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II. APOCALIPSIS NOW

          El físico alemán W.O. Schumann probó hace medio siglo que la Tierra se halla rodeada por un campo electromagnético que se forma entre el suelo y la parte inferior de la ionosfera, 100 kilómetros encima de nosotros. Ese campo tiene una resonancia constante de 7,83 pulsaciones por segundo.

          La resonancia de la Tierra (Resonancia Schumann) se había conservado por miles de años en 7.8 hertzios, pero desde 1980 se ha venido elevando hasta llegar hoy día a 12 Hertzios. Esto significa que 16 horas equivalen ahora a un día de 24 horas. El tiempo, por tanto, se está acelerando de verdad, no sólo en mi percepción mental.  La Navidad está cada año más cerca que antes.

          Los animales vertebrados, entre los que nos contamos, y el cerebro humano, tuvieron siempre esta misma frecuencia de 7,8 hertzios, que era la adecuada para conservar nuestro equilibrio natural, al mismo paso que “los latidos del corazón de la Tierra”.  A la pulsación acelerada de 12 hertzios, como ocurre ahora, todo dejó de ser normal. Vamos más rápido, cuerpo, mente, ambiente, tiempo y realidad.

            Y a la par de grandes desequilibrios ecológicos, tales como las perturbaciones climáticas,  tsunamis, huracanes y erupciones volcánicas,  no sólo se acelera nuestro sentido del tiempo, sino que cambian nuestros patrones de sueño, y cambia nuestro sistema inmunológico. Cambia nuestro ADN, “de 2 fibras, de regreso a un ADN de 12 fibras”.  Y también crecen las tensiones humanas, y los conflictos bélicos, los odios religiosos y raciales. El corazón del mundo bate más aprisa, con ansiedad y temor.

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7 de mayo de 2007
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Proust presidente

Empiezo con un full disclosure como dicen los periodistas en EE UU. Es decir, diciéndolo todo. Soy responsable de la existencia del blog de Pierre Assouline en el sitio Web de Le Monde. Consecuencia: hay que sospechar de la sinceridad de mi homenaje. Pierre, novelista, biógrafo (varios de sus libros han sido traducidos al castellano) y periodista, estaba disponible, hace unos años, al salir de la dirección de un mensual dedicado a los libros. Un desayuno cerca del Trocadero en París fue suficiente para convencerle de intentar lo que era entonces una aventura.

Hoy, su blog, La República de las letras, es el centro de la vida editorial en Francia. Tiene tremenda influencia. Es el blog de los editores, de los libreros, de los lectores cuya opinión es importante. Claro que me pregunté, al levantarme, qué había hecho en su blog cuando la prensa se dedica a hablar del cambio que viene con la elección de Nicolas Sarkozy a la presidencia de la República. Respuesta de Assouline: Proust toujours (siempre Proust). Francia cambia de presidente y queda la formidable figura del novelista aplastando toda la competencia desde hace casi un siglo.

Assouline ofrece una reseña de la traducción de un libro italiano sobre la orientación política de Proust y, aun mejor, cuenta cómo una cineasta, Veronique Aubouy, intenta hacer una película con franceses leyendo a La búsqueda del tiempo perdido. Ya tiene una película con 604 lectores haciendo lo que se hace en España con El Quijote: una lectura en forma de maratón. Debo reconocer que pasé un largo rato mirando, una por una, las fotografías de 60 de estos lectores. Es un retrato de los franceses, de la Francia de Sarkozy y de Royal. Un país incierto que confía en su cultura y sabe que no basta para abrirse un camino pero que sigue caminando, con Proust. La República donde manda Sarkozy es importante, pero no puede competir con el prestigio de la República de las letras cuyo presidente sigue siendo Marcel Proust.

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7 de mayo de 2007
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LA INFANTA Y LA TONADILLERA

¿Qué hay de parecido entre el alumbramiento de la infanta Sofía y la detención de La Pantoja? Aparentemente nada. O, mejor, aparentemente, aparentemente todo parece igual. La aglomeración de los periodistas y sus cámaras, la máxima atención a la entrada y salida del edificio, la conmoción en los momentos en que se vislumbra la emergencia del personaje, la pugna por obtener la imagen o las primeras declaraciones, el seguimiento obsesivo del posible desplazamiento, la caza de la mágica estampa del automóvil que contiene el cuerpo de la noticia bomba, los guardaespaldas, el murmullo creciente y decreciente, la infinita reiteración del mismo comentario, la extrema vacuidad de los detalles, la superexplotación periodística de la nada hasta el paroxismo, la parodia de lo extraordinario en lo intrascendente, la multiplicación de los flashes, las fotos, las frases hechas, en una narración que empieza y termina en lo más ínfimo o sigue hacia el desarrollo sin fin, sólo con un principio tan inane que permite el despliegue sin costuras tal como una apariencia de lo real que ha escapado de su objeto y puede transformarse, convertirse y reproducirse en todos los puntos de lo ilusorio, lo retórico y lo virtual.

Ninguna noticia da más de sí que estas noticias sin núcleo y paradójicamente llamadas del corazón. El nudo de la noticia se funde inmediatamente después de darse a conocer. La derriten los medios y el hacinamiento de los reporteros, el clamor y el calor artificiales que cunden en torno a una vacuidad que inesperadamente se convierte en el centro mismo de la actualidad. Un sumidero por donde se cuela todo lo demás o sólo aparece como acompañamiento del telediario que, coherentemente, abre con esa información e indica en su transcurso como el resto de los espacios vienen detrás. La portada inevitablemente aparece ocupando un  plano superior, el tema de apertura. Pero también, la semejanza entre el alumbramiento de la infanta y el apagamiento de la tonadillera se presentan como asuntos del mismo sistema informativo: el sistema de la información donde es el interés del público quien determina la noticia y no la importancia de la noticia quien determina el interés.

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7 de mayo de 2007
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Duelo al anochecer, triunfo al alba

Todo ha sido planificado con precisión versallesca. El estudio, a 23 grados. Los candidatos no se darán la mano en público. Las cámaras no pueden enfocar a uno cuando el otro tiene la palabra. El tiempo de intervención lo mide un cronómetro que gotea los segundos en la pantalla de la televisión. Dos testigos vigilan.

Son los dos duelistas más hábiles al sur de Cornualles. Dos profesionales con cientos de muescas en la culata de sus pistolas. Ségo ha vencido a los paquidermos del Partido Socialista y se ha impuesto en un medio turbulento y agresivo, un nido de víboras. Sarko lleva decenas de años nadando en los pantanos ministeriales y derrotando a caimanes mayores y más acorazados. Ella, mujer de huesos grandes y rasgos clásicos, la imagen de la República comunitaria, tiene mejor presencia física que él, un falso enclenque, un mandril con los colmillos como navajas.

La candidata usa una voz mo- nótona, tediosa, como si leyera la lección a los alumnos más torpes. El candidato modula, sube y baja el tono, a veces canta, es un seductor. Por fin, ella reacciona con violencia ante esa intimidad acariciante, jesuítica. Entonces él aprovecha el descuido para reprocharle dulcemente su cólera: "Un presidente de la República ha de mantener la calma, madame Royal; usted ha perdido los nervios". Ella encaja el golpe, trata de serenarse a toda prisa, lo consigue a medias. Es el momento decisivo. Al día siguiente todos los medios de comunicación hablan de la agresividad mostrada por Ségolène. Sus amigos, los de Libération, lo mencionan a su favor: "¡Ségolène tiene agallas!", aplauden. Sus enemigos la presentan como una mujer autoritaria, dogmática, de la izquierda obtusa.

Ese fue, creo yo, el disparo mortal del duelo. Los datos, las estadísticas, las disputas de cancillería apenas dejarán rastro. La imagen de Ségolène rabiosa, los ojos encendidos, acusando de inmoralidad al candidato, ¿pesará sobre los indecisos? Los indecisos son casi todos centristas de Bayrou, gente de buenos modales, educada, que odia el ruido.

Mañana lo sabremos.

(Hoy ya lo sabemos. El tiro fue mortal)

Artículo publicado en: El Periódico, 5 de mayo de 2007

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7 de mayo de 2007
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DEUDA VENEZOLANA

En el avance a todo rumbo de Hugo Chávez Frías hacia el socialismo del siglo XXI, los futuros historiadores de Venezuela tendrán que recordar lo que pasó en los últimos días. Nada espectacular, lo de siempre, declaraciones del líder bolivariano para proclamar la imposibilidad de detener su revolución. Pero, al implementar cada día más, un manejo socialista de su economía, el presidente venezolano se encuentra acorralado. En los últimos días, quitó recursos y aceleró el deterioro de una economía dañada por la inflación.

Salarios:
“El salario mínimo pasará de 512.325 bolívares a 614.790 bolívares, lo que representa un incremento de 20%.” Las pensiones se incrementarán de igual manera. Las amas de casa mayores de 65 años tendrán una pensión completa.

Trabajo:
Se acortará el día laboral a seis horas sin disminución del sueldo.

Petróleo:
Toma del control, con intervención del ejército, de las operaciones en la faja petrolífera del Orinoco, donde cinco compañías extranjeras realizaban, hasta ahora, la inversiones que comprometen el futuro de los recursos del país.

Finanzas internacionales:
Hugo Chávez solicita la salida formal de Venezuela del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. "No queremos estar allí, es mejor que nos salgamos antes de que nos despalillen porque ya leí en un periódico que están quebrados… firmo la cuenta y solicito que nos devuelvan lo que nos tienen".

Frente a la parte más humilde del pueblo, como a las necesidades de su economía, Hugo Chávez se obliga a tener recursos (más plata y menos trabajo). Pero a la vez, al salir de las organizaciones monetarias internacionales, cierra las posibilidades de conseguir recursos fuera (el mercado bancario mundial tiene sus referencias que incluyen a la opinión del banco mundial). El despilfarro interno y externo de la renta del petróleo llega a ser un suicidio económico para Venezuela. No lo notan los que creen el anuncio del presidente venezolano el 13 de abril: “Venezuela canceló el pasado jueves la última cuota de la deuda que mantenía con el Banco Mundial. Con este último pago… les puedo decir hoy, no le debemos ni un centavo ni al Fondo Monetario Internacional (FMI), ni al Banco Mundial”.

De vez en cuando es bueno hablar de economía, recordar que deudas internacionales para un país hay muchas, y no sólo con el FMI. Además, existe también la deuda interna. Al leer el excelente newsletter Venezuela hoy de la Fundación “Konrad Adenauer Stiftung” he encontrado la opinión de un experto, Domingo Maza Zavala, hasta hace poco Director del Banco Central (BCV) y uno de los pocos expertos financieros ligados al régimen que, a más de bien informado, mantiene credibilidad en todos los sectores: “la deuda que Venezuela tenía en el pasado con el FMI por concepto de préstamo para mejorar la balanza de pagos, fue cancelada hace tiempo por el ente emisor (BCV)… La deuda interna del sector público alcanza a más de $ 15.000 millones y la deuda externa, incluida la de Petróleos de Venezuela, otros organismos públicos y el propio gobierno llega a $ 45.000 millones, de modo que el total de la deuda son unos $ 60.000 millones”.

En realidad, y a pesar de la subida del precio del petróleo, la deuda por habitante de Venezuela creció en un 61% desde la llegada de Chávez al poder. Crecen los gastos de la revolución y crece aun más la deuda. El grupo Ávila, un Think Tank conocido fuera de Venezuela difundió la verdad también, en un newsletter reproducido en foro anti-chavista como en un foro jurídico de Perú. Hay que notar el proceso: Chávez se enfrentaba con varias amenazas. No tanto EE UU como él lo dice, sino sus compromisos de gastos sociales, su ejército (nunca se sabe), ¿su torpe oposición? Hay que añadir a la lista su propio manejo de las finanzas públicas.

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4 de mayo de 2007
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LA EXPLOSIÓN SILENCIOSA

Así como Telemadrid ha debido retirar un anuncio a favor de la presidenta Esperanza Aguirre a causa de la befa que han patrocinado miles de SMS y correos electrónicos, en Alicante está ocurriendo otro tanto con la promoción a la alcaldía de Luis Díaz Alperi. Tanto Aguirre como Alperi aspiran a repetir sus mandatos, pero en el caso del segundo lo pretende incluso tras ser imputado en varios escándalos de corrupción. Alperi es una suerte de bastión pepista y rostro de hormigón armado. Ni siquiera el riesgo de una apoplejía afloja su aferramiento al poder y, con él, su posible parapeto judicial ante sus atribuibles desmanes. Unos desmanes obedeciendo a presuntas complicidades y otros perjuicios públicos derivados de su inhibición. Alicante, dotada de extraordinarias potencialidades urbanísticas, se encuentra actualmente entre las ciudades españolas mejor situadas en la negra lista de la suciedad, la delincuencia y el desorden ciudadano. El lema de la campaña de Alperi fue y sigue siendo "Confianza en el futuro", pero los usuarios de móviles y los internautas han descompuesto la frase en "Con fianza en el futuro", un surtido de múltiples fianzas que le harían falta para salir del racimo de procedimientos que pueden venirle encima.

En cuanto a Esperanza Aguirre la ironía obtenida de su orgullosa publicidad es aún más completa. La enfatización de "su" Madrid dice "Espejo de lo que somos" y la picaresca, empleando el mismo método de Alperi, ha descompuesto la sentencia en "Espe jode lo que somos". Tenía que pasar una cosa así. Los de discurso avieso terminan envenenados al morderse su propia lengua, los lenguaraces caen en desatinos más pronto que tarde. Los electores que acaso no hablan demasiado en las urnas han aprendido, sin embargo, a silenciar la boca de los más vacuos. La anticensura en la red, que dio lugar al barullo del portal Diggs hace un par de días, se manifiesta aquí y allá, por todas partes y cada vez más. Puede que las manifestaciones urbanas no hayan perdido sentido pero el futuro se va instalando en el ensordecedor silencio de la red. No serán las calles quienes protestan sino un universo tan patente y acechante como el que parpadea en millones de pantallas. El ojo del poder que nos amedrentaba con su práctica de vigilar y castigar se invierte en el ojo de la ciudadanía que se junta y se dilata en un circuito total que apresa y estrangula al prócer. ¿Todavía puede dudarse de que una acción política de posibilidades inéditas se está creando espontáneamente, biológicamente, orgánicamente, en una explosión atómica y sin confïn?

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4 de mayo de 2007
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Esperando al Séptimo de Caballería

No sé ustedes, pero yo he leído novelas de género toda la vida. Ciencia ficción, aventura, terror, fantástico, policial: me gustan todos por igual. Y al paso que vamos, imagino que seguiré leyendo esta clase de relatos –o incluso releyendo, ¿por qué no?- todo el tiempo que pueda, mientras el cuerpo aguante.

Me he quedado enganchado con los géneros, presumo, porque me posibilitaron el disfrute inicial de la literatura y del cine: nuestras primeras andanzas en el territorio de la imaginación están signadas por esta clase de relatos, desde los cuentos de hadas a Julio Verne, de Batman a Stephen King, de Hans Christian Andersen a La Odisea. La mayor parte de la gente crece y evoluciona hacia otros rumbos, pero evidentemente no es mi caso. Yo he probado y probaré suerte con otras formas del relato, pero en el fondo mi corazón sigue latiendo por el primer amor. Nada me gusta más que las novelas de género. (¡Y si mezclan más de uno a la vez, todavía mejor!)

Pensaba en estas cosas leyendo El libro de los géneros de Elvio E. Gandolfo. Me lo compré por el tema, claro, pero también por el enorme respeto que le tengo a Elvio, que es uno de los pocos periodistas y críticos literarios del Río de la Plata a quien me complace leer. (También me gusta en su faceta de escritor: no se pierdan La reina de las nieves.) El libro es una recopilación de artículos y prólogos que Elvio ha ido publicando sobre la cuestión y sobre los autores del género en las últimas décadas: hay piezas sobre Philip K. Dick, los policiales negros de la Argentina, Stephen King, Frankenstein, John Carpenter y Alien, por ejemplo, y realmente vale la pena. Leyéndolo advertí hasta qué punto encuentro un alma gemela en Elvio: como él me volví fanático de la ciencia ficción en la más tierna adolescencia (gracias a Dios y a Paco Porrúa por la existencia de la colección Minotauro: Bradbury, Dick, Ballard, Lovecraft…), y como él aprendí inglés para acceder a aquellos textos que nadie editaba en español. (Uno de mis primeros libros en ese idioma fue The Silmarillion, de J. R. R. Tolkien.)

Cuando Gandolfo habla de géneros, se refiere a “lo que la mayoría de los estudios universitarios llama géneros menores: policial, ciencia ficción, terror”, distinguiéndolos de los géneros mayores: novela, poesía y ensayo, a los que prefiere denominar formas. Elvio valora los géneros porque nos rescatan como el Séptimo de Caballería “en el preciso momento en que el lector en general está por morirse de aburrimiento”. Y además señala que todo autor disruptor ha tenido firmes vínculos con géneros “menores”, mencionando como ejemplos a Cervantes, Arlt, Dostoievski, Balzac y Shakespeare. (Yo añadiría a Dickens, Conrad, Vonnegut, Amis, McEwan y Murakami, para ampliar el panorama.) Subraya el hecho de que en los Estados Unidos, “el país que prácticamente los ha creado”, la convivencia de los géneros “menores” con la gran literatura es naturalísima. (Me muero de ganas de leer la novela nueva de Michael Chabon, The Yiddish Policemen’s Union, que mezcla Chandler con el Dick de El hombre en el castillo.) Aunque me dejó con ganas de oírlo elaborar sobre las razones por las cuales los más grandes escritores de Argentina y también de Latinoamérica recurren con tanta frecuencia al género fantástico: además del mencionado Arlt están Horacio Quiroga, y Borges, y Bioy Casares, y Cortázar, y Abelardo Castillo, y García Márquez…

A veces me pregunto si todo el camino que he hecho y sigo haciendo no es una preparación para sumergirme de lleno en la novelística de género. Contrariamente a la mayoría del gremio, que aunque incursione en los géneros aspira a consagrarse como autores “de verdad”, yo sueño con despojarme de todas las pretensiones académicas para crear al menos uno de esos personajes –un Sandokán, un Corto Maltés, un Eternauta- que siguen viviendo en la imaginación de la gente aunque su creador ya no exista.

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4 de mayo de 2007
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I. LA VELOCIDAD DE NUESTRAS VIDAS

Será porque he pasado la frontera de los 60 años que a veces me sobresalto pensando que el tiempo va mucho más de prisa que antes. En mi infancia el tiempo lo medía en días. Tardaba en llegar la hora del almuerzo, y aún más en que llegara la noche. En la adolescencia, la medida era la semana. Tardaba en que llegara el sábado. En la universidad, la medida era el año. Cada curso aprobado duraba un año, y terminar la carrera, una eternidad. Buena parte de mi vida, de las más intensas, está contenida en esos cinco años universitarios; es como si hubieran sido 50.

Ahora he llegado a contar el tiempo por décadas, pues pasa de manera tan rápida que ya no me basta el término de los años. Y si antes la Navidad era una fecha colocada en la lejanía, y que se acercaba a pasos de tortuga, hoy es un vicio repetido del calendario. Siempre está allí, volviendo sin haber terminado de irse. Pero alguien me ha dicho que la aceleración del tiempo en mi cabeza no es asunto de la edad, sino de algo que se llama la Resonancia Schumann. Y como me atraen las explicaciones que nos envuelven como un manto sobrenatural, y nos hacen elevar la cabeza hacia las estrellas, o poner el oído al ruido de las bielas que mueven al planeta Tierra sobre su eje, me he metido a leer sobre la tal Resonancia Schumann. A ver si he entendido.

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4 de mayo de 2007
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El vendedor de sepulturas

-Buenos días, he venido a avisarle que usted va a morir.

Considerando la magnitud de la noticia, el hombre frente a mí parece demasiado sonriente. Me pregunto si es uno de esos predicadores de puerta en puerta que consideran que la muerte es una “buena nueva”. Pero su aire es más bien el de un vendedor de aspiradoras: lleva el pelo engominado, blanqueador en los dientes y el pie en guardia por si necesita bloquear la puerta antes de que le dé en las narices.

-Gracias por la información –respondo-. Lo tomaré en cuenta.

-Eso espero –me dice sin darme tiempo a cerrar-. Porque nadie parece estar al corriente de algo tan simple e inevitable. La gente vive como si no fuese a morir. En fin. Me llamo Namor Adenip y soy vendedor de nichos.

Me extiende una mano reluciente de sudor y codicia.

-¿Nos conocemos? –le pregunto.

-No lo creo. Antes era abogado, pero ahora me dedico a esto. Es más rentable.

-Claro.

-Bueno, vayamos al grano. ¿Qué previsiones está tomando para su muerte?

-Pues, en realidad...

-Me lo imaginaba. Ninguna. ¿Verdad? Pensando siempre en el presente. Maltratando su cuerpo sin meditar la consecuencias. Sí. Conozco a los de su tipo. Un día estiran la pata y ¿quién se tiene que hacer cargo? La viuda, la madre, la hermana. Todas esas personas que sufren por usted, y además, de propina, tienen que hacerse cargo de su irresponsabilidad. De verdad, qué egoísmo tan repugnante. Me da usted asco.

-Lo siento, yo...

-Ahora que se acaba de casar, podría usted pensar en los demás un poco.

-¿Cómo sabe que...

-Leo su blog. Pero no me cambie de tema. Afortunadamente, he llegado para solucionar su problema. Le voy a garantizar una muerte por todo lo alto.

-Gracias... ¿Gracias?

-Tenemos féretros climatizados con música ambiental que usted puede seleccionar a voluntad. ¿Le gusta el Réquiem de Mozart o prefiere los Red Hot Chili Peppers? Sea cual sea, prepárese para oírlo durante toda la eternidad.

-No sé yo si...

-Y su nicho en el cementerio, bajo la sombra de un sauce, como Dios manda. Ceremonia funeraria en sistema dolby surround y -esto es lo mejor- 14 plañideras dispuestas a llorar a moco tendido durante las exequias. Son plañideras profesionales. Después de un rato, toda la concurrencia está llorando. Eso mejora mucho la recordación del fenecido ¿Y todo por cuánto dinero? ¿Ah? Por la módica suma de cinco euros mensuales durante el resto de su vida, dure cuanto dure. Si se muere hoy mismo, habrá asegurado una muerte de lujo por sólo cinco euros. Increíble ¿Verdad? Firme aquí.

-¿Ahora? Es que es un poco violento...   

-Bueno, claro. También puede abandonar a su viuda con el dolor y la carga de ocuparse de sus restos mortales. Eso sí, ruegue por no terminar en una fosa común. Usted decide si prefiere pudrirse ahí, en la promiscuidad de todos esos cadáveres sin nombre. 

-Bueno, nunca lo había visto así.

-No me lo agradezca. Limítese a firmar. Eso es, muy bien. Sumando tasas, impuestos y seguro, su prima asciende a 205 euros al mes. Pero ahora vive con la garantía de una muerte decente y agradable. Felicidades.

Me despido del vendedor y regreso a mi cuarto con la sensación de haber pensado en el futuro y hecho lo correcto. Mientras trato de descansar, recuerdo que mi equipo de música es una porquería, y por cierto, que no tengo aire acondicionado en casa. De hecho, tampoco tengo amigos suficientes para llenar un funeral medianamente decoroso. Empiezo a soñar con mi dolby surround, mi climatización y mis plañideras. Me pregunto si puedo mudarme a mi féretro desde antes de su inauguración oficial, como para irme aclimatando.

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4 de mayo de 2007
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PROSAICOS/ POÉTICOS

Unos días sin Internet, sin Boomeran(g), sin primavera y sin corte inglés. No estuvo mal mientras duró. En el campo y desconectado, un respiro. Eso sí, me escapé un día, el domingo, a la civilización. Bueno exactamente a Valladolid y en su Feria del Libro. Tampoco estuvo mal. Un encuentro con un prosista, uno de los mejores, Luis Landero. Una charla con lectores, curiosos, paseantes y algunos poco avisados ciudadanos que pasaron por aquella carpa en la hora justa en que la charla debería comenzar. Apenas hablamos de su última novela, por deferencia del autor a tantos que no habrían tenido oportunidad de leerla. Solo puso una condición el afable Landero a la encantadora responsable de las actividades de la feria, la letraherida vallisoletana Begoña Orellana, para que su “actuación” pudiera comenzar: tener güisqui en la mesa. Yo, que soy tan fácil en éstas y otras cuestiones, naturalmente imité y aplaudí la petición. Hicimos nuestro homenaje al recordado y admirado Nabokov, que le pidió lo mismo a Benard Pívot. Hablamos con güisqui, con risas, con desprejuicio y en público. Es posible que sin los güisquis no nos hubiéramos atrevido a repasar algunos “polvos” tristes de la historia de la literatura. ¿Era correcto hablar en público lo que hablamos en privado? ¿Es razonable decir en voz alta lo que se dice en la baja voz, y precisa voz, de la letra escrita? Hubo regocijo, caras alegres, risas… y también, lo pude percibir desde el pequeño estrado, desde el segundo güisqui, caras serias y más o menos discretas huidas de la carpa. Nunca fuimos muy atrevidos. Somos ahora, desde hace tiempo, mucho más mojigatos y cuidadosos que los charlistas de antaño. También menos osados que los prosistas, menos que los poetas.

Recordé aquellas coplas de Góngora, aquellas letrillas que nos hablaban de algunas mujeres de su tiempo: “En Valencia muy preñada/ y muy doncella en Madrid,/ cebolla en Valladolid/ y en Toledo mermelada…”. Muy bien las cantó Paco Ibáñez. Y no era la más atrevida de esas que escribieran Góngora, sacerdote, jugador, enemigo e insultador de Quevedo. Capaz de la seriedad, de la profundidad de Las soledades y autor de muchas sátiras, panfletos, coplillas y chuflas en público o en privado. Ahora, decimos cuatro cosas sobre amores físicos y casi pedimos perdón. Somos unos pacatos.

Y de esas prosas, a encontrarme el blog lleno de poesía. ¿Y qué digo yo? Pues nada, leer y seguir. Amigo poeta, como ya habrás leído el libro de Rilke a un joven poeta, no tengo consejos que puedan valer. Admiro mucho a los poetas. Sois muy vuestros. Sois como niños, una envidia. Algunos como niños muy mayores. Otro como niños muy vanidosos. Otros como esos que describía mi admirado Lec: “Los poetas son como los niños: cuando están sentados en su escritorio, no tocan la tierra con los pies”. No está mal. Yo ya llevo horas pisando tierra y charcos.

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3 de mayo de 2007
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El Boomeran(g)
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