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EL CASO BETANCOURT

Colombia cocina el primer fracaso de Nicolas Sarkozy. El nuevo presidente francés recibe, en su tercer día en el poder, a la familia de Ingrid Betancourt, ex-candidata ecologista a la presidencia colombiana, secuestrada por las Farc en Colombia, el 22 de febrero de 2002. La entrevista con la familia se produce antes del primer consejo de ministros del nuevo gobierno. No hay manera de ignorar el compromiso de Sarkozy: quiere a Ingrid Betancourt libre.

Ayer jueves, Sarkozy habló media hora con Álvaro Uribe, el presidente colombiano, para decir lo mismo: está “determinado a conseguir el retorno de Ingrid Betancourt”. Ella es una franco-colombiana (tiene la doble nacionalidad) que ocupa un espacio permanente en la prensa francesa. Todos los candidatos a la reciente elección presidencial tuvieron que comprometerse sobre su destino. Hubo actos para recordar el secuestro de Betancourt en muchas ciudades. Ser periodista en Francia significa tener un buzón electrónico lleno de mensajes del comité de apoyo a la víctima de las Farc. El trabajo militante de su familia y de sus amigos no se detiene nunca. Los franceses no saben nada de Colombia pero todos conocen Ingrid Betancourt.

La huida esta semana del policía colombiano John Frank Pinchao, otro rehén de las Farc que se escapó después de casi nueve años de detención, fue noticia de primera página en Francia, pues el pobre había convivido más de dos años con Betancourt y fue capaz de entregar noticias sobre la ex candidata. Lo que dijo fue un encanto para los franceses. Habló de una mujer fuerte, que intentó escaparse varias veces a pesar de momentos de tristeza .

Lo de Pinchao es un evento inesperado. Obliga a Sarkozy a respetar su compromiso de candidato: hará todo lo posible para sacar a Betancourt de la selva. Pero no se puede olvidar lo que ocurrió con Dominique de Villepin, el primer ministro francés que se fue ayer: intentó hacer una negociación secreta con las Farc y llegó a creer tanto en su éxito que mandó un avión a Brasil, a la frontera de Colombia para recuperar a Betancourt. Al final, no hubo liberación sino una crisis en el gobierno francés: los ministros de relaciones exteriores, de defensa, y hasta el presidente de la República no estaban al tanto de lo que hacía Villepin. Para toda la prensa fue un payaso metido en una guerra.

Lo de Pinchao es un milagro, los colombianos lo saben. Y milagros, con las Farc, hay pocos. Por eso, al viajar de vez en cuando a Colombia, tengo una sensación extraña en Francia. Allá, Ingrid Betancourt es un rehén más (un rehén un poco culpable, pues oí muchas veces el cuento de su falta de prudencia por razones de publicidad política el día de su detención). Aquí, Ingrid Betancourt es una figura heroica, un caso urgente, conocido por todos. Y entre allá y aquí Sarkozy acaba de comprometerse para conseguir lo imposible: un gesto de humanidad de una guerrilla que vive del secuestro y del narcotráfico.

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18 de mayo de 2007
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Educando al genio

Adivina, adivinanza: ¿quién es el miembro más holgazán de todas las familias, el que no hace más que comer y dormir sin producir ni trabajar por los demás, el que berrea a cada capricho como si todo estuviesen obligados a atenderlo sin chistar? Así es, han adivinado: el niño.

A lo largo de toda la historia universal, ese pequeño parásito ha hecho de las suyas aprovechándose del candor de sus mayores. Y esto no es temporal. El muy canalla suele permanecer unos veinte años –a menudo más- colgado de la teta familiar, exigiendo pero nunca ofreciendo nada a esa pequeña sociedad que son sus parientes y, para colmo, culpándolos de sus propios defectos y deformidades. Como si fuera poco, las teorías psicológicas modernas, con la excusa de que los chicos “se expresen”, les permiten dar su opinión y dejar de comerse la comida. En algunos países, esos pequeños degenerados pueden incluso denunciar penalmente a sus sufridos progenitores. 

Padres de familia, ha llegado la hora de decir basta. Ha llegado el momento de detener la dictadura de los enanos. Ha llegado el tiempo de dejarles claro quién manda aquí. El programa educativo que propongo se basa en tres sencillos aspectos.

1. El entorno. ¿Cómo vamos a cambiar a los niños si se pasan el día rodeados de otros niños? Bajo su apariencia inocente, los compañeritos de su hijo esconden una grave amenaza. Se pasan el día inculcándoles ideas subversivas sobre el mundo y mostrándoles los juguetes que sus padres les han comprado. Además, tampoco trabajan. Una educación diferente pasa por limitar el acceso de los niños a otros niños. En adelante, en vez de llevarlos al colegio, lo mejor será llevarlos a la oficina para que se familiaricen con la vida que les espera y se acostumbren al trato con los adultos. Evidentemente, al principio no serán capaces de hacer todo el trabajo por sí mismos, pero sí que pueden empezar por sacar fotocopias –cualquier niño de seis años tiene ya las habilidades psicomotoras que hacen falta- y llevar café o mensajes de un lado a otro. Además, alegran el entorno laboral con su simpatía y naturalidad. Nomás hay que evitar que hagan caquita en la oficina del jefe.   

2. Los estímulos culturales. Los colegios suelen practicar la nefasta política educativa de hacer que los niños lean y dibujen. Pésimo. Si se dedican sólo a perder el tiempo, nunca se convertirán en elementos productivos de la sociedad. Las lecturas sugeridas en la infancia deben limitarse, pues, a libros de economía y derecho. Es recomendable comenzar por tratados de Milton Friedman y el código mercantil, que siempre es una lectura entretenida y provechosa. En cuanto a películas y juegos de video, los justos, y sólo aquellos en que el protagonista tenga la posibilidad de ejecutar masivamente a grupos sociales con un fusil y/o artillería ligera. Eso les enseñará a valerse por sí mismos y ser funcionales en un mundo cada día más competitivo.

3. Las relaciones sociales. Los niños tienen una tendencia congénita a relacionarse en función de la simpatía que les despierten los demás niños, sin tomar en cuenta factores fundamentales como la prosperidad o la conveniencia de sus amistades. Los adultos deben contrarrestar esa tendencia ayudándolos a crear redes sociales que previsiblemente sean útiles durante su adultez: en primer lugar, hijos de políticos o empresarios con dinero. Si el niño persiste en hacerse amigo de gente pobre o sin influencias, es necesario decirle: “usha, niño, eso no se toca.” Un paso a tiempo en ese sentido le ahorrará un errático deambular por la hermética sociedad de los adultos.

Todos estos pasos no sólo redundarán en beneficio de su prole, sino también de usted como padre y como ciudadano. Recuerde que las pensiones de jubilación son siempre inestables, y que su manutención durante la tercera estará en manos de sus descendientes. En otras palabras, cada hijo es una inversión en su futuro. Sea responsable: cuídelo.         

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18 de mayo de 2007
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INMORTALES

Algún día de éstos, mejor alguna noche, hablaré de esa resistencia contra la muerte de algunos semejantes, de tozudos que pretenden enfrentarse a la historia, al pasado, al presente y al futuro. Todos pierden. Todos son derrotados, todos burlados y sin embargo tienen seguidores, crean adicción, hacen escuela y tienen acólitos. Hay muchos entre nosotros que les gustaría alargar su vida, vivir eternamente… incluso hay algunos que no les importaría tener otra vida, aunque fuera eterna. Otra vida, que transcurra, por ejemplo,  en un espacio tan inconcreto como el llamado paraíso.

La sola idea de la inmortalidad me da pavor. No importa, no tenemos ni esos miedos, ni esa fe. Pero la pesadilla de la duración sin fin es aterradora. Incluso una vida larga, quiero decir la muy larga, también me hace crecer las dudas, los escepticismos, los rechazos. Creo, que si las estadísticas tienen algún crédito, hace pocos años pasé la envidiable etapa nel mezzo de la vita. Ya estoy pasado de esa equilibrada mitad. Creo. Al menos hasta hace unos meses he fumado más de lo placentero, bebo -sin conducir después- más de lo aconsejable, mis deportes son más imaginarios y deseados que reales, paso muchas horas leyendo, algunas escribiendo y otras en asuntos privados, algunas veces placenteros y otras simplemente privados. Es decir que no debo tener los peligros de una vida centenaria. Sería demasiado.

Todo esto lo pienso después de haber celebrado el 103 cumpleaños de Pepín Bello, el amigo que hizo posible la unión de tres contrarios, de tres raros que estaban entre la genialidad, la banalidad y el desconcierto, Buñuel, Lorca y Dalí. Fue Pepín Bello, su amigo de la Residencia de Estudiantes, el que hizo posible esta unión de contrarios. Pepín -elegancia, educación, buen humor y pocas ganas de agotarse con obras o trabajos- es el superviviente mayor de la cultura española. La foto de la generación del 27 la hizo él. La idea del surrealismo cinematográfico de Buñuel, de algunas pinturas de Dalí, de algunos poemas o creaciones de Lorca surgieron de una imaginación tan libre que el niño, el adolescente, el joven, el maduro y el anciano Pepín Bello se sigue manteniendo aunque pasen 103 años. Dice Vila Matas que Pepín Bello- uno de sus personajes de Bartleby y compañía -pero un personaje vivo y contrastable, un personaje que conoció el otro día, es así de eterno porque todavía sigue siendo aquel joven. Aquel que sigue haciendo el bachiller. Aquel chico que tiene que divertirse con sus amigos o su imaginación cada día. Y eso te mantiene mucho tiempo sin envejecer. No tengo claro que quiera esa eternidad de 103 años. Con un Pepín en nuestra vida ya estamos contentos. Viva Pepín. Y nosotros, lo que nos toque, pero no una eternidad.

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18 de mayo de 2007
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LA SEDUCCIÓN

(EN EL AUTORRETRATO Y MEDIANTE EL ESPEJO SE TRATA DE LOGRAR UNA ESTAMPA DE SEDUCCIÓN. JUGANDO CON EL ESPEJO. PERO EL TRUCO DE LA SEDUCCIÓN, SEGÚN GRACIÁN, SE ENCUENTRA EN “EL DESPEJO”).

La buena apariencia no es imposible de alcanzar pero ¿cómo se logra la seducción? Nada es más indeterminable que el efecto seductor. Puede decirse que la misma indeterminación constituye la clave de la seducción misma, la causa de su mayor poder.

La indeterminación de las cualidades del seductor las condensaba Baltasar Gracián en El héroe dentro del concepto que atribuía a la palabra  “despejo” (¿sin espejo? ¿fuera del espejo? ¿despejado?). “El despejo –no el espejo, el no/espejo- consistiría en “una cierta airosidad, una indecible gallardía tanto en el decir como en el hacer y hasta en el discurrir”.

El encanto del seductor se hallaría en ESTE VACÍO, en esta holgura que daría ocasión para que se plasmaran especularmente en él, sin reflejar el truco, las particularidades de la ocasión y, sobre todo, las determinaciones del seducido. El seductor ofrece un precioso aforo que cada cual puede llenar con lo mejor que desee, de acuerdo a la oportunidad y las conveniencias. El seductor encarna el aura de un mago, pero extrañamente presente en la trama real.

Gracián consideraba la seducción como la condición esencial para gobernar, alternativa al carisma que implica una autoridad fundada sobre cualidades inherentes al jefe, pero también alternativa al consenso que presupone un conjunto de creencias compartidas por la mayoría.

OJO: La seducción sería autosupresión de la identidad del poder y repetición simultánea de la identidad de los seducidos. La lógica de la seducción debe entenderse como solidaria al proceso de desrealización en que se apoya el mundo barroco donde todo se convierte en símbolo. Y también no es casual que simulacro y seducción aparezcan unidos.

En 1630, unos años antes de El héroe de Gracián se publicó El burlador de Sevilla y convidado de piedra de Tirso de Molina. Si se compara a Don Juan con el héroe de Gracián la diferencia es absoluta. El Don Juan de Tirso es un granuja que consigue sus propósitos haciéndose pasar por otro o mediante falsas promesas de matrimonio. Así son todos los Don Juanes, de Zorrilla o de Molière. Sin embargo, en el personaje del Convidado de Piedra se ejemplariza la seducción.

Don Juan acude a la segunda cena, a la que invita el Comendador- el Convidado de Piedra- siendo éste un espectro pero arriesgándose a su venganza mortal.  A pesar de ello ¿cómo es que Don Juan comparece para cenar? La explicación se halla en el irresistible atractivo que posee para él. El  Comendador, figura menor, opera como el auténtico seductor. La parte final del drama, la invitación del Convidado de Piedra a la cena, considerada como un agregado moralizante, contiene la muestra de una seducción. La explicación a esta paradoja debe buscarse en LA VIRTUD JESUÍTICO BARROCA de la indiferencia. El Convidado de Piedra es precisamente un modelo inaccesible de indiferencia. “Es un hombre temible –dice el criado de Don Juan-, él es de piedra y tú eres de carne”.

Los éxitos de Don Juan fueron obtenidos con mentiras mientras el éxito del Convidado de Piedra reposa en la atracción de su mágico vacío. La lógica de la seducción se impone a todas las subjetividades. De ahí el gran poder de seducción de los objetos, de las personas que, como los objetos, nos ignoran. El objeto es indiferente a nuestro deseo y el deseo se potencia mediante la irrefrenable imantación de su seducción.

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18 de mayo de 2007
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Grand Jacques

En las últimas semanas me he puesto un tanto francófilo, por razones que –a Dios gracias- nada tienen que ver con monsieur Sarkozy. Las fichas fueron apilándose por azar. Empecé robándole a Piñeyro unas cuantas películas de Jean-Pierre Melville, en la esperanza de que me proporcionasen referencia para un guión que debía escribir. Después fui a ver al cine la biografía de la Piaf, que aquí bautizaron La vie en rose aunque habría sido más apropiado que la retitulasen La vie en noir: qué cantante más increíble y qué vida más triste. Pero el verdadero culpable de mi actual francofilia es, sin duda alguna, Jacques Brel. Me compré un CD de viejos éxitos porque quería tener la versión original de Ne me quitte pas, y desde entonces no puedo oír otra cosa.

Si Brel fuese tan sólo su celebrada Ne me quitte pas sería suficiente. Se trata de una de las más bellas canciones de amor jamás escritas. Una melodía inolvidable y un poema que alude, a la vez, a las emociones más arrebatadas (“Yo te inventaré / Palabras imposibles / Que tú comprenderás”) y a los dolores más hondos que puede entrañar un mismo amor. Buceando en un blog que comentaba sus canciones, descubrí que alguien quería desmarcarse de Ne me quitte pas por considerar que pintaba al amor como un sentimiento de sumisión, y por ende de anulación personal. Al menos en mi experiencia, cuanto más sublime es el amor, más deseo tenemos de olvidarnos de nosotros mismos para convertirnos en un apéndice de la persona amada, en la sombra de tu sombra / la sombra de tu mano / la sombra de tu perro. A fin de cuentas, la canción se llama No me abandones. Cuando uno se ve arrastrado por pasiones semejantes, cuando uno se descubre dispuesto a condenarse por el oro de una palabra de amor –como canta en La Quete, su versión de una de las canciones de El hombre de La Mancha-, la pérdida de la persona amada entraña peligro de muerte para la identidad propia… nos guste o no.

Pero Brel es mucho más que su canción más famosa. Para empezar es una voz: de una convicción inigualable, histriónica, de esas gargantas brillantes que resuenan como bronces aun cuando la orquesta se queda muda. Es, además, un perfecto cultor de ese género de canciones que sólo a los franceses les salen bien: las más románticas, las más tristes y las más alegres al mismo tiempo. (En estos días tengo pegada Les bourgeois, por ejemplo: me mata la mezcla de la melodía que suena a canción de borrachos con la letra de fina ironía, de elegancia impiadosa.) Pero por sobre todo es un poeta increíble. Hace mucho que no encontraba canciones con versos semejantes –en ningún idioma.

Mi pobre comprensión de la lengua me impide torturarlos aquí con una pésima traducción. Pero créanme cuando les digo que mi brelmanía es fundada. Retomaría mis estudios del francés tan sólo para entender mejor sus poemas. Y como prueba final me lanzaría a cantar, ¡tratando de no enredarme!, el endemoniado Valse a Mille Temps.

Y eso que sólo conozco las canciones del CD recopilatorio. O sea que me quedan muchísimas canciones de Brel por descubrir: a eso le llamo yo una perspectiva de felicidad segura.

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18 de mayo de 2007
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VICIOS VIRTUALES

Usted se puede pasar a vivir a un edificio de apartamentos en la ciudad del vicio, previo pago mediante su tarjeta de crédito, y en lugar de ciudadano se convierte en avatar. Así ocurre en la ciudad virtual del sitio Second Life, donde todo parece ser cierto bajo las reglas paralelas de los mundos que existen pero no se tocan, una ciudad de los sentidos que nace del pulso de los dedos. Y los avatares pueden allí hacer posibles sus peores fantasías: unos convertirse en adultos abusadores sexuales de niños y adolescentes, y otros, hacer el papel de niños y adolescentes abusados.

Un juego recíproco de perversión en el que un correcto caballero funcionario de banco puede volverse, dentro del gabinete donde tiene instalado su ordenador, en un niño víctima de los acosos de su padrastro, que bien puede ser una dama que regresa de su sesión de ejercicios aeróbicos, y se sienta frente al teclado aún antes de tomar la ducha. Un juego de máscaras, y de espejos, donde todo se vale. Sexo contra natura, sexo oral, golpes y flagelos, violaciones y estupros, todo entre pervertidos informáticos.

En Alemania, la fiscalía se ha decidido a perseguir a los culpables de este aquelarre múltiple, según leemos, pero el asunto es que se trata de aberraciones de la conciencia, en las que el cuerpo no interviene, a menos que el cuerpo virtual sea tomado como real. Travestís de mentira, mujeres maduras que se visten de colegialas, señores respetables transfigurados en niñas que aprietan su osito de peluche mientras esperan la llegada nocturna del abusador. La segunda vida en la ciudad imaginada de los pecados capitales.

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18 de mayo de 2007
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LA EXPRESIÓN

La expresión hace inevitable alusión a un acto de entrega o comunicación. En el periodismo se confunde la libertad de expresión con la libertad de información puesto que ambas se cruzan en el ejercicio de la comunicación.

La expresión no siempre irá dirigida a ofrecer voluntariamente algo de nosotros puesto que, a veces, esa parte de nosotros que recibe el espectador  procede de una disgregación involuntaria. Expresándonos, declarándonos plásticamente, parece que ganamos en la afirmación de nuestra identidad pero, como se sabe, a menudo, la expresividad nos pierde. Y también aquello que los demás obtienen de nosotros a través del gesto o la gesticulación no es una donación sino un hurto o un negligente regalo. No deseamos, por ejemplo, exponernos, extravertirnos, expresarnos ahora, pero nuestra lasitud deja escapar una información que puede servir al otro tanto como subordinarnos a él o perjudicarnos ante muchos.

La misma expresión infeliz, un descuidado rictus de amargura, nos estropea tanto socialmente como individualmente. Nos infligimos daño a partir de la expresión del daño tanto como se dice, en el extremo, que no lloramos porque estamos tristes sino que estamos tristes –o más tristes- porque lloramos.

Siempre en el fondo de una desdicha extraordinaria hay un extraño punto de alegría como al fondo de cada gran alegría asoma un regusto de tristeza. Estos pares secretos indican de qué modo ni la felicidad ni la infelicidad son unívocas y cómo las expresiones recogen al cabo de los años este panaché sentimental.

La expresión asombrada y manifiesta en buen número de los retratos da cuenta, a la vez, de la extrañeza del pintor sobre su imagen y de la imagen respecto al mundo que la ve. Una vez que el pintor realiza su autorretrato, el autorretrato actúa como una expresión incompleta que no acaba su significado hasta saber que se trata de una expresión sobre sí. Una autoexpresión narcisista puesto que aspira a ser contemplada pero también, en el desorden de la creación, una expresión no controlada puesto que por definición no existe la posibilidad de una obra de arte plenamente dirigida.

Cada obra que se exhibe ante el público autoriza su manipulación, su descuartizamiento, su rechazo, su reinvención, su azar. Cada expresión personal repite también este azar en la  constante aventura de la comunicación. No nos expresamos nunca a solas por solos que estemos ni hablamos en silencio por callados, por más empeño que pongamos en cerrar la boca.  La expresión gestual, oral, enmudecida, es un factor adicional, una información añadida para los demás y para nosotros simultáneamente.

Del último retrato despiadado que Lucien Freud hace de sí mismo se deduce la ocasión de compadecerlo. Su impiedad propicia la piedad. La crueldad contra uno mismo ahorra la crueldad ajena y despierta en el que fuera indiferente un posible afecto. En el fondo del dolor hay un lecho de dulzura y en el suelo de la dulzura luce un dolor. “Me corrompe su dulzura” decía una de Las Criadas de Genet refiriéndose a su ama. Lo dulce tiende fácilmente a lo agrio, como lo bello a lo siniestro.

En la dificultad de la existencia conformamos parte de nuestra apariencia. Nos conformamos –literalmente nos tallamos el rostro- mediante las expresiones de todo género. Las arrugas más genuinas de un rostro son las arrugas de expresión y hasta la cosmética que se afana en borrar el paso del tiempo distingue delicadamente entre la arruga que afea y la arruga que nomina,  entre el tiempo como un estigma y el tiempo como un sello.  El lastre, en el primer caso, y el rostro en el segundo.

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17 de mayo de 2007
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Me narro, luego existo

Harold Bloom dice que los personajes de Shakespeare cambian cuando se oyen a sí mismos hablar: como si la formulación oral, este relato que los personajes hacen de sus circunstancias, fuese el comienzo del pasaje al acto, a la concreción de lo que hasta entonces sólo había sido cavilación –a la transformación de lo real.

Me acordé del asunto leyendo el nuevo libro de María Fasce, A nadie le gusta la soledad. (Cualquiera que titula un libro con una frase de Murakami tiene ya medio ganada la batalla por mi estima.) Los cuentos son muy diferentes entre sí, los protagonistas pueden ser hombres o mujeres, pero todos comparten esa intuición que me mandó de regreso a casa Bloom: la de que necesitamos contarnos a nosotros mismos, narrarnos, para empezar a creer que lo que nos está ocurriendo es verdadero.

" 'Mamá va a lavarse la cabeza' siguió Lucía sin mirar los osos cubiertos de espuma. Desde que Felipe había nacido, mucho antes de que pareciera entenderla, se había convertido en una relatora de sí misma. 'Ahora mamá se seca' ", dice la narradora de El gato. En esa madre que traduce sus acciones para beneficio del niño se resume uno de los impulsos más propios de la especie: el de contarnos para entendernos, y para que nos entiendan. Siempre pienso que la definición homo sapiens sapiens es más bien equívoca, porque no somos la única especie que razona y porque tampoco hacemos lo que se dice un gran uso de los silogismos que, según se presume, nos distinguen tanto; basta con mirar el estado del mundo para advertirlo. Yo prefiero pensar que somos homo narrandis o algo así, porque recién descubrimos que había algo valioso, digno y hasta encomiable en nosotros –las cavernas están llenas de pinturas sobre nuestras proezas iniciales- cuando empezamos a narrarnos.

Leer a Fasce es una experiencia placentera. Sus personajes siempre están en tránsito, lo cual es una forma de decir que nunca están del todo en ninguna parte: entre Argentina y Europa, entre una estación y otra –como el personaje del cortazariano El tren-, entre la deriva del navegante solitario y las demandas del amor y de la sangre. Gente más o menos común, que al escucharse contar su propia circunstancia –al convertirse en relatores de sí mismos, como la mamá de Felipe- empieza a sospechar que puede haber algo de extraordinario, y de irrepetible, en su por lo demás simple existencia.

La contratapa del libro asevera que, según Le Monde, la pluma de Fasce es “elegante y ligera”. Yo estoy por completo de acuerdo. Imagino que María debe haber dado un salto al leer esos adjetivos –le habrán parecido soñados-, y que un instante después, dado que comparte el humor seco y autodeprecatorio de sus personajes, debe haber comenzado a dudar de su propia existencia.

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17 de mayo de 2007
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LOS MALOS PAGAN LA CUENTA

Como en las viejas novelas latinoamericanas donde la selva pare personajes siniestros, señores y de horca y cuchillo, terratenientes despiadados, traficantes sin hígado, un hacendado de Anapú, en los confines del estado de Pará, la amazonía de Brasil, mandó a que unos sicarios asesinaran a una anciana monja misionera que trabajaba con campesinos pobres, ocupantes de tierras que el terrateniente alegaba eran suyas.

Son los momentos en que la realidad se comporta como a los novelistas no les gusta, es decir, de manera maniquea. El mal encarnado en Vitalmiro Bastos de Moura, el terrateniente, y el bien en Dorothy Strang, la monja. No hay matices. La noche del 12 de febrero de 2005, dos sicarios pagados por Vitalmiro emboscaron a la religiosa de 73 años cuando regresaba de una reunión con sus campesinos, y le pegaron seis tiros. Por aquel trabajo recibieron 24.000 dólares en recompensa.

Los terratenientes de la zona, que hay otros potentados cómplices del asesinato, acusaban a la monja de azuzar a los campesinos a tomarse tierras, y pusieron precio a su cabeza. En las historias sin matices los malos reciben siempre su merecido, y así ha ocurrido en ésta. Un tribunal de Belén acaba de condenar a Edelmiro a 30 años de cárcel, y los autores materiales y demás cómplices también han recibido sentencias. ¿Será entonces que la justicia aún existe?

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17 de mayo de 2007
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EL MAL GUSTO

Estuve en unos de los lugares con más concentración de ricos de Europa. Estuve en Marbella. Uno de los mejores climas del Mediterráneo, con hoteles de gran lujo, restaurantes de alto nivel, con las troteras y danzaderas más espectaculares del mundo, coches de alta gama, yates que parecen apartamentos duplex sobre el mar y con otros ritos del lujo que se ofrecen a precios tan desmesurados como insultantes o a precios de oportunidades por derribo.

Es Marbella una de las capitales mundiales de esconder el dinero oscuro. Es decir un lugar  que se desarrolla y crece por el dinero negro, por ser asiento y refugio de mafias y por seguir disputando la elección de ser la capital internacional de la especulación…y del mal gusto. Habrá en Marbella, los hay y yo conozco a algunos, ciudadanos con muy buen gusto. Residentes refinados, estables o visitantes. También habrá arte que merezca su nombre o bellezas que viven sin mostrarse. Me lo cuentan, lo creo.

Uno de los decoradores más elegantes, gustosos, refinados y modernos que conozco vive en Marbella. Hace décadas se trasladó a su apartamento céntrico, a sus 50 metros para vivir entre las ruinas de su buen gusto. Se llama Pepe Carleton, es de ascendencia inglesa, español de Tánger e inventor de una Marbella que ya-como le pasa con Tánger- solo existe en su imaginación. Lo que se puede ver al dar un paseo por la Marbella internacional, por la ciudad cosmopolita, por su famoso Puerto Banús, es de un mal gusto que no se justifica ni con los muchos metros de eslora de sus hermosos barcos de recreo.

¿Qué ha pasado con aquél estilo que hizo de este lugar un sitio de modernos, ricos y otras gentes del buen vivir?... Quizá es que nunca fue verdad. Nos dejamos deslumbrar porque paseaban por sus calles -dice Pepe Carleton- Audrey Hepburn y sus enamorados. O porque compraron casa Deborah Kerr y su último marido, el gran guionista y amigo de Jhon Huston, Peter Viertel. También porque era un lugar del Sur que le encantó al moderno y lúcido Jean Cocteau. El pueblo se gustaba en estas gentes que tenían estilo,  dinero y escaparate, pero también tenían secreto y vidas ocultas.

Cuando lo pequeño se hace grande, cuando el gusto se democratiza, cuando se hace popular, llega lo que Gillo Dorfles nos hizo llamar el kitsch. De ese material está edificada Marbella. Me alegro mucho haberme acercado a este mundo de ricos, de famosas tonadilleras, de horteras internacionales, de mafiosos en varias lenguas, de cuidadas calles con algunas de las más horrorosas muestras escultóricas del mundo. Marbella, tan divertido para muchos, tan agradable para algunos amigos que aquí se refugian. Tan cosmopolita, tan agraciada con el clima y tan desgraciada con sus gobernantes, es muy notable por ser uno de los más importantes museos vivos y mejor acabados en homenaje al mal gusto. Que sigue siendo un gusto muy necesario para poder comparar con algo otros gustos. Apenas le quedan del antiguo y sencillo buen gusto del pueblo de pescadores, una plaza -tomada por los paparazzis que buscan fotos en su afamado ayuntamiento- y unas cuántas calles típicas que hoy están llenas de tiendas de cualquier lugar. Una imitación con Visa Oro de aquellos poéticos pueblos de pescadores que ya sólo existen como parques temáticos de lo que una vez fue el buen gusto de los pueblos y pobladores del Mediterráneo. Esa es también una guerra perdida. No deja de ser un síntoma de estos tiempos, de estos gustos, que el tal Sarkozi cambiara sus días de descanso en monasterio en otros días en un yate de lujo y en sanas carreras deportivas con escoltas, sudores y camino sin reflexión a ninguna parte. Cualquier día le sigue en sus ejercicios espirituales el raro pensador Gluksmann, que lleva toda una gran carrera: 40 años de pensamiento débil y sin cambiar su peinado. Así sigue en el calor del ala izquierda de Sarkozy y con su pelo de paje, seguidor de los Monkees o así de raro.

Yo creo que las elecciones se ganan porque se tiene mal gusto. Porque se acierta con el gusto dominante. Que feliz regresar, dejar Marbella, dejar una de las ciudades más ricas de Occidente. Capital occidental del mal gusto. Aunque dándose una vuelta por el mundo -¡que no es para tanto!- se da uno cuenta que la batalla por la capitalidad del mal gusto está muy disputada.

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16 de mayo de 2007
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El Boomeran(g)
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