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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oswaldo Reynoso Superstar

Oswaldo Reynoso en Buenos Aires. Fuente: eternacadencia Nuestro crédito nacional, Oswaldo Reynoso, se encuentra en Argentina para la presentación de su novela -reeditada en la editorial argentina El Andariego- En Octubre no hay milagros e invitado por el Centro Cultural de España en Buenos Aires, que contó con la participación de Washington Cucurto -si se quiere, el descrubridor de Reynoso en Argentina cuando publicó un cuento de "Los inocentes" en Eloísa Cartonera sin saber si quiera si el autor estaba vivo- y la proyección de un corto. Me alegra de que, a pesar de que Oswaldo siempre declaró que no le interesaba la internacionalización ni que lo leyesen en otros países pues él escribía solo para peruano, haya aceptado este BookTour y empiece a abrirse una puerta extranjera de reconocimiento a su obra. ¿Ves? La internacionalización no muerde, Oswaldo. Ojalá pronto otras obras suyas (como los cuentos de Los inocentes o la novela Los eunucos inmortales) empiecen a aparecer para otros lectores. Gracias a Diego Trelles me entero de que en el blog de la librería "Eterna Cadencia" le hacen una entrevista titulada: "No soy un escritor, soy un creador" en la que se despega de las creencias de su pares de "Narración" y declara que una novela no es un documento sino una "obra de arte". Bien. Les dejo algunas preguntas:La novela es del ?65. Salvo unas pocas menciones ?la guerra de Vietnam, la Revolución Cuba?, no parece haber intenciones de situarla en una época.Yo creo que ha habido una distorsión en la apreciación de la literatura peruana. No sé si en otros países se da esta distorsión. Los estudios que hacen los norteamericanos, los europeos y algunos críticos de mi país hacen más que todo es un enfoque sociológico. Entonces toman la novela como un testimonio de lo social. ¡Pero el escritor no ha escrito un ensayo! Ha escrito una novela y la novela es una obra de arte. Y sobre la concepción artística, estética del autor no dicen nada. Lo que les interesa es ver si refleja o no la realidad y como esta mirada sociológica. Me parece un error. En América Latina y en Perú se escriben buenas novelas, buenos cuentos. Pero eso se deja de lado. Con esta novela he comprobado esto porque sigue leyéndose a pesar de que se habla de otra etapa. Sin embargo hay determinados valores que subsisten. No leemos a Proust ni leemos a Dostoievski por la situación socioeconómica de Francia o de Rusia: leemos porque son grandes novelistas. Yo creo que esa óptica debe haber en la crítica, en la percepción de la obra narrativa. En mi primer libro, Los inocentes, los personajes transitan por cantinas que tienen rockolas, se visten a lo James Dean, tienen un lenguaje de esa época ?lo que se llama lenguaje popular peruano?. Sin embargo es un libro que sigue leyéndose y sigue teniendo buena apreciación de parte de los jóvenes, porque en cada uno de los personajes hay una posición interna que, a pesar de la época, conmueve al lector joven.¿Miguel ?uno de los protagonistas? lo atraviesa la literatura de Dostoievski?Es posible. Hay aspectos que me doy cuenta después de escribir, porque yo soy un sonámbulo cuando escribo. Porque no soy un escritor: soy un creador. La diferencia que establezco es que el escritor domina su forma expresiva escrita, inteligente, que puede escribir ensayo, poesía, cuento, puede escribir teatro, crónica periodística, pero no hace arte. El creador es aquel que tiene una pulsación interna y eso lo expresa a través del arte. Para mí la literatura es arte. Creo que Octavio Paz decía que un hombre inteligente y culto puede escribir un buen poema, pero no es poeta. Entonces yo hago esa diferenciación entre escritor y creador. Y yo me considero un creador.Hay un momento en que el narrador habla con el lector. Le dice ?nunca fuiste dueño de nada, la Iglesia te usa, los militares te usan??Eso para muchos críticos fue algo que desmerecía la novela, dentro de los patrones que hay de la novela. Y yo dije que no, que lo había escrito porque lo sentía. Y actualmente la novela moderna ha roto todos esos patrones. En mi libro Los inocentes, el último relato, el autor se dirige a uno de los personajes. El autor: el que está escribiendo el libro habla con uno de los personajes.Luego de la edición del ?65, ¿volvió a leerlo, lo corrigió?Nada. Ni una sola línea. No me interesó porque ya está hecho. Una vez que se publica ya no. El reformar y sacar otro libro me parece que es una trampa al lector. Y de este libro hay muchas ediciones. Ya he perdido la cuenta de las ediciones y de las ediciones piratas, y en este momento es uno de los libros que se leen en secundaria y en la Universidad. Este y Los inocentes. Con frecuencia me invitan a que yo hable con los estudiantes. Estas reuniones con los estudiantes son muy interesantes.¿Cómo tomó la Revolución Cubana?Me pareció que fue una gran revolución.¿Hoy sigue pensando lo mismo?No conozco mucho, pero si ha resistido tantos años? Pero yo nunca he hecho turismo político. Por eso nunca he ido a Cuba.Pero fue a China.Si fui a China no fue por turismo, sino fui a trabajar cuando me quedé sin trabajo en Perú. Y China me ofreció trabajo. Ahora, yo nunca he tenido una afiliación política, nunca he pertenecido a un partido político. Me parece que un partido político tiene sus planes y sus objetivos, y un escritor no puede someterse a eso, lo que no quiere decir que no tenga una ideología de izquierda. Pero eso lo vi claramente: cuando Stalin propone una reforma en el campo, Neruda escribe una oda a esta reforma, pasan tres años, la reforma fue un fracaso, y la oda de Neruda se fue al tacho.¿Qué piensa de Mariátegui?¡Ahhhh! Ahora no hay personas tanto de izquierda como de derecha que no recurran a Mariátegui. El dice ?la revolución en América no puede ser calco, tiene que ser creación?. Y en literatura él tiene un juicio muy interesante: dice que hay que distinguir entre cosmopolitismo y universalidad. Hay escritores cosmopolitas que siguen las normas, los patrones de los centros de cultura, ya sean europeos o norteamericanos. Los autores universales son aquellos que aplican lo que dijo Chejov: pinta bien a tu aldea y estarás hablando al universo. Un escritor debe penetrar en lo que todos los seres humanos, en cualquier parte de la tierra, tienen la misma raíz. Eso lo ve Mariátegui.



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bluetooth: decir sin palabras

Click here to view the embedded video. Estaban a tres metros uno del otro y orientaron sus móviles -como dos cowboy en mitad de un duelo- para lanzarse el video clip ?Decadencia? y las últimas fotos de Carlos Lage. La información viajó por el aire y se almacenó en la memoria de cada artilugio telefónico. No quedaron rastros del envío, ni siquiera los que estaban alrededor se dieron cuenta que casi cincuenta megabytes habían cruzado el parque en unos breves minutos. Cuando la noche avanzó, le pasaron los ?materiales? a una docena de amigos, que al otro día los transfirieron a otros cincuenta. La tecnología bluetooth es la pesadilla de los censores. Libros prohibidos en formato pdf, canciones que nunca se escuchan en la radio, blogs bloqueados hacia el interior de la Isla y todo tipo de noticias ausentes de los medios oficiales se trasmiten a través de estas radiofrecuencias. En la capital, es un fenómeno que va en aumento, especialmente entre los más jóvenes. Incluso hay quienes portan un teléfono celular que sólo usan como medio para almacenar e intercambiar fotos, música y videos, al no poder costear los altos precios del servicio móvil. Lo intangible se abre paso en esta sociedad donde imprimir y distribuir una publicación podría llevarnos a la cárcel bajo el delito de ?propaganda enemiga?. Numerosos periódicos, exclusivamente virtuales, están viendo la luz, mientras una cultura de lo digital deja fuera del juego a quienes piensan que las revoluciones se hacen sólo con armas y con discursos. Para ellos, estas ondas omnidireccionales son puro juego de muchachos. Es mejor que así lo crean. Cuando se den cuenta de su importancia, lo inalámbrico habrá logrado reconectar todas esas hebras que ?sistemáticamente- han sido cortadas entre nosotros los ciudadanos.



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un lector nada común

 

 

 

No somos responsables de nuestros lectores, si acaso los tuviéramos. No lo somos ni los que escribimos "ligerezas" en periódicos o blogs, ni lo son los que se toman el oficio mucho más profesional y seriamente. El otro día pensaba en lo incontrolado y democrático que son los lectores. Lectores pueden ser quiénes quieran, incluso no hace falta leer muy bien. Ni haber leído. Mucho menos importa la "calidad" de lo leído. No lector puede ser cualquiera que lea aunque sea rudimentariamente. Y eso es un negocio importante para muchos editores, libreros y escritores.

Hay lectores de todo tipo, toda condición, cultura, incultura, estupidez, fanatismo, credulidad o escepticismo. Hay lectores reales, imaginarios, mediáticos, secretos, voluntarios, pertinaces, involuntarios y accidentales. Vicente Verdú, y su libro magnífico, lúcido y con muchos menos lectores de los que se merece, ha encontrado un lector que, seguramente, no esperaba. Su ensayo, "El capitalismo funeral"- publicado por Anagrama hace unos meses, y cada día más vigente- tiene uno de esos lectores que pueden hundir un país, un continente, una televisión, un periódico, una familia o un libro con sus intenciones omnívoras de poder, fama, publicidad y otras "virtudes" que le permitan mantenerse en el poder.  Hablo del presidente Hugo Chavez. Ese político que habla, visita a Castro, cita la Biblia, canta en su televisión y domina parte del petróleo mundial. Su nueva- "vieja"- manera de entender América, las relaciones internacionales, la democracia, la cultura, la música, el socialismo o el capitalismo y la lectura le llevan a ser un comprador del libro de Verdú. El azar hizo que se tropezara con ese título que le pareció escrito para él. Hubo un tiempo que escritores españoles- no se excluye un Premio Nóbel- escribían al servicio de dictadores americanos.

Ojalá el libro de Verdú que de manera accidental cayó en sus manos sirva para encontrar un nuevo lector.

 No espero nada bueno. Se que nunca es tarde pero recuerdo otros famosos lectores y la nula influencia que recibieron de sus supuestas lecturas. Soy un lector descreído aunque mantengo fe en la lectura. Si de verdad Chavez se toma en serio esa lectura le podría ocurrir lo mismo que a la reina inglesa en esa obra cautivadora e inteligente de Alan Bennet, "Una lectora poco común". En ella la lectura genera un cambio fundamental. Observaremos los cambios en tono, estilo y pensamiento de Chavez. Lo dudo.

Recuerdo las lecturas de José María Aznar. Entre sus poetas estaba Luis García Montero. Entre sus narradores Julio Llamazares. Y como escritor de cabecera citaba al imprescindible Josep Plá. ¿De qué sirvieron esas lecturas? ¿Los leyó de verdad? ¿Acaso se puede leer y no enterarse de nada?  



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los personajes de la novela (I)

Escribir una novela, decíamos, consiste en un largo proceso de maduración de una idea arborescente que emerge ante nosotros de manera nunca exacta ni, mucho menos, nítida. Vamos descubriendo lo que queremos contar a medida que avanzamos por sus primeras páginas, así como vamos viendo a los personajes y sus vidas, que toman impulso un poco a contracorriente del planteamiento inicial. Dicen los novelistas que sus personajes “hacen lo que quieren”, que “cobran vida”, que “se portan de una manera distinta” a la que el creador pensó en principio. Esa insubordinación de los personajes suena a oídos extraños como una extravagancia o una coquetería del escritor y aunque en  rigor nunca es así, entiendo a mis amigos novelistas cuando dicen estas cosas. Y es que no veo posible que los personajes de una historia que nos va tomando uno, dos, tres o más años de lenta gestación no terminen por acumular a través de las mínimas acciones que realizan página a página una trayectoria ligeramente desviada de su diseño original. Ese desvío puede ser total si el novelista no ha tomado las precauciones debidas y antes de escribir la novela no ha dibujado las características del personaje, en cuyo caso puede que la novela tampoco marche bien; o puede ser un desvío mínimo si se han trabajo previamente las características de los personajes. Y ese mínimo desvío, esa insubordinación en las actitudes de los personajes, esas pequeñas sorpresas o contradicciones, son parte esencial de un buen carácter.  El escritor entonces tiene que saber cuándo vuelve a la idea original y cuándo deja un poco suelta la soga para observar los detalles novedosos de su personaje. Al fin y al cabo, decíamos, una novela no es una invención: es un descubrimiento.



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14 de septiembre de 2009
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Diario de rodaje. 1 Piezas sueltas

El primer día de rodaje se rodó la primera secuencia de ‘El dios de madera', una casualidad que no es habitual en la confección de las películas, cuyo orden sigue generalmente la conveniencia de los decorados, el cambio de los climas o la agenda de los actores.      El director de ‘El dios de madera' sólo tiene la experiencia de un film anterior, ‘Sagitario', y, por el contrario, la de nueve o diez novelas publicadas hasta la fecha, todas llevadas a cabo según un mismo método, para este escritor inevitable: empezar su libro por las primeras líneas del relato y no abandonar en ninguna instancia y bajo ningún concepto esa continuidad narrativa; el avance lo marca lo precedente, y los desarrollos y el final no están nunca en su cabeza ni tienen la menor premeditación. La novela llegará hasta donde le lleve su invención, partiendo de un esquema o idea primordial que las más de las veces están limitadas a una imagen, una figura esbozada o un motivo de arranque.

     Todo lo contrario sucede en el cine, y es una de las peculiaridades del medio que seduce al escritor VMF. El -llamémoslo así- ‘libro' de ‘El dios de madera' estaba, después de cuatro o cinco versiones (que aún van admitiendo cambios, supresiones o añadidos durante el rodaje), totalmente acabado cuando la película empezó la semana pasada a filmarse, y lo que se va ‘escribiendo' con la cámara cada día es una pieza suelta de dicho programa o guía verbal; ésa y las siguientes piezas, todas previstas en el conjunto, quedarán almacenadas hasta la fecha en que, terminado el proceso de acumulación de tomas, el director las tendrá a su disposición en la soledad compartida de una máquina prometedoramente llamada AVID. Él, con la esencial colaboración de su montadora, dedicará seis o siete semanas (un poco más de tiempo que la propia captación de las imágenes) a recomponer la trama preconcebida, aunque, naturalmente, beneficiándose de todo aquello que el guión no tenía: caras, cuerpos, encuadres, actos, gestos, segundos y terceros términos. Y también voz grabada en directo, a la que, más adelante todavía, un compositor (Luis Ivars, el mismo de ‘Sagitario') añadirá músicas.  

    Palabras, frases entrecortadas o largas, párrafos ya enunciados pero no entendidos por nadie ajeno al rodaje, ni siquiera oídos. Empieza ya a llegar, como adelanto de lo realizado en los ocho días de trabajo que llevamos, muestras de ese vocabulario cinemático, y algunas llegan repetidas, con ligeras variantes respecto a las que no hay que decidir todavía.

    El montaje les dará el sentido. De momento son sólo trozos de un todo que un equipo de cine conoce al dedillo pero ninguno, ni siquiera el director, sabe en qué quedará.

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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El niño inédito

Todas las generaciones registran el consabido choque generacional pero desde principios del siglo XX el choque ha venido siendo más un corte entre dos mundos distintos. Si la Primera Guerra Mundial enterró una época, la segunda Guerra Mundial inauguró otra. El enfrentamiento generacional se hallaba latente en vísperas de las dos conflagraciones pero, como se manifestó con el 68, la batalla callejera estalla unos años después de la contienda bélica. Los casos de las actuales violencias juveniles aquí y allá, prácticamente todos los fines de semana, son burbujas de un hervor que va notificando sobre el paso del mundo establecido, especialmente rígido y pesado, en una cosmología plástica y ligera. 

Las incomunicaciones entre padres e hijos son inherentes a sus respectivos papeles y el anhelo de dialogar, entenderse y vivir en feliz concilio una constante del siglo XX. De hecho, un anhelo nunca alcanzado pero hasta los años sesenta disimulado bajo el pomposo imperio de la autoridad. Esto en el espacio familiar pero lo mismo puede aplicarse a las relaciones entre profesores y alumnos y entre políticos y ciudadanos, entre policías y peatones.

 Que los chicos del gran altercado de Pozuelo llamen chulos a los policías tal como lo harían con un colega del mismo rango se corresponde con la amplia renuncia de casi todos los actuales padres a dar órdenes, siempre bajo el temor a ser descalificados como tipos ridículos, y equiparados a los odiosos policías. A aquella figura de la policía a la que probablemente combatieron o despreciaron los mismos padres en su juventud.

Padres policías fueron con orgullo aquellos hombres de la Guerra, ahora abuelos, que creyeron en la disciplina, la porra y el castigo como instrumentos de educación. Padres, maestros, potencias militares utilizaron la fuerza para vencer sin importarles no convencer. Partidarios todos ellos de ejercer la violencia tanto como un modo de ganar territorios como de ganar conciencias. Se trataba además de una legítima -cuando no santa- violencia en casa o en la escuela como el recurso eficiente para hacer entender el concepto mediante el dolor. La Iglesia, por ejemplo y  la religión católica en  particular, hallaba en la penitencia la suprema manera de purificar la conciencia y no sólo mediante el sentimiento de atrición sino con motivo de la misma contrición que casi cada tortura provoca a través del síndrome de Estocolmo.

En suma, mandar y pegar, vigilar y castigar, componían un sistema de vigas que sostenían el mundo sólido, ordenado y jerarquizado burgués, herencia del absolutismo y el dogmatismo real o papal, después trasladado a la esfera privada o doméstica. Todo esto se encuentra ahora en escombros y por razones mismas de su arquitectura. No son precisas tantos pilares y contrafuertes para sostener hoy una sociedad que en vez de ser el edificio lurdo y rígido de hace más de medio siglo es una composición elástica y hasta líquida como ha repetido insaciablemente Bauman. Una masa líquida requiere de presas y conducciones para ser productiva y no perderse entre las olas del mar pero una cosa son esta clase de obras hidráulicas que por definición tienen en cuenta la naturaleza y dirección de las aguas y otra son aquellas que toman la materia prima como un producto sin proyecto interior, tan joven que no debe de poseer orientación propia, cultura propia y propia composición. Del desdén del carácter propio de la materia prima se llega a las construcciones más aberrantes, de la insensibilidad respecto a las características propias de los materiales se llega a la erección de los mayores adefesios. Edificios, además, donde aparecen grietas, se presentan fugas, corrimientos de tierras o goteras y, al cabo, se desploman o se convierten en ruinas.

Educar hoy exige indefectiblemente tomar al niño o al adolescente como un material tan nuevo como especial y sofisticado. Ningún niño o adolescente es el niño o adolescente que se lee en los libros de ayer. En primer lugar porque ni siquiera los libros de hoy  son su lugar y, en segundo término, pero primero en importancia es que su grado de complejidad infantil y adolescente es completamente inédito en la historia de la Humanidad.

(Continuará) 



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14 de septiembre de 2009
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En el espejo de las grandes ciudades

La verdad es que desde niños nos sentimos algo reticentes a aceptar aquello de que "la cara es el espejo del alma". Conocíamos demasiadas niñas con unas trenzas de suave hilo dorado, mirada ensoñada y boca de mandarina que, cómo olvidarlo, eran unas impresentables cerdas insolidarias que no nos hicieron el menor caso. Materialistas ruines sin órgano para la lírica. En fin, que la cara podía esconder abismos de abyección capitalista.

    En cambio estoy persuadido de que todos los lectores coincidirán conmigo en que la ciudad es el espejo de su clase dirigente. Cuando uno se pasea por París no es preciso que le digan que todos los políticos franceses tienen estudios superiores. Si pasea por Londres sabe que ni uno sólo de los munícipes ignora el monólogo de Hamlet. Y si pasea por Berlín tiene el convencimiento de que el ayuntamiento en pleno lee cada noche varios capítulos de "La crítica del juicio". Analógicamente, también sabemos que basta con dar dos pasos por Nápoles para ver a Berlusconi en pijama con una señora de labios abultados bajando por Via Toledo, vaya pareja, y que en Estambul los munícipes se meten el dedo en la nariz y eructan cuando les preguntas una dirección.

    Ayer hube de bajar a la zona histórica de Barcelona. Todavía hay quien cree que la nuestra es la ciudad razonable, aseadita, un poco cursi, pero muy confortable que inventaron Bohigas, Maragall, Serra y otros municipales con carrera universitaria. La actual es mucho mejor. Sólo admite comparación con la salida de un partido de fútbol entre rivales ingleses. Divinas Ramblas tan parecidas a un botellón granadino, pero con mil razas y religiones compitiendo por ver quien vomita más lejos. ¡Qué alianza de civilizaciones!

    Se ha armado un gran barullo porque "El País" publicó unas fotos en las que se veía a numerosas personas fornicando (a tergo) por las Ramblas, hembras y machos. Son escenas tan usuales que uno se pregunta la razón del escándalo. Sólo cabe una explicación. Los del Ayuntamiento han reconocido a uno de los clientes. Y era horario de despacho.

 

Artículo publicado el sábado 5 de septiembre de 2009.

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14 de septiembre de 2009
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“No pasarán”

Una persona amiga que se encontraba paseando por la bahía de Vladivostok entabló conversación con un hombre anciano que se entretenía pescando, quién al enterarse de que su interlocutor residía en España, exclamó con un gesto a la vez melancólico y decidido: "No pasarán".

En 1936, en la Vokzalnaya ploshade,  plaza de Vladivostok  que recibe su nombre de la estación término del ferrocarril transiberiano en ella ubicada, hubo una gran manifestación en apoyo de la República Española amenazada (entonces sólo amenazada) por el mal, una de las modalidades de eso que sólo los hombres son capaces de generar (pues el resto de los animales escapa a la polaridad misma bien-mal), y que en este caso tomaba la forma de intentar erigir un sistema político cuya máxima subjetiva de acción era desde el comienzo el abuso del débil (asunto en el cual el proyecto que anima a los insurrectos españoles está en las antípodas del proyecto que da pie a  la Revolución de Octubre, por lo que resulta una ofensa que se homologue -como a veces impúdicamente se hace- la tragedia en la que desemboca la aventura de los soviets con la inmundicia que desde la raíz misma suponen los regímenes dictatoriales erigidos como reacción a la misma).

En esa misma plaza de la estación trans-siberiana se dirigió en 1920 a los obreros de Vladivostok el héroe popular de la guerra civil rusa Sergei Lazo, llamando a no entregar ese terruño oriental de Rusia que efectivamente, como había previsto, vendría a ser su tumba.Y cuando Vladivostok fue en 1922 liberado de los Guardias Blancos por el ejército popular, fue también en esta plaza dónde se celebró la victoria.

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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Trilogía de la culpa

 

Trilogía de la culpa

 

Conocí a Mario Lacruz cuando ya hacía tiempo que era editor de Seix Barral y tenía a sus espaldas una bien ganada fama como escritor que se ha metido a editor y no escribe. Pero no era cierto porque, a su muerte, resulta que tenía en el cajón varias novelas totalmente acabadas, revisadas y listas para la imprenta. Pero inéditas. Cosa que me resulta totalmente enigmático. Es cierto que en las grandes fiestas de Carmen Balcells, al llegar el momento álgido de las mismas era casi ritual que Mario Lacruz remolonease e hiciese como que no quería mientras era empujado hacia el estradillo que ya le tenían preparado con micrófono y todo. Poseía una gran sensibilidad musical (ventajas de tener una madre violinista) y poseía también mucho arte para los boleros. Sin embargo, y aunque su resistencia a cantar era simple coquetería, ésta era de un orden mucho más superficial que su resistencia a permitir que se leyeran sus últimas novelas. Y quizás venga mañana el estudioso y me saque una vez más los colores por mi ignorancia, pero nunca he sabido de un caso igual.

                En su día, es decir, a principios de la década de 1960, de él solo había leído La tarde. Treinta y tantos años más tarde, cuando coincidí con él en algún festejo literario y quise hablarle de aquella novela, caí en la cuenta de que no recordaba absolutamente nada de su contenido, salvo la imagen de un tipo en una casa de San Gervasio que hablaba por señas con una mujer joven tomando el sol en la galería de una casa cercana. También recordaba dos cosas más: que no estaba contada a la manera usual de la época, y que me pareció excelente. Como es lógico, en aquél primer encuentro la conversación se apagó nada más empezar, entre otras cosas porque al querer mostrarle mi aprecio por lo único que conocía de él, hizo un gesto de fastidio y dijo algo así como: "No entiendo qué veis todos en ese relato intrascendente".

                Ahora, no sé cuantísimos años más tarde, y gracias a una operación de marketing editorial, la veo formar parte de una trilogía astutamente titulada "de la culpa". Como si toda escritura no fuese culpable por el mero hecho de serlo. Pero esta es otra cuestión.

                Las otras dos piezas del tríptico, El inocente y El ayudante del verdugo fueron escritas con casi veinte años de diferencia y por temática y estilo no se parecen nada entre sí, ni tampoco guardan apenas relación con La tarde.  Leída ahora, en la distancia, El inocente recuerda mucho al mejor Camus: desde las primeras frases el lector dispone de los datos suficientes para prefigurar  el destino y sabe por tanto que el supuesto asesino es un inocente (incluso lo dice el título) que carece de medios para evitar lo inevitable, como en el mejor Kafka.  Veo que se insiste en presentarla como una precursora del género  negro cuando (y soy consciente del equívoco que puedo crear) en mi opinión es un ejemplo muy convincente de novela existencial.

                Las otras dos, en cambio, son novelas río, no en el sentido de que haya un cauce central al que se van sumando personajes como si fueran arroyos que desaguan en la corriente principal. Más bien recuerdan a un río en su tramo medio: son pausadas, plenas y nos llegan enriquecidas por las aportaciones colaterales, pero se dirigen hacia la desembocadura (que es el morir) sin traumas ni sobresaltos. Por ejemplo en La tarde, allá por la página 200 sigues sin saber bien cuál es el trasunto que de consistencia a una narración fragmentada, sometida a bien medidos saltos en el tiempo y el espacio y con varios conflictos que podrían ser el desencadenante agonístico de los personajes. Sólo al final, cuando el astuto narrador se decide a contar la verdadera historia que condicionó su vida para siempre, el lector caen en la cuenta de que se le ha estado diciendo eso mismo desde el principio, y que de hecho le han estado contando un puzle que de repente, al aparecer la pieza central, cobra todo su sentido y significación. Y aquella lejana impresión primera - lo he dicho antes, me dejó la sensación de que se trataba de una novela excelente - se confirma ahora, tantos años después. Otra curiosidad que entonces se me escapó pero que puede contribuir a oscurecer aún más la personalidad de Mario Lacruz: el relato se acaba en 1935 y  tiene una coda fechada en 1940. De por medio, por lo tanto, hubo una guerra civil que cayó de lleno sobre los personajes y condicionó decisivamente sus vidas, suponiendo que no acabase con la de alguno de ellos. Pero no se dice una sola palabra al respecto. Como si fuese "un tema" menor, o un suceso irrelevante en comparación con aquello  que se acaba de contar.

 

Trilogía de la culpa

Mario Lacruz

Editorial Funambulista



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14 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las palabras rechazan la Gran Coalición, pero no los gestos

No es fácil conseguir que un primer ministro y su número dos y ministro de Exteriores, personas que trabajan cada día codo a codo, hagan un paréntesis y se enzarcen de pronto en una pelea descomunal como les gusta a los votantes en todos los países. De ahí que el debate ayer entre la canciller Angela Merkel, candidata de la CDU-CSU, y el vicecanciller Franz-Walter Steinmeier, candidato del SPD, transcurriera por las mismas sendas de extremada cortesía, notables dosis de aburrimiento y escasa polarización con que está funcionando toda la campaña electoral. La fórmula elegida para celebrar el único debate de esta campaña se las trae; cuatro periodistas, uno por cada una de las cadenas que retransmitieron el debate en directo, interrogaron a los dos candidatos: las escasas asperezas del debate se produjeron entre los políticos y los periodistas, que interrumpían y repreguntaban no siempre a gusto del interrogado.

Contrasta el protagonismo periodístico alemán con su marginación en los debates españoles, donde el control de los temas y el tiempo de los candidatos, y a veces se diría que incluso las preguntas, corre a cargo de los equipos de campaña y es una única cadena la que lo transmite. Pero contrasta también con los abundantes debates norteamericanos, donde el enfrentamiento directo entre los candidatos es lo esencial a lo que se supedita todo el resto. Anoche parecía un debate de primarias pero al revés, en vez de un panel de candidatos interrogados por dos periodistas, un panel de periodistas charlatanes interrogando a dos educados políticos. El debate anima un poco la campaña, pero difícilmente la radicaliza alrededor de los dos grandes partidos representados por la canciller y el vicecanciller, algo que sólo se consigue cuando hay choque frontal de posiciones. Los beneficiarios de tal situación son los partidos que no salen en pantalla, los pequeños, que crecen a costa de la monotonía de posiciones políticas de los grandes. El resultado del debate fue así una confirmación de que la Gran Coalición puede seguir funcionando si la aritmética electoral la acompaña. Nada hay en lo que dijeron los dos candidatos que la desaconseje. Ambos coinciden en el balance positivo de los cuatro últimos años de gobierno juntos. El solapamiento de posiciones en numerosas cuestiones -en relación a la crisis económica o la presencia militar en Afganistán, por ejemplo- y su capacidad de graduar y ajustar las diferencias -sobre el sueldo mínimo y la energía nuclear- son evidentes. El único mensaje particular es que cada uno de ellos quisiera ser quien dirigiera la próxima etapa y tener las manos libres para realizar la política de alianzas más conveniente para sus intereses. Lo que dice Merkel es que prefiere a otro socio para salir más rápidamente de la crisis y volver a crear puestos de trabajo, a lo que Steinmeier responde que quienes mejor pueden realizar la tarea son los socialdemócratas, y en ningún caso los liberales partidarios de las viejas fórmulas que han conducido a la actual situación. Para Angela Merkel la opción preferida es obligadamente la coalición con los liberales, ante los que ella misma se presenta como garantía social y defensora del papel del Estado como guardián de los equilibrios sociales ante los desmanes de la globalización. Fue lo que defendió en la anterior campaña en 2005, aunque no pudo llevarlo a efecto ante unos resultados insuficientes. Y es la fórmula de coalición más característica en la historia de la Alemania federal, con la que se ha gobernado en distintas etapas durante 26 años. Nadie entendería, entre el electorado conservador sobre todo, una campaña dirigida de entrada a asociarse con sus rivales históricos para repetir la Gran Coalición. Tampoco puede defenderla Steinmeier, y asegura con todo el aplomo que es una fórmula provisional que no hay que repetir, a pesar de que es la única que por el momento parece a su alcance, después de once años de participación del SPD en el gobierno, durante siete años en coalición con los verdes y los últimos cuatro con los cristiano demócratas. Leo a través de twitter que una primera encuesta entre los televidentes da por vencedor al socialdemócrata, aunque por escaso margen 31 a 28 por ciento, mientras que un 40 por ciento no da vencedor a ninguno de los dos. Otra da la victoria a Merkel por 37 a 35. Si alguien podía sacar ventaja de un encuentro de tan limitado margen de enfrentamiento era Steinmeier, que aspiraba a crecer como aspirante a la cancillería, mientras que la señora Merkel, reconocida ya como líder de la coalición, difícilmente podía sostener su posición sin subrayar la contradicción entre su gobierno con unos y su propuesta electoral con otros. Aunque la misma contradicción afecta a Steinmeier, obligado a callar sobre la coalición futura y a fingir que espera una victoria sobre Merkel que ninguna encuesta le proporciona.



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13 de septiembre de 2009
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