

El viento mueve la blusa de color naranja del reo y la vestimenta negra del verdugo bajo el espanto de un cielo azul y un sol radiante. Es un detalle realista más de esta secuencia tomada en mitad de una solitaria extensión desértica donde vemos a la víctima, de rodillas, y al asesino, desafiante y en pie, cuchillo en mano. Sorprenden la entereza y la parsimonia con que los dos condenados han recitado el terrible dicterio contra Obama al que culpan de sus muertes. Y la directa apelación amenazante del verdugo al presidente, con la punta del cuchillo, para que sepa que cada bombardeo sobre el Estado Islámico tendrá como respuesta un cuello occidental rebanado. En el primer vídeo en el que habla James Foley antes de ser decapitado, al final aparece Steven Sotlof, preparado para morir y ahora ya asesinado, con el anuncio de la siniestra lista de espera: ahí está en capilla el siguiente, el británico David Cawthorne Haines. El departamento de propaganda del Estado Islámico no ahorra medios --la tortura, sin duda-- y cuida todos los detalles, incluso la dicción y el estado psicológico de los reos, y sabe muy bien lo que quiere transmitir con sus sangrientas producciones. Esos jóvenes y fríos carniceros, salidos muchos de ellos de los suburbios europeos, conocen las técnicas de comunicación que mayor impresión pueden causar a los occidentales. Pero de poco les serviría su cultura mediática, si no tuvieran la vocación y el carácter de los asesinos en serie y en masa que mejor han servido a las mayores causas genocidas de nuestra inhumanidad. El califato recién inaugurado está consiguiendo difundir en muy poco tiempo las más perversas prácticas infernales que hayamos conocido en la historia reciente: crucifixiones, decapitaciones, matanzas en masa, esclavización y venta de mujeres y niños.. En nombre del islam más primigenio y puro se mata y muere sin pestañear, como quien tuitea o llama por el móvil. No hay originalidad en la matanza, sino en el uso cuidado de los medios y de la difusión viral para los propósitos militares y políticos que acompañan a la voracidad asesina. El cuchillo frente al dron, la blusa anaranjada que evoca Abu Ghraib, el asesino de negro que se erige en adversario de Obama, la muerte concreta y visible frente al impacto desde el satélite sobre el convoy islamista... La OTAN reunida desde hoy en Cardiff se enfrenta a dos peligros que llegan simultáneamente sin que se sepa muy bien cuál es peor. En sus confines orientales más inmediatos, una guerra sigilosa e híbrida, que empuja disfrazada para recuperar los lindes que Rusia perdió al terminar la Guerra Fría. Y en el flanco medio oriental, una amenaza directa y arrogante que aterroriza al mundo pero reta y desafía directamente a Obama, a ver si se atreve a poner a sus soldados en Irak, otra vez pie en tierra, como hizo Bush en 2003.



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4 de septiembre de 2014
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