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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Polémica animada

Chema Lobo me preguntó qué pensaba sobre la controversia desatada por Molina Foix con su artículo Dibujos animados. Para los que nada saben del asunto (como no lo sabía yo hasta entonces): Molina Foix disputa el hecho de que la historieta sea un arte en serio; critica la atención que se le dedica en los medios, festivales, museos y salones de exposición y ve mal que el Ministerio de Cultura otorgue premios a sus creadores; califica al historietista como “dibujante de monigotes”; pone a la disciplina más cerca del parchís y los juegos de mesa que de las obras imperecederas del arte; y dice, por último, que las viñetas satíricas y la caricatura política (George Cruikshank, sostiene, sí era un gran artista) pueden “reformar el mundo con su trazos” a diferencia de la historieta –“un entretenimiento muy menor”.

         Yo tengo la sensación de que se trata de una humorada de Molina Foix. (A quien no conozco más que de nombre: como ven mi ignorancia es oceánica, una de las consecuencias, mucho me temo, de mi pasión por las historietas.) Para empezar, creo que no tiene sentido tomarse en serio ningún artículo que sostenga que el Arte Equis es mejor que el Zeta. Esta es una discusión tan seria como la que pretende dirimir si uno ama más a su mamá que a su papá. Yo me siento más cerca de algunas disciplinas (el cine, la literatura) que de otras, pero nunca me atrevería a decir que Saul Bellow es mejor, o más importante, que Rembrandt. Los dos son esenciales en lo suyo, aunque yo esté en condiciones de apreciar a uno más que al otro.

         Cuando se entiende que parte de la crítica pasa por el hecho de que un Ministerio conceda no sólo la misma dignidad, sino además el mismo dinero al “dibujante de monigotes” que al novelista, poeta o ensayista, queda revelado que la objeción ya no es estética. Lo que hace Molina Foix es indignarse (de manera muy graciosa, insisto) porque alguien de los que juega en el otro patio se está quedando con los laureles y el dinero que debían, a su juicio, quedar en casa.

         Lo que está claro es que no tiene sentido hablarle de las glorias que la historieta produjo a lo largo de su historia. Sería un ejercicio tan inútil como pretender que a un daltónico vea los colores que no puede ver por culpa de su condición. Si Molina Foix no se ha dado por enterado en todo este tiempo de que el género está lleno de obras de arte imperecederas, ya no lo verá nunca. Defender un arte que se defiende por sí solo a través de sus obras es un ejercicio tan vano como intentar convencer a alguien, a esta altura del partido, que el cine puede ser un arte y no una monigotada. Hay gente que todavía discute el Big Bang y la evolución de las especies, y antes que polemizar con ellos prefiero dedicar mi energía a otros menesteres.

         Lo que termina demostrando que se trata de una humorada es la reivindicación que pretende hacer de las viñetas satíricas y la caricatura política. Puede que Cruikshank (a quien admiro, siendo como era uno de los ilustradores de mi amado Dickens) haya “reformado” al mundo, pero si uno acepta esta noción se vuelve improcedente negarle entidad a las historietas popularísimas que sin duda revolucionaron la cultura: tan evidentes, tan definitorias del paisaje mental que la imaginación humana desarrolló en su andar, que ni siquiera hace falta mencionarlas por su nombre.

Lo de Cruikshank y Daumier es, según entiendo, el punchline de la broma. Tengo la sensación de que se lo ha leido mal: lo que busca el artículo no es lanzar una polémica necesaria y mucho menos provocar indignación, sino producir una sonrisa. Pero en fin, así es como lo veo yo, que no dejo de ser un sudaca que no ha ganado premio alguno ni ha figurado jamás en las listas de best sellers.



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30 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hundimiento y metamorfosis

Lo nunca visto. La abstención, la caída del voto socialdemócrata y -aunque parezca extraño- también del conservador, el incremento del voto liberal, la dispersión de voto y muchas otras cosas han convertido estas elecciones generales alemanas en un caso insólito, una excepción que esta vez no confirma ninguna regla sino que la rompe e indica que Alemania está cambiando y reinventándose. "Nunca en los 60 años de la República Federal..." es la expresión repetida una y otra vez desde la noche del domingo para referirse a las cifras que arrojaron las urnas.

El partido de los que no votan ha sido el que más adhesiones ha recibido en esta ocasión. Un 28% de los electores prefirieron quedarse en casa, superando al número de votantes de la CDU (27,3%), aunque no a la adición de CDU y CSU (33,8%). El momento álgido de la participación se dio en 1972, cuando alcanzó el 91,1% y el momento más bajo, con las primeras elecciones después de la unificación, en 1990, con el 77'8%, cinco puntos más que ahora. La mayor parte de los abstencionistas fueron votantes en las anteriores elecciones de los dos grandes partidos. Nada menos que 2,1 millones de votantes socialdemócratas se quedaron en casa, pero también lo hicieron 1,1 millones de democristianos. La abstención suele ser la estación intermedia antes de cambiar de voto, una acción a veces difícil cuando la migración es entre partidos muy diferenciados o incluso polarizados. El desgaste de la Gran Coalición ha conducido a muchos votantes descontentos a quedarse en casa. Lo más probable es que la próxima vez voten a otro partido, quizás a alguno de los tres pequeños -FDP, Verdes y Die Linke-, consolidando todavía más el cambio que ahora ha empezado de forma estruendosa. Pero el fenómeno de la jornada no fue la victoria de Merkel, ni siquiera la irrupción la nueva estrella del firmamento político que es el liberal Guido Westerwelle. El acontecimiento histórico que va más allá incluso de los 60 años de la muletilla es el hundimiento del SPD, el partido de Helmut Schmidt y Willy Brandt, cuya historia se confunde con las del movimiento obrero y del socialismo democrático. Su resultado, ese 23% de votos, está cinco puntos por debajo del peor resultado en la historia electoral de la República Federal, que fue el de 1953. Además de desterrarle a la oposición y de abrir una crisis que le obligará a cambiar de dirección, de programa y de alianzas, estas cifras han disparado todas las alarmas en Alemania y en toda Europa. ¿Por dónde pierde votos el SPD? Por todos los lados y edades y en todas las direcciones. Es algo así como la implosión de un partido. El grueso de las fugas se dirige a la abstención. La transferencia más importante a otra fuerza es la que lleva 1.110.000 votos a Die Linke. También hay transferencia hacia los Verdes, 860.000 votos, la fuerza más beneficiada de las caídas anteriores de los socialdemócratas. Un número muy importante de votos, casi 1.400.000, van a las fuerzas del nuevo gobierno liberal-conservador, repartidos así: 870.000 para la CDU y 520.000 para el FDP. El SPD sale de estas elecciones como el mayor de unos pequeños que se han convertido en medianos y no como el igual del otro grande que era hasta ahora. La pérdida total ha sido de 6,2 millones de votos, lo que le sitúa, con su porcentaje del 23%, muy lejos del volumen que se considera característico de los partidos de masa o Volkspartei. Hace sólo 11 años, el SPD obtuvo un 41% y 20 millones de votos, el doble que ahora. Desde entonces ha entrado en una pendiente, con pérdidas en cada elección sucesiva. La erosión del voto popular socialdemócrata afecta directamente a los trabajadores industriales, que han dado el 28% de sus votos a la CDU-CSU, por encima del 24% al SPD y el 18% a La Izquierda. La deserción de los jóvenes es otro de los datos preocupantes para el futuro del partido. Entre 18 y 24 años el SPD ha perdido un 20% de votos, muy por encima del 11% de su caída. La única franja de edad en la que el voto desciende más suavemente es la de mayores de 60 años, donde sólo baja un 7%. La CDU-CSU también ha sufrido lo suyo, pero el premio de la cancillería y del Gobierno basta para compensar todos los disgustos. Su 33'8% es la segunda caída consecutiva y también el peor resultado de la historia (siempre haciendo abstracción de las primeras elecciones de 1949, todavía entre las ruinas de la guerra y en medio de la mayor precariedad e inseguridad políticas). Un caso peculiar es el de la CSU, el partido bávaro hermano acostumbrado a votaciones plebiscitarias. El domingo arrasó en todas las circunscripciones bávaras, obteniendo todos sus correspondientes mandatos directos, y obtuvo una cifra del 42% regional (6,5% a nivel nacional), que para sí querrían muchos partidos en todo el mundo. Pero ha perdido un 6,7% en esta elección, después de una caída del 9% en las generales de 2005; y, lo que es más deprimente para el risueño conservadurismo bávaro, tras perder hace ahora un año la mayoría absoluta en el Parlamento regional que venían manteniendo desde 1958. El dato central sobre el cambio de sistema lo proporciona la dispersión del voto que viene registrándose desde las elecciones de 2005, cuando la suma de los votos obtenidos por los dos grandes partidos fue ya la menor de la historia, un 69,4%, que quedaba muy lejos del pico del 91,2% de 1976 y del habitual comportamiento por encima del 80%. Este domingo, entre los dos sumaron sólo el 56,8%, cifra que consagra el final del bipartidismo. El aumento de la desafección hacia los dos grandes partidos y el traslado de voto hacia los tres pequeños tiene una fuerte componente generacional. Los mayores de 60 años siguen votando según las reglas del bipartidismo que han vivido toda su vida, mientras que las dos franjas generacionales de votantes más jóvenes desertan en masa y se pasan a los nuevos partidos. Buceando en el mapa electoral puede observarse como el FDP casi iguala al SPD en un Estado tan poblado como Baden-Würtemberg. Die Linke empata con los socialdemócratas en Berlín, les supera en cuatro de los seis länder del Este (Sajonia, Turingia, Sajona-Anhalt y Brandeburgo) y anda a su zaga en Mecklengurbo-Prepomerania y Sarre, este último en el Oeste. Die Linke supera la barra del 5% en todos los Estados, lo que le sitúa en una posición excelente para seguir avanzando y entrando en gobiernos regionales y locales. Un partido cargado de historia se está hundiendo, pero con él se hunde también el sistema bipartidista que ha dado estabilidad a Alemania durante los 60 años de fundación de la república que ahora se celebran. Gran parte de las novedades de este domingo de deben a los cambios sociales y económicos que ha experimentado Alemania y el mundo en las últimas décadas, como la globalización o la desaparición de las clases sociales tal como se configuraron en el siglo XX y su sustitución por otras formas de estratificación social. Pero otra parte de estas novedades son el fruto tardío de la unificación alemana, que abrió las puertas primero a un cuarto partido, los Verdes, y luego a un quinto, Die Linke. Ahora, justo 20 años después de la caída del Muro regresan al poder los liberales con la fórmula llamada de pequeña coalición que más tiempo ha dirigido el Gobierno en estas seis décadas. En asociación con los conservadores han estado en el poder 21 años, y con los socialdemócratas 13; un total de 34 sobre 60. Pero ahora ya no será lo mismo: el partido de Guido Westerwelle no es la tercera fuerza entre dos grandes, sino el tercero de cinco, en un panorama en el que ya se atisba una sexta fuerza que empuja, aunque por el momento se vista de pirata y pida sólo la máxima libertad en la comunicación digital. El SPD se hunde, pero es el entero sistema político el que se encuentra en plena transformación. Será un sistema menos estable y más plural. Y no tiene por qué ser peor, como temen muchos alemanes con el recuerdo siempre vivo de la República de Weimar que precedió a la subida al poder de Adolf Hitler.



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30 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El ojo del artista

Cuesta trabajo llegar a una explicación cabal, pero el hecho es que un artista capaz de distinguir entre una obra buena y otra mala, se ve  incompetente para juzgar con pertinencia el valor de lo que él hace. Hay presuntuosos y humildes, soberbios y modestos pero esta diferencia no puntúa el valor de una obra sino la diferente personalidad de sus autores. En la oscuridad de la valía de lo que se pinta, se escribe o se compone discurre  la obstinación del artista  y también, tras esa ofuscada obstinación, el impulso de su orgullo. Seguir trabajando en aquello de lo que no se conoce su importancia, requiere ineludiblemente darse importancia a sí mismo. Incluso cuando se recibe el elogio de los críticos, el artista pugna por lograr la aprobación propia que constituye la más importante aprobación. Pero ¿cómo llegar a obtenerla?

La carrera de un artista es en consecuencia una carrera sin fin, un lanzamiento sin concreción, una aventura sin luz que, salvo pocas excepciones jactanciosas, lleva consigo a la insatisfacción o al fracaso. De ahí el alto censo de suicidios en la historia de la literatura, la pintura o la música.



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30 de septiembre de 2009
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Barcos en Primrorsky Krai

Frente a la gran estatua de Lenin, en la plaza de Vladivostok que ha sido marco de numerosas manifestaciones emblemáticas de la historia de la ciudad, se hallan las vías del ferrocarril transiberiano, sobre las cuales el bello edificio de la estación erigida en 1912, inspirándose en edificios representativos de esa Rusia central, tan cercana en espíritu y tan alejada por la geografía. En paralelo se encuentra la Morskoy Vokzale, la estación marítima, que tan sólo unos metros separan de la primera, de tal manera que en Vladivostok esos dos emblemas del viaje que son el ferrocarril y el barco parecen tener raíz común.  

Atravesando a lo ancho la estación marítima se sale a una amplísima terraza volcada sobre la Zolotoy Rog, esa bahía principal a la cual he venido refiréndome. La gente se acerca a esta terraza, no ya como en tantos otros lugares de Vladivostok a contemplar el mar-aquí omnipresente- sino también a contemplar los barcos que se desplazan y los barcos anclados, empezando por los allí tan cercanos, de color casi negro de la flota de guerra.

Por boca de Ismael, el Narrador de la tragedia, Melville señala que desde un arroyo de montaña a la península de Manhatan, allí dónde hay agua hay para los hombres un fascinante polo de atracción. Cuando ese polo es el mar, la fascinación se confunde a veces con la que ejercen los abismos. Pues con el mismo espíritu  con el que los habitantes de las costas se acercan a los acantilados, los ciudadanos de Ronda acuden una y otra vez a la alameda de la ciudad,  cuyo extremo  se abisma en unos campos que se confunden con el mar. Mas desde esta terraza sobre la Zolotoy Rog de Vladivostok no se contempla quizás tanto el mar como los barcos, lo que abisma no es tanto la imagen de la profundidad como el fantasma de dejar la tierra.

A modo de nota complementaria,  presento aquí de nuevo el capítulo 23  de Moby Dick, que  bajo el título The Lee Shore  (la costa a sotavento, o la costa- refugio) se dedica en exclusiva  al personaje de Bulkington, un hombre sellado por esta pulsión de huir de las seguridades de la terra ferma.

 

 "Algunos capítulos atrás hablé de Bulkington, un marinero de larga estatura que estaba recién desembarcado y que encontré en la posada en la que me albergué en New Bedford . Pues bien: en aquella gélida noche invernal, mientras la proa del Pequod rasgaba las olas amenazantes  del océano, ¡ quien veían mis ojos sino a  Bulkington¡,  de pie ante el timón.

Contemplé con mezcla de amistoso respeto y de temor  al  hombre que, en el rigor del invierno, y que apenas había tocado tierra tras un peligroso viaje de cuatro años, volvía, sin darse un reposo, a  la aventura de un nuevo periodo de navegación. La tierra parecía arder bajo sus pies. Las cosas maravillosas son siempre inenarrables; los recuerdos profundos no producen epitafios; este corto capítulo es el memorial sin lápida de Bulkington. Básteme decir que le ocurría a Bulkington lo que al buque míseramente sacudido por la tormenta a lo largo de la costa a sotavento. El puerto  le ofrece socorro; el puerto es acogedor; en el puerto hay seguridad, confort, calor de hogar, cena apetitosa, amigos, todo cuanto es caro a nuestra existencia mortal. Pero en la tormenta, el puerto, la tierra, es para el barco el más directo enemigo. El barco debe huir de su hospitalidad, puesto que si su proa  tan sólo llegara a rozar la costa, se destrozaría por entero. Así, hará lo imposible por tender sus velas hacia mar abierto, y huirá de los vientos que le conducirían a la costa acogedora; busca de nuevo la agitación de un mar desamparado, pues, en la tormenta, tras el refugio se cierne el peligro, su único amigo es su más acerbo enemigo. 

¿Conoceis  ahora  la especie de los Bulkington?   Os parecerá  entonces  vislumbrar esta mortal e intolerable verdad: que todo pensamiento profundo y severo no es sino el intrépido esfuerzo del alma por mantener la abierta independencia de su propio mar, mientras que los más furiosos vientos del cielo y de la tierra  conspiran por arrastrarla hacia la orilla traidora y servil.

Pero sólo en la soledad del mar sin orilla reside la verdad más alta, tan in-acotada e indefinida como el mismo  Hacedor: antes perecer en esta infinitud que ser arrastrado sin gloria a  sotavento, ¡incluso aunque la salvación resida en ello¡ Pues,¿quién quisiera, como un gusano, arrastrarse cobardemente hacia la tierra? ¡Terror de los terrores¡ ¿Será vana toda esta agonía¡ ¡Coraje Bulkington, coraje¡ ¡Mantente inexorable, semidiós ¡ Pues de la espuma de tu mar oceánica, indomable,  emerge tu apoteosis

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30 de septiembre de 2009
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De viaje por los ópalos fronterizos

Todas las ciudades con río tienen un aire de familia. Lado bueno, lado malo. Jolgorio y vicio del lado malo. Lado malo convertido en bueno y más caro que el bueno. Nieblas, brumas, humedades que muerden los huesos y adornan la ciudad con ancianos doblados por la mitad. Abundancia de sombreros. Suicidas flotando, náufragos fluviales.  

También las ciudades lacustres tienen un aire de familia. Es imposible escapar a las condiciones espirituales de semejante fenómeno. Al contrario del río, el lago no separa sino que une, aunque eso sólo se ve en el mapa. ¡Felices quienes viajan sin mapa! Llegan a estas riberas sin saber qué obstáculo los detiene. Nosotros lo sabemos, los lagos son finas curvas salpicadas de pueblos casi siempre deliciosos que permiten múltiples saltos de cabotaje. El viaje asciende a juego de la Oca. La esencia del lago es además inspiradora de clausura, quietud y monaquismo, porque el río nos lleva hacia la mar que es el morir, pero el lago nos convierte en figuritas de un pesebre con un espejo en el centro. El lago es una isla de agua habitada por navegantes, que es gente de fiar.

    Un juvenil Gimferrer dio con la metáfora exacta de la Confederación Helvética. La llamó: "rosetón de los ópalos lacustres". De nuevo es el mapa de Suiza lo que deja ver ese rosetón cuyos vidrios opalinos son los múltiples lagos que la iluminan, pero si uno va en horizontal no puede hacerse idea del tamaño, la forma, o la unidad de los lagos. Son cerca de veinte y los hay grandes como una provincia española o pequeños como nuestras lagunas. Verdes, perlados, azules, plomizos, plateados.

    Las ciudades lacustres de Suiza son refugio de serena ciudadanía y afilada dentadura bancaria. Ciudades en las que sólo se oye el crujir de huesos de los morosos y el brindis de los acaudalados. Después de Ginebra y Zúrich viene Lugano, uno de los espacios más curiosos de Europa. Su belleza natural etcétera no merece mención. Vaya usted a verlo. Lo portentoso es allí la presencia impúdica del privilegio. De una parte es usted suizo y por lo tanto puede llevar la vida más civilizada del planeta. Por otra parte es usted italiano y se puede divertir como un crío. Por esta razón, el monumento que pude contemplar con mayor encanto y pasmo fue la avenida que bordea el lago, pero no por su belleza natural etcétera, sino por sus automóviles.

    Sitúese en alguno de los cafetines que serpentean la avenida sombreada por los tilos y observe. Son, sin duda, las mejores marcas y las más caras, Mercedes suavísimos cuyos cristales ahumados ocultan celebridades agonizantes, Ferraris de turbia mirada narco, Lamborghinis conducidos por herederos insolventes, Bentleys de ancianos hippies americanos, Jaguars de piel de cocodrilo con jeques barbipinchos. Lo más soberbio, sin embargo, es la limpieza eucarística de las carrocerías. Vi a un tremendo Audi frenar en plena avenida, salir el conductor mirando furioso al cielo y limpiar con la manga de su chaqueta un excremento de gaviota caído sobre el guardabarros, bajo la mirada aprobadora de los automovilistas detenidos. Prodigioso. Este es el sueño: ser italiano y suizo al mismo tiempo. Mejor que ser hermafrodito, o blanquinegro, como el difunto Jackson.

    La constatación se encuentra a media hora de tren. Si Lugano es lugar suizo, pero italiano, la ciudad y el lago de Como es lugar italiano, pero de sangre suiza. Geográficamente apenas se distingue de su hermano. Aquí el lago, en lugar de serpentear, forma una Y invertida, uno de cuyos extremos toma café con el otro lago. Si en Lugano tiene un palacio de aquí te espero la baronesa Thyssen, en Como lo tiene George Clooney. A saber quién de los dos es más aristocrático. Para ser una ciudad italiana, Como parece suiza, del mismo modo que Lugano parece italiana. La mayor diferencia es que en Como los autos no van tan limpios y se ven incluso tristes Ford, Fiat, Lancia, Volkswagen y otras especies plebeyas. En cambio, tiene una catedral presidida por los dos Plinios, dos paganazos, que da gozo, sobre todo vista desde el café de enfrente con un Negroni bien servido.

    En ambas ciudades se vive la cualidad monacal, reservada, serena de las urbes lacustres. Y por ello es recomendable trasladarse a Milán para tomar el avión en Malpensa, que es un verdadero infierno de aeropuerto, y constatar la divergencia. La capital de la Lombardía era hace diez años uno de los centros más selectos e ilustrados de Europa. Produce escalofríos ver cómo ha decaído hasta mudarse en una ciudad mediterránea. La suciedad, el estruendo de las motos, la pavimentación paleozoica, el caos municipal y el amontonamiento humano la han convertido en un centro sólidamente cutre.

    Seguramente ha pasado el tiempo de las grandes ciudades y son ahora las pequeñas y medianas las que permiten llevar una vida no absolutamente degradada. Constaté que en Milán están todos los muros pintados por grafiteros que hace treinta años Ítalo Calvino ya calificaba de reaccionarios. Es verdad que sigue habiendo quien a eso le llama arte callejero. No entienden la trivialización que de modo irreparable se produce en el espacio público. Ni su indudable totalitarismo. Ruido visual de las ciudades sin cerebro. Y sin lago.

Artículo publicado el viernes 25 de septiembre de 2009.

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30 de septiembre de 2009
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II. El viejo papel

Y ahora, gracias a la aparición de los libros electrónicos, se abre en Estados Unidos un litigio oficial que seguramente llegará a hacer época. Google se ha propuesto digitalizar millones de libros de los fondos de las bibliotecas públicas, para ofrecerlos en línea a los lectores a través de las pantallas, y para ello alcanzó un acuerdo con autores y editores. Este acuerdo, que abriría las puertas para que un día todos los libros del mundo estén disponibles por la red cibernética, ha sido recurrido ante los tribunales por Amazon, Microsoft y Yahoo, los otros gigantes en competencia por el mercado electrónico del libro. El alegato es que Google está violando la ley antimonopolio, al sacar a los rivales de la competencia.

 

            Todas estas son señales ominosas en contra del tradicional libro de papel y cartón, y hay quienes ven cercano su fin, lo mismo que el fin de los periódicos. Quizás estas señales son más graves, sin embargo, para los periódicos antes que para los libros. Uno de los diarios tradicionales de mayor prestigio en Estados Unidos, el Christian Science Monitor, cerró sus puertas de papel y se quedó nada más en la edición electrónica. Y las ediciones impresas de periódicos como The New York Times y Le Monde dejaron de ser rentables, y si siguen apareciendo es porque sus ediciones electrónicas, que sí tienen ganancias, lo permiten.

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30 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Daniel Alarcón, premio Internacional de Casa de las Culturas del Mundo

Daniel Alarcón. Fuente: babylonsaloon Y un nuevo cómplice b39, además de estupendo narrador, ha ganado hoy un premio de traducción. Se trata de Daniel Alarcón quien recibirá el miércoles 35,000 euros (10,000 que serán para sus traductores) por la traducción del inglés al alemán de la novela Radio Ciudad Perdida. Es la primera vez que se otorga el premio y se le entregará en Berlín. Entre la shortlist se encontraba un escritor talentosísimo como Martín Kohan y ni más ni menos que Aleksander Hemon, célebre escritor norteamericano de origen serbio más que notable y con extraordinaria crítica. Pero la novela de Daniel termino por conver al jurado sin dudas. Una nueva felicitación y un premio otra vez merecido por un autor joven latinoamericano. ¡Un abrazo, Daniel!El escritor peruano norteamericano Daniel Alarcón recibió el primer Premio de Literatura Internacional que se otorga en Alemania, en reconocimiento a su libro Radio ciudad perdida (2007), que el jurado calificó de ?preciso bosquejo literario?. Alarcón logra en su obra ?de manera sutil y sugestiva confrontar al lector con un mundo en el que la convivencia se ve amenazada una y otra vez por la guerra civil y la violencia?, precisaron los expertos. El premio, que concederá desde este año la Casa de las Culturas de Berlín y que será entregado por primera vez el próximo miércoles, está dotado con 35 mil euros, que se reparten entre el escritor y el traductor de la obra. Así, Alarcón recibirá 25 mil euros y los restantes 10 mil serán para la traductora Friederike Meltendorf, ?por su extraordinaria traducción del inglés-norteamericano al alemán?. La Casa de las Culturas de la capital alemana convocó el premio con el propósito de destacar una obra internacional en su primera traducción al alemán. Y entre los seis escritores preseleccionados figuraban además el argentino Martín Kohan por su novela Dos veces junio, aparecida en 2002 pero traducida apenas este año al alemán. Los otros cuatro candidatos eran el iraní Mahmud Doulatabad, el libanés Rawi Hage, el serbio Aleksandar Hemon y el etíope Dinaw Mengestu. Estos tres últimos autores huyeron de la guerra civil en sus respectivos países y actualmente viven en Estados Unidos, donde escriben en inglés.



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29 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Computadora sin papeles

Tocaron a la puerta con una orden de registro que la madre de Aldo apenas pudo ver. Fueron directo al cuarto para ocupar la computadora donde se almacenan las letras de esas canciones que circulan por todo el país. No hubo manera de hacerle ver al policía que aquel hombre de cabello largo y tatuajes por todo el cuerpo no era un delincuente. A los uniformados, se les da mal el hip hop y un peludo pintoreteado es lo que más se les parece a un malhechor. No tuvieron en cuenta que a éste, sólo una semana antes, Juanes lo había evocado en la Plaza de la Revolución cuando mencionó al grupo Los Aldeanos. La noticia de la detención se regó y hasta el propio cantautor Silvio Rodríguez intercedió para que le devolvieran el ordenador y lo dejaran ir a casa. Aldo y Bian ya han sido apartados de casi todo, menos de ese don para la música que la censura no ha logrado quitarles. Unos amigos distribuyeron hojas impresas para denunciar la exclusión contra el popular dúo y propusieron que ?asumir a estos hombres como órganos vitales de la nación, es cuestión de honor?. Pero la nuestra es una sociedad ingresada en terapia intensiva, con partes trasplantadas y una máquina de diálisis conectada a esa zona donde debería funcionar una ciudadanía. Vivimos en una Isla donde se extirpa y se amputa porque unos pocos diagnostican que un miembro tiene gangrena, cuando en realidad es ?simplemente? diferente. Al llevarse al músico con su computadora ?que carece de papeles de propiedad, como la gran mayoría que hay en Cuba? quizás estaban aplicándole una inyección de susto, la conocida medicación para aumentar el miedo. Pero ya no les funciona como antes. Ahora, la aprensión se trasmuta en canciones, en blogs, en discos que circulan de mano en mano, mientras que las confiscaciones y las detenciones sólo logran que lleguen más lejos.



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29 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Disparad contra la ilustración

En los últimos tiempos, algunos de los mejores profesores abandonan precipitadamente la Universidad acogiéndose a jubilaciones anticipadas. Con pocas excepciones, las causas acaban concretándose en dos: el desinterés intelectual de los estudiantes y la progresiva asfixia burocrática de la vida universitaria. La mayoría de los profesores aludidos son gentes que en su juventud apostaron por aquel ideal humanista e ilustrado que aconsejaba recurrir a la educación para mejorar a la sociedad y que ahora se baten en retirada, abatidos algunos y otros aparentemente aliviados ante la perspectiva de buscar refugio en opciones menos utópicas.

El primero de los factores es objeto de numerosos comentarios desde hace dos o tres lustros. Un amigo lo resumía con contundencia al considerar que los estudiantes universitarios eran el grupo con menos interés cultural de nuestra sociedad, y eso explicaba que no leyeran la prensa escrita, a no ser que fuera gratuita, que no acudieran a libros ajenos a las bibliografías obligatorias o que no asistieran a conferencias si no eran premiadas con créditos útiles para aprobar cursos. Aunque podría matizarse la afirmación de mi amigo, en términos generales responde a una realidad antipática pero cierta, por más que todos los implicados en el circuito de la enseñanza reconozcan que no se trata de la mayor o menor inteligencia o sensibilidad de los universitarios actuales con respecto a generaciones precedentes, sino de otra cosa.

Esta "otra cosa" es lo que ha desgastado irreparablemente a los profesores que optan por marcharse a casa. Éstos no se han sentido ofendidos tanto por la ignorancia como por el desinterés. Es decir, lo degradante no ha sido comprobar que la mayoría de estudiantes desconocen el teorema de Pitágoras -como sucede- o ignoran si Cristo pertenece al Nuevo o al Antiguo Testamento -como también sucede-, sino advertir que esos desconocimientos no representaban problema alguno para los ignorantes, los cuales, adiestrados en la impunidad ante la ignorancia, no creían en absoluto en el peso favorable que el conocimiento podía aportar a sus futuras existencias.

Naturalmente, esto es lo descorazonador para los veteranos ilustrados, quienes, tras los ojos ausentes -más soñolientos que soñadores- de sus jóvenes pupilos, advierten la abulia general de la sociedad frente a las antiguas promesas de la sabiduría. Los cachorros se limitan a poner provocativamente en escena lo que les han transmitido sus mayores, y si éstos, arrodillados en el altar del novorriquismo y la codicia, han proclamado que lo importante es la utilidad, y no la verdad, ¿para qué preferir el conocimiento, que es un camino largo y complejo, al utilitarismo de laposesión inmediata? Sería pedir milagros creer que la generación estudiantil actual no estuviera contagiada del clima antiilustrado que domina nuestra época, bien perceptible en los foros públicos, sobre todo los políticos. Ni bien ni verdad ni belleza, las antiguallas ilustradas, sino únicamente uso: la vida es uso de lo que uno tiene a su alrededor.

Esta atmósfera antiilustrada ha penetrado con fuerza también en el organismo supuestamente ilustrado y, con frecuencia, anacrónico de la Universidad. Ahí podríamos identificar la otra causa del descontento de algunos de los profesores que optan por el retiro, originando, en el caso de los mejores, una auténtica sangría intelectual para la Universidad pública, cuyo coste social nadie está evaluando. A este respecto, la renovación universitaria ha sido sumamente contradictoria en estos últimos decenios. De un lado ha existido una notable voluntad de adaptación a las nuevas circunstancias históricas, con particular énfasis en ciertas tecnologías e investigaciones de vanguardia como la biogenética; de otro lado, sin embargo, las viejas castas universitarias, rancios restos feudales del pasado, han sido sustituidos por nuevas castas burocráticas, que predican una hipotética eficacia que muchas veces roza peligrosamente el desprecio por la vertiente científica y cultural de la Universidad. En los mejores casos, por consiguiente, los centros universitarios se aproximan al funcionamiento empresarial eficaz, y en los peores, a una suerte de academia de tramposos.

Lógicamente, ni unos ni otros resultan satisfactorios para el profesor que quería adaptar el credo ilustrado al presente. Si la Universidad pública se articula sólo con intereses empresariales, está condenada a aceptar la ley de la oferta y la demanda hasta extremos insoportables desde el punto de vista científico. Los estudios clásicos o las matemáticas nunca suscitarán demandas masivas ni estarán en condiciones de competir con las carreras más utilitarias. Pero el día en que el consumo de tecnología no suscite ya ninguna curiosidad por los principios teóricos que posibilitaron el desarrollo de la técnica y la Universidad se pliegue a esa evidencia, lo más coherente será rendirse definitivamente y olvidarse de que en algún momento existió algo parecido a un deseo de verdad.

Mientras esto no suceda, al menos definitivamente, el riesgo de una Universidad excesivamente burocratizada es el triunfo de los tramposos. No me refiero, desde luego, a los tramposos ventajistas que siempre ha habido, sino a los tramposos que caen en su propia trampa. La Universidad actual, con sus mecanismos de promoción y selectividad, parece invitar a la caída. En consecuencia, los jóvenes profesores, sin duda los mejor preparados de la historia reciente y los que hubiesen podido dar un giro prometedor a nuestra Universidad, se ven atrapados en una telaraña burocrática que ofrece pocas escapatorias. Los más honestos observan con desesperanza la superioridad de la astucia administrativa sobre la calidad científica e intentan hacer sus investigaciones y escribir sus libros a contracorriente, a espaldas casi del medio académico. Los oportunistas, en cambio, lo tienen más fácil: saben que su futura estabilidad depende de una buena lectura de los boletines oficiales, de una buena selección de revistas de impacto donde escribir artículos que casi nadie leerá y de un buen criterio para asumir los cargos adecuados en los momentos adecuados. Todo eso puntúa, aun a costa de alejar de la creación intelectual y de la búsqueda científica. Pero, ¿verdaderamente tiene alguna importancia esto último en la Universidad antiilustrada que muchos se empeñan en proclamar como moderna y eficaz?

Los veteranos profesores de formación humanista que últimamente abandonan las aulas creen que sí. Por eso se retiran. No obstante, es dudoso que su gesto tenga repercusión alguna. Para tenerla debería encontrar alguna resonancia en el entorno en que se produce. No es así. Nuestra Universidad, como nuestra escuela, es un mero reflejo. La sociedad en la que vivimos no sólo no tiene intención de compartir los ideales ilustrados, juzgados ilusorios e inservibles, sino que dispara contra ellos siempre que puede. Desde el escaño, desde la pantalla, desde el estudio, desde donde sea. El pensamiento ilustrado no ha demostrado que proporcionara la felicidad. Y esto se paga.

 

El País, 07/09/09



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29 de septiembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La velocidad

Ray Kurzeweil el investigador estrella de la inteligencia artificial ha divulgado un documental titulado El hombre trascendental donde pronostica que en unos 20 años seremos inmortales. O poco menos. Gracias a la nanotecnología implantada en nuestros cuerpos seríamos capaces de correr quince minutos a la velocidad del recordman Usain Bolt y, por las mismas razones, llegaremos a escribir un libro en apenas unos minutos. Como consecuencia el mundo se convertirá en una suerte de núcleo radiante en donde la inteligencia, especialmente la inteligencia, no nos dejará ni dormir ni morir. ¿El sexo? la práctica del sexo virtual incomparablemente más rápido que el carnal se expandirá en todas las direcciones y con él un contacto humano tan íntimo como instantáneo. La ideología, en fin, que pone en relación el paso del tiempo con las relaciones más fuertes o la frondosidad de un árbol con la morosa implantación de sus raíces quedará definitivamente rota. No seremos más por estar más sobre un oficio sino que el oficio surgirá como un chorro, y como de un orificio. De este modo comprenderemos porqué los artistas famosos lo son ahora de la noche a al mañana, porqué se suceden con tanta celeridad las creencias, se cambia con tanta facilidad de aficiones, lugar, pareja o punto de vista. La lentitud no nos llevaba a la conservación como esperábamos, siquiera del cuerpo. Es la velocidad la que nos bruñe, nos pule, nos flipa, nos trasciende. 



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29 de septiembre de 2009
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El Boomeran(g)
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