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Buenos sentimientos… versus labrar una ética

En cierta ocasión en que visitaba al antropólogo Don Julio Caro para proponerle su incorporación a una facultad recientemente creada en San Sebastián, dándose la circunstancia de que había entonces elecciones, se quejaba de la indigencia de los eslóganes que colgaban de farolas  y cubrían fachadas,  señalándome con sorna que  ningún candidato  proponía  algo que chocara con los buenos deseos o las buenas intenciones, los cuales, como el valor en la milicia, a cada uno se le suponen.

He tenido ocasión de repetir por activa y por pasiva que nadie necesita clases de virtud, que la capacidad de discernir entre quien se está comportando como un caballero y quien lo está haciendo como un cerdo es inherente a la condición humana, o si se quiere que el kantiano "imperativo categórico" es efectivamente un universal del espíritu.

/upload/fotos/blogs_entradas/metafsica_de_las_costumbres_1_med.jpgCorolario de lo que precede es que los estudios de "Ética" han de consistir en todo caso en discernir las razones de Kant para afirmar tal aserto, y no en establecer un breviario de buenos comportamientos. En suma: ascética  lectura de la kantiana Metafísica de las costumbres (también, obviamente, de las objeciones que se  han hecho a este texto en idéntico registro de elevación conceptual) y no catequesis, más o menos laica.

Pues el problema del bien no consiste en discernir dónde reside, sino en asegurar las condiciones sociales de posibilidad de su eventual realización en el registro social, lo cual supondría entre otras cosas la lúcida asunción de que el bien tiene límites en nuestra condición animal o finita.

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8 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El móvil o celular (2)

Una tecnología tan avanzada como la de Star Trek, que permita desintegrase físicamente y volver a recomponerse en otro sitio, exigiría unas condiciones por lo menos como las de Matrix, una dimensión más virtual. Llegados al punto de vencer la antigravedad y de pode desplazase ente las estrellas disfrutando de vistas panorámicas y de todas las comodidades terrestres, parecería normal no necesitar móvil ni ningún tipo de aparato para comunicarse con la nave desde cualquier otro planeta como muchas veces se ven obligados a hacer los protagonistas de la serie, sino que sería suficiente la implantación de microchips o nanorrobots en el cuerpo, conectados por un lado con nuestras neuronas y por otro con la red, por lo que estaríamos comunicados con conocimientos de todo tipo desde una realidad virtual, que nos haría replantearnos la vida en todos los órdenes. Más o menos esto es lo que propone uno de los grandes padres de la cibernética, Raymond Kurzweil.



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8 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Masa crítica

Curiosamente no es la escasez la causa de nuestros males sino la superabundancia de la abundancia, el superbeneficio del beneficio, el extremismo (o la extremaunción) de la exageración. La crisis no procede de una falta de bienes, como las malas cosechas, como las prolongadas sequías o carestías por el estilo, sino por el superestallido de lo muy gordo, por el pinchazo de lo muy henchido, por el desinflamiento del gran festín y quién sabe si por razón precisamente de haber originado una acumulación de riqueza en un vector social que ha provocado por su peso el desequilibrio del edificio, una basculación de su apilamiento excesivo que ha conducido a vencer los pilares del sistema. O bien, que esa acumulación ha alcanzado fatalmente su masa crítica y que, en consecuencia, como en la física, ha desencadenado la desintegración.



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8 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La nieta de Hellmans

Frasco. Fuente: diariodelmaestro Mario Bellatin ha publicado en el reciente Etiqueta Negra su último cuento, titulado "La nieta de Hellmans" y misteriosamente dedicado para Para l.f.f, el verdadero autor. Como un regalo retrasado de Reyes (el atraso se debe a que no pude abrir el archivo ayer) les dejo el cuento en Moleskine Literario, enviado por el mismo Mario (quien, por cierto, cada vez tiene más fans en la Fan Page de Facebook que le creé hace unas semanas). Así empieza el relato:Ayer olvidé nuevamente regar a hellmans. Suele suceder. A pesar de que hace años, en la clase de botánica, nos dijeron que debíamos estar atentos a su cuidado, pendientes de proveer lo necesario para que hellmans continuase de manera normal con su crecimiento. Que mantuviera las condiciones adecuadas para seguir engendrando retoños. Hasta ahora sólo podemos estar seguros de que posee una hija, lo de la nieta es sólo una manera de mirar las cosas. Puede ser que sean, tanto los hijos como la nieta, sólo extensiones caprichosas de su anatomía, si es que las plantas poseen semejante conformación. ¿Se les llamará anatomía a sus estructuras? En este caso la de hellmans parece ser bastante compleja. A pesar de que el maestro en clase nos trató de explicar su conformación molecular, nunca he podido estar seguro de dónde comienza y acaba su individualidad. Lo que nos pareció sorprendente ?recuerdo que lo comentamos con otros compañeros de curso- es cómo hellmans parecía desafiar las reglas de la naturaleza que aprendimos a lo largo de aquel curso escolar. Creo que en ese periodo se sitúa el inicio de mi odio posterior a todo lo que tenga que ver con lo que suele conocerse como docencia. En ese curso de biología asistimos a una suerte de homenaje a la muerte. Todos los demás retoños que plantamos durante la primera semana de clase desaparecieron casi de inmediato. Salvo hellmans, quien me acompaña hasta ahora, en que comienzo mi propia vejez, encerrado en un frasco que conseguí de una forma que aún me causa cierto tipo de vergüenza?Para leer todo el relato, hacer clic aquí.



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8 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De las piedras de David a los tanques de Goliat

Este artículo fue publicado por primera vez hace algunos años. Su paño de fondo es la segunda intifada palestina, en 2000. Me atrevo a pensar que el texto no ha envejecido demasiado y que su ?resurrección? está justificada por la criminal acción de Israel contra la población de Gaza. Por eso, ahí va. DE LAS PIEDRAS DE DAVID A LOS TANQUES DE GOLIAT Afirman algunas autoridades en cuestiones bíblicas que el Primer Libro de Samuel fue escrito en la época de Salomón, o en el período inmediato, en cualquier caso antes del cautiverio de Babilonia. Otros estudiosos no menos competentes argumentan que no sólo el Primero, sino también el Segundo Libro fueron redactados después del exilio de Babilonia, obedeciendo su composición a la denominada estructura histórico-político-religiosa del esquema deuteronomista, es decir, sucesivamente, la alianza de Dios con su pueblo, la infidelidad del pueblo, el castigo de Dios, la súplica del pueblo, el perdón de Dios. Si la venerable escritura procede del tiempo de Salomón, podremos decir que sobre ella han pasado, hasta hoy, en números redondos, unos tres mil años. Si el trabajo de los redactores fue realizado tras el regreso de los judíos del exilio, entonces habrá que descontar de ese número unos quinientos años, más arriba, mes abajo. Esta preocupación de exactitud temporal tiene como único propósito ofrecer a la comprensión del lector la idea de que la famosa leyenda bíblica del combate (que no llegó a producirse) entre el pequeño David y el gigante filisteo Goliat, está siendo mal contada a los niños por lo menos desde hace veinte o treinta siglos. A lo largo del tiempo, las diversas partes interesadas en el asunto elaboraran, con el consentimiento acrítico de más de cien generaciones de creyentes, tanto hebreos como cristianos, toda una engañosa mistificación sobre la desigualdad de fuerzas que separaba los bestiales cuatro metros de altura de Goliat de la frágil complexión física del rubio y delicado David. Tal desigualdad, enorme según todas las apariencias, era compensada, y luego revertida a favor del israelita, por el hacho de que David era un jovencito astuto y Goliat una estúpida masa de carne, tan astuto aquél que, antes de enfrentarse al filisteo, buscó en la orilla de un riachuelo que había por allí cerca cinco piedras lisas que se metió en la alforja, tan estúpido el otro que no se dio cuenta de que David venía armado con una pistola. Que no era una pistola, protestarán indignados los amantes de las soberanas verdades míticas, que era simplemente una honda, una humildísima honda de pastor, como ya las habían usado en inmemoriales tiempos los siervos de Abrahán que le conducían y guardaban el ganado. Sí, de hecho no parecía una pistola, no tenía cañón, no tenía barrilete, no tenía gatillo, no tenía cartuchos, lo que tenía era dos cuerdas finas y resistentes atadas por las puntas a un pequeño trozo de cuero flexible en la parte cóncava en la que la mano experta de David colocaría la piedra que, a distancia, fue lanzada, veloz y poderosa como una bala, contra la cabeza de Goliat, y lo derrumbó, dejándolo a merced del filo de su propia espada, ya empuñada por el diestro fundibulario. No por ser más astuto el israelita consiguió matar al filisteo y darle la victoria al ejército del Dios vivo y de Samuel, fue simplemente porque llevaba consigo un arma de largo alcance y la supo manejar. La verdad histórica, modesta y nada imaginativa, se contenta con enseñarnos que Goliat no tuvo siquiera la posibilidad de ponerle las manos encima a David, la verdad mítica, emérita fabricante de fantasías, nos acuna desde hace treinta siglos con el cuento maravilloso del triunfo del pequeño pastor sobre la bestialidad de un guerrero gigantesco al que, finalmente, de nada podía servirle el pesado bronce del casco, de la coraza, de las perneras y del escudo. Por lo que podemos concluir del desarrollo de este edificante episodio, David, en las muchas batallas que hicieron de él rey de Judá y de Jerusalén y extendieron su poder hasta la margen derecha del río Eufrates, nunca más volvió a usar la honda y las piedras. (Continuará)       



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8 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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AM Homes autobiográfica

A.M. Homes. Fuente: un apéndice del ocio Juan Manuel de Prada no es, como reseñista, uno de mis favoritos. Al contrario, normalmente me disgustan mucho sus críticas, casi tanto como sus últimas novelas (¿alguna vez volverá el autor de El silencio del patinador?) Pero ahora veo una reseña suya a la última obra de AM Homes publicada por Anagrama, La hija de la amante, que empecé a leer hoy por coincidencia, y no puedo menos que estar de acuerdo y entusiasmado por este párrafo:No nos hallamos, como avanzábamos más arriba, ante una novela, ni siquiera en su variante de "autoficción" (tan en boga hoy), sino ante una confesión descarnada. Recién alcanzada la treintena, los padres de la autora le revelan que, en realidad, es una hija adoptada, y que su madre biológica, Ellen, desea conocerla. La conciencia de la escritora se convierte desde ese momento en un nido de víboras: por un lado, el deseo de restablecer su identidad la impulsa a entablar contacto con Ellen; por otro, algo parecido al rencor -tal vez tan sólo un dolor sin consuelo- le impide aceptar el acercamiento de esa madre "sobrevenida", que no tardará en convertirse en algo similar al asedio. La primera parte del libro es, sin duda, la más lúcida y terrible, la más cuajada literariamente también. Homes renuncia a los alardes retóricos, en un ejercicio de despojamiento que soslaya la búsqueda de una identificación emocional con el lectorSigo leyendo con más ganas...



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7 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Rafael Lemus sobre Un lugar llamado Oreja de perro

Una foto mía más para que se escandalice Rafael Lemus. Delante del cuadro "El amigo" de Luz Letts en la galería Lucía de la Puente. Fuente: moleskine Esta es la crítica que más estaba esperando. Me habían comentado que Rafael Lemus iba a reseñar mi novela para Letras Libres. Conozco sus textos, es una persona seria, inteligente, culta, que busca ubicarse en el lugar que los grandes críticos mexicanos están dejando abandonado. Más allá de lo que dijese de bueno o malo sobre mi novela, quería aprender algo a través de su crítica. Algo sobre mi libro, pero también algo sobre literatura. Pero, qué pena, no ha sucedido. Más allá de estar de acuerdo con la conclusión: "Un lugar llamado Oreja de Perro es una buena novela. Es sólo que a veces uno quiere algo más que pasar un rato agradable", solo me queda parafrasearla y decir: "Lemus ha hecho una buena reseña. Es sólo que a veces uno espera que una reseña sea algo más que un rato agradable". Ya desde el comienzo, Lemus parte del prejuicio al comentar irónicamente mi participación en Bogotá 39, como si fuera un pecado sonreír para una foto o estar feliz de ser parte de un grupo extraordinario de personas (escritores, ya veremos):Está, primero, la fotografía. 39 escritores (o menos) de 39 años o menos en Bogotá, Colombia. Alguno sonríe y posa, otros sonríen y posan, todos sonríen y posan. En el extremo izquierdo, el escritor peruano Iván Thays (abrigo negro, bufanda gris) sonríe y posa. ¿Qué celebran? Imposible saberlo. Uno sólo quisiera creer que no se festejan a sí mismos ni el hecho de estar allí, juntos y felices, satisfechos de haber sido nombrados, oh, losmejores39escritoreslatinoamericanosetcétera.Luego, su prejuicio se alimenta con lo que opina sobre mi blog de manera distorsionada, como si todos los blogs tuvieran la obligación de ser "intelectuales" como los de Letras Libres. Pero lo que es peor, Lemus intenta hacer una intersección entre los libros autores que cito en mi blog y mi propia novela. Lo suyo no ha sido un intento de entender la novela en su propio contexto y autonomía, sino una pesquiza de fuentes y correspondencias, que en mi caso son supuestamente públicas porque comento mis lecturas en Moleskine, como si un reseñista tuviera la fortuna de ingresar a las bibliotecas de los autores y de ahí deducir sus fuentes:(...) Thays, sensible y atento a la actualidad literaria, aprovecha cierta escritura contemporánea en vez de explorarla. Un ejemplo: son pocos los riesgos formales y nada es radical en esta novela ?el laconismo no es extremo, el tono desencantado no lo es tanto, la violencia es esencialmente temática. Los elementos de una buena novela contemporánea están allí, pero un tanto apagados, a un paso del lugar común; dispuestos cautelosamente, sin atrevimiento alguno, como para que nada destaque y distraiga, o apueste y pierda. Tampoco es extraño: conocemos el blog de Thays y sabemos que sus apuntes literarios ?es decir, la manera en que lee? jamás son insólitos ni radicales. ¿Por qué habría de serlo su narrativa?Pero vayamos al núcleo central de la reseña, apenas tres párrafos positivos pero mediatizados siempre por esa mirada-con-el-rabillo-del-ojo que un crítico como Lemus tiene sobre un escritor-con-blog-personal:Hay que escribirlo de una vez: Un lugar llamado Oreja de Perro es una buena novela. La trama es clara y, si se quiere, atractiva: un periodista peruano ?que perdió hace poco a su hijo y está por perder a su esposa? viaja a Oreja de Perro, una miserable ciudad andina destruida por el terrorismo, para cubrir la visita del presidente Alejandro Toledo; allí se involucra con una ?chola?, padece la violencia del Perú profundo, escribe las líneas que leemos. Hay un juego, más o menos obvio, con el tema de la memoria (un hombre amnésico, otro incapaz de olvidar y un país decidido a recordar los crímenes pasados), así como un descenso, no demasiado intenso, a los bajos fondos. Hay, sobre todo, oficio, una factura casi intachable: nada desentona, todo fluye y los cabos son atados. Si el desarrollo dramático depara pocas sorpresas, algunos fragmentos son de veras notables. Esto no es poca cosa. La novela es tan ágil y legible, se asimila tan fácilmente, que podría decirse que es ejemplo de cierto buen gusto contemporáneo. Lejos están, por fortuna, las convenciones decimonónicas, el fervor por la trama, el didactismo de temperamentos más pesados. Lejos, también, el modernism del Boom y los juegos, pastiches y riesgos de la minoría posmoderna. Lo que prevalece es una narrativa algo cinematográfica y más o menos usual en las buenas novelas contemporáneas. Se sabe: el fragmento, el laconismo, el ritmo veloz, el tono desencantado, la clemente ausencia de paja. En algunos momentos, incluso, la escritura detiene un segundo su marcha para reflexionar levemente sobre sí misma (?qué aburridas son las palabras?), como si se quisiera mostrar que el narrador está al tanto de la crisis de la narrativa. Esto tampoco es poca cosa. Es necesario escribirlo: Un lugar llamado Oreja de Perro es una buena novela porque se parece, más de lo habitual, a algunas grandes novelas. Uno piensa casi de inmediato en Mario Vargas Llosa. Parecería, en principio, que la anécdota de un periodista abatido por la violencia peruana está demasiado cerca de, por ejemplo, Conversación en la Catedral, pero el ánimo narrativo es muy distinto: allí donde Vargas Llosa crea murales, Thays se limita a dar algunas pinceladas, con frecuencia contundentes. Uno piensa, luego, en J.M. Coetzee y justo eso: la novela debe mucho, demasiado, a la obra del sudafricano. Puede decirse, casi sin exagerar, que Un lugar llamado Oreja de Perro es una cruza de, digamos, La edad de hierro y Desgracia. Son obvias las coincidencias temáticas: un humanista inmerso en un ambiente hostil; su relación con una mujer que le repele físicamente; la presencia de algunos nihilistas; una escena de violencia extrema; incluso un perro famélico. Son obvias, también, las coincidencias formales: la narración en primera persona, el tiempo presente, los párrafos breves, las frases lacónicas, las preguntas retóricas. ¿Hay que decir que Un lugar llamado Oreja de Perro es capaz de mucho pero incapaz de reproducir el aura de aquellas novelas?Me pregunto cómo hubiera leído mi novela Lemus si yo fuera un fotofóbico como Coetzee o un escritor comprometido intelectualemente como Vargas Llosa; si hubiera mandado una carta pública rechazando asistir al B39 por considerar ese evento un ejercicio de vanidad extrema; si no tuviese un blog personal de manías sino un blog de ideas como el de Christopher Domínguez Michael o el de Gustavo Faverón. Me queda claro que si yo fuera un fóbico social, mi novela quizá le hubiera parecido un descenso a los infiernos y la apuesta más arriesgada de la literatura latinoamericana contemporánea. Si me negase a publicar mi foto en la contratapa, y Herralde hubiera tenido que robarse una del anuario escolar del Hans Christian Andersen, Lemus se vuelve loco y me coloca como autor de culto y secreto mejor guardado de la literatura latinoamericana. Si se entera de que en mi biblioteca solo existe una Biblia y La Divina Comedia en lengua original, ¿estaría comentando Lemus las concidencias del perro famélico de la carátula de mi libro y de la edición de Desgracia en Mondadori? Pero, sobre todo, me pregunto: ¿Por qué a Lemus le cuesta tanto aceptar lo que de manera obvia está diciendo? Es decir, si una novela de un escritor contemporáneo a mí me trae a la memoria dos autores espléndidos del siglo XX como Mario Vargas Llosa y JM Coetzee, y novelas tan extraordinarias como La edad de hierro, Desgracia o Conversación en la Catedral, solo puedo asumir que estoy ante una novela extraordinaria sin reparos. Brincos diera porque fuera cierto. Por otra parte, por qué esperar que mi novela "reproduzca" el aura de esas novelas milagrosas, ni más ni menos que la obra fundamental del escritor más importante de América Latina y el mejor premio Nóbel de las últimas décadas, y no intentar entender cuál es, por dónde va, la propia aura de mi novela, si acaso la tiene.En fin, es un viejo truco de los reseñistas el comparar las obras de sus contemporáneos con obras geniales afines para luego rebajarle el mérito declarando que una, obviamente, no tiene la resonancia de aquellos otros. Es un viejo y aburrido truco de los reseñistas, pero de alguien que pretende llegar más lejos como crítico literario como Rafael Lemus uno espera otra cosa. Insisto: La reseña es buena, cierto, incluso agradable, pero uno a veces quiere leer un ejercicio intelectual más interesante y productivo de lectores agudos como Rafael Lemus.



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7 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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After the first death, there is no other.

Dolor. Un padre lleva a su hijo muerto en brazos en Franja de Gaza. Fuente: afpA Refusal To Mourn The Death, By Fire, Of A Child In LondonDylan ThomasNever until the mankind makingBird beast and flowerFathering and all humbling darknessTells with silence the last light breakingAnd the still hourIs come of the sea tumbling in harnessAnd I must enter again the roundZion of the water beadAnd the synagogue of the ear of cornShall I let pray the shadow of a soundOr sow my salt seedIn the least valley of sackcloth to mournThe majesty and burning of the child's death.I shall not murderThe mankind of her going with a grave truthNor blaspheme down the stations of the breathWith any furtherElegy of innocence and youth.Deep with the first dead lies London's daughter,Robed in the long friends,The grains beyond age, the dark veins of her mother,Secret by the unmourning waterOf the riding Thames.After the first death, there is no other.



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7 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aberración sin esperanza

Si prescindimos del dilema de razón, renunciando a nuestra responsabilidad política, y evitamos encontrarnos con la hora del juicio, sin llegar a discernir quién debe ser condenado -Israel por bombardear a la población civil o Hamás por romper la tregua, si Israel por cercar la franja de Gaza o Hamás por lanzar cohetes, si Israel por multiplicar los asentamientos en tierra palestina o Hamás por desear la extinción de los judíos, si Israel por su superioridad militar o Hamás por su estrategia terrorista, si Israel por su ideología expansionista o Hamás por su doctrina integrista, si Israel por levantar el muro o Hamás por aprovecharlo...- nos veremos obligados a dar un paso atrás y a contemplar el espectáculo de una matanza perpetua: la ley del más fuerte y el derecho a la venganza prolongando un ciclo de dolor y humillación. Quizás el modelo de desintegración política que nos espera a todos.



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7 de enero de 2009
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Cuba, flojito

La revolución cubana empezó ya su segundo cincuentenario. Como muchos otros, escribí mi pequeña contribución a un aniversario poco común (aguantar cincuenta años en el poder es una hazaña que los hermanos Castro no comparten con nadie). Al final, después de leer todo, saco tres ideas:

1. El aniversario no es un evento a pesar de todo, pues la revolución es agota como tema. Ya se ha dicho todo a favor y en contra, hasta tal punto que nadie se entera del vacío total de cualquier pregunta relacionada con su porvenir. Desde el principio, se percibe muy bien en un amplio reportaje del New York Times titulado "The end of the end of the revolution". ¿Quién se interesa en el final del cuento de nunca acabar?

2. La misma mitología revolucionaria es también una película que pasó tanta veces por la pantalla que no provoca interés. El excelente trabajo de la BBC con versión española es tan atractivo como un vaso de agua tibia.

3. Fidel Castro tomó la decisión de no acudir a la celebración. Pareció flojito al celebrar el evento. A la siete de la tarde, su hermano mandó 16 palabras al pueblo cubano: "Al cumplirse dentro de pocas horas el 50 Aniversario del Triunfo, felicito a nuestro pueblo heroico." Menos imposible. La web del diario Granma fue de una discreción fenomenal, tanto como el diario en papel con una fotografía de los dos hermanos el 1 de enero de 1959.

No hay nada peor que el cumpleaños de una revolución que sobrevive a su propia muerte.

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7 de enero de 2009
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El Boomeran(g)
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