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Finales de agosto (2): personajes

Medio agosto fue para los Juegos de Río, pero el mes entero fue para Donald Trump. Él es uno de mis personajes de agosto, sobre los que he tomado algunas notas estos días.

Lo peor de Trump no es lo que es, ni lo que dice, ni siquiera lo que hace ?nada bueno por otra parte. Lo peor es que todavía puede ganar, a pesar de sus esfuerzos involuntarios por evitarlo. Si gana no será por méritos propios, sino por un grave percance en la campaña de Hillary Clinton, algo que no se puede descartar de ninguna manera.

Erdogan ya fue el personaje de julio pero es de temer que su protagonismo vaya creciendo todavía, más como ya lo ha hecho en agosto. La Gran Purga sigue en marcha y tiene incluso ramificaciones en el extranjero, propagandísticos y de inteligencia, como acaban de descubrir los servicios secretos alemanes. Unos 6.000 agentes turcos se hallan infiltrados en Alemania según publicó el diario ?Die Welt?, dedicados principalmente a perseguir a los partidarios del clérigo Gülen, al que Erdogan atribuye todas las responsabilidades del golpe de Estado. Ni en tiempos de la Alemania dividida hubo tantos agentes secretos del Este, los famosos espías de la Stasi, en el Oeste.

Trump y Erdogan pertenecen a una misma especie política, en la que hay otros notables ejemplares en el paisaje de nuestro mundo, como son Putin y Al Sissi. También Rodrigo Dutertre, el nuevo presidente filipino, pertenece a esta casta que combina la exigencia de la popularidad de las urnas con la idea caudillista de un poder personal por encima de ley. Pocos mandatarios pueden exhibir un cumplimiento tan impresionante de sus promesas electorales como Dutertre: prometió exterminar físicamente a los traficantes de droga sin trámite judicial alguno y en los dos meses que lleva han caído ya asesinados por civiles armados o por la policía unos 2.000 sospechosos, se han producido más de 11.000 detenciones y más 600.000 más se han entregado a la policía, posiblemente para evitar su linchamiento o persecución en la calle.

Pero el personaje de agosto no es uno de los poderosos de este mundo sino precisamente alguien que representa todo lo contrario, de hecho, a todas sus víctimas. Este es el caso de Omran Daqneesh, nacido en Alepo hace cinco años, cuando la guerra ya había empezado. Le grabaron en vídeo sentado en una ambulancia, lleno de polvo, con su mirada aturdida y triste, y sin que se le escapara ni una lágrima, a pesar de que tenía cortes en todo el cuerpo y estaba herido en la cabeza, después de que le rescataran de un bombardeo a cargo de la aviación rusa. Su imagen ocupó todos los informativos de televisión y las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, sacudiendo una vez más las conciencias de todos, como ya sucedió con la imagen de otro niño sirio, Ailan Kurdi, nacido en Kobane y ahogado en una playa turca cuando intentaba llegar a Grecia.

Hay 100.000 niños como Omran atrapados en Aleppo, sufriendo bombardeos aéreos como el que se abatió sobre la familia Daqneesh, que destruyó su casa y mató a Alí, el hermano mayor de Omran. Las imágenes del niño herido, que se convirtieron en virales en las redes sociales, nos revelan la existencia de otros personajes anónimos y heroicos, que sufren la guerra como Omran, pero lo hacen voluntariamente, porque son los que les rescatan, les curan en ambulancias y hospitales y registran con sus cámaras las imágenes que servirán para denunciar la insoportable matanza que está en marcha en Siria desde hace ya cinco años. Estos últimos son un grupo de activistas y periodistas ciudadanos organizados en el Aleppo Media Center, al que pertenece Mahmud Raslan, el fotógrafo que captó las imágenes.

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30 de agosto de 2016
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Finales de agosto (1)

Mes extraño para quienes nos ocupamos de las noticias. No hay vacaciones para la actualidad, nunca las ha habido, pero las máquinas de la información cambian el ritmo e incluso su sistema de trabajo. Las estrellas de la radio y de la televisión se dan una pausa, casi tan larga como los escolares y sus maestros, y los periódicos ofrecen formatos nuevos, vacacionales, para una lectura de campo y playa. Los columnistas y articulistas habituales son sustituidos por otros aparentemente más refrescantes e incluso innovadores. Solo el mundo digital, y sobre todo el más distanciado de los medios tradicionales, lo que no es el caso de este blog, sigue rodando al ritmo de las noticias.

No tan solo no hay vacaciones para la actualidad en verano, sino que la actualidad más salvaje, la que rompe de verdad las agendas y las previsiones, es la de las revoluciones y guerras. Algo tiene que ver con que los gobiernos y los parlamentos estén de vacaciones, los ejércitos y las policías menguados por los turnos y las libranzas, y muchos observadores de la actualidad ?diplomáticos, espías, periodistas? pasando unos días de paseo por el mundo, en la orilla del mar o en lo alto de las montañas.

Este es el segundo post que publico, antes de que termine agosto. El anterior se titulaba ?Trágicos fogonazos de julio?, el mismo título que podría utilizar para las notas sobre la actualidad de este mes tan lleno de noticias como escaso de reflexión y comentarios. De hecho, cualquier artículo miscelánea o resumen de la actualidad podría llevar este título en el que quise reflejar la dificultad de visión que nos plantea el paisaje crecientemente confuso de nuestro mundo, en el que debemos calibrar el tamaño e importancia de los acontecimientos a pesar de que los fogonazos de la actualidad nos deslumbran y desorientan. Manos a la obra, pues. Empiezo hoy y terminaré el repaso probablemente cuando el mes termine, es decir, el miércoles. Medio agosto, del 5 al 21, ha estado ocupado por los Juegos Olímpicos de Río, un acontecimiento con tantas dimensiones como para ocupar un blog especializado permanentemente. El éxito de unos juegos se mide ante todo por las plusmarcas y por la buena organización que las permite. Los de esta Olimpiada, decimoterceros de la historia moderna, han sido magníficos en estas cuestiones, por muchas cosquillas que se busquen a este Brasil en crisis política y económica. Buena prueba de ello es que al final los focos de la actualidad se han centrado más en el pequeño escándalo del equipo estadounidense de natación, que denunció falsamente un atraco, que en los fallos que hubo de organización. Al final hay que ver el bosque y no quedarse en las hojas y el resultado es que Brasil es un gran país y sus Juegos han sido un éxito.

En todos los juegos están las noticias, que son muchas y serias, en forma de plusmarcas y sobre todo de figuras excepcionales, unas que se confirman, otras que aparecen surgidas de la nada y otras más que se reafirman en su dimensión gigantesca, como Phelps o Bolt. Y luego está la competición y el esfuerzo de todos, los vencedores y los que quedan eliminados en la primera ronda, que proporcionan la sustancia admirable del gran acontecimiento cuatrienal. ?Si estás perdiendo la fe en la naturaleza humana sal y contempla un maratón? dijo Kathrine Switzer, la primera y bien meritoria mujer que corrió el de Boston en 1966 y tuvo que defenderse para que un árbitro no la echara de la carrera, una frase que vale para los juegos enteros.Para los olímpicos, claro, pero incluso más para los paralímpicos que les han sucedido.

Pero los juegos también proporcionan una foto deportiva de la geopolítica mundial que permite abundantes lecturas comparativas, entre continentes, países y épocas. El análisis del medallero no ofrece duda alguna sobre el país que sigue siendo y para mucho tiempo la superpotencia deportiva mundial. Reino Unido, con su segunda plaza, demuestra que se puede tener una excelente política deportiva y una pésima política europea: el éxito deportivo de los británicos nada tiene que ver con el Brexit, aunque algunos pretendan encontrar la relación. El tercer lugar de China, con menos medallas y oros de los esperados, es un revés para las aspiraciones de la superpotencia emergente. Solo dos datos para abrir el apetito del análisis: India, con 1.250 millones de habitantes, ocupa el lugar 67 del medallero, una de plata y otra de bronce, por debajo de Venezuela y Bulgaria; y Africa, con el 15 por ciento de la población mundial ha obtenido el 5 por ciento de las medallas, el mismo porcentaje que Oceanía (38 millones de habitantes).

Como en los cómics, continuará. Me refiero a esta reflexión de finales de agosto. Hasta mañana.

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29 de agosto de 2016
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Disparos de mujer

Las mujeres son las mejores artistas de PhotoEspaña 2016, que este año logra lo imposible, superar la calidad de las ediciones anteriores. También el número de exposiciones ha aumentado, extendiéndose fuera de Madrid, por distintos centro de la provincia, y llegando a lugares distantes, unos más que otros: Ciudad Real, Bratislava, Helsinki, Zaragoza. No tenemos el don de la ubicuidad, pero sí el de la curiosidad, y en lo que a mí respecta llevo más de un mes de ‘photoespaña' en ‘photoespaña', y todavía me quedan muchas por ver antes de que se clausuren, por lo general en septiembre. Hago una breve reseña de las que más impacto me han causado, que están además las cinco en un radio urbano de menos de un kilómetro a la redonda; mi recomendación para una tarde de felicidad es verlas todas seguidas.

   En el Círculo de Bellas Artes el descubrimiento del año, la extraordinaria Louise Dahl-Wolfe, que pese a su nombre de filósofa lógico-matemática fue en realidad una fotógrafa al servicio del glamour en el Nueva York y el Hollywood de los años 1930-1960. Empleada por la revista Harper´s Bazaar, Dahl-Wolfe recreó el trillado arte de la moda a base de originalidad plástica y talento narrativo: las prendas de vestir siempre tienen un correlato inesperado (como esos bañadores de dama con dos elefantes por fondo), y el paisaje entra a menudo como ficción en la alta costura. Ambiciosa en todo lo que hizo, fuese encargo o creación, la amplia antológica de esta mujer que se retiró en 1960 y tuvo tiempo antes de morir en 1989 de ser debidamente reconocida, recoge también sus bodegones, desnudos y retratos, algunos (Colette, Orson Welles, la jovencísima Lauren Bacall) memorables.

    En las salas de la Fundación ICO está la más conceptual de todas con el título de ‘Desplazamientos', en la que Andrea Robbins y su marido Max Becher (hijo de los artistas ‘minimal' de los años 70 Hilla y Bernd Becher) seducen con sus imágenes de ciudades y edificios ‘calcados' que han ido retratando por todo el mundo; nada de costumbrismo o anécdota en su fascinante trabajo, dirigido más bien a la documentación de los sueños monstruosos y las huellas colonialistas. Desde Alcalá, subiendo por Gran Vía, la tienda Loewe llena su piso inferior con una pequeña pero preciosa recopilación de los trabajos de Lucia Moholy, que, aquí se comprueba, fue algo más que la esposa de László Moholy-Nagy, el pintor y diseñador de la Bauhaus. Unos metros arriba, en las salas de Telefónica, el tributo a Inge Morath, la primera mujer miembro de la famosa agencia Mágnum, de quien se muestra una elocuente selección de sus fotografías en torno al Danubio, acompañadas del homenaje temático que le rinden ocho fotógrafas actuales becadas a tal efecto.

    Desde allí cruzamos el paseo de Recoletos para nuestro último recorrido, en este caso por el fotoperiodismo de Juana Biarnés, pionera española a la que le cuadra muy bien el adjetivo "epocal". Los disparos de su cámara de reportera de calle nos devuelven la temperatura y el paisaje humano de una época, la España de los años 1960/1970, su gran período en las páginas de los diarios ‘Pueblo' y ‘ABC'. España negra de guateques ñoños, toros y matadores, ‘grises' ojo avizor para que las fans no se coman a besos a los rockeros del momento, y otra España también de ídolos musicales y fiestas para los pocos, que muchos se contentaban viendo en el papel de un periódico.

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29 de agosto de 2016
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Filosofía mundana

A Carolina de Mónaco, madame Caroline para los monegascos, alguien le debió advertir un día de que no fumara delante de sus niños porque esos son vicios que se mimetizan. Pero ve a toserle a una viuda joven con tres criaturas que se esconde en un pueblo de la Provenza, primero forrada de luto y después con estampados Liberty, que así es como se recuperaba Carolina, fumando todo el día entre romero y albahaca en SaintRémy. Tenía que exorcizar el vacío que deja un marido –por fin un Mr. Right en su vasta colección de Mr. Wrongs– menos tonto y pijo de lo que se creía, incluso astuto para los negocios. No hace falta hurgar en las teorías de la pulsión de muerte, que entre otros venenos amartelados incluye el tabaco, para comprobar que así fue, y su hija Carlota Casiraghi empezó a sostener el cigarro igual que ella y a aspirar el humo de forma golosa, como hacen las mujeres que fuman a gusto, succionando con placer, como si aspiraran oxígeno puro.
El mimetismo entre Carolina y Carlota ha ido mucho más allá de su forma de fumar. El de las vidas paralelas, más que un enfoque, es un género en sí mismo. Mucho tiene que ver Plutarco, padre de la sýnkrisis: la clave radica en que los sujetos comparados tengan verdaderas similitudes y que sus vidas sean ricas en anécdotas, pues, aseguraba el sabio, “estas aclaran más las cosas sobre las disposiciones naturales de los hombres que las grandes batallas ganadas”. Dos mujeres tan poderosas como vacías de poder. Su fama no responde a nada más que su pedigrí, su belleza y sus amoríos, pero su magnetismo es inexcusable. Mitterrand dijo de Carolina viuda, fascinado por su encanto, “lo que más merece es ser amada”. Muchos turistas viajan a La Roca suspirando aún por cruzárselas.
Carolina cumplirá sesenta años el próximo enero y ya se ha acomodado a las gafas de ver y los zapatos planos. Fuma menos en público, pero no acaba de encajar en el papel de abuela. Joven díscola, después de que fracasara el intento de acercarla a Carlos de Inglaterra, se casó con un parrandero, el playboy Philippe Junot, que era entonces el rey de las discotecas. Diecisiete años mayor que ella. Relaciones morbosas pero agonizantes, amores kleenex, como el de su hija Carlota con el cómico Gad Elmaleh –quince años más que ella–, padre de su primer hijo: Raphaël.
Madre e hija no sólo se parecen físicamente, huesudas de hombros, mejillas redondas, cabello azabache. Carolina se fusionó estéticamente con Chanel, erigiéndose en la más influyente modelo no oficial de la marca y Carlota hizo lo propio con Gucci, aunque ella sí cobra. Ambas han hablado con recurrencia de su soledad, de la torre de marfil de un palacio que huele a alcanfor. “Mi madre me enseñó el valor de la soledad”, manifestó hace años Carolina. Igual que Carlota, que acaba de cumplir los treinta y le ha contado a Vanity Fair que la soledad la condujo a Hume, Descartes y Simone de Beauvoir, y que debería leerse a Platón desde los siete años. En la crónica de los Encuentros Filosóficos de Mónaco, organizados y presididos por Carlota –que estudió filosofía en la Sorbona–, regaló a la revista una frase monumental: “No son incompatibles la filosofía profunda y Mónaco”, que es algo así como afirmar que no es incompatible la teología con Salou o la física cuántica con Albacete. Y si Carolina se enamoró de un actor con rostro soñoliento, Vincent Lindon –que no se hizo con un premio importante hasta el año pasado–, Carlota, para no ser menos, se ha ennoviado con un director de cine romano cuyo apellido debió de relacionar con Bertrand Russell: Lamberto Sanfelice. A sus 40 años sólo ha dirigido un largo con título de piscina, Cloro, pero es aristócrata y millonario. Este verano la prensa rosa ha especulado sobre un posible embarazo. Ligonas, mediterráneas, con labios carnosos y cigarrillos slim, las Carolinas siguen perpetuando la unión entre el amor y la puericultura. O entre la filosofía profunda yel beach club de Montecarlo.
 
 
 
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28 de agosto de 2016
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Nacho

Estreché por primera vez la mano de Nacho Padilla treinta y un años atrás, cuando lo felicité por haber ganado el concurso de cuento de nuestra preparatoria, célebre por la leyenda -cierta- de que en su tiempo Carlos Fuentes obtuvo los tres primeros lugares. Eloy Urroz me impulsó a participar pero, a diferencia de su texto y el mío, "El héroe del silencio", el primer relato de Nacho, era un derroche de talento lingüístico que todavía se lee con asombro. Su estilo futuro se anunciaba en una nuez: una prosa delirante y circular, labrada a partir de sus febriles escarceos con Rulfo y García Márquez -los maestros con quienes tanto se batiría-, una imaginación que lo arrastraba del medioevo a la ciencia ficción, con su aciaga cuota de fantasmas, y la vocación miniaturista que le permitía sumar palabras como piezas de un rompecabezas imaginario.

            Fraguamos una hermandad que hoy extravía su arquitectura: mi imagen de la felicidad literaria se resume en las vehementes discusiones triangulares con Eloy y Nacho en el Sanborns de San Ángel. Apuntalados por Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez, Alejandro Estivill y Vicente Herrasti, enarbolamos contra viento y marea la utopía de una literatura que, sin dejar de ser una pasión solitaria, pudiese ser defendida como un placer compartido. Un amigo como Nacho es un espejo en quien te reflejas y contrastas, te descubres y ruborizas, te enardeces y reconcilias. "Si la comparación a veces resulta odiosa es porque en las gradaciones alguien suele y quizá tiene que salir perdiendo; pero incluso en la parcialidad cruel del contraste debemos reconocer que el espejo, sea nítido o cóncavo, muestra todo y a todos como realmente somos, hemos sido o podríamos ser", escribió en "Versos de Shakespeare y desdichas de Cervantes", quizás el más lúcido ensayo que le dedicó a su escritor de cabecera (más bien de auto: en su vida dual entre Querétaro y el DF, escuchó cien veces el Quijote en voz de Fernando Rey). Sin Nacho, me resulta más arduo saber quién soy.

            Dos años en Salamanca y sus feroces inviernos curtieron nuestra convivencia: en las diarias comidas en mi casa de Libreros enhebramos su inagotable tesis sobre el alcalaíno con mi precaria física cuántica. Los "datos Nachito" nos servían de aperitivo: anécdotas eruditas imposibles de verificar, de los pollos sin cabeza a la fantasiosa etimología de un vocablo, afición que le abriría las puertas de su entrañable Academia Mexicana de la Lengua. Él replicó a mi demencia germánica con Amphytrion y yo le debo las torpes quijotadas de El fin de la locura. Nunca dejamos de ser cómplices y duelistas: aun si adivinaba que siempre habría de vencerme, no dejé de pelear en buena lid con sus frases monstruosas y perfectas.

            De La catedral de los ahogados a El daño no es de ayer, Nacho violentó y retorció tanto la lengua como a sus evanescentes criaturas -más cerca, a su pesar, de Cervantes que de Shakespeare-, aunque yo me quedo con Si volviesen Sus Majestades, precoz imprecación a Beckett y Borges. Ganó, sí, cuanto premio se topó en el camino hasta que se le agotaron: en su dulzura y bonhomía era tan ambicioso como el que más, y tan astuto. Detrás de eso, un pudor familiar o una secreta melancolía le impedían narrar sus desdichas y arrebatos o concedérselos a sus personajes. A cambio, les ofrecía mundos fastuosos, tan bellos y desconcertantes como un grabado de Escher, en los que yo me empeñaba en discernir sus cuitas y secretos.

            Coleccionaba esperpentos: de la precaria vida de los encendedores a los inmolados hijos de Goebbels, del inexistente arte del terremoto a la balbuceante literatura marina en español, aunque fue en la brevedad donde alcanzó la grandeza. No es el cariño el que me lleva a afirmar que fue uno de los mayores cuentistas de nuestro tiempo y ansío que su portentosa Micropedia -la orgánica reunión de sus relatos-, que debiera convertirse en un clásico instantáneo, encuentre la miríada de lectores que, en contra de las cábalas de su autor, quedarán trastocados con sus páginas. La única inmortalidad posible se halla, estoy seguro, en la memoria de quienes nos han amado: la vida se ha tornado más fría y siniestra con su ausencia, de modo que me dispongo a releer a Nacho para imaginar, en los entresijos de sus libros, aquellos otros universos donde aún podríamos encontrarnos.

 

Twitter: @jvolpi

            

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27 de agosto de 2016
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Cuestiones editoriales

 

Estoy leyendo el ensayo Gide / Barthes. Cuaderno de niebla (2011) del periodista de investigación José Benito Fernández; en él se propone una aproximación entre ambos autores sustentada en detalles de sus biografías. Compruebo que algunos de esos detalles forman parte también de mi biografía por lo que sugiero al editor (Montesinos) que proponga, a los escritores y a los familiares de escritores fallecidos que hayan tenido experiencias o experimentado sentimientos como los de Gide y Barthes, la publicación de ediciones personalizadas; se trataría de añadir una breve semblanza y una relación comentada de los pasajes compartidos. En mi caso, por ejemplo, apunto ya algunos pasajes que se me podrían atribuir.

 

Pág. 31 (capítulo La Madre): “Barthes lleva una vida metódica, ordenada, de escritor: se levanta a las siete, abre la casa, le echa migas de pan a los pajarillos. Y así día tras día.” Ese soy soy.

 

Pág. 35 (capítulo La Madre):  “Roland escribe: ‘Se me llenó el corazón de tristeza, casi de desesperación, pensé en mamá, en el cementerio donde se encuentra, no lejos de aquí, en la Vida.’” En mi infancia llamaba a mi madre “Vida”.

 

Pág. 74 (capítulo Enfermizos): “Un Gide friolero. En su casa, sentado al piano con bufanda y gorro de lana o arrebujado en una bata con fular y gorro; escribiendo tocado con una boina de vuelo, chaqueta y bata. Siempre abrigado, muy abrigado.” Desde que cumplí los cincuenta años siempre tengo frío; en casa, pese a la calefacción, voy abrigadísimo y al sentarme, además, me echo una manta encima.

 

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26 de agosto de 2016
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SOLVAY 1927: La Física desemboca en Metafísica

Obviamente, de entrada,  Solvay 1927 es una reunión de gigantes de la física  discutiendo sobre hipótesis de la disciplina. Pero para los intereses de estas reflexiones es tanto o más importante enfatizar el hecho de que  el congreso no se clausuró con consenso alguno en relación a las implicaciones filosóficas de algunas de las tesis expuestas. Así  la mecánica matricial de Heisenberg incluía  un principio de incompatibilidad del cual se deriva el principio de incertidumbre (hoy casi popularizado precisamente porque se intuye que encierra algo profundamente chocante); además la interpretación  probabilística  de esa teoría por Max Born parecía sentenciar el determinismo...asuntos sobre los cuales se hacía difícil el consenso.

Einstein  aceptará  la  operatividad de la regla de Born, pero diferirá  de todos sus colegas en lo referente a la interpretación de la misma: a su juicio la regla no daba testimonio de lo impredecible de la naturaleza misma, sino del carácter cojo de la teoría cuántica. Heisenberg consideraba que cada uno de los dos aspectos  de la representación cuántica (onda por un lado, partícula por el otro) además de incompatible con el otro era por sí mismo insuficiente  para dar cuenta de la realidad física (1) .  Einstein da un paso más: la insuficiencia reside en la  teoría por entero y no en un aspecto parcial de la misma; algo en ella cojea. Asunto que se concretiza mayormente en otra discusión, de hecho estrechamente  vinculada con la del peso que se da a la interpretación probabilística.

He venido sosteniendo en estas columnas que la convicción de que la naturaleza funciona en conformidad al principio de localidad no sólo constituye un pilar de la ciencia, sino  que es también la base de nuestra relación con el entorno natural y hasta de los vínculos que, en su seno, mantenemos  con nuestros congéneres:  la naturaleza permite que dos entes con  origen común, compartan rasgos  aunque se hallen alejados, pero no posibilita que una acción local (es decir, no reductible a algún elemento causal en  la común matriz) sobre  uno de ellos...  tenga efectos sobre el otro (2). Pues bien:

Es en Solvay dónde Einstein realiza el primer "experimento mental" (seguirán varios más) a fin de ilustrar la hipótesis de que si la mecánica cuántica fuera una teoría completa y perfectamente consistente habría que renunciar a sostener que la  localidad es un principio rector de la naturaleza. ... cosa a la que no está dispuesto (3).

Desde Solvay Einstein intentará salir del apuro en varios trabajos (4) y asimismo  en su correspondencia, introduciendo la hipótesis que la función de onda se vería complementada por otras variables desconocidas u ocultas,  las cuales  garantizarían las previsiones cuánticas sin tener que recurrir a causalidad  no local. Pero, como aquí hemos visto, gran parte de la reflexión filosófica a la que ha dado lugar la mecánica cuántica es consecuencia del descubrimiento de que la hipótesis de estas variables desconocidas no es realmente fructífera, pues no permite salvar las previsiones cuánticas(5).

Al principio de localidad se hallan vinculados los principios ontológicos fundamentales de los que aquí he venido ocupándome, por eso cabe decir que la localidad no muere sola, aunque a veces se haya intentando que así sea. El auténtico embolado que para la física contemporánea  y la filosofía en ella sustentada supone la localidad queda reflejado paradigmáticamente en  la teoría de físico David Bohm, en la cual se cuestionan las bases que  desde von Neumann, en 1955, han  regido  la interpretación  estándar  de la teoría cuántica no relativista, procediendo a una extraordinaria  restauración  de principios ...sin por ello conseguir recuperar la localidad(6).

Con independencia de las críticas hechas a la teoría de Bohm, entre otras la de introducir entidades cuya observación no está garantizada, el hecho de que no se consiga recuperar la localidad autoriza a preguntarse  si lo que se rescata coincide efectivamente con lo que se había perdido, de ser cierto que los principios ontológicos clásicos  no se hallan meramente yuxtapuestos, sino,  de alguna manera,  entrelazados, por lo cual el cuestionamiento total o parcial de uno de ellos afecta a todos los demás.

Tras ese coloquio de 2027 ha habido muchos otros en los que el problema ha retornado, alguno de ellos en el propio Solvay, sin ir más lejos en celebración del siglo en 2011, bajo el título "The theory of the quantum world".  Han ocurrido cosas tan importantes como el experimento de Aspect mostrando efectivamente que los niveles de correlación previstas por la regla de Born se dan efectivamente y antes el teorema de Bell había ya demostrado que estos niveles trascienden los límites que permitiría una correlación sustentada en variables ocultas. Han surgido interpretaciones que intentan escapar a algunas de las consecuencias chocantes para la visión ortodoxa de la naturaleza, al precio a veces de violentar lo que solemos considerar el sentido común. Me he referido aquí a la teoría de los múltiples mundos y hubiera podido evocar varias otras. Pues bien, las discusiones que se mantienen en los diferentes foros siguen constituyendo un eco de las que enfrentaron en ese año de Solvay a Einstein y su amigo Niels Bohr que respondía con acuidad al experimento mental con el que Einstein mostraba su perplejidad ante el destino filosófico de la mecánica cuántica, de alguna manera su perplejidad ante el destino de su propia creatura.

 


(1)   "The solution of the difficulty is that the two mental pictures which experiment lead us to form - the one of the particles, the other of the waves - are both incomplete and have only the validity of analogies which are accurate only in limiting cases. (Heisenberg, Quantum Theory, University of Chicago,1930)

(2) Para ilustrar la localidad sintetizaré  en esta nota una columna anterior:

Por gemelos auténticos que dos hermanos J y L sean, si se encuentran en lugares alejados nadie espera que una acción física sobre J, tenga asimismo efectos inmediatos en L (las cosquillas en el uno no provocan la risa en el congénere, según el comentario socarrón de un  cronista científico que aquí ya he evocado). Esto puede ser considerado como expresión del principio de la necesaria  contigüidad o necesidad de pasar por las mediaciones para tener efecto en otro (empujar la mesa que empujará la silla contigua, cuya caída arrastrará a L). Cuando es considerado desde la perspectiva de L el principio posibilita un segundo enunciado: todo fenómeno físico que quepa observar en L es independiente de las observaciones que en paralelo puedan hacerse en J. Vinculado mayormente a la idea  de localidad este segundo enunciado  pone de relieve la independencia  de quien se encuentra protegido por el hecho de tener  un lugar  propio

En términos ligeramente más técnicos. Sea un acontecimiento  puntual o instantáneo A al que sigue tras un intervalo de tiempo T un segundo acontecimiento puntual,  B que tiene lugar a una distancia D del primero.Sea I el intervalo de tiempo, que  la luz tardaría en superar la distancia entre  ambos acontecimientos. La relatividad restringida excluye que desde  A  hacia  B algo pueda ser emitido a velocidad superior a la de la luz. En consecuencia, Si T es menor que I, es imposible que el acontecimiento A tenga una influencia en B.

Existe una versión restringida de este principio de contigüidad-localidad que dice así: aunque hubiera manera de ejercer una influencia  en  B desde A en las condiciones descritas, esta influencia no podría ser utilizada para enviar una señal. O dicho de otro modo: no podemos comunicar nada a velocidad superior a la velocidad de la luz. La terca constancia de esta versión restringida del principio tendrá  enorme importancia a la hora de ponderar el grado de ruptura ontológica que suponen ciertos experimentos de la física contemporánea.         

(3) El argumento es en esencia el siguiente: para hacer compatible las previsiones de la mecánica cuántica con el postulado de que una medición ha de dar como resultado un número real concreto  y sólo uno, se hace imprescindible considerar que lo que ocurre en un lugar determinado  x1  no tiene autonomía respecto a algo que ocurre fuera de su entorno local. En consecuencia un acontecimiento ejercería  en un segundo acontecimiento una influencia que no cabría explicar por ninguna fuerza clásica O aun: el cumplimiento de las previsiones cuánticas exigiría  (caso de que la mecánica cuántica fuera una teoría completa o suficiente en relación los fenómenos de los que trata) fallar al principio de localidad causal, luego a la localidad.

(4) Entre ellos el célebre EPR de 1935 iniciales de sus firmantes, Einstein Podolsky y Rosen.

(5) En el experimento mental de Einstein en Solvay se encierra potencialmente una segunda  idea crítica que aparece con más claridad en trabajos ulteriores: la  función de onda de la mecánica cuántica ni siquiera sería directo representante (de todas formas incompleto por  exigir variables complementarias) de la realidad física sino tan sólo representante de nuestro conocimiento de la realidad física; tendría un estatuto meramente epistémico y no óntico. Al respecto,  Harrigan, N, Spekkens R.W. "Einstein, incompletness, and the epistemic view of quantum states". Foundation. Phys 40 125-157 (2010).  

(6) En la teoría de Bohm se logra que las partículas recuperen  esa posición  bien definida que les atribuía la física clásica, negando el carácter "completo" de la función de onda, la cual exige como complemento otras propiedades físicas. Se consigue  recuperar  un principio de discernimiento entre dos sistemas que comparten sin embargo la misma función de onda  (son similares pero no idénticos, pues difieren en variables complementarias). Se consigue evitar la aparente aleatoriedad que supone el llamado colapso de la función de onda, haciendo que ésta evolucione siempre de manera determinista, en conformidad a la ecuación de Schrödinger. Se consigue, en fin, restaurar plenamente el determinismo haciendo que los elementos físicos complementarios también evolucionen de forma determinista...pero se acaba renunciando a salvar la localidad.

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23 de agosto de 2016
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Métanse el estadio en la raja

Originalmente, éste texto se iba a llamar "Métanse el estadio en el orto". Pero como ahora estamos en la presentación del libro "Una granada para River Plate", y esa expresión es muy argentina, y en esta historia los argentinos son los de River, las gallinas -más gallinas que nunca-, los mismo que compraron al árbitro Robas en el partido con la U el 96 y le habrían regalado una casa en Punta del Este para que no cobrara el penal más grande de la historia y, además, son los  argentinos los que mandaron a la policía bonaerense a que le pegara, nos pegara, a los hinchas de la U, entonces, he preferido llamar este texto "Métanse el estadio en la raja", que si bien significa lo mismo, es más chileno.

 

Hace un par de días subí a Instagram una foto donde yo estaba con la camiseta de Universidad de Chile, la de TELMEX, jugando un partido de futbolito con chinos y japoneses y gringos, en el óvalo de la Universidad de Stanford. Fue un partido entre aficionados, en la previa a este viaje a Chile al lanzamiento del libro. Un amigo de Universidad Católica me dejó el siguiente comentario, debajo de la foto: "El nuevo estadio de la U?"

 

En un momento pensé responderle, métete el estadio en la raja. Pero, terminé escribiendo una respuesta distinta. "Ese drama pequeño burgués del estadio, amigo @alvaroperaltasainz, afecta al chuncho nuevo. Yo soy de la vieja escuela, como lo digo en Una granada para River Plate."

 

La respuesta, no me terminó por convencer, aunque se quedó pegada en la red. Desde entonces, hace un par de días, el tema me siguió dando vuelta ¿Desde cuándo a los hinchas de universidad de chile se nos molesta tan insistentemente con que no tenemos estadio propio? No es desde hace tanto tiempo, es algo nuevo y, seguramente, como pasa con todas las bromas pesadas, comenzó a crecer en la medida que algún hincha de la U eso le empezó a afectar, y se calentó con la broma, y se picó de no tener estadio, y de ahí las campañas por el estadio de la U y toda esa canción que se viene repitiendo hace tantos tiempos, tantos años, tantos proyectos de estadio, tanta de esa frustración que nos han inventado hasta que parezca real.

 

Si esa broma mala y torpe y superficial y arribista y capitalista y pequeño burguesa, de burlarse de alguien por no tener casa propia, ha crecido, se ha instalado, es por culpa de nosotros, amigos azules. De nosotros, que no hemos sido capaces de levantar la voz, fuerte y clara, clara y convencida, convencida y definitiva para decir: No queremos el puto estadio. No nos interesa tener un solo estadio.

 

Yo soy de la U, por eso no quiero el estadio.

 

El día que la U tenga su estadio propio, prometo no ir nunca a ver jugar el equipo. Nunca jamás.

 

El día que se lance una nueva campaña para juntar fondos para ese estadio (vengo de una familia donde alguna vez compró un disco pro fondos para un estadio que se llamaría "La caldera azul" y cuyos fierros seguirían tirados en una aduana del norte), prometo hacer una convocatoria inversa, con amigos que se sumen a la causa, para impedir a como de lugar hacer el estadio.

 

El estadio propio será el fin, amigos. Será la última palada de tierra. Que más falta para que se destruya completamente al equipo del ballet azul y de los 25 años sin campeonato ¿Un estadio? ¿Qué es eso de amargarse por no tener estadio?

 

El estadio propio, que nunca será propio, que será de Azul Azul o de alguna otra empresa concesionaria, y de nadie más, terminará quitándole el único espacio de libertad real, genuina, que va quedando de Universidad de Chile, de la U, de mi equipo, del equipo de mis amigos.

 

El estadio propio es una trampa, en la que nos han hecho caer, en la que nos quieren encasillar, con la que nos quieren hacer ver igual al resto, en la que dejaremos de ponerlos nerviosos. Se ponen nerviosos que seamos un equipo sin estadio. El estadio será la jaula final para domesticar al romántico viajero. Métanse el estadio en la raja.

 

Cuando me dijeron que si el óvalo de Stanford era el nuevo estadio de la U, quizás la respuesta más acertada, más sincera, más real, debió ser: Sí, obvio. Y el estadio ahora está en Palo Alto, cada vez que juego una pichanga con gente que no sabe ni qué es Colo Colo ni Católica ni que, esos dos instituciones, tienen más hinchas de sus estadios que de sus equipos. Y sí, el estadio estuvo en Buenos Aires, donde jugaba con la camiseta de la U en el Parque Centenario y me sentía local si pasaba un chileno que me saludaba o puteaba. Y el estadio de la U fue el de River Plate, con un gallinero mudo, cuando nos pegaron y llegamos con una granada de mano para matar gallinas. Y el estadio de la U fue el de Quilmes, cuando casi me linchan junto a mi hermano Rafael por celebrar el gol del Colocho Irutta, en medio de la platea de Quilmes. Y el estadio de la U fue el de Lanús, donde perdimos cuatro cero y en la previa hice un extraño intercambio de banderín y del libro "Niño futbolistas" con el presidente de Lanús en la mitad de cancha. Y el estadio de la U fue una playa de Barcelona y el campamento minero de El Salvador y fue el sur de Chile, cuando veía desde el tren del presidente Kennedy a niños con la camiseta de la U jugando en canchas de tierra. Y lo veo en Facebook, hinchas convierten en estadio de la U un estadio de béisbol a donde llegan con su hijo con la camiseta azul, o la embajada de Ecuador con el cónsul con la camiseta de Salas, o un bar de España, o una marcha de protesta en Antofagasta, o Valparaíso, o la Patagonia. Muchas veces he visto como toda la Patogonia se transforma en el estadio de Universidad de Chile.

 

Y el estadio de la U, esta noche, es la librería Lolita. Es esta librería, es aquí, es ahora, donde se está leyendo esto por el estadio que no tenemos, por el no-estadio, nuestro no-estadio, que nos une, que nos da un espíritu libre, que no tenemos dónde llegar, que no tenemos dónde dormir, que somos desarraigados. Y el no-estadio de la U es la vida de hotel. Es nuestro sello. Es nuestra alma. Es lo que nos marca algo que no podemos perder. Es eso que algunos con estadio propio llaman, Identidad.

 

No queremos estadio.

No necesitamos estadio.

No me enoja que jodan con el chiste del estadio.

 

Mírenlos. Están tan atrapados en sus estadios. Están tan encerrados y tan aislados en sus pequeños estadios. Se sienten tan protegidos del planeta en esos fortificados estadios. Le tienen tanto miedo a ser románticos viajeros que aman esas pesadas anclas que ellos llaman estadio propio. Por eso les molestamos. Por eso nos temen. Por eso quieren que seamos como ellos. Por eso no descansarán hasta empujarnos a esa desgracia, a esa chatura, a esa vida plana de tener como objetivo la casa propia de la cual no salir jamás.

 

La U ha tenido varios intentos del estadio propio. A la institución le han robado terrenos, se ha estafado al club por todos lados, se nos ha engañado. En el ultimo tiempo, además de los hincha de la heladera de San Carlos y los hinchas del Estadio de Pinochet, han sido los dirigentes de Azul Azul los que han vuelto con la canción del estadio. Generando, incubando, una ansiedad de retail por la casa propia. Aumentando esa falsa expectativa con la idea de ser ellos, ellos mismos, los que vengan a darnos una solución a este grave problema que ellos nos han convencido que tenemos. Quieren, hacernos un estadio que será de ellos, para convencernos que eso nos pondrá contentos a nosotros.

 

NO al estadio.

NO al estadio.

NO al estadio.

 

El 2014 se me acercó un alumno en la Universidad de Chile. Ya llevaba varios años haciendo clases en la Escuela de Periodismo de la Chile. Me dijo que se estaba formando un grupo de alumnos, de académicos, de funcionarios, que querían comenzar a pensar el futuro de la U, del equipo, de la institución, y me invitaba a participar. Al final, como pasa siempre, el proyecto no avanzó mucho y, hasta ahora, no tengo noticias de ellos. Pero me parece que es hora de hacer algo en serio. Desde hoy. Desde aquí. Desde este estadio, nuestro estadio.

 

La Universidad de Chile, de donde partió el equipo y a la que le han enajenado todo lo que han podido, hoy juega en el Estadio Nacional. Suena lógico, si tienen el mismo origen: el Estado. Por el Estadio Nacional y por la Universidad de Chile ha pasado la historia del país, las luces, las sombras, las buenas épocas y las horas oscuras. El Estadio Nacional es nuestra casa y, pese a que por muchos años fui un fanático del Santa Laura, me he terminado convenciendo que el Nacional, es un buen sitio para estar por mientras. Es, el mejor lugar para estar por mientras.

 

Para jugar, por mientras llega ese estadio que nunca llegará. Por mientras se construye ese estadio que nunca se construirá, que nunca dejaremos que se construya. Para estar por mientras nunca se levanta esa jaula que nunca nos cortará las alas, y que nunca nos va a encasillar.

 

Fuimos locales en el gallinero mas grande del mundo, hace 20 años. De eso trata "Una granada para River Plate". De transmitir este espíritu por el equipo. Y somos locales hoy. Seremos locales siempre que tengamos nuestro no-estadio. Cada partido, cada día, cada momento en que gocemos el orgullo de tener estadio.

 

Digámoslo fuerte.

Digámoslo con orgullo azul.

Digámoslo con la fuerza necesaria para que se entienda.

 

NO AL ESTADIO

NO AL ESTADIO

NO AL ESTADIO.

 

 

*Texto leído en el lanzamiento del libro "Una granada para River Plate", en la librería Lolita de Santiago de Chile. 19 de agosto de 2016  

 

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22 de agosto de 2016
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