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Nicaragua en La La Land

Por 8 de febrero de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

He visto en Managua La La Land, a la cabeza de las nominaciones para los premios Oscar, hay una escena donde se menciona de pasada a Nicaragua. Mia, la clásica empleadita de cafetería ansiosa de llegar al estrellato en Hollywood, interpretada por Emma Stone, oye comentar a una pareja de amigos acerca de un viaje de vacaciones a Nicaragua del cual habían desistido al fin.

El diálogo, se da más o menos así: "-Pensábamos ir a Nicaragua pero es un país subdesarrollado". "-Algo subdesarrollado". "-Más que poco subdesarrollado, no creo que sea seguro ir allá". "-Sí, no lo veo tan seguro". Y eso es todo.

Mientras discurre este efímera pasaje, el público en la sala ríe con sorpresa, y bastante gusto. No es así no más oír mencionar al propio país en una superproducción de tales calidades, cualquiera cosa que sea lo que digan de él.

Al día siguiente, un amigo empresario, quien también ha visto la película, me llama para comentarla. Se muestra maravillado de la filmación en el viejo Cinemascope de nuestra mocedad, y alaba los números musicales que rinden homenaje a los tiempos de oro de Fred Astaire, Gingers Rogers, Gene Kelly, y Cyd Charrisse.

Pero tiene un reparo. Lo que esos actores han dicho de Nicaragua. Bueno, le respondo, tal vez no sea políticamente correcto lo de subdesarrollado, o algo desarrollado, cuando el lenguaje de los organismos internacionales exige hoy en día decir "país en vías de desarrollo";  pero el personaje  no iba a salir con "pensábamos ir a Nicaragua, un país en vías de desarrollo", para que el otro le responda: "¿Cuánto ha mejorado su Producto  Interno Bruto en los últimos años?"

Él no acepta de ninguna manera lo de subdesarrollado. Le parece ofensivo. Lo contradigo. ¿Qué diablos importa en un musical el crecimiento de la economía en Nicaragua, y si beneficia a todo el mundo o sólo a unos pocos, si el número de pobres sólo disminuye fracciones de puntos en las estadísticas, mientras crece el número de los privilegiados?

Poner a Nicaragua como un país inseguro destruye en instantes los esfuerzos del gobierno de vender la imagen de Nicaragua como un país que se puede visitar con toda confianza, dueño del índice más bajo de criminalidad en América Latina, agrega.

Mi amigo es partidario del gobierno del comandante Ortega. Echa la culpa a Damien Chazelle, quien dirigió y escribió la película. ¿Por qué no fue a escoger Guatemala, Honduras o El Salvador, países realmente peligrosos, donde las bandas de narcotraficantes y las pandillas andan sueltas?

Y me cita a La revista Rough Guides, que ha incluido a Nicaragua en el puesto número seis de la lista de los diez destinos turísticos a visitar en 2017, allí donde el único otro país latinoamericano es Bolivia, y entre los demás están Taiwán y Uganda.

No quiero recordarle que Uganda no es ningún modelo de democracia y seguridad. Fue el reino tenebroso de Idi Amín, y ahora está gobernada por el antiguo jefe guerrillero Yoweri Museveni, convertido en nuevo dictador, y quien lleva ya treinta años seguidos el poder.

Los guionistas a veces se informan poco, le digo, y le pongo como ejemplo la referencia sobre Colombia hecha en el capítulo 22 de la tercera temporada de la serie House of Card.

Frank Underwood, a esas alturas de la serie vicepresidente de Estados Unidos, busca librar de un escándalo sexual a su esposa Claire, y para eso se necesita salvar de la pena de muerte a un activista colombiano de derechos humanos, acusado de traición por colaborar con la guerrilla.

Pero aquí el guionista peca de ignorancia, pues en Colombia la pena de muerte fue abolida desde hace más de un siglo. Tendría que haber elegido Guatemala, o Cuba, los dos únicos países de América Latina donde aún sobrevive en las leyes penales la pena capital. Como en Estados Unidos.

"No somos ni subdesarrollados, ni algo subdesarrollados, ni mucho menos un país inseguro", me dice. "Algún vendepatria con vínculos en Hollywood le metió en la cabeza al realizador del film perjudicar al país. Deben ser esos mismos que andan cabildeando para que se apruebe la Nica Act en el congreso de Estados Unidos y así dejar a Nicaragua en la lista negra de los países dictatoriales, y también gestionan en la Casa Blanca para que Trump destruya con un solo twitt todo el progreso logrado en estos años".

Cuelga el teléfono, aún indignado, y yo vuelvo a mi novela.

 

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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