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La cámara de los loros: la crisis

Cuando llegaron al pueblo todo el mundo lo vio con simpatía, menos las palomas. Los recién llegados ponían una nota de color con aquella cabeza suya de color rojo sangre que en ocasiones alzaba una cresta agresiva y el cuerpo verde esmeralda tan brillante. Fueron divisados por vez primera en un muro de la vieja iglesia, una ermita del siglo XIII que es lo más notable del lugar. Allí, en los huecos de la devastada piedra, hicieron su guarida o algo semejante, el caso es que estaban siempre colgados al exterior, chillando y armando bulla, pero era una estampa alegre y daba excusa para pegar la hebra cuando lo del clima ya aburría.

No todos estaban conformes con la instalación de las cotorras, las cacatúas, los loros, o lo que fuera aquella animalia tropical, en el pueblo. Algunos vernáculos se quejaban de que tras la invasión de veraneantes capitalinos ahora irrumpían también las cotorras, esas aves que hace una decena de años tomaron por asalto las palmeras de la Plaza Real y hoy se las oye por todo Barcelona. Allí donde se instalan expulsan a las palomas y dominan el territorio con su griterío y sus vuelos vertiginosos. Los nidos de palmera son grandes bolsas finamente trenzadas que cuelgan sobre el vacío y hacen muy bonito. En el pueblo, sin embargo, los nativos maldecían la reproducción de las bestias y establecían contactos discretos con el palomar, el cual andaba revuelto. Las palomas del país ocupan los campanarios, nunca los muros, pero ahora se las veía muy irritadas por la presencia de las vistosas cotorras, como si les fastidiara su misma existencia, o temieran la llegada de tantos hijos y parientes que acabaran por quedarse con toda la iglesia. Sin embargo, ni las palomas ni los nativos se atrevían a mover un dedo, disciplinados por la corrección política.

Hasta que el otro día las cotorras tomaron posesión de un muro en la masía del turismo rural y al apuntar el sol despertaron a la cada vez más escasa clientela con sus gritos y sus bailes. Desde entonces nadie las ha vuelto a ver. Las palomas zurean ufanas.

Artículo publicado en: El Periódico, 23 de agosto de 2008.

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25 de agosto de 2008
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¿Quién protege al espectador?

El sábado por la noche vi por TV una de las escenas más perturbadoras de mi vida. En medio del zapping pasé por uno de esos -tantos- programas que se dedican a refritar imágenes de otros programas: TVR, sigla que correspone a Televisión Registrada. En medio de un ‘informe' sobre el caso Grassi (en TVR se le llama ‘informe' al refrito de imágenes de la semana con otras de archivo, de acuerdo a una línea editorial que se modifica de acuerdo al humor del productor), aparecieron unas escenas tomadas de, según creo, un programa llamado Policías en acción. (No puedo saberlo a ciencia cierta, dado que la pegatina de imágenes no especifica las fuentes.) El caso Grassi, por si no están al tanto, es lo que está en juego en un juicio que acaba de comenzar: la acusación que pesa sobre un sacerdote católico llamado Grassi -un personaje adicto a los medios, responsable de una fundación millonaria llamada Felices Los Niños y beneficiario de gente nefasta como Menem, Cavallo & Co.-, a quien se señala como victimario en diecisiete casos de abuso de menores a su cargo.

Perdonen la torpeza del relato, la indignación nunca procede de modo ordenado. Como parte del collage de imágenes armado para condenar a Grassi (yo supongo que le cabe responsabilidad, pero no deja de asustarme la facilidad con que los medios primero y la sociedad después condenan públicamente a un hombre, con procedimentos histéricos que recuerdan, salto tecnológico mediante, a Las brujas de Salem), aparecieron estas imágenes que supongo -perdón si me equivoco- pertenecían a Policías en acción. La escena era la siguiente: noche cerrada, sitio al aire libre, policías que se aproximan, con las cámaras registrando sus movimientos, a un grupo de tres. Dos adultos, un niño pequeño. (¿Ocho años, tal vez?) Lo primero que se ve es que los policías interrogan a los adultos. Uno de ellos se reivindica como padre del niño. Y al instante -o corte mediante, en edición se pueda hacer casi todo-, el niño empieza a llorar desconsolado y dice a los policías que los dos adultos le estaban ‘tocando el culo'. Con angustia cada vez mayor, el niño trata de preservarse de futuros daños pidiendo ayuda a los policías. El adulto que no era su padre hace una cosa que no por abyecta deja de ser común: dice que el juego era recíproco, que el niño también le estaba ‘tocando el culo' a él -equiparando responsabilidades, como si eso fuese posible entre una criatura y un hombre. Pero el llanto del niño se vuelve desesperado cuando comprende que, por obra de lo que acaba de verbalizar, su padre será detenido por los policías./upload/fotos/blogs_entradas/grafico2_policias_en_accion_med.jpg

No puedo explicarles mi propia angustia, derivada de la momentánea imposibilidad de saber qué había sido de ese niño. Como estas imágenes estaban ahí tan sólo para cargar las tintas en contra de Grassi, al productor de TVR no le interesó proporcionar esta información al espectador; le habrá parecido innecesaria para su cometido. Lo cierto es que los pequeños ‘cuidados' que se aplicaron a las imágenes -por ejemplo el borrado digital de los rasgos de los protagonistas- sonaban a comentario irónico. Ya quedó claro que Policías en acción -insisto, si es que no me equivoco al suponer que ese programa era la fuente- y TVR estaban protegiéndose legalmente de una potencial demanda por incriminar a gente inocente. La pregunta que me queda picando es simple: ¿quién protege al espectador?

Quizás sea inútil quejarse por las cosas que aparecen en pantalla. Este año mismo la TV argentina difundió hasta el hartazgo escenas de la humillación que sufrió Charly García al ser detenido, que por añadidura degradaban a quien las viese. Pero qué quieren que les diga: en estos tiempos de medios hiperpoderosos que se arrogan la representación de ‘la gente', es más necesario que nunca pedirles que dejen de abusar de ella.

Por eso mismo, lo más extraordinario ocurrió a continuación de ese ‘informe'. Al volver a estudios, el invitado de turno -un filósofo llamado Tomás Abraham- criticó delante de los conductores la emisión de semejante material. No sólo ubicó el caso Grassi en un marco más amplio, y por lo tanto menos facilista, al centrar su preocupación en el estado de las 6300 criaturas de las que la fundación Felices Los Niños se ocupaba. ¿Alguien sabe cómo están, cómo viven, si se siguen ocupando de ellos? Yendo todavía más lejos, Abraham vinculó su indefensión a la situación de millones de otros niños que viven entre la precariedad y abyección en el país que idolatra a los empresarios ganaderos que defienden su derecho a enriquecerse aún más -esta última definición corre por cuenta mía. Y terminó diciendo: ‘Esto no habría que haberlo mostrado'.

Que alguien se presente en un medio y no sucumba a la tentación de adularlo todo por el simple hecho de haber sido invitado, me pareció inspirador.

Alguien tiene que decir que el emperador está desnudo. Alguien tiene que decirles que hay cosas que no se pueden, no se pueden, no se pueden hacer.

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25 de agosto de 2008
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Galería de espectros: David

Rafael Argullol: Hoy en mi galería he visto el espectro de David

Delfín Agudelo: ¿A cuál todos sus posibles espectros viste?

R.A.: Siempre que pienso en David pienso en sus tres variaciones: el de Verrocchio, el de Donatello y el muy distinto que finalmente esculpió Miguel Ángel. Los tres son del renacimiento y recogen desde distintos ángulos y perspectivas la historia bíblica. Llama la atención que tanto en el David de Donatello como en el David de Verrocchio el artista escoge el momento del relato bíblico en el cual David ya ha vencido al gigante Goliat. Es la laxitud después de la victoria y David mostrado joven, casi como un adolescente, de formas un tanto femeninas; sobre todo en el caso de Verrocchio ya muestra una suerte de felicidad posterior al triunfo. Ya no hay ninguna huella de violencia, a no ser que la presencia de la cabeza cortada de Goliat al pie de ese David ya totalmente relajado, tanto en Donatello como en Verrocchio. En cambio, para esculpir su cíclope o David de Florencia, Miguel Ángel escogió un momento completamente contrario, que es toda la tensión acumulada por David, inmediatamente antes de lanzarse al combate contra Goliat. A diferencia de sus precedentes Donatello y Verrocchio que habían esculpido estas formas gráciles un poco andróginas, el David de Miguel Ángel es completamente masculino, con sus músculos en tensión, en una violenta tensión, incluso en la propia expresión de la mirada. Según sabemos por una carta de Miguel Ángel, precisamente en esa tensión tan violenta él quería representar la propia situación del escultor, la propia situación en general del artista, simbolizada allí, el cual se ve sometido en su opinión a todo un juego de presiones y contradicciones de extremada violencia en el momento en que está  desarrollando su obra. Detalle

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25 de agosto de 2008
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Bradley Ronald Hill:

Estadounidense de 36 años, reportero de Indymedia, asesinado el 27 de octubre de 2006 cuando filmaba un enfrentamiento entre miembros del PRI y de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. (APPO) La procuradora general de Justicia de Oaxaca, Lizbeth Caña Cadeza, consignó ante un juez al regidor de Seguridad Pública del municipio conurbado de Santa Lucía, Abel Santiago Zárate y al policía segundo Orlando Manuel Aguilar Coello por su presunta responsabilidad, pero los liberaron después de la manipulación escandalosa de los dictámenes de criminalística, denunciada por familiares. La procuradora afirmó entonces que el asesinato de Roland Will fue "producto de una acción concertada y premeditada con la intención de internacionalizar el conflicto" y acusó a la APPO "quienes lo mataron eran parte del mismo grupo donde Roland Will se encontraba". El crimen quedó impune. Meses después la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) -cuestionada por organizaciones no gubernamentales por su nexo con el presidente de la República-  prometió que iba a investigar el caso. Después de año y medio, el presidente de la CNDH, José Luis Soberanes, no ha emitido recomendación alguna.

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25 de agosto de 2008
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El caballero oscuro

En Batman: El caballero oscuro -la película más taquillera estos fines de semana en millones de pantallas del mundo- se dirime, como en cualquiera de nuestras historias domésticas, la pugna entre el bien y el mal. Sea el bien y el mal encarnado en la venerable moral de los espíritus, bien el bien y el mal espiritualizados en el aroma del cuerpo y sus humedecidas pasiones. Pero el bien y el mal también son, puesto que para todo vale, el contraste entre la luz cenital y las cenagosas sombras, entre el perfume del amor y la pestilencia, entre la noche cerrada y el estreno del día.

Toda intensidad del negro, y tanto más cuanto más compacto se presente, predice la llegada de la aurora, dicen en el mismo filme de Batman. Dicen en el filme que no hay garantía mayor de que las cosas irán bien que la indudable constancia de que desarrollan muy mal. La exasperación del mal termina desgarrando sus costuras de luto, como también el absoluto claror comunica con el espectro de la nada perfecta.

De la exacerbada culminación de un valor se deduce su inminente perversión y de la máxima depravación posible surge la simiente de la bendita salvación. El bien y el mal se relacionan circularmente como un anillo que decide tanto la circunvolución del cerebro como la circunferencia del alma.

Contemplado en conjunto, desde la extrema claridad o desde la tiniebla completa, la existencia no posee la vana condición lineal que solemos atribuirle ni tampoco el carácter de una historia con profundidad. Todo se realiza, por el contrario,  en un ligero plano transparente y de forma anular  tal como una levísima voluta que planea y se esfuma sobre sí misma para proseguir su indiferente sino. El sí o el no repetido, la matraca del bien y el mal. 

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25 de agosto de 2008
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Yerma erudición

En cualquier caso, donde no hay espacio para la obra de arte y agotada incluso la función de la distancia irónica, sí hay marco para el erudito, para aquel que (en su deambular por museos, salas de exposición, bibliotecas o lugares emblemáticos de la ciudad) es ducho en el complejo nudo relacional que aquí o allí se muestra. El erudito es análogo al sujeto- computadora del filósofo americano John Searle, que responde cabalmente a un sofisticado programa de vinculación de rasgos formales sin necesidad alguna de tener idea de la cosa misma en juego. La idea está ausente de las vinculaciones del erudito, al menos si por idea se entiende aquello en que para los humanos, y sólo para los humanos, cristaliza el lazo entre espíritu y naturaleza.

Si ante la creación artística contemporánea los ciudadanos del común tenemos el penoso sentimiento de carecer de criterio, es fundamentalmente porque el criterio ha dejado de ser propiamente artístico: el criterio ha dejado de ser el que se de o no comunión en el sentimiento de lo sublime o de lo repulsivo, para ser meramente técnico (descripción de elementos causales o estructurales) o clasificatorio (vinculación a precedentes, por ejemplo). /upload/fotos/blogs_entradas/criticadelarazonpura2_med.jpgEn términos kantianos cabría decir que el criterio en materia de obra de arte se ha desplazado de su espacio propio en la Crítica de la Facultad de Juzgar al espacio cognoscitivo de la Crítica de la Razón Pura.

Pero, referencias filosóficas aparte, muchos son los autores (esplendidos eruditos ellos mismos por otra parte) que han puesto de relieve el papel esterilizador de la erudición, no ya desde el momento en que se erige en exclusiva referencia, sino cuando se procede a una inversión de jerarquía entre la misma y lo esencial del trabajo del arte. Así en la Recherche proustiana la erudición  anatematizada explícitamente como fuga cobarde ante nuestra propia vida ("cette fuite loin de notre progre vie que nous n'avons pas le courage de regarder, et qui s'appelle l'erudition").

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25 de agosto de 2008
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La educación sentimental

Hace algunos días fui desafiado a escribir la lista de libros que habían constituido mi educación sentimental. Aquellos libros que me habían conmovido e impactado. Mi respuesta fue algo falsa: era una lista de los libros que debían haberme sacudido y no de los que de veras lo hicieron.

Aquí va, entonces, mi lista verdadera, escrita mi primera mañana en Ithaca después de algo más de un año de ausencia. Trato de seguir un orden cronológico, y soy muy consciente de que si la escribiera mañana habría otros títulos. Tampoco soy exhaustivo; sólo llego hasta la juventud temprana, quizás porque después de esa edad los libros que nos impactan son menos (pero están ahí: Marías, Cheever, Eugenides, Lampedusa, Yourcenar, Céspedes, Cerruto, Conrad, Dick, Dostoievski, Cavafis, Roth...).

Emilio Salgari: toda la serie del pirata Morgan. La leí a los diez años; fue mi primer encuentro con un personaje capaz de seducirme en los libros. Quería leer todas las novelas en las que Morgan apareciera.

Agatha Christie: Diez negritos. La leí entre los once y los trece años. Uno de mis títulos favoritos de la Christie (otros son Asesinato en el Orient Express, El asesinato de Roger Ackroyd). Aclaro que la Christie representa aquí un período, y que hubo otros autores de novelas policiales que me marcaron esos años (Ellery Queen, John Dickson Carr). Prefería la variante británica del policial, la del asesinato como un problema intelectual a resolver, no el noir de los Estados Unidos, aunque El largo adiós, de Chandler, leída casi diez años después de esta época, es una de mis cumbres literarias)

Borges: Ficciones. Leí estos cuentos a los catorce años, gracias al profesor Ávila, en el colegio Don Bosco en Cochabamba. El profesor Ávila fue el primero que me puso a leer a los grandes clásicos. Y cuando descubrí a Borges, a esa edad temprana, pensé que la literatura podía ser el mejor de los juegos. La ignorancia es atrevida: quizás a edades más tardías Borges intimida, pero a esa edad Borges sólo produce placer.

Mario Vargas Llosa: La ciudad y los perros. El Boom también lo descubrí gracias al profesor Ávila. De todos los libros del Boom, ninguno me hablaba tan de cerca como la primera novela de Vargas Llosa. Lo sentía como un libro muy personal, quizás porque Perú es el país que más se parece a Bolivia, quizás porque el lenguaje era muy similar al que yo hablaba: aquí, los personajes se ponían "chompa", y eso me fascinaba.

Nabokov: Lolita. La leí de escondidas unas vacaciones en Santa Cruz, en la casa de mis tíos, a mis catorce años. Todavía hay ciertos olores de Santa Cruz que asocio a esta novela. En ese entonces, me cautivó sobre todo la historia básica del profesor seducido por Dolores Haze. Diez años después, cuando volví a leer la novela, esta vez en inglés, descubrí los juegos de palabras, las complejidades interminables del lenguaje de Nabokov; era otro libro, pero era el mismo.

Ernesto Sábato: Abbadon el exterminador. Estudiaba ingeniería en Mendoza, tenía dieciocho años y comenzaba a descubrir que me había equivocado de rama de estudios. Cuando leí esta novela de Sábato, supe que no estaba solo. Este libro, como pocos, me ayudó a tomar una decisión: la de abandonar los números y asumir que lo mío era la literatura.

Franz Kafka: De la construcción de la muralla china. Son más los que prefieren las novelas de Kafka; yo me quedo con los relatos breves, con esas parábolas algo inescrutables, con esas alegorías de tono entre moral y religioso sobre hombres culpables que no saben por qué lo son, leídas a los diecinueve años en Buenos Aires, en un departamento sin mucha luz en la calle Paraguay.

Ernest Hemingway: Cuentos completos. A los veinte años, en Buenos Aires, el mundo se me ofrecía como puro goce y placer. Recuerdo largas tardes tirado en la cama, leyendo y leyendo. Nunca más leeré tanto y tan bien como esos días. Yo buscaba modelos para escribir cuentos y cuando llegué a Hemingway pensé que la literatura podía ser fácil, no tenía por qué asustar. Con los años, claro, uno descubre que la construcción de un estilo "fácil" como el de Hemingway, con esa prosa tan transparente, tan cristalina, es de las cosas más difíciles de lograr. Pero la realidad no importa tanto como las percepciones, así que a mí me bastaba con haber descubierto un modelo.

Juan Carlos Onetti: "Bienvenido, Bob", "El infierno tan temido". Otro autor de mis años porteños. El necesario toque de cinismo existencialista para la adolescencia, la amargura destilada en una prosa implacable en sus ritmos, en la manera en que se nos revela el dolor de la vida, la corrupción del mundo.

William Faulkner: Sartoris. No es de las novelas más elogiadas de Faulkner, de hecho es una versión preliminar de lo que luego sería Intruso en el polvo, pero me permitió descubrir a Bayard Sartoris y encontrar un personaje con quien me pudiera identificar.   

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22 de agosto de 2008
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Morir de inanición

Mas donde la expansión del concepto no puede, sí puede la nihilista desconfianza respecto a la fuerza de todo aquello que al hombre motiva (determinaciones conceptuales incluidas). El arte muere de inanición cuando no hay entrañas espirituales. O, a lo sumo, nostálgico, el arte se refugia en la ironía, desde Jenófanes a Duchamp, pasando por el Offenbach que ajusta cuentas con Gluck en su Orfeo en los infiernos. Cierto es que el nihilismo no concierne tanto a los autores como al mundo que indirectamente están denunciando. Se ha dicho que el Picabia de las transparencias, o el Duchamp de esa obra para exquisito voyeur del museo de Filadelfia, darían testimonio de un perdurar de una exigencia creativa y hasta de una nostalgia del Grand Art. Y algo análogo se ha dicho asimismo de ese testamento musical que son Los cuentos de Hoffmann.

El problema, sin embargo, no es quizás tanto determinar si hay nostalgia del arte en los creadores como si hay exigencia en los potenciales receptores. Y aquí sí que la imposibilidad de encontrar espacio alguno que no esté regido por la desesperanza respecto al ser humano, por la convicción de que éste es efectivamente un mero primate cuya motivación real es la subsistencia; la ausencia de revuelta y aun de protesta ante las condiciones sociales que convierten la inmensa mayoría en análogo espiritual de las bestias de carga... todo ello hace que hablar de espacio compartido para la obra de arte suene casi a sarcasmo, como suena a sarcasmo hablar de la extensión al conjunto de la ciudadanía de las interrogaciones filosóficas.

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22 de agosto de 2008
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Queridos destierros

Pienso en el destierro canario de Unamuno y sólo lo puedo imaginar feliz. Creo que fue a Juan Mari Bandrés al que desterraron a Almería, también tiempos plácidos vivió allí el demócrata vasco. No parece mal destino Santa Elena para otro destierro famoso. Me gustaría haber sido desterrado, aunque todavía no tengo claro cuál sería mi retirado lugar preferido para mi destierro. ¿Todavía hay destierros?

/upload/fotos/blogs_entradas/jean_jacques_rousseau_med.jpgLeyendo la ensoñaciones del paseante solitario, cartas, paseos contados por el desterrado Jean Jacques Rousseau. Estuvo refugiado en la isla de Saint-Pierre, en el lago suizo de Bienne. Perfecto lugar, por lo que nos cuenta, en esos años del siglo XVIII para vivir como un selecto retirado de casi todo. Poca hacienda, pocos libros, pocas preocupaciones, poco trabajo, incluso ningún trabajo, pocas compañías y malas comunicaciones. Una casa grande, agradable, cómoda y solitaria. Un campo de viñedos, bosques, huertos, árboles y orillas que, casi por primera vez en francés, ya llama románticas. Hay pesca, pájaros, algo de caza y naturalmente plantas, flores y hierbas que apasionan al pensador. Abandona todo trabajo, deja de un lado las lecturas y se entrega al gusto por la vida de las flores, de las plantas. Lleno de fervor botánico emprende la tarea de describir las plantas de la isla. Nos da envidia este hombre libre de cargas, nos recuerda a ese otro retirado voluntario del poema de Gil de Biedma, "De vita beata": "....vivir como un noble retirado, entre las ruinas de mi inteligencia".

Ser feliz y desterrado. Y además poder decir eso que dijo Rousseau: "Nunca he creído que la libertad del hombre consista en hacer lo que quiere, sino en no hacer nunca lo que no quiere". Eso quiero.  

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22 de agosto de 2008
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La rentrée

/upload/fotos/blogs_entradas/books_1_med.jpgLa cita imprescindible del mundo editorial francés se pone en marcha. Es la rentrée. En otras palabras, un caudal de libros supuestamente de literatura que cae sobre lo que queda de la red de librerías en Francia. 676 novelas, incluyendo 210 traducidas de otros idiomas. Entre las novelas francesas hay 91 novelas que corresponden a la primera publicación de sus autores. Para seguir con los números: la producción de títulos es baja, del 7 %, desde la rentrée de 2007 y sus 727 novelas.

Lo más interesante es que hay pocas producciones sobresalientes. No hay mucho que esperar de lo que puedo resumir unos hechos:

- La tirada más amplia (200.000 ejemplares) corresponde a Le fait du prince de la belga Amélie Nothomb. El título se puede traducir por "lo que conviene al príncipe". Si no me equivoco, Nothomb ha publicado un libro cada año desde el año 1992.

- Entre los "grandes" reconocidos como tales por la crítica literaria sólo se notan libros de J. M. G Le Clézio y Yann Queffelec, pero muchos autores tienen buenas conexiones en la prensa con la lógica promesa de reseñas favorables.

- Como siempre, los autores de más peso vienen de fuera y corresponden a traducciones: Thomas Pynchon, Salman Rushdie, David Lodge, Haruki Murakami, Ma Jian.

- Entre los latinos, no hay peces gordos en términos de ventas. Las revistas parecen interesarse en las traducciones de La última hora del último día del mexicano/catalán Jordi Soler (Belfond), El corazón helado de la española Almudena Grandes (J.C. Lattès), El abismo del mundo del español Manuel Rivas (Gallimard), y Ketchup, el  retrato de una generación barcelonesa, del catalán Xavier Gual (Au Diable Vauvert).

- La polémica del año, por el momento, es el libro de Christine Angot, Le marché des amants (el mercado de los amantes, casa editorial Le Seuil), que cuenta los amores entre la autora y Doc Gineco, un cantante que tiene gran afición por ciertas hierbas comunes en Jamaica. Fue destrozado en el blog de Pierre Assouline en algo que da el tono de una fiesta salvaje. La pregunta es: ¿basta acostarse con un cantante mulato para tener el tema de una novela?

- Se termina la convivencia entre los premios Femina y Interallie (que se entregaban en el mismo momento con jurados que se concertaban), lo que va a complicar un poco el juego de las presiones entre amigos.

- Lo más notable de todo: no se habla de Michel Houellebecq y esto, sí, es noticia.

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22 de agosto de 2008
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