Vicente Verdú
El amor es
de lo más raro que existe.
No posee definición propia.
No posee medidas exactas,
no posee justificación cabal.
No se sabe de donde viene
ni a dónde se dirige
Tampoco dónde acaba.
Podríamos ser nosotros
la medida del amor
puesto que nada se recibe sin ofrecer.
Nada elude el comercio.
Pero, en realidad, ¿quiénes somos? ¿qué valemos?
Nuestro precio proviene del aprecio
¿y cómo medir esa alhaja sin rostro?
Si el amor es una contraprestación
¿dónde se encuentra la balanza que sopesa?
Hay más amores desequilibrados que ajustados
Hay amores locos que se relacionan con los cuerdos
y amores recíprocamente cuerdos que no saben a nada
La justicia del canje, la equiparación absoluta,
tiende a producir resultados insípidos.
Alguien tiene que amar con locura.
O ambos, desconociendo la equiparación.
Porque todas las personas que se aman sin medida,
más allá del cálculo son más las enamoradas
La dicha del amor es una fortuna y requiere amar más
¡Como puede la fortuna de ese "más" dejar de apreciarse
hasta hacernos en verdad más y más felices.
Dignos de ser amados en un exceso halagador.
Pero, también, en cuanto se entra en cantidades
desaparece el amor.
¿Es entonces el amor el soplo incalculable que despide el
espíritu sin dimensiones?
Es una vía por donde pasa el espíritu sin presentarse a la
evaluación.
El amor es un fuego, dicen la coplas.
El amor es una soflama, el amor es pura imaginación
o tan peligrosa como feliz devastación.