Basilio Baltasar
Günter Grass adopta una distinción sin la que no podría atreverse a pelar la cebolla de su larga vida, pues entre el recuerdo y la memoria finalmente cumplida media la voluntad de ser, la terca y orgullosa voluntad de saber qué fue, pese a todo, lo que ocurrió mientras vivimos. No a nuestro alrededor, tan solo, sino en uno mismo. Estancia a veces tan velada.
No en balde la escritura es el más decidido acto de la conciencia y ésta noble actividad de la mente, la única fuente de certeza razonable sobre el enigma del yo en el vasto océano del tiempo pasado.
Ser un severo observador de sí mismo y prestar a tu país la oportunidad de contemplarse a través de un ciudadano audaz, atrevido, inmisericorde.
Simultáneamente, mientras Grass presenta en Madrid su autobiografía, Pelando la cebolla (Alfaguara), la editorial Taurus publica las memorias de Joachim Fest, Yo no. El testimonio de la resistencia de su familia ante el acoso de los jerarcas nazis.
El historiador y periodista alemán, fallecido el año pasado, autor de la más completa biografía de Hitler, comienza su relato declarando “me he propuesto recordar”. Un nuevo gesto de la ejemplar voluntad desplegada por ilustres alemanes capaces de enfrentarse al vergonzoso pasado de su país.
Los dos libros, el de Grass y el de Fest, contrastan con la tacaña y miope cobardía española, tan reacia a juzgarse como a comprenderse. Escondida aún tras los supuestos logros de la glorificada Transición política. Un pacto que poco a poco, sobre todo desde la renovada y flagrante negativa de amplios sectores de la población a exhumar los cuerpos de los fusilados y enterrados furtivamente ¡en 1936!, se revela como un vulgar juramento de castas empeñadas en poner a buen recaudo sus propios secretos familiares.