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Bares

He leído un informe sobre la cantidad de bares que hay en España. Se detalla por comunidades, por provincias y por ciudades. La información debería ser más precisa y darnos la estadística de bares por barrio. Estoy en un lugar de España con una de las más altas medias de bares por habitante, en Galicia. Solo superada por Aragón, Asturias y Baleares. Pero si hablamos de Vigo y su comarca la media sube mucho. Así estoy en uno de los lugares con más densidad de bares por habitante de España. Me gusta conocer ese dato. Me gustan los bares. Han sido, son parte de mi paisaje vital y emocional. Son mi guarida y mi confesionario, mi habitación abierta y mi habitación propia. Los bares son el mejor lugar para estar solos y para estar en compañía.

Estoy en un monte, miro una tranquila ría, veo pasar barcos que llevan hombres que salen al mar para el trabajo. También veo otros que llevan grupos de desenfadados veraneantes que nunca tendrán que trabajar en ningún mar, no proceloso ni tranquilo. Cada uno con sus barcos, cada uno con sus bares aunque, de vez en cuando, se mezclan en los mismos bares, las mismas barras, las miasmas bebidas y las mismas estéticas.

Algún día tendríamos que hacer la lista de nuestros bares más queridos.

En Galicia- aunque también tengo algún bar tan exquisito, tan plácido y acogedor como el más mítico de los "Harry's bar" del mundo- me gustan los bares populares, las  tabernas dónde conviven los Ribeiros con el pulpo, la televisión siempre encendida con la máquina tragaperras, las fotos de escenas del mar con alguna reproducción de una marina hiperrealista, las botellas en sus estantes con la imagen de algún santo.

Bares con viejas botellas que guardan aguardientes fuertes como los hombres de la mar, bares de feísmo capaces con sus tapas, con sus vinos de hacerte olvidar la estética con la que veníamos armados desde nuestra cultura. Feos bares que ya hemos hecho tan nuestros.

Cada vez hay menos bares, menos tabernas como aquellas que recorrían por ésta zona dos de los mejores conocedores de sus paisajes y paisanajes, míticas tabernas de el Morrazo que recorrían muchas tardes, con sus noches, Álvaro Cunqueiro y José María Castroviejo. Añoradas y estéticas tabernas que, ¡ay!, ya apenas pertenecen al recuerdo, a la literatura, a esa realidad que tenemos que vivir imaginando. Una pena que me quitaré refugiándome en algún bar de ese feísmo que cada día me gusta más. Bares, ¡qué lugares!

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19 de agosto de 2008
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Mala noticia

Se trata de una noticia mala, mala para la prensa que no va a tocar mucho esta información: la publicación del informe El precio del silencio sobre los abusos de la publicidad oficial en América Latina. Como lo dice un periodista colombiano citado en el informe: "Uno no va a sacar información en contra de quien le da la pauta... uno no va a morder la mano que le está dando de comer." /upload/fotos/blogs_entradas/typeflammes_med.jpgEn otras palabras, un gobierno nacional o local puede influir en el contenido de un medio al controlar una parte significativa de su ingreso publicitario o del ingreso personal de un periodista. Es algo muy conocido en América Latina pero que cobra una fuerza especial al leer una investigación realizada en siete países: Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, Perú y Uruguay.

El informe fue elaborado en conjunto por la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), con sede en Buenos Aires, y la Iniciativa Pro-Justicia de la Sociedad Abierta (Open Society) de George Soros. El texto está disponible tanto en inglés como en español en el sitio de Justice initiative y lo que cuenta es la interferencia "tras bambalinas" que ejercen los gobiernos sobre la libertad de expresión y la independencia editorial de los medios de comunicación y los periodistas. Para estos últimos es una situación bien conocida, con un manejo imposible, pues para muchas empresas cobrar de un gobierno corresponde a la única manera de eludir una quiebra.

Tal como se lee, el informe es el golpe más demoledor que pueden recibir los periodistas latinos. Pero también es una sana visión de la realidad. No se puede hablar de libertad de información sin independencia económica. Todos los discursos sobre la libertad de la prensa tienen que empezar por este punto de salida. Los gastos publicitarios que no corresponden a la racionalidad tapan en la mayoría de los casos una subvención. No vale la pena entrar en la denuncia de un medio específico sino notar que lo interesante es, de manera global, la falta de transparencia en el proceso de toma de decisión de un gasto publicitario en todos estos países. Para la prensa, esta es la mala noticia, es la manera definitiva de abrir la puerta a las sospechas de las audiencias.  

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19 de agosto de 2008
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Libertad, igualdad…rentabilidad!

Un amigo mío del taller terminó una novela y quiso publicarla: era -es- una buena novela, de manera que se puso en contacto con otro escritor (a quien llamaremos U.) que había sido también profesor suyo y éste le derivó a un editor. U., autor de algunas novelas publicadas y además con razonable éxito, hizo las presentaciones respectivas entre el novel y el editor, de manera que éste último se interesó mucho por la novela y ofreció un anticipo económico. Un anticipo bastante ridículo. Para U., que además de buen escritor es una buena persona, aquello le pareció mejor que nada. Me lo dijo mientras tomábamos un café y discutíamos acerca del futuro de nuestro común alumno de taller cuya novela a ambos nos había gustado. Yo abogaba porque el alumno novelista en ciernes se consiguiera un agente. A U, que conocía bastante bien al editor, le pareció muy arriesgado: a ese editor, como a algunos otros, no le gustan los agentes. Supongo que por la misma razón que a los contribuyentes no les caen bien los inspectores de Hacienda.. El caso es que U. insistía en que «aunque no le pagaran nada, con tal de publicar, era un asunto fantástico.»

/upload/fotos/blogs_entradas/libertad_igualdadrentabilidad_med.jpgYo no estuve ni estoy ni estaré de acuerdo con eso: los escritores en ciernes y los que no lo son ya tanto, con tal de publicar creen que hay que hacerlo gratis, que cobrar porque te publiquen es casi una obscenidad. Su alegría ante el inesperado regalo de que el editor se haya fijado en ti, que condescienda a bajar de su eminencia para publicarte ya es suficiente recompensa. Es el síndrome de Carver (cuyo editor, Bob Lish al parecer terminó rehaciendo toda su obra a base de tijeretazos... ¡se imaginan qué terrible dependencia!); el síndrome que obnubila a los escritores: en medio de su borrachera de felicidad creen que el dinero producto de su trabajo es inmerecido, pura filfa. Por ese editor harían cualquier cosa, su palabra es ley. Seguirían con él aunque la editorial quebrara, lo apoyarían en todo, serían amigos, se irían a tomar copas juntos, vamos: se harían -están locos por ello- íntimos. Es más: después de tomarse dos copas ya de madrugada, el escritor novel piensa dedicarle su próximo libro. Mientras tanto el editor, que es un ser racional y herraldianamente estrábico, duerme a pierna suelta. No albergará -ni tiene por qué- ningún remordimiento si la próxima novela de ese escritor que ha descubierto no lo satisface. Se lo dirá sin problemas, sin que le tiemble el pulso ni la voz. Hay que entenderlos. Lo que no es entendible es que U., y tantos otros, menosprecien su propio trabajo, al menos en el sentido pecuniario, como un asunto de segundo orden. Y es un problema, porque mientras haya escritores a quienes esto no les importe y quieran publicar incluso gratis, todos nos veremos perjudicados. Creo que ya tenemos suficiente con ser a menudo el punto económicamente mas débil del negocio editorial. Como dice un amigo mío que vive en Madrid: «yo soy 50 por ciento peruano, 40 por ciento español y 10 por ciento de comisión.» Pero claro, este amigo es empresario.

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19 de agosto de 2008
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El escorpión, la rana y el hombre

No recuerdo cuándo leí por primera vez la fábula del escorpión y la rana. ¿En un texto referido al Mr. Arkadin de Orson Welles, tal vez? /upload/fotos/blogs_entradas/mr._arkadin_med.jpgLo cierto es que, desde aquel lejano entonces, nunca ha dejado de interpelarme. ¿Recuerdan su trama? El escorpión necesita cruzar el río y le pide a la rana que lo transporte en su lomo. La rana duda, temerosa de que el escorpión la pique durante la travesía. El escorpión replica con perfecta lógica que si la picase, moriría ahogado también él. La rana entiende que el argumento es sólido y procede a cruzarlo. Pero a mitad de camino siente el aguijonazo. Mientras se hunde para siempre, le pregunta al escorpión por qué lo hizo, condenándolos a ambos a una muerte segura. El escorpión responde: ‘No pude evitarlo. ¡Es mi naturaleza!'

Pocas cosas me desconciertan más que la persistencia del ser humano en el error. Que alguien que vivió haciendo daño no pueda apartarse de esa senda ni siquiera por despiste momentáneo, me desarma por completo. Como imaginarán, estas líneas están inspiradas por las acciones de una persona a quien conozco personalmente, y a quien por lo tanto concederé el anonimato. Pero para desgracia de todos, no me faltan personajes públicos con que ejemplificar mi argumento.

Carlos Saúl Menem, por ejemplo: el ex Presidente argentino que, aun enfermo y todo, dejó el hospital donde estaba internado para votar como senador a favor de la oligarquía agropecuaria. /upload/fotos/blogs_entradas/carlos_menem_med.jpg¿Es que este hombre no podrá hacer nunca ni por casualidad algo que no perjudique a los argentinos más pobres y vulnerables? Otro caso: el ex general y ex gobernador Antonio Bussi. Juzgado finalmente por apenas uno de los múltiples crímenes que perpetró durante la dictadura, empezó fingiéndose enfermo, con la intención de que el juicio fuese postergado de manera indefinida. Una vez forzado por los médicos a regresar a la sala, eligió victimizarse -justamente él, que ordenó tantas muertes sin vacilar-, utilizó el remanido argumento de que los desaparecidos no existen y, a modo de frutilla de la torta, coincidió con buena parte de la derecha argentina, abroquelada detrás de la causa del ‘campo', al decir que el actual gobierno está compuesto por ‘los ideólogos' de la izquierda de los años 70. ¿Es que nunca veremos a un represor diciendo: ‘Me arrepiento de lo que hice, no debí matar a esa gente, sus fantasmas me acosan por las noches?' ¿Seguirán repitiendo ad infinitum sus tristes justificaciones, como si no temiesen ser remitidos al infierno en que juran creer?

Lo que me resulta fundamental en la fábula del escorpión es que sugiere algo que no siempre consideramos: que aquel que lastima, se lastima también. La naturaleza de nuestro universo es dialéctica: toda acción genera reacción y toda violencia -tanto física como espiritual- se vuelve sobre sus autores, o sobre su familia, o sobre su gente. El regreso de esta violencia no es necesariamente inmediato, ni puede ser simbolizado por los vectores claros y nítidos que tanto le gustan a la física, pero aun así ocurre siempre, por obra de lo que el escritor y crítico Angel Faretta denominaría espíritu de simetría.

Pero la fábula deja de servirme para hablar del ser humano cuando soslaya un hecho clave: que el hombre no es víctima inexorable de su naturaleza animal, y que puede por lo tanto elegir otro camino. Eso es lo que solemos llamar libre albedrío. La explicación del escorpión cuadraría a su especie, pero no así a la nuestra. La naturaleza humana pasa precisamente por su capacidad de entender que puede existir algo más importante que el instinto, y de modificar su conducta en consecuencia.

Nadie debería decir ‘es mi naturaleza' cuando obedece a la peor parte de sí. Por el contrario, debería decirlo tan sólo cuando reconoce un error propio y cambia de actitud, o cuando tiene un gesto generoso, o cuando ama sin esperar nada a cambio. Esa es nuestra naturaleza -o no lo será ninguna otra.

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19 de agosto de 2008
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El significado de lo monstruoso. Los monstruos de nuestra infancia

Rafael Argullol: Lo monstruoso siempre ha tenido una atracción- yo diría permanente- sobre el ser humano. Lo único que hay que calibrar es cómo va cambiando la presentación de lo monstruoso en cada época.
Delfín Agudelo: Me parecería muy interesante comenzar esta conversación sobre lo monstruoso con el origen mismo que puede tener un monstruo, que es la niñez. El niño siempre le teme al monstruo; de hecho está presente en canciones de cuna, la presencia como aquello inconcebible e incomprensible. Lo más difícil para un niño es imaginarse el monstruo, porque no tiene figura. Parece ser algo completamente etéreo y ya después empieza a desarrollar su cuerpo.
R.A.: Creo que lo monstruoso es uno de los ámbitos más importantes de toda la formación humana. Pienso con sinceridad que esa importancia radica en dos hechos aparentemente contradictorios: por un lado lo monstruoso es la cristalización de nuestros miedos, de nuestros temores, pero simultáneamente lo monstruoso es la insinuación de un espacio de libertad. El monstruo tanto nos evoca el miedo como aquello que va más allá de la realidad inmediata, aquello que va más allá de las fronteras, diríamos, de lo que nosotros podemos contemplar con los ojos directos de los sentidos, para introducirnos en los ojos de la imaginación, libre de ataduras en el terreno de la fantasía. Yo pienso que cuando el niño empieza a educar su miedo y su libertad a través de lo monstruoso, lo que hace es un movimiento muy intenso que posteriormente va a reproducir el adulto a lo largo de todas las etapas. Yo creo que en ningún momento el adulto deja de sentir esa especie de doble movimiento por el cual lo monstruoso le provoca pavor, pero le provoca al mismo tiempo fascinación. Lo mismo diría incluso desde el punto de vista de la colectividad humana: nosotros en cuanto a colectividad, parece que no podamos vivir sin lo monstruoso. Por un lado lo monstruoso nos asusta, lo monstruoso en forma de guerra, de amenaza, etc. Pero al mismo tiempo necesitamos pensar, imaginar y recrear criaturas que estén más allá de lo inmediato, más allá de lo que es lo puro palpable en la cotidianeidad. Entonces lo monstruoso tiene esa importancia doble en la historia del hombre, que cuando no existe lo inventa.

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19 de agosto de 2008
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Flor de Lotto / XII

XII. Ofertas en carnes frías. 

La casa de Fuente de Venus no está prácticamente cerca de nada. Para llegar allá, Segismundo Andersón ha de recorrer media ciudad llevado por taxistas que toman siempre diferente camino. Maldice cada vez que pretende orientarse, más todavía si mira para atrás y certifica que los dos infelices que hace diez días lo tenían encañonado vienen aún siguiéndolo, en el Cougar cuya cajuela conoce mucho más de lo deseable. Le gustaría tratar de perderlos, pero se teme que eso los enfurecería. Mexicanos de mierda, rumia casi en silencio, a espaldas del taxista, y en eso se pregunta si sus perseguidores son efectivamente mexicanos. Cómo podría saberlo, si ni los ha oído hablar. No bien llegue a la casa, se lo preguntará a la Corleonetta. No está de más, se dice, cuando menos saber la nacionalidad de quienes cualquier día podrían convertirse en sus matanceros.

     Otros sueñan con vidas aventureras, no así Andersón. Hasta antes de caer en la red de Alejandro Zarur Medinacelli, todavía soñaba con una vida de asalariado feliz. Algo muy simple, sin pistolas ni sangre ni millones de dólares. Ahora, mientras espera junto al piano rosado, con la vista encajada en los peldaños altos de la escalera, a que aparezcan las divinas pantorrillas, se mira en el espejo y se pregunta cómo es que un hombre en tal modo sencillo puede hablarse de tú con ese mujerón. Lo inhibe, lo acompleja, le recuerda su rango. O en fin, su falta de él. Si los hombres del Cougar son peones y acostumbran mirarlo hacia abajo, ¿qué pieza será él? Cuando ya se ha aburrido de esperar y los párpados se le hacen pesados, un mozo se le acerca con un teléfono sin alambres.

     -Hola, Tigre. Perdona que no pueda llegar, pero te tengo una sorpresita. Van a darte las llaves del Cougar de mis guardaespaldas, te lo vas a llevar al garage del motel y allí me esperas a que te llame.

     -Es que no sé cómo llegar al motel... -lo dicho, ya se siente disminuido. Le gustaría ponerse cariñoso, hablarle como amante y no como empleadillo. De cualquier modo, la Corleonetta ya cortó la llamada. Lo que sigue es callarse y obedecerla.

     El mozo lo acompaña a la puerta -viste uniforme blanco, mira hacia el suelo cuando tiene que hablar-, le da un llavero con la forma de una granada de mano y dos llaves colgando. "Family of fine cars." Las dos horas siguientes las emplea en salir de Tecamachalco. No quiere preguntar, se siente vulnerable. Cualquiera se da cuenta de que es extranjero, esas cosas se huelen a millas de distancia. Por la mañana sacó algún dinero de la cuenta de ahorros que le abrió Morazán. No ha querido siquiera preguntar el saldo, eso podría engreírlo o descorazonarlo. Le basta con saber que los pesos que trae equivalen a más de trescientos dólares, ya se hartó de comer en el hotel sólo porque no tiene que pagar la cuenta.

     Ahora mismo Segismundo traería bien abierto el apetito, si no fuera por el olor a salami rancio del que está imbuido el interior del Cougar. Ya se detuvo, delizó los asientos, busco atrás y debajo los restos de comida, y nada. Ese par de matones debe de comer pizza todos los días. Prende después el aire acondicionado y el tufo crece en forma proporcional. Cuando por fin consigue llegar al motel -de noche, luego de pagarle a un taxista por hacerse seguir- ya la incomodidad se le hizo obsesión. Juraría que en todas estas horas ha empeorado el estado del salami. Mete el coche al garage, cierra la puerta y abre la cajuela, donde salta a la vista una carne distinta a la que busca. Cuatro piernas, dos torsos, cuatro brazos, todo perfectamente acomodado. Como si se tratara de ofrecerlos en venta. Presa de cierta náusea horrorizada, Segismundo Andersón no se molesta en buscar las cabezas, sabe bien quiénes son estos muertos por los anillos en la derecha de uno y el reloj y la esclava en la izquierda del otro. Todavía sin aliento, cierra de golpe la cajuela y se dice que al menos esos dos ya no van a seguirlo; aunque, de hecho, los siga trayendo detrás

Mañana en FLOR DE LOTTO: Etiqueta rigurosa.

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19 de agosto de 2008
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El poder de los videntes

Julio Verne concibió en el lejano siglo diecinueve las exploraciones submarinas, los descensos al centro de la tierra, /upload/fotos/blogs_entradas/from_the_earth_to_the_moon_jules_verne_med.jpglos cohetes espaciales, los viajes alrededor del mundo, aunque hechos en el viejo globo ahora fuera de moda, acontecimientos que demandaban entonces una imaginación portentosa para inventarlos, pero que se harían alguna vez reales casi todos.

Su prestigio como escritor era el de un vidente, alguien que podía adelantarse al desarrollo tecnológico y hacer previsible, imaginándola, la marcha indetenible de la humanidad hacia el progreso. Un verdadero apóstol de la fe positivista, en la que las invenciones científicas eran el mejor de los instrumentos de conquista de espacios desconocidos.

Pero vuelvo a lo que iba. En su novela El hombre invisible, H.G. Wells, otro vidente decimonónico, inventó los procedimientos para ocultar de la vista la materia, algo que, como vemos, ha tardado en realizarse. Todo un siglo de espera para llegar al momento en que los científicos de la Universidad de Berkeley vienen a hacer posible lo que la invención literaria ya había concebido. Desaparecer de la vista, no a consecuencia de un acto de magia bajo la carpa de un circo ambulante, sino de la manipulación científica, alterando las leyes de la materia. 

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19 de agosto de 2008
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La ocurrencia del comisario Enwezor

Un erudito internacionalmente reconocido y comisario de un importantísimo evento bienal con sede en Sevilla declaraba en su toma de posición que entre sus prioridades contaba el proyecto de consultar a los ciudadanos digamos de a pié sobre las razones de que ciertas obras plásticas o arquitectónicas sean  consideradas respetables o emblemáticas./upload/fotos/blogs_entradas/okwui_enwezor_comisario_de_la_bienal_internacional_de_arte_contemporneo_de_sevilla_med.jpg

Todo muy normal si no fuera que el comisario precisaba que no se trataba en absoluto de efectuar una encuesta tendiente a medir el pulso de la ciudadanía, plegándose eventualmente a la misma a la hora de programar contenidos. La consulta vendría a constituir un elemento más del conjunto que constituiría el evento BIACS 2006; vendría a ser en sí misma una obra artística.

Ante anécdotas de este tipo es habitual escuchar la frase: "esto es una tomadura de pelo", al igual que en presencia de ciertas obras directamente plásticas, se oye decir "esto lo hace cualquiera" o "esto lo hago hasta yo", mostrando así la convicción de que en el arte contemporáneo primaría la arbitrariedad, cuando no la mera tontería o aun la pura estafa. El asunto es, sin embargo, un tanto más complicado y sobre todo más grave para el destino del arte en particular y del trabajo del espíritu en general. Seguiré Mañana con el tema.

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19 de agosto de 2008
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Grabar la vida

Millones de turistas errantes por el planeta con su cámara de vídeo o de fotos. Se capturan tantas imágenes por segundo en el mundo que una se pregunta si no estaremos generando demasiada basura virtual. Porque ¿dónde va a parar tanto vídeo y tanta foto? Hubo un tiempo en que estas cosas se dejaban para momentos puntuales de nuestra vida. El álbum de fotos del bautizo, el vídeo de la boda, de las vacaciones a Bulgaria, los más atrevidos grababan el nacimiento del niño. Y el resto del tiempo se descansaba. Ahora es constante. Estás cenando con amigos y hay uno que se dedica a mirar a los otros a través del móvil, como si la pantalla los transformase en seres fantásticos.

Aunque hay que reconocer que a veces, cuando no tienes ganas de hablar, supone un alivio. No hace mucho tuve una cena en que ninguno debíamos de tener ganas de hablar porque empuñamos nuestros móviles y empezamos a sacarnos unos a otros. Y más o menos así se pasó el tiempo. Sin embargo, cuando volví a verlas al día siguiente, riéndome y haciendo cosas que no recordaba haber hecho me pareció que lo había pasado francamente bien, hasta llegar a sentir cierta nostalgia por aquella noche que se había llevado el viento y que ya no podría recuperar. Me había divertido a lo grande y si no llega a ser por estas imágenes ni me habría dado cuenta. Así que quizá no sea tan absurdo, grabamos la vida para tener constancia de haberla vivido.  

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19 de agosto de 2008
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Lienzo en blanco

El escritor siente pánico ante la página en blanco, se dice de continuo. Contrariamente, el pintor se experimenta invitado o recibido por el lienzo blanco que, desde el principio, le empuja a pintar. /upload/fotos/blogs_entradas/lienzo_en_blanco_med.jpgLa diferencia es capital puesto que mientras la escritura es un complejo código, la pintura es un sentido elemental. Con código posterior y de segundo grado, si se quiere, pero con la sensación en primer lugar.

El escritor se impresiona ante el vacío de la página blanca mientras el blanco en pintura constituye de por sí una obra impresa. La página vacía es una nada pero el cuadro, aún sin manipular, es anticipadamente parte del cuadro. No será de ningún modo posible reducir la pintura a la nada porque incluso la invisibilidad o la transparencia le pertenecen como elemento o efecto plástico. Lo no escrito, el signo no grabado remite a una incertidumbre agotadora pero el blanco en la pintura regala ya un color y con él se inicia toda la conversación pictórica. Cualquier pintor tiene mucho adelantado con el lienzo impoluto, su matizado cromatismo, su textura, sus haces de luz, sus proporciones, su inclinación, forman la obra. Considerado de este modo, la pintura se halla siempre prepintada. Tan condicionada por sí misma y el autor como por la materia y sus fabricantes, tan dependiente del gesto del artista como de la impregnación, la iluminación, la refracción, la simulación intrínseca. Se advierte pues fácilmente que la pintura vive y habita entre nosotros mientras la escritura, a su lado, viene a ser un extraño artefacto introducido ingeniosamente en la existencia y su comunicación. La pintura parte del alma y llega a ella sin mediación puesto que compone su paisaje originario, patria natural e ineludible. La escritura, sin embargo, no pertenece a la patria humana y debe pasar antes por la mente y su dispositivo lector para lograr alcanzar a nuestros sensores. La imagen pintada es la emoción dispuesta para ser degustada; la escritura exige, en cambio, un enrevesado ejercicio de traducción que, con razón, se desbarata a poco que la atención del lector se debilite.

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19 de agosto de 2008
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