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Métanse el estadio en la raja

Por 22 de agosto de 2016 Sin comentarios

Juan Pablo Meneses

Originalmente, éste texto se iba a llamar "Métanse el estadio en el orto". Pero como ahora estamos en la presentación del libro "Una granada para River Plate", y esa expresión es muy argentina, y en esta historia los argentinos son los de River, las gallinas -más gallinas que nunca-, los mismo que compraron al árbitro Robas en el partido con la U el 96 y le habrían regalado una casa en Punta del Este para que no cobrara el penal más grande de la historia y, además, son los  argentinos los que mandaron a la policía bonaerense a que le pegara, nos pegara, a los hinchas de la U, entonces, he preferido llamar este texto "Métanse el estadio en la raja", que si bien significa lo mismo, es más chileno.

 

Hace un par de días subí a Instagram una foto donde yo estaba con la camiseta de Universidad de Chile, la de TELMEX, jugando un partido de futbolito con chinos y japoneses y gringos, en el óvalo de la Universidad de Stanford. Fue un partido entre aficionados, en la previa a este viaje a Chile al lanzamiento del libro. Un amigo de Universidad Católica me dejó el siguiente comentario, debajo de la foto: "El nuevo estadio de la U?"

 

En un momento pensé responderle, métete el estadio en la raja. Pero, terminé escribiendo una respuesta distinta. "Ese drama pequeño burgués del estadio, amigo @alvaroperaltasainz, afecta al chuncho nuevo. Yo soy de la vieja escuela, como lo digo en Una granada para River Plate."

 

La respuesta, no me terminó por convencer, aunque se quedó pegada en la red. Desde entonces, hace un par de días, el tema me siguió dando vuelta ¿Desde cuándo a los hinchas de universidad de chile se nos molesta tan insistentemente con que no tenemos estadio propio? No es desde hace tanto tiempo, es algo nuevo y, seguramente, como pasa con todas las bromas pesadas, comenzó a crecer en la medida que algún hincha de la U eso le empezó a afectar, y se calentó con la broma, y se picó de no tener estadio, y de ahí las campañas por el estadio de la U y toda esa canción que se viene repitiendo hace tantos tiempos, tantos años, tantos proyectos de estadio, tanta de esa frustración que nos han inventado hasta que parezca real.

 

Si esa broma mala y torpe y superficial y arribista y capitalista y pequeño burguesa, de burlarse de alguien por no tener casa propia, ha crecido, se ha instalado, es por culpa de nosotros, amigos azules. De nosotros, que no hemos sido capaces de levantar la voz, fuerte y clara, clara y convencida, convencida y definitiva para decir: No queremos el puto estadio. No nos interesa tener un solo estadio.

 

Yo soy de la U, por eso no quiero el estadio.

 

El día que la U tenga su estadio propio, prometo no ir nunca a ver jugar el equipo. Nunca jamás.

 

El día que se lance una nueva campaña para juntar fondos para ese estadio (vengo de una familia donde alguna vez compró un disco pro fondos para un estadio que se llamaría "La caldera azul" y cuyos fierros seguirían tirados en una aduana del norte), prometo hacer una convocatoria inversa, con amigos que se sumen a la causa, para impedir a como de lugar hacer el estadio.

 

El estadio propio será el fin, amigos. Será la última palada de tierra. Que más falta para que se destruya completamente al equipo del ballet azul y de los 25 años sin campeonato ¿Un estadio? ¿Qué es eso de amargarse por no tener estadio?

 

El estadio propio, que nunca será propio, que será de Azul Azul o de alguna otra empresa concesionaria, y de nadie más, terminará quitándole el único espacio de libertad real, genuina, que va quedando de Universidad de Chile, de la U, de mi equipo, del equipo de mis amigos.

 

El estadio propio es una trampa, en la que nos han hecho caer, en la que nos quieren encasillar, con la que nos quieren hacer ver igual al resto, en la que dejaremos de ponerlos nerviosos. Se ponen nerviosos que seamos un equipo sin estadio. El estadio será la jaula final para domesticar al romántico viajero. Métanse el estadio en la raja.

 

Cuando me dijeron que si el óvalo de Stanford era el nuevo estadio de la U, quizás la respuesta más acertada, más sincera, más real, debió ser: Sí, obvio. Y el estadio ahora está en Palo Alto, cada vez que juego una pichanga con gente que no sabe ni qué es Colo Colo ni Católica ni que, esos dos instituciones, tienen más hinchas de sus estadios que de sus equipos. Y sí, el estadio estuvo en Buenos Aires, donde jugaba con la camiseta de la U en el Parque Centenario y me sentía local si pasaba un chileno que me saludaba o puteaba. Y el estadio de la U fue el de River Plate, con un gallinero mudo, cuando nos pegaron y llegamos con una granada de mano para matar gallinas. Y el estadio de la U fue el de Quilmes, cuando casi me linchan junto a mi hermano Rafael por celebrar el gol del Colocho Irutta, en medio de la platea de Quilmes. Y el estadio de la U fue el de Lanús, donde perdimos cuatro cero y en la previa hice un extraño intercambio de banderín y del libro "Niño futbolistas" con el presidente de Lanús en la mitad de cancha. Y el estadio de la U fue una playa de Barcelona y el campamento minero de El Salvador y fue el sur de Chile, cuando veía desde el tren del presidente Kennedy a niños con la camiseta de la U jugando en canchas de tierra. Y lo veo en Facebook, hinchas convierten en estadio de la U un estadio de béisbol a donde llegan con su hijo con la camiseta azul, o la embajada de Ecuador con el cónsul con la camiseta de Salas, o un bar de España, o una marcha de protesta en Antofagasta, o Valparaíso, o la Patagonia. Muchas veces he visto como toda la Patogonia se transforma en el estadio de Universidad de Chile.

 

Y el estadio de la U, esta noche, es la librería Lolita. Es esta librería, es aquí, es ahora, donde se está leyendo esto por el estadio que no tenemos, por el no-estadio, nuestro no-estadio, que nos une, que nos da un espíritu libre, que no tenemos dónde llegar, que no tenemos dónde dormir, que somos desarraigados. Y el no-estadio de la U es la vida de hotel. Es nuestro sello. Es nuestra alma. Es lo que nos marca algo que no podemos perder. Es eso que algunos con estadio propio llaman, Identidad.

 

No queremos estadio.

No necesitamos estadio.

No me enoja que jodan con el chiste del estadio.

 

Mírenlos. Están tan atrapados en sus estadios. Están tan encerrados y tan aislados en sus pequeños estadios. Se sienten tan protegidos del planeta en esos fortificados estadios. Le tienen tanto miedo a ser románticos viajeros que aman esas pesadas anclas que ellos llaman estadio propio. Por eso les molestamos. Por eso nos temen. Por eso quieren que seamos como ellos. Por eso no descansarán hasta empujarnos a esa desgracia, a esa chatura, a esa vida plana de tener como objetivo la casa propia de la cual no salir jamás.

 

La U ha tenido varios intentos del estadio propio. A la institución le han robado terrenos, se ha estafado al club por todos lados, se nos ha engañado. En el ultimo tiempo, además de los hincha de la heladera de San Carlos y los hinchas del Estadio de Pinochet, han sido los dirigentes de Azul Azul los que han vuelto con la canción del estadio. Generando, incubando, una ansiedad de retail por la casa propia. Aumentando esa falsa expectativa con la idea de ser ellos, ellos mismos, los que vengan a darnos una solución a este grave problema que ellos nos han convencido que tenemos. Quieren, hacernos un estadio que será de ellos, para convencernos que eso nos pondrá contentos a nosotros.

 

NO al estadio.

NO al estadio.

NO al estadio.

 

El 2014 se me acercó un alumno en la Universidad de Chile. Ya llevaba varios años haciendo clases en la Escuela de Periodismo de la Chile. Me dijo que se estaba formando un grupo de alumnos, de académicos, de funcionarios, que querían comenzar a pensar el futuro de la U, del equipo, de la institución, y me invitaba a participar. Al final, como pasa siempre, el proyecto no avanzó mucho y, hasta ahora, no tengo noticias de ellos. Pero me parece que es hora de hacer algo en serio. Desde hoy. Desde aquí. Desde este estadio, nuestro estadio.

 

La Universidad de Chile, de donde partió el equipo y a la que le han enajenado todo lo que han podido, hoy juega en el Estadio Nacional. Suena lógico, si tienen el mismo origen: el Estado. Por el Estadio Nacional y por la Universidad de Chile ha pasado la historia del país, las luces, las sombras, las buenas épocas y las horas oscuras. El Estadio Nacional es nuestra casa y, pese a que por muchos años fui un fanático del Santa Laura, me he terminado convenciendo que el Nacional, es un buen sitio para estar por mientras. Es, el mejor lugar para estar por mientras.

 

Para jugar, por mientras llega ese estadio que nunca llegará. Por mientras se construye ese estadio que nunca se construirá, que nunca dejaremos que se construya. Para estar por mientras nunca se levanta esa jaula que nunca nos cortará las alas, y que nunca nos va a encasillar.

 

Fuimos locales en el gallinero mas grande del mundo, hace 20 años. De eso trata "Una granada para River Plate". De transmitir este espíritu por el equipo. Y somos locales hoy. Seremos locales siempre que tengamos nuestro no-estadio. Cada partido, cada día, cada momento en que gocemos el orgullo de tener estadio.

 

Digámoslo fuerte.

Digámoslo con orgullo azul.

Digámoslo con la fuerza necesaria para que se entienda.

 

NO AL ESTADIO

NO AL ESTADIO

NO AL ESTADIO.

 

 

*Texto leído en el lanzamiento del libro "Una granada para River Plate", en la librería Lolita de Santiago de Chile. 19 de agosto de 2016  

 

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Juan Pablo Meneses

Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969). Escritor, cronista y periodismo portátil. Es autor de los libros Equipaje de mano (Planeta 2003); Sexo y poder (Planeta 2004); La vida de una vaca (Planeta/Seix Barral 2008, finalista Premio Crónicas Seix Barral); Crónicas Argentinas (Norma 2009) y Hotel España (Norma 2009  / Iberoamericana / Vervuert 2010), distinguida por el Consorcio Camino del Cid como uno de los ocho mejores libros de literatura de viajes publicados en España el 2010. Sus crónicas se han publicado en 25 países y traducido a cinco idiomas. Ha sido columnista y bloguero en medios como Clarín (Argentina), SoHo (Colombia), El Mercurio (Chile), Etiqueta Negra (Perú), Glamour (México) y Clubcultura (España). Estudió periodismo en la Universidad Diego Portales y en la Universitat Autónoma de Barcelona, y fue relator del taller de Tomás Eloy Martínez en la Fundación Nuevo Periodismo que preside Gabriel García Márquez. El 2006, la Asociación de Prensa de Aragón publicó un libro que transcribe su taller de periodismo portátil. Ha sido cronista invitado en universidades de América Latina y España, entre ellas la UNAM de México, la Complutense de Madrid y la Universidad de Chile. Fundó la Escuela de Periodismo Portátil, con alumnos conectados desde más de 20 países y que organiza, junto a la Universidad de Guadalajara, el "Premio Las Nuevas Plumas" de crónicas inéditas y en español.

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