Sonny Mehta es desde hace treinta años editor del prestigioso sello Knopf y uno de los modelos del...

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Una conversación con los editores independientes de Alpha Decay, Libros del Asteroide y Sexto Piso,...
Una palabra es un mundo. No sólo representa lo que trae encerrado entre sus letras, que, al pronunciarla, desenvuelves de su celofán, sino que va tan allá como uno sea capaz de hacerla volar. Algunas tienen un recorrido más corto y apenas pueden apoyarse en una imagen, mientras que otras, de tan sugerentes y abiertas, parecen deslizarse por un tobogán. Las hay que pesan, que se anegan, que se nombran con rabia. Y las hay sandungueras, zafias o reveladoras. El oído es tan subjetivo como el olfato, pero afinándolo consigues entrar en el sonido de los fonemas y masticarlos. Representar un año con una palabra resulta un ejercicio gráfico provisto de una elevada carga simbólica; otro de los rituales de síntesis que contribuyen a formatear los cambios sociales producidos a lo largo de doce meses, y que ofrece su portentosa plasticidad para discernir una voz entre todas. Pero la gloria de las palabras mediáticas suele ser pasajera, bien porque cambia el foco, bien porque de tanto nombrarlas se devalúan siguiendo la lógica de la moda. A veces su vigencia se extingue con el año: le ocurrió a escrache, palabra del 2013 según Fundéu BBVA, apenas citada ya. Otras son viejos nombres los que añaden una carga semántica a su significado original, como refugiados, la palabra elegida ?en castellano? por La Vanguardia. Desde los campos de Gaza y Cisjordania o Darfur hasta las ciudades desplazadas de Dadaab, Tamil Nadu o Urfa, las migraciones forzadas por guerras y hambrunas no son ninguna novedad en este mundo desajustado. Pero hoy, el éxodo de miles de sirios que quieren escapar del infierno ha embestido con furia la palabra que etiqueta a los últimos parias de la Tierra. Parece que aquello que no puede ser nombrado no existe ni es fotografiable. Entre las palabras elegidas por unos y otros, las hay onomatopéyicas como zasca; curiosas como gastroneta o clictivismo; coloquiales como trolear o despatarre; antiestéticas como paloselfi, amplificadas como emergentes ?que el año pasado servía para apellidar a Brasil y hoy lo hace con Podemos y Ciudadanos?; osadas como cupaire, que se ha impuesto filológicamente a podemita. Sin embargo, no siempre basta un nombre ni un individuo. Merriam-Webster, la editorial que publica el célebre diccionario anglosajón, ha escogido el sufijo ism (ismo) como la palabra más representativa del 2015. Terrorismo, yihadismo, populismo, activismo, machismo… En la antípodas de los ismos ?y las vanguardias?, el diccionario Oxford apuesta por el lado más heterodoxo del lenguaje y elige el emoji que llora de risa, olvidando que detrás de cada dibujito en un smartphone hay una palabra derrotada. (La Vanguardia)
En la poesía de Rubén Darío hay dos mundos que se distancian, aunque aparezcan no pocas veces juntos en la forma: uno insondable, de misterios siempre por descifrar, donde la correspondencia de los significados se vuelve infinita: la sinestesia, ese juego verbal profundo donde el sol es sonoro y los sonidos son áureos; la búsqueda constante de lo diverso, que es la clave de la unidad de los significados pitagóricos, los números como signos del universo "que nos dicen al Dios que no se nombra".
De allí su fascinación por la mitología, cuyos personajes híbridos, más allá de poblar su imaginería verbal, entran en sus poemas como criaturas apasionadas, contradictoras y feroces. La pasión es la causa de su deformidad, o de su anormalidad, y más que una envoltura carnal tienen una presencia espiritual, la única capaz de ser testigo o partícipe de la epifanía. Y los saca del friso de mármol para expresar a través de ellos sus propias incertidumbres existenciales, como en El coloquio de los centauros.
El otro de sus dos mundos es musical, fácil al oído y a la memoria, bendecido por la rima. Como bien dice Stendhal, la memoria necesita de la rima. Y como son poemas que cuentan historias, los aprendimos a recitar en nuestra infancia: La sonatina, Los motivos del lobo. Es una poesía que viste ropas brillantes, igual que el rey de Margarita.
Esos brillantes ropajes son verbales, y provienen de la literatura francesa del siglo diecinueve. La innovación consistió en darle una nueva música, atrevida, briosa y resonante al idioma y, por tanto, una nueva estructura verbal. "El modernismo fue una escuela poética; también fue una escuela de baile, un campo de entrenamiento físico, un circo y una mascarada", como señala Octavio Paz.
Pero el músico ya estaba desde antes en Rubén, dueño de un espléndido oído, hasta que, como los verdaderos músicos, dio con su propia clave creadora. Supo escuchar las novedades del verso simbolista francés, pero también las cadencias de la poesía popular, desde los himnos religiosos de su infancia a los endecasílabos olvidados de la gaita gallega. Fue una aventura verbal, y la entrada en territorios antes proscritos.
Un músico de nacimiento, que no en balde cargaba con su piano Pleyel, huésped forzado, con no poca frecuencia, de las casas de empeño, y que terminó vendiendo cuando, nombrado embajador de Nicaragua ante la Corte de Madrid en 1907, no pudo sostener la legación en la calle de Serrano, porque su gobierno le atrasaba los sueldos, o no se los pagaba.
En su novela autobiográfica El oro de Mallorca se disfraza de un compositor latinoamericano, Benjamín Itaspes, "un temperamento erótico atizado por la más exuberante de las imaginaciones, y su sensibilidad mórbida de artista, su pasión musical, que le exacerbaba y le poseía como un divino demonio interior...".
Esa poesía fue una puesta en escena cuyas bambalinas y decorados se come de manera implacable la polilla, y lo mismo sus numerosos figurantes: faunos, ninfas, centauros, cisnes y pavorreales, hadas madrinas y princesas encantadas: "veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer...", dice.
Semejante parafernalia identificó al modernismo, decorados, efectos de color, novedades que se acercaban peligrosamente a la cursilería, y aún podemos asomarnos con curiosidad a ese museo de cera. Pero sin aquel ejercicio lúdico nunca habría existido la ruptura que trajo la modernidad que desentumió a la lengua española.
Algunos de quienes lo acompañaron en aquella aventura colorida perecieron junto con ese modernismo decorativo, porque se atuvieron a las calidades exteriores y no a la esencia verdaderamente moderna que había dentro de la envoltura modernista, donde se hallan los temas que han alimentado siempre a la literatura, nacidos de la exploración sin subterfugios de la condición humana, empezando por el amor y la muerte, esa dualidad tan perturbadora para Rubén: Eros y Thánatos. El primero de sus dos mundos.
El cisne que conduce la barca de Lohengrin es un cisne de utilería, pero los de Rubén, además de su simbólica majestad erótica, su cuello entre los muslos de Leda, con ese mismo cuello no dejan de abrir interrogantes acerca del sentido de la vida. Y en el poema Los cisnes de Cantos de vida y esperanza, se dejan interrogar por el poeta en tiempos de incertidumbre:
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
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Premisa
Basta de marear la perdiz. Basta con escuchar a la gente de a pie: el voto mayoritario ha sido en contra de todos los partidos. Ninguno ha ganado las elecciones y todos la han perdido. En la lista del reparto electoral, los que más votos han recibido son los más derrotados. Salvo que la lista se ordene de modo inverso: empezando por los partidos menos votados y terminando con el que más.
Hipótesis
Cada vez que uno toma un taxi en cualquier ciudad española, ingresa a un tribunal de justicia, a una cabina electoral, a la memoria creciente de la impunidad. De vuelta a Madrid, nos ponen al día en el café de la esquina sobre los progresos del malestar. Pero que justo antes de las elecciones hubiese gente incrédula del golpe que recibió el presidente Rajoy ante las cámaras de televisión, me pareció ya un exceso de poca fe. Con la memoria del agravio no es mucho lo que se puede hacer. Salvo votar en contra. Se ha votado contra la corrupción impune. Pero no sólo contra su escándalo sino porque nadie, desde el poder, ha tenido el coraje de confrontarla fehacientemente.
Pactos
En español la noción de pacto carece de aura. Los pactos son acuerdos, más bien, oscuros, secretos, vergonzantes. Casi cosa de corruptos. Las alianzas son más bien de conveniencia mutua y ganancia repartida. Es como hacer un equipo de fútbol, me dice el camarero, con jugadores del Barcelona y el Madrid, el BarMad. El ingenio amargo de los contertulios sólo se alivia con la picardía de Bárcenas y su reclamo de vacaciones.
Tesis
A éste posparto electoral le falta horizonte. Esto es, futuro. Cada una de las barajas posibles requiere de un perdedor. Más lamentable es que el Partido Socialista, que podría mediar en la definición de ese horizonte, tendría que hacer de chivo expiatorio. A este acuerdo de gobernabilidad le falta un marco teórico, un término de referencia, un estado de legitimidad. La Ley tendría que convocar, desde la justicia transicional, no un pacto electoral ni una alianza inmediatista sino un proceso de reformas que garanticen el estado de derecho social, la operatividad judicial contra la corrupción. Y en ese espacio de debate, acordar la reforma constitucional, que asuma las diferencias regionales. Si el país pierde las elecciones por un número dividido de votos, no se le puede imponer a las regiones que ganen por mayoría absoluta. España, históricamente, es una larga derrota electoral. Se requiere de un marco jurídico inclusivo, digno del nuevo siglo, a favor de las ideas de renovación, más allá de la feroz austeridad, y a nombre de los más. Por lo pronto, urge una mejor explicación.
Pausa
En medio de la catástrofe jurídica de la corrupción habría que preguntarse por otro acuerdo post-electoral. Parece que no hay alternativa a un pacto de partidos, y es improbable acordar una figura independiente capaz de articular esta crisis de legitimidad, y armar un equipo de trabajo médico que propicie la transición del estado corrupto al estado de salud. La alternativa de otras elecciones generales, en cambio, es de pronóstico reservado. Y, al final, quizá sea más saludable que gobiernen las minorías en lugar de una mayoría absolutista.
En la revista Panilo.cl reseñan el libro Maniobras de evasión (UDP) de Pedro Mairal. El autor de la...
A día de hoy no existe una opinión autorizada sobre la causa de que algunas izquierdas de este país sufran cíclicamente un ataque de insensatez y abracen el nacionalismo. Llevamos ya un montón de guerras civiles desatadas una y otra vez por una parte de la población que recibe un soplo divino según el cual su pueblo, en lugar de un campanario, se merece una torre Eiffel.
Los carlistas en el País Vasco, en Cataluña, en Navarra, no querían sino que a todos los españoles les entusiasmaran sus privilegios, caprichos y trajes regionales. Luego los republicanos federalistas decidieron que lo mejor era que cada cantón acuñara su moneda. Así hicieron los más descerebrados, los del cantón de Cartagena, que exigían el reconocimiento mundial de la nación murciana. Ramón Sender ganó el Nacional de Literatura de 1935 por una novela notable, Mr. Witt en el cantón, donde cuenta los últimos días del sitio de Cartagena. La novela se desluce un poco porque, incapaz de explicar tanta heroicidad, Sender se ayuda con unas muletas sentimentales. Los amores de Milagritos, estirados entre su marido y los titanes de la revolución, enturbia un relato con excelentes escenas de batalla naval a la inglesa.
Y ahora ha bastado una birria de elecciones para que los impares chicos de Podemos se descubran separatistas por inspiración del pajarito de Maduro. Sería otra pájara cartagenera si no fuera porque los batacazos sufridos por el PSOE al final lo han dejado federalista, ¡qué poca identidad, vive Dios! En la izquierda española está brotando una fauna del siglo XIX que nos autoriza a pedir que cambien lo de Podemos por Identifiquemos. ¿Alguien tiene una idea aceptable sobre este ramalazo castizo y recidivo de la izquierda? ¿O hay que llamar al psicoanalista argentino?