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Tres libros favoritos para la Navidad de 2014

El suplemento Cultura/s de La Vanguardia me pidió mis recomendaciones navideñas. Me di cuenta de que muchos de los libros que había leído este año o no estaban publicados en España o no eran de la cosecha 2014.

Pero en la alta pila de los libros recién leídos (algo menos alta que la de los libros por leer) encontré estas tres joyas con las que disfruté mucho este año. Las tres son, como corresponde, obras de periodismo narrativo.

Lo más difícil fue atenerme al espacio, digno de un haiku. Les comparto el ejercicio; me costó mucho estrujarme tanto y estoy orgulloso. Y porque estos libros lo merecen.

1.     Javier Cercas: El impostor (Random House)

 El autor de Soldados de Salamina sigue al farsante Enric Marco, que se inventó como sobreviviente de un campo de concentración nazi para personificar el pasado glorioso que España quería ver en el espejo. El libro alterna la historia real de Marco, tal como investigó el novelista con saña y vigor, con ensayos sobre la verdad y la mentira, sobre la memoria histórica y la memoria personal, sobre el sentido y la construcción del pasado. Al final, Cercas descubre que el Marco de verdad es más interesante que el otro, porque es la imagen poco heroica pero mucho más real de nuestro pasado.

 2.     Albert Londres: Obra periodística completa, Vol. 1 (ECC)

 El padre del grand reportage francés (1884-1932) inventó el relato cierto de investigación y de denuncia. Denunció especialmente los abusos del colonialismo y la situación en las cárceles y en las redes de tráfico de mujeres. Lo acusaron de traidor por desenmascarar las lacras de su orgulloso país. Encontró en el relato de viaje su vehículo perfecto para narrar el nacimiento y desarrollo de su perplejidad e indignación: el viaje a los horrores de la modernidad. Jaime Rodríguez rescata tres de sus crónicas (El judío errante ha llegado, Los pescadores de perlas y Tierra de ébano), y así, con este primer volumen, comienza de la valiosa publicación de sus obras completas.   

 3.     Diego Fonseca: Hamsters. Una casa con historias que ruedan (Libros del KO)

 The Irene es un señorial edificio de Washington donde se cruzan las historias de una limpiadora guatemalteca, un constructor ruso y los fantasmas de residentes y visitantes como John F. Kennedy, Jorge Luis Borges y Barack Obama. El joven periodista argentino Diego Fonseca encuentra en The Irene un lugar de encuentros de épocas, sensibilidades, orígenes y miradas, y una metáfora de un país en permanente construcción. Es la historia de EE.UU. que se eleva en una fascinante Torre de Babel que cuenta su propia historia. 

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17 de diciembre de 2014
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37. Poéticas de la niebla

Empezar una novela es como abrir una puerta ante un paisaje envuelto en niebla; puede verse todavía muy poco, pero se vislumbra la tierra y se siente el soplo del viento.
[Iris Murdoch, Bajo la red]

 

*

Una huella en la niebla,
un humo que se marcha
[Antonio Porpetta, Cuaderno de los acercamientos]

*

pero mi alma se pierde
en la senda de la niebla.
[Federico García Lorca, "Canción otoñal"]
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
[Federico García Lorca, "Si mis manos pudieran deshojar"]

*

mi madre bajo la lluvia es un barco que se hunde y avanza entre la niebla porque sabe que naufraga y con ella declina un mundo de ausencias y personajes desechados por reales
[Juan Carlos Roa Delgado, "La inevitable puerta de mi casa"]

*

Ignoran que ser hombre es construir
cada día una ventana en la niebla
[Fulgencio Martínez, El cuerpo del día]

*

El lenguaje es niebla
decorativa que fascina al lector
[Osías Stutman, "Écriture"]

*

era entonces
el tiempo de la niebla y tú eras otro
[Manuel Rico, De viejas estaciones invernales]

*

lo va soñando la niebla
[Juan Ramón Jiménez, Pastorales]

*

La niebla, aún más cerrada,
exigía partir. Yo tenía los ojos velados por las lágrimas.
Dispusimos los remos desgastados
y como esclavos, mudos,
empujamos aquellas aguas negras.

Mi madre me miraba, muy fija, desde el barco
en aquel viaje de todos a la niebla
[Francisco Brines, La última costa]

*

Sujetemos en verdades del espíritu
las entrañas de las formas pasajeras,
que la Idea reine en todo soberana
esculpamos, pues, la niebla.
[Miguel de Unamuno, "Credo poético"]

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17 de diciembre de 2014
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El médico

Un médico llega a tener tanta influencia sobre el paciente (el "pasiente") que más allá de dictarle como una sentencia el diagnóstico y prescribirle los posibles remedios, es capaz de imbuirle un estado de ánimo principal en función del trato que le concede y del buen o mal momento que comparten durante la consulta. De este modo el enfermo sana o empeora inmediatamente Se siente optimista o derrotista en un instante. Por ese poder el médico, figura de superlativa  jerarquía, actúa -consciente o no- con los poderes de un semidios. Un intermediario oficial entre la vida y la muerte, el dolor y la curación, la felicidad y la desdicha. La enfermedad parece ser algo independiente del doctor pero siempre depende su recreación, más o menos, de las palabras con que la descubre y la presenta "el facultativo". Facultativo o facultado, de facto, para todo lo mejor o lo peor del constante temblor que comporta la supervivencia.

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17 de diciembre de 2014
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Sabina y la pájara

El caso de Sabina y la pájara que sufrió en un escenario madrileño tras casi dos horas de actuación resume dos factores que definen la psicología social de nuestro tiempo: el miedo y la confesión. Pánico escénico le llaman unos, crisis de inseguridad, fobia repentina, según otros; “un Pastora Soler” -refiriéndose a la cupletista que ha abandonado los escenarios porque un bloqueo le impedía subirse a ellos y disfrutarlos-, dijo en su excusatio un Sabina que siempre ha querido reconocerse en los otros. De nada sirven la excelencia, los logros alcanzados ni una probada solvencia cuando esa presión atenaza los nervios, paraliza las cuerdas vocales, blanquea la mente y desactiva la memoria. Se trata de un sentimiento ruin, parecido a la angustia de soñarse a uno mismo desnudo por la calle, con plena conciencia de ello pero a la vez atravesado por una impotencia que impide repararlo. Un sentimiento totalizador que guarda cierta relación con la pulsión de muerte al incapacitarse uno mismo para lo que está sobradamente preparado. “Creía que me iba a caer redondo en el escenario”, le dijo a su agente. Lo más curioso es que el cantante ya había cumplido con su contrato: hit tras hit y verbo castizo presentando generosamente a sus músicos; sólo le faltaban los bises. Hubiera bastado un poco de disimulo hasta salir corriendo, pero el autor de 500 noches, ahora que ya no se las bebe, optó por confesarse: esas son las cosas que tiene la sobriedad. Un micrófono abierto es asunto de valientes o caraduras. Los hay que carecen de vergüenza, empeñados en ser únicos, que se gustan y se reivindican como si estuvieran solos en el mundo. En el otro extremo están quienes se autoexaminan y se reprochan no haber sido más rápidos o ingeniosos (y se sienten torpes o pusilánimes cuando se les ocurre la respuesta brillante con una hora de retraso). Hasta que un día enmudecen. En literatura son los Bartleby de Vila-Matas y los Lord Chandos de Von Hofmannsthal. Sobre las tablas van de la Callas o Reggiani a Buenafuente y Alejandro Sanz. Hugh Grant, aquejado del síndrome hace cinco años, declaró: “Me gusta todo de rodar, excepto actuar”. Pero hoy el miedo escénico ha trascendido los escenarios. También lo padecen los trabajadores y empresarios, los padres y madres, tan a merced de lo inesperado, sea una epidemia, unas preferentes o un secuestrador en una cafetería. La ilusión del control, tal como presentíamos, es una ficción que agudiza el sentimiento de intemperie. Por ello, nos obligamos al desahogo, aunque nadie nos pida explicaciones, acaso como antídoto frente a la soledad del miedo, o como dejó dicho Cioran, ante “la enormidad de lo posible”.

(La Vanguardia)

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17 de diciembre de 2014
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Los fantasmas de la pantalla de plata

Carlos Fuentes nunca dejó de recordar el día en que su padre lo llevó a Nueva York a visitar la Feria Mundial que se había abierto en 1939 en el Corona Park, y recuerda también que esa misma vez vio Citizen Kane. Así lo cuenta en el libro póstumo Pantallas de plata (Alfaguara, 2014), que recoge sus escritos sobre cine. Tenía diez años de edad, y para acercar los dos hechos debemos suponer que recorrió los recintos de la Feria antes de que cerrara sus puertas en el otoño de 1940, y que asistió a alguna de las primeras funciones de Citizen Kane que se estrenó en febrero de 1941.

Los dos acontecimientos ponen a Fuentes desde entonces en el escenario contemporáneo, del que fue siempre un habitante inquieto, inconforme e inquisitivo: en esa Feria Mundial se celebraba el mañana esplendoroso que la humanidad anhelaba después de la crisis financiera de 1929, no en balde su lema era "construyendo el mundo del futuro".

Alemania e Italia tenían vistosos pabellones en la feria, lo mismo que la Unión Soviética, y el futuro ya estaba allí, sólo que pintado en colores tenebrosos, pues la Segunda Guerra Mundial, sin que Estados Unidos se involucrara todavía, ya había empezado: aniquilación de ciudades enteras bajo las bombas, campos de concentración, hornos crematorios, los gulag, la destrucción nuclear de Nagasaki e Iroshima.

"Esa película fue un mazazo en mitad de mi imaginación y nunca me abandonó. Desde ese momento he vivido con el fantasma de Citizen Kane en la cabeza. Hay pocas otras películas de las que estoy consciente cuando escribo", dice. Y cuando a los 32 años emprendió una de sus novelas capitales, La muerte de Artemio Cruz, no hay duda que aquel fantasma seguía estando dentro de él.

Fuentes fue ese escritor de la modernidad que no despreció ninguno de los medios de expresión del siglo veinte, el primero de ellos el cine, que además abrían la posibilidad de introducir nuevas técnicas en la escritura, sobre todo el flash-back, que utiliza para ir del pasado al presente y contarnos la historia de Artemio Cruz, quien recuerda su vida desde su lecho de muerte; una novela que es "un film en prosa".

Pero en Pantallas de Plata hay también imágenes lapidarias sobre las diosas del celuloide. Gloria Swanson, ojos de laguna envenenada. Pola Negri, ojos de incendio nocturno. Greta Garbo, ojos de orgasmo nómada. Y de Joan Crawford dirá que "tolera los más despiadados close-ups con una mirada enorme, líquida y melancólica encima de los labios que habrían de ser un sello de fábrica. Enormes, tan grandes como las hombreras que el modista le diseñó para ocultar el hecho de que tenía cabeza grande y cuerpo pequeño..." No hay duda de que nos hallamos en el plató donde se cocinan las murmuraciones.

La Swanson invitó una vez a almorzar a Fuentes en su apartamento de Nueva York, compartieron en la cocina sándwiches sacados del refrigerador, y ella le enseñó, pieza por pieza, su ropero, una escena que parece sacada de Sunset Boulevard. ¿Y Marlene Dietrich? La vio cantar en Washington "vestida de satín y estrellas, la melena suelta, las piernas que no envejecen. Ella sí. El vestido de noche era solo un cascarón que escondía un cuerpo envejecido. Pero las piernas no se hacen viejas."

Fuentes nos habla desde la butaca y desde el set de filmación. Cuando describe la escena final de Los violentos años veinte, donde  el gánster al que interpreta James Cagney, ametrallado llega a morir a la escalinata de una iglesia, y expira en brazos de Gladys George, ella exclama: "he was a big shot". Y Fuentes traduce: "fue un chingón".

Y entonces no podemos dejar de recordar la muerte de Falstaff en brazos de Mistress Quickly, la hostelera, quien al recoger su último aliento exclama: "No, de seguro que no ha ido al infierno: está en el seno de Arturo, si es que algún hombre fue alguna vez al seno de Arturo..."

Y fue el espléndido guionista de El gallo de oro, que escribió mano a mano con Gabriel García Márquez, basado en el cuento de Juan Rulfo; o el de En este pueblo no hay ladrones, basado en el cuento de García Márquez, película en la que Fuentes actúa, además, como extra, junto al propio Gabo, al propio Rulfo y a Luis Buñuel, los extras más célebres de la historia.

Y su íntima amistad con Buñuel, y los años que compartió con la estrella del cine mexicano Rita Macedo. Y Shirley McLaine; siendo que ella creía haber sido en alguna otra vida una princesa inca, él le dedicó su novela Cumpleaños, que trata sobre la reencarnación, siempre dispuesto a hacerle guiños a la eternidad. Y, en fin, su apasionada relación amorosa con Jean Seberg, la Juana de Arco de Otto Preminger, descrita en su novela Diana o la cazadora solitaria.

El cine en la vida, o más bien en las entrañas. Los fantasmas que nunca dejaron de acecharlo desde las pantallas de plata: "Al cine se entra a soñar, lector, espectador, mi semejante, mi hermano..."

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17 de diciembre de 2014
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Una reunión de Juanas

 La semana pasada, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, tuve la oportunidad de "moderar" una mesa de ganadoras del premio de novela Sor Juana. Estaban ocho reconocidas escritoras, entre ellas Tununa Mercado, Claudia Piñeiro y Cristina Rivera Garza. Hubiera preferido ser invisible, desaparecer de ese panel y, simplemente, escucharlas, pero Margo Glantz, sentada a mi derecha, no me dejó. Margo, que es muy rápida y sabe salir por la tangente sin por ello escaparse nunca del tema, se convirtió en el eje de la mesa en base a comentarios chispeantes y lucidez; así, se pudo hablar del estado actual de la literatura de mujeres en el continente --"no me interesa ese tema", puntualizó Margo- e incluso se tocó un tema espinoso: ¿debe existir un premio de novela solo para mujeres, como el Sor Juana?  

            Las escritoras, que hablaban ante un público entregado (una pena: prácticamente solo mujeres), mencionaron el antes y después que significó en su carrera el Sor Juana; la revelación más conmovedora vino de parte de Tununa Mercado, quien dijo que el premio le había creado tanta responsabilidad, porque había que estar a su altura, que ya no había podido escribir más ("apenas pavaditas"). Todas mencionaron el peso y, a la vez, la luminosidad que provenía de estar conectadas simbólicamente a Sor Juana. Margo Glantz, una autoridad en la obra de la monja, dijo que no había que idealizarla, que entre santa y sabia ella había preferido ser sabia, y que ese debía ser el ejemplo a seguir.

La argentina Inés Fernández Moreno, ganadora del último premio con El cielo no existe (Alfaguara), recordó la "Carta a Sor Filotea", el hecho de que las mujeres artistas aún tengan que lidiar con prejuicios que relegan a las mujeres al espacio doméstico, y contó la historia de una abuela que pudo ser poeta pero debió reprimirse ante la presencia de su esposo escritor (a la muerte del esposo, la mujer, ya anciana, volvió a la poesía). Cambian las cosas y las escritoras de las nuevas generaciones son mucho más libres, señaló Claudia Piñeiro; incluso cambian los hombres, dijo ella, y leen a sus compañeras de oficio como nunca antes, pero el relato de Fernández Moreno mostró que hay ciertas batallas que todavía continúan.

            Y si las cosas cambian, ¿no sería mejor abolir el premio Sor Juana, una suerte de "acción afirmativa" para las escritoras mujeres? Cristina Rivera Garza recordó el discurso de aceptación del premio de Lina Meruane, que un par de años atrás había sugerido algo similar, y dijo que coincidía con Lina, pero, a la vez, estaba consciente de el mundo no era ideal, y que mientras no se superaran ciertas taras (el machismo del canon latinoamericano, la tendencia de los críticos a privilegiar en sus lecturas a los escritores hombres), el Sor Juana debía existir. En eso coincidieron todas: en la ambivalencia ante un premio solo para mujeres, y en la necesidad de defenderlo. Ojalá que esa ambivalencia cambie con las nuevas generaciones y algún día deje de defendérselo: significará que este premio que ha sido tan importante al visibilizar la escritura de las mujeres, ha cumplido su ciclo y no es tan urgente como alguna vez lo fue.

(La Tercera, 14 de diciembre 2014)  

 

 

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16 de diciembre de 2014
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HOY SE CELEBRA EL DIA DE JANE AUSTEN.- Ya saben cómo deben salir…

HOY SE CELEBRA EL DIA DE JANE AUSTEN.- Ya saben cómo deben salir vestidas a las calles. Buen día para buscar un pretendiente que cumpla con ciertos requisitos cuantificados en generosidad de corazón, pensamiento libre y ganancias anuales de libras esterlinas adecuadas), leer a Austen, ver películas suyas, leer The plot marriage de Jeffrey Eugenides, o simplemente sentarse en el diván de su sala a escribir. bookmania:

It?s Jane Austen Day for real! The Jane Austen Centre in Bathe will host the first annual Jane Austen Day on Dec. 16, 2014 - The LA Times Reports. The official Facebook Page for the event says:

As all Jane Austen fans know, the 16th of December is our favourite author?s birthday and ?Jane Austen Day? is an annual celebration of Jane?s work and life which encourages lovers of both around the world to take part in events to mark the occasion.

Jane Austen was born 1775 in Hampshire, England. (Photo by harry_nl)

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16 de diciembre de 2014
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La próstata y su relato

Un buen número de varones, alcanzada cierta edad, descubrimos en nuestro interior la existencia de una escondida glándula llamada próstata, a la que de joven se desdeña, por creerla poco menos que ornamental al lado de otros órganos esenciales del cuerpo masculino. Yo mismo tuve noticia fehaciente de ella hará casi veinticinco años, en una muestra de precocidad que más me habría gustado experimentar en la sabiduría o el amor. Pero no quiero hablar aquí de la mía, con la que mantengo una relación de estrecha vigilancia, recelo no exento de aprensión y análisis pormenorizado de sus alteraciones, un poco a la manera en que los financieros siguen las subidas y bajadas del índice bursátil. Un aviso lingüístico de lo que es la madurez llega cuando los hombres y las mujeres se ven obligados, por razones de precaución sanitaria, a conocer y hasta a utilizar en la vida corriente siglas y términos antes remotos o desconocidos. Por ejemplo, en el apartado que me corresponde, PSA, LMR, flujometría, hiperplasia, fotovaporización.

 

     Todos ellos y alguno más alarmante aparecen nombrados en ‘L´ablation' (‘La ablación'), un libro de gran interés de Tahar Ben Jelloun aparecido este año en Francia, sin traducción todavía, que yo sepa, al español. El autor lo llama "récit", y en un prólogo explica que un amigo suyo matemático de profesión le rogó que escribiera su propia peripecia prostática sin embellecerla ni omitir detalles, por crudos que fueran. Ese ruego le produjo al escritor marroquí de expresión francesa un dilema: "¿era preciso, como mi amigo me lo pedía, contarlo todo, describirlo todo, revelarlo todo? Después de una reflexión, decidí no dejar nada de lado, entrar en su cabeza y ponerme en su piel", aunque unos párrafos más adelante reconoce haber traicionado la misión de un escritor objetivo, pues "imaginando ciertas escenas, reinventándolas o adaptándolas al ritmo del relato en algunos momentos, yo ya no sabía si traducía sus fantasmas o los míos".

     El resultado posee una ambigüedad narrativa que nunca le quita a sus páginas (se trata de un libro poco extenso) poder de sugerencia y dimensión verídica, por re-elaborada que esté. Ben Jelloun no sufre él mismo el grave tumor que se le detecta a su amigo, pero al darle a éste la voz en primera persona el lector puede pensar que el matemático no existe realmente y sólo sea un alter ego ficticio del novelista que se presenta como mero testigo y relator. Tanto da. Personal o vicariamente, conocemos la angustia, la dubitación, los pasos difíciles en el camino médico, los diagnósticos contradictorios de los urólogos, la arriesgada épica de los valientes, como la de ese profesor del matemático enfermo, quien, al encontrarse por casualidad en un autobús parisino y saber de la inminente operación de prostatectomía a la que su antiguo discípulo va a someterse, le insiste con vehemencia en que no lo haga, siguiendo su ejemplo y recomendándole la "curieterapia", un método iniciado hace más de un siglo a partir de una intuición de Pierre Curie y consistente en introducir en la próstata granos radioactivos que "se comen" literalmente las células cancerosas. La vida sexual puede seguir así su curso, aun con el peligro de una reproducción del mal, y la función eréctil se conserva: "Sé de qué hablo", continúa diciéndole el profesor setentón al alumno veinte años más joven.

      El novelista cuenta las confesiones de su amigo, el calvario de alguien para quien el narcisismo ante las mujeres a las que ama profusa y fogosamente es una prioridad ahora imposible de cumplir. Sus reacciones son también, como los dictámenes de los doctores, antitéticas: cuando se siente humillado al saber que la extirpación de esa glándula puede quitarle la capacidad erótica, considera el suicidio, pero otras veces, animado por la versión directa que le da un colega de investigación matemática sobre el ‘caso' François Mitterrand, elucubra con imitar al presidente socialista, el cual, al saber de su cáncer en octubre de 1981 lo ocultó sin someterse a cirugías radicales y conjurándolo en lo posible a base de hacer trabajar a la libido para que se olvidase de la dolencia. "Vivió quince años con una próstata gruesa y enferma. Y nos folló a todos".

      El matemático de Tahar Ben Jelloun es un hombre sensual y también leído, y por ello ‘L´ablation' recoge una serie de referentes literarios que le sirven de espejo o acicate. En las tentaciones depresivas detalla las providencias que tomaría de llegar a quitarse la vida, evocando a Jake Barnes, personaje central de la novela de Ernest Hemingway ‘Fiesta' (al que le pone el rostro de Tyrone Power, que interpretó en la película de Henry King al periodista incapacitado por una herida de guerra), y las figuras reales de dos suicidas atormentados por la impotencia, el propio Hemingway y Romain Gary. El narrador suma a sus nombres el de Cesare Pavese, cuya muerte, según los indicios más fiables, no parece haberse debido a una cuestión genital, y recurre a imágenes relacionadas con su propia situación, como las del film de Bolognini ‘El bello Antonio' y la de la escena de la novela de despedida de Philip Roth ‘Sale el fantasma', en la que un rastro amarillento sigue al protagonista mientras nada en una piscina.

     ‘L´ablation' no tiene un final feliz, pero tampoco acaba en muerte o desespero. Tras la drástica operación, el narrador continúa su "vida sin libido", tratando de buscar acompañamiento para la pérdida. En las conmovedoras páginas finales quienes le acompañan son Borges y Buñuel. Al primero, anciano e invidente, se le acercó en el jardín de un gran hotel y le habló, recibiendo una característica contestación borgiana en forma de apólogo de ‘Las mil y una noches'. "Mi libido es una ceguera, una soledad", dice el matemático. En cuanto a Buñuel, se congratula al comprobar que, trabajando con casi total sordera y por tanto como en una regresión al cine mudo, tal carencia no quita resonancia a las extraordinarias películas de su etapa final: "¿Qué pasaba por su cabeza cuando veía esas imágenes en que faltaba el sonido? ¿Qué recuerdo guardaba de la música del mundo?".

     "Ciego y sordo" como solitario del placer carnal, este hombre que le confía su intimidad a Ben Jelloun se declara dispuesto al goce fantasmal de los sentidos que le restan: "Viviré con el recuerdo de algunos perfumes y tal vez de algunos olores inconvenientes".

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16 de diciembre de 2014
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