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Artur Mas recupera el timón

La foto era el éxito mínimo asegurado. Artur Mas la obtuvo. Las enormes colas en las puertas de los colegios electorales son la expresión plástica del deseo ampliamente compartido de decidir el futuro de las relaciones de Cataluña con España a través del voto. Esto está hecho y es difícil que alguien lo someta a discusión. El problema existe, tiene dimensiones serias y ha sido perfectamente captado por los periscopios del mundo entero. No debe extrañarnos. Sabíamos según las encuestas que la idea de votar en una consulta, con todas sus variantes, era compartida por el 80% de la población. Unos querían un referéndum de autodeterminación, otros una consulta acordada y legal y otros más ese proceso participativo de ayer o lo que fuera, pero todos estaban de acuerdo en que solo un clavo podía sacar a otro clavo: la sentencia del Constitucional, que enmendó en 2010 un Estatuto aprobado por tres cámaras representativas (Parlamento catalán, Congreso y Senado españoles) y por el cuerpo electoral catalán en referéndum, obliga primero a ofrecer una nueva propuesta de relación y luego a preguntar sobre ella a los catalanes. Hasta ahora, con la salvedad de la todavía nebulosa reforma constitucional federalista del PSOE, la única propuesta que había aparecido sobre la mesa era la de la independencia. Nadie debe sorprenderse por tanto del éxito de la jornada de ayer, a la vista incluso de las encuestas sobre identidades compartidas y sobre preferencias mayoritariamente federalistas o de tercera vía. Muchos de los que fueron a votar no desean la independencia o se acomodarían perfectamente a fórmulas federalistas o a un pacto fiscal. También son muchos, incluso entre los que quieren la independencia, que hubieran preferido votar en una consulta legal y pactada. El punto de convicción que pudiera faltar lo colmó con creces la retórica excitada y escasa de argumentos que han venido suscitando las iniciativas soberanistas y los últimos esfuerzos por prohibir las urnas, incluido el recurso del Gobierno contra el proceso participativo. Votar es hermoso y votar cuando alguien pretende prohibirlo o impedirlo añade a las urnas un plus de atractivo. Lo era al salir del franquismo y para muchos catalanes lo ha sido ahora otra vez tratándose de responder a una pregunta que nadie había osado formular hasta ayer mismo, como es saber si desean que Cataluña sea independiente. Aunque no sea un referéndum, aunque no sea una consulta, aunque no sea ni siquiera un proceso participativo, puesto que el Gobierno lo ha recurrido ante los tribunales, el solo hecho de expresar un deseo, este deseo, aunque luego no se realice, basta para muchos ciudadanos catalanes para sentirse satisfechos e incluso agradecidos con el presidente Mas, que es quien se lo ha facilitado. Descontada la foto de expresión del deseo, conviene entrar en el detalle de las cifras de participación: la proporción de votos del doble sí y de los noes a la primera o a la segunda pregunta importan menos o nada. Cabe realizar proyecciones sobre lo que significan de cara a unas elecciones autonómicas e incluso a una consulta acordada y legal en la que participaran los que prefirieron quedarse ayer en casa. Pero eso no tiene ahora relevancia, porque sigue estableciendo el análisis en el plano de los deseos, lo que la gente quiere, no lo que la gente puede. La participación interesa, en cambio, porque la cifra expresa sobre todo el calibre del arma que los ciudadanos han puesto en las manos de Mas para seguir liderando el proceso, no lo que la gente quiere sino lo que Mas puede. Con una participación muy baja, pongamos por debajo del millón, Artur Mas salía seriamente tocado del envite. Su proceso participativo no habría tenido credibilidad ni entre los soberanistas: un segundo fracaso a añadir al de las elecciones de 2012, cuando quiso una mayoría indestructible y perdió 12 diputados. Mariano Rajoy no imaginó estrategia alguna para conseguir ese jaque mate. Convocar elecciones inmediatamente hubiera sido el único camino razonable para un presidente desautorizado ante los suyos y, sobre todo, ante el Gobierno español. Nadie fuera de Convergència aceptaría en tal caso su intención de encabezar una lista única independentista. Una amplia y sonriente avenida se hubiera abierto entonces ante Oriol Junqueras y su Esquerra Republicana. Era el escenario preferido desde el PP: ya se enterarán los catalanes lo que vale Esquerra mandando sola. Una participación considerable, alrededor de los dos millones, significa todo lo contrario para Artur Mas. Le ofrece la posibilidad de recuperar el liderazgo único del proceso que perdió en las elecciones de 2012 en favor de Junqueras y en algún grado de las señoras Forcadell y Casals. Y con el timón, tiene también la oportunidad de retomar el control del calendario e incluso del programa soberanista, perdido en aquella ocasión. No es ocioso recordar que el pacto de estabilidad parlamentaria firmado entre CiU y Esquerra preveía realizar una consulta en 2014; pero no hablaba directamente de independencia, sino de un Estado propio dentro de Europa, y establecía unas salvedades respecto a la fecha para el caso de que no hubiera condiciones para realizarla. Con un Mas debilitado, todo tomó el cariz más extremado posible. Después de haber desafiado a Rajoy y haberle ganado el envite, sobre todo en el plano mediático, el de la foto, que tanto importa en la política internacional de hoy, Artur Mas tiene ahora mayor autoridad ante los suyos para procurar alargar la legislatura hasta 2016, en vez de precipitarse a unas elecciones que solo convienen a Esquerra. Tiene además la oportunidad de abrir un nuevo tiempo de diálogo, gobernar un poco tras no haber gobernado nada en dos años, pactar al menos la abstención con el PSC y el PP para hacer los presupuestos de 2015 y esperar tranquilamente, sin el sobresalto de una fecha compulsiva, a que cambie la correlación de fuerzas en el conjunto de España. Todo esto es lo mejor del 9N: que ya es pasado y no hay ninguna fecha que haga de tope a partir de ahora. Una puerta se cierra y se abre otra. Por tanto, tiempo y obligación para el diálogo y para el pacto, desde la fuerza que cada uno ha obtenido tras este largo, tedioso y exasperante envite.

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10 de noviembre de 2014
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Amor y dientes

Llegó el día en que usted por fin entendió lo que ella le contaba. Que los celos no eran un arrebato enfermizo sino dolor, principalmente el de saberse sustituida. De que otra ocupara su mismo lugar y la reemplazara siendo el hombro que le haría de almohada, la mano enlazada al entrar en el cine. La que subiría corriendo sus escaleras y se quitaría el abrigo en el rellano para abrazarlo de puntillas. Ya no sería a ella a quien le confesaría sus demonios o le haría los chistes. Sería otra mujer, tal vez con su mismo número de pie, a la que le pasaría los dedos por el pelo hasta recorrer suavemente una mecha entre el índice y el pulgar, como solía hacer con ella. Celos por no respirar a su lado, ni ensuciarse los dedos de chocolate al poner unas trufas, ni hacer la cama juntos, agitando las sábanas con una risa tonta. Celos por haber perdido lo encontrado, incluso lo que en raptos eufóricos, desmemoriados había creído que era suyo. La rueda de la vida. Hoy es usted quien se sabe sustituido cuando vio cómo el otro le abría la puerta del coche con una media reverencia, igual que usted en los buenos tiempos. Entonces era incapaz de comprender sus celos; le provocaban un agobio de los que anudan el pecho y se ahuyentan como un mal bicho. La letanía de siempre: dónde has estado toda la tarde sola, nunca recuerdas nada, hoy era nuestro aniversario, no te creo? La cansina melodía del reproche como escenificación del amor obsesionado que quiere sentirse amado al mismo compás y no admite interferencias. Cuando empezaron, se decían el uno al otro que eran iguales, dos islas en un archipiélago. Sin apenas proponérselo, usted la atrapó en sus redes porque ella insistía en ser coral frágil y persistente, encastrada en sus hebras. Una vez conquistada, se hizo el huidizo y el caprichoso. Se repetía que, entre dos, siempre hay uno que quiere más que el otro, el que controla la relación y somete delicadamente el amor chispeante hasta convertirlo en un amor doliente. Cierto es que pertenece a los que no piensan demasiado en el querer, ocupado en otras urgencias. Acaso por ello ignoraba que en cada uno de aquellos recitales desesperados que usted capotaba hacía la tregua, ella perdía un diente. No de la boca, sino del alma. Hasta que un día se levantó con hambre y decidió que debía recuperarlos. No lo hizo por venganza, ni por orgullo, sino por un natural instinto de supervivencia. Es ocioso explicar cómo ella consiguió desengarzarse de sus redes. Me preguntará: ¿y por qué nos explica historias de mujeres en una revista para hombres? Un cuentito con moraleja, una cursilada. Sepa que yo podría ser usted, y usted yo, sin roles de género. Aunque en verdad no lo hubiera escrito si no me hubiera mandado ese correo, bello y triste, en el que me confiesa que se le ha desdentado el alma. (Icon)

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9 de noviembre de 2014
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Los sueños y los ricos

Para qué hablar de tragedias folklóricas y montoncitos depositados en el juzgado, pudiendo hacerlo de los estrepitosamente ricos. El afán por conocer quién es el primero de la lista empuja en todas las direcciones, del Balón de Oro al ranking de Forbes, que mantiene el morbo en los buenos y en los malos tiempos. Han transcurrido ya seis años desde el inicio de la crisis, y solo nos quedaría uno si tuviéramos un interpretador de sueños como aquel sabio José que tan acertadamente descifró los del faraón egipcio, de las siete vacas y las siete espigas en una parábola de cómo la abundancia y la euforia dan paso a la escasez y la precariedad. En nuestra época indignada, no pocos josés de la economía mundial auguran, echando mano de la teoría de ciclos (que se viene cumpliendo desde 1929), una nueva sacudida global para 2015 y el más allá. Aún es tiempo, parece, de recoger las sobras y guardarlas para el día siguiente. Veamos un ejemplo: el gasto medio de los españoles en ropa es de 450 euros al año, muchísimo menos de lo que lleva encima cualquier ministro o ministra (exactamente la mitad si ellas llevan un bolso de Miu Miu, y una cuarta parte si ellos lucen un Audemars Piguet). Por eso el pueblo está dispuesto a agarrarse a la coleta de Pablo Iglesias, indiscutiblemente el hombre del año. Con su tan glosada ropa de marca blanca y sus deportivas representa y gasta lo que el español medio. Empatía y escaños, esa es la ecuación que persiguen los dreamers, un nuevo oficio que viene a significar un paso más que el de coach, aunque sea una osadía presentarse como conseguidor de sueños. El caso es que entre nuestros top Forbes lucen dos gallegos universales: Amancio Ortega y Julio Iglesias. Qué gran habilidad tienen los gallegos, forjados en una cultura que huye del enfrentamiento, evitando siempre que sea posible decir sí o no. Mejor decir hey, como el tanoréxico Julio, el hombre que mejor ha cantando con la mano en el pecho. Melódico, desacomplejado, tremendamente fértil y ávido por los pantalones con cordones en la cintura, ha sido pasto de los últimos memes como éste no apto para menores: “Me río por no follar”. Durante muchos años encarnó a España, hasta que se hizo internacional. Es el único artista de la lista, pero no ha ganado sus 850 millones de patrimonio sólo con su voz y sus contoneos, sino gracias a acaudaladas inversiones inmobiliarias. El rey de Zara en cambio, se hizo enorme en su pueblo de adopción. Habría que recordar que el gran Ortega empezó copiando aunque la moda no entiende de copyrights, y por ello hay que celebrar la complejísima estrategia con la que ha inditexizado el mundo entero trascendiendo el eterno debate sobre copia y original. Al contrario que Iglesias -Julio, no Pablo- él no vende sino que compra edificios emblemáticos en todo el planeta. Los nuevos ciudadanos Kane de perfil bajo encaran el porvenir acaso sin la necesidad de recurrir a josés. Parménides y sus amigos decían que todos los misterios se hallan en los sueños. Hoy los oráculos los controla Deloitte. Y la abuela Paca Una muchacha lleva cada día la comida a su padre, jardinero de los terrenos del Palacio Real de Madrid. Dos paseantes se cruzan invariablemente en su camino. El más joven no es rey, pero sí príncipe de las letras castellanas: Rubén Darío. Ella, Francisca Sánchez, una humilde e iletrada veinteañera, le amará, inspirará, y le dará cuatro hijos. Entre pinos, gorriones y arroyos, el amor se inflama lleno de dificultades: “No pidas paz a mis brazos, / que a los tuyos tienen presos: / son de guerra mis abrazos, / y son de incendio mis besos”. La periodista Rosa Villacastín ha reconstruido en La princesa Paca la apasionante -y apasionada- historia de su abuela materna, una delicia biográfica para mitómanos y románticos que empieza su aventura editorial americana. Mínima invasión Arrancaba la semana en La Vanguardia con una imagen del doctor Antonio de Lacy con la última generación del robot Da Vinci Xi en el quirófano del Clínic, el primer centro sanitario de Europa que incorpora este procedimiento para cirugías mínimamente invasivas y máximamente controladas. De Lacy tiene club de fans desde hace años, primero porque no abre cuerpos para extraer tumores sino que utiliza orificios naturales. Segundo, porque no cree en la suerte en cirugía sino en la precisión. De pequeño, cosía pechugas de pollo. Dice que un cirujano ha de ser como un gato al tocar objetos sin romperlos. Ahora asesorará a la expansión del robot por Europa. De nuevo, la sanidad catalana, lo mejor de la casa. Hasta en la sopa Hay celebrities tan enganchadas a la fama que no pueden renunciar ni cinco minutos a ella, y, así, se afanan desesperadamente en copar titulares, por muy chuscos que estos sean. Como Kim Kardashian, de la que, en apenas unas horas, sabemos que anda buscando su segundo hijo -monitorizada y todo-, que ha lucido un nuevo (y marciano) look con las cejas camufladas, que da clases para conseguir un megatrasero y que su padrastro, Bruce Jenner, ex campeón olímpico de decatlón, ha sido cazado travestido por la revista National Enquirer. Alguien dijo que la fama es fácil de conseguir, pero difícil de merecer. Siempre habría que conservar el punto justo de timidez y vergüenza para no hacer el ridículo. (La Vanguardia)

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8 de noviembre de 2014
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Putin y Obama, Real Madrid y Barça

Vladímir Putin y Barack Obama son como Real Madrid y Barça (o Barça y Real Madrid, tomen la comparación en el orden de sus preferencias) en la clasificación de los más poderosos del mundo que publica anualmente la revista neoyorquina Forbes. Cuando no gana la Liga uno es que la gana el otro. Obama ha sido el primero en las de 2009, 2011 y 2012, y el segundo en las de 2010, 2013 y 2014, mientras que Putin quedó tercero en 2009 y 2013, cuarto en 2010, segundo en 2011 y en cabeza en 2013 y ahora este año de 2014. Las listas de empresas y millonarios son un invento americano, y especialmente de dos veteranas publicaciones, Forbes y Fortune. Si la jerarquía del éxito es lo más lógico del mundo e incluso algo imprescindible en el país de la libre empresa y del culto al dinero, no lo es tanto la jerarquía del poder político, hasta el punto de que la lista de los más poderosos se publica solo desde 2009, coincidiendo precisamente con la llegada de Obama a la Casa Blanca. La explicación surge de un dato esencial: durante la Guerra Fría, el poder en el mundo era cosa de dos, de forma que no tenía sentido una clasificación tan corta; tampoco lo tenía más tarde en la época unipolar, cuando Estados Unidos era la superpotencia única. De modo que tiene toda la lógica que empezara en 2009, cuando el mundo comenzó a virar hacia una nueva geometría que unos describen como multipolar, otros como apolar y otros más, incluso, como mundo de nadie o sin dirección. Quien al principio disputaba las primeras plazas a los dos grandes era el ahora ya olvidado Hu Jintao, que lideró China desde 2002 hasta 2012, y alcanzó el número uno del más poderoso del mundo en 2010, conformándose con el segundo puesto en 2009 y el tercero en 2011. Su sucesor, Xi Jinping, ya ocupa el tercer lugar en 2013 y 2014, después de haber entrado en el noveno puesto en 2012, cuando surgió como sucesor de Hu. Aunque China es ya la segunda superpotencia, ha tenido en el momento de su ascenso unos dirigentes grises y sin brillo en la escena internacional. Putin se ha ganado el primer puesto este año gracias a su anexión de Crimea, sustraída a Ucrania en una jugada maestra de astucia y engaño. Los méritos de Obama para quedar detrás quedan explicados por la paliza electoral de este pasado martes propinada por los republicanos a los demócratas, que se suma a las pésimas notas cosechadas en la escena internacional. En cuanto al duro Xi Jinping, expansivo y ambicioso ante sus vecinos, pero con una economía que empieza a dar signos de fatiga, todavía va tercero, aunque aspira como el Atlético de Madrid a zamparse al Barça y al Madrid al primer descuido. Angela Merkel, quinta este año y el anterior, justo detrás de Bergoglio, tuvo su momento de gloria en 2012, cuando quedó segunda. Como es evidente, España no juega en esta liga. 

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8 de noviembre de 2014
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Primero Palestina

Ausente y dividida. Así está la Unión Europea respecto a las principales crisis que afectan al mundo. El cambio de guardia en Bruselas, con la llegada de la nueva Comisión que preside Jean-Claude Juncker, no podía coincidir con un momento más bajo en la capacidad de acción europea en el escenario internacional. Los cinco años de Catherine Ashton al mando de la política exterior terminan de forma tan mediocre como empezaron y como resultado de la apuesta por una opción de bajo perfil, acomodada a las conveniencias tácticas de los países socios y complaciente con el protagonismo y los intereses de los grandes ministerios de Exteriores de los tres grandes, Alemania, Francia y Reino Unido. La señora Ashton se va, a pesar de todo, con dos éxitos diplomáticos que nadie le puede discutir. El primero es la firma en 2013 del acuerdo entre Serbia y Kosovo de normalización de relaciones, a los 14 años del final de la última guerra balcánica; y el segundo la obtención, también el pasado año, del acuerdo provisional entre Irán y el grupo P5+1 (los cinco miembros del Consejo de Seguridad, es decir, Francia, Reino Unido, Rusia, Estados Unidos y China, más Alemania) sobre el programa nuclear iraní. Durante su mandato se ha puesto en marcha el Servicio de Acción Exterior Europeo, que ya es la mayor institución de representación diplomática internacional, al menos cuantitativamente, aunque sigue siendo una mera promesa inédita en cuanto a brazo de acción de una UE que por el momento no aspira a jugar políticamente como tal en la cancha global. El mayor fracaso de Ashton corresponde, en todo caso, a quienes la nombraron. Su modesto perfil, su escasa ambición y su nula experiencia diplomática anterior explican sus reflejos tardíos y mortecinos en el estallido de la Primavera Árabe o ante la brutal aparición del Estado islámico en Irak y Siria. Es en estos casos cuando más contrasta su labor con la de su antecesor, Javier Solana, cuando este ocupaba un cargo todavía dotado de menos capacidades e instrumentos de acción, pero del que sacó mayor visibilidad y protagonismo para la UE. La italiana Federica Mogherini tiene, como Solana, experiencia de ministra de Exteriores, pero muy corta, solo de ocho meses, aunque ya es mucho comparado con Ashton; y, a diferencia de su antecesora, ha entrado pisando fuerte, como se ha visto en la entrevista concedida a Lucía Abellán, de EL PAÍS, junto a cinco periódicos europeos más, justo en el momento en que se instala la nueva Comisión, de la que ella es también vicepresidenta. La nueva señora Europa quiere que dentro de su mandato, antes de 2019, Palestina se convierta en un Estado en pleno funcionamiento, en paz con Israel y reconocido por todos, incluida por supuesto la Unión Europea, que es el primer socio comercial y el primer donante. Son muchos los signos de maduración de posiciones europeas respecto a Palestina. Suecia es el primer socio de la UE que reconoce plenamente al Estado de Palestina, no meramente a la Autoridad Nacional, como resultado de la llegada al Gobierno de un partido que llevaba tal medida en su programa electoral y lo hace con la voluntad explícita de que cunda el ejemplo. Se añade a los siete socios que ya lo reconocían con anterioridad a su incorporación a la Unión: Polonia, Chequia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Malta y Chipre. Una oleada de peticiones de reconocimiento está avanzando en los parlamentos europeos, empezando por el más acreditado y veterano, el de Westminster, y siguiendo por el Senado irlandés. Y todo ello, fruto del clima desesperante de unas negociaciones de paz bajo patrocinio de Washington siempre fracasadas antes de empezar, unos ciclos de violencia bélica devastadores que se suceden casi con precisión matemática y la constante e imparable ampliación de la colonización en Jerusalén y Cisjordania. Con este ya son dos los mensajes fuertes que emite la nueva Comisión. De puertas adentro, el plan Juncker de invertir 300.000 millones para evitar una recaída en la recesión, y de puertas afuera, la idea de una drástica renovación de la política exterior europea que incida en Oriente Próximo justo cuando Estados Unidos ya se ha retranqueado y las potencias regionales, Turquía, Irán y Arabia Saudita fundamentalmente, pugnan entre sí para mejorar sus posiciones en el nuevo paisaje geopolítico. Mogherini explicó esta nueva orientación en su primera entrevista y esta misma semana tiene su primer viaje, que es exactamente a Israel y Palestina. Un comienzo verdaderamente programático. A seguir.

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6 de noviembre de 2014
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La edad ingrata

El segundo niño prodigio de la literatura francesa murió, al contrario que el primero, siéndolo todavía. Raymond Radiguet había cumplido veinte años al caer víctima del tifus en plena actividad, dejando -sin silencio ni renuncia- dos novelas magistrales, varias colecciones de poesía, cuentos, artículos y pequeñas piezas teatrales, marcadas por la huella de un genio menos visionario pero tan indómito y original como el de Rimbaud. También dejó la huella fulgurante, en los tres años de su agitada y productiva residencia parisina, de una temperamento que deslumbró a Max Jacob, a Man Ray, a Modigliani (que le retrató), a Breton y Tzara, y a su más íntimo amigo Jean Cocteau.

         El narrador y protagonista de ‘El diablo en el cuerpo', novela de ribetes autobiográficos escrita entre los 16 y los 18 años (y que el autor pensó llamar, entre otros posibles títulos, ‘L´âge ingrat'), muestra en su escritura y en su peripecia, que trascurre sobre el trasfondo de la primera guerra mundial, una "mezcla de timidez y descaro". Ese carácter desconcierta a su familia, a sus compañeros de escuela, a los quisquillosos vecinos provinciales, y también a Marthe, la joven mayor que él y en cierto momento del libro casada con un oficial que sirve en el frente, con quien inicia de modo cómico y mantiene -entre el placer y el tormento- una historia de amor de las más bellas y apasionadas que jamás se han escrito.

       Empecé a traducir ‘Le diable au corps', que tuvo un éxito arrollador al publicarse en marzo de 1923 y es en Francia desde entonces un clásico moderno siempre vigente, por encargo de Jaime Salinas y siendo yo aún estudiante, con apenas dos años más de los que tenía Radiguet a la hora de su muerte en diciembre de 1923. He releído ahora, más de una vez, la novela, publicada en la colección del Libro de Bolsillo de Alianza en 1970, el mismo año en que comparecí como novelista y poeta ‘Novísimo'. Y al volver a oír la honda voz reveladora y ocurrente, una de las más singulares de la narrativa en primera persona, he revisado mi trabajo de entonces, que me atrevo a considerar fiel aunque excesivamente ‘libertario', tratando en todo momento esta segunda vez de reflejar con exactitud el timbre y la lírica sequedad del escritor, eliminando los pequeños acomodos a la personalísima construcción del párrafo y la acentuación de su prosa. La novela, en todo caso, sigue siendo la obra maestra de la feliz edad ingrata que siempre fue.

                                             ____________________

[Breve nota introductoria a la reedición de ‘El diablo en el cuerpo'. Alianza Editorial, Biblioteca de Traductores, Madrid, 2014]

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5 de noviembre de 2014
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Podemos en el parque

En el parque, después de andar con la cabeza en los pies o de pensar con todo el cuerpo, me planto en la zona de los columpios donde un grupo de personas, en su mayoría jubilados, hacen chi kung, una especie de meditación en movimiento que además endereza el cuerpo. Algunos ejercicios son más orientales que otros, como ese que llaman “separar las aguas”: una serie de movimientos circulares con las manos. O el del arquero, que se nota que es de los que más gustan: simulas que sostienes un arco invisible y lanzas una flecha. Tirar y aflojar, como hay que hacer en la vida. Al ser nueva, no alcanzo a completar el mito de poner la mente en blanco y de vez en cuando miro de reojo a la gente que pasa y nos observa entre sorprendida e inquieta. Imagino el panorama: cruzar apresuradamente el parque para ir al trabajo y encontrarse frente a un corro madrugador que traza dibujos en el aire, se golpea los riñones e incluso boxea contra el viento exhalando un gruñido para liberar -dicen- la energía negativa. A veces les sonrío pero, incómodos, vuelven la cabeza. La gente, de buena mañana, se mira con recelo como si diéramos por hecho que no nos soportaríamos, y mucho menos a esas horas. Pero en círculos como este del chi kung, donde cada día dirige la clase un voluntario, nada separa al artrósico del ansioso o al parado del ocioso; se tienden las manos. Es así como la señora Carmen, bien entrada en los setenta, con el pelo cano y una chaqueta tejana, comenta al final de la clase: “Esta semana van a venir al barrio los de Podemos”. Y tanto el italiano, que habla un español con acento caribeño, como el hombre que, a pesar de que ya haya entrado el frío, siempre va en manga corta, preguntan cuándo. Es entonces cuando percibes con nitidez que, más allá de neopopulistas o chavistas irredentos dispuestos a bananizar España, Podemos es un partido atrapalotodo que va a los parques soltando lastre ideológico para atraer a todos aquellos que “pueden convertir la indignación ciudadana en cambio político”. Eso sí, con un toque de esencia izquierdista old school: del “asaltar el cielo” marxista a L’estaca de Lluís Llach. El mainstream los demoniza, los políticos clásicos advierten sobre sus riesgos, y los más románticos recuerdan a aquel PSOE de Felipe, inexpertos y cuarentañeros ellos, pero con más de diez millones de votos y la voluntad de enterrar un sistema que constreñía al pueblo. Las expectativas de Podemos son colosales: jóvenes, irredentos, respondones y superpreparados en unos tiempos donde a los jubilados, a los parados y a los ni-ni nada les importa la política. Lo que en verdad debe demostrar Podemos es lo que nadie ha conseguido aún: que el poder no corrompe. (La Vanguardia)

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5 de noviembre de 2014
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El rinoceronte

Este amigo mío se llevaba las manos a la cabeza. Es musicólogo y me contaba que el fin de semana pasado había viajado a Barcelona para un concierto. Entre sus conocidos figura un compositor al que trata desde antiguo y siempre le había parecido una persona normal, dotada de una cierta instrucción. Estuvieron hablando un buen rato hasta que salió lo de Cataluña. Mi amigo le preguntó cómo llevaba el compositor la refriega nacional. "Mal, contestó el compositor, pero es que Cataluña no levanta cabeza desde la última guerra". Mi amigo le preguntó a qué guerra se refería. "¡Hombre, a la guerra civil, cuando nos invadieron los españoles!".

    Mi amigo dudaba de si aquello era un sarcasmo porque el compositor no es exactamente alguien dotado de un agudo sentido del humor, pero lo había dicho en serio. Es pasmoso que un hombre que algo habrá leído, que tiene tratos con círculos musicales europeos, se trague una patraña tan pueril. No obstante, eso es lo chocante de la situación catalana, que las mentiras por toscas que sean no las niega nadie y han penetrado en el medio cultural catalán, donde no se divisa la más leve crítica.

    Un orate de la asociación separatista que dirige Carme Forcadell y que es la que da órdenes a Mas, tiene un video en Youtube que merece la pena (pulse Victor Cucurull). En él afirma ante un grupo de personas que Teresa de Jesús era abadesa de Pedralbes (Barcelona), que el Quijote fue escrito en catalán, que la civilización de Tartesos es en realidad de Tortosa (Tarragona) y otro sinfín de sandeces. Afirma, además, que estas cosas no se saben debido a la conspiración de los historiadores españoles. No es el único, también abunda en ello Jordi Bilbeny, que, aunque oriundo de Arenys de Mar, es profesor. Hay muchos más.

    Que el nacionalismo es una psicosis delirante lo sabíamos quienes soportamos a Franco y a sus pedagogos, pero lo más temible del nacionalismo catalán es el menosprecio en que tiene a sus votantes. Ni uno sólo de los trescientos historiadores subvencionados para los fastos de 1714 ha desmentido estas quimeras. Su silencio, otorga. Sea porque los historiadores catalanes creen las paparruchas oficiales, sea porque en aquella región todos están dominados por el temor.

    Una élite cultural que se comporta con semejante incuria indudablemente se considera por encima del pueblo que dice defender. Lo más probable es que vean la futura Cataluña como un orden estamental en el que los poderosos tendrán un servicio cultural ancilar con funciones publicitarias. El desprecio al votante es lo más peregrino del nacionalismo catalán.

    En una obra de Ionesco cada día aparecía un nuevo ciudadano con cabeza de rinoceronte. Al principio era gente lejana, pero el protagonista comienza a inquietarse cuando un día es su mujer la que despierta con cabeza de rinoceronte. Ionesco pensaba en los procesos totalitarios que había vivido la Europa del fascismo triunfante, pero es un fenómeno común a todas las sociedades desquiciadas. Mucho rinoceronte en la cama.

 

Artículo publicado en El País. 

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5 de noviembre de 2014
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Teología del gran canal

Ahora quizás resulte que la idea mesiánica del Gran Canal de Nicaragua tiene un origen teológico. Durante una reciente reunión del Consejo de Partidos Políticos de América Latina (COPPAL) celebrada en Managua,  el comandante Daniel Ortega reveló que no le fue fácil convencerse de las ventajas del canal interoceánico, cuya construcción y propiedad entregó por medio de un tratado de cien años de duración al empresario chino Huag Ying, hasta que lo persuadió el célebre teólogo brasileño Leonardo Boff.

El comandante lo contó de esta manera: "la prueba de fuego la pasé con Leonardo Boff...hace dos años andaba aquí Leonardo, ya estaba lo del Canal, y hablé con Leonardo que es un defensor de la naturaleza. Yo venía preparado para que me dijera que la construcción del canal era una barbaridad, eso esperaba". Pero fue todo lo contrario.

Boff le habría hablado de "hidroeléctricas y obras a cielo abierto en la selva en Brasil: y me decía que sí, que existían los cuestionamientos, pero que ellos acompañaron los proyectos y que el impacto que habían tenido había dado vida a los bosques".

Entre los buenos ejemplos que el teólogo puso a Ortega estaba la represa de Iguazú en el río Paraná, entre Brasil y Paraguay, iniciada para el tiempo de las dictaduras militares en ambos países, una de las siete maravillas del mundo moderno.  Oír todo aquello "fue un gran alivio para mí", comentó Ortega. Un alivio trascendental, pues hasta antes de su providencial reunión con Boff, la construcción del canal le parecía una monstruosidad. En mayo del año 2007 había declarado: "No habrá oro en el mundo que nos haga ceder en esto, porque el Gran Lago es la mayor reserva de agua de Centroamérica y no la vamos a poner en riesgo con un mega-proyecto como un canal interoceánico".  

Boff, por su parte, ha contado recientemente aquel encuentro con Ortega, que, por lo que se ve, podrá llegar a definir la suerte de Nicaragua si es que los chinos llevan adelante la construcción de su Gran Canal:

"No tengo secretos. Hace dos años, en una conversación informal en la casa de la ex canciller Miguel D' Escoto, el Presidente Ortega dijo que los Estados Unidos están presionando a todos los países y a las empresas para que no hagan inversiones en el país. Y Nicaragua se está ahogando en deudas. La solución definitiva sería construir un canal que le daría al pueblo nicaragüense un mínimo de subsistencia y desarrollo".

Boff es un hombre bien informado, de modo que debería saber que no es cierto que Estados Unidos mantenga ningún bloqueo económico ni financiero sobre Nicaragua, y que las relaciones de cooperación económica entre ambos países, incluidas las inversiones, son normales, y así lo celebran las corporaciones de empresarios nacionales.

Tampoco en cierto que Nicaragua se esté ahogando en deudas. Ortega se precia de que el país es un excelente pagador de sus créditos públicos y privados, y de la solidez de las reservas monetarias. De acuerdo al Índice de Libertad Económica en el Mundo, que tiene que ver con la inversión extranjera, Nicaragua, que ocupaba el lugar 111, ha escalado en los últimos años 75 posiciones, y se coloca en el primer rango de países donde el estado interfiere menos con regulaciones del mercado y el flujo de capitales. Es decir, un ejemplar gobierno neoliberal.

Y sigue Boff explicando sus consejos a Ortega: "Le dije que debemos combinar los dos polos, el humano y la naturaleza, ya que ambos se pertenecen. Y hoy en día existen tecnologías que pueden evitar daños irreparables. Aconsejé que fuera a visitar la presa más grande del mundo, la de Itaipú en Foz do Iguaçu, pues allí se lleva a cabo una experiencia exitosa de equilibrio entre el hombre y la naturaleza...fue todo lo que dije".

Pero aún dice algo más: "China es uno de los pocos países que se resiste y se enfrenta a los Estados Unidos .Todas las demás empresas fueron bloqueadas". Y ya no sabemos si esta última frase es suya propia, o la copia de Ortega. De cualquier modo, para un hombre tan bien enterado, debería resultar obvio que eso también es falso. China y Estados Unidos no están enfrentados alrededor del cacareado Gran Canal por Nicaragua.

Ni tampoco Estados Unidos ha prevenido a sus empresarios de no inviertan en este hipotético proyecto, a lo mejor porque la Casa Blanca lo sigue considerando fantasioso. La prueba de que no existe tal hostilidad, está en que cuando Wang Ying lo presentó con toda pompa en Managua en 2013, se hizo rodear de representantes de poderosas empresas norteamericanas cuyos servicios ha contratado, una de ellas los cabilderos McLarty & Associates, dueños de una clientela que incluye a Wallmart y General Electric.

Y Boff debería saber también que entre los expertos al servicio de McLarty figura John Dimitri Negroponte, quien desde su cargo de embajador de Reagan en Honduras dirigió en los años ochenta las operaciones militares de la CIA contra Nicaragua. 

Quizás estamos asistiendo al nacimiento de una nueva teología.

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5 de noviembre de 2014
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Un Booker para Richard Flanagan

Están los premios literarios y está el Booker, uno de los pocos que ha mantenido su prestigio gracias a su impresionante lista de ganadores desde su creación en 1969: Naipaul, Gordimer, Murdoch, Rushdie,  Coetzee, Carey, Ishiguro, Byatt, McEwan, Atwood, Banville, Mantel, Barnes... El de este año se lo acaba de llevar Richard Flanagan, considerado como el mejor novelista australiano de su generación; su novela The Narrow Road to the Deep North mantiene el listón alto del Booker. Flanagan no es tan conocido como los demás, pero ahora quizás lo sea; en español se puede conseguir de él El libro de los peces de William Gould (Literatura Random), una verdadera obra maestra.

The Narrow Road es un relato conmovedor de los prisioneros de guerra del Japón que, durante la segunda guerra mundial, fueron obligados a construir La Línea, como se llamaba la ruta del ferrocarril que unía Tailandia con Birmania. En el Ferrocarril de la Muerte trabajaron doscientos cincuenta mil prisioneros, de los cuales murieron más de cien mil a causa de la brutalidad japonesa, las malas condiciones de alimentación e higiene de los campos de concentración, y enfermedades como la disentería y el cólera. El padre de Flanagan fue uno de esos prisioneros, y la novela puede leerse como un homenaje a quienes fueron marcados por ese proyecto desatinado del imperio japonés: "Todo fue para nada, y de eso nada quedó. La gente insistió en buscarle sentido y esperanza, pero los anales del pasado son solo una fangosa historia de caos... De los sueños imperiales y los muertos solo queda la maleza alta".

Flanagan se centra en Dorrigo Evans, un soldado australiano que se convierte, gracias a su trabajo como cirujano, en uno de los líderes entre los prisioneros, alguien que debe negociar con los japoneses la cantidad de trabajadores que debe realizar determinada obra; eso le permite salvar de vez en cuando a algunos de sus compañeros, aunque eso no le impide sentirse culpable: "Jugaba el juego lo mejor que podía, y cada día perdía un poco más, y esa pérdida se contaba en las vidas de otros". Flanagan alterna su novela con un presente donde Evans se ha convertido en un héroe australiano por sus sacrificios durante la guerra; sin embargo, es incapaz de disfrutar de sus hazañas, ya que está marcado por el trauma de la Línea y por un amor imposible por Amy, la esposa de su tío, con quien tuvo una aventura antes de ser tomado prisionero.

Flanagan trata de ser demócratico y se ocupa con detalle tanto de los prisioneros como de los soldados japoneses, a quienes no reduce a una versión unidimensional; hay páginas brillantes sobre Nakamura, uno de los oficiales más brutales, desesperado por evitar que lo declaren un criminal de guerra una vez derrotado el imperio. Pese a eso, las mejores partes son las que muestran la descarnada crueldad japonesa. Flanagan describe con vividez a esos prisioneros que no pueden caminar de tan débiles que están y se quedan tirados entre la maleza, su cuerpo temblando por la malaria, esperando los latigazos de sus captores bajo la lluvia inclemente, resignados a la muerte.

La prosa de Flanagan aspira a la poesía, aunque su lirismo no es tan efectivo al describir las escenas entre Evans y Amy, demasiado sentimentales, como cuando se ocupa de los pequeños actos de humanidad de los prisioneros y del escenario excesivo de la selva, que se lleva a todos por delante. The Narrow Road to the Deep North -la frase viene de un haiku de Basho- es un libro magistral sobre las infamias de la guerra y también sobre lo que viene después, que no es menos infame: el duelo y la melancolía de sabernos vivos después de haber presenciado el horror.

 

(La Tercera, 2 de noviembre 2014)

 

 

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4 de noviembre de 2014
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