Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Las especias. Historia de una tentación

En principio, no es posible contar las vicisitudes relacionadas con las especias sin contar de paso la historia de los grandes descubrimientos geográficos, marítimos y tecnológicos que provocó la sola posibilidad de tener un acceso ilimitado a ellas. Colón, Vasco de Gama y Magallanes lo arriesgaron todo al emprender viajes que cambiaron la visión y la magnitud del mundo porque los tres, cada uno a su manera, estaban convencidos de la existencia de vías marítimas nunca antes navegadas pero que les permitirían acceder a un fabuloso tesoro llamado especias y que en aquella época se reducían a la pimienta y el jengibre de la costa Malabar de la India; la canela de la actual Sri Lanka y la nuez moscada y el macis (un derivado de la anterior) de las Islas Molucas, también llamadas Islas de las Especias, situadas al sur de las Filipinas. Como se observará, ninguna de ellas es oriunda de las Indias Occidentales, más adelante conocidas como América, circunstancia esta que trajo a mal traer a Colón y que en parte fue una de las causas que dieron con sus huesos en la cárcel.

                Reyes, banqueros y los grandes comerciantes europeos financiaron las expediciones porque en caso de tener de su lado a la fortuna los beneficios eran inimaginables, como más tarde se demostró con el nacimiento de los imperios orientales de Portugal, Países Bajos y Gran Bretaña, o el español en Occidente.

                Pero igual que no se puede hablar de las especias sin contar de paso la historia de los grandes descubrimientos (y Jack Turner les dedica en este libro mucha y muy bien documentada atención) sería igual de empobrecedor reducir el fenómeno universal que fueron las especias únicamente a la codicia, o a la sola necesidad disimular con sabores y fragancias exóticas el hedor de la carne casi corrompida porque no había otro medio de conservarla que la salazón.

                Jack Turner, nacido en Australia, se licenció en Historia Antigua en la Universidad de Melbourne y completó su doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford. Más adelante daría un nuevo golpe de timón a su trayectoria profesional dirigiendo series de televisión dedicadas a grandes acontecimientos históricos. Quiero decir que es un hombre de formación académica pero con una clara visión de cómo llegar a grandes audiencias. Por eso, si de entrada su libro puede parecer un relato de grandes viajes bien estructurado y muy bien relatado, en los capítulos siguientes fija su atención en los efectos que las especias han ejercido sobre el cuerpo y la mente humanos. Lo cual le permite pasar de un continente a otro, de un siglo a otro, y de consideraciones de gran trascendencia a aspectos decididamente anecdóticos, como puede ser todo lo relacionado con la vertiente afrodisíaca de algunas especias.

Por su fragancia y la persistencia de su acción, las especias no tardaron en ser utilizadas en las técnicas de embalsamar y en los rituales sacrificiales, por lo que fue inevitable que se les acabase atribuyendo una esencia sobrenatural. En el capítulo VI, titulado El alimento de los dioses, se da cumplida información de la relación entre las especias y la divinidad. Turner utiliza una frase muy expresiva:”El paganismo, por decirlo en pocas palabras, olía”. Era inconcebible rendir culto a una deidad, o hacerle un sacrificio, sin quemar especias exóticas y carísimas. La identificación de la especia con lo sagrado era tan íntima que Julio César, cuando entró triunfador en Roma tras el paso del Rubicón, se hizo acompañar de sirvientes quemando esencias olorosas en incensarios. El senado lo interpretó como un gesto sacrílego, aunque en el fondo eran muy conscientes de que el ambicioso general estaba imitando con su ceremonia a los monarcas orientales que reclamaban su condición de dioses. Y no iban desencaminados los senadores porque no mucho después los emperadores romanos se iban a incluir entre los dioses y entre otras muchas cosas, exigirían que se les ofrendasen perfumes, especias e incienso.

                Pero las especias también tenían sus detractores. Plinio el Viejo y Saint Bernard de Clairevaux, el fundador del Cister, consideraban que eran una incitación al lujo desmesurado y la extravagancia. Los puritanos las consideraban un producto maligno. Los economistas se alarmaban por la gran cantidad de oro y plata que salían de Europa para ser cambiadas por unos bienes que se comían, bebían o quemaban, y finalmente los científicos en general y los médicos es particular, les negaron a las especias todos los atributos extraordinarios que les atribuía la mentalidad popular. Todo ello junto contribuyó a restar brillo y valor a las especias.

                Como valor añadido a la cuidada edición de Acantilado, es obligado mencionar que la excelente traducción de Miguel Temprano contribuye en gran manera al placer de leer este libro.

Las especias. Historia d una tentación  

Jack Turner

Traducción de Miguel Temprano García

Acantilado

 

Leer más
profile avatar
15 de mayo de 2018
Blogs de autor

El muro

Coroné el muro. Sin dificultad. Y desde arriba vi lo que no quería ver, una inmensidad gris en la que el cielo, o las nieblas y nubes del cielo, se confundían con el horizonte, no muy lejano. Decidí seguir, progresar hacia el Norte, pese a lo tenebroso e incierto de lo que imaginaba. Tanteé la posibilidad del salto, mas la tierra que se me ofrecía debía de ser pantanosa y temí quedar atrapado. Descendiendo esa cara oscura del muro, como una salamanquesa, adherido, lento, recordé aquel viaje a Alemania a observar pigargos, aquel atardecer o amanecer en que paré el coche y me acerqué, caminando, al muro que cerraba el septentrión. Y esto era lo mismo: frío, humedad, silencio. Avancé. Usaba zancos. Y, a unos metros, difuminada, surgió una forma. El Crucificado, pensé. Pero era mujer, Kelly LeBrock. Transformada. O en transformación. Y al acercarme, ¿o se acercaba ella?, cobraba luz, y mucho color. Esa mujer, cómo apareció, ni siquiera sé si se encontraba allí. Formada, sin duda, por retazos de otras, lucía falda de muselina, refulgente, que ondeaba sin que soplara el viento. Quise abrazarla. Así de pie. Contra la nada. A mi manera. Tan grande la pasión, que desperté. Y no era yo. 

Leer más
profile avatar
11 de mayo de 2018
Blogs de autor

Elogio de la contradicción

Si la palabra texto viene de tejido, la escritura literaria podría asemejarse a una urdimbre en tensión. Imaginemos un arpa reticulada, es decir, un instrumento de la imaginación que entrelazara cuerdas de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba, aunque también de forma diagonal. A diferencia de la lógica cartesiana, el pensamiento literario tiene particularidades que lo distinguen de otras formas de conocimiento como la filosofía, la sociología o la ciencia porque su fortaleza está en la ambigüedad, el encuentro de los opuestos y la verdad que se produce sin buscarla premeditadamente. En este sentido, es posible pensar que la columna vertebral del pensamiento literario se encuentra en la contradicción. Es en el encuentro de los opuestos, es decir, en la posibilidad de afirmar y negar algo al mismo tiempo, donde radica el poder de la literatura frente a otras disciplinas y su capacidad única para ponerlas en diálogo. Enfrentar a los personajes en el caso de la novela o los deslumbramientos que pueden provocar figuras poéticas como el oxímoron, ayudan a construir realidades y pensamientos que, sin ser raciocinios, producen una idea de comprensión.

Invisible, luz fría, decía Octavio Paz para provocar la sorpresa de la verdad a partir de un choque de palabras que terminan por develar algo. La luz es invisible y visible a un tiempo, pero también puede ser fría sin que sepamos explicar por qué, aunque lo entendamos.

Taylor Kressman escribió en 1938 el mítico Paradero desconocido. En ese relato, aturdidos por el devenir de la historia, dos antiguos socios y amigos se ven enfrentados a partir del dilema que les produce el avance del nazismo. Vuelta enfrentamiento y guerra personal, la realidad tensa la relación entre Max Eisenstein, un judío que es marchante de arte en San Francisco y su antiguo socio, Martin Schulse, que ha regresado a Alemania para sumarse a la militancia hitleriana, a la que admira y teme. Cuando el judío escribe a su amigo con el fin de que le ayude a sacar a su hermana de Alemania, en respuesta va recibiendo evasivas, negativas y silencio, hasta que ya no es posible rescatar a nadie. Es entonces cuando la idea de venganza se instala en la punta de un opuesto. Desde ese momento el defensor del arte y lo sublime se convierte en un depredador que caza a su presa, usando precisamente el discurso del arte y la belleza como flecha y arco. A partir de una relación epistolar, los antagonistas aprovechan el silencio o la palabra para destruirse mutuamente. En el telón de fondo, la realidad se impone como sucede con la verdad: a fragmentos. El ejemplo es nítido: Es aquí donde, valiéndose de la contradicción, el pensamiento literario encuentra en la escritura fragmentaria y en la elipsis (ese silencio que activa la capacidad de suponer) dos instrumentos adicionales que le otorgan a la literatura el poder de habitar simultáneamente en planos muy distintos: la guerra íntima de las emociones personales, la reflexión sobre el papel del arte en la política y el gran mundo de los temas macro como escenario en el que se mueve el terror, en este caso el nazismo. La multiplicidad de ese tejido y sus cuerdas tensadas engendran la ilusión de contemplar la intimidad y el mundo como una misma cosa. Mientras escribo me viene a la cabeza el cuadro de Gustave Courbet, El origen del mundo. En esas sábanas, el arte de mentir nos deja ver (además) un arpa y una esfera. Si miramos de cerca el tejido, resulta sorprendente advertir como la contradicción, el silencio y el fragmento producen un resultado opuesto que, a modo de negativo, se traduce en un texto capaz de erigirse en voz, en denuncia involuntaria y en comprensión de la complejidad. Nada más alentador que vernos reflejados en lo que somos: seres contradictorios, incapaces de separar emoción y razón, como la literatura.  

Leer más
profile avatar
11 de mayo de 2018
Blogs de autor

La masculinidad elástica

Durante un tiempo, los perfumes de hombre destilaban notas intensas y amaderadas, del cuero al cedro, tabaco o pachuli, una poderosa narración olfativa que subrayaba su presencia de forma matérica más que orgánica. Eran olores invasivos, colonizadores, podríamos decir penetrantes, se llamaban Brando, Jacq’s, Brummel… Pero aquello no iba bien. La vieja costumbre de rociarse con agua de colonia causaba estragos –incluso vahídos– en ascensores y oficinas, pues la fragancia varonil de la transición española era una auténtico ambientador de testosterona. Los propios hombres se hartaron de oler a machotes hegemónicos y hallaron una salida en el mundo cítrico, la ­lavanda y el vetiver. Un nuevo orden social redefinía los estilos de la masculinidad: ya no había una sola manera de ser hombre sino muchas.
Fue hace más de 20 años cuando una de las mejores narices del mundo, la de Francis Kurkdjian, revolvió entre aromas de barbería buscando la lavanda mentolada para crear Jean-Paul Gaultier Le Male, uno de los perfumes icónicos en la era ­moderna. “La mujer es más sofisticada, busca seducción y exclusividad en un perfume; el hombre es más simple, quiere oler bien, pero también a macho”, asegura otro grande, Alberto Morillas, que acaba de renovar Aqua di Giò Homme de Armani con un componente llamado calone, que aporta sensación de brisa marina. Una masculinidad más deportiva y menos pomposa ha entrado en la prosopopeya perfumera. Olores a limpio, como CK, aguas de iris ­como la de Prada, o los perfumes niche con neroli identifican un gusto contempo­ráneo.
Los jóvenes han puesto de moda un anacronismo de mi época: décalage, utilizado en el sentido de soltar lastre. De rebajar humos. Además de protagonizar una revolución aromática masculina –de la que otro dinamizador de esta industria, José María Pérez Diestro, afirma que se ha feminizado y enriquecido–, los hombres han optado por aflojar nudos. Y los diseñadores les han ofrecido aquello por lo que tanto habían suspirado: el pantalón de cintura elástica. Su éxito es descomunal, y no sólo en chándales, sino en patrones tradicionales. “El resultado es tan convincente que lo que una vez fue declassé seguramente pronto será de rigor”, aseguraba Luke Leitch en The Economist. Antes, los pantalones masculinos necesitaban una explicación para ser flexibles: pijamas, ropa de deporte, tallas grandes y poco más. Nunca se había relajado tanto el dress code, y no sólo en la nueva política y en las grandes compañías digitales. La aceptación social de las cinturas dúctiles y flojas es a la vez una liberación del viejo disfraz de hombre, impregnado de pachuli, con la nuez anudada y la correa bien prieta, conjurando aquel mandato que tanto daño nos ha hecho a todos: “Sé un hombre”.
Leer más
profile avatar
9 de mayo de 2018
Blogs de autor

Por fin empieza el nuevo siglo

De todos los meses, abril es el más cruel, escribía el poeta T.S. Elliot. Lo hemos probado en Nicaragua. El 4 de abril de 1954, la dictadura de los Somoza persiguió, torturó y asesinó a un puñado de jóvenes, civiles y ex oficiales de la Guardia Nacional, que se habían rebelado contra la tiranía. Ernesto Cardenal lo relata con maestría en su poema Hora O. Fue cuando Anastasio Somoza Debayle, “Tachito” sometió a torturas él mismo a Adolfo Báez Bone, y este le escupió sangre en la guayabera impoluta, pues iba para una fiesta después de acabar su tarea en las mazmorras de la casa presidencial en la loma de Tiscapa.
Y ahora, en este otro abril cruel de 2018, la masacre sanguinaria contra los muchachos estudiantes desarmados, asesinados por la espalda en las calles, un número de víctimas aún incierto que sigue creciendo. Muchachos torturados también en las mazmorras, rapados como criminales. Y esos a quienes les arrancaron las uñas, según el testimonio entre lágrimas de monseñor Silvio José Báez.
 
Este ha sido un episodio crucial de nuestra historia, y con esta masacre, que quiso ser la respuesta brutal a un clamor de rebeldía, empieza de verdad el siglo veintiuno en Nicaragua. No empezó con el pacto entre Alemán y Ortega, ni con los fraudes electorales repetidos, ni con la corrupción propiciada por los petrodólares venezolanos, ni con el zancudismo potenciado, ni, menos, con la gran mentira del Canal Interoceánico amparado por ese otro pacto truculento contra la soberanía del tratado Ortega-Wang Jing.
 
Este comienzo de siglo es tardío, pero arrancamos con un estallido moral. La modorra de las conciencias, ese cuerpo anestesiado que ha sido el país por años, ha despertado por fin, gracias a una juventud valiente y limpia, que le ha puesto a Nicaragua su marca de país, que es la marca de la ética. En las calles, a pecho descubierto, sin armas, enfrentando la mentira oficial, estos muchachos le devolvieron a Nicaragua la decencia. Purificaron el aire contaminado.
 
¿Nadie lo vio venir cuando esas voces juveniles indignadas se alzaron contra la quema de la reserva de río Indio-río Maíz, un crimen consentido y amparado oficialmente, una tragedia tratada con desidia y desprecio? A esos muchachos, desde su conciencia ética, les importó la selva agredida porque era una agresión más contra el país.
A ellos les debemos despertar al nuevo siglo. Lo que no hicieron los sindicatos blancos, protestar contra las medidas neoliberales aplicada al sistema de seguridad social, lo hicieron ellos, que ni son asegurados. Volvieron por los demás, por los perjudicados, y la solidaridad es siempre un acto ético. Gracias a esa ética solidaria, a ese desprendimiento radical, al punto de ofrecer sus propias vidas, es que tenemos ya un nuevo siglo, con un nuevo país.
Porque si bien la tarea no está terminada, Nicaragua cambió para siempre. El silencio, la sumisión, el temor, se quedaron en el siglo pasado. No caben ya en este nuevo siglo que empieza tarde, pero que no tiene retroceso. La ética de estos muchachos nos libró del peor de los males de la conciencia, que es el miedo. No olvidaré un cartel escrito a mano, sostenido por uno de esos jóvenes ejemplares: “Nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Las palabras, cuando son verdaderas, son poesía. La poesía de la verdad.
 
La ética es una práctica, no son sólo palabras. En el lugar donde había los ignominiosos árboles de fierro, las manos de uno de esos muchachos  arbolito verdadero. La vida de lo vivo, contra la muerte de lo muerto.
La gente devolvía a los supermercados y a las tiendas los productos robados por los vándalos oficiales, los detenía en la calle y les quitaba lo robado. ¿No es eso ética en acción, verdad en movimiento?
 
Al devolvernos la moral, nos han devuelto la vida. Con esta juventud sin mancha, volvemos a renacer. Con ellos nace el nuevo siglo.
Leer más
profile avatar
9 de mayo de 2018
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.