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Lo que comenzó con el asesinato de Theo Van Gogh

Ayer Jeannette Bougrab, la viuda del director de Charlie Hebdo dijo en televisión que su marido sabía que lo iban a matar “igual que a Theo Van Gogh”.

¿Nos acordamos del brutal asesinato hace una década del iconoclasta creador holandés, cuyo asesinato comenzó una era nueva y turbia en Europa? Hoy quiero compartir con ustedes las respuestas que encontré y las preguntas que me hago desde entonces tras leer la estupenda crónica/ ensayo Asesinato en Ámsterdam, del pensador de los Países Bajos Ian Buruma.

Su pregunta central es: ¿Cómo un joven “integrado” en un país abierto y laico podía convertirse en un asesino sanguinario?

Como en muchos otros casos, el encargo de Cultura/s de La Vanguardia de hacer la crítica del libro de Buruma, en la estupenda traducción de Mercedes García Gamilla, me abrió los ojos a una realidad desconocida por mí y por muchos allá por 2007.

Hoy, con estupor, recuerdo ese libro y cómo lo leí entonces. Y me parece más comprensible pero no menos atroz la matanza en la revista tan insultante y satírica como las películas y los exabruptos de Van Gogh. ¿Dónde está el límite? La sátira es necesaria para la salud democrática. Donde no se acepta la sátira, no hay libertad. El insulto no es necesario, y muchas veces es mejor evitarlo, pero quien busca prohibirlo y castigarlo, por lo general lo que pretenden es impedir la crítica, y con ella el pensamiento independiente.

Esta es aquella historia, sin la cual no se entiende cómo llegamos a esto.   

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Ian Buruma, ensayista y periodista de origen holandés, dejó el país de su plácida infancia para sumergirse en el torbellino de Asia y el estrépito de Norteamérica. De la experiencia de sus viajes por las fronteras culturales de hoy construyó relatos y análisis en un estilo vivaz, erudito e irónico, que desgrana regularmente en las revistas New Yorker y New York Review of Books. En ellos cuenta y analiza los grandes cambios político-culturales del mundo. Sus preguntas no se refieren a la noticia – qué acaba de pasar –  sino a las corrientes profundas – qué nos está pasando –.

Tal vez la pregunta más actual y acuciante de sus últimos textos es por qué arrecian las incomprensiones y desencuentros entre Oriente y Occidente en la era de la globalización. Mientras aumentan en el mundo los viajes, se aceleran las noticias, se masifica la educación y se intercambian más bienes y servicios, crece en igual medida el odio y la desconfianza. De la docena de libros de Buruma, se pueden encontrar sus ideas en castellano en los influyentes Occidentalismo: breve historia del sentimiento antioccidental y Anglomanía, una fascinación europea

En 2004, y después de recorrer tanto mundo, Ian Buruma se vio compelido a volver a casa. De pronto, todas sus preguntas se concentraron en la otrora somnolienta Holanda.

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El 2 de noviembre de 2004, en una tranquila calle de Ámsterdam sucedió un hecho de sacudió las conciencias de Europa y gran parte del mundo. Ese día, Mohammed Bouyeri, un joven ciudadano de los Países Bajos de origen marroquí, que hablaba y pensaba en holandés, asesinó al cineasta Theo Van Gogh. El ‘crimen’ de Van Gogh (bisnieto del hermano y albaceas del famoso pintor) había sido filmar con la somalí disidente del Islam Ayaan Hirsi Ali una breve película contra el maltrato de la mujer musulmana. Una escena del film muestra un cuerpo femenino desnudo cubierto con versos del Corán. Van Gogh, un deslenguado y cáustico crítico de fundamentalistas cristianos, judíos e islámicos, buscaba sacudir, incluso insultar, pero jamás pensó que el exabrupto podía costarle la vida.

Bouyeri era un perdedor del sistema, humillado y radicalizado hasta la exasperación, que se entretenía mirando escenas de decapitaciones de ‘infieles’ que bajaba de páginas web islámicas en inglés (no entendía el árabe). Ese 2 de noviembre se bajó tranquilamente de su bicicleta, acribilló al cineasta, decapitó su cadáver y dejó en su cuerpo un mensaje: un papel con amenazas de muerte contra Ayaan Hirsi Ali clavadas en un cuchillo. Pero hasta el mensaje estaba escrito en correcto holandés.

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Buruma viajó a Holanda por encargo de la revista New Yorker. No fue, obviamente, para averiguar quién mató a Theo van Gogh. El porqué del crimen no era tampoco su pregunta principal. El autor se abocó a entender qué había pasado allí desde que él y Van Gogh, dos niños holandeses en la misma época de La Haya, jugaban en la calle, sin miedos ni preocupaciones.

Asesinato en Ámsterdam es el relato de un viaje de descubrimiento, de reencuentro y de perplejidad. Es un permanente ida y vuelta entre el relato de los diálogos con sus entrevistados y el recurso del ensayo para dialogar con sus lectores. Con ese método socrático, Buruma penetra en una sociedad indigestada con el recuerdo no resuelto de la Segunda Guerra Mundial y el exterminio de una parte de la sociedad holandesa: los judíos integrados. Tras el Holocausto, la tolerancia y la no estigmatización del ‘otro’ se convirtieron en los credos de la posguerra.

Pero Buruma descubrió, tras hablar con decenas de holandeses viejos y nuevos, que el modelo abierto, tolerante, de respeto a las costumbres de los ‘nuevos ciudadanos’ que practicó Holanda desde el comienzo de la inmigración en los años 60 se ve ahora amenazado por la ola de integrismo musulmán y el uso que hacen ciertos grupos de inmigrantes de las libertades de la democracia para desafiar el sistema en sus mismas bases.

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¿Cuál es la solución? ¿Qué camino tomar? ¿De quién es la culpa de la tragedia de Van Gogh y Bouyeri?

Y tal vez la pregunta más espinosa para los psicólogos, sociólogos, historiadores y políticos con los que habló el autor: ¿Por qué una gran parte de los marroquíes de segunda generación, acogidos por el estado de bienestar y educados en la mullida cultura integradora del sistema imperante no se sienten parte del país donde viven? ¿Por qué algunos de ellos se rebelan tan violenta y brutalmente?

Buruma se lo pregunta a la madre de Van Gogh, a Hirsi Ali, a inmigrantes musulmanes de diversas persuasiones, a expertos y amigos que representan segmentos de la ‘voz de la calle’. Lo seguimos en sus caminatas y desvelos, y vamos con él armando un extraño puzzle que no parece tener una sola forma de resolverse. Estas historias holandesas de integración y desencuentros, contadas con nervio y elegancia, sirven para debatir temas urgentes en todas las sociedades, y se leen con inquietante reverberación en la Europa de hoy.

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10 de enero de 2015
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34. Las memorias de la memoria

En un interesante post, escrito a partir de la lectura de dos novelas recientes, Carlos Scolari recupera un tema formulado por las dos novelas (la reedición ampliada de Una vez Argentina de Andrés Neuman y Los huérfanos, de Jorge Carrión), el papel de la memoria sociocultural y su vinculación con los formatos tecnológicos. El post es muy interesante, aunque detecto cierta contradicción, a la que en realidad todos nos sentimos proclives algunas veces. Por un lado, dice Scolari que

 

"Hace cinco años escribí en este blog un post titulado ¿Podremos leer un PDF dentro de 100 años? donde compartía algunas preocupaciones respecto al futuro de los archivos digitales. Si hoy tenemos problemas para recuperar datos digitalizados en los años 1960 o inclusive en los 1990 ... ¿Qué pasará dentro de un siglo o dos?"

 

Pero el mismo Scolari había citado poco antes la opinión de Andrés Neuman:

 

"No sólo tuve ocasión de consultar en línea textos remotos y diarios viejos, sino programas de televisión que de niño había visto en directo. Fue muy extraño, casi alucinógeno, volver a ver mi propia infancia en YouTube y poder repensarla críticamente. Creo que este fenómeno modifica drásticamente nuestro modo de aproximarnos a la escritura memorialística. (Entrevista a A. Neuman)"

 

Aquí aparece la contradicción: los programas que Neuman veía de niño, pese a la diferencia de formato, están disponibles ahora en YouTube para cualquier persona, de forma instantánea y gratuita. Lo mismo sucede con miles de entrevistas, programas, series antiguas, documentos gráficos, etcétera. Acabo de teclear en YouTube "1932" y me aparecen todo tipo de archivos audiovisuales de aquel año, grabados -imagino- en formatos hoy muy difíciles de reproducir fuera de lugares muy concretos: celuloide o películas de 16 mm. en su mayoría (curiosamente, pensando que el formato Súper 8 era mucho más reciente, corro a Wikipedia para contrastarlo, y Wikipedia responde que justo en 1932 "Eastman Kodak lanzó un nuevo formato de cine llamado ‘Ciné Kodak Eight' u ‘8 Estándar'"), lo que nos dice dos cosas: la primera, que cualquier formato se puede recuperar; la segunda, que casi todo lo que de verdad reviste interés, como los poemas de Píndaro, encuentra amanuenses que lo cambien de formato y lo hagan perdurar durante milenios; lo tercero, que nuestra era es, con toda seguridad, gracias al refinamiento de las técnicas arqueológicas, a la ayuda que la tecnología brinda a las técnicas paleográficas y a nuestra propia vocación conservadora (museos, bibliotecas y videotecas mediante), la época de la Humanidad en la que más memoria se conserva del pasado.

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En una lectura que hice del ensayo de Manfred Osten sobre la supuesta pérdida de la memoria que conlleva la tecnología, por la aparente obsolescencia de los formatos, citaba esta reflexión del pensador alemán: "Esto supone por una parte que se deje exclusivamente al parecer y criterio de las actuales élites de funcionarios el determinar qué contenidos de memoria estarán disponibles en el futuro y cuáles deberán considerarse obsoletos" (Manfred Osten, La memoria robada. Los sistemas digitales y la destrucción de la cultura del recuerdo. Breve historia del olvido; Siruela, Madrid, 2008, p. 85). Y a continuación respondía un servidor de esta manera: "ya no hay élite, por fortuna. Ahora somos decenas de millones de personas en el mundo las que, mediante webs, wikis, blogs, videologs, fotologs, YouTube y demás recursos de almacenamiento cultural estamos dejando un testimonio de la cultura existente, tanto de aquella producida en marcha como de la almacenada durante siglos. El formato de almacenamiento de información conocido como byte es de los más reproducibles y perdurables que se han inventado, mucho más que las cintas de casete o las impresiones magnéticas o las tarjetas perforadas que ya pasaron a nuestro arcón de la memoria. Los bits son líquidos, fluctúan, se almacenan fácilmente, y acumulan muchísima información en muy poco espacio".

La nuestra es una memoria de memorias. Estamos en un momento de cambio, como apunta Tomás Maldonado: "si es cierto, tal como parece, que el advenimiento del Homo scribens contribuyó a cambiar en no pocos aspectos la memoria del Homo oralis, es más que legítimo que puede ocurrir lo mismo con el advenimiento del Homo digitalis, en relación con la memoria del Homo scribens" (Memoria y conocimiento, 2005) , y está por ver la naturaleza de muchos de esos cambios, sus ventajas y desventajas. No niego que, como dice Jorge Carrión en una opinión citada por Scolari, estemos confiando a las máquinas parte de nuestra capacidad mnemónica; pero es también innegable que hace 45 años comenzamos a poner en manos de las calculadoras Texas Instruments las operaciones con números y, tras los consabidos aspavientos de algunos sobre la pérdida de facultades, nunca más volvimos a hacer raíces cuadradas u operaciones simples a mano, incluidos, imagino, el mismo Osten, Nicholas Carr, Vargas Llosa, Spitzer y demás tecnófobos al uso, que son los primeros que entran en los hospitales pidiendo a gritos ciencia médica puntera y tecnología de última generación al primer amago de enfermedad grave suya o de sus hijos. Del mismo modo que en un momento dado nuestros padres dejaron de memorizar números de teléfono cuando aparecieron las guías telefónicas y nosotros dejamos de memorizar otras cosas porque estaban a nuestro alcance en libros primero y las enciclopedias en DVD después, ahora Internet nos está liberando de cargas pesadas, como el coche nos liberó del caballo y el caballo de recorrer a pie largas distancias. Para algunos estas mejoras pueden ser retrocesos, pero creo que en la mayoría de los casos es puro desarrollo evolutivo de la inteligencia: ¿para qué memorizar números de teléfono, salvo los de las personas más próximas, pudiendo dedicar la memoria a recordar libros que nos han gustado o películas de nuestra estima? ¿Para qué perder el tiempo haciendo largas multiplicaciones o buscando el tomo de la Espasa donde aparece "Súper 8", en vez de disfrutar de la larga serie de clásicos del cine de los años 20 y 30 del siglo pasado que Internet pone a nuestra disposición en su inagotable archivo?

 

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10 de enero de 2015
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Mentes sospechosas

Con Elvis Presley me hice mayor, o eso creí entonces. Estrené tocadiscos con un doble de Grandes éxitos, cuando los elepés se escuchaban despacio, canción tras canción. Variábamos nuestras filias, y había meses en que lo dábamos todo por unos zapatos de gamuza azul y otros en que nos agitábamos presas de la sincopada Fever. En la salita del piano, con mis hermanos, puntuábamos los temas y siempre ganaba Suspicious minds, uno de los hits que me sigue acompañando cuando quiero mejorar el humor o subir el ritmo, que viene a ser lo mismo. Elvis te metía algo en el cuerpo: un nervio, un coraje, un cuento de Dickens. Su madre se parecía a algunas mujeres de nuestro pueblo, fondona y natural, incapaz de sofisticarse aunque su hijo fuera el Rey. Luchó con agallas para que la pobreza no los despojara de su dignidad, no soportaba que su pequeño pudiera llegar a ser un hillbilly, el gentilicio que designa a los habitantes de las áreas rurales más remotas y atrasadas. Gracias a sus películas (más de treinta) viajábamos por todo el mundo, de forma muy especial a Hawai, donde ambientábamos todos los sueños que pueden enredarnos a los catorce años. Pero sobre todo conseguía que sintiéramos la música como algo que formaba parte de nosotros. Un chico pobre que había logrado alcanzar la cima moviendo la pelvis -y rodillas- como nadie: ¡claro que todo era posible! Ayer Elvis, de estar vivo, hubiera cumplido ochenta años. Su muerte nos partió una tarde larga de agosto, en la que revisábamos nuestra colección de sellos. Fue la primera muerte lejana que sentimos como de la familia, sobre todo porque no podíamos concebir que fuera mortal. Hoy sus descendientes y representantes mercadean con su legado, vendiendo los jets privados con baños de oro y alcobas de cinco estrellas que adquirió sólo dos años antes de morir. “La primera vez que oí la voz de Elvis supe que jamás podría trabajar para alguien, que nadie iba a ser mi jefe. Oírlo por primera vez fue como huir de la cárcel”. La declaración es de Bob Dylan. Lennon y McCartney, Springsteen o Nick Cave también se crecieron con su voz. Injustamente condenado en el imaginario colectivo por sus excesos, sus monos con pedrería y sus hinchazones narcóticas, no hubo nadie más valiente que él para hacer rock and roll. En los penales españoles debería escucharse El rock de la cárcel, ahora que están más pobladas que nunca de vips, acrónimo cada vez más desprestigiado y hortera, como la capa de Elvis. Recuerdo con auténtico estupor la boda de Rocío Jurado y Ortega Cano, a la que, por caprichos azarosos, asistí. Y fui testigo de aquel “estamos tan a gustito”, un desafinado ebrio que se convirtió en desliz premonitorio. El torero ha salido de permiso y el cambio ha sido impresionante: Más sereno, saludable y delgado. Ninguna cirugía estética hubiera obrado tal hazaña. “Hay mucho tiempo para pensar y madurar el futuro de mi vida y mentalmente me encuentro muy bien. La verdad es que no hay mal que por bien no venga”. ¿Poco tiempo para pensar? Un mal muy español. Exilio ‘vintage’ / Russian Red Hoy la cantante Russian Red se despide de España, rumbo a Los Ángeles donde se traslada de forma definitiva -ay, cómo si algo pudiera ser definitivo a los treinta años-. Lourdes Hernández es una de las voces más personales del pop español. En una ocasión, le hicimos un cuestionario en Marie Claire, y le preguntamos si era de derechas de izquierdas, a lo que respondió, con la boca pequeña, que más bien de derechas. Y claro, se armó la grande, como si alguien llamado Russian Red tuviera que justificar su nombre cuando pocas veces el significante guarda relación con el significado. Hoy pone a la venta gran parte de su armario: “Vestidos usados por todo el mundo”, dice, fiel a su espíritu indie, ahora que lo vintage tiene los días contados. Icono ‘fashion’ / Joan Didion

Ha escrito libros sobrecogedores, como El año del pensamiento mágico -sobre la muerte inesperada de su marido seguida de su hija-, películas escalofriantes, como Pánico en Needle Park, y centenares de artículos en prensa, de Vogue a The New York Times, pasando por Life, Esquire o The New York Review of Books. Ahora, a sus 80 años, Joan Didion se convierte, de la mano de Phoebe Philo y Juergen Teller, en icono fashion, desplazando a la top Daria Werbowy como imagen de la firma francesa Céline. Gafas de sol y colgante XXL, negro riguroso, su característica media melena plateada, y el allure de quien ha estado siempre por encima de las circunstancias. ¡Cuántas jóvenes escritoras le deben su estilo a Joan Didion! El antihéroe / Michael Keaton

Me cuentan que en Hollywood hay una regla de oro no escrita -se lo contó al crítico Andrés Rubin de Celis el actor Rod Steiger- que garantiza el total respeto de la profesión al intérprete que, por muchas vueltas que dé en la montaña rusa de la fama, la taquilla y la cirugía, logra completar tres décadas “en el candelero”. Michael Keaton, que estrena la aplaudida Birdman (encarna a una estrella en declive), va por la cuarta. Y en plena forma: ni las candidaturas a los Globos de Oro y las quinielas de los Oscar han nublado una lucidez que le alejó, incluso cuando el teléfono no sonaba, de malos guiones y cintas de serie B. “El mundo es hoy un gran mall”, ha declarado, más antihéroe que nunca, también más sabio. (La Vanguardia)

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10 de enero de 2015
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Novela múltiple, novela única.¿Por qué vendemos como novedades procedimientos que ya usaron los griegos y los romanos?

He aquí un libro emocionante y ágil, que todo interesado por el alma y la estructura de la novela puede leer con placer.

Trata de lo que el autor llama la novela múltiple, que también podría ser la novela-collage, que también podría ser la novela molecular y discontinua. Trata ese tema y a la vez lo busca, lo persigue como una cazador persigue su presa. El libro en sí es también un libro múltiple, saturado de citas que ilustran lo que quiere decir de mil variadas maneras.

Como todos los libros de estas características, quiere ser profético, pero ya se sabe que las profecías se formulan para que no se cumplan, aunque normalmente los profetas lo ignoren, pues creen demasiado en sí mismos y en sus palabras. Los profetas son los absolutistas de la palabra y los más lamentables funcionarios del Absoluto.

Adam Thirlwell compensa esa actitud recurriendo a la velocidad y al humor. Dos armas de nuestra época.

Asegura que la novela futura será un objeto múltiple en el que tendrá cabida todo: basura, caos, kitsch, collage... Una novela llena de objetos móviles. Pero, ¿acaso no es eso el Satiricón de Petronio, escrito hace unos dos mil años? Y muchas novelas del presente, ¿no son también eso?

Si pensamos que el presente es ya el embrión de futuro, como lector asiduo de toda clase de novelas creo tener cierta autoridad para decir que la novela actual sigue como mínimo dos caminos, que se harán aún más relevantes en el futuro. La novela múltiple que Thirlwell postula (y que sin ánimo de insultar yo llamaría balzaquiana), de la que sería un buen ejemplo Rayuela, y la novela minimalista y esencialista, que se nutre de una sola idea densa, homogénea y muy resistente a las modas y el olvido, que puede llegar a descomponerte por dentro en virtud de su unidad y densidad casi atómicas, y de la que encontramos grandes materializaciones en la historia: La metamorfosis sería un buen ejemplo de ello. Otros buenos ejemplos serían El túnel y El extranjero.

Ni una ni otra son invenciones modernas. ¡A ver si pensamos un poco y dejamos de vender como novedades procedimientos que ya fueron utilizados por los griegos y los romanos! Muchos autores han practicado las dos procedimientos de los que hablo con mayor o menor solvencia, por ejemplo Cervantes, con novelas múltiples como Don Quijote, y novelas esencialistas y “minimalistas” como las Novelas ejemplares. Lo mismo podríamos decir de Cortázar, de Nabocov, de Foster Wallace y hasta del mismo Balzac con novelas cortas tan fundamentales como Obra maestra desconocida. Autores que a veces abogan por la multiplicidad y otras veces por la esencialidad minimalista, porque todo cabe en sus almas abiertas y magníficas. A la primera opción la podríamos llamar la novela múltiple como quiere Thirlwell, a la segunda la podríamos llamar la novela única. En la actualidad un buen representante de la primera opción sería Fernández Mallo; respecto a la segunda me quedaría con el ya fallecido Julien Gracq y con Pierre Michon.

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10 de enero de 2015
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Condenas de credibilidad limitada

La condena es unánime, universal casi. Llega incluso de países como Arabia Saudita donde la blasfemia se castiga con la pena de muerte. Leo la condena de la Conferencia Islámica, a través del secretario general, el saudí Iyad Ameen Madani, en una sentida carta en la que "expresa su convicción de que prevalecerán los principios fundacionales de la República Francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad". La Conferencia Islámica tiene un observatorio de la islamofobia, que denuncia no tan solo la discriminación de los creyentes islámicos en razón de su religión sino cualquier forma de expresión que considera vejatoria para su credo. Recupero lo que dice su informe de 2012 sobre Charlie Hebdo, acusado por el entonces secretario general, el turco Ekmeleddin Ihsanoglu, de "incitación al odio y de abuso de la libertad de expresión" y que vincula con "el alarmante incremento de la islamofobia en Europa". No es fácil encontrar estos días consideraciones de este tipo contra Charlie Hebdo. Quienes han combatido contra la libertad de expresión en los foros internacionales, incluso en Naciones Unidas, y sostienen legislaciones contra la blasfemia de corte medieval en sus países, no tienen hoy interés en que se confundan sus posiciones con los de los asesinos de París. Pero hurgando un poco se pueden encontrar, incluso sin conocer las principales lenguas donde se expresan este tipo de posiciones. Leo, por ejemplo, a través de la agencia Eurotopics, estas inquietantes frases del diario turco Miliyet, a propósito del atentado de París: "En todo el mundo se desencadenan oleadas de tópicos sobre el islam como un tsunami. Afectan a millones de hermanos y hermanas musulmanes, a los que se excluye. Es la razón por la que se hallan oprimidos, sufren, se ven obligados a vivir en circunstancias difíciles? Si al menos no se hicieran dibujos como estos, estas caricaturas del profeta del islam y no se ofendiera a los musulmanes. La mirada de los cristianos sobre sus profetas es distinta. Les permite incluso a los comediantes interpretar a Jesús desnudo en el escenario. Esta es la idea de libertad en la cristiandad. ¿Pero es justo aplicar la misma forma de ver las cosas al islam? Manifiestamente no, por cuanto existen grandes diferencias de cultura, de mentalidad y de religión entre ambas". Las condenas verbales son muy fáciles. También de credibilidad limitada, porque no bastan para aislar a una religión tan extendida y tan respetable de unas organizaciones terroristas que pretenden erigirse en su dirección y vanguardia. Los únicos que pueden hacerlo son los propios creyentes, a través del único camino conocido, como es la defensa de las libertades individuales, empezando por la libertad religiosa, incluidos los derechos a la apostasía y al ateísmo, y siguiendo por la libertad de expresión, que sin duda incluye la crítica y la mofa de todas las religiones.

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10 de enero de 2015
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La tos sin fin

Por lo que voy viendo y oyendo, una incalculable masa de población se encuentra tosiendo desde hace más de dos o tres semanas. Algunos pasan ya del mes y otros más conspicuos están cerca de los  60 días. Se trata, me dicen a mi, que soy parte del fenómeno,  de un virus y que sin dejar de afrontar  preventivamente mediante una auscultación no merece mayor inquietud, por el momento.  A fin de cuentas los virus que se presentan en estas proporciones sociales logran, sin duda, la categoría de  acontecimiento intenso pero no diezmanm al ser pasajeros, el censo de  ciudadanía.

Con todo, el asunto pasa ya de castaño oscuro. Mucolíticos, antitusivos, pastillas para chupar y la tos persiste como si poseyera una naturaleza propia, obcecada e irreductible. Recuerda al nacionalismo furibundo. Se instala en los bronquios como una idea fija y no atiende a razones ni análisis suaves. La escabrosa cordillera que se desata con esta tos salvaje desemboca, casi siempre, en una expectoración tan blandengue que es difícil establecer relación entre su ruidoso abroncamiento y ese fruto meloso con el que, al cabo, se concilia en el mayor silencio. No llevaré la metáfora soberanista más allá por miedo de seguir tosiendo más alto pero la idea de la analogía me parece un acierto.

De otra parte y dentro de lo que es el cuadro clínico, no puede anticiparse cuando va  tronar esta tos y las noches son temibles  precisamente porque su arbitrariedad en el tiempo puede hacerla aparecer durante varios cuartos de hora infames.  Ellas son proverbiales. Y, de paso, son adverbios. Mediante esta figura gramatical creo que se describe directamente su ser. Son adverbios en el doble sentido morfológico de la palabra. Es decir: son toses "ad-versas" y son "versiones" fundamentales del tiempo, el espacio o la condición.

Pero también, del mismo modo que usamos sin darnos cuenta los adverbios en el habla, esta tos vírica y volcánica y  persistente se presenta incluida en la conversación, aunque sin que sin que justifique su significado exacto. De hecho, no se explica. No se deja tratar, no se deja acallar.  ¿Un virus? ¿Puede que sea un virus pero cabe imaginar en ese diagnóstico un dictamen más exento de concreción? 

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8 de enero de 2015
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El califato contra Europa

El califato ya está aquí. Sus experimentados matadores ya han actuado dentro de Europa para que nos enteremos de sus propósitos, el primero y más importante, terminar con nuestra libertad, la libertad de los europeos, un bien que solo apreciamos cuando lo perdemos. Sus guerreros han alcanzado el corazón de la libertad de expresión, el consejo de redacción entero de Charlie Hebdo, la revista satírica que más ha destacado en la defensa de esta libertad que necesariamente debe alcanzar a los personajes, los símbolos y las creencias de todas las religiones. La libertad no es divisible y debe incluir necesariamente el derecho a la demolición de religiones y mitos. Esto y no otra cosa es Europa, y el día que renunciemos a esa libertad, Europa ya no será Europa, sino otra cosa, un territorio colonizado por el fanatismo. Europa debe defenderse de los guerreros del califato, que quieren revivir los tiempos en que el islam primigenio se expandía por las armas. Con el Estado de derecho, por supuesto. También con todos los medios policiales e incluso militares si hace falta. Pero siempre dentro de la ley y del respeto a los valores y a los principios liberales sobre los que se ha construido, la defensa a ultranza de la libertad de expresión entre los más destacados. El califato quiere terminar con la libertad de los europeos y su actuación violenta lo busca por dos caminos, igualmente perversos ambos. El de la renuncia a la libertad, mediante la imposición de legislaciones restrictivas a la libre expresión de las ideas, incluido el derecho irrenunciable a la blasfemia: solo las personas tienen honor y derecho a defenderlo en los tribunales, no lo tienen los dioses, los símbolos o los mitos, sean cristianos o judíos, islámicos o laicos. El otro camino, aparentemente en el otro extremo, es la utilización de medios mimetizados de los terroristas, es decir, restringir el Estado de derecho y las libertades políticas, admitir la tortura y el secuestro, con la excusa de que todo ello sirve para mejor combatir al terrorismo, como hizo Bush en su día con el fracaso que todos conocemos. El futuro de Europa, en contra de lo que piensa el Frente Nacional francés o los alemanes de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), depende de la llegada de inmigrantes en grandes proporciones en los próximos años, que en una buena parte serán ciudadanos de religión islámica. Si no somos capaces de integrar y respetar a esos inmigrantes, Europa desaparecerá. Nadie como los islamófobos europeos hacen mejor el juego al califato, con el que coinciden en su idea de un islam rigorista basado en una lectura literal del Corán, pero deben ser sobre todo los propios musulmanes y sus representantes, así como los Gobiernos más significativos, como el turco o el saudí, quienes se distancien convincentemente de esta forma salvaje de entender su religión. Los asesinos gritaban que habían vengado al profeta y que Dios es grande. ¡Vaya profeta debe ser el que ellos dicen defender con la muerte a sangre fría! ¡Cómo debe ser ese Dios cuya grandeza exaltan con sus manos manchadas de sangre! Nadie decente puede dejar de blasfemar contra profetas y dioses de tal calaña, y eso es lo que va a suceder con mayor intensidad a partir de ahora.

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8 de enero de 2015
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¿Por qué siempre olvidamos lo más evidente?

El terror islamista se está extendiendo en contra de lo que predecían los que ni piensan ni quieren dejar pensar. La razón es de una evidencia palmaria y nadie con dos dedos de frente lo puede negar: la guerra de Iraq, que se inicio recurriendo a un casus belli grotesco, pues pocos ignoraban que lo de las armas de destrucción masiva era una farsa. El noventa por ciento del pueblo español se opuso tajantemente a esa guerra. ¿Por qué? Porque sabíamos lo que iba a pasar y no nos equivocamos ni siquiera un poco, lo que evidencia que no somos tan tontos. Sí, todos sabíamos que esa guerra iba a acentuar bestialmente el terrorismo, aunque ni ahora ni antes se hable con claridad de ello.

 

Consecuencias de la guerra de Iraq: según los últimos estudios el conflicto de Iraq ha causado ya más de un millón de muertos, si se incluye la violencia sectaria, y ha sido la gran escuela de yihadistas: se lo pusimos extremadamente fácil a los violentos. 

 

Lo que se hizo en Iraq clama al cielo. ¿Nos hubiese gustado a los españoles que en plena dictadura franquista las potencias internacionales se empeñasen en librarnos del dictador bombardeando Madrid y entrando a saco en nuestro país provocando la muerte de miles y miles de civiles inocentes? Resulta bastante obvio que el Estado Islámico es una consecuencia directa de esa guerra y del caos que generó desde el principio.

 

La guerra de Iraq ha sido el error más descomunal del los últimos tiempos: extendió el terror a niveles poco menos que impensables y abrió un boquete para la intolerancia y la locura que va a ser extremadamente difícil cerrar.  

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8 de enero de 2015
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Asuntos Metafísicos 80: ¿Qué etapa del saber es la Filosofía?

Es usual considerar a la manera del filósofo positivista Comte que la ciencia sería la etapa final en la evolución del espíritu humano, con  peldaño precedente en la filosofía, la cual a su vez supondría el haber superado  una etapa marcada por el imaginario teísta.  Es la célebre doctrina de los tres estadios. En el primero, tildado de ficticioteológico se representan los fenómenos como producidos por la voluntad dominante de agentes sobrenaturales como Poseidón o Zeus. En el segundo estadio, que Comte califica de metafísico, los agentes anteriores serían sustituídos por abstracciones como las ideas platónicas, que por participación engendrarían las cosas físicas,  o un alma subsistente  que daría cuenta del comportamiento  humano y eventualmente animal. Sólo en el tercer estadio, designado por  Comte como positivo o científico, el hombre renunciaría a  ambiciones como la de dar un sentido a la aparición el universo o  atribuirle una causa final. Limitándose a establecer leyes naturales a partir de las relaciones de similitud  y sucesión, el hombre habría por así decirlo entrado en una etapa asentada y madura, algo así como quien deja atrás las ilusiones de la adolescencia.

Pues bien, de alguna manera la consideración de lo que ocurre en las ciudades Jónicas y en los lugares a los que se extiende el pensamiento allí desarrollado,  invierte la jerarquía entre la segunda y la tercera etapa. Ciertamente no se puede comparar la ciencia helena con la ciencia que Auguste Comte tiene en la cabeza. Las conjeturas  de  Tales, Anaximandro, Anaxímenes  o Pitágoras  están cargadas de elementos representativos en los que la imaginación juega un gran papel, pero lo esencial de la ciencia, la disposición de espíritu que caracteriza al científico, está ya presente. Y  sólo como resultado de las interrogaciones a las que este mismo espíritu se ve abocado, surgirá la filosofía. En suma, lejos de que  la ciencia suponga una superación de la filosofía, cabe decir que  surge la filosofía como una suerte de corolario de la ciencia, o por mejor decir, un corolario de las aporías a las que se ve abocada la propia ciencia. En nuestro tiempo esto se repite, la metafísica renace a partir de la física.

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8 de enero de 2015
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