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La acusación: de Corea del Norte, sin amor

Busqué La acusación: Cuentos prohibidos de Corea del Norte (Libros del Asteroide), de Bandi –un seudónimo que significa “luciérnaga”en coreano--, porque nunca había leído a un escritor de ese país y quería conocer algo de su literatura. Es peligroso convertir a un autor en representante de una nación, pero en el caso de Bandi parece inevitable: lo leemos para que nos revele la esencia profunda de una extraña sociedad totalitaria. Y sí, algunas verdades se nos revelan, pero eso no significa que el libro sea bueno. De hecho, pese a que tiene grandes aciertos, no lo es.

Nacido en 1950 en Hamgyeong, el autor, que todavía vive en Corea del Norte, fue un obediente trabajador del régimen que desde temprano dio muestras de su talento para la escritura. A fines de los ochenta, las hambrunas durante el gobierno de Kim Il-sung y la muerte de familiares y amigos llevaron a Bandi a adoptar una postura crítica ante el régimen. Fue así que comenzó a escribir los cuentos de La acusación: todos están fechados entre 1989 y 1995. Décadas después, una pariente se fugó del país y contó del manuscrito a un surcoreano que dirigía una ONG en China; este se interesó en el tema y, a través de un amigo que viajaba a la ciudad de Bandi, logró contactarse con él; el amigo recibió el manuscrito y lo sacó clandestinamente del país. La acusación fue publicado por primera vez en Corea del Sur el 2014.

Lo mejor de Bandi es su capacidad para encontrar detalles que capturan de manera burlona y surreal el funcionamiento de una sociedad totalitaria dedicada de lleno al culto a la personalidad. En “La capital del infierno”, un importante nudo ferroviario se sume en el caos debido a que el Acontecimiento Número Uno bloquea el tráfico de trenes durante treinta y dos horas. El Acontecimiento es, simplemente, que hay que esperar que pase por ahí el tren de Kim Il-sung: “Nadie [en la estación] se atrevía a quejarse de nada, si alguien se hubiera atrevido a levantar un poco la voz no hubiera tenido más oportunidades de seguir con vida que las de un ratón entregado a mercer de los gatos”. En “La acusación”, ante la muerte de Kim Il-sung, las ciudades y sus alrededores se quedan sin flores porque los ciudadanos las cortan y llevan a los altares en los centenares de locales del Partido (es obligatorio expresar el duelo al menos una vez al día). En “La ciudad del fantasma”, un niño tiene pesadillas al ver desde la ventana de su departamento un retrato de Karl Marx situado a un lado de la plaza al frente: cree que Mark es el Obi, un temible monstruo del folklore norcoreano.

Con tantas imágenes poderosas Bandi podía haber hecho un gran libro. Su principal problema es que no confía del todo en ellas y necesita ser didáctico una y otra vez. Los cuentos de La acusación carecen de ambigüedades, en ellos prima la denuncia explícita de un régimen que ha condenado a sus ciudadanos a una vida miserable. El más obvio es “La fuga del norte”, en el que Il-cheol decide “huir de esta tierra de mentiras, de falsedades, de humillaciones y de tiranía, en la que es imposible arraigar incluso trabajando dura y honestamente”. En “La capital del infierno”, la señora Oh, que llega a toparse cara a cara con el Gran Líder, quiere olvidarse de ese encuentro terrorífico e inventa un cuento para su hija: habla de un brujo que tiene hechizados a sus esclavos “porque quería ocultar que los estaba maltratando y engañar de este modo a la gente que vivía fuera de la colina y hacerles creer que en aquel lugar todo el mundo era feliz”. En ese cuento está condensado Bandi: sabe hechizar a sus lectores, pero luego no se resiste a explicar el truco.   

 

(La Tercera, 9 de julio 2017)

 

 

 

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9 de julio de 2017
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París y una misa por Dior

París no está preparada para soportar treinta y siete grados. En la semana de la alta costura, donde antaño me recreaba con las más exquisitas fragancias que arrastraba la brisa –“perfumes niche” les llaman, firmados por narices que no necesitan publicidad–, ahora huele a sudor. En el jardín de Les Invalides, reservado para el desfile Dior, las modelos lucen abrigos desde la nuez hasta el tobillo y el contraste es pura contradicción. Invierno en verano. Parisinas y americanas agitan los abanicos tan torpes como frenéticas. En la pasarela, las modelos con largas faldas de lanas grises plisadas y ceñidas al talle –entre las suffragettes y las viajeras de primeros del siglo XX– dejan atrás el imán de la seducción. Sexualizar la moda no está de moda, afirman los creadores, en especial la primera jefa en la historia de la Maison, Maria Grazia Chiuri, que ha convertido el feminismo de camiseta en tendencia. En Toraya, un japonés extrañísimo de la rue Saint Florentin, mi vieja amiga Laurence Benaïm –la única biógrafa autorizada de Saint Laurent– me da su explicación: “creo que las maisons se han dejado influir por la cultura islámica y sus compradoras, por eso cortan la fantasía y crean patrones que cubren hasta el último centímetro de piel de las mujeres. Estas colecciones se venderán muy bien en el Golfo”. Y de postres, un gosip: “A Macron le llaman playmobil one”.
 
La Maison Dior festeja su 70 aniversario con la exposición de moda más sublime de la historia, empeño personal de Olivier Bialobos, cabeza de la comunicación de Arnaud. Las dos salas del Musée des Arts Décoratifs ejercen de túnel del tiempo, recreando un galería de arte, un atelier y un salón de baile con los trajes que en su día lucieron Grace de Mónaco y la princesa Diana, Charlize Theron o Jennifer Lawrence, que posa frente a su traje. Pero la celebrity más esperada es Madame Macron, así la llaman las estilistas francesas a quienes su estilo retro a lo Courrèges les recuerda a Julieta Serrrano en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. “Demasiado bronceada” añaden, malignas. El misterio de Dior radica en que en menos de diez años convirtió su apellido en marca internacional. Era discreto y refinado, antes que couturier vendía cuadros de Braque o Dalí –muchos de ellos, en la muestra–. Murió muy joven, no dejó tantos aforismos como Chanel, aunque, junto a ella dibujó una nueva silueta femenina culta, moderna y poderosa.  
 
Al día siguiente, martes, al terminar el desfile de Chanel, a los pies de una Tour Eiffel levantada solo para ese momento –siempre haciendo magia–, cruzo al Petit Palais, que esconde uno de los jardines más deliciosos de París. Los pájaros picotean mi desayuno. Uno se posa con estilo en la esquina del ordenador. La felicidad es un instante. Por la tarde, minutos antes del desfile de Mr Armani, custodiado por Sofia Loren, Isabelle Huppert y nuestra Rossy de Palma, hago cola en los baños desastrados de Chaillot, un garaje sórdido donde me encuentro a Alicia Chapa, de la revista Telva. Le pregunto qué demonios hacemos allí, por qué regresamos una y otra vez a ese carrusel de penalidades, donde una camada de personajillos se dan aires, y las celebrities visten con tal esmero que podría parecer el ultimo día de su vidas. “Somos unas viciosas”, me responde la sabia colega. “La moda te puede masticar y escupirte” ha declarado Lucinda Chambers, ex Vogue inglés, a la revista Vestoj. Ojalá solo nos masticara y escupiera la moda.  
 
Al atardecer,  Chanel presenta su nuevo perfume, Gabrielle, inversión millonaria. Está inspirado en la insolencia y rebeldía de la joven Chanel; a ninguna biografía se le ha sacado tanto partido. En el Palais de Tokyo, convertido en una habitación a oscuras, explota un delicioso ramo de tuberosa y ylang-ylang. Para poder ver en exclusiva el spot, protagonizado por Kristen Stewart, te confiscan el móvil. Privilegios sobreactuados. La noche termina con baile y música en directo de Pharrell Williams, las musas y sirenas de la casa bailando: Ines de la Fressange, Caroline de Maigret, Alessandra Mastonardi o Adriana Ugarte, junto a Lagerfeld; la vida rosada. Yo me lo pierdo, me voy con la cabeza llena de los pájaros del Petit Palais, a punto de desearle a esta página y a todos ustedes, amables lectores, un verano azul.  
 
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8 de julio de 2017
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Poema 161

 

Un sinfín de enfermedades

Puede asaltarnos esto a aquello

pero hay un puñado e ellas que llevan consigo,

y muy incorporada la muerte,

Su centro es un punto infeccioso, su mal no es una desarreglo de

funcional,

Su gala, en suma , esa honrada característica,

decidida  y amable que

nos llevan a la muerte.

¿Pero  amable?

Esta sería la misión especial

de una enfermedad seria.

Nada de picores, dolores o náuseas.

Lo  importante de la enfermedad.

Se mide por su vecindario con la muerte

Su lustre y dignidad y respeto

Es todo aquello que posee para  matarnos.

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7 de julio de 2017
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Arte Casual

En 1984 acuño el término Arte Casual (A.C.), redacto un Manifiesto, he inicio un archivo de imágenes de este nuevo “género artístico”. Pasan los años, y con la salvedad de reportajes en Cultura/s de La Vanguardia y en la revista digital Caminos de Pakistán, el Arte Casual permanece adormecido. No es hasta 2016 cuando se produce su lanzamiento: Basilio Baltasar me invita a presentar una ponencia sobre A.C. en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, Elena Ruiz Sastre inaugura una exposición de A.C., comisariada por Enrique Juncosa, en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza que ella dirige, y la revista Granta le dedica su atención. En 2017, de la mano de los comisarios Yolanda Ochando y Luis Ordóñez, imparto un Taller de A.C. en La Térmica de Málaga y, para 2018, con el mismo equipo, se prepara, en la Universidad de Málaga, una exposición que recoja mis cuatro facetas creativas; escritura, A.C., acciones performativas y Arte Sonoro. Adjunto Manifiesto y fotografía de una muestra de A.C.

 

Manifiesto

 

¿Qué es Arte Casual?

1) El que se da en objetos o grupo de ellos, materiales sin vocación artística, que por su ubicación, colocación o combinación producen en el observador un placer visual sin haberlo pretendido el responsable de la situación.

2) Todo lo que es capaz de crear una “emoción estética” partiendo de elementos no “naturales” pero no “pensados”, en su construcción y/o en su colocación, con “mentalidad artística”.

 

Características

1) Casualidad, espontaneidad, involuntariedad de la Obra.

2) Transitoriedad, temporalidad, fugacidad del Hecho Artístico.

3) Adogmático, abierto, subjetivo, infinito, impredecible, aleatorio.

4) Popular, libre, democrático, público, comunitario.

 

Reflexiones sobre el Arte Casual

1) No es sarcástico; no se burla (del arte actual).

2) No es revanchista; no venga una afrenta al arte.

3) No es crítico.

4) No es iconoclasta.

5) Sino que es deudor del arte último porque éste nos ha enseñado a ver, a apreciar la descontextualización, las series, los nuevos agrupamientos de objetos, los acotamientos del espacio, los empaquetamientos, los apilamientos, el azar como fuente de placer estético.

 



[ADELANTO EN PDF]
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6 de julio de 2017
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Poema 160

Creíamos en un breve conjunto de amigos:

buenos, malos regulares.

Interesados, generosos, desvividos, infatigables.

Luego han salido más especies de compañeros

al necesitarlos más y arracimarlos- 

Amigos agrisados que han sido después como mariposas

y sueltos vencejos que han demorado  sus vuelos,

de apariencia oscuras  alocadas.

En una mayoría los amigos son caracteres sensibles  

que cambian la facción en ocos instantes,

al querernos por atrás o muy expuesto su vestuario.

Los amigos son una grey de rostros manifiestos o enmascarados

Los amigos, en los momentos cruciales,

como  manadas de caligrafías sentimentales.

Y en diferentes ocasiones inclasificables.

Nosotros les otorgamos seguramente esas apariencias

Previas y en ocasiones equivocadas.

De compañeros  inclasificables o anodinos

pasan a ser sorpresas entrañables.  

Los amigos más callados nos sorprenden.

Los más facundos nos son desleales, los alejados se acercan,

y los que creímos cetrinos, acomplejados o mudos

nos aprietan emocionadamente al abrazarnos.

Como en un gran discurso excelente, callan y hablan..

 Hay amigos, en efecto,

aquellos  que no sirven para nada más

y miran al reloj mientras apuran la cerveza

Otros que nunca acaban la cerveza de confianza.

Y finalmente un puñado  son oro,

El corazón de la esperanza.

 

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5 de julio de 2017
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Turista interior bruto

Eres una turista en la ciudad de los prodigios. Pasas desapercibida entre ellos, con sus pechos desnudos y sus gorras tutti fruti, expresión en desuso que tantas alegrías nos procuró. Te dejas llevar por la corriente, andas en la misma dirección que los caminantes uniformados con shorts y chanclas, intentas simular que recién descubres sus fachadas. Recuerdas la primera vez que estuviste en París o Nueva York y la avidez con que las recorriste, pero ya nunca más volviste a sentir lo mismo; ocurre con el amor. Avanzas por el paseo del Mar a sabiendas de que no te pertenece; allí sobras, expulsada por un olor a comida rápida mezclado con la arena. Es un aroma que no corresponde al lugar. De lejos, el agua parece limpia, piensas en bañarte como una turista más, pero algo te lo impide. Causa un pudor extraño el bañarse en la ciudad prodigiosa. Los chiringuitos se reproducen, trillizos, cuatrillizos, idénticos y rivales. Las tablas de surf se han convertido en un elemento de decoración playera: desatan las fantasías de la gente, que se imagina sobre ellas con el pelo y la piel ­secos por la sal. La marca de la libertad: todos soñamos con ser más salvajes y no hay manera. Un campeonato de voleibol sacude los cristales del hotel Arts, donde una colonia de americanos impone el lujo despreocupado. Visten en código do­minguero. “Sea noodles”, llaman a la fideuá. Me asombra cuántos adultos que pueden pagarse un hotel caro van tatuados como marinos de otra época. Siempre he desconfiado de los caprichos que se convierten en actos irreversibles, aunque ahora los quiten con láser. Algunos, tras tatuarse una calavera, se sienten reno­vados, otra forma de entender el lifting.
Ser turista te sitúa en una categoría adocenada y permisiva, aunque a la vez denigrante: no importa la apariencia. Clonados, idénticos, igual que las esquinas de las ciudades franquiciadas, su actitud transmite una manera provisional de estar en el mundo que los sitúa más allá del bien y del mal. Los turistas ven a los oriundos como personas ajenas y empequeñecidas en sus vidas anónimas. No quieren empatizar. El sentido del ridículo ha sido expulsado de su cartografía emocional. No viajan, turistean. Entre sus voluntades destaca la de llevarse de la ciudad un sentimiento y un puñado de fotos. Por ello cumplen a rajatabla un itinerario, un peregrinaje que incluye las patas de las cigalas, las cervezas en la playa y el disfraz de flamenco.
Los treinta millones de visitantes que pasan al año por Barcelona suponen cerca de tres mil millones de euros anuales. Riqueza, sí, pero ¿a qué precio? Todos conocemos ejemplos de ciudades postal, o mejor dicho, parques temáticos desprovistos de su sabor original, igual que un chicle gastado que al final acaban escupiendo hasta sus propios habitantes.
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5 de julio de 2017
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Ni envejecen ni mueren

Nunca me pierdo las tiras cómicas en los periódicos, costumbre de toda la vida. Antes de empezar a leer libros de letra corrida, me fasciné con las revistas de historietas donde los personajes eran obra de la mano de un dibujante, y lo que decían aparecía escrito dentro de globitos.

Y no sólo eso. Además de las historietas cómicas, provengo de las narraciones dramatizadas en la radio, y del cine. Todos ellas son maneras de contar, y así aprendí a apreciarlas. La palabra, mi instrumento de expresión, se vería excitada por esos otros instrumentos que aparentemente le son ajenos: la imagen fija, pero cambiante, de los dibujos de los comics; la imagen en movimiento del cine; y la voz sin imagen de la radio.

Cuando a un escritor se le pregunta por los primeros libros que leyó, generalmente comienza citando Sandokán, de Emilio Salgari, o La Isla del tesoro, de Stevenson. Pero yo no leí esos libros de niño, sino que los oí, interpretados por las voces del Cuadro Dramático de Radio Mundial.

Las revistas de historietas eran para mí como para don Quijote los libros de caballería, y cuando en el día no me alcanzaba para leer las que me prestaban, o alquilaba en los pequeños negocios donde se exhibían en cuerdas, sostenidas por prensadores de ropa, me las llevaba a la cama.

Los personajes, vestidos de manera estrafalaria, porque sus atuendos eran circenses, tenían súper poderes como Amadís de Gaula o Belianís de Grecia, y una doble identidad bajo la máscara, como en las novelas decimonónicas. El Capitán Marvel, Supermán, La Mujer Maravilla, El Fantasma, Linterna Verde, Mandrake el Mago. Y todos tenían un compañero, o escudero, su Sancho Panza.

En este catálogo de superhéroes, el principal era para mí el Capitán Marvel, una historieta que venía de Argentina. Vestía enteramente de rojo con un rayo en el pecho, y una capa bordada de domador de leones. El humilde voceador de periódicos, que se apoyaba en una muleta al caminar, se transformaba prestamente en el Capitán Marvel al pronunciar el nombre del mago SHAZAM, un anciano que le había otorgado sus poderes sobrenaturales como un acto de consagración mística, para defender el bien y la justicia.

El misterio de la doble identidad, como en las novelas de Dumas, estaba de por medio. El niño tullido, capaz de convertirse en héroe poderoso. El Fantasma, el duende que camina, enfundado en su sobretodo y de lentes oscuros, cuando no de antifaz y traje ceñido, dueño del anillo de la calavera heredado generación tras generación de Fantasmas, con el que marcaba la quijada de sus enemigos en duelos a puñetazos.

Pero hay algo más en las historietas que se aparta de las reglas del espacio temporal de las narraciones escritas, donde los personajes de los relatos tienen siempre una vida finita. Nacen, crecen, envejecen, mueren, porque siguen la lógica de la vida a la que la invención busca imitar.

En las historietas cómicas, en cambio, los personajes son inmortales. No envejecen nunca, ni mueren, porque la saga de sus aventuras y por tanto de sus vidas, se vuelve infinita, ya que pertenecen a una secuencia inacabable que no deja de repetirse. Mueren los dibujantes y guionistas, pero serán repuestos por otros que representarán a sus personajes con las mismas edades de siempre, en un ambiente siempre contemporáneo, como los antiguos pintores representaban las escenas de la pasión de Cristo en las ciudades donde ellos mismos vivían, con los castillos medioevales de fondo.

Y cuando en un museo admiro el retablo de un altar, donde cuadro tras cuadro se cuenta una historia bíblica y el texto de lo que dicen los santos y profetas sale en cintas de su boca, no dejo de pensar en las historietas de mi infancia y de mi vida.

 

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5 de julio de 2017
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Poema 159

 

El amor es

de lo más raro que existe.

No posee definición propia.

No posee medidas exactas,

no posee justificación cabal.

No se sabe de donde viene

ni a dónde se dirige

Tampoco dónde acaba.

Podríamos ser nosotros

la medida del amor

puesto que nada se recibe sin ofrecer.

 Nada elude el comercio.

Pero, en realidad, ¿quiénes somos? ¿qué valemos?

Nuestro precio proviene del aprecio

¿y cómo medir esa alhaja sin rostro?

Si el amor es una contraprestación

¿dónde se encuentra la balanza que sopesa?

Hay más amores desequilibrados que ajustados

Hay amores locos que se relacionan con los cuerdos

y amores recíprocamente cuerdos que no saben a nada

La justicia del canje, la equiparación absoluta,

tiende a producir resultados insípidos.

Alguien tiene que amar con locura.

O ambos,  desconociendo la equiparación.  

Porque todas las personas que se aman sin medida,

más allá del cálculo son más las enamoradas

La dicha del amor es una fortuna y requiere amar más

¡Como puede la fortuna de ese "más" dejar de apreciarse

hasta hacernos en verdad más y más felices.

Dignos de ser amados en un exceso halagador.

Pero, también, en cuanto se entra en cantidades

 desaparece el amor.

¿Es entonces el amor el soplo incalculable que despide el

espíritu sin dimensiones?

Es una vía por donde pasa el espíritu sin presentarse a la

evaluación.

El amor es un fuego, dicen la coplas.

El amor es una soflama, el amor es pura imaginación

o tan peligrosa como feliz devastación.

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4 de julio de 2017
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