

El sol nos hacía tan evidentes
que nos demudábamos.
El cristal es una luz
quieta y compacta
contra la que el sol
se funde o combate.
El día es la totalidad
de la piel
mientras
el sol es su circunferencia.
su férrea circunstancia.
El filo de la luz degüella
hasta la pared del esqueleto
y el asesinato es
su más bendita
o colorada aura.
La nueva novela de Isabel Allende Más allá del invierno (Plaza & Janes) tiene como base la cita...
Adoro las perdices
porque son equívocas.
Amo los insectos porque son
despechados.
Descubro el mar porque es una evidencia alocada.
Amo la sierra porque lo ignoro todo.
Te quise a ti a pesar de que pronto supe
que tu desazón
me impediría saber nada.
Como los peces,
como las demoliciones,
como los aludes
y los acantilados.
El lenguaje es sexista porque se sustenta en la naturaleza de las cosas, en la apreciación de la vida hecha por el ser humano. Y la vida es multiforme y sexuada. El llorado profesor Fernando González Bernáldez, en su indispensable Los paisajes del agua. Terminología popular de los humedales, comenta: “En la palabra charca [frente a charco] puede verse el carácter aumentativo que el femenino tiene en español para muchas palabras (olmo, olma; cántaro, cántara; cesto, cesta; pozo, poza; río, ría) designando variantes generalmente más anchas o ventrudas.”
En 1553, el inquisidor general de Lyon lanza anatema contra el aragonés Miguel Servet. El arzobispo de la ciudad de Vienne, Paulmier, que un tiempo había servido de coraza al pensador, muestra prudente distancia. En marzo, Servet es simplemente interrogado, pero el 4 de abril se procede a su arresto. Consigue fugarse de la prisión sólo tres días más tarde (¿con la complicidad de Paulmier?). Por ausencia de comparecencia es condenado a la hoguera por un tribunal de Vienne, ciudad en la que el 17 de junio es quemado... en efigie.
Meses después otro tribunal, esta vez en Ginebra pronuncia una segunda y mucho más conocida sentencia:
"Toy, Michel Servet, condamnons à debvoir estre lié et mené au lieu de Champel, et là debvoir estre à un piloris attaché et bruslé tout vifz avec ton livre, tant escript de ta main que imprimé, jusques à ce que ton corps soit réduit en cendres; et ainsi finiras tes jours pour donner exemple aux autres qui tel cas vouldroient commettre- Te condenamos Miguel Servet a ser maniatado y conducido al lugar de Champel y allí ser atado a la estaca y quemado vivo junto a tu libro, escrito e impreso por tu mano, hasta que tu cuerpo sea reducido a cenizas; y así acabarás tus días, para ejemplo para los que quisieran cometer tal delito" (De la sentencia condenatoria de Miguel Servet).
Recordaré el encadenamiento de circunstancias, que condujeron a esta doble condena, remontándome 23 años atrás:
En 1530, Miguel Servet acompañado por su maestro el franciscano Juan de Quintana, un tiempo confesor de Carlos V, asiste en Bolonia a la coronación de este último como rey de Lombardía. Servet se escandaliza al constatar que el mismo emperador (en quien a un momento dado reposaron todas las esperanzas de los ilustrados de la época, desde los primeros reformistas a los erasmistas españoles y su protector Cisneros) rendía pleitesía a un Papa que destacaba sobre todo por su ostentación mundana: "Con mis propios ojos he visto cómo le llevaban (al Papa), con pompa sobre los hombros de los príncipes, haciendo con la mano el signo de la Cruz, adorado por el pueblo puesto de rodillas y sintiéndose afortunado todo aquel que le podía besar o tocar".
La desconfianza ante la jerarquía le hace acercarse a los reformadores, sin llegar tampoco a plegarse a las tesis de los mismos. Como tantos otros de esa época, Servet es un pensador de vida errante. Habita un tiempo entre Basilea, Estrasburgo y la población alsaciana de Hagueneau, dónde en 1531 publica De trinitais erroribum exponiendo una concepción metafórica del hijo trinitario como expresión del lazo entre el hombre y el mundo. Sus tesis despertaron tal desconfianza que al año siguiente se vio forzado a publicar una revisión parcial en forma de diálogo (Dialogaruium de Trinitate Libri duo). De todas maneras la ortodoxia le sitúa en la diana, lo cual, pasados más de veinte años, se traducirá en los hechos arriba evocados.
En 1536 Servet se instala en París, donde en 1537 publica su Syroporum universa ratio (Sobre la terapia a través de los jarabes) defendiendo una concepción hipocrática según la cual el organismo no maltratado se halla perfectamente capacitado para funciones como la digestiva, sin necesidad de estimularlo artificialmente desde el exterior. Los historiadores han señalado que esta obra pone de relieve un profundo conocimiento de la historia de la medicina, confrontando autores griegos, latinos, árabes y contemporáneos, manteniendo como único criterio valorativo el grado de adecuación de lo que leía a lo que él considera imperativos de la razón, los cuales debían ser compatibles con una exigencia religiosa bien entendida.
En París Servet conoce a Jean Calvin, el hombre de quien se empezaba a hablar en toda la Europa reformista y que jugaría un papel crucial en la secuencia que condujo al trágico fin del pensador aragonés. El lazo entre Servet y Calvino tiene expresión en la correspondencia que mantienen desde la instalación del primero en la ciudad de Vienne (tras haber pasado por Lovaina y Avignon) dónde reside desde 1541 a 1553, en calidad de médico personal del arzobispo, tras obtener en 1540 el diploma que no había llegado a obtener en París. Se dice que su habilitación como médico la obtuvo en Monpellier, aunque también se evoca una estancia en Padova, hipótesis respaldada por el hecho de que allí Realdo Colombo, entre 1546 y 1551, defendía en sus clases de anatomía la tesis de la circulación sanguínea.
Miguel Servet podía confiar en que Calvino fuera más abierto que la ortodoxia papal a sus posicionamientos sobre cuestiones que, aun bajo revestimiento teológico, constituían uno de los envites filosófico-científicos de la época, confianza que se reveló vana. Conminado " por el reformador a leer su Christianae Religionis Institutio (Institución de la Religión Cristiana) que había publicado en 1536, Servet le hace llegar notas extremamente críticas. Despechado, en una carta fechada el 13 de febrero de 1516, Calvino afirma que si el díscolo ponía algún día los pies en Ginebra, por poco que su autoridad tuviera algún valor, haría que no saliera vivo ("si venerit, modo valeat mea autoritas, vivum exire nunquam patiar").
Pero es más: en 1553 Servet hace imprimir con pseudónimo en Vienne su "Christianae Religionis Institutio" (Restitución del Cristianismo) en cuyo libro V se refiere a la circulación pulmonar de la sangre. Apenas tres páginas que ponen de relieve la correcta visión por Servet de lo que después se denominaría "pequeña circulación", que daría pie a la tesis más general de la circulación sanguínea. Lo eventualmente controvertido residía en lo siguiente: Galeno había sostenido que la sangre salía sin retorno del corazón por las arterias (siendo expulsada a través del sudor); pero, al igual que ocurría con el aristotelismo, muchas de las tesis de Galeno habían sido adaptadas por la iglesia y desde ese momento (como se indicaba en una célebre carta del cardenal Belarmino a un colaborador de Galileo) habrían de ser consideradas no ya por su objetividad (ex parte obiecti)sino por la autoridad de quien las sostiene (ex parte dicendi ).
De todas maneras Servet estaba lejos de estar sólo en su tesis de la circulación (sostenida desde 1543 por Vesalius), la cual probablemente hubiera pasado desapercibida de no constar en un libro de teología problemático por muchos otros motivos. Lo importante no era la circulación de la sangre (aunque pudiera servir como elemento suplementario para el anatema), sino la libre interpretación del dogma de la Trinidad, doctrina en la que confluían católicos luteranos y calvinistas.
Pero para pedir la cabeza de Servet había razones no exclusivamente teológicas o filosóficas...El aragonés hace que un ejemplar de su Restitución llegue a Calvino quien sospecha la autoría y, más allá de las hipótesis anatómicas o de la cuestión de la Trinidad, vio de nuevo una reputación ofensiva de sus propias tesis. Esta animadversión de Calvino no hace a Servet más simpático ante la jerarquía católica, que incluso le acusa precisamente por haber mantenido correspondencia con el reformador. La persecución se acentúa. El anatema del inquisidor general de Lyon se ha escrito que instigado por Calvino, que mantendría una influencia pese a las diferencias doctrinales entre católicos y reformistas. Como hemos visto la cosa acaba en su condena por contumacia en Vienne.
Al parecer Servet pensó por un momento refugiarse en España desistiendo ya en camino, temiendo que la jerarquía española no fuera más benévola con él que las justicias civil y religiosa de Francia. Poco mas se sabe de su deambular clandestino, hasta que el domingo 13 de agosto busca en Ginebra un barco que le lleve a la orilla septentrional a fin de alcanzar Zurich e Italia (Venecia quizás dónde podría contar con el apoyo de médicos ilustrados, aunque también se ha hablado de Nápoles). Había llegado la víspera a una población de la parte francesa al parecer a caballo. Vivum exire nunquam patiar, había sentenciado Calvino para el caso que Servet pusiera los pies en la ciudad del lago Leman...El barco desde Ginebra no parte hasta el lunes.
Había muchas otros caminos para alcanzar Italia desde Francia; de ahí que los historiadores no se expliquen que escogiera precisamente el que conllevaba para él mayor riesgo, aquel en el que legislaba su más feroz enemigo. El perfil del Cesar en una moneda es prueba de que, aun sin presencia, cabe el poder, pero como Freud señala en algún lugar, tal no es el caso de la muerte: "no se puede morir en ausencia o en efigie". Quizás simplemente no basta con ello. La muerte en efigie ya había tenido lugar el 17 de junio. En ese 13 se septiembre sin barco que facilítela fuga, el fugitivo acude a una función dominical a la iglesia de la Madeleine, templo preferido de Calvino para la predicación, siendo reconocido por los devotos que inmediatamente le denuncian. Arrestado, el juicio se prolongará hasta el 26 de octubre y la sentencia se aplicaría el día siguiente.
Francia, España, Ginebra...ni la ortodoxia católica ni la reforma dieron cuartel a Servet. En la condena no pesaron las páginas (escasas y a la vez preciosas para la historia de la ciencia) sobre la circulación pulmonar en su Restitución del Cristianismo. Aunque este es el libro que le acompaña en la pira a modo de exorcismo, de hecho Servet es condenado por su De Trinitatis Erroribus (impreso como henos visto casi un cuarto de siglo atrás) complementada la carga con asuntos relativos al bautismo de los púberes. Pero hay también un asunto de honor intelectual frente a la palabra autoritaria y la correlativa venganza del poderoso:
En ese juicio que le llevó definitivamente a la estaca y a la hoguera, el pensador nunca se doblegó. Acusó al propio Calvino y pidió que éste fuera detenido y sometido a la prueba del interrogatorio al igual que él. En su demanda Servet esgrimía la propia legalidad reformadora, a la cual Calvino se sustrajo, mediante el expediente de que la denuncia la presentara Nicolas Lafontaine en lugar de él mismo. En general a lo largo de las sesiones el rigor jurídico que Servet esgrimió en su propio defensa (no le fue concedida la ayuda de un procurador) se sostuvo en todo momento en la reivindicación de sus convicciones.
La agonía de Servet se prolongó cruelmente, al parecer por humedad de los maderos. A lo largo de la misma fue inútilmente conminado a repudiar sus tesis. "A regañadientes hubieras aceptado que te concediera la vida", hubiera podido decir Calvino (emulando a Cesar al enterarse del final trágico del filósofo estoico Catón el Joven) ante el valor de quien le había acusado de perjuro, de fallar a la propia legalidad que proclamaba y, en último extremo, de cobardía.
"Hijos respetuosos y agradecidos de Calvino, nuestro gran reformador, condenamos sin embargo un error que fue propio de su siglo..." puede leerse en el algo farisaico monumento expiatorio erigido en el lugar mismo donde se consumó la vida de Servet. Más justas con el destino de un pensador sometido al acoso de inquisiciones confrontadas son las palabras al pie de ese otro monumento erigido a sólo cuatro kilómetros de Ginebra, pero en la población francesa de Annemasse:
"A Miguel Servet, apóstol de la libre creencia, nacido en Villanueva de Aragón el 29 de septiembre de 1511. Quemado en efigie en Vienne por la Inquisición Católica, el 17 de junio de 1553 y quemado vivo en Ginebra el 37 de octubre de 1553, a instigación de Calvino".
El desamor
carece de fecha,
carece de razón sustancial.
Carece.
El corazón se ha agujereado como un cubo
que deja escapar su líquido.
El residuo es una sobrevenida sequedad
Agua antigua sin humedad.
Memoria dolorosa y vana.
Tan indiferente
como un vano pedregal.
A propósito de Karl Ove Knausgard, siempre suelo leer el blog de Alberto Olmos en ?El Confidencial?...