Sergio Ramírez
Esta semana, unos 60 viajeros clandestinos, la mayor parte ecuatorianos y chinos, viajaban a media noche hacinados en una lancha por el río Kukra en la costa del Caribe de Nicaragua, apenas una de las estaciones de su largo y penoso recorrido hacia México, cuando, de pronto, una banda de polleros, rivales de los que transportaban a los emigrantes, los embistió desde otra embarcación, con lo que cumplieron su designio de volcar la lancha, y todos los ocupantes cayeran al agua.
Una ecuatoriana llamada Dunia Guillén viajaba con su niña de cinco años, Katherine. Separadas en la caída, la buscó desesperadamente en las aguas oscuras del río hasta que dio con ella, y sosteniéndola por encima de su cabeza pidió ayuda a gritos para que agarraran a la niña. Algunos de los otros náufragos lograron llegar a ella y le quitaron a Katherine, logrando ponerla a salvo, pero la mujer no pudo luchar más, y se ahogó.
La policía logró rescatar el cadáver al día siguiente, y dispuso enterrarla en el cementerio ribereño de Kukra Hill, donde yacen ya otros emigrantes que han encontrado el sueño americano en el fondo del río. Mientras tanto, Katherine espera en uno de los hogares provisionales del ministerio de la Familia en Managua, que alguien le explique cuál será su destino.