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Sin los del boom

/upload/fotos/blogs_entradas/how_fiction_works_med.jpgAcaba de llegar a mis manos How Fiction Works (Farrar, Strauss and Giroux) de James Wood. En un momento de reducción del espacio de la crítica literaria en la prensa, James Wood es la persona que ocupa la posición más importante: crítico literario del semanal The New Yorker. Al utilizar 248 (pequeñas) páginas para responder a la pregunta ¿cómo funciona una ficción? tiene en la mente el famoso librito de E. M. Forster Aspectos de la novela (Editorial Debate en España). Lo tiene tanto en la mente que lo cita en el segundo párrafo de su introducción: dice de manera expresa que espera superar al libro de Forster y, al terminar la lectura, no puedo negar  la calidad del resultado. Wood merece un lugar al lado de Forster en el estante de la librería.

Pero por el momento quiero comentar meramente el índice del libro: la lista de los autores citados. James Wood hace su demostración utilizando 93 libros o cuentos. Son, para él, las obras que bastan para definir lo que es la ficción literaria en la era moderna y post-moderna. En la lista se da un peso especial a la literatura en inglés, por supuesto, pero no olvida al francés (Flaubert es un autor clave) y tampoco al ruso. En lo que tiene que ver con el mundo iberoamericano, sólo hay tres autores: Miguel de Cervantes, José Saramago y Roberto Bolaño. Es un síntoma clave, para mi, un momento de redefinición del paradigma literario mundial. Los autores del boom no son imprescindibles para hablar de literatura en Nueva York.

¿R.I.P. del boom latinoamericano? Para nada, es peor: James Wood añade el insulto al desprecio, pues cita a unos de estos autores meramente para denunciar la locura de un experimento en el municipio de Neza, en México. En 2006, bajo órdenes del alcalde, el jefe de la policía municipal intento obligar a los miembros de su tropa a leer libros para enriquecerse. En la lista de las lecturas, cuenta  James Wood, estaban Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, etc. Y claro, explica el crítico, era una decisión equivocada: la policía dice más sobre el mundo que las obras literarias. "Hoy en día no hay nada más mundial, más contemporáneo, que el trabajo de la policía; millares de películas y series de televisión se someten a este dogma."

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29 de julio de 2008
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Ravel y la emoción

Hace tiempo que comienzo mi escapada veraniega en el norte de León, en el Valle de Laciana, cerca de Babia, más cerca de Eduardo Arroyo, inevitable pintor, excelente escritor y mecenas de los encuentros que durante el último fin de semana de Julio nos permiten escuchar músicas a monte abierto. De vez en cuando Schubert se mezcla con algún mugido de vaca, Bizet con algún pájaro y en general, da igual que sean Chopin o Stravinsky, se mezclan bien con los sonidos de la naturaleza.

De vez en cuando la música nos lleva a sumergirnos en nuestros pensamientos, nos traslada a otros lugares y algunas veces nos emociona de manera casi incontenible. Y la emoción llega, te atrapa y después se va quién sabe dónde. Así me sucedió, nos sucedió el sábado pasado a algunos que tuvimos la suerte de estar cuando pasaban unos minutos de las ocho de la tarde en la plazoleta de la iglesia románica de Robles de Laciana.

/upload/fotos/blogs_entradas/rosa_torrespardo_med.jpgMuchas veces hemos escuchado a Rosa Torres-Pardo, muchas veces la hemos aplaudido por su virtuosismo, su comunicación y su emoción. Pero esta tarde tan cercana es la que ahora recordamos. En compañía del pianista Manuel Burguesas, a dos pianos, se disponían a tocar una de las hermosas composiciones de Maurice Ravel, el Concierto en Sol, aquí con reducción de orquesta a un segundo piano.

Sonaba al aire de aquellos montes, delicado, sutil, profundo, acariciador, cercano y misterioso como la belleza. Como eso tan misterioso que no sabemos de dónde procede, ni a dónde va. Yo sentía esa emoción que es, que nos parece, tan privada. No se me había ocurrido mirar a mi lado dónde un amigo bastante "gamberro", divertido muy aficionado a la noche, la velocidad, las copas y otros placeres de rápida consumición, estaba con su gafas de sol escuchando, como todos al aire libre del valle, el concierto de Ravel. Cuando me volví, en los aplausos, para compartir esa alegría de las cosas emocionantes, me di cuenta que estaba llorando. Silenciosamente mi amigo, "tan duro", estaba llorando por la emoción de aquellos pianos contándonos las cosas tan verdaderas que un día Ravel supo imaginar. Me sorprendí un poco. Se lo comenté a su chica, no le sorprendió. Ya sabía que era un sentimental. Yo lo descubrí con la emoción compartida en un breve concierto que también estuvo a punto de hacerme soltar una lágrima. La contuve. La próxima vez la suelto.

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29 de julio de 2008
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El poder protector de las flores

En Nicaragua se han soltado todo los amarres de la lógica, y el ciudadano común no sabe nunca a qué atenerse, ni en lo que se refiere a los asuntos de la vida interna, donde, por ejemplo, las pequeñas empresas de crédito que prestan dinero a los campesinos para sacar sus cosechas son perseguidas y asediados por instrucciones del propio presidente de la República, ni tampoco en lo que hace a las relaciones con los demás países, donde cada día amanecemos dueños gratuitos de nuevos pleitos internacionales, sea con los donantes de la Comunidad Europea, a los que el mismo presidente ha llamado "moscas que viven de la inmundicia", sea con España, o con Colombia.

Un amigo me comentaba hace poco lo grave que resulta para una nación tener que atenerse a los humores con que despierta la pareja matrimonial que detenta en sus manos todas las riendas del poder, desde la cuenta de los votos en las elecciones a las sentencias de los tribunales de justicia, humores que exponen generalmente subidos a una tarima adornada exuberantemente con flores de aromas capaces de neutralizar las maquinaciones de sus adversarios. Esto del uso de las flores como una barrera defensiva contra el mal de ojo es novedoso como mecanismo de poder, pero más lo es el uso del ojo de Fátima.

Ya les explicaré.

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29 de julio de 2008
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La era de los comodones

En el fondo admiramos el deporte porque es la otra cara de la comodidad. Vivimos en la era de los comodones. La publicidad siempre va por ahí. El coche más cómodo, el sillón más cómodo, el suelo más cómodo, bañeras con hidromasaje, casas domóticas, la compra de billetes de avión y entradas de cine por Internet. No sé, agradezco no tener que lavar la ropa en el río más cercano, ni tener que acarrear cántaros de agua desde la fuente, ni tener que escribir estas líneas a la luz de un candil, pero tampoco nos pasaría nada por no derrochar tanta energía. Nos esforzamos tan poco, físicamente hablando, que luego tenemos que sacar tiempo para andar una hora diaria si no queremos que se nos dispare el azúcar y el colesterol.

Esperemos que según van las cosas no tengamos que recuperar el brasero con picón de nuestros abuelos, el fresco botijo y la administración de los claroscuros y de las corrientes de aire en el interior de las casas en el ardor veraniego, que por otra parte tan buenas sensaciones me traen.

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29 de julio de 2008
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El fulgor

Sobre el valor de la luz en la memoria, ese instante de fulgor que desde el olvido acude y estrena una visión escribió Proust a menudo. Proust escarbaba deliberadamente en las plantaciones de la memoria y la sometía a una presión de la que se destilaban jugos puros y espurios, motivos de narración.

/upload/fotos/blogs_entradas/giordano_bruno_med.jpgGiordano Bruno, un gigante en el arte de la memoria, propuso un severo y pormenorizado sistema nemotécnico no ya para recordar algo sino  para comprender, recrearlo todo, y en suma para alcanzar un remedo de inmortalidad puesto que si la eternidad no se halla al alcance de los seres humanos, la memoria sin fin  puede traspasar la delimitación de la muertes y generar un espacio infinito y continuo por donde pasean simuladamente el pasado y el presente, siendo el futuro la inercia de su enunciación.

En la literatura del yo, en los escritores auténticos, en los poetas óptimos,  la súbita iluminación de un instante en la memoria expide una clase de emoción tan intensa y fértil para la escritura que se confundiría con su forraje natural. Ese instante que el poeta recibe y donde el recuerdo brilla con intensidad especial es semejante al sorbo de un estupefaciente puro. Allí,  el objeto se presta a un hilado o copulación de donde miles de criaturas desfilan en el texto.  Tal instante, especial como una alhaja, puede acaso confundirse con la llamada inspiración pero en realidad se trata de la raíz fundacional del habla y de cuya asunción precisa procura un efecto igual al de las bombas de racimo. Irradia sobre una amplia extensión nerviosa y el entusiasmo que desprende, su onda caliente, puede dar origen a una clase de visión, una perspectiva y una cualidad del texto que decide el tono y el sentido de la construcción o, igualmente, su destrucción.  La memoria en la literatura es la  pasta básica del alcaloide que logrará la encantación. Y no se trata de ser mejor o peor escritor en proporción  a la capacidad para recordar. El grado en  que la súbita iluminación opera,  no radica tanto en la extensa colección de datos como en la intensidad de alguno que decide mediante su alumbrado mágico la totalidad del pensamiento inteligentemente emocionado o de la emoción metabolizada en la formidable materia prima de la meditación.

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29 de julio de 2008
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Esperando a ‘Watchmen’

El mensaje de texto de mi hermano borró al mundo entero de mi cabeza. ‘¿Ya viste el trailer de Watchmen?,' preguntaba. Yo no lo había visto, así que me metí de cabeza en YouTube. Y después volví a leer el libro de Alan Moore y Dave Gibbons. Y otra vez a YouTube...

La película de Zach Snyder (300) recién se verá en marzo de 2009, así que el trailer bien vale como aperitivo. En la adictiva sucesión de imágenes se publicita a Watchmen como ‘la novela gráfica más celebrada de todos los tiempos'. Y si uno se toma a pecho la categoría -‘novela gráfica' es un intento de jerarquizar la historieta al mismo nivel de la literatura y del cine-, habría que admitir que, en fin, hay pocas dudas de que Watchmen lo es.

¿De qué va Watchmen? Ubicada en Nueva York en un 1985 paralelo al de nuestra historia -donde Richard Nixon sigue siendo presidente, gracias a su victoria en la guerra de Vietnam-, Watchmen describe un mundo donde los superhéroes han sido proscriptos por ley, con la sola excepción de aquellos que han aceptado trabajar para el gobierno. (Sin la ayuda de gente como Doc Manhattan y El Comediante, sin duda Vietnam habría acabado tal como sabemos.) Cuando algunos de los superhéroes empiezan a morir o ser desactivados misteriosamente, queda en manos de sus representantes menos confiables -el psicópata Rorschach, el fuera de forma Night Owl- descubrir la trama que pretende anularlos a todos para llevar a fruición un propósito macabro.

Lo he dicho aquí muchas veces: Alan Moore es uno de los más grandes escritores populares del último siglo. El hecho de que el grueso de su trabajo conste de guiones para historietas no modifica ni relativiza el aserto. Con una obra que incluye From Hell, V for Vendetta y The League of Extraordinary Gentlemen (además de The Killing Joke, una de las mejores historias de Batman y the Joker jamás contadas), su excelencia queda demostrada -así como su comprensible reticencia ante Hollywood, que ha destrozado sistemáticamente sus mejores obras. /upload/fotos/blogs_entradas/whatsman4_med.jpgDe hecho, como viene sucediendo hasta aquí, el nombre de Moore ni siquiera figura en las películas inspiradas en sus libros. Todo indica que esta tampoco será la excepción -la semana pasada leí declaraciones suyas en las que despreciaba a Snyder porque 300 le parece ‘fascista'-, pero al menos el dibujante Dave Gibbons está entusiasmadísimo. Tanto como aquellos que hemos visto las primeras imágenes, vale acotar. Es verdad que 300 es fascistoide, pero en todo caso lo es en la medida en que reproduce fielmente la historieta original de Frank Miller. Con un poco de suerte, Snyder será tan fiel a Watchmen como lo fue a 300 en su oportunidad.

Sin duda alguna Watchmen la película no existiría de no ser por el éxito de 300 y Batman Begins -y ahora The Dark Knight, por supuesto. Quiero decir: relatos basados en historietas que no tienen nada de infantil, a veces por la violencia del mundo que describen y otras por la ambición de su narrativa -como es el caso de Watchmen, que reinventó para el mundo moderno el subgénero de los superhéroes. En el libro de Moore, los superhéroes no se diferencian en nada de los dioses de los mitos griegos: perturbados, impredecibles, imperfectos, sus poderes excepcionales no hacen otra cosa que magnificar los dilemas de los mortales. Cuyo destino, dicho sea de paso, dista de estar garantizado. Me pregunto si Snyder se atreverá a dejar intocado el negro final de esta antisaga...

Ayer mismo leí que Frank Miller le otorgó a Snyder el permiso para llevar al cine The Dark Knight Returns, la historieta que resucitó a Batman en los 80 -y que mucho le debe a Watchmen, por cierto. ¿Habrá un Batman de Christopher Nolan y otro de Snyder? En cualquier caso, los seguidores de las historietas para adultos estaremos de parabienes.

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29 de julio de 2008
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El vicio de la virtud / II

II. Aquí no vive Prudencia.

Como pasa con tantos amores impuntuales, cuando la conocí ya se había hecho tarde. Según ella jamás la he querido, y si la busco es con la sola idea de obtener un provecho a sus costillas. ¿Qué le voy a decir, si es la pura verdad? La necesito sólo en casos extremos, cuando nadie sino ella es capaz de sacarme del agujero en que me fui a meter; al día siguiente me da por esquivarla, y si se me aparece finjo no conocerla.

     A ver, me interroga más tarde con sincero despecho, ¿por qué nunca traté de esa manera a los vicios que más daño me hicieron? ¿Por qué la llamo a ella siempre al final, cuando ya me he cansado de negarla y necesito volver vivo a casa? Nunca me va a entender, aunque le explique. La gente no respeta a quien va por la vida del brazo de una dama como ella. O en todo caso yo no me respetaría, por eso en cuanto puedo le vuelvo la espalda. Es muy corta la vida para andarse paseando con personajes que lo desprestigian a uno ante sí mismo.

     Prudencia es esa clase de ninfa comprensiva a la que tantos hombres llaman sólo borrachos y a media madrugada. "Debí haberte hecho caso", le aseguran, buscando nada más que el cobijo fugaz de sus arrumacos. Pero qué va uno a hacer, si ella tampoco pone de su parte. Vamos, que he conocido armadillos con más sex-appeal que ella. Aún así la busco, a escondidas de todos y a sabiendas de que la pobre está tan sola -sus devotos la aburren- que aceptará entregárseme a cambio de no mucho más que un cumplido oportuno y mentiroso.

     Ignoro si es porque su mismo nombre no le deja otra opción, pero me maravilla que a estas alturas del jodido torneo me siga devolviendo el saludo. ¿Sería tan imprudente de su parte mandarme de una vez por donde vine? Junto a ella me siento como el perro del anuncio de Coppertone: mi misión en la vida es mortificarla, herir su vanidad, machucar sus pudores. Y ella, que al fin virtud es buena de cachonda, planta el otro cachete y pide más. En una de éstas, ya sé por qué me aguanta.

 

Mañana: III. Justa, pero no apretada. 

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29 de julio de 2008
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Volver a oír la lengua

Algo habría en la palabra prístina que la poesía intenta reencontrar.

Tal reencuentro permitiría vincular música y palabra, mas quizás en un sentido del término música que sólo tangencialmente coincidiría con el usual. El proyecto sería, más allá de los rasgos propios de cada lengua, responder en nuestra escucha como en nuestro decir a un invariante que sería expresión de una determinación universal.

Tal hablar sería también previo al fenómeno propiamente cultural de la conversión de los tonos en escalas y del ritmo en métrica. Pues aunque la entonación de fin de frase se parezca a la quinta musical, el acento de palabra a una tercera y el acento dominado a una diferencia de un tono, no habría en realidad coincidencia y apuntar a los primeros apoyándose en los segundos constituiría algo así como una inversión de jerarquía.

Esta nueva relación con la lengua se traduciría, entre otras cosas, en dejar atrás la ordinaria forma de separar las palabras, marcada por arbitrarias normativas, derivadas de artificiales reglas de escritura. Invitados, en el mencionado encuentro de Ronda, a escribir una frase de cinco palabras, nadie de los que allí estábamos lo consiguió (escribíamos, de hecho, tres o cuatro)...y ello en razón de que, infieles a la lengua, no atentos a la lengua sino a lo que la convencional ortografía manda, simplemente separábamos lo que la lengua no separa.

La conjetura que allí se avanzó es que los niños cuando están aprendiendo a escribir, al no haber aun interiorizado la arbitrariedad de las convenciones, serían relativamente más inmunes a tales errores, que constituirían en realidad la expresión de un auténtico repudio de lo que es matriz de nuestra condición.

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29 de julio de 2008
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Turismo fast-food

Rafael Argullol: El turista masificado es alguien que va para aprovecharse y se encuentra muchas veces con lugares clónicos.

Delfín Agudelo: Lo que iba precisamente a mencionar es que no hay mayor diferencia entre esta espiritualidad fast-food, la nueva idolatría y el turismo masificado, en la medida en que todo consiste en un paquete prefabricado donde se da instrucción de qué hacer, cómo verlo y qué sentir. El turista le da vueltas a lo mismo porque tiene que ir a determinados sitios. Puede que no conozca la historia, puede que desconozca su relevancia histórica o arquitectónica, pero aún así es un sitio que es completamente necesario ir a ver. Y pasa exactamente lo mismo con la obra de arte del museo, porque el museo también es comida del turista: tiene que ir a verlos, y tiene que visitar las obras porque quiere sentir esa extraña tranquilidad al decir: "Yo lo vi".

R.A.: El paradigma universal de nuestra época parece realmente que se inspire en la alimentación fast-food. Lo que ocurre es que en la medida en que se sofistica el viaje organizado, esa alimentación sigue siendo fast-food pero se introduce en el consumidor la ilusión de la diferencia y de la particularidad. Fíjate que continuamente lo que se hace es disfrazar el viaje organizado de refinamiento; o lo que se hace es disfrazar esa especie de fast-food de una publicidad o con una publicidad que alude a supuestos lugares enigmáticos, misteriosos. Lo que se quiere es que el consumidor del viaje, sin realizar ninguna aventura, tenga la ilusión de realizarla. Y eso es una perversión muy interesante de nuestra época, porque significa una especie de desdoblamiento o de esquizofrenia a través de la cual tú estás haciendo una cosa, pero de una manera muy masiva se te ha hecho creer que en ese mismo momento estarías haciendo otra. Es decir, estás tomando una hamburguesa McDondals, para volver al símil, y se te hace creer que estás comiendo en el Bulli. Tú, por ejemplo, vas a un viaje organizado a los fiordos nórdicos o a África, y se te hace creer que vivirás la aventura de ir viviendo los descubrimientos climáticos del polo norte, o la vida de los Massai, cuando en realidad todo forma parte de la misma cadena. Y eso es muy interesante porque creo que la gran trampa es de ilusión. Sin eso ya hubiéramos dado toda la vuelta al circuito, creando una sensación de desencantamiento. Lo importante es que, como es sabido, se mantenga el encantamiento, y esto se ha producido durante todas las épocas de la historia. En otras épocas el encantamiento correspondió fundamentalmente a las religiones, o a los ritos impuestos por distintas aristocracias. En nuestra época hay otros encantamientos que marcan esa especie de ilusión de las multitudes.

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29 de julio de 2008
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Mar Flores y los deportes olímpicos

Si el tiempo se midiera por olimpiadas estaría a punto de vivir mi decimocuarta. Soy, según Protágoras y el poeta González Iglesias, de lo mejor que le puede pasar a unos Juegos Olímpicos; soy un contemplador. Ni negociante, ni atleta; soy el que mira. Me gusta mirar los Juegos, y mirar a las olímpicas. Soy un destacado deportista, un olímpico, en la competición de saber mirar. Es mi deporte preferido, incluso más que sudar con la Wii. Nunca participé de la alta competición, ni de la pequeña; ni fui gran deportista, ni pequeño. Nunca pude ser como aquel Henry de Montherlant, tan extraño y contradictorio, leído en seminarios y entre libertinos. Descendiente de catalanes franceses, gran deportista -100 metros en 11 segundos- y capaz de matar toros o de vencer las heridas de un obús. Curioso personaje que supo componer versos latinos y hacer literatura con bestias y seres humanos compitiendo olímpicamente. De él hablaré estos días con Eduardo Arroyo, maestro olímpico del mirar y pintar, en su valle de Laciana mientras ponen la música Rosa Torres-Pardo y sus amigos. Reconforta volver al mismo deporte de todos los veranos. El mismo rito pagano y espiritual.

Empiezan las vacaciones. El cuerpo se prepara para mirar los Juegos Olímpicos desde un televisor en la ría de Aldán. También hay que beber los ribeiros de Cuerda y Javier Alén, y preparar una merienda para las horas de pan y circo. El pan es de la panadería del padre del centauro, del olímpico David Cal. Al que González Iglesias, poeta de ejercicios varios, dedica uno de sus olímpicos poemas. Épica con piercing, chándal y el rock urbano que Cal escucha en su MP3. Hace tiempo que las epopeyas y los héroes son historias de televisión. Les vemos cuando reciben la medalla, ondea la bandera, suena el himno, nos ahorramos la letra y llega el momento de ser felicitados por los Reyes: "La Reina y el atleta, aturdidos, despiertos, / intercambian saludos de animales insólitos, / de especies protegidas por la Europa ecológica".

/upload/fotos/blogs_entradas/mar_flores_med.jpg¿Qué hará con su cuerpo Mar Flores? ¿En qué ocupa su tiempo mientras sus compatriotas sudan y se esfuerzan por unos minutos de televisión y de gloria? Soy uno de los menos expertos en Mar Flores. Creo que interpretó, tirando a mal, una película de Bardem que había sido idea de Manuel Vicent. Que trabajó en alguna serie. Que tuvo amores, o lo que fuera, con algunos hombres de muchos metros de eslora. La encontré en un restaurante, sin maquillar, sin hombres, sin hablar demasiado -algo de barcos, creo-, y comprendí que la belleza es un don de dioses. No sé bien de cuáles, últimamente no se dejan ver. Soñé con ser olímpico y caer en brazos de la mujer madura. El olímpico era yo y la bella madura era Mar Flores. Necesito unas vacaciones. Alucino.

Artículo publicado en: El País, 27 de julio de 2008.

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28 de julio de 2008
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