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La ley de la narratividad

Cuando pasa por una buena época, el arrogante vive saturado de sí mismo en la plenitud de su yo, y está totalmente convencido de que eso va a durar. El presente es el tiempo de la arrogancia, y el presente es la eternidad, pero cuidado, es una eternidad muy breve.

Si examinas un poco el sistema moral de los arrogantes, puede que te encuentres con el vacío.

Cuando les oyes hablar, enseguida percibes que se creen especiales. Representan el idiota clásico: el adorador de su presunta peculiaridad, la mayoría de las veces insignificante. Los arrogantes a los que me refiero, que ante todo son idiotas, tienen en muy alta estima su supuesta particularidad.

No piensan en lo que dicen porque los guía la vanidad, pésima consejera. A tal punto no piensan en lo que dicen que ni siquiera cuando rebobinan lo que han dicho caen en la cuenta de que se han pegado un tiro en la pierna.

La arrogancia es coja y ciega. A lo largo de la vida he visto cómo muchos arrogantes se quedaron en la cuneta. Algunos no, porque fueron buenos estrategas y supieron ocultar su arrogancia bajo un manto de humildad. Una humildad podrida e instrumentalizada, diría alguien, la humildad del “bienqueda”: la diplomacia. Sí, de acuerdo, pero la diplomacia es ya una domesticación de la arrogancia.

Resulta grotesco pertenecer a un país empeñado en representar, una y otra vez en la historia, el grado cero de la diplomacia, dejando el campo abierto y abonado para el desarrollo de toda clase de arrogancias, algunas de ellas monstruosas. Resulta desmoralizador.

Desmoralizador y a la vez sorprendente, porque mientras los políticos exhiben actitudes arrogantes, el país sigue funcionando tranquilamente. El vacío de poder no lo detiene. Funciona automáticamente, como en realidad ocurre con todo sistema, a pesar de los pesares y sobre todo a pesar de los arrogantes.

Los vacíos de poder sirven para pensar en la inutilidad del poder, sirven para pensar en la inutilidad de la arrogancia, sirven para pensar en la estupidez

Los vacíos de poder son por eso mismo beneficiosos para la filosofía, esa disciplina tan denostada y cada vez más relegada a los suburbios del saber, y son beneficiosos para el ejercicio de la diplomacia y la humildad. En un sentido más perverso y a la vez más honesto podría decirse que son beneficiosos para el ejercicio de la ironía.

Sean más irónicos los unos con los otros, sean más sabios, señores de la guerra. Nadie les pide en este teatro que salgan a escena con puñales o que se rasguen las vestiduras hasta cuando no viene a cuento. Saben perfectamente que están en un teatro, en plena sociedad del espectáculo, y que la obra tiene que avanzar y no puede quedarse en un punto muerto. Sigan la ley de la narratividad. 

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8 de febrero de 2016
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Los fracasos de la plaza Tahrir

La primavera árabe de 2011 contó desde el primer minuto, justo al empezar la revuelta en Túnez, con la desagradable compañía de los profetas del desastre. Primero fue el escepticismo sobre los efectos de las protestas tunecinas, que mal podían derribar un régimen al que todos daban por estable y al que, por cierto, algunos como el Gobierno francés de Nicolas Sarkozy contribuyeron a sostener con el suministro de material antidisturbios hasta su último suspiro. Luego empezaron las frases lapidarias en las que los agoreros se pillaron los dedos: Egipto no era Túnez, decían tras la caída de Ben Ali, y de ahí que no pudiera caer el faraón Mubarak, piedra clave del statu quo en Oriente Próximo y de la seguridad de Israel. Cuando cayó, las profecías tomaron otros derroteros: visto que los árabes podían derribar a sus tiranos, seguro que no podrán construir regímenes democráticos. Por la razón fundamental de que la democracia no podía ser compatible con el islam.

De todo esto ahora hace cinco años. Las protestas empezaron el 25 de enero, declarado Día de la Rabia por la oposición egipcia, convocadas en buena parte a través de las redes sociales hasta llegar a la ocupación de la plaza de Tahrir de El Cairo, símbolo y epicentro de las libertades árabes. El 1 de febrero, el presidente Mubarak dio un paso atrás y renunció a presentarse de nuevo a las elecciones; el 4 fue declarado Día de la Partida por los manifestantes, y el 11 cayó el dictador, obligado a renunciar por el Ejército. Ahora la historia parece dar la razón a aquellos agoreros que ya despotricaban entonces. No hay que poner urnas, decían, porque ganarán los islamistas y terminarán dando el poder a los yihadistas. Hay que apoyar a los regímenes policiales porque lo que importa son la estabilidad y la seguridad y no la libertad y la democracia. El ?yo ya lo decía? se oye aquí y allí, en las capitales occidentales y en los países del Golfo.

Solo en un país, el más pequeño, se mantiene viva la esperanza. En Túnez se ha producido una transición democrática entera. La Constitución que se ha redactado y aprobado es la más liberal del mundo árabe y una de las más feministas. Cuestión crucial fue su carácter inclusivo y consensual; por cierto, como en la transición española. Y a pesar de todo, no está claro que vaya a terminar bien. La economía se halla maltrecha. El turismo no se ha recuperado desde 2011, sobre todo por los ataques terroristas ?en el Museo del Bardo, en la playa de Susa, contra la guardia presidencial?, que han ahuyentado a los extranjeros. Del Túnez profundo ha salido la mayor aportación de yihadistas al Estado Islámico: al menos 3.000, según algunas evaluaciones. Y el país se halla al borde de la explosión social.

La lista de los fracasos o de las lecciones políticas que se deducen de las revueltas va más allá de las ideas antidemocráticas de los monarcas árabes, y de sus protectores occidentales. Veamos algunas. Las redes sociales pueden servir para la ignición de las revueltas, pero no para organizar las transiciones, e incluso pueden trabajar en sentido contrario. Los jóvenes laicos y pro occidentales que protagonizaron las protestas pronto fueron barridos por la fuerza del islamismo, principalmente de los Hermanos Musulmanes, la poderosa cofradía panislámica que observó primero las revueltas desde la ventana, luego se hizo con la dirección y terminó tomando el poder por las urnas. El fracaso de los Hermanos, con su incapacidad de consenso, su pésima gestión económica y su idea de un islam político sectario e iliberal, es uno de los datos más trascendentes, porque alimenta el argumento que declara incompatibles islamismo y democracia.

No termina aquí el repertorio. Ahí está la maldición del régimen militar egipcio, más represivo ahora incluso que con Mubarak. Como todo golpista, el mariscal Al Sisi, que derrocó al presidente Mohamed Morsi, no ha limitado su represión al islamismo, sino que alcanza a toda expresión de pluralismo. Los militares echaron a Mubarak, tutelaron la transición y mantuvieron bajo vigilancia a los Hermanos Musulmanes en el poder hasta que la impopularidad de Morsi les permitió echarlo a él también con el beneplácito de la oposición laica y progresista. Al Sisi hizo con Morsi, que le nombró, algo similar a lo que Pinochet hizo con Salvador Allende en 1973. Ambos presidentes intentaron casar su doctrina, el marxismo del chileno, el islamismo del egipcio, con la democracia, pero no lo consiguieron y fueron derrocados por los mismos militares a los que ellos habían promocionado.

Tanta razón tenían las casandras como que el dominó que debía convertir, uno detrás de otro, a todos los países árabes en democracias ha terminado en una serie de estados fallidos y en guerras civiles: Libia, Yemen, Siria, que se suman a Irak, Sudán del Sur, Somalia y a las debilidades de Nigeria, Malí, Chad, lugares todos ellos donde acampan las huestes del califato terrorista, el Estado Islámico, último y perverso retoño de unas revueltas que empezaron orientándose hacia Occidente y han terminado dirigidas contra Occidente.

El fracaso en su dimensión geopolítica es occidental, de Estados Unidos y de Europa, que han soltado las palancas que tenían sobre la región y cedido espacio de maniobra a países como Arabia Saudí, Turquía o Irán. Las revueltas empezaron en una insólita atmósfera de posmodernidad tecnológica y prooccidental que suscitó muchas esperanzas, pero el resultado es una desoccidentalización que ha permitido el regreso del presidente ruso, Vladímir Putin, con su intervención en Siria, transformado parte de las revueltas en enfrentamientos sectarios y convertido a la Unión Europea en un sujeto pasivo de la crisis, incapaz de actuar sobre Siria y de gestionar la huida de su población hacia la Europa más rica.

Francis Fukuyama ha comparado la primavera árabe de 2011 con las revoluciones burguesas europeas de 1848, que también fracasaron y desembocaron en reacciones autoritarias (ver su último libro, Orden y decadencia de la política; editorial Deusto, 2016). El pensador, que acuñó la idea del fin de la historia, considera que la democracia solo pudo triunfar en Europa después de pasar un severo sarampión identitario, y más concretamente nacionalista, que en el caso árabe se expresa a través del islamismo. Esta idea le hace pensar que la democracia tardará todavía mucho tiempo en llegar a los países árabes que protagonizaron aquella primavera de 2011.

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8 de febrero de 2016
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Burgos

En plenos años cuarenta, cuando el afán oficial por labrarnos a todos un destino en lo universal ya había descendido notablemente, la Editorial Destino decidió abrir nuevos frentes de negocio y, entre otros, apostó por el turismo, un sector que entonces estaba aletargado pero que ya daba síntomas de ir a experimentar un crecimiento espectacular. 

 Dada la naturaleza del proyecto fue inevitable que  su promotor, el editor Josep Vergés, recurriese al autor estrella de la casa, el arisco e incombustible Josep Pla.  Y fue asimismo inevitable  que la colección empezase con sendas guías, la de Cataluña (1948) y la de  Mallorca, Menorca e Ibiza (1950). Por fortuna, además de facilitar la colaboración de dos de los mejores fotógrafos del momento, F. Catalá Roca y Ramón Dimas, Vergés concedió carta blanca en lo relativo al contenido y Pla correspondió entregando a la imprenta un texto que iba mucho más allá de las guías al uso porque combinaba el estilo de las guías de viaje clásicas con magníficas descripciones enriquecidas con aportaciones geológicas, geográficas,históricas o arquitectónicas, pero sobre todo impregnadas de una visión que traslucía una profunda relación personal (o sea pasional) con los paisajes que iban saliendo al paso en los sucesivos recorridos.

Sin ir más lejos, ante el mar de viñas que se abre a sus pies cuando se asoma al Penedés, Pla  comenta: “no hay ni un metro de tierra que no haya sido  objeto de una atención superior al esfuerzo meramente mecánico […] es un gran paisaje. No cae nunca en la elegancia, pero se mantiene en la solidez, en la utilidad, en la gravedad”. Y añade: “Es el paisaje eficaz para el establecimiento agrícola basado siempre en horizontes cerrados. Lo panorámico incita a la trashumancia. Lo limitado es agrario, precisa la sensación física de posesión”. Gracias a su estilo inconfundible estaba creando un género que todavía hoy, casi setenta años más tarde, continúa logrando que su lectura sea una inestimable delicia.

Posteriormente otros autores serían invitados a describir sus propios paisajes: J.M. Pemán, Andalucía; G. Gómez de la Serna, Castilla la Nueva; Dolores Medio, Asturias; Joan Fuster, El País Valenciano, y otra vez el propio Pla, Cataluña. Pero por desgracia sólo dos, Pío Baroja con El País Vasco, y Dionisio Ridruejo y su Castilla la Nueva, lograron estar a la altura del iniciador de la colección.

La Editorial Gadir  ha tenido la excelente idea de desgajar por provincias la guía original y si en 2012 publicó Segovia y en 2013 Soria, ahora acaba de poner en las librerías el tomo correspondiente a Burgos.  Por aquello del amor al terruño (Dionisio Ridruejo nació en Burgo de Osma, Soria, en 1912) es posible que  el capítulo dedicado a su provincia sea el más delicado y repleto de añoranza, pero Burgos, justo porque es el núcleo esencial de Castilla, y el que tiene una orografía casi tan complicada como su historia, es probablemente la entrega más interesante.

Muy sumariamente cabe hablar de dos zonas bien diferenciadas. Al norte, y todavía pegado a las montañas de Cantabria y Vizcaya, el Ebro domina un paisaje quebrado y repleto de sobresaltos que el río se ha visto obligado a horadar para abrirse paso hasta Miranda y regalarse con las risueñas ondulaciones de la Rioja. Recorriendo los sucesivos valles se entiende que los árabes no osaran adentrarse  en unos parajes propicios a la emboscada y el ocultamiento de personas y bienes. Desde lo alto de Frías, en cambio, el paisaje cambia sustancialmente. Aunque todavía aparecerán accidentes tan abruptos como la Sierra de la Demanda o los Montes Obarenes, predominan unos espacios tan abiertos y expuestos al peligro de los ataques árabes que su poblamiento exigió  la fundación de grandes monasterios que dieran cobijo y apoyo a los primitivos colonizadores. Y de ahí la persistencia de maravillas como la Cartuja de Miraflores o las Huelgas, pero sobre todo los monasterios de San Pedro de Cardeña y  Santo Domingo de Silos, tan íntimamente ligados al Cid Campeador y por lo tanto al nacimiento, fortalecimiento y predominio de aquella Castilla del “hacella y no enmendalla” que no iba a tardar en conquistar medio mundo. Son tierras dominadas por el Duero, que las atraviesa de Este a Oeste hasta abandonarlas a la altura de Aranda de Duero y Roa.

El autor eligió llevar a cabo un recorrido lógico, de Norte a Sur, que permite a quien se decida a seguirlo conocer de primera mano el desarrollo histórico de las diferentes etapas de este viaje ya fascinante de por sí pero que ve incrementada su fascinación por la insuperable prosa castellana que poseía Dionisio Ridruejo.    

 

Burgos   

Dionisio Ridruejo

Editorial Gadir

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6 de febrero de 2016
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Las chicas Mitford: excéntricas y perversas

Nadie como ellas lucía las perlas en sus cuellos de cisne, ni bailaba con John F. Kennedy con la espalda erguida y a la vez redondeada. Posaban frente a la cámara de Cecil Beaton con una mirada inquietantemente transparente y enamoraban a los lánguidos dandis de la Inglaterra post victoriana. Irreverentes y libertarias, estas aristócratas iconoclastas que resultaron políticamente extremas, las “chicas Mitford”, fueron tan famosas por su elegancia y sus amistades bohemias e incorrectas como por sus ácidas inteligencias que cargaron el humor como un arma: en su infancia novelesca ya lo utilizaban destrozarse verbalmente las unas a las otras. Las crónicas sociales dan fe de sus atrevimientos, sus excesos y escándalos. Además, bien se ocuparon de agarrarse a la inmortalidad dejando una detallada memoria de sus vidas azarosas, en las que volcaroncontradictorias paradojas y retratos mordaces. Esta semana Sotheby´s ha anunciado que el próximo mes de marzo subastará 400 objetos personales de la última superviviente del clan, la pequeña. Deborah, Debo, la undécima duquesa de Devonshire, fallecida en 2014 con 94 años. Fue íntima de JFK, de Lucian Freud y de muchos parlamentarios británicos. En ?Wait for me!? (¡Esperadme!), título de su contribución a la obra coral de la saga bautizada Mitfordiana, un género en sí mismo, contaba que al ser la pequeña se pasaba el día corriendo detrás de sus hermanas mayores. Tory recalcitrante ?aunque se declaraba apolítica?, en una ocasión, junto a su hermana filonazi Unity Walkiria, tomó el té con Hitler. En sus últimos años escribió manuales de jardinería. La familia espera recaudar un millón de euros, aventando sus cenizas en esa especie de liberación simbólica y económica. Ahí está volcado el contenido de la Antigua Vicaría de Edensor: un broche en forma de corazón asaeteado cubierto de diamantes que diseñó personalmente el duque para sus bodas de diamante o una primera edición de “Retorno a Brideshead” dedicada por el amigo de familia ?y pretendiente de Diana ? Evelyn Waugh. Las Mitford supieron representar con literalidad y alevosía su condición de ?excéntricas?. Algunas (Nancy, Diana y Jessica) escribieron deliciosos libros, que van de una autoficción avant la lettre a las memorias literarias; todas han sido objeto de innumerables biografías ?individuales y de grupo?, volúmenes de correspondencia y ensayos sobre sus obras, auténticos bestsellers. Sus vidas cruzadas contienen todos y cada uno de los elementos que conforman el terrible y creativo siglo XX: confrontación política (en la familia convivieron nazis, comunistas y aristócratas), la despreocupada alegría de la happy few, el fin de una estirpe. En España, la recuperación de la obra de Nancy por Libros del Asteroide ??A la caza del amor?, ?Amor en clima frío? y el resto de sus novelas parisinas? ha contribuido a acercar a esa ?agitadora del genio?, como la difinió Waugh. Su vida privada socavó grutas: enamorada de un homosexual, casada con un alcohólico, vivió años en una elegante y digna y miseria y acabó enamorando al al jefe de gabinete del General de Gaulle, Gastón Palewski, Encanto y malicia planean por sus vidas y obras, además de aventura. Diana sería encarcelada por Churchill por sus amistades fascistas, y se casó con e líder de los camisas negras Sir Oswald Mosley, mientras que Jessica colaboró con las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española.Unity, enamorada del Führer, trató suicidar pegándose un tiro en la cabeza con el revolver de pedrería que le había regalado Adolf, pero quedó en un intento de morir fatuamente in belleza. Ella misma / Cindy Crawford Que Cindy Crawford, con su lunar sobre el labio y su desenvoltura tan all american, cumpla 50 años significa que el umbral de la vejez se va espaciando. Aprovecha el aniversario para anunciar que ?se retira? porque, con lucidez, anuncia que está harta de reinventarse. En parte suena al anuncio del torero que al cabo de un par de años vuelve al ruedo, pintón y lucido. Crawford asegura que será fotografiada aún durante diez años más, pero no como modelo. Solo como ella misma. ¿Mainstrivismo? / Pussy Riot

Vuelven aquellas activistas juzgadas ?y condenadas a la cárcel? por vandalismo tras colarse en el altar de la catedral de Cristo Redentor en Moscú para gritar “Madre de Dios, echa a Putin?, como si no hubiera otros sitios más indicados para ponerse bravas. Y regresan melosas, cambiando el punk por el hip hop y los pasamontañas por las pestañas rizadas. En el clip incluyen un buen catálogo de horrores, pero el refinamiento se apropia de ellas y a Putin lo sacan en un cuadro. Diamantes pulidos / Ann Goldstein

Pocas veces sus nombres van en la portada, aunque, solo en nuestro país, son responsables del 30% de lo que se edita. Me refiero a los traductores. Ann Goldstein, 66 años, editora en el New York Times, es una de las pocas celebrities del sector. David Remnick, director de The New Yorker, la describe como una ?talladora de diamantes?; y visto que sus traducciones de la serie de novelas napolitanas de la misteriosa Elena Ferrante han vendido más de un millón de ejemplares en el mundo anglosajón mientras ella mantiene su delicadeza intacta. (La Vanguardia)

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6 de febrero de 2016
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3. Callar al yo

 

¿qué hacer, por ejemplo, con la chatarra de las formas?

César Aira, Artforum

 

En una entrevista reciente a Mar Gómez Glez sobre su libro La edad ganada (2015), que reseñé en Diario de lecturas el año pasado, la autora desgrana varias opiniones inteligentes. Entre ellas me ha interesado especialmente esta respuesta, que prueba sobradamente que hay numerosos mecanismos para esquivar los excesos de la literatura egódica, sometiendo al yo a un programado y exquisito silencio. Dice Mar Gómez:

 

'Este es un personaje poroso pero no vacío. La protagonista está construida por palabras (colectivas) aunque su esencia no quede definida por estas sino por los silencios (privados). Los silencios se convierten en una suerte de pequeñas resistencias. El de su nombre es el más evidente de todos ellos. El nombre que no se menciona, así como las edades que se obvian en la aventura de la protagonista o las propias omisiones de información clave en cada relato no están vacíos, y la mente lectora siente el silencio. Un sentimiento que a veces se traducirá en información o en palabras y a veces no, como cuando miramos a las nubes y podemos identificar una forma o varias, e incluso la mutación de éstas en un corto espacio de tiempo. La tensión entre lo personal y lo colectivo tiene que ver con esto. Lo personal tiene el impulso de escapar del molde de la definición, mientras que lo colectivo, en donde también se integra la protagonista, demanda esta definición. A medida que el personaje asume y entiende la artificialidad y maleabilidad del lenguaje adquiere mayor autonomía hasta llegar al último relato en donde se apodera de su propia realidad y no solo de su silencio.'[1]

 

Esta elegante forma de silenciamiento del egocentrismo, en aras de una escritura problemática respecto al sujeto y no subjetivamente problemática, me ha recordado la que sostiene Alberto Santamaría en Yo, chatarra, etcétera (El Gaviero[2], 2015), un poemario que ya desde el título nos anuncia que se convoca al yo sólo para irle quitando importancia a través de la deconstrucción y de la ironía. Santamaría, uno de los mejores teóricos jóvenes que tenemos, tanto en cuestiones poéticas como de arte, ha sufrido a veces en su obra creativa el problema de que su inteligencia crítica pesaba demasiado, de modo que la potencia intelectual de su discurso lastraba a veces el verso o le quitaba naturalidad. Su poética del contra-sublime, que ha explicado en diversas ocasiones y a la que volveremos en un futuro texto sobre poesía española actual, ya sufría la gravitación excesiva de un concepto teórico (el del sublime, al que además había dedicado su tesis doctoral y su primer libro, El idilio americano. Ensayos sobre la estética de lo sublime), con lo que la teoría parecía "presidir" su lírica, en vez de canalizarla. Sin embargo, creo que esto ha cambiado, y veo en Yo, chatarra, etcétera claras señales de una evolución en su trayectoria y de una maduración en la voz. Sin abandonar su bien forjada poética, esta voz renovada encuentra ahora un camino para librarse de la teoría sin dejar de utilizarla, algo difícil para quien las maneja, pues construir una teoría lleva tantos años de una vida que se vuelve tan vivencial o vital como cualquier otro recuerdo personal o íntimo: "Adoro la teoría porque tengo miedo / de lesionarme"[3], dicen dos versos recientes de Mariano Peyrou. Del mismo modo que Peyrou, otro teórico irredento, Santamaría ha encontrado el modo de equilibrar en los poemas la fuerza de su pensamiento con la fuerza que debe irradiar el propio poema.

 

Santamaría quiere reflexionar sobre el yo, pero quiere hacerlo sin egodismo, como Mar Gómez Glez, para lo cual utiliza un arma que ha probado de sobra su eficacia durante los últimos siglos: la ironía, "la distancia irónica que he de conquistar en relación conmigo mismo"[4], en palabras de Gregor von Rezzori. Es una herramienta que Santamaría utiliza desde hace tiempo, pero que ahora cobra toda la potencia de sus posibilidades, nada baladíes, según Rosario Ferré:

 

'La ironía implica un proceso de desdoblamiento en el autor, durante el cual el yo se divide en un yo empírico e histórico, y en un yo lingüístico. En realidad, el don irónico se concreta cuando el primer yo del escritor, el yo formado por su experiencia en el mundo, toma conciencia de la existencia de ese segundo yo que lo constituye en signo, en materia de esa misma historia que está narrando. Esta experiencia de distanciamiento, de objetivación del yo histórico, es lo que le permite al escritor observarse a sí mismo (así como también al mundo) desde un punto de vista irónico y, a fin de cuentas, liberado.'[5]

 

Esta tensión entre dos yoes, uno empírico y otro lingüístico, o ficcional, o retórico, me parece especialmente útil para explicar el desplazamiento del sujeto poético de Yo, chatarra, etcétera. La dialogía entre el yo elocutorio y el real se empeña en borrar o desdibujar al segundo, insistiendo en el carácter ficcional del primero. En La vida me sienta mal. Argumentos a favor del arte romántico previos a su triunfo (El Desvelo, 2015), el último ensayo publicado de Santamaría, encontramos algunas ideas que pueden conectarse con su libro de versos. El ensayo estudia cronológicamente los albores del Romanticismo, explicando sus conexiones con la Ilustración y aclarando las propuestas que venía a plantear a la Europa dieciochesca, a través de una serie de nombres (Hegel, Chateubriand, Schlegel, Moratín, etcétera). No podemos entrar ahora en un examen de lo que propone este sugestivo ensayo, pero sí nos interesa anotar algunas ideas del mismo que parecen dejar reflejos textuales en Yo, chatarra, etcétera (YCE en adelante): por ejemplo, la consideración, hablando del tratamiento del ingenio en Schlegel, de que "este ingenio trata de dar respuesta a esa posibilidad de re-inventar la vida cotidiana"[6], una propuesta claramente visible en su poemario: "Afuera, / contra la pared / de ladrillo, la bicicleta / que ella ha abandonado / crea un nuevo pensamiento / para un nuevo objeto" (YCE, p. 20), o también: "Estamos en el mundo para eso, dice ella mientras contempla el tono rojo de sus uñas sin esperar nada a cambio" (YCE, p. 58). Cuando comenta en su ensayo que Xavier de Maistre se centra en "los objetos cotidianos transformados en objetos de autoconocimiento" (La vida, p. 27), esa observación encuentra su traslación al poema: "una botella de plástico sobre la mesa: / la sabia mitología de un paisaje que nos contiene" (YCE, p. 15). Y, en otra visión plastificada, "ese trozo de plástico tardará cuatrocientos años en desaparecer. Sí, ese es el tiempo que permanecerán sobre la tierra mi basura y tus ideas antes de huir hacia la nada" (YCE, p. 59).

 

Es cierto que estos pasadizos que hemos hecho implican saltos temporales, pero nos invitan a asumir esa anacronía unas palabras del autor: "Fragmentación e ironía serán dos elementos clave, como espacios del discurso de ese romanticismo que logró abrir los márgenes de la ilustración, y que, sin lugar a dudas, puede servir para describir el presente, porque en el fondo no hemos abandonado el proyecto romántico, o al menos, deberíamos hoy repensar constantemente sus políticas sensibles"[7]. Creo que parte de esa tarea la lleva a cabo Santamaría, a través de una reevaluación de lo que es característico al discurso poético, reevaluación en la que creo ver ecos de la poesía de Wallace Stevens (YCE, p. 20, algunos títulos o los dos últimos versos de la página 25, que dialogan con "Metaphors of a Magnifico"), algo natural teniendo en cuenta que en El idilio americano Santamaría había señalado -vía Harold Bloom- a la poesía de Stevens como el punto de engarce entre el antiguo sublime y el contra-sublime perseguido. El modo de operar esa mutación también está explicitado en La vida me sienta mal, al hablar de Jean Paul: "lo sublime se ridiculiza hábilmente a través de la contraposición de elementos altos y bajos" (p. 73), algo fácil de localizar en YCE: "observamos, / sin hablar, a aquel que camina hacia el muelle / como si el mundo al que hubiese declarado su deseo / se mantuviera unido por un hilo / que sólo él pudiese manejar. / Le seguimos durante unos segundos. Cierra el paraguas." (p. 41). Como en la mejor poesía romántica, el sujeto poético de YCE está disuelto, y esta revuelta contra el yo está declinada majestuosamente en el poema "El regalo", que comienza con el yo elocutorio viéndose reflejado en el cristal de la ventana, para traspasar su imagen de forma inmediata y centrarse (descentrarse) en el paisaje detrás de ella. El egodismo queda trascendido, traspasado, y el sujeto lírico se dedica a mirar y recrear cuanto acontece más allá de su espacio íntimo: "sube la persiana: eso es el mundo" (p. 54). Callar al yo, he ahí la relevante lección a retener.

 

Otra dimensión interesante del poemario, en la que quizá pudiera haber (arriesgo) un intento de retorsión / reescritura / deconstrucción de Machado, es su vertiente geográfica o geolírica, pues comparecen citados una serie de paisajes castellanos, esparcidos en el camino entre Torrelavega y Salamanca (coordenadas vitales del autor), en los que también se intenta la puesta en almoneda del sublime espacial, asunto medular de El idilio americano. Santamaría parece optar aquí también por su ética de la proximidad y ofrece un retrato con máximo "zoom" de acercamiento, limitado a donde alcanza la vista y horro de cualquier idealismo identitario o nacional. Las tierras dejan de ser metáfora de algo y se limitan a ser ellas mismas, desvestidas de ulterior significado (o limitado éste a significados cercanos, personales, íntimos) y carentes de proyecciones noventayochistas. Esta desaparición de las correspondencias es una constante dentro de Yo, chatarra, etcétera, de forma explícita unas veces (p. 39) y oblicua otras, encontrando el posromanticismo irónico de Santamaría suficiente mensaje en el aquí y en el ahora de la experiencia narrada o recreada, según casos, en el poema. Se cancela el idealismo exterior para dejar paso a un Interior metafísico con galletas (título de su anterior poemario de 2012), preñado de humanidad y consciente de su dignidad discursiva. Porque, al final, "todo sucede en el lenguaje" (YCE, p. 21), y esa declaración, grande y humilde a la vez, permite una casa para el ser y un hogar más que habitable para el lector.

 

 

 

[Relación con el autor: muy cordial. Relación con la editorial: ninguna]


[1] Mar Gómez en Carlos Gámez Pérez, "Mar Gómez Glez: ‘No me interesa contar la historia de mi vida sino explorar literariamente ciertos instantes misteriosos de la experiencia'"; Suburbano, 14/01/2016, accesible en http://suburbano.net/mar-gomez-glez-no-me-interesa-contar-la-historia-de-mi-vida-sino-explorar-literariamente-ciertos-instantes-misteriosos-de-la-experiencia/

[2] Hace poco se ha difundido que El Gaviero, la editorial de Yo, chatarra, etcétera, dejará su actividad a lo largo de este 2016. Es una pésima noticia la desaparición de este sello, que durante casi dos décadas ha dado a conocer a jóvenes voces interesantes y que ha difundido poemarios valiosos y muy diversos. La poesía española, que pasa por un buen momento creativo, pierde a pasos agigantados libertad y variedad editorial, persiguiendo la pluralidad de voces en un espacio cada vez más concentrado en menos manos.

[3] M. Peyrou, Niños enamorados; Pre-Textos, Valencia, 2015, p. 28.

[4] Gregor von Rezzori, La muerte de mi hermano Abel; Sexto Piso, Madrid, 2015, p. 519.

[5] Rosario Ferré, "De la ira a la ironía, o cómo atemperar el acero candente del discurso", Sitio a Eros; Joaquín Mortiz, México, 1980, p. 193.

[6] A. Santamaría, La vida me sienta mal. Argumentos a favor del arte romántico previos a su triunfo; El Desvelo Ediciones, Santander, 2015, p. 41.

[7] A. Santamaría, La vida me sienta mal, op. Cit., 57.

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6 de febrero de 2016
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Más aforismos

Oigo a los coches pasar como si se tratara ya del ruido de animales
 
 
 ***

 

Leemos sólo aquello que habíamos escrito secretamente en nuestro interior.Quien discrepe es enemigo. Quien coincide es una amistad  
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5 de febrero de 2016
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Convento del Carmen Calzado de Gerona

 

Gustavo Puerta Leisse me pregunta en 2008, en una entrevista publicada en el nº 167 de Educación y Biblioteca, por qué y desde cuándo me apasionan los diccionarios, a lo que respondo: “Porque en ellos está todo lo que un hombre curioso puede aspirar a conocer en esta vida y, además, la sabiduría aparece perfectamente ordenada. Mi primer libro fue la Quarta Edicion del Diccionario de la Lengua Castellana compuesto por la Real Academia Española (MDCCCIII). Aún lo conservo con señales de mordeduras de dientes de leche. En la portada se lee, escrito a tinta, ‘Soi del Carmen Calzado de Gerona’, que era abuela de mi abuela materna, o sea una de mis tatarabuelas, hija de un militar que casaría en esa provincia con un miembro de una de las ramas más  genuinamente catalanas de mi familia; esa boda sería hoy impensable, constituiría un acto contra natura.”   

 Me extrañaba que la anotación empleara esa vulgar construcción gramatical que antepone el artículo al nombre de persona, y que el apellido de mi antepasada, Calzada, fuera masculinizado pero, lo definitivo, ha sido entrar en https://es.wikipedia.org/wiki/Convento_del_Carmen_Calzado_(Madrid) y descubrir que Carmen Calzado de Gerona se refiere al Convento del Carmen Calzado de Gerona, uno de los conventos de la Orden del Monte Carmelo que surgieron en España a partir del siglo XVI. No encuentro en internet referencias al convento de Gerona pero sí sobre otros, en especial al de Madrid que, como puede leerse en Wikipedia, posee una interesante historia.

 

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4 de febrero de 2016
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Con freno y marcha atrás

La Unión Europea es un club singular, donde siempre es mejor cualquier acuerdo que un desacuerdo. El último argumento es el better together, eslogan unionista británico dirigido al separatismo escocés: juntos estamos mejor. Es bueno todo lo que sirva para que Reino Unido siga en la UE, con el único límite de que la UE no deje de ser lo que es.

Lo ha entendido muy bien uno de los líderes del Brexit, el ex secretario de Defensa Liam Fox: ?Lo máximo que podemos obtener es una asociación mejor a un club equivocado?. Los euroescépticos solo votarán a favor de la propuesta que convierta la UE en el club que a ellos les gusta y este es un club que renuncia a sus ambiciones políticas hasta disolverse y convertirse en el único club acertado, una mera asociación de libre comercio.

No sería un acuerdo sino una rendición. No es lo que han propuesto Tusk y Cameron, conscientes de que el Brexit sería una revés europeo en uno de los peores momentos históricos, que se añadiría a la crisis de los refugiados, la deriva populista y la transgresión de principios y valores fundacionales por los gobiernos extremistas de Hungría y Polonia.

Los servicios jurídicos de la UE son formidables y con capacidad para tejer acuerdos al borde de la contradicción. Eso es lo que han hecho con el manojo de documentos publicados el martes por la presidencia del Consejo. Nadie debe renunciar a los objetivos de la UE, incluida la unión cada vez más estrecha que los euroescépticos británicos repudian. Tampoco se limita a los países del euro para seguir avanzando sin cortapisas ni vetos británicos. Pero a la vez se responde a todas las exigencias de Cameron con dos artefactos jurídicos que solo se entienden gracias a metáforas tomadas de la mecánica de coches.

Se trata de un freno de emergencia y de una palanca de cambios. Con el freno se desactiva temporalmente, cuatro años quizás, los efectos de la libertad de circulación de trabajadores dentro de la UE respecto a los beneficios sociales. Con la palanca de cambios se organiza y reconoce por primera vez una Europa de dos velocidades: la directa del euro y la más lenta de las monedas nacionales en escrupulosa igualdad de condiciones.

Estas novedades desbordan la técnica utilizada hasta ahora de los opting-out o derogaciones específicas exigidas por determinados socios copmo Reino Unido para permanecer en el club. Tienen el inconveniente de que sirven para todos, e introducen así un principio de deconstrucción, deshacer el camino. Eso es la marcha atrás y también la caja de herramientas que facilita el desmontaje del vehículo.

En contrapartida, no son de uso fácil: el freno entrará en vigor únicamente si el referéndum británico arroja un resultado positivo; se podrá activar tras los lentos trámites del Consejo y el Parlamento Europeo; antes de utilizarlo, Londres deberá pedir permiso al Consejo, que se lo dará si hay una mayoría cualificada a favor: solo entonces Reino Unido podrá limitar derechos a los trabajadores extranjeros que lleguen al país. En resumen: que la nueva mecánica está pensada para ganar el referéndum, pero no sirve para frenar bruscamente ni para desguazar el vehículo.

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4 de febrero de 2016
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El Boomeran(g)
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