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Comiaces

Existe (o existía) un vasto lugar, un territorio abrupto e inaccesible, en el oeste de la provincia de Salamanca, al norte aproximado de Ciudad Rodrigo, que hoy aparece, en mapas y planos, como un  despoblado, como un espacio en blanco a salvo de símbolos que indiquen algún modo de intervención humana. En 1962, un grupo de investigadores alemanes lo recorre. Habían entrevistado en un hospital de Sigmaringen al último oriundo vivo de Comiaces, una aldea ya entonces borrada de los catastros, y que según J. H. H., era la capital de lo que hoy denominaríamos una comarca o subcomarca. Este hombre, arrastrado por el flujo migratorio, llega a Alemania a mediados de los  cincuenta y lleva hasta su muerte –a los sesenta y cinco años, a los pocos días en que es descubierto para la ciencia- una vida placentera: residente en las cloacas, nutrido de miasmas, sin la necesidad de hablar con nadie (parece estar más cerca del dominio infuso de la lengua alemana que del recuerdo de la lengua española que sólo balbucea incorporando, eso sí, elegantes alaridos y elocuentes gestos). Tratado por un equipo de psicólogos y antropólogos de la universidad de Stuttgart, se logra fijar el punto exacto de procedencia y precisar algunos datos biográficos  pese a la obstrucción manifiesta del consulado español que sólo quiere su urgente repatriación para su internamiento en un manicomio. Dado el cariz de las revelaciones, se organiza un viaje, con el pretexto, ante las autoridades españolas, de acompañar el cadáver hasta su enterramiento en la aldea. No vamos a describir las peripecias de la prospección sino los resultados. Antes de ser embalsamado se le practica la autopsia confirmándose la naturaleza ósea de la protuberancia situada en la nuca. En las ruinas de Comiaces –así como en las de otros cinco núcleos de población próximos-, en los desvanes de lo que pudieron ser viviendas, hallan varios objetos de madera toscamente tallada que invocan a tamaño natural la naturaleza de un cordero con dos cabezas de diferentes dimensiones siendo, una de ellas, no siempre la mayor, de apariencia humana. En la ladera de un cerro, que equidista de los poblachos, encuentran el gran corral donde, según J.H.H., se encerraba a las criaturas mixtas que sobrevivían al parto y que eran visitadas alternativamente por las mujeres –¿sólo sus madres?- para alimentarlas, y por los hombres para satisfacer su apetito venéreo. Sin mucho esfuerzo se sacan de la paja y el estiércol varios esqueletos, todos bicéfalos, presentando el mismo abanico de posibilidades que presentaban las esculturas: la cabeza humana y la de aspecto ovino alternan en su desarrollo, pero siempre situadas una detrás de otra. Incluso hallan algo de piel adherida a los huesos de las piernas, una especie de lana que les conferiría porte de oveja, acentuado por la postura cuadrúpeda; vencido el cuerpo por el peso de las testas haría incómoda la marcha bípeda. En 1980 se publica un trabajo en Francia, sin resonancia académica alguna, acerca de las oleadas de singularidad morfológica en humanos: se citan los casos de anancefalia en los Pirineos y de bicefalia en el oriente portugués; siempre en espacios de tiempo superiores al año e inferiores a los diez y sin aparente periodicidad. Para Portugal 1896-1904, 1920-1922, 1931-1932, 1939-1946, y para los Pirineos 1828-1837, 1900-1902, 1910-1915. Afectan, dentro de esos espacios, al 50% de los nacimientos, aunque, en su mayoría, el grado de desarrollo de la malformación es bajo, dependiendo, la esperanza de vida, de ese grado de desarrollo: los bicéfalos perfectos no alcanzan nunca los 12 años, teniendo en cuenta que sólo el 25% de los concebidos superan el parto.  

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18 de febrero de 2016
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El califato, más cerca

Si cae Raqqa, la capital del califato, Sirte puede ser la alternativa. Libia, después de Siria. En línea recta, a 1.200 kilómetros de Roma en vez de 2.400.

Hay indicios de que los dirigentes del califato terrorista tienen la vista puesta en la ciudad donde nació Gadafi, actual feudo donde ya están implantados. Es más intenso que nunca el tráfico de combatientes en dirección a Libia, a donde los reclutadores dirigen las nuevas levas, entre otras razones por las crecientes dificultades para llegar a Siria desde Turquía. También hay un incremento de la acción terrorista, con ataques a instalaciones petrolíferas, en busca de fuentes de financiación.

La Libia actual, con dos parlamentos que se disputan la legitimidad, uno en Trípoli y otro en Tobruk, y fragmentada entre clanes tribales, es un paraíso para los grupos y bandas armadas. Desde la caída de Gadafi, en verano de 2011, se ha convertido en un auténtico hub bélico, que ha diseminado armas y combatientes por todo el vecindario. Cuenta con la golosina del petróleo, recurso básico para la financiación del ISIS. Y cuenta también con el efecto intimidatorio de una amenaza más próxima, no tan solo para la realización de atentados en Europa sino también para utilizar sus costas para el tráfico de personas.

Dos factores contribuyen a la idea de una mudanza del califato. La eventualidad de un desenlace de la guerra siria tras el giro en favor de Bachar El Asad gracias a la intervención rusa y los avances hacia un gobierno de unidad libio patrocinados por Naciones Unidas. Ambos factores son igualmente inciertos. La consolidación del régimen alauita situaría al ISIS en el punto de mira de un mayor número de sus adversarios, distraídos ahora en las contradicciones que les dividen; pero no es seguro que las obturara totalmente, sobre todo a la vista del enconamiento entre Turquía y los kurdos. A su vez, la formación del Gobierno de unidad libio, acordada ya en diciembre en Marruecos, está sometida a constantes dilaciones por falta de aprobación por parte de uno de los dos parlamentos implicados.

La peor desgracia sería que el califato terrorista se adelantara con la mudanza a la instalación de un gobierno legítimo y reconocido en Trípoli. Libia necesita formar y entrenar unas nuevas fuerzas de seguridad, controlar las fronteras terrestres --para evitar la infiltración de terroristas y el tráfico de armas-- y navales --para evitar el tráfico de personas--, y erradicar el núcleo del ISIS, tarea para la que probablemente no bastan la aviación y los drones. Esto no sucederá sin una implicación de Estados Unidos y Europa que puede incluir fuerzas terrestres, lo peor de lo peor para la opinión occidental tratándose de guerras.

En caso contrario, conocemos las consecuencias: el califato, más cerca. A mitad de distancia desde donde está ahora hasta Roma, la ciudad amenazada por el ISIS a través de su revista Daqib, con esa portada de su cuarto número en la que vemos la plaza de San Pedro con la bandera negra islámica ondeando en la cima del obelisco.

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18 de febrero de 2016
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Eduardo Chirinos ha muerto.- Me entero por amigos suyos en…

Eduardo Chirinos ha muerto.- Me entero por amigos suyos en Facebook que el poeta Eduardo Chirinos ha muerto esta mañana. Es una noticia tristísima, era no solo un gran poeta sino un estupendo amigo, una persona con la que siempre me gustó conversar pero sobre todo escuchar y leer. Recuerdo muy intensamente una entrevista que le hice (una de varias) en Vano Oficio, donde habló con un conocimiento y un entusiasmo tan grande por la poesía de Rubén Darío que nos dejó mudos a todos. Aquí hay una reciente entrevista, del 2014, en La Mula por Alonso Almenara. Descansa en paz, querido Eduardo.

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17 de febrero de 2016
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Pulgares arriba

Nunca habíamos hablado tanto con los dedos. Y no me refiero sólo al gesto de levantar el pulgar hacia arriba, acompañado del signo manual del OK que se hace al dibujar una o al aire peinada por el resto de los dedos a modo de flequillo rebelde. Con lo bien que nos iba con ese vale tan cansino y español que los niños catalanes, realfabetizados con los cuadernillos de Norma, corrimos a traducir por un desmayado val. Hace unos días observé una fotografía que me llamó la atención: un grupo de refugiados sirios dentro de una camioneta miraba a cámara con los restos de la diáspora fijados en las ojeras. Iban vestidos casi con harapos y sobre sus cuerpos se intuía la resaca de la huida y del miedo, pero en su gesto celebraban la incertidumbre de la libertad ensayando uves de victoria ladeadas y frontales. ¿Cómo es posible que un gesto propio de los raperos norteamericanos, de Cristiano Ronaldo, del lenguaje de la selfie quedara fijado en una imagen ?otra más? desoladora que representa el éxodo contemporáneo? Ahí están fundidos los extremos: el abismo que cruza quien es expulsado de su tierra, junto a la esperanza de quien consigue llegar a una meta, por mucho que el futuro sea aún incierto. La información visual nos penetra sin descanso. Se trata de gestos que parecen cargados de significado, aunque este sea predecible. Nada de grises ni matices. En cambio, pesa el significante en una pura declaración de estilo; vean si no cómo los futbolistas dibujan un corazón sobre el césped, o esos brazos adoradores, que se suben y bajan rindiendo tributo a alguien, no necesariamente a un filántropo, basta con que alguien haya ganado una partida de futbolín. Luego están los saludos, que, más allá de aquel chocar de manos en versión noventera, símbolo yuppie de estar en sintonía, se hacen ahora con un chocar de puños, nudillos contra nudillos. Los mismos con los que hay gente que se golpea el pecho para dar las gracias, como si la palabra se les quedara corta. Los gestos deícticos fueron barridos por los denominados emblemáticos, dispuestos a reemplazar la palabra hablada al poseer un sentido literal. Pero no apelemos tan sólo a la globalización como causa y efecto: por ejemplo, el pulgar hacia arriba es una falta de respeto en Bangladesh, Irán o Tailandia. Y en el mundo anglosajón, la V al revés resulta una provocación. La sutileza de la palabra se pierde ante la rotundidad del emblema, pero no creo que la principal razón de su uso al alza sea la economía de palabras, ni la voluntad de ser rabiosamente adolescente, sino una extensión de la vida autofotografiada que, por un efecto mimético, caprichosa y juguetona, adopta las poses del hall de la fama. (La Vanguardia)

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17 de febrero de 2016
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Resistes certámenes, tarjetas, concursos…

Los años pasan y Rubén Darío sigue envuelto en un inefable halo de cursilería. Cuando murió hace cien años, sus funerales fueron una verdadera puesta en escena elaborada por manos candorosas, que no dudo querían sinceramente rendirle el mejor de los homenajes, despreciando toda sobriedad. Fue velado en el paraninfo de la Universidad por varias noches, y cada vez se le vestía de manera diferente: de peplo griego coronado de mirtos, de uniforme diplomático, de frac de gala, como el maniquí de una tienda de elegancias.

Cuando un repasa las fotografías que entonces tomó el maestro Cisneros, puede contemplar el desfile del cadáver de uno a otro lugar en León, del municipio a la catedral, de la catedral de vuelta al paraninfo, hasta la procesión final el día en que fue sepultado al pie de la estatua de San Pablo, mientras tanto el cerebro que le había sido extraído seguía siendo objeto de una oscura disputa.

Ningún tribuno, abogado, político o poeta le ahorró un discurso en las esquinas, en lo alto de las aceras, o subido a una silla, y la peaña funeraria, donde Rubén yacía al descubierto, avanzaba precedida por carrozas cargadas de canéforas, bacantes que regaban flores marchando en cuadrillas, una musa y sus tres gracias adelante, la guardia militar de honor enviada por el gobierno de Adolfo Diaz, en plena intervención militar extranjera, los representantes de los poderes del estado vestidos de rigurosa etiqueta en el calor de infierno, y los gremios profesionales y de artesanos marchando con sus estandartes a la cabeza.

Poco o nada ha cambiado desde entonces. El lenguaje del decreto presidencial, declarando este año de 2016 como el "del sol que alumbra las nuevas victorias", y firmado "en el país del sol", nos recuerda esta pertinacia, con su lenguaje ditirámbico y exaltado. Y otra vez la celebración "municipal y espesa", la elección de la musa dariana como un certamen de pasarela, los concursos, las recitaciones, las danzas folclóricas; todo lo que despreció en su Letanía de Nuestro Señor don Quijote, si saber que terminaría siéndole aplicado a él mismo:

 

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
antiguas y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Mientras tanto su poesía sigue lejos del verdadero conocimiento público. Las ediciones de sus libros son escasas y esporádicas, y no existe una pedagogía dariana, clara y sencilla, para explicarlo ante los jóvenes y enseñarles a distinguir la paja del centeno en su poesía, que no se limita a La Sonatina, Los motivos del Lobo, y A Margarita Debayle. Abrir al conocimiento sus cuentos, que fueron también renovadores, y a sus crónicas de prensa, que revolucionaron el periodismo.

Aún no se empieza con la tarea de la edición de sus obras completas, que debería ser una inversión del estado, igual que en Cuba se editaron las de José Martí, como fruto del trabajo de un equipo de especialistas.  Pero al menos debería empezarse con una colección de sus libros de amplia circulación y precio modesto, que lo haga entrar en cada hogar y quedarse a vivir allí, como un huésped con quien la familia puede conversar en amena tertulia cada día.

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17 de febrero de 2016
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Escena

El agonizante yace en la mesa de operaciones. Ha perdido mucha sangre, cerca de cien mil millones de euros durante este año. Le rodean los facultativos. Rajoy, médico jefe, se prepara para intervenir. "¡Bisturí, pinzas, anestesia!", ordena, pero la enfermera le dice que su secretario se ha largado con el instrumental para venderlo en Marruecos. El médico adjunto, Sánchez, da un empujón al jefe y se abalanza: "Este enfermo necesita una intervención de progreso y de progresa que yo ahora mismo me dispongo a ofrecer ante la ciencia...". Le interrumpe la enfermera: "Hágalo, por favor, adelante". Sánchez retrocede espantado: "Hacer es de derechas, hablar es de izquierdas. Yo hablo, pero no hago ni haré nada que ponga en duda mi progresismo".

La enfermera grita con horror. El ayudante primero, Pablito, está chupándole la sangre al agonizante. "Pero ¿qué hace? ¡Lo está matando!". "Todo lo contrario", responde Pablito, "la sangre es lo más corrupto del capitalismo. Yo me la bebo a la salud de los homosexuales iraníes". La enfermera, fuera de sí, se dirige al segundo ayudante, Rivera. "¡Haga usted algo, por favor, el enfermo se nos va!".

El ayudante Rivera afirma que, aunque Rajoy es un inútil, Sánchez un incompetente y Pablito un parásito, él hablará con todos porque lo cardinal es España. "Sí, claro, señor Rivera, pero le está usted hablando al paragüero", dice la enfermera. En ese momento entra el independentista de la casa. Se ha puesto una nariz roja para que no lo identifiquen. Va a la mesa de operaciones y cubre el cuerpo del agonizante con una bandera catalana. "¡Hala, ya te puedes morir!".

El agonizante se da la vuelta y, a la manera de los antiguos estoicos, se cubre la cabeza con la bandera y muere.

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16 de febrero de 2016
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La culpa del mono ladrón

No nos une el amor sino el espanto, declaró Jorge Luis Borges sobre su relación con Buenos Aires, la ciudad que amaba odiar. A los humanos y a los animales nos unen muchas cosas, pero hasta ver esta foto no había notado que lo más importante es el espanto: la capacidad para ser humillados, castigados, reducidos a la infelicidad.

En su tragedia, este mono es como nosotros.

Esto explica el pie de esta triste foto: un mono que robaba a los tenderos y toqueteaba a las mujeres en Bombay fue “atado, enjaulado y expuesto a la humillación pública”. Era un mono juguetón y hábil: robaba cojines de una tienda, los despanzurraba, se divertía viendo volar los pedacitos y huía con celeridad.

Tras seis meses de sufrir sus monerías, los vecinos contrataron a un experto, quien capturó al mono. Los medios se hicieron eco de su humillación pública.

No se alarmen. Según sus declaraciones a diarios locales, los tenderos no piensan acabar con el macaco. Aseguran que lo “pondrán en libertad aunque aún no se sabe los días que permanecerá enjaulado para cumplir la pena por lo que ha hecho”.

Pero mírenlo: ¿no les da lástima? En su cabeza gacha, su boca entreabierta en un lamento, sus manos atadas detrás de la espalda y su visible tristeza, el mono es más humano que nunca. No le pegan, no lo mutilan, no lo matan: lo humillan. Y en su sentirse humillado se humaniza mucho más que los perros que aprenden a sumar, que los delfines que cumplen órdenes en el acuario o que los caballos danzantes de Viena.

Los animales inteligentes pueden ser más o menos inteligentes que nosotros. Pero no nos identificamos con sus proezas intelectuales. Podemos admirarnos con la mente del otro, no identificarnos. Lo que une es el sentimiento.

¿Cualquier sentimiento? Yo creo que no todos valen. La alegría del perro que se vuelve loco cuando volvemos nos simpatiza, pero es demasiado loco. La elegante indiferencia del gato nos causa gracia, pero es demasiado poco.

En cambio, este mono dolido, vencido, nos llega al alma. Cuando humillan a un semejante, nos humillan a nosotros. La humillación del otro nos subleva, debe sublevarnos.

 

No venimos del mono: vamos a su dolor. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido como este mono atado?

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16 de febrero de 2016
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El Boomeran(g)
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