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Desencuentro en el espacio exterior

Realmente, ¿qué Estado europeo tiene hoy en día una política exterior digna de admiración? Ninguno. Francia, Alemania, Reino Unido o Italia no son ya buenos ejemplos. Probablemente porque las políticas exteriores nacionales se han perdido en parte, mientras la Europea no ha acabado de arrancar, al tiempo que el mundo globalizado se ha hecho mucho más complejo en términos de problemas y de actores.

La política exterior no ha sido prácticamente objeto de debate en la actual campaña electoral en España. Estuvo ausente del cara a cara entre Zapatero y Rajoy. Los partidos han ido desgranando sus programas, pero casi nadie les ha prestado atención. Pero debate, lo que se dice debate, sólo ha habido uno: el que protagonizaron ayer en el Hotel Ritz de Madrid, organizado por Nueva Economía, el secretario de Estado de la cosa, Bernardino León, y el portavoz del ramo en el Congreso, Gustavo de Arístegui.

Fue un debate bastante ágil, en el que se abordaron muchas dimensiones de la política exterior. Pero de globalización se habló poco, por no decir nada, y quizás faltó lo principal: los proyectos de futuro. Especialmente cuando España, en estos próximos cuatro años, se enfrenta a dos grandes retos previsibles: la presidencia del Consejo de la UE en 2010 (con la novedad de que habrá un presidente estable del Consejo Europeo) y qué hacer en Afganistán o en Líbano donde tenemos soldados. Tampoco se habló de un problema que preocupa, y que quizás es de los pocos sobre el que hay consenso entre PSOE y PP, como es Kosovo.

El consenso en política exterior se ha roto. Hace tiempo. Especial pero no únicamente con la posición de Aznar ante la guerra de Irak. Hay un desencuentro. Lo que ayer vimos en el Ritz fueron dos maneras muy distintas de abordar la política exterior, aunque el PP abogue ahora por un gran pacto nacional. Arístegui, como suele, estuvo agresivo y en un tono destructivo (llegó a decir que la política exterior del actual Gobierno es "más propia de un partido marxista de los años 70 que de uno socialdemócrata del siglo XXI"). León estuvo mucho más moderado y concreto, con más apoyo de los hechos y de los datos.

"Sin concepto de nación no se puede tener política exterior", empezó aseverando el portavoz del PP. Que se lo pregunten a los británicos, que son bien conscientes de estar formados por tres naciones (Inglaterra, Escocia y Gales, a lo que hay que sumar el problema norirlandés), pero que tienen un concepto muy arraigado del Estado o del país y de sus intereses. Arístegui quiere "volver a poner a España en el lugar que se merece". León, por su parte, abogó más adecuadamente por una "política exterior que se parezca a España", y consideró que "el gran proyecto (de Aznar) de recuperar la grandeza de España lo rechazó casi un 80%" la sociedad española en su día. El PP critica que Zapatero haya hecho una política exterior de potencia media, y Arístegui ha llegado a tachar en alguna ocasión la Alianza de Civilizaciones de "peligrosa".

Junto a ésta, la recuperación del diálogo con Marruecos y una mejor posición en América Latina, las dos mayores novedades en este terreno de la política del Gobierno de Zapatero, han sido el impulso decidido a la política de cooperación (con fondos que han aumentado al 0,5% del PIB, y que habrían de llegar al famoso 0,7 en la próxima legislatura, pues ambos lo propugnan), y por primera vez una política africana constructiva (pero Arístegui no habló de África) que es incide en la política de inmigración, que también ha pasado a ser parte de la política exterior.

 

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28 de febrero de 2008
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I. Los cómicos de la legua

Cuando Javier Bardem ha dedicado a los cómicos el Óscar ganado por su actuación en No es país para viejos, no ha cumplido con una de esas fórmulas simplonas y de sentimentalismo casero que tantas veces escuchamos de quienes agradecen desde el escenario a papá y mamá y al cónyuge por haberles ayudado a conquistar la estatuilla, leyendo de un papelito listo en el bolsillo por si acaso. "Mamá, esto va para ti, por los abuelos Rafael y Matilde. Va por los cómicos de España que llevaron la dignidad y el orgullo a nuestro oficio", tiene un sentido mucho más hondo que una fórmula de cortesía de esas que ya nadie recordará minutos más tarde.

Los cómicos de que habla Bardem son los que viajaban en los carromatos atestados de utilería y de disfraces y entraban en los patios de los castillos para erigir sus tinglados, e irrumpen a veces en las piezas de Shakespeare, como aquellos a quienes convoca Hamlet para que representen delante de su tío y de su madre el crimen de parricidio de que son culpables.

Son los cómicos que anduvieron por los caminos de España en el siglo de oro, los cómicos de la legua que representaban sus autos y comedias en los atrios y en los corrales, los mismos de los retablos de Cervantes, y los mismos de la Comedia del Arte de Italia, toda una estirpe de augusta tradición, la de los teatros de barriada y la de los circos de Bergman y Fellini.

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28 de febrero de 2008
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La pestilencia de la muchedumbre

Como una marea que no cesa de aumentar, revistas, radios, televisiones, políticos, empresas, demandan su opinión a los receptores. Prácticamente no queda ya asunto, sin importar su  complejidad o envergadura, que no sea sometido al juicio del lector, el radioyente o el espectador.

Los programas parecen nacer físicamente de los emisores pero siempre con el propósito superior de ser sometidos a la física de la audiencia,  de cuyo regüeldo recaudan, en ocasiones, miles de euros, gracias a llamadas, cartas o SMS.

De antemano, el programa, la página, el discurso o incluso el editorial se basa ya en buena parte de la opinión mayoritaria pero, por añadidura, en la fase posterior se  contrasta el efecto producido en el público con el fin de obtener las orientaciones precisas para la emisión ulterior.

Los artículos físicos o los intelectuales, las piezas de entretenimiento o de opinión, van trufándose día a día y cada vez más de las moléculas mentales y emocionales que emite el vulgo. El sentido común, el pensamiento común, el juicio de la muchedumbre, ha pasado a ser materia prima de la emisión y con ella se embuchan los diferentes espacios que retocados volverán a lanzarse al público.

El público, al cabo, se alimenta así de los elementos de su propia digestión o, en el colmo del reciclaje fisiológico, el público se alimenta, efectivamente, de sus propias y apreciadas deposiciones. La imaginación independiente se ha revelado de hecho tan arriesgada que sus posibles oportunidades de éxito no compensan su cuidado ni explotación. La singularidad de cualquier pensamiento ha demostrado ser, en los medios, una elección tan aventurada y ruinosa que disponiendo hoy de los instrumentos suficientes para captar la  masa de la sangre que corre por las venas de la multitud ¿para qué arriesgarse a crear?

Periódicos,  emisoras, profesionales del marketing, han descubierto su actual función esencial: escarbar en el sentir del cliente, explorar sus deseos y servirle los platos que anhelan. Con ello la invención puede limitarse pero la cosecha crece y crece puesto que así como no hay nada que satisfaga más a cada cual que la habitación de sus propios olores, el mundo de la comunicación factura ahora, tras el análisis, comunitario toneladas de pestilencia en la que se recrea el olfato del receptor complacido en su propia redundancia.   

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27 de febrero de 2008
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…Y el domingo por la tarde

El poeta francés Jacques Prevert describía cruelmente el destino de la clase obrera evocando la inquietud en las horas del domingo por la tarde, dado que se aproximaba el lunes, y el martes y el miércoles... y el domingo por la tarde. Sin duda desde entonces algo ha cambiado. El tiempo de ocio se ha duplicado (al menos en días, pues a veces se compensa con aumento de horas cotidianas de trabajo) sin que ello dependa excesivamente de las diferencias sociales y económicas entre países, como lo muestra el hecho de que el weekend (y la imagen de soledad que proyecta sobre las arterias de las ciudades) tenga tanto arraigo en Brasil como en Francia.

Mas vinculada a sábado o a domingo, una constante perdura: el fútbol, que aparece no sólo como referencia ordenadora de las jornadas de ocio, sino asimismo como complemento de las conversaciones político- humanistas del resto de la semana.

Los futbolistas (que en sus declaraciones suelen dar muestras de sensatez y mesura, cosa lógica puesto que son los únicos que en ese mundo han de responder a una dificultad perfeccionando una técnica) son quizás los primeros en lamentar que el fútbol se haya convertido en espacio privilegiado de delirio, es decir, de proyección de conflictos a los que uno no se enfrenta. Sólo en ocasiones, algún individuo salido de tono pone sobre el tapete la carga de frustración, resentimiento, alergia a la alteridad y hasta pura xenofobia canalizada hacia los estadios.

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27 de febrero de 2008
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El debate

Continúo mi ronda de entrevistas sobre Presentimientos. Ayer, el día después del milimetrado debate entre Zapatero y Rajoy, estuve en Valencia. No se hablaba de otra cosa, todos teníamos algo que decir, todos queríamos sacarle punta al encuentro como para amortizar tanto esfuerzo en montar el espectáculo y nuestras propias ganas de no ver enfrentarse sólo a Hillary y a Obama, sino a nuestros propios líderes. Y la verdad es que por muchas vueltas que se le dé no ocurrió nada extraordinario, todo un reto para las agudas mentes que a continuación tenían que decir algo, y por eso nos quedamos hasta las tantas contrastando los detalles que habíamos captado desde nuestras casas con lo que habían captado los que opinaban en las mesas de los platós. Me pareció bonito que todo el país a una se pusiera hacer ese ejercicio de fina observación: que si Rajoy no cogía bien el gráfico y lo tapaba con la mano, que si Zapatero llevaba el nudo de la corbata algo ladeado.

El gran éxito del debate consistió sobre todo en que funcionaran los micrófonos, las luces y que ningún detalle nos distrajera de los protagonistas. Ya se nos había explicado que se había escogido el color del escenario y hasta el más mínimo detalle con este fin, sin embargo, yo no podía apartar los ojos del moderador, Manuel Campo Vidal, sin querer el tercer gran protagonista de la noche. Pensaba en lo bien que ha madurado, algunas canas, algunas arrugas, pero con estilo. Salvo los muy jóvenes todos le recordábamos quince años antes entre Felipe González y Aznar. Empecé a divagar sobre el paso del tiempo, el sentido de la vida y a caer en una cierta melancolía, hasta que, menos mal, Campo Vidal nos dijo con fuerza y convicción que estábamos asistiendo a un gran debate y me hizo reaccionar.

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27 de febrero de 2008
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Instinto y representación

Rafael Argullol: Con las respuestas via sms, aunque aparentan un tiempo real, tienes unos segundos, minutos u horas para pensar e introducir un elemento que en cierto modo recuerda al antiguo mensaje y a la antigua carta.

Delfín Agudelo: Podríamos decir que usar el teléfono implica salirse del burladero. Al salir, estás a merced de la inmediatez, de la versatilidad o angustia de la voz, pierdes la libertad de jugar sin tocar la arena.

R.A.: El problema es que nos podemos ahora sumir en un sistema de comunicaciones que es el de la instantaneidad visual y textual al mismo tiempo, que es por internet, con imagen, y claro, nos lleva a una posición muy peligrosa desde el punto de vista de la relación amorosa, del tanteo y del ritual. Será el desnudamiento absoluto, porque será imposible siquiera pensar: estarás hablando con tu amante o aspirante a amante, e inmediatamente te verá, no hay camuflaje alguno, la transparencia absoluta. En cierto sentido creo que será la derrota de la correspondencia amorosa. Esa posibilidad de estrategia esférica o circular, en que sale el dardo, da la vuelta al mundo y vuelve hacia ti, desparece: se va al descarnamiento de lo más rápido; a la no distancia, al desnudamiento, al recorrido más corto entre dos puntos, que es la línea recta. En ese sentido, probablemente sea un sistema que pueda serFotograma apto desde el punto de vista del placer, pero muy dificultoso desde el punto de vista del amor.
 
D.A.: El teléfono priva al amante de la máscara con la que escribe la carta de amor. Siempre hay algo macabro en quitarse la máscara y escuchar la voz del otro con el rostro desnudo.
 
R.A.: Esa máscara la tiene mucho más firme en la carta de amor que en el lenguaje más descarnado. La relación telefónica o la relación por internet audiovisual disminuye el distanciamiento, y por lo tanto la posibilidad de representar y de enmascaramiento. El lenguaje de la distancia de la carta de amor tradicional querría ir expresando las propias máscaras del que escribía la carta. Podía haber en el siglo XIX—que es el siglo de culminación de las epístolas amorosas—, en una sola carta de amor de los grandes escritores de cartas, distintas vertientes de su personalidad, incluso distintas vertientes de su personalidad erótica. Eran pequeñas representaciones teatrales, en las que se revelaba, se ocultaba, cogía un papel, cogía otro, el del héroe, etc. En cambio cuanto más descarnadamente inmediato es el lenguaje, más se acerca a aquella violenta verdad que quería Platón para su ciudad ideal, moralmente muy rígida. La inmediatez favorece la verdad, e incluso podría favorecer el instinto, pero no favorece la riqueza de lo erótico. Y allí entraríamos en un tema evidentemente muy interesante y complicado, en el cual yo defendería que lo erótico es instinto más representación, que es una representación que puede ser muy pequeña, o mística, cósmica. Si falta el instinto, entonces falta el sostén de verdad. Pero el instinto solo es algo que también anula esa capacidad de riqueza de lo erótico y que, por lo tanto, también domina la máscara.
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27 de febrero de 2008
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III. The big sleep

La inyección que quita la vida a quienes son amarrados a la camilla con las correas de cuero, está compuesto de tiopenthal, bromuro de pancuronio, y cloruro de potasio, según la fórmula oficial guatemalteca. Un cuarto de hora antes, el reo recibe una inyección previa que contiene un relajante muscular, cuya función es dejarlo inconsciente, con lo que de verdad comienza su proceso de morir. Con el sueño, se despide del mundo. Pero no siempre todo es tan efectivo, y ya se ha escrito mucho sobre las deficiencias de estos procesos, que vuelven terrible la agonía.

Se puede seguir hablando mucho, como desde hace ya tiempo, del horror que significa la pena de muerte, y de la violencia contra los derechos humanos que las ejecuciones oficiales representan. Pero en Guatemala, el cadalso no parece ser impopular, si uno compulsa la opinión de la gente. Desde la antigüedad, se llama vindicta pública al sentimiento de venganza que incuba en el alma colectiva contra los crímenes atroces, aunque semejante sentimiento se halle lejos de cualquier concepto de civilización. Todos llevamos dentro un vengador secreto, que no siempre sabemos dominar, y por eso, cuando alguien grita ¡mano dura!, no pocas voces se suman al coro. 

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27 de febrero de 2008
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De poetas y de reyes

Escribo desde Londres. Una de mis ciudades favoritas. A pesar de haber nacido en las antípodas del orbe, marcado por un destino sudamericano, no puedo evitar pensar que cada una de sus esquinas encierra alguna resonancia de mi pasado. Calles que me hablan de Sherlock Holmes: Baker Street, Scotland Yard, Charing Cross, donde su estatua de cera se exhibe en la vidriera de la librería Murder One. Pubs y carteles que remiten a Dickens -uno de ellos me guió a la Casa Museo de Daughty Street. Monumentos que mantienen vivo el arte shakespiriano, como la reconstrucción del Globe Theatre donde años atrás vi King Lear con mis hijas. La ciudad entera parece el paisaje virtual de mis influencias culturales. Si hasta una tienda como Liberty's, con su falso estilo Tudor, conjura el fantasma desafiante de Christopher Marlowe entre tanta tienda de lujo.

Volví a la abadía de Westinster, donde además de reyes -de Ricardo II a la celebérrima Elizabeth- están enterrados tantos escritores y enterrados tantos poetas. Lewis Carroll, W.H. Auden, T. S. Eliot. Me detuve inevitablemente en la tumba de Dickens, una laja gastada sobre el suelo: caminamos sobre los restos de los grandes. Sentí la necesidad de agradecerle en silencio por tantas buenas horas, tantos sentimientos honrosos, tanta belleza. Los ingleses han hecho mucho daño a lo largo de la historia -me viene a la mente uno de los últimos, al abandonar Palestina como lo hicieron y dejar sembrada la semilla del conflicto interminable- pero produjeron tantas obras hermosas que no puedo menos que guardarles afecto. Ningún pueblo que honra a sus poetas en el mismo sitio que a sus reyes puede ser del todo malo. 

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27 de febrero de 2008
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Los terroristas no son locos

Empiezan a abundar los estudios serios que reflejan que los terroristas ni son locos ni son nihilistas. Robert Pape hizo un estudio muy serio sobre los motivos estratégicos de los terroristas suicidas en su libro Morir para ganar (que en España publicó Paidós en 2006). La periodista y economista Annette Schaeffer abunda en esta racionalidad desde la psicología en un artículo en la revista Mind en EE UU, que se recoge en el último número de su versión española Mente y Cerebro.

La conclusión de Schaeffer, tras consultar a diversos especialistas, es que la mayoría de los terroristas "no son enfermos mentales", sino que esencialmente evalúan racionalmente los costes y beneficios de sus acciones "y concluyen que el terrorismo es beneficioso" para sus fines. También que las dinámicas de grupo y el liderazgo carismático cuentan mucho a la ahora de enrolar a gente en actividades terroristas.

Es verdad que los nuevos terroristas religiosos (que echa raíces en el pasado) son más peligrosos porque buscan "la destrucción del mundo occidental en nombre de Dios" y en vez de "temer a la muerte", se acogen a la idea de martirio. Pero esto no significa que no sean racionales. Los terroristas suicidas están mentalmente sanos en muchos aspectos, como reflejan entrevistas llevadas en Gaza y en otros lugares. Un comité de expertos llegó a la conclusión en 2005 de que la psicopatología individual no era suficiente para explicar el terrorismo. Los terroristas se sitúan dentro de la teoría de la "elección racional", lejos del lavado de cerebro, del aislamiento social o de la desesperanza que a menudo se les atribuye. Aunque hay excepciones, por ejemplo, los suicidas palestinos entre los que predominan la falta de educación, el desempleo o la soltería.

Lo importante de estos estudios es que llevan a la necesidad de enfrentarse a y luchar contra esta lacra de otras maneras. Por ejemplo, a  estudiar cómo se reclutan para facilitar acciones que permitan separarles del grupo terrorista en el que han entrado. Es decir, a luchar contra el terrorismo. Muchos de estos estudios son, lógicamente, patrocinados por Gobiernos, aunque luego no todos publiquen el resultado. Y para quien lo desee, Schaeffer brinda una página web de la Universidad de Maryland, patrocinada por el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security) que es una mina de artículos y libros sobre terrorismo.

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27 de febrero de 2008
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Game never over

Ciertos juguetes nuevos dan pavor. No olvido las semanas que pasé titubeando frente a mi primera computadora equipada con módem. Venía con un cupón válido por dos meses para conectarse supuestamente gratis a Internet; mismo tiempo que conseguí resistir a la tentación, sabiendo de antemano que era causa perdida. Tanto así que temía fundadamente que la llegada de ese juguete empezaría por sacudir, trastornar y monopolizar mi vida -situación suculenta de por sí- tal vez aun con mayor contundencia de la que alguna vez me tuvo varios meses rebotando entre el Zelda y el Supermario, presa de una obsesión que no dejaba espacio para más. Y así fue, por supuesto. Tardé cinco años en sacudirme del vicio online.

     No quiere uno ni imaginar la depresión que le provocaría sentarse un día a hacer cuentas de las horas que se ha pasado virtualmente postrado frente a unos y otros monitores. Por eso ahora miro hacia la guitarra de juguete del Guitar Hero III con un recelo apenas superior al deseo de estrenarla inmediatamente. Uno al fin se conoce, sabe que apenas necesita de un impulso pequeño para caer en picada, obsesión abajo.

 

     Pienso en una película: Hasta el fin del mundo, de Wim Wenders. La mujer que comienza su viaje al ínfinito íntimo saliéndose arbitrariamente de la carretera, y un día se descubre atrapada por el pequeño monitor donde observa sus sueños obsesivos. Wenders, que habíase arriesgado a construir una historia de ciencia-ficción a corto plazo, cometió un solo error: ignorar Internet, aunque no la inminente adicción al monitor. ¿Existe una superstición más obtusa y retrógrada que la de suponer que el mundo entero cabe en un monitor? No obstante, vive uno como si así fuera. Se va de monitor en monitor, en ocasiones con la urgencia patológica que se atribuye al furor uterino, asumiendo que el mundo es quien ha cambiado.

     Las víctimas frecuentes del monitor solemos inventarnos los pretextos más estrambóticos, y hasta hacerlos pasar por razonables, para justificar la adquisición de otro juguete. No vayamos más lejos: compré el Nintendo Wii, equipado con un mecanismo que detecta los movimientos corporales, con la excusa de que me serviría al menos para hacer ejercicio. Y ayer mismo, angustiado tal vez por el creciente magnetismo de mi guitarra nueva, corrí a hacerme con el Final Cut Express 4, pretextando que más valía obsesionarme con editar video que desvelarme estúpidamente con el Guitar Hero III.

     Normalmente combato esta clase de conductas desordenadas con la compra de alguna novela, que uso como detente durante las horas de alta tentación. Pero no bien el libro me suelta, los monitores pelean entre sí por mi favor, y entonces necesito decidir entre editar imágenes, jugar con el Nintendo, ver un concierto en dvd o buscar una buena película en la programación, asumiendo con ello los diversos grados de culpa que cada una de estas actividades implica, diríase que inversamente proporcionales al tamaño del monitor. No dudo que haya quien se atreva a ver películas en la pantalla de un teléfono celular, pero tampoco me parecería extraño que cualquier día se tirara desde un séptimo piso sin más explicación.

     Nunca he simpatizado con esta suerte de argumentación catastrófica, excepto cuando viene esa ola de extraño puritanismo que con cierta frecuencia nos revuelca justo antes de recaer en el vicio de siempre a través de uno nuevo. Que al final es idéntico a los anteriores, si ha de juzgarse por sus puros efectos. Juguetes miserables: piensa uno que son suyos y resulta al revés. Game Over. Game Over. Game Over. Por lo pronto, ya estamos en la última línea. Cambio de monitor.

 

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26 de febrero de 2008
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El Boomeran(g)
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