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Normalizando

Hubo un tiempo de enorme regocijo en el que jóvenes pletóricos de exigencia clamaron por la calle “català a l’escola”. Aquello pareció el culmen del listado de libertades que el pueblo exigía en el final de la dictadura. Nada podía ser igual en el futuro y la enseñanza en las añoradas lenguas maternas era la señal de partida, el punto de inflexión que marcaría un antes y un después en el proceso de recuperación de los derechos fundamentales del ser humano. Nadie había sido agraviado de tal modo durante la dictadura como el sufrido pueblo catalanoparlante y ahora era por fin el momento de poner las cosas en su sitio. Sí, con Franco se siguió publicando en catalán, pero sin subvenciones, sí, con Franco se siguió hablando en catalán, pero en la intimidad; era llegado el momento de emerger con todo el esplendor normalizando una situación que resultaba insoportable.Y, con el Estado de las Autonomías, llegaron las herramientas para conseguir el cambio: surgió, lentamente al comienzo, a alta velocidad poco después, la llamada Inmersión Lingüística, una extraña denominación de aire deportivo que permitió a los ciudadanos catalanes liberarse de la pesada carga que suponía expresarse en español. Una fórmula, sin duda de gran éxito, que en otras Comunidades Autónomas no tardó en adaptarse con la complacencia de todos conformando, de esta manera, la siguiente obviedad: nadie será feliz si no reside en un lugar que disponga de una lengua diferente a la del resto, además, claro está, de una selección de fútbol. De hecho los avances en este sentido han sido espectaculares: el panocho, la lengua de la huerta murciana, por extensión, pues, la lengua propia de la Región de Murcia, parece ser que ya tiene un departamento, de igual rango que el dedicado al castellano, en una universidad europea, concretamente en la ciudad francesa de Pau.

 

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10 de marzo de 2017
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Poema 104

En mitad de la noche,

mientras no estaba

el sueño en acción, 

se alzó una barrera

de espejos gigantescos

que reflejaban

la  historia pasada

de tardes y fiestas,

muertos y bodas.

Imágenes

o secuencias

continuadas

en un carrusel

de postales coloreadas.

Estampas y sucesos

congelados.

Unos tediosos,

otros enaltecidos

por la magnitud

de los espejos gigantes 

que enmarcaban

la importancia

de una vida en planos,

sin cesar.

Vista y no vista

de la vida

reflejada   

y pulimentada  

exponencialmente

sobre el cristal

o el azogue.

El ahogo

en vertical

que habría sido

el discurrir

incalculado

de un océano

sin remedio

ni razón.

Fragmentado  

entre luces y sombras,

entre la angustia

y la líquida

velocidad

de ser y no ser ya.

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10 de marzo de 2017
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Poema 103

Sólo en

sobres,

de tono violeta,

fueron archivándose 

las noticias

más entristecidas.

No eran siempre objetivas,

tampoco confirmadas

por la ilusión.

A menudo se trataba de

suspiros corrientes

que poseían

como  distinción

el color,

extraordinariamente malva.

Se trataba con esta documentación

privada

de girar, 

en el futuro,

algunos proyectos

mal calculados.

Planes que no se habían contratado

con gotas de sangre.

Porque, en el fondo,

ese matiz de color

venía a ser

un resultado sin algaradas.

La capacidad que la hemorragia

alcanzaba

cuando, al depositarse sobre superficies marmóreas,

viraba en la dirección de un cielo

que nunca lograba

poseer

y, en el intervalo,

se transformaban es la morada

melancolía de una

voz decapitada. 

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10 de marzo de 2017
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Poema 102

Con sacos de polvo

en las espaldas,

anidadas por

serpientes

que bufaban,

energúmenos

sin rostro

se acercaban

para tomar la ciudad.

No la tomaron,

sino que la cruzaron

como vivos

enjambres de cigarras

y se fundieron pronto

en las nubes

de polvo y de pólvora,

de carbón y de cieno que

desprendían sus cuerpos.

Sus hombros, sus talones,

 el fosco color del pelo

que los asemejaba a

una horda  

con toneladas

de pan  negro

en los dientes cortantes

Aquellos

que nos hacían temer,

en la barahúnda,

una batalla

de brazos y piernas quebrados,

y oscuros,

quemados por

el furor.

 

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9 de marzo de 2017
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Poema 101

El espíritu derivaba

de una ecuación

en apariencia

simple y

tras haber sido

sometida

a una laminación

de altísimas temperaturas.

Sin embargo,

el espíritu

se hallaba

frío.

Ni siquiera

a la temperatura

de la piel

o las lágrimas

en los inviernos.

Frío como una inane

exhalación.

Y ahí radicaba su

su autoridad

y su elocuencia.

Tan ajeno

a las circunstancias

que se erigía

en el centro de

todas ellas.

Y, a su alrededor,

se desplegaba

su íntimo helor

que si no era luz

ocupaba el lugar

de un inmóvil

relámpago. 

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8 de marzo de 2017
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La política de la melancolía

Al no ser posible separar la vida de las estructuras que la controlan, la gestionan y a menudo la aniquilan, hay en toda enfermedad una respuesta tan corpórea como espiritual a un mundo que aborrecemos.

Muchas veces la enfermedad es la encarnación de ese asco incontrolable, que mina los fundamentos de nuestra personalidad y la separa de un mundo que el sujeto percibe como infernal.

La enfermedad es un ataque pasivo a un mundo frío y brutal: es la política de la negación, que halla su punto más grave y definitivo en la depresión, una de las dolencias más extendidas y letales de nuestra época, y que promete crecer en años venideros, pues llevamos un buen tiempo construyendo el universo más propicio para el cultivo de enfermedades psíquicas graves.

No hay enfermedad que se oponga más a los abusos de poder que la depresión, pues al mostrar el efecto de esos abusos en su propio ser, el deprimido se convierte en un ejemplo aterido de lo que puede generar la brutalidad de la vida tal como la hemos construido.

Como diría Sartre en sus reflexiones sobre la melancolía, el deprimido se tumba para no oponer ninguna resistencia a la mortecina inmensidad del mundo. Visión certera a la que cabe añadir que en ese no oponer resistencia, para no sufrir todavía más, el deprimido muestra su estrategia: no quiere saber nada de cuanto le rodea. Para el deprimido el mundo es un aberrante conglomerado metálico, ante el que expone y opone su enorme fragilidad, su enorme humanidad, su enorme desdicha.

Hay otras formas más conocidas y aberrantes de ver la enfermedad, que no hacen más que acrecentar la confusión porque olvidan que el hombre es un animal social, y culpan al enfermo de sus pensamientos negativos, de su empeño en alimentarlos, y hasta de las herencias familiares, dejando en las sombras las causas sociales, políticas y económicas. La depresión es una enfermedad social, y es también una desconcertante y angustiosa política: la viaja y muy conocida política de la melancolía que con tanta claridad y tanta elevación lírica mostraron los trágicos griegos.

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8 de marzo de 2017
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Mitades indisolubles

Volando hacia el oeste desde Houston en el pequeño y apretado Embrair, el desierto parece prolongase hasta el infinito, la sabana de arena y los matojos secos que se van sucediendo como si el paisaje árido se copiara a sí mismo en espejos calcinantes. Voy hacia El Paso, situado en una esquina donde se acaba Texas y la raya divisoria enseña que comienza Nuevo México, para hablar en un congreso de literatura organizado por la sede local de la universidad estatal.

Pero la cuña debajo es el estado de Chihuahua, arena desolada también, mientras el río Bravo, como figura en los mapas de Estados Unidos, o río Grande, como se llama en los de México, discurre entre ambos países de manera casi invisible, a veces pequeños charcos, a veces un hilo de agua entre las piedras. Es en otros trechos de su extenso curso donde los inmigrantes clandestinos buscan atravesarlo a nado, los morrales a la espalda.

A lo largo de los más de 3 miles kilómetros de frontera hay poblaciones a ambos lados que se aproximan, desde San Diego y Tijuana en el Pacífico hasta Brownsville y Matamoros en el Atlántico, pero en ninguna parte como aquí se trata de la misma ciudad dividida en dos mitades, el antiguo poblado de El Paso del Norte, que en tiempo fue uno solo: de un lado El Paso tejano, provinciano y apacible, del otro Ciudad Juárez, feroz y multitudinaria.

La amiga profesora universitaria que me acompaña en este recorrido a lo largo de la cerca de acero que aparece y desaparece, y a veces es doble, con un espacio intermedio para los vehículos de las patrullas fronterizas, me dice que ella es de los dos lados, y nunca podrá dejar de serlo. Vive y da clases en El Paso, sus padres residen del lado mexicano, y hoy asistirá al concierto de José Luis Perales en Ciudad Juárez.

Estudiantes y trabajadores cruzan los accesos peatonales para ir y volver cada día. "Son mitades indisolubles", me dice, mientras continuamos este extraño recorrido turístico. He querido ver dónde es que Trump intenta construir su muro, pagado, según se ufana, por los propios mexicanos.

Según él, costaría 8 mil millones de dólares. Y calcula que deberá tener entre 10 y 12 metros de altura, equivalente a un edificio de cuatro pisos, "para que sea un muro de verdad". ¿Y cómo lucirá ese muro? "Lucirá bien, tan bien como pueda lucir un muro", responde con implacable lucidez. De todos modos, un poco más modesto en extensión que la muralla china, con sus 21 mil kilómetros; más baja, sin embargo, que el futuro muro de Trump, pues aquella se eleva apenas 7 metros.

El muro de Berlín no corría muy largo, lo suficiente para mantener prisioneros a los habitantes de una mitad de la ciudad, 125 kilómetros de perímetro, con una altura de apenas 3.6 metros, puro hormigón armado. Un muro para no dejar salir a la gente. El de Trump será para no dejar entrar, igual que la muralla China, destinada a impedir el paso de las hordas de mongoles y manchurianos. Inmigrantes mexicanos y centroamericanos, he allí las nuevas hordas que ahora se toparán en medio del desierto con esa alta pared, lisa, inexpugnable.
Para los amigos residentes en El Paso, mexicanos y latinoamericanos de origen, como la profesora que me acompaña a la excursión, el tema inagotable es el muro de Trump.

Para unos es más bien que físico, ideológico. Un muro construido en la mente. Un muro que excluye, que discrimina, y que se articulará a través de un conjunto de decretos, leyes y medidas administrativas para contener la ola migratoria, y a la vez para buscar como expulsar al menos una parte de los 11 millones de inmigrantes ilegales.

Para otros, se trata de algo imposible, que se quedará en la mente de quienes se aferran a la nación blanca, incontaminada de inmigrantes latinos pobres. Expulsar a tantos millones de ilegales sería una empresa absurda, para la que no darían abasto los 15 mil nuevos agentes de migración que Trump ha ordenado contratar.

Pero estos son otros Estados Unidos, sin duda. No se trata sólo de los inmigrantes, sino de las libertades públicas, de los derechos civiles, del temor a una autocracia.

¿Una autocracia en Estados Unidos? Mis amigos universitarios asienten, ensombrecidos. Ven el peligro cernirse sobre sus cabezas, y tienen la esperanza de que la gente, apoyada en las instituciones, resistirá cualquier embate autoritario.

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8 de marzo de 2017
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Delfinario

Los niños siempre o casi siempre son felices. Es el único momento de la vida en que la felicidad se da en estado duradero. No caminan, corren. No corren, saltan sobre una pierna y sobre la otra como si fueran a echar a volar. El suelo, sin embargo, es su casa y ven todo lo que hay en él. Encuentran cosas insólitas entre baldosas. Brincan y cantan al mismo tiempo. Nunca más volverán a hacerlo.

Algunos ciudadanos carecemos de recuerdos infantiles. Otros tienen la suerte de llevar consigo aquel paraíso toda la vida. Mi amigo Miguel Sáenz, por ejemplo, recuerda con detalle una infancia feliz en África. Hasta los 11 años vivió en un lugar mítico que ya solo existe en la literatura, Sidi Ifni. Los mayores recordamos entre brumas aquella guerra fingida que mantuvimos con Marruecos por la posesión de un lugar inútil, desértico y que apenas daba de comer a sus lugareños. No obstante, para el niño Miguel aquello fue el paraíso. La infancia sólo vive en lugares expresamente inventados para los niños.

Cuenta Sáenz sus años africanos en un libro titulado Territorio, porque oficialmente así se llamaba el enclave. Un puñado de humildes casas, los cuarteles del Ejército, algún casón con empaque para las autoridades, el casino, un río seco, la alcazaba. El niño miraba extasiado las olas que rompían con regularidad y fragor contra el acantilado, las luces de la aurora, el cielo eternamente azul cuando las brumas matinales se desgarraban, los nativos con sus chilabas, las mujeres veladas, los caballos montados por oficiales, los borricos con patas de alambre. Todo era fascinante porque el mundo había sido estrenado por aquel niño.

"Estos días azules y este sol de la infancia". Es el último verso que escribió Machado.

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7 de marzo de 2017
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Poema 100

¿De dónde vienen

los días esperanzados?

¿Qué grado de influencia

tiene el buen humor?

Y ¿qué grado de humor

determina la buena conciencia?

¿Y qué salud del cuerpo

no proviene del alma

y propia y sus ganglios?

¿O qué alma buena

no requiere

densidad y buen tono?

¿Y qué pintan los demás

en todo esto.

Para mejorarte,

para amargarte,

para olvidarte.

para asesinarte.

En suma:

todo parece ser dueño de los demás,

nuestros guardianes,

nuestros asaltantes.

Los seres próximos.

transparentes pero exteriores,

que se aproximan

a la piel

o  los órganos internos,

-nunca insertos sin su

aquiescencia-,

que, a distancia,

nos husmean, hurgan

u organizan.

El bien se halla,

por tanto, en las afueras

del círculo

que pobremente abordamos.

¿Y será el mal, entonces,

quien se opone  

como un parásito blanquecino.

tupido y reforzado?  

Nuestros débiles

Filamentos

perfeccionados por

los  bordados de su artificio

sobrepuesto a nuestra entidad.

Siendo nosotros

falsos capitanes,  

gobernadores ausentes

de nuestra posible vida.

Una existencia de hojalata

custodiada noche y día ,

por grandes maquinarias

de sangre,

bronce y fuego.

Ángeles anteriores

emperadores sobre  

la miniatura de nuestro

incierto universo.

¿Universo que  nunca será propio?

Nunca existió.

Nunca existiría

sin que antes

hubiera desaparecido

todo.

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7 de marzo de 2017
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