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"Tags"

Me conecto a la revista Ñ (del diario argentino Clarín) y lo primero que veo son las «clave del día». En el momento de mi conexión: Harry Potter, Martin Amis, 250 reescrituras, Adolf Hitler, Alfaguara de novela, Alfiles de Leonardo, Ansiedad periodística, Antisemitismo nazi, Arte a domicilio.

Estas clave del día son los «tags», una palabra que tiene varios significados en español. En este caso no se trata de un «trastorno de ansiedad generalizada» sino de una «etiqueta», una palabra cuyo sentido se vincula de manera tan honda con un contenido que se utiliza en la búsqueda de su contenido. En el momento de mi conexión lo mejor era esta extraña mezcla de novelas para adolescentes y dictador nazi, ansiedad profesional y premio literario.

/upload/fotos/blogs_entradas/orfee_1_med.jpgEs una poesía. En su película Orphée (1950), Jean Cocteau utilizaba el recuerdo de los recados mandados por radio desde Londres a la resistencia contra las tropas nazis en Francia para crear una poesía extraña. Una voz firme pero neutral diciendo «las hormigas amanecen temprano, repito, las hormigas amanecen temprano; El tío Paul busca ranas, repito, el tío Paul busca ranas; la primavera es de segunda mano, repito...»

Es la misma poesía que ofrece Internet, donde las categorías o secciones desaparecen poco a poco frente a los «tags». Vemos así un diario Clarín obsesionado por el fútbol: CB Metropolitana, Barcelona, Berlocq, Boca, Cañas, Liga Nacional, Racing, River. El Tiempo de Bogotá, que vive su crisis y poco más: Joaquín Gómez reemplaza a 'reyes', computador de reyes, wok, OEA diplomacia de Uribe, ofensiva diplomática ecuatoriana, denuncia ante la CPI, consejo de estado, Fidel Castro y la crisis con Ecuador , temblor en Cali, rompimiento de relaciones con Ecuador, cierre de frontera de Venezuela. Pero tampoco El Nacional de Caracas mira en otra dirección: Colombia, Nueva York, Uribe, neumococo, rehenes, vacuna, canje humanitario, funeral, inseguridad, accidente aéreo, Heath Ledger, tarjetas, Raúl Reyes avión, FARC, Mérida, Venezuela, Chávez, MSDS.

Busco un sitio que ofrezca un mundo más suave: amor, honor, sueño, descanso, arte,...

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5 de marzo de 2008
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Simetrías falaces

En España debatimos hoy sobre la llamada "memoria histórica" y, en la polaridad que el asunto ha provocado, cada parte intenta cargarse de razón poniendo sobre el tapete el monto de vejaciones infringidas a poblaciones inocentes por el bando contrario, incluidas detenciones arbitrarias, torturas y pases por las armas. Estoy seguro que en relación a los hechos empíricos cada parte tiene razón, y que incluso se hallan homologadas respecto a las interesadas exageraciones. Y sin embargo soy de los que toma partido, con todos los matices que se quieran, pero partido. Como hubiera tomado partido a la hora de posicionarse respecto a la Revolución Francesa, y siempre en defensa de la misma, aun ante la evidencia del Terror.

Para la persona motivada a la hora de actuar por los objetivos liberadores que eran la esencia de la Revolución Francesa, el verse abocado al Terror constituía una tragedia, esperada o inesperada, pero tragedia, y hasta la prueba de una radical impotencia. Pues en la matriz de la Revolución Francesa se encuentra el deseo de conferir veracidad social e histórica a la idea moral de convertir a todo ser de razón en efectivo objeto de ese respeto al que me he venido refiriendo. En consecuencia, toda acción que ofendiera a la persona, concretamente todos los actos de abuso o de gratuita subordinación, que efectivamente se daban, suponían (por la impotencia a evitarlos) un trágico fracaso: fracaso de los ideales de libertad y en consecuencia fracaso de lo más noble. Pues bien:

Me atrevo a decir que algo análogo sucedía en los años de nuestra República y de la Guerra Civil. La República era signo de que los débiles de España alzaban la cabeza en busca de la recuperación de su dignidad, sin la cual no cabía dignidad social para el pueblo español. Y cuando este proyecto tiene algún viso de parcial realización, otras cabezas se alzan, objetiva y subjetivamente motivadas por el imperativo de impedir que tal dignificación fuera posible.

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5 de marzo de 2008
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Sexagenarios en fuga

El número de divorcio de matrimonios de mayores de 60 años ha sido considerado espectacular en la última década española. De una parte parece comprensible que muchos se hayan hartado, tras decenios de resistencia, de la convivencia repetida pero otros han añadido a esta cruz la sensación de que todavía no ha terminado todo. No ha terminado la opción de vivir, ida, especialmente.

Algunos protagonistas se atribuyen un suficiente porvenir que pretenden  orientar hacia otras ilusiones de libertad y compartir esa peripecia con nuevas personas. Al fin y al cabo, si un buen número de sexagenarios abandona a su pareja histórica la oportunidad para nuevos enlaces aumenta inmediatamente.

Un actual anuncio en la televisión (referido ¡al metro de Madrid!) muestra  los preparativos de una boda en el campo y juega con el equívoco de quién es realmente el novio. O este señor de unos cuarenta años que se calza el chaqué ayudado por su padre o, como se revela al final, el anciano padre que con unos 90 años se acerca a una novia que le espera con el ramo de flores y una fisonomía octogenaria. Con tal pretexto nupcial el spot nos dice que en la vida hay muchas paradas y que el metro de Madrid ofrece una parada para cada uno. Una parada y una chorrada.

El malestar que crea este desafortunado anuncio proviene de la boda necesariamente grotesca y que en lugar de lucir como una oportunidad de vida adicional despide un tufo de últimas voluntades. ¿Se trata de algo parecido con las bodas de sexagenarios? Más o menos. Porque ¿casarse de nuevo? ¿reproducir la vieja y desvencijada fórmula en la que se vivió hasta la hartura?

Más bien cabría pronosticar que precisamente la población que se separa a los 60 años es la pionera de una sobrada experiencia que proclama la inconveniencia de casarse. No lo dicen ya legiones juveniles que descreen de las instituciones sino cohortes de personas experimentadas, necesariamente instruidas en esta materia y que, cargadas de razones profundas, descalifican el beneficio del matrimonio.  La boda fue un rito y un mito. La boda nos embotaba: nos metía en el bote a los hombres y abotargaba la pasión de las mujeres. El modelo tradicional reproducía, más o menos, estos efectos repetidos. Prácticamente nadie escapaba a ellos pero faltaban pruebas rotundas de su desolación total.

La estampida de los mayores de 60 años con 30 o 40 años a las espaldas expresa los soterrados padecimientos de la relación, hasta ahora silenciados en nombre de la veneración casi sagrada al vínculo. Las rupturas masivas en la tercera edad proclaman el principio de una gran transformación porque no se trata ya de la renuencia a comprometerse con el ser amado sino de la denuncia de los males del compromiso y tanto más nefasto cuanto más prolongado, asiduo y envejecedor se hizo en medio de la penitencia, la represión y la degradación desde ambos lados.

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5 de marzo de 2008
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A propósito de ‘Lost’: de la vida como sufrimiento dulce

Volvió Lost.

Debería convertir el punto y aparte previo en punto final. ¿Qué decir al respecto que no sea obvio, o redundante? Todo aquel que no viva dentro de un envase de Tupperware sabe ya -los medios se encargaron de la campaña de vacunación masiva- que esta semana arrancó la cuarta temporada de la serie en Latinoamérica, emitida por el canal AXN. La transmisión de las primeras temporadas por canales abiertos logró convertir en adictos hasta a los escépticos. Tan sólo en Buenos Aires somos cientos de miles los que vivimos dentro del Lost-universo, angustiándonos semana tras semana por la coexistencia de microuniversos virtuales, definidos por las temporadas que estamos viendo en tiempo presente. Aquellos que consumen a destajo las viejas temporadas miran como a vates u oráculos a aquellos que estamos casi al día, con los mismos ojos desencajados con que nosotros recelamos de aquellos que ya han visto parte de la cuarta temporada en los Estados Unidos, o se han bajado esos capítulos iniciales de internet.

El deseo de ver más, de saberlo todo, es en efecto un sufrimiento, pero se trata de un sufrimiento dulce. Mientras se emitía este capítulo inicial de la cuarta temporada y las preguntas empezaban a desbordar mi cabeza (¿por qué habla Hurley de ‘los Seis del vuelo de Oceanic?; ¿es que salieron tan sólo seis?; y si tres de esos seis son Hurley, Jack y Kate, ¿quiénes son los otros tres?; ¿quiénes se quedaron en la isla?; ¿quiénes murieron -porque alguien debe haber muerto, sin duda alguna?), no podía dejar de sentir asombro ante mi propia disposición al viaje. Los mismos medios que me venden el fenómeno Lost a toda hora -vendiéndolo como venden todo, tan sólo porque lo consideran llamativo, ubicuo, taquillero: la mercancía del momento- son los que tratan de convencerme semana a semana de que somos un público estructurado, saturado de casi todo, dispuesto tan sólo a reaccionar ante estímulos prefijados por estudios exhaustivos, en la medida en que sólo deseamos más de lo mismo, una papilla predigerida, concebida para tranquilizarnos: placebo electrónico. Y sin embargo, semana tras semana, Lost nos enfrenta a un discurrir que se parece mucho -¿demasiado tal vez, para temor de muchos?- a la vida misma.

Cada interrogante entraña un camino hacia su resolución que termina abriendo nuevos enigmas -como la vida misma. Es verdad que buscamos una respuesta última, definitiva, que lo contenga todo, pero el tiempo nos sugiere que tal respuesta no llegará nunca -como ocurre en la vida misma. Y aunque la intuición de que el saber totalizador, esa Consciencia Absoluta de la que hablaba ayer a cuento de Saul Bellow, no formará parte de esta existencia nuestra (o de esta temporada, cuanto menos), no dejamos de ansiar, de desear, de buscar -como ocurre en la vida misma.

Lo que amo de Lost es que -a diferencia de lo que ocurre con la inmensa mayoría de las películas, de las series, de las novelas de hoy, que nos imaginan estúpidos y nos pretenden anestesiados- nos reconcilia con la idea de que es inexorable vivir en la incertidumbre, en la inquietud permanente. Porque la vida es aquello que nos ocurre mientras estábamos haciendo otros planes, como escribió John Lennon poco antes de morir. ¿O debería decir: antes de escapar de la isla?

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5 de marzo de 2008
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El desnudamiento

Rafael Argullol: La máscara guarda unas de las simbologías más ricas de lo erótico porque implica esa esencia de juego, lúdica, que está tan estrechamente vinculada a Eros.

Delfín Agudelo: El lenguaje amoroso está en constante sintonía con el lenguaje erótico. Así como el cuerpo se viste y desviste en actitud erótica, también el lenguaje tiene capas que lo evidencian o camuflan como lenguaje erótico.

R.A.: Haría una comparación entre el intercambio corporal y el juego desnudo-vestido en lo erótico con el lenguaje: la comunicación verbal, desde la más directa y utilitaria, hasta la que implicaría la gran poesía amorosa, exige continuamente el juego del desenmascaramiento. Eso es muy importante: fijémonos en el propio mito de la expulsión del paraíso, en la Biblia. A Adán y Eva se les obliga a vestirse, hasta entonces estaban desnudos. Pero esa desnudez siempre me ha parecido aerótica; la ingenuidad, la inocencia y el aerotismo era lo que dominaba en el paraíso perdido. En el momento en que son expulsados y a vestirse, y a sentir la vergüenza respecto a la desnudez, entonces empieza la historia erótica: el juego entre el desnudo y el vestido. Haciendo un paralelismo, la historia del lenguaje—y específicamente la del lenguaje amoroso— también empieza en ese momento. Adán y Eva, antes de ser expulsados, no tenían nada que decirse eróticamente. Empiezan a tener qué decirse una vez han pasado las puertas del paraíso y han sido expulsados. Empieza el juego del desnudamiento y el revestimiento, que es el juego erótico por excelencia. Por esto no tiene el menor interés para lo erótico el lenguaje pornográfico más explicito, o en un terreno científico el lenguaje sexológico. La sexología es productora de antierotismo, porque lo que hace es desnudar sin vestir. Es convertir ese juego de luces y sombras en algo excesivamente focalizado, de manera que no queda ningún enigma ni forma de sombra. Hay algo que acerca al sexólogo, al pornógrafo y al ginecólogo: esa total ausencia de juego de luces y de sombras. Y en los tres casos, no hay ningún tipo de lenguaje erótico, y ya no digamos de poesía.
 

                    

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5 de marzo de 2008
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III. El polvo elemental que nos ignora…

/upload/fotos/blogs_entradas/medico3_med.jpgEl héroe de Héctor Abad Faciolince en El olvido que seremos, es un médico que desde joven quiere hacer de su profesión algo más que un ejercicio liberal, para beneficio de los más pobres y necesitados, y que se convierte luego en un defensor de los derechos humanos en un país en donde semejante condición ha representado desde hace décadas una sentencia de muerte.

Tentación de martirio, activismo frenético, el desborde un sentimiento moral elevado que lo lleva no pocas veces a padecer de ingenuidad, y en sus momentos de vanidad, hasta la vanidad viene a ser ingenua. El hijo busca los resquicios por los que pueda colarse el lado flojo del padre, temerario porque es capaz de compadecer a los demás.  Y la compasión, escribe el hijo, no es sino esa facultad tan escasa en los seres humanos de situarse en el lugar del otro, escasa y rara facultad que no pocas veces llega a costar la vida.

Pero por esos resquicios no se cuela sino la esencia misma del personaje singular que el día que van a matarlo, ha copiado a máquina un poema de Borges que será encontrado en uno de sus bolsillos: ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora...En el mismo bolsillo en que lleva la lista de amenazados de ese día, comunicada por los barones de la muerte a una emisora de radio, y en la que figura su propio nombre.

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5 de marzo de 2008
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Violencia machista (3)

Pero mientras tratamos de entender, las víctimas caen una tras otra de una manera casi irreal, las cifras se disparan. ¿Cómo puede haber tantos  hombres que quieran matar a sus mujeres? Son demasiados. Se podría decir que estamos padeciendo una epidemia de maltratadores sangrientos. En las historias policíacas nos tienen acostumbrados a que se mate para conseguir algo o para eliminar algún obstáculo que se interponga en sus deseos. Pero en el caso de estos criminales las causas que más o menos se aducen suenan a insuficientes para que alguien dé un paso tan atroz: machismo, inseguridad, baja autoestima, desorientación vital porque la mujer ha movido ficha en el mundo, bebida, celos, nervios, ira. Parece que si se comprende el móvil de un asesinato se puede integrar mejor en el conocimiento de la naturaleza humana. Precisamente el éxito del género policiaco consiste en que detrás del homicida hay un móvil, una intriga, que una vez descubierto e identificado deja satisfecho al lector porque, aunque le repugne, entiende el hecho. Sin embargo, en las muertes por "violencia de género", en que el criminal de antemano, a pesar de que escape, no va a ganar nada, "el porqué" queda encerrado en una mente oscura e impenetrable para los demás. O quizá este mal tenga un nombre tan simple y rotundo como crueldad. Una crueldad exacerbada que elige un objetivo contra el que descargar. Cuanto más débil es la víctima más cruel es la crueldad. Los hay que apalean perros indefensos hasta dejarlos moribundos, que ahorcan galgos. Los hay que maltratan a sus hijos. Y además parece que la crueldad engancha porque no pueden pasarse sin ella. La pregunta es si la crueldad es una enfermedad y si somos capaces de curarla. De momento, en esta campaña electoral no aprovechemos estas víctimas para arrimar el ascua a nuestra sardina. 

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5 de marzo de 2008
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Algo importante está pasando en Turquía

Algo importante está pasando en Turquía para el devenir del Islam: una posiblemente profunda re-interpretación del Corán para adaptarlo a los tiempos y a los valores sociales y morales contemporáneos y fusionarlo con la filosofía crítica occidental. Es lo que está impulsando el Gobierno de raíces islámicas de Erdogan, co-patrocinador con Zapatero de una Alianza de Civilizaciones que en este caso parece interna. Es una experiencia que conviene seguir de cerca pues reverberará en todo el mundo musulmán. El objetivo es lograr reducir la discriminación en contra de la mujer (lo más difícil) y prohibir algunas penas que se suelen asociar con la sharía (la ley islámica) como lapidaciones a adúlteras y amputaciones a ladrones, entre otras medidas. Y abrir el pensamiento islámico.

No se trata, claro está de reescribir el Corán, sino de revisar los hadices, la tradición oral y escrita que rodea los dichos, obras y opiniones de Mahoma, compilada dos siglos después de la muerte de éste, y por el cual se clarifica la literalidad del Corán. El Gobierno turco, a través del Directorio de Asuntos Religiosos (diyanet), ha impulsado esta revisión por parte de un grupo de estudiosos del islam de la Universidad de Ankara, junto a algún católico, como el jesuita Felix Körner, un experto en el islam. Según señalan, el proceso de revisión, que habrá durado unos tres años, está ya próximo a su conclusión en forma de una exégesis en cinco volúmenes del Corán.

Erdogan, al frente de un partido conservador, equivalente en islámico a lo que es la democracia cristiana, que barrió en las últimas elecciones el pasado verano, quiere mostrar su cara reformista, más allá del hecho de haber logrado cambiar las leyes para permitir que las mujeres estudiantes pudieran llevar el pañuelo islámico en las universidades turcas. Su Gobierno ha ido mucho más lejos que sus predecesores laicos a ultranza a la hora de impulsar una educación igual para niños y niñas o de suprimir los asesinatos por honor en la Turquía rural, como recordaba recientemente el Financial Times, y, para acercarse a la UE, ha suprimido la pena de muerte en tiempo de paz. Aunque también ha impulsado las escuelas coránicas. ¿Nacerá en Turquía el esperado Islam reformado del siglo XXI?

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5 de marzo de 2008
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Siete demonios insomnes (y otras tantas coartadas para perder el sueño)

1. La nada. Cuando la gente lo manda a uno lejos -el carajo, la mierda, la chingada, destinos en teoría muy distantes- lo que intenta es enviarle a la nada. El vacío absoluto, la pesadilla madre. "Imaginar la nada, o creer que se gobierna la nada, es una de las formas, acaso la más segura, de volverse loco", escribió Carlos Fuentes en torno a la más hueca de las vigilias. Dada la proverbial vacuidad de su existencia, en la nada las horas transcurren como días, los minutos como horas, la noche como un lustro de zozobras sin nombre y ni siquiera sombra. Recuperar el sueño en tan comprometidas circunstancias es arriesgarse a soñar con la nada. Quedar a su merced. No regresar.

2. El dolor. Algunos dividimos a las personas en dos: los que han sufrido un verdadero dolor de muelas y los que aún están por sufrirlo. No parece haber noche más extensa que la de quien padece un martirio así. Se blasfema y se reza al mismo tiempo, se piensa en la farmacia como en un oasis y en la anestesia como un dulce beso, se cuentan los minutos y segundos que faltan para tomar el próximo analgésico. Se entiende cabalmente por qué los muertos descansan en paz, y eventualmente se les envidia.

3. El miedo. Tal vez lo único bueno de sentirlo es que pronto se entiende lo que cuesta cargarlo. Miedo al hoy, al mañana, al anteayer: ninguno suele resistir de pie la artillería tenaz del Valium 5. Contra lo que sospechan quienes lo padecen, el miedo es tan cobarde como su nombre, por eso nos agarra a solas y a oscuras, cuando menos podemos defendernos. Es natural que el miedo sienta miedo: sabe que la osadía come de su carne.

4. La nostalgia. Su sola intervención, acompañada por toda suerte de efectos especiales, puede hacer de un insomnio un largometraje. Parece un desperdicio tener que dormitar cuando un recuerdo vívido viene como un demonio a sobornarnos. "La nostalgia es un animal estéril", me dijo no hace mucho Jaime López. Pensándolo de nuevo, tal vez sea esa la razón más juiciosa para perder el sueño a su lado.

5. La ficción. Ya sea porque gusta uno de imaginar a solas realidades paralelas y alimentar futuros y pasados posibles, o porque lo hace en compañía de un libro o una pantalla, el solo gesto de desdeñar al sueño por fugarse hacia alguna ficción tiene ya un suculento gusto de trapacería, desde los días en que tus padres te acostaban temprano a la fuerza y tú te desquitabas persiguiendo al insomnio redentor. Engañar a la noche y a la realidad: rebelión duplicada.

6. La ambición. Es un insomnio oscuro que se cree luminoso, pero es cierto que pasa con cierta rapidez. Nada hay más dulce para el ambicioso que el placer de hacer cuentas alegres. La noche avanza entonces propulsada por el motor de la obsesión numérica, y al cabo queda la impresión de que faltaron horas para llevar los cálculos a buen puerto. Esta clase de insomnio, bien administrado, produce entre los ávidos un descanso profundo, equivalente a varias horas de sueño.

7. El amor. La manera más idiota de perder el sueño es también la mejor, y de paso la menos juiciosa. Todo se escribió ya sobre el extraño tema, y sin embargo nada queda escrito. Uno, al fin, pensará lo que quiera, luego de navegar por la nada, el dolor, el miedo, la nostalgia, la ficción, la ambición y todos los demás causales de insomnio que se asocian al menos explicable y más obedecido de los sentimientos. En el amor se pierde el sueño cuesta abajo pero bocarriba, mirando a las estrellas y las nubes en un pasmo con pinta catatónica. "No existen precipicios en el vértigo del amor", informa la canción, y remata: "Sólo descubre eso quien se lanzó".

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4 de marzo de 2008
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Uno de los nuestros

Tengo todavía una copia de Los Nuestros, el libro de Luis Harss que asumió el papel de manifiesto para anunciar al mundo hispanohablante la llegada del "boom". Era muy fácil de entender: Carpentier, Borges, Onetti, Cortázar, Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa pertenecían todos al auge de una literatura, es decir, de una invención del mundo por escritores. /upload/fotos/blogs_entradas/the_brief_wondrous_life_of_oscar_wao_med.jpgDe la misma manera, aunque él escribe en inglés, me parece hoy que Junot Díaz es uno de los nuestros. Nació en República Dominicana, pero no puede negar sus pasos por las universidades norteamericanas de Rutgers y Cornell. Acabo de leer su primera novela The brief Wondrous life of Oscar Wao (Faber and Faber) y quedo deslumbrado. Es una obra de una energía fenomenal, con una racha de vida, una vitalidad en la narración que me impidió dejar el libro hasta terminarlo. Y ahora me queda una pregunta: ¿este Junot Díaz no es de los nuestros sin parar de ser uno de ellos? Según su novela, parece que sí.

Es por un lado, de manera muy obvia, un escritor gringo: su libro tiene una arquitectura impecable, una edición cuidadosa a nivel de cada párrafo, unas referencias a la cultura popular (televisión, ciencia-ficción, etc.) que es de EE.UU. Pero se nota también una manera chismosa de contar el barrio, un talento para pasar de la crónica de una familia al relato de la historia política, una creencia en las fuerzas secretas de la fe y de la magia que son de la otra América en la zona del Caribe. Ni hablar de su lenguaje para decir dónde se ubica este novelista. Habla de un "culo que jalaba más que una junta de buey" sin detenerse en la mas mínima traducción al inglés. De la misma manera describe el hablar de una chica con un "the mouth of a colmado superstar" que habla a gritos entre vecinas. Su lengua es el español de Paterson (New Jersey). Me comprometo en leer la traducción al español. Será una hazaña pues me parece que este texto ya es algo que vive, que respira en español. El Oscar Wao del título es en realidad Oscar Wilde pronunciado en una zona sumamente latina del mundo gringo. Estamos ya más allá de la frontera pero Junot Díaz sigue siendo uno de los nuestros. Tiene su mundo y lo lleva a todas partes. Un verso de Derek Wolott citado en el epígrafe del libro plantea este problema de todos los inmigrantes: "de dos cosas una: o soy nadie o soy una nación".

La nación es la República Dominicana. En un movimiento de un alcance suavemente escondido el relato se va de la vida de un gordo asqueroso de New Jersey (uno piensa por un momento en La conjura de los necios de John Kennedy Toole) a la evocación de la isla bajo el dominio loco de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Otras novelas vienen a la mente del lector (La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, o Galindez de Manuel Vásquez Montalbán) pero Junot Díaz tiene una voz que no se puede comparar con otras. O mejor dicho: ¡Coño, qué voz! Finge hablar en lugar de escribir, mezcla sus idiomas, grita comentarios, tira frases que podrían ser de un programa de radio y al final impone al lector una creación novedosa. A mi juicio, la mejor novela sobre la esencia de República Dominicana a pesar de empezar en New Jersey. Desde la publicación de su único libro de cuentos Drown se esperaba su primera novela. Ha producido una obra que confirma la existencia de otro idioma español. Técnicamente, se va notar su uso de las notas de pie de página como herramienta para acelerar la narración (una invención total), pero de verdad se trata del síntoma de la conquista de un territorio literario por uno de los nuestros.

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4 de marzo de 2008
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El Boomeran(g)
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