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Mofa de un grotesco

 

 

Describe en profundidad Alfonso Reyes, en Medallones (Buenos Aires, Austral, 1951), la desgraciada geografía corporal de Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, el notable dramaturgo mexicano (Taxco, ¿1581? – Madrid, 1639). De hecho dedica un capítulo, “Su figura”, a dar relación de citas referidas a los errores de la naturaleza que tantas puertas cerraron a Alarcón.

 

Parece que en algunas sátiras comparaban a Alarcón con el enano Soplillo, el que aparece en el cuadro de Rodrigo de Villandrando “Felipe IV príncipe y el enano Miguel Soplillo” (1620 – 1621) colgado en el Museo del Prado. Así Luis Vélez de Guevara le dice: ‘Por más que te empines, / camello enano con loba, / es de Soplillo tu trova’.

 

Comparado con una mona, corcovado de pecho y espalda, barbitaheño, es merecedor de nutridas burlas:

‘Colchado con melones, visto de lejos, no se sabe si va o viene’ (Luis Vélez de Guevara).

‘Tanto de corcova atrás / y adelante, Alarcón, tienes, /  que saber es por demás / de dónde te corco-vienes / o adónde te corco-vas’ (Regidor Juan Fernández).

‘La que, adelante y atrás / gémina concha te viste’ (Góngora).

‘Zambo de los poetas y sátiro de las musas’ (Don Antonio de Mendoza).

‘Un hombre que de embrión / parece que no ha salido’ (Montalván).

‘Don Cohombro de Alarcón, / un poeta entre dos platos’ (Tirso).

‘Tiene para rodar / una bola en cada lado’ (Salas Barbadillo).

‘En el cascarón metido / el señor bola-matriz’ (Fray Juan de Centeno).

‘Baúl-poeta / semienano o semidiablo’ (Don Alonso Pérez Marino).

 

En unas seguidillas de la época se le llama “profecía de Jerónimo Bosque” y se le hace decir: ‘A ningún corcovado / daré ventaja, /  que una traigo en el pecho / y otra en la espalda’.

 

Para finalizar este indecoroso repaso, una letrilla de Quevedo:

‘Corcovilla, poeta juanetes, hombre formado de paréntesis, tentación de San Antonio, licenciado orejoncito, no nada entre dos corcovas, zancadilla por el haz y el envés’; y la dedicatoria de Lope en Los Españoles en Flandes cuando nombra al poeta ‘rana en la figura y en el estrépito’.

 

Quizá el consuelo de semejante caballerete, velloso, con espesas barbicas y piernas algo divididas, fuera conseguir que sus amigos pasaran buenos ratos escarneciendo y gesteando su figura. En el torneo de mascarada de cierta fiesta de San Juan de Aznalfarache adoptó el sangrante apodo de Don Floripondio Talludo, príncipe de la Chunga.

  

 

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26 de enero de 2016
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Libresco

Se fustiga George Steiner porque el régimen político más sanguinario y funesto de todos los tiempos se engendró en la nación más culta y civilizada de la Tierra. Allí en donde más se cultivó el conocimiento, tanto humanista como científico, donde más respetada era la sabiduría y mayor la estima social del profesor y del investigador, allí justamente se desató una tempestad genocida que parece impensable en pueblos caníbales y antediluvianos.

Luego Steiner da una vuelta de tuerca y piensa que quizás fuera precisamente esa densidad libresca y sabia lo que paralizó a quienes podían detener a los asesinos de Hitler, pero no lo hicieron. Las élites eran olímpicas. Vivían en una doméstica conversación con Antígona y con el rey Lear, con Platón y Galileo, conocían de memoria los demonios que asaltan a los humanos y les chupan el seso. Seguramente los eruditos alemanes vieron lo que sucedía desde la alta cima del saber acumulado por toda la cultura occidental y no reaccionaron. Debieron observar las primeras oleadas de crímenes como rituales matanzas de ciervos, osos, jabalíes, por parte de campesinos enloquecidos con el cuernecillo del centeno. Quizás, se fustiga Steiner, fue el exceso de cultura lo que condujo al desastre a los alemanes.

Pero míranos a nosotros, Georges. Los españoles, a diferencia de los alemanes, siempre hemos vivido sometidos a unos amos que odian la sabiduría, la inteligencia, los libros y el conocimiento. Pues ya ves, cada siglo nos destruimos como salvajes. Nuestras carnicerías son famosas. No te preocupes, Georges, también quienes vivimos en sociedades analfabetas sabemos arruinarnos la vida. La culpa no está en los libros o en los laboratorios. Es que somos gregarios y sentimentales. Nos arrastra cualquier curilla sanguinario.

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26 de enero de 2016
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Otras lecturas, otros ámbitos

La euforia de la lectura actual anuncia, más allá de nuestros balances, los inicios de una nueva exuberancia creativa que presupone, quiero creer, el desborde tanto de los límites nacionales como de los cánones académicos y los valores del mercado, lo cual distingue a la escritura del Romance venidero. Contra el conservadurismo profesional, creo que este movimiento recupera la libertad radical de lo nuevo en un distinto horizonte de lectura. En ese contexto operan varias estrategias de articulación. Cualquier escritor libre sabe que no puede contar con las autoridades del plazo académico, que han perdido horizonte crítico en sus facciones y prisiones; pero tampoco con el periodismo cultural, demasiado ocupado en hacer su propia crónica. Por lo mismo, la primera articulación es política: todas las lenguas son nuestro idioma en el espacio transatlántico, hecho de las sumas del español mediador, el inglés intervenido, el francés coloquial, y las lenguas peninsulares y mundanas. Un despliegue proteico excede el sonido y la furia monológica. Y gracias a las lenguas originarias recobramos hoy la materialidad de nuestras transiciones y la compatibilidad horizontal de lo uno y lo otro. La segunda articulación nos viene de la gran lección de César Vallejo, quien anunció que nuestros monumentos históricos no nos hablan del pasado sino del futuro. La asumió Joaquín Torres García al postular el "constructivismo" desde la sintaxis arquitectónica pre-colombina: hizo de las piedras del muro Inca el alfabeto de la nueva vanguardia transatlántica. Llamó "Indoamérica" a su suma de la geometría catalana, el grafismo ruso, la composición cubista y el principio asociativo del Tawantinsuyo solar. Esa euforia por los otros, por las sumas y restas del dispositivo atlántico internacional, reverbera en una genealogía que pertenece al devenir. Maria Zambrano, Joan Brossa, Borges, Lezama Lima, Paz, Cintio Vitier, Haroldo de Campos, Fuentes, Sarduy. Levrero, Jesús Urzagasti, José Miguel Ullán, Héctor Libertella, J.E. Pacheco, Pedro Lemebel, Antonio Cisneros, Roberto Bolaño, nos dejaron la suma lección de su hospitalidad creativa. La han proseguido abriendo espacios de rehabitación Diamela Eltit, Julián Ríos, Edgardo Rodríguez Juliá, Javier Vásconez, Nuria Amat, Tamara Kamenszain, Reina María Rodríguez, Julia Castillo, Cristina Rivera Garza, Carmen Ollé, Susana Rafart, Manuel Vilas, Fernández Mallo, Rocío Cerón, María Auxiliadora Alvarez, Luigi Amara, Roger Santibáñez, Esperanza López Parada, Victoria Guerrero, Jordi Carrión, Carlos Yushimito, Patricio Pron, entre quienes hoy exploran en lo dado la saga de lo imaginario y, en la ficción, debaten las certidumbres. Ha hecho, con empatía, un metarelato transfronterizo el grupo de Mac-Hondo (Paz Soldán, Fuguet), mientras que los del Crack (Volpi, Palou, Urraz), han avanzado con brio la una biografía de los saberes dominantes, su irónico responso. No se trata de la fácil ficcionalización ni de la buena conciencia de la verosimilitud. Pocas prácticas son más audaces que los lenguajes de la tecnología, el espacio permutativo, la sintaxis visual, la deconstrucción de las verdades únicas. Vivimos hoy la imaginación del diálogo.

DANIEL ESCANDELL (Universidad de Salamanca): Dormir es de patos, de Rodrigo Cortés (Delirio, 2015).

Cortés (España, 1973) ha escrito este libro parcialmente en Twitter. La plataforma, por tanto, ha servido como bloc de notas y como espacio creativo condicionante, lo que sitúa sus páginas en el foco de las textualidades digitales. Dormir es de patos puede leerse bajo la observación de corrientes que están chocando en el tejido digital: este año se ha publicado en español (¡al fin!) Escritura no-creativa de Kenneth Goldsmith (Caja Negra), un estudio en el que la apropiación textual en la red se reivindica como expresión artística; frente a él se encuentra La imaginación en la jaula de Javier Aparicio Maydeu (Cátedra), que no escatima críticas a ese fenómeno. El dominio sobre la esfera digital, como espacio constructor de intertextualidades y referencias socioculturales -abordado recientemente por Memes in Digital Culture de Limor Shifman (MIT Press, 2014)- no es fundamental para disfrutar de la lectura de los aforismos, sentencias y muestras de ingenio de Cortés, pero sí es el eje de una de sus muchas lecturas posibles: una que ilustra esa confrontación de corrientes y en cuyas páginas la creatividad surge como triunfadora.

VICENTE CERVERA SALINAS (Universidad de Murcia): El pequeño corredor y otros, de José Cervera Tomás (Murcia, La fea burguesía)

Decían los latinos: "non solum sed etiam". Así mismo comienzo: no sólo por razones evidentes, aunque también, este año no puedo sino escoger esta colección de cuentos que hemos sacado del baúl de los recuerdos y que la editorial murciana "La Fea Burguesía" ha editado recientemente con esmero. Se trata de los catorce títulos que integran El pequeño corredor y otros cuentos, una colección que José Cervera Tomás (Valencia, 1921-2015) publicó en 1954 prologada por Mariano Baquero. Como señala el gran teórico del cuento en su umbral, son un ejemplo decantado de la teoría del relato como argumento puro, sin distracciones ni tramas subalternas. La infancia de la posguerra española, en blanco y negro, como en la fotografía de Ontañón que sirva de cubierta, queda ilustrada en títulos como "El niño que quiso ser hombre" o "El hombre del saco", donde la ilusión se deshace ante la inflacion de sueños que la realidad cruelmente desinfla. Otros relatos como "El hombre del cuello torcido" o "El velatorio" indagan en los fenómenos de la experiencia siniestra y oblicua de unos narradores tan originales como absortos en la armadura de su imaginación."

PAULINE DE THOLOZANY (Clemson University): L'Arabe du Futur, de Riad Sattouf (Paris, Allary Editions, Vols. 1 y 2, 2014 y 2015).
Hay dos modos de pensar que hoy más que nunca necesitamos pero que rara vez se encuentran en las publicaciones recientes: uno es la risa, y el otro se puede describir como una mirada infantil sobre el mundo. El cómic autobiográfico de Riad Sattouf combina ambas; los dos primeros volúmenes tratan de su infancia en los años 80, en Libia, Francia, y Siria. Riad es hijo de una bretona un poco hippie y de un siriano convencido del progreso del panarabismo encarnado por Kadhafi en Libia y por Hafez el-Assad en Siria. El lector ríe en cada página, y el héroe, el pequeño y cándido Riad, descubre (sin entenderlo) el pantano indescriptible de la situación política y social en Libia y Siria durante los años 80.

CAROL MURILLO RUIZ (Quito): La Marilyn vestida de Channel, de Raúl Vallejo (Random House).

Todo recomenzaría en algún poema ardiente sacado del diario secreto de Marilyn... "El sexo es parte de la naturaleza y yo me llevo de maravillas con ella"... Un relato que contiene la sombra y la luz de toda buena literatura: la obsesión y el mito. Porque sólo nombrar a Marilyn Monroe, en la cultura occidental del siglo XX, nos remite a la agitación de la literatura contemporánea: la obsesión y el mito visual. Y también a ese resplandor majestuoso de todo acontecer humano: el símbolo. En este caso, el símbolo sexual. Una época en que las mujeres, para su emancipación y para su histeria, empezaron a ocupar un lugar fuera de casa y fuera de la guerra. Marilyn se volvió el arquetipo de una economía cultural signada por la belleza y el placer. A partir de su regodeo artístico en el cine, el influjo de su desamparo espiritual fue ganando terreno. El hilo del relato es el tráfico de un supuesto diario secreto de Marilyn que cae en manos del jardinero John G. Greene. Semejante documento vale oro y paraíso, y su preservación será la alucinación de Greene. Son los años de la Guerra Fría, y La Habana es el mejor lugar para escapar y entregar el diario único. El gran telón de la historia continental americana y caribeña nos acerca a los debates políticos de un período largo y clamoroso, pero la novela discurre para redimirla sin reproches, con explícitas referencias a autores y filmes que se volvieron clásicos en el siglo de Marilyn.

EDUARDO GARATEA (Austin) : Asociación Ilícita, de Leonardo Aguirre (Lima, Animal de Invierno)

Poco divina y quizá demasiado humana, esta Comedia limeña de Leonardo Aguirre es una excelente metáfora para conocer la interioridad, involuntariamente jocosa, del desarrollo social del escritor en el Perú. Producido por los medios de comunicación, este escritor más que público se ha hecho biográfico. La crónica mundana que lo confirma lo ha situado ya no en la esfera de la política sino en la conversión de lo privado,hecho público en la farándula. Los escritores han dejado de ser agentes culturales para convertirse en parte del espectáculo. Se les va la vida en tener razón y su fanatismo los torna pintorescos. Aguirre ha inventado la crónica de auto-ficción, que es una variante probablemente patentada por el Decamerón, según la cual, el cronista (disfrazado de testigo protagónico) reconstruye biografías casi escandalosas con la objetividad de un documentalista impecable en la distancia irónica e imperturbable ante las interpretaciones que se convierten en evidencias. Basándose en archivos de prensa, en entrevistas a sus personajes, en testimonios de protagonistas y testigos, este cronista ejerce su trabajo escrupulosamente, como si elaborara un documento histórico o jurídico. Como toda Comedia capaz de incluirnos, ésta nos persuade con su versión puntual y, pronto,nos hacemos parte de su Nave de Locos, más que verosímil, veraz. La verdad, nos dice, es otro producto del gran sistema de sustituciones peruanas: es gratuita y arbitraria, pero apasionada. Se ha dicho que la memoria es una economía del olvido. En el Perú, parece sugerir el genio burlesco de Aguirre, toda memoria es doméstica. Esa levedad de estar aquí y ahora tiene en esta desapasionada Comedia el pálpito del habla viva y, por eso, la intensa emoción de lo fugaz. Por lo demás, abusaré este espacio para recordar que Bryce Echenique, Sergio Ramírez, L.R. Sánchez, Ricardo Piglia, Castellanos Moya, Carlos Franz, José Millás, Fernando Ampuero, Ana Teresa Torres, Juan Francisco Ferré, Federico Vegas, Leonardo Padura, Arturo Fontaine, Carlos Cortéz, Isaac Rosa, Alonso Cueto, Alvaro Uribe, Antonio López Ortega, Sergio Misama, Juan Carlos Méndez Guedes, Santiago Roncagliolo, Robert Juan Cantabella, Armando Luigi, Mayra Santos Febres, y los grandes minimalistas máximos, César Aira y Mario Bellatin, así como también los más populares, Perez Reverte y Cercas, han diversificado la biografía imaginaria, aquella que hoy se postula como implausible bravado. Esta larga suma sugiere los sueños exorcisados de la nación razonada: los sueños de la nación producen estrellas de televisión. Pero todos parten del modelo quijotesco por excelencia. Estos remedios de melancolía nos han persuadido de que nadie es imposible en la saga transatlántica de salvar al lector del olvido.

J.ORTEGA (La Habana): Yoro, de Marina Perezagua (Barcelona, Libros del Lince)
Pocas novelas como ésta se deben al exceso de lo imaginario que rehace la norma de lo posible y que explora la insondable transformación de lo humano. Esa lección nos viene de Bataille, de la contraeconomía del exceso y la práctica de la diferencia. Poner a prueba los límites del cuerpo es cuestionar la dualidad que organiza las representaciones y proponer la saga de lo imaginario en la confifguración misma de lo natural. El contexto japonés le permite a Perezagua la audacia de lo impensable: Yoro es victima de la bomba, que transforma su sexo, y por una vez ella no emerge de las aguas lustrales sino de su mutación. El sujeto, parece decirnos, no proviene de su genealogía sino de su despliegue como proceso futuro. No se explica por su buena conciencia y mucho menos por su ideología, sino por su radical diferencia. Puede ser ilustrativo cotejar esta versión con las crónicas de Chernobyl, que declaran la prolija monstruosidad de lo real. Introducir en esa deshumanización la creatividad de otro sujeto, distingue a la saga exhuberante que Perezagua nos propone no sólo como una revelación de la mecánica de la muerte sino del exceso especular de lo vivo. Novela ferozmente lírica, demuestra que la nueva narrativa puede ser una saga de lo veraz transfigurado. No es ya el espejo del camino sino el camino abierto a pulso dentro de los espejismos. Silvina Ocampo, Elena Garro, Blanca Varela, Inés Arredondo, Margo Glantz, Nelly Richard, Josefina Ludmer, Paz Errázuri, Victoria Destéfano, Carmen Berenguer, Diamela Eltit han hecho camino grande al desandar. Perezagua hace el suyo nadando contra corriente. Como Carmen Boullosa, Matilde Sánchez, Lina Meruane, Katya Adaui, Gabriela Alemán, Giovanna Rivero, Mercedes Cebrián... Perezagua no se debe a la primera persona sino a la última, en extremo venidera.

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26 de enero de 2016
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Lo que supone que el saber exija tiempo

Los  años (digo bien años) que exige, mero ejemplo,  la inmersión en la Ciencia de la Lógica de Hegel  equivalen al periodo  de formación de un físico o un biólogo. De ello son bien conscientes los científicos que se acercan a la filosofía, imposibilitados de arrancar a sus investigaciones específicas ese tiempo empírico que la filosofía exige. Obviamente, la recíproca es cierta: el que lucha simplemente  por seguir a Kant en los meandros  de su triple Crítica, sabe que tal perseverancia supondrá probablemente  la  renuncia a integrarse en un laboratorio a fin de aprehender de manera concreta el enorme enigma ontológico que suponen dos fotones en situación de entrelazamiento (es decir para los cuales existe una fórmula identificadora de la pareja que forman, pero no una fórmula identificadora de su individualidad). Pues una cosa es entender el proceso simbólicamente, es decir matemáticamente, cosa a la que el filósofo de formación puede acceder perfectamente, y otra es percibir que efectivamente la naturaleza posibilita tal sorprendente comportamiento.

Y sin embargo, el esfuerzo del filósofo por no ignorar lo esencial de la ciencia responde a un imperativo de la filosofía misma, el cual exige  un esfuerzo que puede llegar a ser baldío. Pues  el filósofo ha de luchar contra la dificultad empírica, marcada de entrada por la limitación de tiempo, pero también contra la pluralidad de modos de simbolización que la diversidad de las ciencias exige.

Y luchará desde luego contra el olvido; luchará  contra esa devastación que constituye para los símbolos y conceptos tan duramente conquistados  la inmersión hacia el centro de gravedad de una suerte de pantano del cual sólo con un esfuerzo aun mayor pueden a veces ser rescatados; ese olvido contra el que se debatía la Emilie du Châtelet de Kaija Saariaho, de la que me ocupaba aquí hace unos meses. Transcribo las frases (con alternancia de lenguas) que el libretista del mono-drama de Saariaho pone en boca de la protagonista :  "Les couleurs me manquent déjà,/ I already miss the colours,/ I miss the dreams, /I miss the dreams,/ I miss the dreams,/ Les rêves me manquent, manquent, /La vie me manque, Et je redoute de sombrer/ Sombrer avec livre et enfant/Dans le vertige de l'inconscience,/ Dans le vertige,/ Dans le puits de l'oubli. (Hecho ya de menos los colores. Ya he perdido los colores. He perdido los sueños. He perdido los sueños. He perdido los sueños. Hecho de menos los sueños. Hecho de menos la vida. Y tengo miedo de abismarme. Abismarse con el libro y el niño. En el vértigo de la inconsciencia. En el vértigo. En el pozo del olvido").

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26 de enero de 2016
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Pestilencias

Los viejos políticos han esnifado a los nuevos políticos y arrugado la nariz: ?Oléis mal?, les han reprochado. Curiosamente, y en un primer vistazo, han asociado indumentaria y pelambrera con hedor, como si de las axilas y la entrepierna de individuos encorbatados no emanara un tufo acebollado, agrio, muy persistente. En ocasiones se te sientan al lado en un avión, y al más mínimo movimiento se expande por el ambiente empastándolo de notas hediondas, grotescas, capaces de invalidar tu libertad olfativa. No puedes ignorarlo con unos auriculares, como se hace con un ruido molesto, ni girar la cabeza igual que cuando una visión te disgusta porque el mal olor es totalizador y contamina el momento, incluso la visión del día; se cuela en tu burbuja. Agradecida me siento hacia los chavales alérgicos a la lavadora que en sus primeros pasos por la Cámara del Congreso han traído a la actualidad este asunto. Nadie se hubiera atrevido a echárselo en cara a los miembros de una formación clásica: a decirles a los del PP o a los del PSOE ?apestáis?. Pero la defensa del decoro también exige autoexamen. Porque la alta permisividad con la que muchos seres humanos se relacionan con la pestilencia siempre me ha parecido un generoso acto de consentimiento. En oficinas y supermercados, en los vagones del tren, museos, tiendas de todo a 1 euro, pero también en las salas de juntas y las oficinas, el mal olor se instala con más alevosía que la del okupa. En plena era de glorificación del perfume, cargado de valor simbólico, en la que no sólo los individuos nos sentimos identificados por un aroma y no otro, sino que hoteles, cadenas de ropa o firmas de coches crean su propio olor corporativo ?a modo de firma inmaterial capaz de construir una experiencia y una marca?, abundan las zonas secuestradas por el mal olor. Mientras la ideología del bienestar invita a sentir placer a través de la fragancia, la falta de higiene sigue siendo una constante cotidiana. No sé cómo debe oler el Parlamento francés, teniendo en cuenta que el 43% de los franceses no se ducha a diario. Le Figaro reveló que la cantidad de jabón que utilizan sus compatriotas no supera los 600 gramos anuales (mientras los alemanes, por ejemplo, consumen el doble). En Indonesia, varias empresas de mototaxis han impuesto la condición de que sus conductores demuestren su pulcritud: una empleada se ocupa de oler sus axilas y emite veredicto. Pocas palabras como pudor ? hedor en catalán? expresan con tanta precisión fonética su significado, se resiste a la nueva sensualidad que emiten los altavoces del marketing. La higiene fue una de las grandes victorias del progreso, por ello la vida maloliente es una atrofia, producto de la dejación. Porque si algunos fueran capaces de olerse, saldrían corriendo de sí mismos. (La Vanguardia)

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25 de enero de 2016
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El ordenador como animal doméstico

Se mueve, se expresa, se irrita, obedece, reclama, acompaña. No pocos de los atributos que posee el animal doméstico los comparte el ordenador. No los poseía la vieja máquina de escribir que sería más culta pero indiscutiblemente más inerte.
Sin embargo, ahora, la misma impaciencia que los amos experimentan por ver a sus mascotas cuando regresan a casa la sienten momentos antes de abrir la pantalla. Efectivamente, a unas y a otros se les puede prestar más o menos atención pero, al cabo, los dos forman parte del mismo espacio doméstico donde las relaciones afectivas se enredan o entrecruzan.

De hecho, la interacción es capital para definir la naturaleza del ordenador porque si se comportara como la radio o el televisor de siempre no sería tanto un animal doméstico. La radio o la televisión se ensimisman en sus emisiones, pero un ordenador, gracias a los mails y las redes sociales que lo animan, es todo menos un bulto.

Por todo esto ("y mucho más") el ordenador traspasa fácilmente la condición de objeto y se expone con algunos caracteres propios de un sujeto. En su proceder se reúnen, los amores, las ofensas, los halagos o las estupideces de otros usuarios y será ya imposible ignorar sus compulsiones. Tan vivo, imaginariamente, como un animal doméstico al que se le dan órdenes y tan sensible como para devolvernos sucesos sentimentales.

Todos los días, a cada minuto, aumentan los hogares donde reside una mascota convencional (un caniche, una tortuga, un gato) pero ahora se incorpora el ordenador que, significativamente, cuando se avería, su trastorno evoca el malestar que se padece ante un pariente enfermo. De hecho, una vez aposentado en casa, el ordenador podrá manifestarse mucho menos vivaz que un perro pero resulta incomparablemente más correcto porque, aún maltrecho, ni defeca ni vomita.
Se halla expuesto, desde luego, como todo ser vivo, a infecciones, intoxicaciones y virus pero no mancha, ni grita ni suspira. Al perro lo cuidamos para que se encuentre en la mejor forma posible y el ordenador reclama de vez en cuando que lo formateemos.

¿Una exageración animista? Sería, acaso, animismo o idolatría si a este aparato se le respetara como a una figura sagrada pero, lejos ello, tratamos al ordenador como a uno más y, a diferencia de lo que se hacía con el televisor o la radio, la familia no lo venera con tapetes de ganchillo ni seleccionados adminículos.

En definitiva, el ordenador puede parecer un artefacto por fuera pero dista de ser un autómata por dentro. No es de carne y hueso pero ¿quién supone que amamos a los animales requiriéndoles que posean carne y hueso? Lo decisivo es su afección, su compañía, su lealtad. Porciones de vida exterior que enriquecen, sin querer, nuestra existencia para beneficio del entendimiento y la amenidad del corazón.

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25 de enero de 2016
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Irán-Estados Unidos, como la España de Franco

Pactan los gobiernos, los partidos, incluso las naciones. Las causas no pactan. No pacta una revolución. Difícilmente pactan los sistemas, los regímenes, las ideologías, atenazados por los principios irrenunciables. Los valores y los principios no se pactan. Quienes lo hacen aparecen como traidores. Solo se pacta lo que se puede cuantificar. El número de prisioneros que se intercambia. Las centrifugadoras nucleares que se desmontan. Los reactores que se paralizan. Las toneladas de uranio enriquecido que se guardan a buen recaudo. O las sanciones que se levantan.

Eso es lo que ha sucedido entre Irán y Estados Unidos. Han pactado. ¡Y vaya pacto! El acuerdo nuclear es la almendra. Pero hay más. Hay un acuerdo de intercambio de prisioneros, tejido en secreto durante dos años y medio. Si el acuerdo nuclear ha sido pactado en un marco diplomático multilateral, en el que han participado China, Rusia y naturalmente la UE, el intercambio de prisioneros es un acuerdo bilateral negociado por una vía paralela entre servicios secretos. Todo un ejercicio de mutua confianza entre dos países enemistados desde 1979, y el auténtico gesto de deshielo entre Washington y Teherán.

Del acuerdo sale un mundo más seguro, tal como ha subrayado el presidente Obama; y una experiencia de lucha contra la proliferación nuclear por medios diplomáticos: sanciones y negociación en vez de bombas y guerra. Cundirá si el éxito le va acompañando. También se normaliza la situación de un gran país como es Irán, aislado y en un entorno hostil que estimulaba sus reflejos más agresivos. No cabe descartar que el ?Estado profundo? iraní continúe por los caminos terroristas que ha practicado históricamente: todavía pesa la sospecha de su implicación en el atentado contra la Asociación Mutual Israelita de Argentina de Buenos Aires en 2004, e incluso en la muerte hace un año del fiscal Alberto Nisman que la investigaba. Pero la realidad de la actual oleada terrorista que afecta a todos los continentes es que no tiene que ver con el chiísmo y con Irán, como en otras épocas, sino que es estrictamente suní, inspirado en el adoctrinamiento violento del wahabismo saudí y con financiación de origen en los países del Golfo. Henry Kissinger dijo hace unos 10 años que Irán debía elegir si quería ser una nación o una causa. Ahora está claro que el Gobierno iraní ha elegido a la nación, aunque una parte de su élite religiosa, política y militar sigue prefiriendo todavía que sea una causa.

Los españoles tenemos a mano en nuestro pasado reciente un ejemplo para comprender lo que ha pasado entre Irán y EE. UU., y es el régimen de Franco, que en 1942 era todavía un país amigo e incluso aliado del eje fascista, que suministraba minerales para su armamento, hombres para el frente ruso y se preparaba para el nuevo mundo hitleriano, y apenas 11 años después restablecía relaciones con Washington, abría bases y puertos a sus militares, y recibía a su presidente con gestos de amistad.

Ahora se abre un margen para que el régimen evolucione, algo nada fácil ni obvio. España tardó 23 años en el plano político, pero menos en el económico: en 1959 empezó la apertura que terminó conduciendo a la democracia década y media más tarde. Para que evolucione un régimen hace falta que tenga el germen en su interior. Estaba en España: el dirigente comunista Santiago Carrillo distinguía dentro de la élite franquista entre ultras y evolucionistas. Ahora vale para Irán, donde hay un gobierno económico moderno y con ansias de apertura, evolucionista, que es el que preside Rohaní y ha conseguido los márgenes para negociar el acuerdo, y luego hay unas instituciones políticas, que son las que controlan la seguridad, la defensa, las relaciones exteriores, la ideología y los medios, y que son los ultras, las fuerzas del statu quo, de la reacción.

En el caso de Irán, si también se acelera la apertura política, el país persa se convertirá muy pronto en una economía emergente. Lo tiene todo para conseguirlo: una población instruida, con talento y apertura al mundo, una cultura milenaria, es una potencia energética. Menos su sistema político, que es insostenible. Nos fijamos en el Guía Supremo, el ayatolá Jamenei, pero hay que ver el entramado institucional inventado por los revolucionarios islámicos para perpetuarse en el poder, y evitar que avancen los evolucionistas en las elecciones. La democracia islámica iraní es lo más parecido que hay ahora a la democracia orgánica del franquismo, con sus instituciones de nombres solemnes y poderes concentrados en evitar cualquier desviación y evolución democrática.

Los pactos con EE. UU. recibirán un primer bautismo político el 26 de febrero, con motivo de unas elecciones dobles: las generales, en las que se eligen los diputados para el legislativo, el Majlis, y las que eligen a los 88 componentes de la Asamblea de Expertos por un mandato de ocho años, un organismo que tiene como única función velar por el Guía Supremo y por su sucesión. Esta vez coinciden por primera vez y en un momento especial, no tan solo por el acuerdo con Washington, sino también por la edad de Jamenei, 76 años. La Asamblea que salga el 26 será muy probablemente la que tendrá que nombrar su sucesor. Pero los evolucionistas lo tendrán muy difícil, gracias al derecho de veto a los candidatos que tiene el reaccionario Consejo de Guardianes, formado por 12 expertos, la mitad de ellos nombrados por el Guía de la Revolución.

Además de las elecciones iraníes, pesará sobre la evolución de las relaciones entre Teherán y Washington el resultado de la elección presidencial estadounidense. Obama ha podido sortear al Congreso para alcanzar el acuerdo, pero con un republicano extremista en la Casa Blanca la normalización podría torcerse. También depende de cómo evolucione la región. Israel vigilará, pero los saudíes boicotearán. Cuanto mejor vayan las cosas a Irán peor le irá a la Casa de Saud y a todos los monarcas del Golfo que, con excepción de Kuwait, gobiernan como reyes medievales, sin apenas instituciones ni contrapoderes. La idea de un Irán próspero y abierto al mundo, que evolucione hacia la democracia y la libertad, es un ejemplo y por ello también una pesadilla que atormenta a los príncipes saudíes.

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25 de enero de 2016
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La curiosa paradoja de Marcel Schwob

La felicidad estos días ha sido mi descubrimiento tardío de Marcel Schwob (1867-1905). Pese a tener en mi biblioteca un ejemplar de Vidas imaginarias desde hace más de diez años, no lo leí hasta que la semana pasada llegó por correo la edición de sus Cuentos completos que acaba de publicar la editorial Páginas de Espuma, en una maravillosa edición y traducción de Mauro Armiño. Pensé equivocadamente que el escritor francés era autor de un solo libro, pero luego descubrí que esos cinco años intensos en los que se concentra prácticamente toda su obra -de 1891 a 1896- fueron suficientes para seis libros notables y setecientas páginas sin desperdicio.

Hay una curiosa paradoja en Schwob: escribía obsesivamente sobte la antigüedad grecolatina y la edad media, pero lo hacía rompiendo con las formas decimonónicas al uso y apuntando más bien a varios de los caminos por los que circularía la narrativa del futuro: en Vidas imaginarias están sus relatos inventados de personajes conocidos, de Empédocles a Petronio, a los que el Borges de La historia universal de la infamia les debe muchísimo; La cruzada de los niños es una historia contada a través de múltiples perspectivas, un modelo para el Faulkner de Mientras agonizo; en El libro de Monelle hay un prólogo que bien puede haber servido de punto de partida para todos los manifiestos vanguardistas del siglo veinte: "Esta es la palabra: Destruye, destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye alrededor. Haz sitio para tu alma y para las demás almas... Destruye, pues toda creación viene de la destrucción... Y para imaginar un nuevo arte, hay que romper el arte antiguo... Pues toda construcción está hecha de escombros, y nada es nuevo en este mundo más que las formas".

Schwob coqueteaba con los movimientos simbolistas y decadentes, pero guardaba su mayor admiración por el rigor narrativo y la imaginación desbordada de Stevenson: de ese cruce salieron sus mejores textos, que hurgan en torno a miedos y ansiedades viscerales, insinuando que la verdad más oculta puede que esté al interior de nosotros mismos ("El hombre doble", "El hombre velado"). Sus cuentos están escritos con una prosa siempre deslumbrante y precisa y muestran una gran capacidad para la composición descriptiva: "El rey enmascarado de oro se levantó del negro trono donde estaba sentado desde hacía horas, y preguntó la causa del tumulto... Alrededor del brasero de bronce también se habían puesto de pie los cincuenta sacerdotes de la derecha y los cincuenta bufones de la izquierda, y las mujeres, en semicírculo ante el rey, agitaban sus manos" ("El rey de la máscara de oro").

Si bien Schwob se movía con comodidad en el pasado, en algunas ocasiones se atrevió a situar la acción en un tiempo por venir: en "El terror futuro" habla de "máquinas galopantes" hechas para la destrucción y parece estar imaginando las grandes guerras del siglo veinte: "... y de golpe la tempestad sangrienta, encendida... Estalló a la señal de un largo cohete llameante que brotó del Ayuntamiento en el cielo negro". Tanto al escribir sobre épocas remotas como sobre el futuro, Schwob era un visionario.

 

(La Tercera, 24 de enero 2016)

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24 de enero de 2016
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